Photograph.

Photograph.

We'll keep this love in a photograph.

Nicolette siempre ha disfrutado fotografiar, en especial a aquel chico que suele sentarse en el parque a la misma hora y en la misma banca todos los días.

Para ella, a través de los días, se le hace totalmente inevitable preguntarse qué pasa por la mente de Dixon, el chico del parque, cuando se sienta allí y su mirada queda perdida en el pasto. Y hay algo que Dixon no puede ignorar sobre Nicolette, tampoco. Así que cuando su inevitable encuentro ocurre, pronto descubren que no pueden estar el uno sin el otro.

Pero, ¿Dejará Dixon su pasado atrás para así poder estar con Nicolette?
 

Characters

+Rajiv Dhall as Dixon.
+Asyma Sefic as Nicolette
+Tanner Patrick as Dominique.
+Steven Kelly as Jaxon
 

Chapters.

here:

 

Hello... It's me

say hi to me:

 

Chapter one.

Cerré el computador de golpe al escuchar a mi madre llamarme. Me levanté y dirigí a su habitación a toda prisa, su voz estaba llena de desesperación, lo que provocó que también me desesperara. Segundos antes de llegar, sus gritos cesaron y temí lo peor; entré y la vi tirada en el suelo con los ojos cerrados y la piel tan pálida como un papel.

Corrí hasta ella y me agaché tomándola entre mis brazos, las lágrimas nublaron mi mirada y la desesperación me atacó provocando que salieran sin control. Observé la habitación y, de repente, recordé las películas y series que suelo ver; coloqué una mano en su cuello y sentí un pequeño bum bum, tan silencio y débil como la brisa.

Me levanté de golpe y tomé su celular de la mesa de noche, marqué el 911 y esperé a que contestaran 3 tonos después.

—Necesito una ambulancia de urgencia en la calle Russon— dije con la voz entrecortada.

—¿Qué sucede? — preguntó un hombre al otro lado de la línea.

—Mi madre está en el suelo inconsciente— respondí, ahogando un pequeño grito.

—¿Qué sucedió? — volvió a preguntar el hombre.

—¿Cree que si lo supiera lo supiera lo estuviese llamando? Manden una maldita ambulancia a la calle Russon.

—Va en camino— dijo. Colgué el teléfono y volví hacia mi madre, la tomé entre mis brazos y la abracé con fuerza.

Desde pequeña siempre habíamos sido solo ella y yo, no puede ser que, después de tanto tiempo compartiendo con ella y siendo su único sostén luego de que mi padre nos abandonara, simplemente me vaya a dejar, aquí, sola.

Ahogué un pequeño sollozo de solo pensarlo. Ella es mi mamá, no puedo solo perderla sin más.

Cinco minutos después escuché el timbre de la puerta y corrí escaleras abajo. Abrí la puerta y dejé entrar a los paramédicos, los dirigí a la habitación y ellos colocaron varios aparatos a su alrededor y en su rostro, luego, la pusieron en una camilla y se la llevaron.

Me monté junto a ellos en la ambulancia y fuimos rumbo al hospital. Sostuve su mano todo el camino, estaba tan fría y frágil, mientras que la mía temblaba como si fuese un celular en vibración.

Al llegar la llevaron a toda prisa y la entraron a una sala a la que no me dejaron pasar. Respiré profundo y me dejé caer en el suelo, tapé mi rostro con ambas manos y lloré, por primera vez en más de dos años estaba llorando por dolor. Había olvidado la sensación que producía en el corazón y eso hacía que doliera mucho más.

Me sequé las lágrimas y me senté en una de las sillas frente a la sala de emergencias donde habían ingresado el cuerpo de mi madre. Coloqué ambos pies sobre la silla tomando la posición que tanto utilizaba y coloqué ambas manos sobre las rodillas, dejando caer mi rostro en ellas una vez más. Pero, ésta vez no lloré, debo ser fuerte para cuando mi madre despierte me encuentre bien.

Ella despertará, eso espero, eso quiero, porque no podría volver a soportar tanto dolor.

Suspiré con pesadez lamentando no tener a quién llamar en momentos como éste. Sin padre, sin hermano y sin siquiera un solo amigo en quien confiar. Es extraño, lo sé, una adolescente que no tiene un amigo, pero, cuando la vida te da tantas traiciones, principalmente las de un padre, dejas de confiar en las personas. Se vuelven algo así como una clase de serpientes que solo buscan morderte y matarte.

—Familiares de Anastacia Greece— Escuché decir. Levanté el rostro y luego mi cuerpo para ir hacia el doctor.

—Soy su hija— dije al llegar.

—Señorita— Comenzó a decir con el ceño levemente fruncido y la mirada puesta en su porta papeles —Su madre está estable, pero tengo malas noticias en cuanto a su situación actual.

—¿Qué sucede doctor?— pregunté, sintiendo un nudo formándose en mi garganta.

—Su madre padece de cáncer, tumor cerebral, específicamente— Suspiré, sintiendo como las lágrimas amenazaban con volver a salir. Respiré profundo y las evité a toda costa.

—¿Puedo pasar a verla?— pregunto.

—Claro— Asentí con desgano y entré a la habitación. Su cuerpo yacía en la camilla de hospital, su piel tan pálida como el papel; sus ojos cerrados y varios cables conectados a su cuerpo. Su respiración era tan lenta y débil que se me hacía difícil no pensar que estaba muerta.

Tomé asiento a su lado y acurruqué su mano entre las mías sintiendo las lágrimas resbalarse por mis mejillas. Respiré profundo una vez más tratando de aguantar el sollozo pero se me hizo imposible.
Sollocé sobre su mano como una nena. Hace tiempo me hice la promesa de que nunca lloraría, sea cual sea la situación, nunca dejaría ver lo débil que soy. Pero, creo que no todas las situaciones son fáciles de aguantar sin llorar.

Me sentía débil y frágil, como una niña sin un lugar al que ir y sin alguien en quién refugiarse, pero creo que así era. El único lugar al que podía ir quizás era mi casa, pero no tendría a nadie en quien refugiarme o que me djera que todo estaría bien aunque supiera perfectamente que no será así.

Y eso es lo peor no confiar en alguien. Nunca tienes a esa persona que te recuerda que no estás solo y las cosas podrían cambiar.

Chapter two.

Apreté las cuerdas con un poco más de fuerza para lograr el sonido que tanto deseaba obtener, pero me era imposible. Los acordes no concordaban con la letra, la cual casi no tenía sentido además, el ritmo era peor que el funeral de un sacerdote.

La inspiración había escapado y había dejado la frustración en su lugar. Tiré la guitarra a un lado y me levanté de la cama, necesitaba salir con urgencia del lugar o moriría de estrés.

Tomé la camisa blanca de Arctic Monkeys que yacía sobre la silla del escritorio y me la puse. Salí de la habitación tomando mi celular de la mesita al lado del escritorio, bajé las escaleras y salí del lugar cerrando la puerta con llave.

Saqué los audífonos de la parte delantera del jean y pulsé aleatorio en mi lista de reproducción. Nickelback sonó con lullaby inundando mi cuerpo de tranquilidad. Quizás muchos digan que es una canción deprimente y que sólo los suicidas la escuchan para “sentirse mejor” cuando en verdad es todo lo contrario.

Y, sin duda alguna, era mi canción preferida. El video me recordaba demasiado mi vida, solo que en un sentido abstracto, era algo así como que el 50 por ciento del video era mi vida, y el otro 50 lo que podría haber sido.

Llegué al parque todavía escuchando Nickelback y me senté en la misma banca que solía sentarme a observar a los niños jugar cuando era pequeño. Este siempre había sido mi lugar de pensar, como mi refugio. El hecho de aquí había pasado los mejores momentos de mi vida, hacía que este lugar fuese tranquilizador.

Apreté el botón de encender para desbloquar el teléfono y así poder buscar una canción que me hiciera serenar un poco mi mente. Encontré How to save a life de The Fray y la pulsé.

Where did I go wrong I lost a friend cerré los ojos con fuerza evitando que las lágrimas salieran. Sentía como se me formaba un nudo en la garganta, deseaba gritar, golpear algo, lo que fuese, sin embargo, me quedé allí, tranquilo, con un millón de ideas rondando mi mente.

Si tan sólo hubiese estado ahí, si tan solo la hubiese abrazado, nada de esto hubiese pasado y ambos estuviésemos bien ahora. Pero no, no estuve allí, no contesté cuando me llamó por estar pendiente a la estúpida tarea y sacar excelente nota para así hacer sentir bien a papá. No estuve con ella luego cuando más lo necesitó.

Suspiré y abrí los ojos, esperando no volverme loco de repente y no golpear a la primera persona que pasara en mi frente; me quedé estático observando el césped. Siempre me había lamentado de aquella decisión, no era justo que por sólo un error pudiera perder tanto. Levanté la mirada y observé el cielo, estaba gris y era obvio que en poco tiempo empezaría a llover.

Me levanté del lugar y caminé hacia el pequeño café que había con vista al parque. Entré haciendo sonar una pequeña campana y me dirigí hacia una mesa cerca de la ventana.

—Buenas tardes, joven, ¿Qué puedo servirle?— preguntó una señora un poco mayor, con una cálida sonrisa en su rostro. Sonreí en respuesta y observé el pequeño menú que se encontraba en la mesa.

—Sólo un cappuccino de caramelo y una dona sin glaseado, por favor— respondí, colocando el menú en su lugar. La señora asintió con la misma sonrisa de antes y dio media vuelta para después desaparecer en lo que parece ser la cocina.

Desvié la mirada de la señora y la volví hacia mi teléfono. Tenía un mensaje de mi madre.

Mamá: ¿Dónde estás?
Yo: En un café frente al parque, ¿Por qué? ¿Sucede algo?
Mamá: Sólo quería saber, no te vi en casa cuando llegué.

Bloqueé la pantalla y levanté la mirada encontrándome con una pelirroja con la vista fija en una vieja cámara. Tenía una media sonrisa en el rostro y su pelo caía sobre sus hombros en ondas. Llevaba una camiseta negra con La sirenita en un estilo punk.

Fruncí el ceño preguntándome qué habría en aquella vieja cámara que la hiciera sonreír así. De pronto levantó la cabeza y me observó de la misma forma en que yo lo hacía, sólo que sonrojada, lo cual es gracioso, tenía un aspecto rudo pero estaba sonrojada.

Desvió la mirada y la volvió hacia la cámara, continuaba viendo fotos que la hacían sonreír y yo seguía preguntándome de qué eran aquellas fotografías.
Sonreí a medias y acepté con una sonrisa el pedido que había hecho minutos antes. La señora me dio un guiño de ojo y salió de allí. Fruncí levemente el ceño y me dispuse a tomar el café.

La chica continuaba en la misma posición que antes cuando me levanté del lugar. Pero, ésta vez tenía una libreta y no la cámara, su sonrisa había desaparecido y ahora sólo se encontraba con los labios y el entre cejo fruncidos.

Me volví a preguntar qué provocaba esa reacción en ella, y me molestaba, era su vida y yo no debería estar interesado en eso. Suspiré y salí del local dejando la lluvia caer sobre mí. Hacía rato que había comenzado a lloviznar pero no me importaba, la lluvia era mejor de la naturaleza y no estaría mal picar un resfriado, no tendría que ir a la escuela mañana.

Chapter three.

Nicolette.

Llegué a casa totalmente empapada, creo que luego de que el chico del parque se fuera no había más nada que hacer en aquel café, lo único que estaba haciendo era torturarme con las cuentas que debía pagar. El tratamiento de mamá es uno de los más caros y no encontraba como si quiera pagarlo.

Podría buscar trabajo, pero estoy en la escuela y entre las tareas y el curso de fotografía no tendría tiempo para un trabajo de, ni siquiera, medio tiempo. Aunque, creo que lo mejor sería dejar el curso de fotografía, es gastar dinero del que no tengo.

Me quité los zapatos al segundo en que entré a mi habitación y los tiré debajo de la cama, me lancé sobre ella y observé el techo. Los últimos días me los había pasado de la escuela a la casa y de la casa al hospital, y eso me estresaba. Últimamente no había podido, si quiera, ir al parque a fotografiar al chico de cabello negro.

Lo sé, era un poco raro ir al parque a fotografiar a alguien que ni siquiera conocía, pero, es que había algo en él que me llamaba y me decía “tienes que conocerme”.

Suspiré y me levanté para poder ir a tomar un baño e ir de nuevo al hospital, hoy era la última noche de mi madre y debía ir organizar todo para mañana.

Las puertas automáticas se abrieron desde que puse un pie en el lugar. Cerré el paraguas y me dirigí hacia la habitación de mi madre, no sin antes saludar al grupo de enfermeras que tan amablemente nos habían atendido en los últimos días.

—Hola mamá— Saludé, entrando a la habitación. El doctor se encontraba con ella y ambos conversaban animadamente.

—Hola, mi niña— dijo, en respuesta. Sonreí y coloqué el paraguas a un lado de la puerta. Me dirigí hacia ella para besar su frente.

—Te traje un poco de espagueti— dije, entrando mi mano en el bolso para sacar el envase que contenía los deliciosos espaguetis que a mi madre tanto le encantaban. Le entregué el envase y un tenedor para después sentarme; el doctor había salido en cuanto entré a la habitación.

—¿Cómo te fue hoy en la escuela?— preguntó, llevándose un poco de pasta a la boca.

—Bien— respondí, subiendo los pies a la camilla mientras me acomodaba en el sillón al lado de esta.

—¿Sólo bien?— En realidad no, todo había sido un desastre, no presté atención a las clases por pensar en ella, me gané detención, aunque no sea tan nuevo, y no he comido nada en todo el día por falta de apetito. Pero, no podía decirle todo eso, simplemente le caería mal y podría empeorar su estado.

—Sí, solo bien— me limité a decir con una pequeña sonrisa.

Duramos alrededor de una hora hablando hasta que se quedó completamente dormida. Me coloqué los audífonos y pulsé play dejando que Radiohead me hiciera sentir menos mal en estos momentos.

Aunque, a decir verdad, no era muy buena idea, Radiohead me hacía querer morir más de que vivir. Pero, sus letras eran tan perfectas que no podía evitar calmarme un poco con ellas.

Desperté por el fuerte ruido que emitía la pequeña máquina a la que mi madre estaba conectada. Su corazón había dejado de palpitar. Corrí hacia el pasillo gritándole al grupo de enfermeras que se encontraban al final de éste, todas corrieron hacia la habitación y sacaron una máquina del pequeño armario al lado de la camilla.

—Pequeña, por favor, llama al doctor, está en el 6 piso— asentí sin protestar y corrí al escritorio dónde se encontraban las enfermeras anteriormente. Tomé el teléfono y verifiqué la lista de números que yacía al lado del mismo. Marqué el número del 6to piso y esperé a que contestaran, 2 tonos después.

—Necesito al Dr. Snow, es una emergencia— digo, apenas entendible.

—¿Qué sucede?— ¿Por qué demonios siempre deben preguntar eso? Es decir, se supone que si llaman es porque es una emergencia.

—Anastacia Greece tuvo una decaída— respondí.

—Ya va en camino— asentí como si me estuvieran viendo y colgué teléfono. Corrí de vuelta a la habitación y encontré a 4 enfermeras sosteniendo a mi madre mientras una le daba electroshocks.

Segundos después el doctor apareció a mis espaldas y pidió a las enfermeras que me sacaran del lugar, pero me negaba mientras observaba a mi madre volverse cada vez más pálida.

Dos de las enfermeras me tomaron por ambas manos y me sacaron de la habitación provocando que callera sobre mi trasero. Cerré los ojos y las lágrimas comenzaron a rodear mis mejillas, una detrás de la otra, como si fuese una carrera hasta llegar al mentón y desaparecer.

Me reusaba a ver como mi madre caía en los brazos de la muerte así que me levanté y salí corriendo del lugar. No podría ver a la única persona que ha cuidado de mí muriendo, escapando de mí sin retorno.

Ambas puertas se abrieron dejándome salir sin problema alguno, todavía llovía pero aun así no me molesté en volver y taparme. Corrí hacia el parque esperando allí encontrar un poco de tranquilidad para poder llorar sin que nadie me viese y no pensar en que mi madre quizás no estuviera cuando volviera al hospital.

De repente, mientras cruzaba la avenida que dividía la ciudad del parque, una luz se hizo presente más fuerte de lo que debería ser, una bocina sonó y sentí mi corazón acelerarse al ver el auto tan cerca de mí. Sin dejarme oportunidad de escapar. 

me vas a abrir bc taehyung es lo mas sexymente tierno que hay: