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•Un Amante de Ensueño [Justin Bieber & Tu] [Adaptada]
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
Página 3 de 3. • Comparte
Página 3 de 3. • 1, 2, 3
Re: •Un Amante de Ensueño [Justin Bieber & Tu] [Adaptada]
que genial , nueva lectora .siguelaaaa:D
newyork
Re: •Un Amante de Ensueño [Justin Bieber & Tu] [Adaptada]
Holiiis! It's me again! Ok, primero que nada, soy gringa :D
Aja, no sé cómo describir tu novela, NUNCA había escuchado hablar del libro, y tampoco me lo hubieran comprado de saber de él... lol.
Bueno, síguela.
P.D: Creo que soy un 40% de esos fantasmas, entré unas ocho veces luego de tu mensaje!
P.D.2: Sorry por no contestar el anterior mensaje, no pude, aunque aparecía conectada no me encontraba en la PC, sorry!
Aja, no sé cómo describir tu novela, NUNCA había escuchado hablar del libro, y tampoco me lo hubieran comprado de saber de él... lol.
Bueno, síguela.
P.D: Creo que soy un 40% de esos fantasmas, entré unas ocho veces luego de tu mensaje!
P.D.2: Sorry por no contestar el anterior mensaje, no pude, aunque aparecía conectada no me encontraba en la PC, sorry!
VeroBiebs
Re: •Un Amante de Ensueño [Justin Bieber & Tu] [Adaptada]
Un Amante de Ensueño· 1/10
¡Joder, chico! —exclamó incrédulo—. No has cambiado un ápice. Creía que eras mortal.
— Se suponía que debía serlo pero… —y de nuevo comenzó a soltar improperios, uno tras otro.
Los ojos de Eros comenzaron a brillar, amenazadores.
— Con una boca como ésa, deberías codearte con Ares. ¡Joder, hermanito!, no sabía que pudieras conocer el significado de todo eso.
Justin volvió a agarrar a su hermano por la camiseta, pero antes de poder hacer nada más, la mujer alzó el brazo e hizo un extraño movimiento con la mano.
Justin se quedó inmóvil como una estatua. Por la expresión de su rostro, __ podía afirmar que no estaba muy contento.
— Déjame, Psique —gruñó.
___ abrió la boca por la sorpresa. *¿Psique?* ¿Sería posible?
— Sólo si prometes no volver a golpearlo —contestó ella—. Sé que no tienen la mejor de las relaciones, pero respeta el hecho de que me guste su cara tal y como está, y que no soporte que le des un solo puñetazo más.
— Li-bé-ra-me —volvió a decir Justin, recalcando cada sílaba.
— Es mejor que lo hagas, Psique —le dijo Eros—. Está siendo amable contigo, pero puede librarse de ti mucho más fácilmente que yo, gracias a mami. Y si lo hace, acabarás herida.
— Psique bajó el brazo.
Justin liberó a su hermano.
— No te encuentro para nada gracioso, Cupido. Nada de esto me resulta gracioso. Y ahora, dime dónde está Príapo.
— ¡Maldita sea! No lo sé. Lo último que supe de él es que estaba viviendo en el sur de Francia.
A ___ le zumbaban los oídos ante la información que estaba descubriendo. No podía dejar de mirar a Cupido y a Psique. ¿Sería posible? ¿Podrían ser verdaderamente “Cupido y Psique”?
¿Y serían familia de Justin? ¿Sería posible tal cosa?
De nuevo supuso que sería tan lógico como la imagen de dos mujeres borrachas conjurando a un esclavo sexual griego, que estaba encerrado en un viejo libro.
Captó la mirada ávida y encantada de Yare.
— ¿Quién es Príapo? —le preguntó ___.
— Un dios fálico de la fertilidad que siempre se ha representado totalmente empalmado —le susurró.
— ¿Y para qué lo necesita Justin?
Su amiga se encogió de hombros.
— ¿Porque quizás fue él quien le maldijo? Pero entonces aquí habría algo muy divertido: Príapo es hermano de Eros, por tanto, si Eros es hermano de Justin, hay bastantes posibilidades de que éste y Príapo también lo sean.
¿Condenado a una eternidad como esclavo por su propio hermano?
El simple pensamiento la ponía enferma.
— Llámalo —le dijo Justin con tono amenazador a Eros.
— Llámalo tú. Yo estoy fuera de juego para él.
— ¿Fuera de juego?
Cupido le respondió en griego.
Con la mente totalmente embotada por todo lo que estaba sucediendo, ___ decidió interrumpirlos y ver si conseguía algunas respuestas.
— Perdóname pero, ¿qué está pasando aquí? —le preguntó a Justin—. ¿Por qué lo has golpeado?
Él la miró con regocijo.
— Porque me apetecía mucho.
— Muy bonito —le dijo Cupido lentamente a Justin, sin ni siquiera mirar a ___—. No me ves desde hace… ¿cuánto?, ¿dos mil años? Y en lugar de darme un abrazo fraternal y amistoso, acabo aporreado. —Cupido sonrió jocoso a Psique—. Y mami se pregunta por qué no me relaciono más con mis hermanos…
— No estoy de humor para aguantar tus sarcasmos, Cupido —le advirtió Justin entre dientes.
Cupido resopló.
— ¿Es que no vas a dejar de llamarme por ese nauseabundo nombre? Jamás he podido soportarlo, y no puedo creer que te guste, dado lo mucho que odiabas a los romanos.
Justin le dedicó una fría sonrisa.
— Lo utilizo porque sé lo mucho que lo odias, “Cupido”.
Cupido apretó los dientes y ___ notó que se contuvo a duras penas para no abalanzarse sobre Justin.
— Dime, ¿me llamaste tan sólo para zurrarme? ¿O hay algún otro motivo, más productivo, que
explique mi presencia?
— Para serte sincero, no pensaba que te molestaras en venir, puesto que me has ignorado las
últimas tres mil veces que te llamé.
— Porque sabía que ibas a pegarme —dijo Cupido señalándose la mejilla hinchada—; y lo has
hecho.
— Y entonces, ¿por qué has acudido esta vez? —inquirió Justin
— Para serte sincero —contestó, repitiendo las palabras de Justin—, asumía que estabas muerto
y que me llamaba un simple mortal cuya voz era muy similar a la tuya.
___ observó cómo las emociones abandonaban a Justin. Como si las hirientes palabras de Cupido
hubiesen matado algo en su interior. A él también parecieron afectarlo, ya que se veía más
calmado.
— Mira —le dijo a Justin—, sé que me culpas de lo que pasó, pero no tuve nada que ver con lo
que le sucedió a Selena. No tenía forma de saber lo que Príapo iba a hacer al descubrirlo todo.
Justin hizo un gesto de dolor, como si Cupido lo hubiese abofeteado. Una agonía arrolladora se
reflejó en sus ojos y en su rostro. ___ no tenía ni idea de quién era la tal Selena, pero
parecía bastante obvio que había significado mucho para Justin.
— ¿Ah, no? —le preguntó Justin con la voz ronca.
— Te lo juro, hermanito —contestó Cupido en voz baja. Lanzó una rápida mirada a Psique y de
nuevo se centró en Justin—. Nunca tuve la intención de hacerle daño, y jamás quise traicionarte.
— Ya —dijo él con una sonrisa burlona—. ¿Y esperas que me lo crea? Te conozco demasiado
bien, Cupido. Te encanta causar estragos en las vidas de los mortales.
— Pero no lo hizo contigo, Justin —le dijo Psique con voz lastimera—. Si no le crees a él,
confía en mí. Nadie quiso que Selena muriera de esa manera. Tu madre aún llora sus muertes.
La furiosa mirada de Justin se endureció aún más.
— ¿Cómo soportas hablar de ella? Afrodita estaba tan celosa de ti que intentó casarte con un
hombre horrible, y después casi te mató para evitar que te casaras con Cupido. Para ser la diosa
del Amor, no tiene mucho para los demás, todo lo malgasta en ella misma.
Psique apartó la mirada
— No hables así de ella —le espetó Cupido—. Es nuestra madre y se merece nuestro respeto.
La siniestra ira que reflejó el rostro de Justin habría aterrorizado al mismísimo diablo, y Cupido
se encogió al verla.
— No te atrevas “jamás” a defenderla delante de mí.
Fue entonces cuando Cupido notó la presencia de ___ y de Yare. Las miró dos veces, sorprendido,
como si acabasen de aparecer de repente en mitad del grupo.
— ¿Quiénes son?
— Amigas —contestó Justin, para sorpresa de ___.
El rostro de Cupido adoptó una expresión dura y fría.
— Tú no tienes amigas.
Justin no respondió, pero la tirante mueca que torció sus labios afectó profundamente a ___.
Aparentemente inconsciente de la dureza de sus palabras, Cupido se acercó indolentemente hasta
Psique.
— Aún no me has dicho por qué es tan importante para ti echarle el guante a Príapo.
La mandíbula de Justin se tensó.
— Porque me maldijo a pasar la eternidad como un esclavo, y no puedo escapar. Quiero tenerlo
delante el tiempo suficiente para empezar a arrancarle partes del cuerpo que no puedan volver a
crecerle.
Cupido perdió el color del rostro.
— Tío, ya lo echó pelotas si hizo eso. Mami lo hubiese matado de haberse enterado.
— ¿En serio crees que voy a creerme que Príapo me hizo esto sin que ella se enterase? No soy tan
estúpido, Eros. A esa mujer no le interesa nada lo que pueda ocurrirme.
Cupido negó con la cabeza.
— No empieces con eso. Cuando te ofrecí sus regalos me dijiste que me los metiera por mi orificio
trasero. ¿Te acuerdas?
— ¿Por qué lo haría? —preguntó Justin con sarcasmo—. Zeus me expulsó del Olimpo horas
después de mi nacimiento, y Afrodita jamás se molestó en discutir la decisión. Sólo se
acercaban a mí para torturarme de algún modo. —Justin miró a Cupido con furia asesina—. Cuando
a un perro se lo golpea con frecuencia, acaba volviéndose agresivo.
— Vale, lo admito. Algunos de nosotros podríamos haber sido un poco más condescendientes
contigo, pero…
— Nada de peros, Cupido. No hicieron nada por mí, ni una pu*ta vez. Especialmente “ella”.
— Eso no es cierto. Mami jamás superó que le dieses la espalda. Eras su favorito.
Justin resopló.
— ¿Y por eso he estado atrapado en un libro los últimos dos mil años?
___ sufría por él. ¿Cómo podía Cupido escucharlo tan tranquilo, sin ni siquiera pensar en usar
sus poderes para liberar a su hermano de un destino peor que la muerte? No era de extrañar que Justin les maldijera. Súbitamente, Justin cogió una daga del cinturón de Cupido y se hizo un profundo corte en la muñeca.
Ella jadeó horrorizada, pero antes de poder abrir la boca, la herida se cerró sin haber derramado
una sola gota de sangre.
Cupido abrió los ojos de par en par.
— ¡Qué *******! —jadeó—. Ésa es una de las dagas de Hefesto.
— Ya lo sé —le respondió Justin mientras le devolvía el arma—. Hasta tú puedes morir si te
hieren con una de éstas, pero yo no. Hasta ahí llega la maldición de Príapo.
___ contempló el horror en los ojos de Cupido al ser consciente de la magnitud de lo ocurrido.
— Sabía que te odiaba, pero jamás pensé que caería tan bajo. Tío, ¿en qué estaba pensando?
— No me importa lo que pensara, sólo quiero librarme de esto.
Cupido asintió. Por primera vez, ___ vio simpatía y preocupación en su mirada.
— Muy bien, hermanito. Paso por paso. No te vayas muy lejos mientras voy a buscar a mami y veo lo que tiene que decir al respecto.
— Si me quiere tanto como dices, ¿por qué no la llamas para que venga aquí y hablo directamente con ella?
Cupido le miró pensativamente.
— Porque la última vez que mencioné tu nombre, estuvo llorando durante un siglo. Le hiciste
mucho daño.
Aunque la apariencia de Justin seguía siendo rígida y distante, __ sospechaba que, en el fondo,
debía haber sufrido tanto como su madre.
¡Joder, chico! —exclamó incrédulo—. No has cambiado un ápice. Creía que eras mortal.
— Se suponía que debía serlo pero… —y de nuevo comenzó a soltar improperios, uno tras otro.
Los ojos de Eros comenzaron a brillar, amenazadores.
— Con una boca como ésa, deberías codearte con Ares. ¡Joder, hermanito!, no sabía que pudieras conocer el significado de todo eso.
Justin volvió a agarrar a su hermano por la camiseta, pero antes de poder hacer nada más, la mujer alzó el brazo e hizo un extraño movimiento con la mano.
Justin se quedó inmóvil como una estatua. Por la expresión de su rostro, __ podía afirmar que no estaba muy contento.
— Déjame, Psique —gruñó.
___ abrió la boca por la sorpresa. *¿Psique?* ¿Sería posible?
— Sólo si prometes no volver a golpearlo —contestó ella—. Sé que no tienen la mejor de las relaciones, pero respeta el hecho de que me guste su cara tal y como está, y que no soporte que le des un solo puñetazo más.
— Li-bé-ra-me —volvió a decir Justin, recalcando cada sílaba.
— Es mejor que lo hagas, Psique —le dijo Eros—. Está siendo amable contigo, pero puede librarse de ti mucho más fácilmente que yo, gracias a mami. Y si lo hace, acabarás herida.
— Psique bajó el brazo.
Justin liberó a su hermano.
— No te encuentro para nada gracioso, Cupido. Nada de esto me resulta gracioso. Y ahora, dime dónde está Príapo.
— ¡Maldita sea! No lo sé. Lo último que supe de él es que estaba viviendo en el sur de Francia.
A ___ le zumbaban los oídos ante la información que estaba descubriendo. No podía dejar de mirar a Cupido y a Psique. ¿Sería posible? ¿Podrían ser verdaderamente “Cupido y Psique”?
¿Y serían familia de Justin? ¿Sería posible tal cosa?
De nuevo supuso que sería tan lógico como la imagen de dos mujeres borrachas conjurando a un esclavo sexual griego, que estaba encerrado en un viejo libro.
Captó la mirada ávida y encantada de Yare.
— ¿Quién es Príapo? —le preguntó ___.
— Un dios fálico de la fertilidad que siempre se ha representado totalmente empalmado —le susurró.
— ¿Y para qué lo necesita Justin?
Su amiga se encogió de hombros.
— ¿Porque quizás fue él quien le maldijo? Pero entonces aquí habría algo muy divertido: Príapo es hermano de Eros, por tanto, si Eros es hermano de Justin, hay bastantes posibilidades de que éste y Príapo también lo sean.
¿Condenado a una eternidad como esclavo por su propio hermano?
El simple pensamiento la ponía enferma.
— Llámalo —le dijo Justin con tono amenazador a Eros.
— Llámalo tú. Yo estoy fuera de juego para él.
— ¿Fuera de juego?
Cupido le respondió en griego.
Con la mente totalmente embotada por todo lo que estaba sucediendo, ___ decidió interrumpirlos y ver si conseguía algunas respuestas.
— Perdóname pero, ¿qué está pasando aquí? —le preguntó a Justin—. ¿Por qué lo has golpeado?
Él la miró con regocijo.
— Porque me apetecía mucho.
— Muy bonito —le dijo Cupido lentamente a Justin, sin ni siquiera mirar a ___—. No me ves desde hace… ¿cuánto?, ¿dos mil años? Y en lugar de darme un abrazo fraternal y amistoso, acabo aporreado. —Cupido sonrió jocoso a Psique—. Y mami se pregunta por qué no me relaciono más con mis hermanos…
— No estoy de humor para aguantar tus sarcasmos, Cupido —le advirtió Justin entre dientes.
Cupido resopló.
— ¿Es que no vas a dejar de llamarme por ese nauseabundo nombre? Jamás he podido soportarlo, y no puedo creer que te guste, dado lo mucho que odiabas a los romanos.
Justin le dedicó una fría sonrisa.
— Lo utilizo porque sé lo mucho que lo odias, “Cupido”.
Cupido apretó los dientes y ___ notó que se contuvo a duras penas para no abalanzarse sobre Justin.
— Dime, ¿me llamaste tan sólo para zurrarme? ¿O hay algún otro motivo, más productivo, que
explique mi presencia?
— Para serte sincero, no pensaba que te molestaras en venir, puesto que me has ignorado las
últimas tres mil veces que te llamé.
— Porque sabía que ibas a pegarme —dijo Cupido señalándose la mejilla hinchada—; y lo has
hecho.
— Y entonces, ¿por qué has acudido esta vez? —inquirió Justin
— Para serte sincero —contestó, repitiendo las palabras de Justin—, asumía que estabas muerto
y que me llamaba un simple mortal cuya voz era muy similar a la tuya.
___ observó cómo las emociones abandonaban a Justin. Como si las hirientes palabras de Cupido
hubiesen matado algo en su interior. A él también parecieron afectarlo, ya que se veía más
calmado.
— Mira —le dijo a Justin—, sé que me culpas de lo que pasó, pero no tuve nada que ver con lo
que le sucedió a Selena. No tenía forma de saber lo que Príapo iba a hacer al descubrirlo todo.
Justin hizo un gesto de dolor, como si Cupido lo hubiese abofeteado. Una agonía arrolladora se
reflejó en sus ojos y en su rostro. ___ no tenía ni idea de quién era la tal Selena, pero
parecía bastante obvio que había significado mucho para Justin.
— ¿Ah, no? —le preguntó Justin con la voz ronca.
— Te lo juro, hermanito —contestó Cupido en voz baja. Lanzó una rápida mirada a Psique y de
nuevo se centró en Justin—. Nunca tuve la intención de hacerle daño, y jamás quise traicionarte.
— Ya —dijo él con una sonrisa burlona—. ¿Y esperas que me lo crea? Te conozco demasiado
bien, Cupido. Te encanta causar estragos en las vidas de los mortales.
— Pero no lo hizo contigo, Justin —le dijo Psique con voz lastimera—. Si no le crees a él,
confía en mí. Nadie quiso que Selena muriera de esa manera. Tu madre aún llora sus muertes.
La furiosa mirada de Justin se endureció aún más.
— ¿Cómo soportas hablar de ella? Afrodita estaba tan celosa de ti que intentó casarte con un
hombre horrible, y después casi te mató para evitar que te casaras con Cupido. Para ser la diosa
del Amor, no tiene mucho para los demás, todo lo malgasta en ella misma.
Psique apartó la mirada
— No hables así de ella —le espetó Cupido—. Es nuestra madre y se merece nuestro respeto.
La siniestra ira que reflejó el rostro de Justin habría aterrorizado al mismísimo diablo, y Cupido
se encogió al verla.
— No te atrevas “jamás” a defenderla delante de mí.
Fue entonces cuando Cupido notó la presencia de ___ y de Yare. Las miró dos veces, sorprendido,
como si acabasen de aparecer de repente en mitad del grupo.
— ¿Quiénes son?
— Amigas —contestó Justin, para sorpresa de ___.
El rostro de Cupido adoptó una expresión dura y fría.
— Tú no tienes amigas.
Justin no respondió, pero la tirante mueca que torció sus labios afectó profundamente a ___.
Aparentemente inconsciente de la dureza de sus palabras, Cupido se acercó indolentemente hasta
Psique.
— Aún no me has dicho por qué es tan importante para ti echarle el guante a Príapo.
La mandíbula de Justin se tensó.
— Porque me maldijo a pasar la eternidad como un esclavo, y no puedo escapar. Quiero tenerlo
delante el tiempo suficiente para empezar a arrancarle partes del cuerpo que no puedan volver a
crecerle.
Cupido perdió el color del rostro.
— Tío, ya lo echó pelotas si hizo eso. Mami lo hubiese matado de haberse enterado.
— ¿En serio crees que voy a creerme que Príapo me hizo esto sin que ella se enterase? No soy tan
estúpido, Eros. A esa mujer no le interesa nada lo que pueda ocurrirme.
Cupido negó con la cabeza.
— No empieces con eso. Cuando te ofrecí sus regalos me dijiste que me los metiera por mi orificio
trasero. ¿Te acuerdas?
— ¿Por qué lo haría? —preguntó Justin con sarcasmo—. Zeus me expulsó del Olimpo horas
después de mi nacimiento, y Afrodita jamás se molestó en discutir la decisión. Sólo se
acercaban a mí para torturarme de algún modo. —Justin miró a Cupido con furia asesina—. Cuando
a un perro se lo golpea con frecuencia, acaba volviéndose agresivo.
— Vale, lo admito. Algunos de nosotros podríamos haber sido un poco más condescendientes
contigo, pero…
— Nada de peros, Cupido. No hicieron nada por mí, ni una pu*ta vez. Especialmente “ella”.
— Eso no es cierto. Mami jamás superó que le dieses la espalda. Eras su favorito.
Justin resopló.
— ¿Y por eso he estado atrapado en un libro los últimos dos mil años?
___ sufría por él. ¿Cómo podía Cupido escucharlo tan tranquilo, sin ni siquiera pensar en usar
sus poderes para liberar a su hermano de un destino peor que la muerte? No era de extrañar que Justin les maldijera. Súbitamente, Justin cogió una daga del cinturón de Cupido y se hizo un profundo corte en la muñeca.
Ella jadeó horrorizada, pero antes de poder abrir la boca, la herida se cerró sin haber derramado
una sola gota de sangre.
Cupido abrió los ojos de par en par.
— ¡Qué *******! —jadeó—. Ésa es una de las dagas de Hefesto.
— Ya lo sé —le respondió Justin mientras le devolvía el arma—. Hasta tú puedes morir si te
hieren con una de éstas, pero yo no. Hasta ahí llega la maldición de Príapo.
___ contempló el horror en los ojos de Cupido al ser consciente de la magnitud de lo ocurrido.
— Sabía que te odiaba, pero jamás pensé que caería tan bajo. Tío, ¿en qué estaba pensando?
— No me importa lo que pensara, sólo quiero librarme de esto.
Cupido asintió. Por primera vez, ___ vio simpatía y preocupación en su mirada.
— Muy bien, hermanito. Paso por paso. No te vayas muy lejos mientras voy a buscar a mami y veo lo que tiene que decir al respecto.
— Si me quiere tanto como dices, ¿por qué no la llamas para que venga aquí y hablo directamente con ella?
Cupido le miró pensativamente.
— Porque la última vez que mencioné tu nombre, estuvo llorando durante un siglo. Le hiciste
mucho daño.
Aunque la apariencia de Justin seguía siendo rígida y distante, __ sospechaba que, en el fondo,
debía haber sufrido tanto como su madre.
aPieceOfHeaven
Re: •Un Amante de Ensueño [Justin Bieber & Tu] [Adaptada]
·Un Amante de Ensueño· 2/10
— Lo consultaré con ella y volveré en un momento —le dijo mientras pasaba un brazo alrededor de los hombros de Psique—. ¿De acuerdo?
Justin alargó el brazo, cogió el colgante que Cupido llevaba al cuello y tiró de él con fuerza.
— De este modo me aseguro de que regreses.
Cupido se frotó el cuello; parecía bastante malhumorado.
— Ten mucho cuidado. Ese arco puede ser muy peligroso si cae en las manos equivocadas.
— No temas. Recuerdo muy bien cómo duele.
Ambos intercambiaron una mirada cargada de significado.
— Hasta ahora —se despidió Cupido dando una palmada, y junto con Psique, se desvaneció entre los vapores de una neblina dorada.
___ retrocedió un paso, con la mente en ebullición. No podía acabar de creerse lo que había presenciado.
— Debo estar soñando —murmuró—. O eso, o he visto demasiados episodios de Xena.
Permaneció muy quieta mientras se esforzaba por digerir todo lo que había visto y oído.
— No puede haber sido real. Debe ser algún tipo de alucinación.
Justin suspiró con cansancio.
— Me gustaría poder creerlo.
— ¡Dios Santo!, ¡ése era Cupido! —exclamó Yari extasiada—. Cupido. El real. Ese querubín tan mono que tiene poder sobre los corazones.
Justin resopló.
— Cupido es cualquier cosa menos «mono». Y con respecto a los corazones, se encarga de destrozarlos.
— Pero hace que la gente se enamore.
— No —le contestó, apretando con más fuerza el colgante entre sus dedos—. Lo que él ofrece es una ilusión. Ningún poder celestial puede conseguir que un humano ame a otro. El amor proviene del corazón —confesó con una nota apesadumbrada en la voz.
___ buscó su mirada.
— Hablas como si lo supieras de primera mano.
— Lo sé.
___ sentía su dolor como si fuese el de ella. Alargó el brazo para tocarle suavemente el brazo.
— ¿Eso fue lo que le ocurrió a Selena? —le preguntó en voz baja.
Justin apartó la mirada de __, pero ella captó el sufrimiento que se reflejó en sus ojos.
— ¿Hay algún lugar donde pueda cortarme el pelo? —preguntó inesperadamente.
— ¿Qué? —respondió ___, consciente de que había cambiado el tema para, de ese modo, no tener que contestar a su pregunta—. ¿Por qué?
— No quiero tener nada que me recuerde a “ellos” —el dolor y el odio que se veían en su rostro eran tangibles.
De mala gana, ___ asintió.
— Hay un lugar en el Brewery.
— Por favor, llévame.
Y ___ lo hizo. Abrió la marcha de vuelta al centro comercial, hasta llegar al salón de belleza.
Nadie dijo una palabra hasta que estuvo sentado en la silla con la estilista detrás.
— ¿Está seguro de que quiere cortárselo? —preguntó la chica, pasando las manos con una caricia reverente entre los largos y dorados mechones—. Le aseguro que es magnífico. La mayoría de los hombres están espantosos con el pelo largo, pero a usted le sienta de maravilla, ¡lo tiene tan saludable y suave! Me encantaría saber qué usa para acondicionarlo.
El rostro de Justin permaneció impasible.
— Córtelo.
La chica, una diminuta morena, miró por encima de su hombro buscando a ___.
— ¿Sabe? Si tuviese esto en mi cama todas las noches y pudiese acariciarlo, no me gustaría nada que quisiese estropearlo.
___ sonrió. Si la chica supiera…
— Es su pelo.
— Está bien —contestó con un suspiro resignado. Lo cortó justo por encima de los hombros.
— Más corto —dijo Justin mientras la chica se alejaba.
La estilista pareció sorprendida.
— ¿Está seguro?
Justin asintió con la cabeza.
___ observó en silencio cómo la chica le cortaba el pelo dejándoselo con un estilo que recordaba al David de Miguel Ángel, con los rizos alborotados enmarcándole el rostro.
Estaba más deslumbrante que antes, si es que eso era posible.
— ¿Qué tal? —le preguntó la chica finalmente.
— Está bien —le respondió él—. Gracias.
___ pagó el corte y le dio una propina a la chica. Miró a Justin y sonrió.
— Ahora pareces de esta época.
Él volvió la cabeza con un gesto rápido, como si ella le hubiese dado un bofetón.
— ¿Te he ofendido? —le preguntó ___, preocupada por la posibilidad de haberle hecho daño
inadvertidamente. Eso era lo último que Justin necesitaba.
— No.
Pero ___ lo intuía. Algo relacionado con su comentario le había herido. Profundamente.
— Entonces —dijo Yare pensativamente, mientras se unían a la multitud que atestaba el
Brewery—, ¿eres hijo de Afrodita?
Él la miró de reojo, furioso.
— No soy hijo de nadie. Mi madre me abandonó, mi padre me repudió y crecí en un campo de
batalla espartano, bajo el puño de cualquiera que anduviese cerca.
Sus palabras desgarraron el corazón de ___. No era de extrañar que fuese tan duro. Tan fuerte.
La asaltó una inquietud: ¿lo habría abrazado alguien con cariño alguna vez? Sólo una vez, sin
que él tuviese que complacer a ese alguien primero.
Justin encabezaba la marcha y ___ observaba su andar sinuoso. Parecía un depredador esbelto y letal.
Llevaba los pulgares metidos en los bolsillos delanteros de los vaqueros, y caminaba totalmente
ajeno a las mujeres que suspiraban y babeaban a su paso.
Intentó imaginarse a Justin con la apariencia que habría tenido llevando su armadura de batalla.
Dada su arrogancia y su modo de moverse, debía haber sido un fiero luchador.
— Yare —llamó a su amiga en voz baja—. ¿No leí en la facultad que los espartanos golpeaban
a sus hijos todos los días, para comprobar el grado de dolor que podían soportar?
Justin le contestó en su lugar.
— Sí. Y una vez al año, hacían una competición en busca del chico que aguantase la paliza más
dura sin llorar.
— Un gran número de ellos moría por la brutalidad de las competiciones —añadió Yari—. Bien
durante la paliza o por las posteriores heridas.
___ lo recordó todo de repente. Sus palabras acerca de ser entrenado en Esparta y su odio por los griegos.
Yari miró con tristeza a ___ antes de dirigirse a Justin.
— Siendo el hijo de una diosa, supongo que aguantarías más de una paliza.
— Sí, las soportaba —dijo llanamente, con la voz carente de emociones.
___ nunca tuvo más deseos de abrazar a otro ser humano como en ese momento. Quería sostener a Justin entre sus brazos. Pero sabía que a él no le agradaría.
— Bueno —comentó Yari, y por su mirada, ___ supo que intentaba alegrar el ambiente—, tengo un poco de hambre. ¿Por qué no pillamos unas hamburguesas en el Hard Rock?
Justin frunció el ceño hasta formar una profunda V.
— ¿Por qué tengo constantemente la impresión de que hablan en otro idioma? ¿Qué es «pillar
una hamburguesa en el Hard Rock»?
___ soltó una carcajada.
— El Hard Rock es un restaurante.
Justin pareció horrorizado.
— ¿Comen en un sitio cuyo nombre anuncia que la comida es más dura que una roca({[]}) ?
___ se rió aún más. ¿Por qué nunca se había percatado de eso?
— Es muy bueno, en serio, ya verás.
Salieron del Brewery y atravesaron el estacionamiento en dirección al Hard Rock Café.
Afortunadamente, no tuvieron que esperar demasiado antes de que la camarera les buscase una mesa.
— ¡Oye! —dijo un chico cuando se acercaban a la mujer—. Nosotros llegamos antes.
La camarera le lanzó una mirada glacial.
CONTINUARA...
— Lo consultaré con ella y volveré en un momento —le dijo mientras pasaba un brazo alrededor de los hombros de Psique—. ¿De acuerdo?
Justin alargó el brazo, cogió el colgante que Cupido llevaba al cuello y tiró de él con fuerza.
— De este modo me aseguro de que regreses.
Cupido se frotó el cuello; parecía bastante malhumorado.
— Ten mucho cuidado. Ese arco puede ser muy peligroso si cae en las manos equivocadas.
— No temas. Recuerdo muy bien cómo duele.
Ambos intercambiaron una mirada cargada de significado.
— Hasta ahora —se despidió Cupido dando una palmada, y junto con Psique, se desvaneció entre los vapores de una neblina dorada.
___ retrocedió un paso, con la mente en ebullición. No podía acabar de creerse lo que había presenciado.
— Debo estar soñando —murmuró—. O eso, o he visto demasiados episodios de Xena.
Permaneció muy quieta mientras se esforzaba por digerir todo lo que había visto y oído.
— No puede haber sido real. Debe ser algún tipo de alucinación.
Justin suspiró con cansancio.
— Me gustaría poder creerlo.
— ¡Dios Santo!, ¡ése era Cupido! —exclamó Yari extasiada—. Cupido. El real. Ese querubín tan mono que tiene poder sobre los corazones.
Justin resopló.
— Cupido es cualquier cosa menos «mono». Y con respecto a los corazones, se encarga de destrozarlos.
— Pero hace que la gente se enamore.
— No —le contestó, apretando con más fuerza el colgante entre sus dedos—. Lo que él ofrece es una ilusión. Ningún poder celestial puede conseguir que un humano ame a otro. El amor proviene del corazón —confesó con una nota apesadumbrada en la voz.
___ buscó su mirada.
— Hablas como si lo supieras de primera mano.
— Lo sé.
___ sentía su dolor como si fuese el de ella. Alargó el brazo para tocarle suavemente el brazo.
— ¿Eso fue lo que le ocurrió a Selena? —le preguntó en voz baja.
Justin apartó la mirada de __, pero ella captó el sufrimiento que se reflejó en sus ojos.
— ¿Hay algún lugar donde pueda cortarme el pelo? —preguntó inesperadamente.
— ¿Qué? —respondió ___, consciente de que había cambiado el tema para, de ese modo, no tener que contestar a su pregunta—. ¿Por qué?
— No quiero tener nada que me recuerde a “ellos” —el dolor y el odio que se veían en su rostro eran tangibles.
De mala gana, ___ asintió.
— Hay un lugar en el Brewery.
— Por favor, llévame.
Y ___ lo hizo. Abrió la marcha de vuelta al centro comercial, hasta llegar al salón de belleza.
Nadie dijo una palabra hasta que estuvo sentado en la silla con la estilista detrás.
— ¿Está seguro de que quiere cortárselo? —preguntó la chica, pasando las manos con una caricia reverente entre los largos y dorados mechones—. Le aseguro que es magnífico. La mayoría de los hombres están espantosos con el pelo largo, pero a usted le sienta de maravilla, ¡lo tiene tan saludable y suave! Me encantaría saber qué usa para acondicionarlo.
El rostro de Justin permaneció impasible.
— Córtelo.
La chica, una diminuta morena, miró por encima de su hombro buscando a ___.
— ¿Sabe? Si tuviese esto en mi cama todas las noches y pudiese acariciarlo, no me gustaría nada que quisiese estropearlo.
___ sonrió. Si la chica supiera…
— Es su pelo.
— Está bien —contestó con un suspiro resignado. Lo cortó justo por encima de los hombros.
— Más corto —dijo Justin mientras la chica se alejaba.
La estilista pareció sorprendida.
— ¿Está seguro?
Justin asintió con la cabeza.
___ observó en silencio cómo la chica le cortaba el pelo dejándoselo con un estilo que recordaba al David de Miguel Ángel, con los rizos alborotados enmarcándole el rostro.
Estaba más deslumbrante que antes, si es que eso era posible.
— ¿Qué tal? —le preguntó la chica finalmente.
— Está bien —le respondió él—. Gracias.
___ pagó el corte y le dio una propina a la chica. Miró a Justin y sonrió.
— Ahora pareces de esta época.
Él volvió la cabeza con un gesto rápido, como si ella le hubiese dado un bofetón.
— ¿Te he ofendido? —le preguntó ___, preocupada por la posibilidad de haberle hecho daño
inadvertidamente. Eso era lo último que Justin necesitaba.
— No.
Pero ___ lo intuía. Algo relacionado con su comentario le había herido. Profundamente.
— Entonces —dijo Yare pensativamente, mientras se unían a la multitud que atestaba el
Brewery—, ¿eres hijo de Afrodita?
Él la miró de reojo, furioso.
— No soy hijo de nadie. Mi madre me abandonó, mi padre me repudió y crecí en un campo de
batalla espartano, bajo el puño de cualquiera que anduviese cerca.
Sus palabras desgarraron el corazón de ___. No era de extrañar que fuese tan duro. Tan fuerte.
La asaltó una inquietud: ¿lo habría abrazado alguien con cariño alguna vez? Sólo una vez, sin
que él tuviese que complacer a ese alguien primero.
Justin encabezaba la marcha y ___ observaba su andar sinuoso. Parecía un depredador esbelto y letal.
Llevaba los pulgares metidos en los bolsillos delanteros de los vaqueros, y caminaba totalmente
ajeno a las mujeres que suspiraban y babeaban a su paso.
Intentó imaginarse a Justin con la apariencia que habría tenido llevando su armadura de batalla.
Dada su arrogancia y su modo de moverse, debía haber sido un fiero luchador.
— Yare —llamó a su amiga en voz baja—. ¿No leí en la facultad que los espartanos golpeaban
a sus hijos todos los días, para comprobar el grado de dolor que podían soportar?
Justin le contestó en su lugar.
— Sí. Y una vez al año, hacían una competición en busca del chico que aguantase la paliza más
dura sin llorar.
— Un gran número de ellos moría por la brutalidad de las competiciones —añadió Yari—. Bien
durante la paliza o por las posteriores heridas.
___ lo recordó todo de repente. Sus palabras acerca de ser entrenado en Esparta y su odio por los griegos.
Yari miró con tristeza a ___ antes de dirigirse a Justin.
— Siendo el hijo de una diosa, supongo que aguantarías más de una paliza.
— Sí, las soportaba —dijo llanamente, con la voz carente de emociones.
___ nunca tuvo más deseos de abrazar a otro ser humano como en ese momento. Quería sostener a Justin entre sus brazos. Pero sabía que a él no le agradaría.
— Bueno —comentó Yari, y por su mirada, ___ supo que intentaba alegrar el ambiente—, tengo un poco de hambre. ¿Por qué no pillamos unas hamburguesas en el Hard Rock?
Justin frunció el ceño hasta formar una profunda V.
— ¿Por qué tengo constantemente la impresión de que hablan en otro idioma? ¿Qué es «pillar
una hamburguesa en el Hard Rock»?
___ soltó una carcajada.
— El Hard Rock es un restaurante.
Justin pareció horrorizado.
— ¿Comen en un sitio cuyo nombre anuncia que la comida es más dura que una roca({[]}) ?
___ se rió aún más. ¿Por qué nunca se había percatado de eso?
— Es muy bueno, en serio, ya verás.
Salieron del Brewery y atravesaron el estacionamiento en dirección al Hard Rock Café.
Afortunadamente, no tuvieron que esperar demasiado antes de que la camarera les buscase una mesa.
— ¡Oye! —dijo un chico cuando se acercaban a la mujer—. Nosotros llegamos antes.
La camarera le lanzó una mirada glacial.
CONTINUARA...
aPieceOfHeaven
Re: •Un Amante de Ensueño [Justin Bieber & Tu] [Adaptada]
¡SÍGUELA! No había entrado porque estaba en Univisión (realmente no entiendo cómo usar esa página) buscando otra nove, y debido a que no tenía la más mínima idea de cómo siquiera responder un tema (exagero) estuve MUCHO tiempo. Pero ya sabes que aquí tienes a una super fiel lectora que siempre dejará una firma, pequeña o grande, da igual (;
VeroBiebs
Re: •Un Amante de Ensueño [Justin Bieber & Tu] [Adaptada]
Un Amante de Ensueño· 3/10
— “Su” mesa aún no está preparada —y se volvió hacia Justin con ojitos tiernos—. Si es tan amable de seguirme…
La chica abrió la marcha contoneando las caderas, como si no tuviese otra cosa que hacer.
___ miró a Yari aguantando la risa, y le indicó con un gesto que mirara a la chica.
— No se lo tengas en cuenta —le contestó su amiga—. Nos ha colado por delante de diez personas.
La camarera los llevó hasta una mesa en la parte trasera.
— Aquí se puede sentar —dijo mientras rozaba ligeramente el brazo de Justin—, y yo me encargo de que su comida no tarde mucho.
— ¿Y nosotras somos invisibles? —preguntó ___ cuando la chica se alejó.
— Empiezo a creer que sí —respondió Yari, sentándose en el banco situado cara a la pared.
__ se sentó enfrente, con el muro a su espalda. Como era de esperar, Justin ocupó un sitio a su lado.
Ella le ofreció el menú.
— No puedo leer esto —le dijo antes de devolvérselo.
— ¡Ah! —exclamó ___, avergonzada por no haberlo pensando antes—. Supongo que no enseñaban a leer a los soldados de la antigüedad.
Justin se pasó una mano por la barbilla y pareció adoptar una actitud malhumorada ante el comentario.
— En realidad sí lo hacían. El problema es que me enseñaron a leer griego clásico, latín, sánscrito, jeroglíficos egipcios y otras lenguas que hace mucho que desaparecieron. Usando tus propias palabras, este menú está en griego para mí.
___ se encogió.
— No vas a dejar de recordarme que escuchaste todo lo que dije antes de que aparecieras, ¿verdad?
— Me temo que no.
Apoyó el brazo en la mesa y, en ese momento, Yari apartó la vista del menú y le miró la mano. Entonces jadeó.
— ¿Eso es lo que yo creo? —preguntó mientras le alzaba la mano.
Para sorpresa de ___, él permitió que le agarrara la mano y que mirara el anillo.
— ___, ¿has visto esto?
Ella se incorporó en el asiento para poder verlo más de cerca.
— No, la verdad. He estado un tanto distraída.
*Un tanto distraída, sí, claro. Eso es como decir que el Everest es un adoquín.*
Aún bajo la tenue luz del local, el oro emitía luminosos destellos. La parte superior era plana y tenía grabada una espada rodeada de hojas de laurel, e incrustadas entre las hojas, había unas piedras preciosas que parecían ser diamantes y esmeraldas.
— Es hermoso —dijo ___.
— Es un jodido anillo de general, ¿cierto? —preguntó Yari—. No eras un simple soldado de a pie. ¡Eras un puto general!
Justin asintió sobriamente.
— El término es equivalente.
Yari soltó el aire totalmente anonadada.
— __, ¡no tienes ni idea! Justin tuvo que ser alguien realmente relevante en su tiempo para tener este anillo. No se lo daban a cualquiera —y movió la cabeza—. Estoy muy impresionada.
— No lo estés —le contestó Justin.
Por primera vez en años, ___ envidió la licenciatura en Historia Antigua de su amiga. Yari sabía mucho más acerca de Justin y de su mundo de lo que ella jamás podría averiguar.
Pero no parecía necesitar ese grado de conocimiento para entender lo doloroso que debía haber sido para él pasar de ser un general que ordenaba a un ejército, a un esclavo gobernado por las mujeres.
— Apuesto a que eras un magnífico general —dijo ___.
Justin la miró, captando la sinceridad con la que había pronunciado sus palabras. Por alguna inescrutable razón, su cumplido le reconfortó.
— Hice lo que pude.
— Apuesto a que les diste una patada en el beep a unos cuantos ejércitos —continuó ella.
Él sonrió. No había pensado en sus victorias desde hacía siglos.
— Pateé a unos cuantos romanos, sí.
___ se rió ante el uso del vocabulario.
— Aprendes rápido.
— ¡Oye! —exclamó Yari, interrumpiéndolos—. ¿Puedo echarle un vistazo al arco de Cupido?
— ¡Sí! —exclamó ___—. ¿Podemos?
Yari lo sacó de su bolsillo y lo dejó sobre la mesa.
— Con cuidado —advirtió a Yari mientras alargaba el brazo—. La flecha dorada está cargada. Un pinchacito y te enamorarás de la primera persona que veas.
Ella retiró la mano.
___ cogió el tenedor y con él arrastró el arco hasta tenerlo cerca.
— ¿Se supone que debe ser tan pequeño?
Justin sonrió.
— ¿Es que nunca has oído esa frase que dice: «El tamaño no importa»?
___ puso los ojos en blanco.
— No quiero ni escucharla de un hombre que la tiene tan grande como tú.
— ¡___! —jadeó Yare—. Jamás te había oído hablar así.
— He sido extremadamente comedida, considerando todo lo que ustedes me han dicho estos últimos días.
Justin acarició el pelo que le caía sobre los hombros. Esta vez, ___ no se retiró. Estaba haciendo
progresos.
— Entonces, dime cómo usa Cupido esto —le dijo ella. Justin dejó que sus dedos acariciaran los
sedosos mechones de su pelo. Brillaban aun con la escasa luz del restaurante. Deseaba tanto sentir ese pelo extendiéndose sobre su pecho desnudo… Enterrar su rostro en él y dejar que le
acariciara las mejillas.
Con la mirada ensombrecida, imaginó cómo se sentiría al tener el cuerpo de ___ rodeándolo. Y el
sonido de su respiración junto al oído.
— ¿Justin? —preguntó ella, sacándolo de su ensoñación—. ¿Cómo lo utiliza Cupido?
— Puede adoptar un tamaño semejante al del arco, o puede hacer que el arma se haga más grande.
Depende del momento.
— ¿En serio? —preguntó Yari—. No lo sabía.
La camarera llegó corriendo y colocó la bandeja sobre la mesa, mientras devoraba con los ojos a
Justin como si fuese el especial del día.
Muy discretamente, Justin recogió el arco de encima de la mesa y lo devolvió a su bolsillo.
— Siento mucho haberle hecho esperar. Si hubiese sabido que no iban a atenderle de inmediato, yo misma le habría tomado nota nada más sentarse.
___ le dirigió a la chica una mirada ceñuda. ¡Jod'er!, ¿es que Justin no podía tener cinco minutos
de tranquilidad, sin que una mujer se le ofreciera abiertamente?
*¿Y eso no te incluye a ti?*
Se quedó helada ante el giro de sus pensamientos. Ella se comportaba exactamente igual que las demás, mirándole el beep y babeando ante su cuerpo. Era un milagro que él soportara su presencia.
Hundiéndose en el asiento, se prometió a sí misma que no lo trataría de aquel modo. Justin no era un trozo de carne. Era una persona, y merecía ser tratado con respeto y dignidad.
Pidió el menú para los tres, y cuando la camarera regresó con las bebidas, trajo una bandeja de
alitas de pollo al estilo Búfalo.
— Nosotros no hemos pedido esto —apuntó Yari.
— ¡Oh, ya lo sé! —respondió la chica, sonriendo a Justin—. Hay mucho trabajo en la cocina y
tardaremos un poco más en poder servirle la comida. Pensé que debería estar hambriento y por eso le traje las alitas. Pero si no le gustan, puedo traer cualquier otra cosa; la casa invita, no se
preocupe. ¿Preferiría otra cosa?
¡Puaj! El doble sentido era tan obvio que a ___ le entraron ganas de arrancarle de raíz el pelo
cobrizo.
— Está bien así, gracias —le dijo Justin.
— “Su” mesa aún no está preparada —y se volvió hacia Justin con ojitos tiernos—. Si es tan amable de seguirme…
La chica abrió la marcha contoneando las caderas, como si no tuviese otra cosa que hacer.
___ miró a Yari aguantando la risa, y le indicó con un gesto que mirara a la chica.
— No se lo tengas en cuenta —le contestó su amiga—. Nos ha colado por delante de diez personas.
La camarera los llevó hasta una mesa en la parte trasera.
— Aquí se puede sentar —dijo mientras rozaba ligeramente el brazo de Justin—, y yo me encargo de que su comida no tarde mucho.
— ¿Y nosotras somos invisibles? —preguntó ___ cuando la chica se alejó.
— Empiezo a creer que sí —respondió Yari, sentándose en el banco situado cara a la pared.
__ se sentó enfrente, con el muro a su espalda. Como era de esperar, Justin ocupó un sitio a su lado.
Ella le ofreció el menú.
— No puedo leer esto —le dijo antes de devolvérselo.
— ¡Ah! —exclamó ___, avergonzada por no haberlo pensando antes—. Supongo que no enseñaban a leer a los soldados de la antigüedad.
Justin se pasó una mano por la barbilla y pareció adoptar una actitud malhumorada ante el comentario.
— En realidad sí lo hacían. El problema es que me enseñaron a leer griego clásico, latín, sánscrito, jeroglíficos egipcios y otras lenguas que hace mucho que desaparecieron. Usando tus propias palabras, este menú está en griego para mí.
___ se encogió.
— No vas a dejar de recordarme que escuchaste todo lo que dije antes de que aparecieras, ¿verdad?
— Me temo que no.
Apoyó el brazo en la mesa y, en ese momento, Yari apartó la vista del menú y le miró la mano. Entonces jadeó.
— ¿Eso es lo que yo creo? —preguntó mientras le alzaba la mano.
Para sorpresa de ___, él permitió que le agarrara la mano y que mirara el anillo.
— ___, ¿has visto esto?
Ella se incorporó en el asiento para poder verlo más de cerca.
— No, la verdad. He estado un tanto distraída.
*Un tanto distraída, sí, claro. Eso es como decir que el Everest es un adoquín.*
Aún bajo la tenue luz del local, el oro emitía luminosos destellos. La parte superior era plana y tenía grabada una espada rodeada de hojas de laurel, e incrustadas entre las hojas, había unas piedras preciosas que parecían ser diamantes y esmeraldas.
— Es hermoso —dijo ___.
— Es un jodido anillo de general, ¿cierto? —preguntó Yari—. No eras un simple soldado de a pie. ¡Eras un puto general!
Justin asintió sobriamente.
— El término es equivalente.
Yari soltó el aire totalmente anonadada.
— __, ¡no tienes ni idea! Justin tuvo que ser alguien realmente relevante en su tiempo para tener este anillo. No se lo daban a cualquiera —y movió la cabeza—. Estoy muy impresionada.
— No lo estés —le contestó Justin.
Por primera vez en años, ___ envidió la licenciatura en Historia Antigua de su amiga. Yari sabía mucho más acerca de Justin y de su mundo de lo que ella jamás podría averiguar.
Pero no parecía necesitar ese grado de conocimiento para entender lo doloroso que debía haber sido para él pasar de ser un general que ordenaba a un ejército, a un esclavo gobernado por las mujeres.
— Apuesto a que eras un magnífico general —dijo ___.
Justin la miró, captando la sinceridad con la que había pronunciado sus palabras. Por alguna inescrutable razón, su cumplido le reconfortó.
— Hice lo que pude.
— Apuesto a que les diste una patada en el beep a unos cuantos ejércitos —continuó ella.
Él sonrió. No había pensado en sus victorias desde hacía siglos.
— Pateé a unos cuantos romanos, sí.
___ se rió ante el uso del vocabulario.
— Aprendes rápido.
— ¡Oye! —exclamó Yari, interrumpiéndolos—. ¿Puedo echarle un vistazo al arco de Cupido?
— ¡Sí! —exclamó ___—. ¿Podemos?
Yari lo sacó de su bolsillo y lo dejó sobre la mesa.
— Con cuidado —advirtió a Yari mientras alargaba el brazo—. La flecha dorada está cargada. Un pinchacito y te enamorarás de la primera persona que veas.
Ella retiró la mano.
___ cogió el tenedor y con él arrastró el arco hasta tenerlo cerca.
— ¿Se supone que debe ser tan pequeño?
Justin sonrió.
— ¿Es que nunca has oído esa frase que dice: «El tamaño no importa»?
___ puso los ojos en blanco.
— No quiero ni escucharla de un hombre que la tiene tan grande como tú.
— ¡___! —jadeó Yare—. Jamás te había oído hablar así.
— He sido extremadamente comedida, considerando todo lo que ustedes me han dicho estos últimos días.
Justin acarició el pelo que le caía sobre los hombros. Esta vez, ___ no se retiró. Estaba haciendo
progresos.
— Entonces, dime cómo usa Cupido esto —le dijo ella. Justin dejó que sus dedos acariciaran los
sedosos mechones de su pelo. Brillaban aun con la escasa luz del restaurante. Deseaba tanto sentir ese pelo extendiéndose sobre su pecho desnudo… Enterrar su rostro en él y dejar que le
acariciara las mejillas.
Con la mirada ensombrecida, imaginó cómo se sentiría al tener el cuerpo de ___ rodeándolo. Y el
sonido de su respiración junto al oído.
— ¿Justin? —preguntó ella, sacándolo de su ensoñación—. ¿Cómo lo utiliza Cupido?
— Puede adoptar un tamaño semejante al del arco, o puede hacer que el arma se haga más grande.
Depende del momento.
— ¿En serio? —preguntó Yari—. No lo sabía.
La camarera llegó corriendo y colocó la bandeja sobre la mesa, mientras devoraba con los ojos a
Justin como si fuese el especial del día.
Muy discretamente, Justin recogió el arco de encima de la mesa y lo devolvió a su bolsillo.
— Siento mucho haberle hecho esperar. Si hubiese sabido que no iban a atenderle de inmediato, yo misma le habría tomado nota nada más sentarse.
___ le dirigió a la chica una mirada ceñuda. ¡Jod'er!, ¿es que Justin no podía tener cinco minutos
de tranquilidad, sin que una mujer se le ofreciera abiertamente?
*¿Y eso no te incluye a ti?*
Se quedó helada ante el giro de sus pensamientos. Ella se comportaba exactamente igual que las demás, mirándole el beep y babeando ante su cuerpo. Era un milagro que él soportara su presencia.
Hundiéndose en el asiento, se prometió a sí misma que no lo trataría de aquel modo. Justin no era un trozo de carne. Era una persona, y merecía ser tratado con respeto y dignidad.
Pidió el menú para los tres, y cuando la camarera regresó con las bebidas, trajo una bandeja de
alitas de pollo al estilo Búfalo.
— Nosotros no hemos pedido esto —apuntó Yari.
— ¡Oh, ya lo sé! —respondió la chica, sonriendo a Justin—. Hay mucho trabajo en la cocina y
tardaremos un poco más en poder servirle la comida. Pensé que debería estar hambriento y por eso le traje las alitas. Pero si no le gustan, puedo traer cualquier otra cosa; la casa invita, no se
preocupe. ¿Preferiría otra cosa?
¡Puaj! El doble sentido era tan obvio que a ___ le entraron ganas de arrancarle de raíz el pelo
cobrizo.
— Está bien así, gracias —le dijo Justin.
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