when cupid goes wrong

Gianna Mallor no podía creer lo que estaba presenciando. Había soñado con ese momento toda su vida y posiblemente desde que conoció a Matthews.
De pequeña solía jugar con su prima Maya. Le robaban vestidos a su madre y joyería. Se maquillaban como podían, en general, manchando toda la ropa, algo que le traía problemas después. Maya era la dama de honor y solía acomodarle el falso velo que creaban con una sábana vieja, entregarle las flores que sacaban del jardín y auspiciar la boda entre ella y el señor Pebbles, su oso de peluche.

Pero ahora eran mayores, su prima estaba muy lejos del matrimonio y ella estaba a punto de cumplir su sueño.
—  Si— contesto entre lágrimas. Su ahora prometido yacía aun arrodillado con una pequeña cajita negra en la mano y un hermoso diamante dentro. Era sencillo, era perfecto. No podía imaginar nada mejor.  
Matthews tomo su mano y con una gran sonrisa en la boca, coloco el anillo en el dedo anular, sellando por fin el pacto.

—  Te amo— logro decir el moreno. Estaba igual de emocionado que ella. Se levantó y beso a su novia con quien iba a compartir el resto de su vida.
— Te amo más, mi vida— respondió entre besos.

Una ola de aplausos los interrumpió. Todos en el restaurante habían presenciado la escena, algunos estaban tan felices como ellos. Uno de los camareros se acercó y mientras los felicitaba, abría una botella de Don Perignon para servirles una copa de champagne a cada uno.
Brindaron por todo lo que habían pasado y por esa nueva aventura.  


Si de algo estaba seguro Cristofer Coppola era que la re inauguración de “Devil Bar” era todo un éxito. Compro el lugar hacía ya un año y había pasado de ser un espacio donde los adultos se juntaban luego del trabajo a beber whisky y hablar de la suba de la bolsa, a uno donde cualquier adolescente con hormonas en desarrollo querría estar. Pero su dueño tenia normas muy estrictas.
Cris era un hombre muy fanático de la noche, más de una vez había perdido la conciencia y despertado en algún banco de plaza, pero él no iba a permitir eso en su bar. Mucho menos si eso involucraba abogados, contadores y jueces criticando su actitud en una corte. Tampoco iba a darle de que hablar a su familia. Suficiente tenía ya con que su madre mandara a seguirlo para ver en que estaba metido.

— ¡Oye Cris!— lo llamo su amigo desde el patio interior con una voz muy clara que denotaba su estado de ebriedad. Minho era como un hermano para él, pero cuando se trataba de alcohol sabía muy bien que no podía controlarlo.
— Alistair. Evan—  llamo a sus empleados que estaban detrás de la barra— Muy buenos tragos. Pueden tomarse un descanso, le diré a Jaden que se encargue por un rato— continuo. Los chicos le agradecieron y enseguida se encamino hacia afuera, saludando a sus invitados de vez en cuando que lo felicitaban por la remodelación del lugar.

No había hecho grandes cambios, solo había aprovechado el conocimiento adquirido durante todos sus viajes. Mantuvo las paredes de ladrillo que le daban un toque industrial, lleno de pinturas algunos sectores, algunas de su autoría, otras las había encontrado en el mercado de pulgas junto con las sillas vintages en color negro típicas de algún bar de los sesenta. La iluminación le daba el toque perfecto, no era oscuro como para caerte ni muy iluminado para evidenciar que ya tenías varias copas encima. Pero lo mejor estaba al final, cerca del ingreso al patio interno. Unas máquinas de video juego habían sido adaptadas para que entregaran fichas intercambiables por alguna bebida cada vez que ganaban una partida, así podías fusionar lo mejor de la infancia con la vida de adulto.
Sabía que era lo mejor porque todos estaban haciendo filas para disfrutar.

—  Maya, estas hermosa hoy— comento a la camarera que estaba atendiendo una de las mesas.
—  Como siempre Cristofer— respondió ella mientras tomaba el pedido en su pequeña libreta.
—  Eso lo veremos cuando termine este día— coqueteo continuando su camino. Era una especie de broma que tenía con sus empleados.
Le gustaba la sensación de ser un jefe desestructurado, alguien en quien pudieran confiar. Incluso los invitaba a comer algunas veces y les llevaba regalos en sus cumpleaños. “Empleado feliz, mejor trabajo”, era su lema.
Encontró a su amigo en una de sillas colgantes del patio, con otra bebida en la mano. Estaba feliz, hablando con algún desconocido.

— Que sea gratis no significa que tengas que beberlo todo, Minho— lo interrumpió. El chico brinco de la hamaca y lo abrazo muy emocionado.
— Solo estoy haciendo un control de calidad— respondió su amigo. Christofer soltó una carcajada.
— Cariño mío, no creo que sea necesario. Los chicos llevan más de un año trabajando, si estuvieran mal, ya me habría fundido— explico, quitándole el vaso a Minho.— Además, a ti ni te gusta el Gin.
—  ¿Cómo sabes que es Gin?
— Porque lo huelo en tu bebida. Sin mencionar que, como dueño de este lugar, conozco todos los tragos que se sirven y este, cariño, es un Gin Tonic de frutos rojos o como Evan lo bautizo, “Vampiro”.
— ¿Vampiro? -pregunto Bae.
— Sí, porque te hierbe la sangre.
— Ahora todo tiene sentido- respondió volviendo a tomar su vaso para dar un sorbo.
— Lo que yo quiero es que no pierdas el sentido— dijo Cristofer, sacándole la bebida a su amigo, de nuevo. Bae lo miro con mala cara.— Después te pones mimoso y no me hago cargo de lo que pueda llegar a pasar…
— No sé de qué estás hablando— lo interrumpió Minho. El castaño pudo ver el rubor aparecer en la cara del chico cuando hizo el comentario.
— Es una broma, Bae— le quito importancia. Le gustaba mucho molestar a su amigo con el día en que se conocieron. Ambos estaban pasados de copa y terminaron besándose. De ahí nació una hermosa amistad que ya tenía varios años.
— Muy gracioso Cristofer— respondió, dando el ultimo sorbo de su bebida.— Después no te la aguantas.
— No lo voy a negar.
— Iré por otro— dijo Minho, señalando el vaso y antes de desaparecer entre la gente, le pego una palmada en el trasero a su amigo. Cris se rio.
Bae era una de las mejores cosas que le habían sucedido. Era en quien se apoyaba cuando lo necesitaba y a quien acudía cuando tenía dudas. Sentía que podían ser hermanos, de distintas madres y nadie se daría cuenta, a pesar de que tenían personalidades un tanto diferentes.

Continúo saludando a sus invitados que estaban disfrutando el patio interno. Algunos se tomaban selfies en el jardín vertical que había en una de las paredes, otros disfrutaban de las sillas que colgaban del falso techo que había creado con vigas de madera. Estaba lleno y en parte de debía a que lugar estaba ubicado estratégicamente entre una de las pizzerías más reconocidas de Chicago y la avenida de los teatros.
Tomo un par de fotos del momento para subirlo luego en las redes sociales de su bar antes de ser interrumpido por Maya.

— Cristofer— llamo su atención.— Hay un problema— continuo. El chico frunció el ceño esperando que la rubia siguiera con su relato.— La policía llego hace un momento, quieren hablar con vos— dijo por lo bajo.
— ¿La policía?
— Sí, no sé qué quieren, solo entraron y estaban revisando a todos…
— Quieren hablar con el dueño— interrumpió Alistair, quien entro en escena preocupado.
— No entiendo que puede estar mal— respondió Cris, asomándose hacia adentro para comprobar lo que le estaban comentando sus empleados.
— Dicen que es por venta de drogas— aclaro Alistair.
— ¿Drogas?— pregunto Maya.
— ¡Mierda!— soltó Cristofer caminando hacia la entrada seguido por sus colegas.
Los presentes ya habían comenzado a murmurar entre ellos y la música había bajado de manera considerable. El castaño era incapaz de comprender lo que estaba sucediendo.
Todo estaba hecho bajo las normativas municipales, incluso retraso la inauguración para esperar la habilitación de la barra. No había nada oculto en su negocio y mucho menos drogas.

— Debe haber un error. El señor Coppola estará en un momento con ustedes— escucho a su amigo aclararle a uno de los policías. Su estado de ebriedad había desaparecido, aunque se podía oler el alcohol cerca de él.— Ahí está, Cristofer Coppola— señalo hacia el cuándo llego a la barra.
— ¿Usted es el dueño del lugar?— pregunto el oficial.
— Así es, Christofer Coppola— se presentó.— ¿En que lo puedo ayudar?
— Queda arrestado por el comercio de sustancias ilegales.


— ¡Felicitaciones!— dijo Aurora Miller a penas ingreso al bar y se fundió en un abrazo con su amiga. Gia paso el día entero entre felicitaciones y compañía. Todos querían saber la fecha, donde seria, cuando compraría el vestido, aunque ni ella misma lo tenía claro. Apenas habían pasado veinticuatro horas de la propuesta de Matt, pero no podía negar que le gustaba un poco la atención que estaba recibiendo.
— Gracias Rory— comento volviendo a tomar asiento en la pequeña mesa del bar que su prima había reservado por ella. Entre tantas cosas, olvido que Maya la había invitado a la inauguración del lugar donde trabajaba, y a pesar de que no era un lugar que frecuentara con su amiga, accedió a ir con la condición de que le contara todo el chisme.
— Quiero saber todo. ¿Cuándo será la boda? ¿Cómo fue la propuesta? Te juro que hacen la pareja perfecta— comento la rubia con entusiasmo.— Sabia que iban a terminar juntos, se conocen de toda la vida.
— No sé si de toda la vida, pero…
— Pero la mitad de ella seguro— la interrumpió su prima sentándose junto a ella con una botella de champagne y tres copas.— Hola Rory, tanto tiempo— saludo a la otra rubia en el grupo.
— Hola Maya, ¿Cómo va?— saludo. Gianna sabía que no tenían una muy buena relación, pero se toleraban. Eran dos polos opuestos o al menos eso era lo que mostraban.
— Como se puede, con mucho trabajo. ¿No quedo bueno el lugar?— Gia asintió mirando las pinturas que tenía frente a ella.
— Pensé que sería peor- bromeo la castaña.
— Son de mi jefe, aunque no lo crean. Cristofer además ser empresario también le gusta mucho el arte.
— Todos tienen algún don oculto— dijo Aurora sirviendo el champagne en las copas.
— Mi jefe debe tener varios, seguramente— comento Maya para luego beber un poco de su vaso. Por un momento se quedaron en silencio, contemplando el lugar al mismo tiempo que saboreaban el champagne. Gia sabía que Maya no se sentía muy cómoda hablando sobre matrimonio así que evito sacar el tema.— Hablando de Roma— continuo la rubia. El dueño del bar la estaba llamando desde la barra. Se levantó, terminado su bebida de un solo sorbo y le dio un beso en la mejilla a su prima.— La casa invita.
Fue lo último que dijo antes de encaminarse hacia la otra punta del lugar para reunirse con sus compañeros.

— Como te estaba contando- continuo Gianna. – Matthews quiere que vayamos despacio. No tenemos apuro en casarnos.
— Además, sería solo un título más. Están juntos todo el tiempo, viven juntos, trabajan juntos. Son como una “couple goals” de Instagram— bromeo Aurora.
— No sé si tanto, pero queremos hacerlo tranquilos, sin necesidad de andar a las corridas.
— Deberían hacerse una cuenta juntos. Serian como Kate y William de Chicago— continuo su amiga. Gianna soltó una carcajada por la ocurrencia de Rory.
— Matt no deja que le saque fotos, ni estando dormido.
— No tiene por qué enterarse— ambas rieron por el comentario.— Por Gianna y Matthews— soltó su amiga levantando la copa para brindar.

Entre charla y charla, el tiempo corrió y dos botellas de champagne y un trago después, Aurora se retiró con la excusa que debía levantarse temprano.  La realidad era que, si continuaban tomando, lo más probable es que terminarían ebrias cantando en algún karaoke, y ya no estaban para eso.
La castaña finalizo su bebida y se puso de pie sintiendo como el alcohol se acumulada en sus piernas y la hacían vibrar un poco. Pensó en despedirse de su prima, pero en cuanto la vio hablando con su jefe en la parte trasera del lugar decidió no molestar.
Camino al baño para acomodarse un poco. Posiblemente cuando terminara, Maya ya estaría disponible y podría llamar a su prometido para que la buscara.

— No pueden hacernos esto. Mi prima es abogada, no va a quedar así— escucho a su prima gritar cuando salió del baño. La música ya no estaba sonando y las personas estaba todas paradas, murmurando cosas a su alrededor. Gia no entendía lo que había pasado en los cinco minutos que paso en el tocador.
— Vino la policía— le aclaro una muchacha al ver su cara de desconcierto. La castaña se puso en puntas de pie para ver entre la multitud, a pesar de que tenia tacones, su altura de por si no la ayudaba. Efectivamente vio a su prima discutiendo con un oficial en conjunto con sus compañeros de trabajo.
“Maya querida, ¿Cuándo vas a aprender a callarte la boca?”, pensó.

— Disculpa- volvió hacia la chica que le había informado los sucedido- ¿Sabes porque están acá?
— Dicen que es porque el dueño está metido en el narcotráfico.
“Mierda, mierda, mierda”, maldijo en su mente. Le agradeció a su informante y comenzó a abrirse paso entre la gente, al mismo tiempo que bajaba un poco su falta y acomodaba su cabello para parecer un poco más profesional.

— Ahí está— soltó su prima cuando llego a la entrada, entre la barra y la puerta de salida. Considero tomar la segunda opción y desaparecer, pero no podía dejar a Maya ahí.— Ella es mi abogada— continuo la rubia escabulléndose de los policías para llegar al lado de ella. El dueño del bar las miro y por un momento pudo verlo a la cara. Estaba tan desorientado como los demás, algo le que transmitió confianza a Gianna. – Por favor prima, necesitamos tu ayuda. Nos están acusando de algo que nada que ver, por favor. Prometo no molestarte hasta fin de años.
La castaña miro a la chica y vio el pánico en sus ojos. Sabia de antemano que no iba a cumplir la promesa, pero sintió la necesidad de ayudar. Además, era su prima.

— Gianna Mallor— se dirigió al policía, mostrando su tarjeta de presentación— Abogada del señor…
— Coppola. Cristofer Coppola— aclaro el hombre cuando Gia lo miro fijamente buscando su intervención.
— Abogada del señor Coppola— continuo. Pudo ver la duda en los ojos del uniformado y es que en el mundo machista en el que vivían, una mujer con pollera de eco-cuero y top rojo tenía el target de una cámara y no de una profesional.— ¿De qué se lo acusa a mi cliente?— pregunto, ignorando por completo la sugestión del policía.
— Venta de drogas, señora.
— Señorita, por el momento— lo interrumpió, tomando el papel que denunciaba claramente el comercio de sustancia ilegales. Suspiro comenzando a leer.
No era su fuerte. Hacía muchos años que no tenía un caso como ese. Su carrera se basaba en casos relacionados con abuso de autoridad, violencia de género y delitos laborales, pero su padre podría ayudarla.
El señor Coppola se acercó a ella y sin dudarlo le dijo al oído.
— Te pagare lo que quieras.
“Claro que lo harás”, pensó la castaña, alejándose de él.

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