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El Destino de Joe [JoeJonas&_____]
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Re: El Destino de Joe [JoeJonas&_____]
Hola! Nueva elctora :3 siguela porfa me esta gustando mucho esta nove
livelikerobots
Re: El Destino de Joe [JoeJonas&_____]
Mil disculpas por no haber subido pero mi notebook no me prendía hace 2 días :| pero hoy me prendió! Yupi!! así que les voy a dejar dos capítulos en recompensa :D Espero que los disfruten
MiCy_Jonas
Re: El Destino de Joe [JoeJonas&_____]
Capítulo 5
Todas las mesas estaban ocupadas por lugareños y turistas, y Molly se movía entre ellas con su habitual energía cuando Joe entró en el bar de Jess. Se detuvo sobre sus pasos al verlo a aquellas horas de la mañana un sábado, y luego esbozó una sonrisa.
—Debe haber sido una noche larga. Tienes un aspecto horrible —le dijo con alegría—. Acércate a la barra y te serviré una taza de café fuerte.
—Necesito una mesa —respondió Joe—. Cuatro tazas de café.
Ella asintió, como si no le pareciera raro lo que le había pedido.
—Allí —dijo señalando una mesa más recogida que había al fondo—. Enseguida te llevo el café.
Sus hermanos todavía no habían llegado cuando Molly llevó el café, así que se sentó frente a él y lo observó con detenimiento, lo que significaba que iba a empezar a indagar sobre su vida.
—No empieces, Molly —le pidió.
—¿Es un delito querer saber qué le pasa a un amigo? ______ me dijo que tus hermanos aparecieron anoche. Tengo curiosidad —aseguró mirándole con cariño—. ¿Sabe Daniel que han venido?
—Me sorprende que te importe lo que Daniel sepa o deje de saber —contestó él.
—Y no me importa. Es sólo curiosidad.
—Bueno, pues no, no lo sabe —dijo Joe con tirantez.
—De acuerdo, ya veo que no quieres hablar del tema —dedujo ella—. Entonces hablemos de ______.
Joe le lanzó una mirada glacial, pero Molly no se sintió intimidada, lo conocía demasiado.
—Supongo que tampoco quieres hablar de eso —dijo ella al ver que guardaba silencio.
—No hay nada de qué hablar —aseguró Joe con firmeza—. Y aquí vienen mis hermanos.
Molly se levantó de la silla y sonrió a los tres hombres.
—Hola, soy Molly. El café está en la mesa, y enseguida vengo a tomaros nota.
—Qué camarera tan simpática —dijo Sean cuando tomaron asiento y ella se marchó.
—Es la dueña de este lugar. Lo heredó de su abuela Jess —respondió Joe—. Y cree que todo lo que pasa en Widow’s Cove es asunto suyo.
—En otras palabras, te estaba preguntando sobre nosotros —adivinó Michael.
Joe asintió.
—Y como me he negado a satisfacer su curiosidad, sacó el tema de ______.
—Anoche no se me ocurrió decírtelo, pero, ¿quieres llevarla a la boda? —preguntó Michael.
Joe alzó las manos.
—¡Eh! Apenas conozco a esa mujer. No creo que una boda sea la mejor idea para una primera cita.
—¿Nunca has salido con ella? —preguntó Ryan claramente sorprendido—. Parecíais muy unidos anoche.
—Nos conocimos ayer mismo —explicó Joe contándoles la historia de Ricky Foster.
—Interesante —dijo Ryan—. Parece que los hermanos seguimos un patrón, hemos conocido a nuestras almas gemelas en circunstancias poco habituales. Maggie entró en el pub de Michael porque se le había pinchado una rueda en Nochevieja, yo conocí a Deanna cuando extinguí el fuego que destruyó su apartamento y Kelly entró en la vida de Michael justo después de que lo dispararan.
—______ no es mi alma gemela —protestó Joe ignorando el hecho de que se había sentido más atraído por ella que por cualquier otra mujer desde hacía mucho tiempo.
Aquello era química, no una conexión mística.
—Negación —apuntó Michael sonriendo—. Otra parte del patrón.
—Sí, le ha dado fuerte —bromeó Ryan.
Joe les lanzó una mirada fulminante.
—Eh, si hubiera sabido que tener hermanos mayores era tan divertido habría ido a buscaros hace años.
Molly llegó justo entonces, y se mostró encantada de verlos a todos riéndose.
—Me alegra que hayáis aparecido justo ahora —aseguró—. Joe se estaba volviendo demasiado ermitaño.
—Estás jugando con fuego, Molly —le advirtió Joe.
Ella sonrió, les tomó el pedido y se fue.
—¿Cuántas mujeres hay en tu vida, hermanito? —le preguntó Ryan.
—A ver, ¿habéis venido para interrogarme sobre mi vida amorosa?
—Creo que será mejor que dejemos el tema —dijo Sean divertido.
—Lo hacemos porque preferimos hablar de tu vida amorosa que de nuestros padres —apuntó Ryan con pesadumbre.
La diversión desapareció de todos los rostros.
—En eso tienes razón —dijo Joe—. Podríamos hablar de béisbol.
Sean parecía encantado con el cambio de tema, pero Ryan no.
—Encerrar el pasado en un armario no sirve —aseguró—. Dios sabe que yo lo he intentado durante años. Ahora que estoy cerca de sacarlo todo, quiero acabar con esto para poder olvidarlo de una vez por todas.
—Hay un problema —intervino Joe—. No tengo las respuestas que quieres. Como os dije anoche, nuestros padres se negaron a responder a ninguna de las preguntas que Daniel y yo les hicimos. Si queréis respuestas, vais a tener que buscarlas vosotros. Yo os diré dónde encontrarles, nada más. Podríais ir hoy mismo. Está sólo a treinta minutos en coche.
Los tres hermanos guardaron silencio ante la sugerencia. Era como si cuando por fin habían llegado al final de su larga búsqueda no estuvieran dispuestos a emprender el tramo final.
Ryan suspiró pesadamente y miró a Michael.
—Depende de ti. ¿Quieres terminar con esto de una vez antes de la boda? ¿O te arruinará el momento más feliz de tu vida?
—No permitiré que nuestros padres me lo arruinen —afirmó Michael con firmeza—. Pero sigo pensando que deberíamos esperar. Encontrarlos va a afectarnos a todos, y sinceramente, quiero que tengamos la atención centrada en la boda.
—¿Seguro que no quieres hacer las paces para que nuestros padres puedan estar en la boda? —insistió Ryan.
—Mi familia estará allí —aseguró Michael—. Los Havilcek y vosotros sois la única familia que necesito.
Ryan asintió.
—Entonces lo dejaremos por el momento —le dijo a Joe.
Joe no pudo evitar sentir un escalofrío de alivio.
—Ya que hemos dejado el tema de los padres aparcado por el momento —intervino Sean con un brillo travieso en los ojos—, sugiero que hablemos más de ______ y Joe. Debemos asegurarnos de que nuestro hermano pequeño se dirija hacia el camino de la felicidad marital como el resto de nosotros. No podemos permitir que viva aquí como un ermitaño, como dice Molly.
—Molly es una bocazas —protestó Joe justo cuando ella llegaba con la comida.
—Cuidado con lo que dices, o terminarás con la tortilla por encima —le advirtió Molly—. Y creo que a tus hermanos les interesará saber lo solo que has estado desde que te fuiste de casa. Sé que echas de menos a Daniel —y dicho aquello, se marchó a atender otras mesas.
—¿Quieres hablar de ello? —le preguntó Ryan—. ¿Está Molly en lo cierto?
—Sí me estás preguntando si echo de menos a Daniel, por supuesto que sí —contestó Joe acaloradamente—. Pero no tengo interés en arreglar ese asunto en particular. Él decidió quedarse con nuestros padres —miró a sus hermanos a los ojos—. Así que ya veis, yo también sé lo que es estar fuera del clan. Me fui de casa a los dieciocho años, pero eso no significa que fuera más fácil para mí que para vosotros. Tenía pensado ir a la universidad, pero al irme de casa perdí esa oportunidad. Tuve que ponerme a trabajar. Por suerte, me encanta lo que hago. Estar en el mar puede ser una vida dura, pero me gusta.
Michael lo miró con complicidad.
—Te entiendo. No hay día que no eche de menos ser un marine. Estuve a punto de ocupar el puesto de capitán de un barco de pesca, pero la Marina me convenció para que hiciera un mejor uso de mi talento, aunque eso me tenga atado tras un escritorio. Pero no pierdo una oportunidad de estar en el agua.
—Deberías venir alguna vez y salir conmigo a pescar —sugirió Joe, disfrutando de la sensación de camaradería que tenía con su hermano.
A Daniel nunca le había gustado tanto el mar como a Joe, y no entendía su decisión de haberse convertido en pescador antes que aceptar un penique de sus padres para ir a la universidad.
Michael sonrió ante la invitación.
—Me encantaría. Ahora nos tienes a nosotros —dijo—. No somos tu gemelo, pero somos tus hermanos.
Ryan asintió.
—Yo fui en busca de ellos porque quería dejar el pasado atrás para siempre. Nunca imaginé que encontraría hombres con los que me sentiría conectado desde el principio.
—A mí me pasó lo mismo —aseguró Sean.
—A mí también —reconoció Michael.
—Y yo siento lo mismo contigo —le dio Ryan a Joe—. Siempre hemos sido tus hermanos de sangre, pero a partir de este momento seremos tu familia si nos dejas.
Joe luchó contra unas inesperadas ganas de llorar. No había sido consciente de lo mucho que había echado de menos tener familia hasta que la posibilidad de tenerla se le presentó delante. ¿Podría arriesgarse a otra traición, a más dolor? Sinceramente, no lo sabía.
______ solía pasar las mañanas del sábado limpiando la cabaña que había arreglado cuando regresó a Widow's Cove. Utilizó el dinero que recibió de la herencia de sus padres para transformar su casa en su hogar.
No le llevaba mucho tiempo pasar la aspiradora o quitar el polvo a las antigüedades que había comprado cuando se mudó, pero le daba sentido a su fin de semana, a los dos días libres que le resultaban interminables, con muchas horas para pensar en el pasado.
Normalmente, la limpieza de la casa seguida de una tarde ojeando libros de jardinería mientras llegaba el buen tiempo le hubieran ocupado un día como aquél, pero estaba demasiado inquieta. En lo único que podía pensar era en la increíble escena que había tenido lugar la noche anterior en el barco de Joe, cuando sus tres hermanos aparecieron surgidos de la nada.
El hecho de que le hubiera pedido que se quedara la había conmovido más de lo que quería admitir. En aquel instante se enamoró un poco de Joe Jonas.
En cuanto terminó de recoger la cocina después del desayuno, se dirigió automáticamente al armario de los productos de limpieza, pero volvió a guardarlos. La curiosidad la estaba matando. Tenía que saber cómo había terminado la noche anterior. Joe había recibido la oportunidad con la que ella siempre soñó, la oportunidad de reconciliarse con su familia. ¿Habría sacado partido de ella?
No era tan valiente como para arriesgarse a hacer otra visita al barco, pero había alguien que sin duda sabía las respuestas que ella buscaba. Se puso la chaqueta de piel de borrego para protegerse del frente frío que había entrado el día anterior y se dirigió al bar de Jess.
—Me preguntaba cuándo aparecerías —la saludó Molly alegremente en cuanto entró—. Imagino que has venido para saber qué pasó anoche con Joe cuando te marchaste.
—¿Qué te hace pensar eso? —preguntó ______ con las mejillas sonrojadas.
—¡Oh, por favor! Cuando estuviste ayer aquí con los niños lo mirabas como si estuviera cubierto de chocolate. Y anoche igual.
—¡No seas ridícula! —protestó ______ indignada.
Molly sonrió.
—Entonces supongo que no te interesará saber que está sentado allí en la esquina, meditando sobre su cuarta taza de café. Lleva allí un par de horas. Sus hermanos acaban de marcharse —aseguró mirando a ______ fijamente—. ¿Vas a ir con él o no?
______ miró hacia el otro lado del bar y divisó a Joe en la esquina. Estaba mirando su taza de café como si fuera lo más fascinante que había visto en su vida. O lo más triste. ______ tomó la decisión siguiendo un impulso.
—Sírveme dos tazas de café —le pidió a Molly.
Con los cafés en la mano, cruzó el bar y se sentó frente a Joe. Él no pareció darse cuenta hasta que le colocó una taza debajo de la nariz. Entonces parpadeó.
—¿De dónde has salido tú? —le preguntó asombrado—. ¿Saben los padres de tus alumnos a qué dedicas tu tiempo libre los sábados por la mañana?
—Lo cierto es que voy cambiando de bar para que no me pillen. Esta semana me tocaba el de Jess —bromeó ella.
Joe se reclinó hacia atrás. Parecía más relajado.
—¿Ya has desayunado?
—Hace horas —admitió ______.
—¿Y has tomado suficiente café?
—La verdad es que sí.
—¿Te apetece salir un par de horas en el barco?
—Claro —aseguró ella sin dudarlo, diciéndose que lo hacía sólo porque Joe parecía necesitado de compañía—. Pero que conste que no sé nada de pesca.
—Yo sé por los dos —respondió Joe dejando unas monedas y agarrando la chaqueta. Se la puso y sujetó la de ______ para que metiera los brazos. La miró a los ojos mientras se la colocaba—. Además, lo que me apetece es salir al mar y que el aire salado me aclare la cabeza. La pesca seguirá allí el lunes.
—Que os divirtáis —se despidió Molly—. Ya me daréis las gracias más adelante.
Joe se quedó mirando a ______.
—¿Darle las gracias por qué?
______ sabía por qué, aunque deseaba que no fuera así.
—Créeme, no quieres saberlo.
Todas las mesas estaban ocupadas por lugareños y turistas, y Molly se movía entre ellas con su habitual energía cuando Joe entró en el bar de Jess. Se detuvo sobre sus pasos al verlo a aquellas horas de la mañana un sábado, y luego esbozó una sonrisa.
—Debe haber sido una noche larga. Tienes un aspecto horrible —le dijo con alegría—. Acércate a la barra y te serviré una taza de café fuerte.
—Necesito una mesa —respondió Joe—. Cuatro tazas de café.
Ella asintió, como si no le pareciera raro lo que le había pedido.
—Allí —dijo señalando una mesa más recogida que había al fondo—. Enseguida te llevo el café.
Sus hermanos todavía no habían llegado cuando Molly llevó el café, así que se sentó frente a él y lo observó con detenimiento, lo que significaba que iba a empezar a indagar sobre su vida.
—No empieces, Molly —le pidió.
—¿Es un delito querer saber qué le pasa a un amigo? ______ me dijo que tus hermanos aparecieron anoche. Tengo curiosidad —aseguró mirándole con cariño—. ¿Sabe Daniel que han venido?
—Me sorprende que te importe lo que Daniel sepa o deje de saber —contestó él.
—Y no me importa. Es sólo curiosidad.
—Bueno, pues no, no lo sabe —dijo Joe con tirantez.
—De acuerdo, ya veo que no quieres hablar del tema —dedujo ella—. Entonces hablemos de ______.
Joe le lanzó una mirada glacial, pero Molly no se sintió intimidada, lo conocía demasiado.
—Supongo que tampoco quieres hablar de eso —dijo ella al ver que guardaba silencio.
—No hay nada de qué hablar —aseguró Joe con firmeza—. Y aquí vienen mis hermanos.
Molly se levantó de la silla y sonrió a los tres hombres.
—Hola, soy Molly. El café está en la mesa, y enseguida vengo a tomaros nota.
—Qué camarera tan simpática —dijo Sean cuando tomaron asiento y ella se marchó.
—Es la dueña de este lugar. Lo heredó de su abuela Jess —respondió Joe—. Y cree que todo lo que pasa en Widow’s Cove es asunto suyo.
—En otras palabras, te estaba preguntando sobre nosotros —adivinó Michael.
Joe asintió.
—Y como me he negado a satisfacer su curiosidad, sacó el tema de ______.
—Anoche no se me ocurrió decírtelo, pero, ¿quieres llevarla a la boda? —preguntó Michael.
Joe alzó las manos.
—¡Eh! Apenas conozco a esa mujer. No creo que una boda sea la mejor idea para una primera cita.
—¿Nunca has salido con ella? —preguntó Ryan claramente sorprendido—. Parecíais muy unidos anoche.
—Nos conocimos ayer mismo —explicó Joe contándoles la historia de Ricky Foster.
—Interesante —dijo Ryan—. Parece que los hermanos seguimos un patrón, hemos conocido a nuestras almas gemelas en circunstancias poco habituales. Maggie entró en el pub de Michael porque se le había pinchado una rueda en Nochevieja, yo conocí a Deanna cuando extinguí el fuego que destruyó su apartamento y Kelly entró en la vida de Michael justo después de que lo dispararan.
—______ no es mi alma gemela —protestó Joe ignorando el hecho de que se había sentido más atraído por ella que por cualquier otra mujer desde hacía mucho tiempo.
Aquello era química, no una conexión mística.
—Negación —apuntó Michael sonriendo—. Otra parte del patrón.
—Sí, le ha dado fuerte —bromeó Ryan.
Joe les lanzó una mirada fulminante.
—Eh, si hubiera sabido que tener hermanos mayores era tan divertido habría ido a buscaros hace años.
Molly llegó justo entonces, y se mostró encantada de verlos a todos riéndose.
—Me alegra que hayáis aparecido justo ahora —aseguró—. Joe se estaba volviendo demasiado ermitaño.
—Estás jugando con fuego, Molly —le advirtió Joe.
Ella sonrió, les tomó el pedido y se fue.
—¿Cuántas mujeres hay en tu vida, hermanito? —le preguntó Ryan.
—A ver, ¿habéis venido para interrogarme sobre mi vida amorosa?
—Creo que será mejor que dejemos el tema —dijo Sean divertido.
—Lo hacemos porque preferimos hablar de tu vida amorosa que de nuestros padres —apuntó Ryan con pesadumbre.
La diversión desapareció de todos los rostros.
—En eso tienes razón —dijo Joe—. Podríamos hablar de béisbol.
Sean parecía encantado con el cambio de tema, pero Ryan no.
—Encerrar el pasado en un armario no sirve —aseguró—. Dios sabe que yo lo he intentado durante años. Ahora que estoy cerca de sacarlo todo, quiero acabar con esto para poder olvidarlo de una vez por todas.
—Hay un problema —intervino Joe—. No tengo las respuestas que quieres. Como os dije anoche, nuestros padres se negaron a responder a ninguna de las preguntas que Daniel y yo les hicimos. Si queréis respuestas, vais a tener que buscarlas vosotros. Yo os diré dónde encontrarles, nada más. Podríais ir hoy mismo. Está sólo a treinta minutos en coche.
Los tres hermanos guardaron silencio ante la sugerencia. Era como si cuando por fin habían llegado al final de su larga búsqueda no estuvieran dispuestos a emprender el tramo final.
Ryan suspiró pesadamente y miró a Michael.
—Depende de ti. ¿Quieres terminar con esto de una vez antes de la boda? ¿O te arruinará el momento más feliz de tu vida?
—No permitiré que nuestros padres me lo arruinen —afirmó Michael con firmeza—. Pero sigo pensando que deberíamos esperar. Encontrarlos va a afectarnos a todos, y sinceramente, quiero que tengamos la atención centrada en la boda.
—¿Seguro que no quieres hacer las paces para que nuestros padres puedan estar en la boda? —insistió Ryan.
—Mi familia estará allí —aseguró Michael—. Los Havilcek y vosotros sois la única familia que necesito.
Ryan asintió.
—Entonces lo dejaremos por el momento —le dijo a Joe.
Joe no pudo evitar sentir un escalofrío de alivio.
—Ya que hemos dejado el tema de los padres aparcado por el momento —intervino Sean con un brillo travieso en los ojos—, sugiero que hablemos más de ______ y Joe. Debemos asegurarnos de que nuestro hermano pequeño se dirija hacia el camino de la felicidad marital como el resto de nosotros. No podemos permitir que viva aquí como un ermitaño, como dice Molly.
—Molly es una bocazas —protestó Joe justo cuando ella llegaba con la comida.
—Cuidado con lo que dices, o terminarás con la tortilla por encima —le advirtió Molly—. Y creo que a tus hermanos les interesará saber lo solo que has estado desde que te fuiste de casa. Sé que echas de menos a Daniel —y dicho aquello, se marchó a atender otras mesas.
—¿Quieres hablar de ello? —le preguntó Ryan—. ¿Está Molly en lo cierto?
—Sí me estás preguntando si echo de menos a Daniel, por supuesto que sí —contestó Joe acaloradamente—. Pero no tengo interés en arreglar ese asunto en particular. Él decidió quedarse con nuestros padres —miró a sus hermanos a los ojos—. Así que ya veis, yo también sé lo que es estar fuera del clan. Me fui de casa a los dieciocho años, pero eso no significa que fuera más fácil para mí que para vosotros. Tenía pensado ir a la universidad, pero al irme de casa perdí esa oportunidad. Tuve que ponerme a trabajar. Por suerte, me encanta lo que hago. Estar en el mar puede ser una vida dura, pero me gusta.
Michael lo miró con complicidad.
—Te entiendo. No hay día que no eche de menos ser un marine. Estuve a punto de ocupar el puesto de capitán de un barco de pesca, pero la Marina me convenció para que hiciera un mejor uso de mi talento, aunque eso me tenga atado tras un escritorio. Pero no pierdo una oportunidad de estar en el agua.
—Deberías venir alguna vez y salir conmigo a pescar —sugirió Joe, disfrutando de la sensación de camaradería que tenía con su hermano.
A Daniel nunca le había gustado tanto el mar como a Joe, y no entendía su decisión de haberse convertido en pescador antes que aceptar un penique de sus padres para ir a la universidad.
Michael sonrió ante la invitación.
—Me encantaría. Ahora nos tienes a nosotros —dijo—. No somos tu gemelo, pero somos tus hermanos.
Ryan asintió.
—Yo fui en busca de ellos porque quería dejar el pasado atrás para siempre. Nunca imaginé que encontraría hombres con los que me sentiría conectado desde el principio.
—A mí me pasó lo mismo —aseguró Sean.
—A mí también —reconoció Michael.
—Y yo siento lo mismo contigo —le dio Ryan a Joe—. Siempre hemos sido tus hermanos de sangre, pero a partir de este momento seremos tu familia si nos dejas.
Joe luchó contra unas inesperadas ganas de llorar. No había sido consciente de lo mucho que había echado de menos tener familia hasta que la posibilidad de tenerla se le presentó delante. ¿Podría arriesgarse a otra traición, a más dolor? Sinceramente, no lo sabía.
______ solía pasar las mañanas del sábado limpiando la cabaña que había arreglado cuando regresó a Widow's Cove. Utilizó el dinero que recibió de la herencia de sus padres para transformar su casa en su hogar.
No le llevaba mucho tiempo pasar la aspiradora o quitar el polvo a las antigüedades que había comprado cuando se mudó, pero le daba sentido a su fin de semana, a los dos días libres que le resultaban interminables, con muchas horas para pensar en el pasado.
Normalmente, la limpieza de la casa seguida de una tarde ojeando libros de jardinería mientras llegaba el buen tiempo le hubieran ocupado un día como aquél, pero estaba demasiado inquieta. En lo único que podía pensar era en la increíble escena que había tenido lugar la noche anterior en el barco de Joe, cuando sus tres hermanos aparecieron surgidos de la nada.
El hecho de que le hubiera pedido que se quedara la había conmovido más de lo que quería admitir. En aquel instante se enamoró un poco de Joe Jonas.
En cuanto terminó de recoger la cocina después del desayuno, se dirigió automáticamente al armario de los productos de limpieza, pero volvió a guardarlos. La curiosidad la estaba matando. Tenía que saber cómo había terminado la noche anterior. Joe había recibido la oportunidad con la que ella siempre soñó, la oportunidad de reconciliarse con su familia. ¿Habría sacado partido de ella?
No era tan valiente como para arriesgarse a hacer otra visita al barco, pero había alguien que sin duda sabía las respuestas que ella buscaba. Se puso la chaqueta de piel de borrego para protegerse del frente frío que había entrado el día anterior y se dirigió al bar de Jess.
—Me preguntaba cuándo aparecerías —la saludó Molly alegremente en cuanto entró—. Imagino que has venido para saber qué pasó anoche con Joe cuando te marchaste.
—¿Qué te hace pensar eso? —preguntó ______ con las mejillas sonrojadas.
—¡Oh, por favor! Cuando estuviste ayer aquí con los niños lo mirabas como si estuviera cubierto de chocolate. Y anoche igual.
—¡No seas ridícula! —protestó ______ indignada.
Molly sonrió.
—Entonces supongo que no te interesará saber que está sentado allí en la esquina, meditando sobre su cuarta taza de café. Lleva allí un par de horas. Sus hermanos acaban de marcharse —aseguró mirando a ______ fijamente—. ¿Vas a ir con él o no?
______ miró hacia el otro lado del bar y divisó a Joe en la esquina. Estaba mirando su taza de café como si fuera lo más fascinante que había visto en su vida. O lo más triste. ______ tomó la decisión siguiendo un impulso.
—Sírveme dos tazas de café —le pidió a Molly.
Con los cafés en la mano, cruzó el bar y se sentó frente a Joe. Él no pareció darse cuenta hasta que le colocó una taza debajo de la nariz. Entonces parpadeó.
—¿De dónde has salido tú? —le preguntó asombrado—. ¿Saben los padres de tus alumnos a qué dedicas tu tiempo libre los sábados por la mañana?
—Lo cierto es que voy cambiando de bar para que no me pillen. Esta semana me tocaba el de Jess —bromeó ella.
Joe se reclinó hacia atrás. Parecía más relajado.
—¿Ya has desayunado?
—Hace horas —admitió ______.
—¿Y has tomado suficiente café?
—La verdad es que sí.
—¿Te apetece salir un par de horas en el barco?
—Claro —aseguró ella sin dudarlo, diciéndose que lo hacía sólo porque Joe parecía necesitado de compañía—. Pero que conste que no sé nada de pesca.
—Yo sé por los dos —respondió Joe dejando unas monedas y agarrando la chaqueta. Se la puso y sujetó la de ______ para que metiera los brazos. La miró a los ojos mientras se la colocaba—. Además, lo que me apetece es salir al mar y que el aire salado me aclare la cabeza. La pesca seguirá allí el lunes.
—Que os divirtáis —se despidió Molly—. Ya me daréis las gracias más adelante.
Joe se quedó mirando a ______.
—¿Darle las gracias por qué?
______ sabía por qué, aunque deseaba que no fuera así.
—Créeme, no quieres saberlo.
MiCy_Jonas
Re: El Destino de Joe [JoeJonas&_____]
Capítulo 6
Joe no estaba acostumbrado a llevar a nadie a bordo, pero ______ era una buena compañía. No lo acosaba con miles de preguntas, de hecho parecía encantada con estar sentada en cubierta con una manta y el rostro enfocado hacia los rayos de sol. El viento le alborotaba el cabello, pero no parecía importarle.
—Se te va a quemar la nariz —dijo dándole un toquecito en la punta antes de sentarse a su lado.
Ella parpadeó, sorprendida, y luego bostezó.
—Creo que me he quedado dormida.
—Debe ser mi fascinante compañía —aseguró Joe con ironía.
—No es que me preocupe —dijo ella mirando a su alrededor—, pero si tú estás aquí sentado, ¿quién está llevando el barco?
—He echado el ancla hace unos minutos —explicó él—. No estamos muy lejos de la costa, sólo lo suficiente para que no nos molesten.
—Parece que has llegado a la conclusión de que el cartel de No pasar ha perdido su efectividad.
Joe sonrió.
—Teniendo en cuenta el desfile de ayer, parece que sí —sacó del bolsillo de la camisa un bote de crema de protección solar, echó un poco en los dedos y se la puso en la nariz y en las mejillas. Tenía la piel tan suave que se entretuvo con ella. La miró a los ojos. El inesperado brillo de deseo que vio en ellos le impactó y también provocó deseo en él. Antes de que pudiera pensárselo, siguió su instinto, se inclinó hacia delante y le cubrió la boca con la suya.
______ dejó escapar un débil gemido de sorpresa y luego lo besó a su vez con una avidez que volvió a pillarle desprevenido. El beso se volvió apasionado. ¿Quién hubiera pensado que la dulce profesora de jardín de infancia ocultaba a un huracán? Joe temblaba cuando finalmente tuvo el sentido común de retirarse.
—No te pares —susurró ella, provocándole otro escalofrío. Alzó la mano y le acarició la mejilla—. Por favor, hace mil años que nadie me besa así. Me ha gustado. No, me ha encantado.
Su sinceridad lo desarmó.
—______… —la protesta que se le formó en la cabeza murió cuando ella se inclinó y volvió a besarlo con todas sus ganas.
Quién sabía hasta dónde habrían llegado si no hubiera sido porque la maldita sirena de un barco rompió el silencio. ______ estaba temblando y tenía las mejillas sonrojadas cuando Joe se apartó a regañadientes de nuevo.
—No estamos en el curso de algún barco grande, ¿verdad? —preguntó ella sin asomo de miedo.
—No. Era un saludo —le aseguró Joe.
—Y qué oportuno —dijo ______ con obvio arrepentimiento—. No sé en qué estaba pensando. No tengo por costumbre atacar a hombres a los que apenas conozco.
—Yo te besé primero —le recordó Joe, y luego añadió con solemnidad—, además, besar no es una cuestión de pensar, sino de sentir —le alzó la barbilla y la miró a los ojos. No cabía duda de que necesitaba que la tranquilizaran, así que lo hizo—. No he sentido algo así desde hace mucho tiempo, ______.
Ella tragó saliva y luego apartó la vista antes de volver a mirarlo mientras admitía:
—Yo tampoco.
—¿Por qué? —le preguntó Joe, preguntándose si alguien le habría roto el corazón.
—Hice malas elecciones, y luego me di cuenta de pronto de que necesitaba averiguar por qué.
—¿Y llegaste a alguna conclusión?
—A algunas. Pero no voy a compartirlas contigo para no arruinar la imagen que tienes de mí.
—No sabes qué imagen tengo de ti —le recordó Joe.
—Crees que soy un poco alocada, bastante ingenua y muy remilgada.
Joe se rió.
—Esa fue mi primera impresión. Ha cambiado muy deprisa.
Joe la miró a los ojos y la risa murió al instante en sus labios. Desde el momento en que se conocieron, Joe tuvo la impresión de que ya no controlaba la situación, que algo más poderoso había tomado las riendas.
—¿Y qué vamos a hacer al respecto, ______ Newberry? —le preguntó.
—Si somos listos, nada.
Joe sonrió y le acarició los labios con el pulgar. Luego le tomó la mano y la entrelazó con la suya.
—¿Y si hacemos esto por ahora? No es demasiado peligroso tomarse las manos, ¿verdad?
—Nada en absoluto —reconoció ______ reclinándose hacia atrás y cerrando los ojos para protegerse del sol y probablemente de sus miradas.
Joe sintió como se adormecía, extrañamente confortado por la sensación de aquella mano delicada y pequeña dentro de la suya, más grande y ruda. ¿Qué tenía el contacto de aquella mujer que conseguía calmarlo cuando nada más funcionaba?, se preguntó.
El encuentro cargado de emoción con sus hermanos se desvaneció de su mente. Lo único que le importaba en aquel instante era el calor del sol en su rostro, el suave balanceó del barco y la mujer que tenía al lado. La vida no podía ser mejor… exceptuando, por supuesto, si se añadiera un poco de sexo ardiente.
Contuvo una sonrisa y resistió el deseo de mirar de reojo a ______. Pero mejor no ir por ahí. Aquel beso robado había liberado una inesperada pasión dentro de ella. Él nunca había estado en contra del sexo sin complicaciones, pero tenía la sensación de que meterse en la cama con ______ iba a ser cualquier cosa menos poco complicado.
Sí, pensó cerrando con fuerza los ojos. Era mejor no ir por ahí.
______ podía sentir la mirada de Joe clavada en ella, pero se negó tajantemente a abrir los ojos. Todavía estaba avergonzada por haber respondido con tanta pasión a su beso. ¿Qué pensaría de ella?
Cuando finalmente sintió que le sujetaba la mano con menos fuerza, soltó la mano de la suya y suspiró. Lo miró de reojo y se dio cuenta de que se había quedado dormido. Su inmenso pecho subía y bajaba con cada respiración. Las largas y oscuras pestañas descansaban sobre su bronceada piel. Tenía los provocadores y dulces labios curvados en una media sonrisa, como si estuviera soñando algo maravilloso. Podría haberse quedado mirándolo todo el día… y toda la noche.
La idea le hizo estremecerse por la emoción. La atracción no era sólo por un lado. Lo que le había contado a Joe era verdad. Hacía mucho tiempo que no sentía algo parecido. Cuando se marchó de su casa, estaba tan abrumada por el trabajo y las clases de la universidad que no tuvo tiempo para el amor. En su último año, finalmente se permitió la libertad de tener una cita con alguien y se enamoró del primer hombre que le pidió salir.
Greg resultó estar más interesado en compartir su apartamento que su vida. Lo pilló en casa, en la cama, con otra compañera de clase. Una hora más tarde, todas sus posesiones estaban fuera y Greg estaba tratando de darle explicaciones mientras ella le cerraba la puerta en las narices. Aquello le sirvió para aprender que no debía implicarse emocionalmente tan deprisa. Pero se enamoró del siguiente hombre con el que salió con la misma rapidez. La relación no terminó tan dolorosamente, pero estaba condenada al fracaso desde el principio. ______ se pasó los siguientes dos años observándose para entender por qué se enamoraba con tanta facilidad. No hacía falta ser un genio para darse cuenta de que estaba intentando encontrar un reemplazo para la familia a la que le había dado la espalda.
Hasta el día anterior, creía que había conseguido romper aquella tendencia. Pero allí estaba, absolutamente fascinada por Joe, y todavía no habían tenido ni su primera cita.
Bien, pues no iba a cometer el mismo error de siempre, por muy tentador que resultara.
Además, aquel hombre estaba rodeado de señales luminosas de advertencia. Era un solitario consumado. Tenía asuntos pendientes con su familia. Era el último hombre sobre la tierra del que debería enamorarse. Pero al cuerpo de ______, lo único que parecía importarle era que besaba de maravilla.
—¿Va todo bien? —preguntó Joe con voz adormilada.
—Sí, claro —respondió ella con demasiado entusiasmo—. ¿Por qué lo preguntas?
—Tenías el ceño fruncido.
—Estaba luchando contra viejos demonios —aseguró ______ con voz alegre—. Pero todavía no sé quién ha ganado.
—Háblame de ti —le pidió Joe mirándola con inconfundible interés—. Eres de Widow's Cove, ¿verdad? ¿Por qué no te recuerdo del colegio? Creí que conocía a todas las chicas guapas.
Ella sonrió.
—Estoy segura de que así era —dijo—. Yo no era guapa y tenía dos años más que tú, aunque sí sabía quién eras tú. Las chicas caían a tus pies y eras una estrella del fútbol. Una auténtica leyenda.
—Pero, ¿tú con quién salías?
—Con nadie. Yo sólo tenía un objetivo entonces: salir de allí. Me marché a Boston el día después de graduarme, y no volví hasta este último verano porque mis padres murieron en un accidente de coche —confesó sorprendida de poder decir aquellas palabras sin ahogarse.
—Lo siento —dijo Joe poniéndose serio—. Debió ser muy duro.
—No te puedes hacer una idea. Nunca nos reconciliamos. Me arrepentiré de ello hasta el día que me muera —lo miró de reojo—. Espero que te sirva de lección. Nunca sabemos cuánto tiempo tenemos para hacer las paces con la gente que queremos.
—Algunas cosas no pueden arreglarse —dijo Joe—. Entiendo por lo que has pasado, ______, pero no sabes de lo que estás hablando. Si conocieras toda la historia…
—Cuéntamela —le pidió ella.
—No tiene sentido —se negó Joe sacudiendo la cabeza—. El pasado no puede cambiarse.
—¿Y volverás a ver a tus hermanos?
—He accedido a asistir a la boda de Michael dentro de unos días —dijo encogiéndose de hombros, como si aquello no le importara.
______ hizo caso omiso del encogimiento de hombros y se quedó con lo que vio en sus ojos, una necesidad tan profunda que seguramente le asustaba muchísimo. Ella conocía aquella sensación.
—No lo dejes al azar —le dijo ______—. Haz lo que sea necesario para conservarlos en tu vida.
Joe apretó las mandíbulas.
—Te repito que no es cosa tuya…
—Lo sé —aseguró ella con impaciencia—. Pero también sé lo que es vivir con remordimientos, saber que es demasiado tarde para arreglar las cosas. No le deseo eso a nadie, y menos a ti.
—¿Por qué te importa esto? —le preguntó Joe—. Apenas me conoces.
—Te conozco mejor de lo que piensas —afirmó ______—. Yo fui como tú durante muchos años. Estaba enfadada, resentida y completamente cerrada a mis padres. Les hice sufrir, y perdí algo importante que ya no puedo recuperar. No es demasiado tarde para que tú evites los errores que yo cometí.
La expresión de Joe se suavizó ligeramente.
—Ya veo por dónde vas, pero tengo que enfrentarme a esto a mi manera, ______. Tal vez sería mejor que dejáramos este tema aparte de ahora en adelante.
Ella negó con la cabeza.
—Si vamos a ser amigos, no podemos. Sería como si hubiera un elefante en la habitación y fingiéramos que no está. Podemos no estar de acuerdo sobre cómo actuar al respecto, pero no podemos ignorarlo, Joe.
—Amigos, ¿eh? ¿Así es como nos ves incluso después de ese apasionado beso?
—Por supuesto. Por eso vamos a cerrar esa página. No más besos.
Joe gruñó.
—Eso sería como intentar achicar el agua de un barco con una taza de té. No va a pasar.
—Yo puedo controlar mis deseos, ¿tú no?
Joe le tomó la mano con la suya. Ella sintió el calor y la textura callosa de una mano que había trabajado duro. Él le acarició la muñeca con el pulgar, provocándole un escalofrío en la parte inferior del vientre.
—¿Sigues pensando que tienes esos deseos controlados? —preguntó él.
—Tal vez no del todo —admitió ______—. Estoy trabajando en ello.
—¿Por qué luchar contra lo inevitable?
—No somos inevitables —insistió ella, aunque sabía que estaba mintiendo.
Los viejos patrones eran difíciles de evitar. Una parte de ella estaba enamorándose rápidamente, pero quería luchar contra ello. El amor auténtico no surgía tras dos o tres encuentros fugaces.
Aspiró con fuerza el aire para calmar su acelerado pulso. Esta vez no. Esta vez iba a controlar las hormonas y las emociones. Además, si Joe estaba destinado a ignorar lo que ella había aprendido de sus errores, no quería estar por ahí cerca cuando su tren chocara.
Había sido una tarde perfecta y agradable hasta que ______ sacó el tema de su familia. Joe lamentaba profundamente que estuviera al tanto de la historia de sus padres y del reciente encuentro con sus hermanos. Y, sin embargo, no se sintió inclinado a invitarla a irse cuando regresaron al muelle. Le divertía provocarla, ver cómo se le subían los colores a las mejillas, el destello de deseo de sus ojos que tan duramente trataba de ignorar.
—¿Quieres quedarte a cenar? —le preguntó—. Podría ir al bar de Jess y traer sopa de pescado de Molly. Todavía queda un poco del pan que trajiste.
______ giró hacia él aquellos ojos dorados con expresión afligida.
—¿Para qué?
—Para no morir de hambre —contestó él con ironía—. Podríamos jugar a las cartas después de cenar. ¿Qué tiene eso de malo?
—¿Póquer? —preguntó ella entornando los ojos.
—Si quieres, sí —contestó Joe, ocultando su sorpresa ante la elección. Creía que iba a escoger la escoba.
—De acuerdo, trato hecho —dijo ______—. Pero te advierto desde ahora que soy muy, muy buena. Ve a buscar la sopa. Necesito vitaminas. Y si Molly ha hecho tarta de manzana, estaría bien traer un pedazo. Y quizá podrías comprar unas barritas de chocolate en el supermercado.
—¿Traigo también un par de cervezas?
—¿Con chocolate? —______ se estremeció—. ¿Estás loco?
—Café, entonces —sonrió Joe—. Hay un poco abajo. Puedes prepararlo mientras voy al bar.
—Vaya —murmuró ______ haciendo un puchero—. Quería aprovechar para trucar la baraja.
Joe se rió. Cielos, cómo habían cambiado las cosas desde sus días de escuela. Si él hubiera tenido una profesora como ______, se habría enamorado el primer día y nunca se habría recuperado.
Joe no estaba acostumbrado a llevar a nadie a bordo, pero ______ era una buena compañía. No lo acosaba con miles de preguntas, de hecho parecía encantada con estar sentada en cubierta con una manta y el rostro enfocado hacia los rayos de sol. El viento le alborotaba el cabello, pero no parecía importarle.
—Se te va a quemar la nariz —dijo dándole un toquecito en la punta antes de sentarse a su lado.
Ella parpadeó, sorprendida, y luego bostezó.
—Creo que me he quedado dormida.
—Debe ser mi fascinante compañía —aseguró Joe con ironía.
—No es que me preocupe —dijo ella mirando a su alrededor—, pero si tú estás aquí sentado, ¿quién está llevando el barco?
—He echado el ancla hace unos minutos —explicó él—. No estamos muy lejos de la costa, sólo lo suficiente para que no nos molesten.
—Parece que has llegado a la conclusión de que el cartel de No pasar ha perdido su efectividad.
Joe sonrió.
—Teniendo en cuenta el desfile de ayer, parece que sí —sacó del bolsillo de la camisa un bote de crema de protección solar, echó un poco en los dedos y se la puso en la nariz y en las mejillas. Tenía la piel tan suave que se entretuvo con ella. La miró a los ojos. El inesperado brillo de deseo que vio en ellos le impactó y también provocó deseo en él. Antes de que pudiera pensárselo, siguió su instinto, se inclinó hacia delante y le cubrió la boca con la suya.
______ dejó escapar un débil gemido de sorpresa y luego lo besó a su vez con una avidez que volvió a pillarle desprevenido. El beso se volvió apasionado. ¿Quién hubiera pensado que la dulce profesora de jardín de infancia ocultaba a un huracán? Joe temblaba cuando finalmente tuvo el sentido común de retirarse.
—No te pares —susurró ella, provocándole otro escalofrío. Alzó la mano y le acarició la mejilla—. Por favor, hace mil años que nadie me besa así. Me ha gustado. No, me ha encantado.
Su sinceridad lo desarmó.
—______… —la protesta que se le formó en la cabeza murió cuando ella se inclinó y volvió a besarlo con todas sus ganas.
Quién sabía hasta dónde habrían llegado si no hubiera sido porque la maldita sirena de un barco rompió el silencio. ______ estaba temblando y tenía las mejillas sonrojadas cuando Joe se apartó a regañadientes de nuevo.
—No estamos en el curso de algún barco grande, ¿verdad? —preguntó ella sin asomo de miedo.
—No. Era un saludo —le aseguró Joe.
—Y qué oportuno —dijo ______ con obvio arrepentimiento—. No sé en qué estaba pensando. No tengo por costumbre atacar a hombres a los que apenas conozco.
—Yo te besé primero —le recordó Joe, y luego añadió con solemnidad—, además, besar no es una cuestión de pensar, sino de sentir —le alzó la barbilla y la miró a los ojos. No cabía duda de que necesitaba que la tranquilizaran, así que lo hizo—. No he sentido algo así desde hace mucho tiempo, ______.
Ella tragó saliva y luego apartó la vista antes de volver a mirarlo mientras admitía:
—Yo tampoco.
—¿Por qué? —le preguntó Joe, preguntándose si alguien le habría roto el corazón.
—Hice malas elecciones, y luego me di cuenta de pronto de que necesitaba averiguar por qué.
—¿Y llegaste a alguna conclusión?
—A algunas. Pero no voy a compartirlas contigo para no arruinar la imagen que tienes de mí.
—No sabes qué imagen tengo de ti —le recordó Joe.
—Crees que soy un poco alocada, bastante ingenua y muy remilgada.
Joe se rió.
—Esa fue mi primera impresión. Ha cambiado muy deprisa.
Joe la miró a los ojos y la risa murió al instante en sus labios. Desde el momento en que se conocieron, Joe tuvo la impresión de que ya no controlaba la situación, que algo más poderoso había tomado las riendas.
—¿Y qué vamos a hacer al respecto, ______ Newberry? —le preguntó.
—Si somos listos, nada.
Joe sonrió y le acarició los labios con el pulgar. Luego le tomó la mano y la entrelazó con la suya.
—¿Y si hacemos esto por ahora? No es demasiado peligroso tomarse las manos, ¿verdad?
—Nada en absoluto —reconoció ______ reclinándose hacia atrás y cerrando los ojos para protegerse del sol y probablemente de sus miradas.
Joe sintió como se adormecía, extrañamente confortado por la sensación de aquella mano delicada y pequeña dentro de la suya, más grande y ruda. ¿Qué tenía el contacto de aquella mujer que conseguía calmarlo cuando nada más funcionaba?, se preguntó.
El encuentro cargado de emoción con sus hermanos se desvaneció de su mente. Lo único que le importaba en aquel instante era el calor del sol en su rostro, el suave balanceó del barco y la mujer que tenía al lado. La vida no podía ser mejor… exceptuando, por supuesto, si se añadiera un poco de sexo ardiente.
Contuvo una sonrisa y resistió el deseo de mirar de reojo a ______. Pero mejor no ir por ahí. Aquel beso robado había liberado una inesperada pasión dentro de ella. Él nunca había estado en contra del sexo sin complicaciones, pero tenía la sensación de que meterse en la cama con ______ iba a ser cualquier cosa menos poco complicado.
Sí, pensó cerrando con fuerza los ojos. Era mejor no ir por ahí.
______ podía sentir la mirada de Joe clavada en ella, pero se negó tajantemente a abrir los ojos. Todavía estaba avergonzada por haber respondido con tanta pasión a su beso. ¿Qué pensaría de ella?
Cuando finalmente sintió que le sujetaba la mano con menos fuerza, soltó la mano de la suya y suspiró. Lo miró de reojo y se dio cuenta de que se había quedado dormido. Su inmenso pecho subía y bajaba con cada respiración. Las largas y oscuras pestañas descansaban sobre su bronceada piel. Tenía los provocadores y dulces labios curvados en una media sonrisa, como si estuviera soñando algo maravilloso. Podría haberse quedado mirándolo todo el día… y toda la noche.
La idea le hizo estremecerse por la emoción. La atracción no era sólo por un lado. Lo que le había contado a Joe era verdad. Hacía mucho tiempo que no sentía algo parecido. Cuando se marchó de su casa, estaba tan abrumada por el trabajo y las clases de la universidad que no tuvo tiempo para el amor. En su último año, finalmente se permitió la libertad de tener una cita con alguien y se enamoró del primer hombre que le pidió salir.
Greg resultó estar más interesado en compartir su apartamento que su vida. Lo pilló en casa, en la cama, con otra compañera de clase. Una hora más tarde, todas sus posesiones estaban fuera y Greg estaba tratando de darle explicaciones mientras ella le cerraba la puerta en las narices. Aquello le sirvió para aprender que no debía implicarse emocionalmente tan deprisa. Pero se enamoró del siguiente hombre con el que salió con la misma rapidez. La relación no terminó tan dolorosamente, pero estaba condenada al fracaso desde el principio. ______ se pasó los siguientes dos años observándose para entender por qué se enamoraba con tanta facilidad. No hacía falta ser un genio para darse cuenta de que estaba intentando encontrar un reemplazo para la familia a la que le había dado la espalda.
Hasta el día anterior, creía que había conseguido romper aquella tendencia. Pero allí estaba, absolutamente fascinada por Joe, y todavía no habían tenido ni su primera cita.
Bien, pues no iba a cometer el mismo error de siempre, por muy tentador que resultara.
Además, aquel hombre estaba rodeado de señales luminosas de advertencia. Era un solitario consumado. Tenía asuntos pendientes con su familia. Era el último hombre sobre la tierra del que debería enamorarse. Pero al cuerpo de ______, lo único que parecía importarle era que besaba de maravilla.
—¿Va todo bien? —preguntó Joe con voz adormilada.
—Sí, claro —respondió ella con demasiado entusiasmo—. ¿Por qué lo preguntas?
—Tenías el ceño fruncido.
—Estaba luchando contra viejos demonios —aseguró ______ con voz alegre—. Pero todavía no sé quién ha ganado.
—Háblame de ti —le pidió Joe mirándola con inconfundible interés—. Eres de Widow's Cove, ¿verdad? ¿Por qué no te recuerdo del colegio? Creí que conocía a todas las chicas guapas.
Ella sonrió.
—Estoy segura de que así era —dijo—. Yo no era guapa y tenía dos años más que tú, aunque sí sabía quién eras tú. Las chicas caían a tus pies y eras una estrella del fútbol. Una auténtica leyenda.
—Pero, ¿tú con quién salías?
—Con nadie. Yo sólo tenía un objetivo entonces: salir de allí. Me marché a Boston el día después de graduarme, y no volví hasta este último verano porque mis padres murieron en un accidente de coche —confesó sorprendida de poder decir aquellas palabras sin ahogarse.
—Lo siento —dijo Joe poniéndose serio—. Debió ser muy duro.
—No te puedes hacer una idea. Nunca nos reconciliamos. Me arrepentiré de ello hasta el día que me muera —lo miró de reojo—. Espero que te sirva de lección. Nunca sabemos cuánto tiempo tenemos para hacer las paces con la gente que queremos.
—Algunas cosas no pueden arreglarse —dijo Joe—. Entiendo por lo que has pasado, ______, pero no sabes de lo que estás hablando. Si conocieras toda la historia…
—Cuéntamela —le pidió ella.
—No tiene sentido —se negó Joe sacudiendo la cabeza—. El pasado no puede cambiarse.
—¿Y volverás a ver a tus hermanos?
—He accedido a asistir a la boda de Michael dentro de unos días —dijo encogiéndose de hombros, como si aquello no le importara.
______ hizo caso omiso del encogimiento de hombros y se quedó con lo que vio en sus ojos, una necesidad tan profunda que seguramente le asustaba muchísimo. Ella conocía aquella sensación.
—No lo dejes al azar —le dijo ______—. Haz lo que sea necesario para conservarlos en tu vida.
Joe apretó las mandíbulas.
—Te repito que no es cosa tuya…
—Lo sé —aseguró ella con impaciencia—. Pero también sé lo que es vivir con remordimientos, saber que es demasiado tarde para arreglar las cosas. No le deseo eso a nadie, y menos a ti.
—¿Por qué te importa esto? —le preguntó Joe—. Apenas me conoces.
—Te conozco mejor de lo que piensas —afirmó ______—. Yo fui como tú durante muchos años. Estaba enfadada, resentida y completamente cerrada a mis padres. Les hice sufrir, y perdí algo importante que ya no puedo recuperar. No es demasiado tarde para que tú evites los errores que yo cometí.
La expresión de Joe se suavizó ligeramente.
—Ya veo por dónde vas, pero tengo que enfrentarme a esto a mi manera, ______. Tal vez sería mejor que dejáramos este tema aparte de ahora en adelante.
Ella negó con la cabeza.
—Si vamos a ser amigos, no podemos. Sería como si hubiera un elefante en la habitación y fingiéramos que no está. Podemos no estar de acuerdo sobre cómo actuar al respecto, pero no podemos ignorarlo, Joe.
—Amigos, ¿eh? ¿Así es como nos ves incluso después de ese apasionado beso?
—Por supuesto. Por eso vamos a cerrar esa página. No más besos.
Joe gruñó.
—Eso sería como intentar achicar el agua de un barco con una taza de té. No va a pasar.
—Yo puedo controlar mis deseos, ¿tú no?
Joe le tomó la mano con la suya. Ella sintió el calor y la textura callosa de una mano que había trabajado duro. Él le acarició la muñeca con el pulgar, provocándole un escalofrío en la parte inferior del vientre.
—¿Sigues pensando que tienes esos deseos controlados? —preguntó él.
—Tal vez no del todo —admitió ______—. Estoy trabajando en ello.
—¿Por qué luchar contra lo inevitable?
—No somos inevitables —insistió ella, aunque sabía que estaba mintiendo.
Los viejos patrones eran difíciles de evitar. Una parte de ella estaba enamorándose rápidamente, pero quería luchar contra ello. El amor auténtico no surgía tras dos o tres encuentros fugaces.
Aspiró con fuerza el aire para calmar su acelerado pulso. Esta vez no. Esta vez iba a controlar las hormonas y las emociones. Además, si Joe estaba destinado a ignorar lo que ella había aprendido de sus errores, no quería estar por ahí cerca cuando su tren chocara.
Había sido una tarde perfecta y agradable hasta que ______ sacó el tema de su familia. Joe lamentaba profundamente que estuviera al tanto de la historia de sus padres y del reciente encuentro con sus hermanos. Y, sin embargo, no se sintió inclinado a invitarla a irse cuando regresaron al muelle. Le divertía provocarla, ver cómo se le subían los colores a las mejillas, el destello de deseo de sus ojos que tan duramente trataba de ignorar.
—¿Quieres quedarte a cenar? —le preguntó—. Podría ir al bar de Jess y traer sopa de pescado de Molly. Todavía queda un poco del pan que trajiste.
______ giró hacia él aquellos ojos dorados con expresión afligida.
—¿Para qué?
—Para no morir de hambre —contestó él con ironía—. Podríamos jugar a las cartas después de cenar. ¿Qué tiene eso de malo?
—¿Póquer? —preguntó ella entornando los ojos.
—Si quieres, sí —contestó Joe, ocultando su sorpresa ante la elección. Creía que iba a escoger la escoba.
—De acuerdo, trato hecho —dijo ______—. Pero te advierto desde ahora que soy muy, muy buena. Ve a buscar la sopa. Necesito vitaminas. Y si Molly ha hecho tarta de manzana, estaría bien traer un pedazo. Y quizá podrías comprar unas barritas de chocolate en el supermercado.
—¿Traigo también un par de cervezas?
—¿Con chocolate? —______ se estremeció—. ¿Estás loco?
—Café, entonces —sonrió Joe—. Hay un poco abajo. Puedes prepararlo mientras voy al bar.
—Vaya —murmuró ______ haciendo un puchero—. Quería aprovechar para trucar la baraja.
Joe se rió. Cielos, cómo habían cambiado las cosas desde sus días de escuela. Si él hubiera tenido una profesora como ______, se habría enamorado el primer día y nunca se habría recuperado.
MiCy_Jonas
Re: El Destino de Joe [JoeJonas&_____]
OMFG!!!
son tan tiernos!! y tercos!! admitan que se desean mututamente,amense,casence, tengan muchos hijos tc etc!!
askdhsadkasd siguela cuando pudas!! :D
son tan tiernos!! y tercos!! admitan que se desean mututamente,amense,casence, tengan muchos hijos tc etc!!
askdhsadkasd siguela cuando pudas!! :D
helado00
Re: El Destino de Joe [JoeJonas&_____]
AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHH
ES EL DESTIIINOO LOS HERMANOS DE JOEEE LOOO DIJEEEROOONNNN!!!!
AAAIIIIII TIENES QUE SEGUIRLAAA
ES EL DESTIIINOO LOS HERMANOS DE JOEEE LOOO DIJEEEROOONNNN!!!!
AAAIIIIII TIENES QUE SEGUIRLAAA
chelis
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