Me, myself and I.

Me encontraba observando el valle de mi tribu desde una roca alta y escondida, donde no iba a ser encontrada por nadie.
El horario de entrenamiento de combate cuerpo a cuerpo había terminado y ahora estaba libre por el resto del día ya que no tenía planeado salir a cazar al bosque.
Zeus, mi compañero lobuno de pelaje negro como el de una pantera, se encontraba acostado a mi lado, descansando y disfrutando del momento de paz que teníamos.
–¡Woods! –Una voz que llamó mi nombre hizo que mi momento de paz se desvaneciera.
Solté un leve suspiro de molestia y volteé para ver a mi segundo al mando, quien trataba de escalar por las rocas para llegar a mi santuario alejado de todos.
–¿Sucedió algo? –Pregunté, arqueando una ceja.
–No logro encontrar a Gal. –Dijo, haciendo que instintivamente me pusiera de pie.– No está en el valle.
–¿¡Salió!? –Gruñí, mirando mal al chico.– ¡Ve por mi caballo, ahora! –Ordené, haciendo que él desapareciera de mi vista para correr hacia los corrales.
Bajé de la roca dando varios saltos y lastimando un poco mis tobillos, pero le resté importancia y corrí hacia la entrada principal del valle, tomando mi arco y flechas en el camino. Me metí a la cueva e inhalé profundamente, para luego lanzarme al agua y comenzar a nadar tan rápido como podía.
Luego de nadar por el túnel, salí por un pequeño hueco de agua que estaba en la cueva detrás de la cascada. Corrí por allí, moviendo las ramas y hojas que escondían la cueva y salí corriendo por la cascada, terminando totalmente empapada.
Unos segundos después vi a mi compañero lobuno salir detrás de mí.
Ambos corrimos hacia la entrada lateral del valle, donde mi segundo al mando me esperaba con mi caballo blanco, Trueno.
Me subí a él rápidamente y tomé las riendas, para luego mirar al chico.
–Corbyn, cuida de todos mientras no estoy. Nadie sale y nadie entra hasta que encuentre a mi hermano. –Hablé, seria.
–Ten cuidado, Woods. –Respondió.
–Tú ten cuidado. –Fruncí el ceño y salí cabalgando por el bosque, siendo seguida por Zeus.
Niño estúpido. Estúpido, estúpido, estúpido.
Le voy a dar una paliza cuando lo encuentre.
Lo encerraré en el pozo y no lo dejaré salir por tres días. Sí. Eso haré.
Cabalgué por media hora, hasta llegar al lugar al que siempre íbamos juntos cuando nos aburríamos de estar en el valle. Pero no estaba allí. El claro del bosque estaba vacío y no había rastro de mi hermano menor.
–Zeus, búscalo. –Dije, mirando a mi compañero.