The last Christmas. (Primer Lugar: Drabble Navideño)

25 de Diciembre de 2008. Lahore, Pakistán.

—Dios, por favor, ayúdame. —Su voz es apenas un susurro inaudible en el silencio nocturno. La soledad se inunda con estruendos a lo lejos, las calles están desoladas, las persianas cerradas herméticamente. Las personas aguardan por la llegada de un nuevo día, en la quietud de su hogar.

Excepto Farid.

Él tiene una misión.

1, 2, 3… Se echa a correr calle abajo. Su pulso se dispara al cielo cuando escucha sus propios pasos. No hay sombras que lo protejan, no hay paredes que sirvan de escudo, cualquiera podría verlo. Cuando llega a la esquina, se pega al muro y se esconde de la vista de aquellos que caminan por la noche. El corazón de Farid está desbordando, y en su interior se mezcla el terror, la ansiedad y la agitación. Cierra los ojos, sus latidos parecen ser tan fuertes como un tambor de protesta, y por un segundo piensa que lo han oído.

—Hay que vigilar bien las calles. —Dice una voz a sus espaldas. Su sangre se congela y sostiene la respiración momentáneamente. El chico de mirada azulina y cenicienta se aferra al portafolio en sus manos y lo presiona fuertemente contra su pecho, lentamente el coraje lo embriaga por completo. Agudiza el oído y sigue escuchando. —Esta noche es Navidad para los cristianos. Ya sabes que suelen reunirse… —La voz masculina se apaga y se aleja junto con los pasos que suenan sobre la tierra. La sensación de alivio lo llena y lo lleva al borde de las lágrimas.

Mira tres veces antes de salir de su escondite, pero esta vez va caminando, para no levantar sospechas.

—¡Eh, niño! — Farid se detiene e intenta, como acto reflejo, regularizar su respiración. Dos hombres se acercan, observándolo ferozmente. — ¿Qué haces fuera a estas horas de la noche?  —Presiona fuertemente la maleta en su puño ya que su vida, literalmente, depende de ello. Sus manos estan temblando, sin embargo se las arregla para disimular el vértigo que arraza su estómago, y responde.

—Voy a ver a mi novia, señor. —Su voz no se ha quebrado, pero un nudo crece en su garganta, como una bomba a punto de explotar. El hombre frente a él sostiene un arma en su izquierda, pero Farid no necesita verla para saber que está allí.

—Muéstrame lo que llevas ahí dentro. —Él ordena, y Farid se apresura en cumplir. Abre la pequeña maleta, dejando ver su interior. —Ropa femenina… unas flores. —Suelta un bufido y su compañero se ríe burlonamente. Farid siente su rostro llenándose de sangre, pero permanece callado. —No quiero volver a verte por aquí a estas horas ¿me oíste? Menos una noche como hoy. Desaparece, o nos haremos cargo de ti. —La amenaza es inminente, Farid asiente en silencio, guarda sus cosas en la pequeña maleta y ante la señal, sale disparado de allí. Sus pasos, al igual que su corazón, galopan a una velocidad inimaginable. Tan solo tres calles más allá, él se adentra por una abertura y recorre un angosto pasillo. Del otro lado, abren la puerta y Farid contempla los resplandecientes ojos esmeralda de una niña que lo espera con los brazos abiertos y se aferra a él con toda la fuerza que posee.

—Tranquila, todo está bien. —Murmura el joven sobre su cabello. —¿Te parece si empezamos? —Sus ojos se encienden en un brillo de esperanza y emoción. Hermano y hermana se sientan en el suelo de la habitación, en la humildad crece la riqueza de su espíritu. Farid abre el trasfondo de su maleta y saca un viejo libro. Maltratado por el tiempo, guardado por gracia... El alma de su pequeña familia vive de sus páginas. Sahar se acomoda sobre el regazo de su hermano, ambos cierran los ojos y agradecen a Dios por estar juntos. Por estar vivos. No tienen mucho… mas no les falta nada. Él comienza con una historia que ella conoce de memoria, pero su corazón se acelera de dicha cada vez que su hermano se la cuenta. Hace más de dos mil años, un hombre llegó al mundo, vino para traernos paz en tiempos de guerra y amor en tiempos de frialdad. Vive en nuestros corazones y nos regala una vida de eternidad. Murió por nosotros, y nosotros vivimos por Él. Su luz brilla dentro nuestro, y no dejaremos que se apague.

No dejaremos que se apague.

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