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Mensaje por BellamyGirl Dom 22 Nov 2015, 3:32 pm

» Perfectamente contrarios « [NECESITO LECTORAS :( ] 2n157yo
¿Alguien débil? No, Liv Rosseau era todo, menos débil. Poseía un carácter fuerte que era difícil de dominar o siquiera llevar. Ella es el tipo de chica que puede ser encantadora, o una verdadera pesadilla. 
  
 Demián se cruzó en su camino cuando ella estaba en puntos culmines de su vida, y aparte de ello, descubriendo los primeros indicios del secreto que ocultaba su padre. Para ella no era más que un simple niño rico, caprichoso, egocéntrico y narcisista, que tenía absolutamente todo lo que quería, aunque ignoraba plenamente que el la quería a ella, y no descansaría hasta tenerla.
  
  Un juego, o hechos sin compromisos que poco a poco se van tornando importantes en la vida de ambos.  Los juegos quedan fuera entre ellos, aunque ambos temen dar su brazo a torcer y dejar que los sentimientos fluyan con naturalidad.
  
Liv sabe que jamás logrará ser parte del entorno de Demián, sabe perfectamente que sus vidas son diferentes, y ella se niega a ser la entretención de momento de un chico rico que está aburrido del lujo, y las falsas caretas.
  
  Ambos saben que algo entre ellos puede resultar caótico, y al principio no saben con plena certeza si están dispuestos a cambiar su estilo de vida por el otro.
  Para recibir, uno debe dar. Para que algo resulte, debes atenerte a los cambios que podrían surgir en tu vida. 
  
  Demián y Liv son personas que han estado sumidas toda su vida en la plenitud de estar solos, y no querer algo para si mismos con completa exclusividad, hasta que se conocen. 
  
  Sentimientos como los celos, el amor, el odio y hasta la ira, salen a flor de piel de ambos, y ahí es cuando se dan cuenta de que sus historias no deben ser unidas, o la mezcla podría ser fatal. 
  
   "Todos tenemos sombras con las cuales cargamos, aunque no todas pueden salir a la luz para desaparecer."


 * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * 


Soy Bellamy Girl, y esta es mi segunda novela que publico aquí.  Pueden encontrarme en wattpad como "BellamyGirl"
PERFECTAMENTE CONTRARIOS: https://www.wattpad.com/myworks/38835643-perfectamente-contrarios
ENDLESS: https://www.wattpad.com/myworks/39359420-endless

PERFECT FOR YOU (Harry Styles) : https://www.wattpad.com/myworks/55049994-perfect-for-you 


Última edición por BellamyGirl el Lun 23 Nov 2015, 12:28 pm, editado 1 vez
BellamyGirl
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» Perfectamente contrarios « [NECESITO LECTORAS :( ] Empty Re: » Perfectamente contrarios « [NECESITO LECTORAS :( ]

Mensaje por BellamyGirl Dom 22 Nov 2015, 3:34 pm

[ UNO ]









Los acontecimientos de la semana cada vez, lograban mantener a Liv a punto de la frustración. La universidad, el trabajo en la cafetería y aparte de ello, tener que lidiar con la ausencia de su padre durante los días, era algo que la tenía en un punto de estrés crítico. 


Al perder a su madre a los doce años, tuvo que hacerse cargo de Alan, su hermano, ya que su padre entró en un punto de depresión en el cual evitaba inclusive hablar con sus hijos. Pasaba días encerrado en su despacho, lugar donde tan solo comía, o ingería alcohol.  Gracias a algunos familiares que aportaron ingresos monetarios, vivieron bien, hasta que ella cumplió los dieciocho años. 


Ahí, justo cuando iba a ingresar a la universidad,  tuvo que tomar un empleo de medio tiempo en una de las cafeterías centrales de la ciudad de Los Ángeles, para poder costear sus gastos, y los de su hermano.


Su relación con Joseph, su padre, iba de mal en peor. Fueron aproximadamente dos años los que estuvo sumido en la depresión, para luego salir e ignorar por completo la presencia de sus hijos. Salía, volvía a altas horas de la madrugada, y no se preocupaba en lo más mínimo por el bienestar de los menores, o así fue hasta que necesitó algo de ellos, como pasó cuando Liv tenía apenas diecinueve, y acudió a ella en busca de dinero. Ahí, es cuando ella supo que su padre estaba en malos pasos, aunque jamás mencionó palabra a su hermano.


Alan, había cambiado radicalmente desde la muerte de su madre. Había pasado por crisis de pánico donde había terminado en el hospital, o en la comisaría, detenido por el hecho de golpear a alguien hasta provocarle la inconciencia.
Nada era color de rosa en la vida de Liv, pero ella trataba de sobrellevarlo de la mejor manera.


Había entrado a la universidad para estudiar una licenciatura en química , tomando una de las becas por excelencia académica. Sus calificaciones eran perfectas, y ello era reflejo de lo entusiasta y comprometida que era con los estudios. Llevaba apenas dos años en ello, y sentía como su vida se iba complicando cada día más. 


Finalizando una de las últimas clases, optó por dirigirse a casa enseguida. Debía cambiarse, y dirigirse a Cyanne's la cafetería donde llevaba tiempo trabajando. Tomándose el trabajo de tomar el tedioso autobús, estuvo en su hogar en cuestión de treinta minutos, y al ingresar, comprobó lo que pensaba. Alan aún no llegaba, o si se encontraba en casa, debía de estar con alguna chica encerrado en su habitación.


Alan era de una determinada forma, todo lo contrario a lo que fue ella durante sus años de secundaria. El era popular, fiestero, despreocupado, y cosas de esa índole. Alan vivía su vida, aunque era parte de la vida de Liv también. Amaba a su hermano con todo su ser, y era básicamente su apoyo incondicional. Siempre que el la necesitó, ella estuvo ahí para el, sin dejarle solo. 


Se apresuró a dirigirse a su habitación, y una vez en esta, comenzó a rebuscar su ropa de trabajo que consistía en un par de jeans oscuros, y una camiseta en tonos pasteles, que tenía las letras "Cyanne's" escritas en color blanco, con algunos brillos. Debía acompañar aquello con una coleta alta, que muchas veces detestaba. 


Se vistió con prisa, y tecleando un mensaje, comprobó que Tristán, su compañero, pasaría por ella a buscarla.
Cuando escuchó la bocina del viejo Chevrolet de Tristán, tomó su bolso con ropa de cambió y prosiguió a bajar, para saludar al chico de cabello oscuro con un cariñoso beso en su mejilla.


Todos creían que ellos estaban juntos, aunque aquel era un tema que ninguno se atrevía a tocar.
Se habían besado un par de veces en una que otra fiesta, cuando ambos mantenían una alta cantidad de alcohol en su organismo, e incluso, habían dormido juntos, asegurando que algo más que "dormir" haya ocurrido, aunque ninguno hablaba de eso. Tristán estaba con otras chicas, y Liv no mencionaba palabra de ello, ya que no le molestaba.


El que ella no buscase una relación, y no quisiese ir en serio con ningún chico, era algo que le acomodaba. Ese temor que mantenía a confiar en una persona que no fuese su hermano, siempre estaba presente.


Su tarde de trabajo fue normal, como todas, aunque las burlas entre sus compañeros estuvieron presentes cuando tuvo que ir a atender a la mesa nueve.


 - El chico rico está en la mesa nueva, y ¡Adivina! La chica que viene con el, tiene menos pechos que la de ayer, es casi un milagro.- 


El comentario de Dana, provocó que Liv soltara una notoria risa, negando por ello.


- Es un completo mujeriego, a todas sus conquistas las trae al mismo lugar. ¿Sabrá él que hay diferentes cafeterías en la ciudad?- 




Cuestionó, a lo que Tristán habló por lo bajo, al finalizar las risas femeninas.


- Lo más probable es que se acueste con ellas en la misma cama, o en el mismo automóvil. Y por cierto, Liv, te toca atenderlo.- 




Un suspiro por parte de la rubia, hizo que todos rieran. Ella negando, y entre reclamos, se dispuso a avanzar hasta la mesa donde el tipo alto y de cabello color rubio ceniza se ubicaba, y ocupaba las mismas técnicas de coqueteo con la chica del día.


- ¡Por fin!  - Espetó la castaña cuando Liv apareció en su mesa con una libreta y un lápiz.  - El servicio aquí es horrible, han demorado casi diez minutos en atendernos. Veamos si esta rubia sabe hacer algo. A ver, cariño. - Inquirió hacia Liv, la cual mantenía un semblante sorprendido por sus palabras. - Quiero un batido sin calorías, con sabor a fresa. Un pastelillo de chocolate, y dos botellas de agua sin gas, algo fácil, para que no te equivoques - Pronunció, tratando de elevar el torso para que sus pechos se viesen más prominentes hacia la vista del chico millonario.- ¿Y tú, Dem? ¿Que vas a querer, cariño?- Preguntó.


- Un expreso. -  Pronunció el chico en un tono grave.


Liv respiró de manera profunda, intentando darse paciencia. No podía negar que la chica provocaba que las ganas de golpearla aumentaran, en especial por aquel chillón tono de voz que mantenía. 
Una sonrisa irónica se plasmó en sus labios, y optó por tomar venganza.


- Batido sin calorías de fresa, pastelillo y dos botellas de agua, listo. Y para el señor, lo de siempre. Es gracioso, todas siempre ordenan lo mismo, casi te confundo con la chica de ayer. - Expresó con verdadera diversión ante el rostro desfigurado de la castaña, que fulminó con la vista al chico, el cual casi se ahoga ante lo desprevenido que le tomó el comentario. - Ahora, con permiso.- 




Con una sonrisa ganadora avanzó hacia la cocina, escuchando como la chica explotaba en rabia, y comenzaba a recriminarle cosas al chico, el cual se mostraba algo nervioso. Danna palideció cuando vio a Liv entrar, y por ello, la rubia se lo tomó con gracia.


- Alguien debía de darle su merecido.-  Se defendió Liv, aunque el color abandonó su rostro en cuanto vio a Elena con cara de pocos amigos. 


Si, la dueña de la cafetería, le había visto. Perdería su trabajo, eso era seguro. El nerviosismo le recorrió por unos segundos, y escuchó la voz de la mujer dirigirse a ella.


- A mi despacho, Rousseau. - 




Era el final, tendría que buscarse otro empleo, eso era seguro. De malas ganas le dio el pedido a Dana, y esa se apresuró a prepararlo, para llevarlo a la mesa que aún se destacaba por los chillidos de la castaña. 
Liv avanzó hacia donde Elena había indicado, y al entrar comenzó a escuchar la reprimenda de esta, resoplando con suavidad.


- ¿Sabes quien es el chico? ¿Tienes una jodida idea? ¡Dios! Si quisiese, podría cerrar mi cafetería, Liv. No tienes una maldita idea de lo que haces. Sus padres son los sostenedores de este lugar. -


La rubia mantenía la vista baja, aunque tras agunos segundos, se defendió.


- La chica me trató como si fuese una estúpida, no tengo porqué soportar algo así.- 


Su tono de voz había sido firme. Si debía irse, lo haría.


- La chica puede tratarte como se le de la gana. Su dinero es el que paga el trasero de todos aquí. Eres una de mis mejores empleadas, pero esto no puede ser, Liv. Es el tercer strike, sabes lo que debo hacer. - 




Elena hablaba notoriamente molesta, pero Liv no dejaría que pasaran a llevar su orgullo.


- Sé lo que debes hacer, y realmente, da igual Elena. Te aprecio, pero el maldito pensamiento de "Ellos pueden tratarte como deseen" es bastante jodido. Hay algo llamado respeto propio, y si entregas eso por dinero, estás perdida. ¿Sabes? No me des el dinero del mes que llevo. Guárdatelo, yo renunció. - 




Todos sabían lo explosiva que solía ser Liv cuando se lo proponía, y hasta Elena temía de ello. Su rostro estaba fijo y sorprendido, no lo podía creer. La rubia no demoró mucho en ir por sus cosas, y cambiarse lo más rápido posible, calzando ahora una falda en tono rosa pálido que iba desde su cintura, hasta la mitad de sus muslos, junto con sandalias altas, y una blusa blanca, algo holgada. Soltó su cabello, y lanzó lejos la camiseta del lugar, junto con el prendedor que decía "Liv". 


- Liv... No deberías salir aún .- 




Mencionó Dana con evidente nerviosismo cuando vió como la rubia se disponía a salir. Afuera, se escuchaban los reclamos masculinos y la voz de Elena disculparse. Liv no perdió tiempo, y avanzó por al lado de ellos, aunque se detuvo al escuchar la frase:


"Tienes a una maniática incompetente como empleada. ¿Para eso te pagan mis padres?" 


Aquello le hizo hervir la sangre. Podían decirle cualquier cosa, menos que era una incompetente. Con toda la ira que tenía, tomó el batido en color rosa de la chica que se mantenía ahí, y lo vertió sobre la cabeza del chico.


- Incompetente será la tipa a la que te vas a tirar hoy. Y no hagas drama, yo ya no trabajo aquí, capullo. - 




Salió con paso firme, abandonando la cafetería y dirigiéndose hacia la plaza cercana a la que acudía todo el mundo para hacer ejercicio.
Analizaba cada hecho ocurrido, y se culpaba a si misma por dejar que una tipa idiota la sacara de sus casillas. Bien, aceptaba que había estado algo estresada últimamente, aunque no debió de reaccionar así. Ahora, no tendría dinero este mes, y si lograba conseguir un empleo, sacaría una miseria, aunque peor era nada.




Eran casi las seis de la tarde, y ella no tenía absolutamente nada que hacer. Optó por comprar el periódico, y comenzar a rebuscar en los anuncios de este algún trabajo digno y que pagase bien. Los anuncios de damas de compañía llenaban las hojas, y ella totalmente molesta, hablaba consigo misma.


- No, definitivamente no. - 


Tachaba con un lápiz  cada anuncio, hasta que uno llamó su atención.
"Se necesita chica con estudios de enfermería para trabajo de medio tiempo con niños. Presentarse en Hospital central hasta las siete pm. 125 dólares la semana" 




Aquello pareció tenerle pensativa. Era más de lo que ganaba en la cafetería, aunque ella no tenía estudios de enfermería.  Había hecho dos cursos de primeros auxilios tras las crisis de pánico de Alan, pero no sabía si aquello serviría. Observó la hora y maldijo en voz baja, levantándose y comenzando a correr hacia la avenida para tomar un taxi.
Por suerte, logró tomar uno, y tras indicar la dirección, volvió a ver la hora. 


 6:16 pm.
Alcanzaría a llegar


El trayecto fue rápido, ya que la rubia insistía e insistía al taxista en que se apresurase, y cuando llegó, pagó el viaje dando una buena propina y corriendo a las instalaciones del lugar.  Preguntó por donde hacían las entrevistas, y al indicarle el tercer piso, subió hasta este, rebuscando en las salas, optando por comenzar a abrir puerta por puerta.


Se disculpaba cuando no encontraba a un adulto, aunque algo le sacó de casillas, o más bien, alguien.


- Pareces bastante grande como para golpear cada puerta por accidente y disculparte luego. - 


Frunció el ceño volviendo a abrir la puerta que había revisado, y al ver a la pequeña niña sobre la cama, con el suero inyectado en su brazo, la observó con confusión.


- ¿Como sabes que golpee puerta por puerta?- 


Preguntó. Era imposible el que escuchase aquello, era prácticamente imposible. La niña, mantenía la vista fija en la puerta, y soltó una amarga risa.


- Golpeas puertas, y no sabes leer lo que está escrito en ellas. Estoy ciega... Pero tengo un buen oído.-  




Un escalofrío le recorrió. ¿Que edad tenía esa niña? Apenas unos siete u ocho años, pero parecía mayor y se expresaba de aquella forma.


- Yo... Lo siento. - 
Pronunció y se mantuvo estática.


- Oh, no lo sientas. Todos me tienen compasión, pero no saben que yo puedo escuchar todo lo que dicen. Te impresionaría saber cuantos infieles hay en este hospital.- 






El comentario provocó que Liv riera por lo bajo, al igual que la niña. 
- ¿Y bien? ¿Que haces aquí? Porque dudo seas alguien de mi familia, ya que no me visitan hace mucho.  -


Ante ese comentario, la rubia relamió sus labios casi buscando una respuesta buena, aunque optó por la sinceridad.
- Yo... bueno, vine por el trabajo que darán aquí... Perdí mi empleo por hacer comentario inapropiados a un cliente, y además, lanzarle la malteada de su chica encima.- 




El tono divertido en su voz era notorio, y la menor comenzó a reír animada ante ello.


- Oh, eres una mala chica... ¿Porqué lo hiciste? ¿Te hizo algo el chico?- 




Liv  no sabía con exactitud el porqué hablaba con la niña tan animadamente en aquel segundo, aunque no le molestaba, en absoluto.
- Primero, la tipa con la que el estaba me llamó literalmente estúpida. Se burló del porqué soy rubia, y luego, mi jefa me despidió. Cuando abandonaba el lugar, el tipo reclamaba y me llamó incompetente, y por ello,tomé la malteada y se la vertí en la cabeza... Hubieses presenciado eso, y aún estarías riendo.- 


Pronunció y las risas fueron audibles, siendo de la menor, y de Liv.


Algo que les distrajo, fue cuando alguien abrió la puerta, a lo cual ambas guardaron silencio, y ante el titubeo de Liv, la mujer de tez oscura, pronunció.


- Las visitas son hasta las cinco, y me temo informarle que son las siete, usted no debería estar aquí. -


Liv comenzó a planear que palabras utilizar para explicarse, aunque la menor le ganó.


- Vamos, Maryorie, hace mucho no tengo visitas. Ella viene por el tema del trabajo, para reemplazar a Aniett. -


¿Aniett? Seguramente debía ser la chica que les cuidaba con anterioridad. La mujer pareció observarme de pies a cabeza, meditando un par de segundos. Revisó en un par de hojas que traía en sus manos, y seguido de ello, habló de forma suave.


- ¿Nombre? -  Preguntó.


- Liv Rousseau. - Respondió la chica de cabello dorado, para luego enderezar su espalda, y tratar de dar una buena impresión.


- Bueno, Liv. Debo decirte que he tenido ya seis chicas que quieren el trabajo. Necesito elegir una para mañana, y por ello, debo saber sobre tus estudios. - 


Liv tragó en seco al oirle. Su esperanza de trabajar se estaba por ir a la borda.




- Bueno... Soy estudiante de química. Realmente necesito el trabajo, tengo un hermano al cual mantener, por así decir. Si bien, no he estudiado enfermería nunca, pero he tenido que hacer cursos sobre primeros auxilios, y estuve como ayudante en una farmacia. Sé un poco sobre el tema, tengo un excelente promedio, soy responsable y bastante comprometida con las situaciones...- 




Expresó ella, sintiendo sus manos picar ante el nerviosismo. La mujer frunció el ceño, y luego vio a la pequeña tras Irina.


- Esto es... raro... Aunque debo darte puntos a favor. Lograste hablar con Rosse, y es cosa que casi nadie logra.- 


Liv supo en aquel segundo, que la pequeña niña con rizos oscuros, se llamaba Rosse.


- Con que Rosse, ¿eh?- 


Expresó y volvió a escuchar a la mujer mayor frente a ella.


- Por problemas de personal, hay un pequeño dilema... La enfermera del segundo turno, también presentó su renuncia. Al parecer, no todas las personas están capacitadas para tratar con menores. Se supone que el turno de quien buscamos, sería de tres de la tarde a seis y media. Aunque, ahora, con el problema de personal, necesitaremos a una persona que esté hasta la nueve de la noche.  Serán cuatro días a la semana, y aquí puedes estudiar si es que lo a meritas. Los chicos tienen horas de estudio al igual, donde hay una maestra que se encarga de ellos, ahí tendrías tiempo para poder estudiar un poco, claro, si quieres el empleo.- 




Con aquellas palabras terminó por mantener a Liv más pensativa que nunca.


¿Podría con la presión de mantener un trabajo hasta tarde, los estudios, el cuidar a Alan y a su padre?  Aquello se lo estaba cuestionando más de la cuenta.
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Mensaje por BellamyGirl Dom 22 Nov 2015, 3:35 pm

[DOS]

Tras una semana exacta, la vida de Liv estaba siendo completamente diferente. ¿Quien iba a pensar que terminaría trabajando con niños? Y lo más íncreible de todo. ¿Quien pensaría que aquello le gustaría tanto?




Eran once niños en el hospital de los que estaba a cargo. Ocuparse de que comiesen, de que no intentasen levantarse y que estuviesen bien. Aquello se le había tornado fácil por el hecho de que buscaba entretenerlos con juegos y canciones a diario. Todos cursaban entre los cuatro a once años, y debía aceptar que eran verdaderamente tranquilos. 


Habían estado en habitaciones separadas por la falta de enfermera, aunque ahora estaban todos juntos en un salón con sus respectivas camas.


Liv adoraba el hecho de que no debía usar un uniforme, si no que con la placa con su nombre, y con una credencial del hospital, bastaba. Cada día, terminaba su jornada de estudio, y proseguía a ir a cuidar a los pequeños.


Todos los niños bajo su custodia, eran sometidos diariamente a exámenes médicos . Los doctores entraban y salían, y aquello les tenía a los menores algo tensos, por ello la rubia se encargaba de endulzar sus días.


Tan solo cuatro días a la semana eran parte de su contrato, aunque ya había ido el sábado y el domingo a llevarles un caramelo, o a estar con ellos para contarles un cuento. 
Sus problemas en cada, con su padre, continuaban.


Una noche, al llegar, encontró la puerta de su despacho abierta, y por ello, ingresó, aunque sin encontrarle. Un diario sobre su escritorio llamó su atención, y cuando pudo tomar este para leerlo, los gritos de su padre le hicieron devolverlo a donde estaba.


El nerviosismo en su padre había sido tanto, que Liv llegó a sentir miedo. En parte, el hecho que Alan estuviese fuera de casa la mayor parte del tiempo, ayudaba a que el estuviese bien, sin preocupaciones, y lo más importante, sin tener que lidiar con su padre. 


— Liv... ¿Podrías leernos este cuento? La señora Kelleher dice que no nos leerá un cuento hoy. — 


La pequeña Charlotte, una niña de cinco años, mantenía el libro de la bella durmiente entre sus manos, mientras sus labios yacían curvados en un notorio puchero. Ella sabía el efecto que lograba sobre las personas.


— Los niños hoy no se han comportado bien. Dylan lanzó el cuaderno por el aire y casi golpea a Leila. — 


La voz de la señora Kelleher era seca, y a la vez en forma de reprimenda. Charlotte mantenía sus pucheros, junto con ese par de ojos castaños que al batir sus pestañas, generaban plena ternura. 


— Uhm... Lottie... Deberían haberse comportado mejor. —


Inquirió Liv y vió como la señora Kelleher se despedía de los niños y de ella. Una vez abandonó el lugar, ella se incorporó y comenzó a juntar un poco las camas, para que no estuviesen tan separados. 


— ¿Nos contarás el cuento? —


Preguntó Dylan con algo de asombro. Había notado como las enfermeras que pasaban por ahí, eran bastante serias con los niños, y ella creía plenamente que solo necesitaban un poco de amor.


— Lo haré, pero... Debes prometer que no volverás a lanzar las cosas. Niños, deben comportarse con la señora Kelleher. Ella quiere enseñarles, que ustedes aprendan, y cuando salgan de este hospital, serán chicos que les irá increíble en la universidad. — 


Pronunció con un tono dulce, mientras tomaba en sus brazos a Lottie, que era la menor, y dejaba un suave beso sobre su frente.


 — Seremos muy muy inteligentes, así como lo eres tú, Liv. —


Habló la menor.




Se suponía su horario acababa a las nueve y treinta, pero fue imposible no ir contando diferentes cuentos a los niños, que cada vez se acoplaban mejor a ella. Muchos le hacían dibujos, o le hablaban de sus familia, que estaban algo ausentes.


Muchas de esas palabras le enternecían o llenaban de nostalgia, y aquello hacía que aunque fuesen las diez y quince, ella estuviese arropándolos a todos, aprovechando el que los once niños estaban durmiendo tras sus cuentos. Besó la frente de cada uno, y al disponerse a salir del lugar, recibió un comentario positivo de parte de la pediatra de turno.




— Les hace tan bien tener a alguien que les demuestre cariño constantemente... Haces un gran trabajo, Liv. —


Agradeció sus palabras, y colocándose su abrigo, se dispuso a salir del lugar, encontrándose con una fuerte lluvia. Maldijo por lo bajo, y suspiro, resignándose a tener que caminar hasta la parada de autobús. No podía tomar un taxi, ya que le cobraría una cantidad estúpidamente alta, y no podía darse ese lujo, no en aquel momento que no traía consigo mucho dinero. 


Resopló y una vez que comenzó a bajar las escaleras, llegó hacia la acera, comenzando a caminar, sintiendo la lluvia ir mojando parte de su abrigo, que pronto estaría empapado, al igual que ella. 


Al llegar a una esquina, observó a ambos lados, y cuando se dispuso a cruzar, sintió el sonido de un auto que venía a velocidad. Supuso que este no se detendría, por lo cual evitó cruzar, y se mantuvo en su lugar, llevándose por ello parte del agua que saltó en su dirección cuando el auto pasó por un charco algo pronunciado.


— ¡Idiota!  —




Gritó cuando sintió como su cabello, todo su abrigo y bolso ahora estaban empapados. El auto se detuvo en seco ante la acción, y de este, bajó un chico que medía fácilmente un metro y noventa. Apenas llevaba una chaqueta, aunque se notaba por su auto, que el tipo tenía dinero.


— ¿Estás bien? —


Preguntó este, acercándose aLiv, quien prácticamente echaba humo por los oídos.




— No, no estoy bien. ¿Donde aprendiste a conducir? ¿En los autos de los parques de atracciones? Por tu jodida culpa, tomaré un resfrío, o peor, ¡Una neumonía! —


El chico, pareció encontrar gracioso lo que ella decía, o eso le pareció a Liv, ya que le vio reírse.




— ¿Acaso te parece gracioso? Eres un imbécil —




El chico enarcó una ceja, y en ese momento, Liv dirigió su vista a él. Ni siquiera le había mirado para poder detallar sus facciones, por ello, cuando lo hizo, parpadeó incrédula.


— Oh, me reconociste, que linda. —




Expresó este con un tono divertido, lo cual fue cabreando mucho más a la rubia.




—Tenía que ser el niño rico. ¿Acaso tus padres compraron la calle y por ello tienes el privilegio de mojar a quien se te venga en gana?—




Ahora la rubia usaba la ironía, cosa que a Demián no le agradó para nada.




— Veamos, saquemos cuentas. Me jodes el ligue del día, me lanzas un batido en el cabello, haces que pase por todo un drama entre chillidos de una chica gritona, y ahora, me llamas de diferentes formas. ¿Quieres agregar algo? — 




Preguntó este, aún observándola. Irina gruñó por lo bajo, y volviendo a acomodar su húmedo cabello, negó.




— Podría darte una lista enorme de lo narcisista y egocéntrico que eres, pero no suelo perder mi tiempo con idiotas como tú, no te deseo el mal, niño rico, pero sería tan divertido que tu auto no vuelva a encender y tengas que mojarte y enfermarte tal cual lo haré yo. —




Nuevamente su comentario iba cargado de ironía. Detestaba al tipo, eso era más que notorio. Suspiró al sentir como el agua ya había traspasado su abrigo, y su espalda, brazos y torso ahora estaban mojados. Odiaba enfermarse, de hecho, ella creía que no debía darse ese derecho, aunque no había nada más que poder hacer.


Agradeció mentalmente el hecho que había llegado a la parada de autobús, aunque tras treinta minutos de espera, y bajo la lluvia, debido al mal estado del techo del lugar, sabía que terminaría peor. ¿Que hora era? Apostaba a que fuesen las once, o más. 


Seguramente Alan estaría preocupado,  e incluso, por la mañana, al otro día, tenía un examen bastante complicado.


— Adiós, idea de poder estudiar una hora más.—


Habló para si misma, cuando un sonido le sacó de pensamientos. El mismo auto que minutos antes le había dejado prácticamente empapada, estaba detenido frente a ella.


El primer pensamiento que pasó por su cabeza, fue que el idiota millonario querría burlarse de ella. De ser así, Liv aseguraba el que se vengaría de el, aunque observó como nada fue como ella pensó. 
La ventanilla polarizada de la puerta del acompañante se abrió, y el chico se vio al otro lado.


— Sube. —


Murmuró el, observándola, ante lo cual Liv rodeó su cuerpo con ambos brazos, y enarcó una ceja en su dirección.


— ¿Porqué debería subir a tu auto? Está de más el decir que de niña, me enseñaron a que no debo subir a autos de desconocidos. Si vienes a burlarte, te advierto que no me tomo las bromas o juegos de buena manera. — 






¿El creía que porque un tipo ligeramente atractivo y con un buen auto le decía "sube", ella lo haría? Estaba equivocado. Vió como el chico negó un par de veces, y el motor del auto se detuvo, a lo cual el abrió la puerta y bajó.


— No seas testaruda, por favor. Está lloviendo, yo mismo me estoy mojando ahora. ¿Cuanto llevas esperando transporte? Quizás bastante, y quizás debas esperar más. Te ofrezco llevarte a tu casa, acepta, y no me culpes luego de tu resfriado. —


Liv mantenía la vista fija en el, en como su ropa poco a poco se iba mojando tal cual la de ella, y tras meditar sus palabras, resopló de forma notoria, avanzando hacia la puerta y abriendo esta.


— Espera, espera, deberías quitarte el abrigo, o vas a mojar el asiento...— Pronunció el, aunque al ver que ella ya había subido y mantenía una divertida sonrisa en sus labios, rodó los ojos.— Bueno, no importa.— Masculló subiendo al auto al igual. Liv mantenía la vista al frente, y agradecía mentalmente el hecho de ese día haber llevado jeans, o estaría muriendo de frío.


— Necesito que me indiques tu dirección. —


La voz de el hombre era suave, y sonaba inclusive, preocupada.


— Eastwood, tercera avenida. Si me dejas ahí, me harías un enorme favor.— 


El chico alzó las cejas de forma disimuladamente, y continuó conduciendo, observando a Liv de vez en cuando. No podía mentir, la había detestado cuando arruinó su ligue con Sally, pero la detestó aún más cuando vertió el pegajoso batido sobre su cabeza. El sabía que había tenido culpa en ello, el habría reaccionado peor, aunque, de alguna manera, ella no lucía tan mala como el creía. 


¿Qué mujer anda sola por la calle un día de lluvia? Ella, ella claramente lo hacía, aunque el desconocía sus razones. En cuanto mencionó donde vivía, supo que esa chica no era del tipo "rica" o del tipo que vivía en un departamento sola. El lugar estaba repleto de casas humildes, aunque de buen tamaño. 


Detuvo el auto lentamente, y cuando ella intentó bajar, el colocó el seguro.


— ¿Que? ¿Acaso ahora me secuestras?— 


Preguntó la rubia con cierto tono a la defensiva.


— Demián, mi nombre es Demián. ¿Y el tuyo?—


Soltó el, observándola, a la espera de una respuesta. Liv, por un momento pensó en una excelente manera de no responderle y de aparte, humillarlo, aunque aún el auto tenía los seguros puestos, y no podría bajar.


— ¿Porqué quieres saber mi nombre? — 


La pregunta de ella le dejó pensativo, a lo cual respondió casi enseguida.


— No se responde una pregunta con otra pregunta.—


Sus labios tomaron una sonrisa, algo que dejó a Irina observando, para luego desviar la vista.


— Liv. —  Soltó sin mucha importancia.


— ¿Qué? —


Preguntó el sin comprender a la primera.


— Me llamo Liv. Por cierto, debo irme. Mañana tengo examen, y trabajo, y un sin fin de cosas. Gracias por venir a dejarme... Demián. — 


Agregó su nombre al final, sintiéndose rara al llamarlo de otra manera que no fuese "idiota"


— ¿Que estudias?— 


Cuestionó el al instante, a lo cual la rubia rodó los ojos.


— Química. Ahora, ¿Puedo irme? Ya he perdido dos horas de estudio por trabajar hasta tarde. — 


Demián se resigno, y quitó los seguros, viendo como la rubia descendía del auto.


— Adiós, Liv. —


La chica, al oírle, hizo un gesto a modo de despedida hacia el, y corrió hacia la que era su casa, entrando en esta casi de inmediato.


Demián continuó en el lugar unos minutos, pensativo de diferentes cosas, y luego emprendió marcha hacia su departamento.


¿Porqué ninguna de las chicas que solía conocer a diario eran así, como Liv? Todas solían adorarlo, todas querían estar con el, algo que aumentaba su egocentrismo, aunque ella solo escapaba, y quería estar lejos de el, tratándolo inclusive, de idiota.




"El dinero hace muchas cosas, Dem." 




Recordó las palabras de su padre, y luego intentó apartar los pensamientos de aquella rubia de su cabeza. Para su mala suerte, no había alcanzado a hablar con el Doctor Fitzgerald, ya que llegó tarde al hospital. Le había insistido a Melanie de que debía de irse, pero ¡Demonios! La pelirroja continuaba provocándole, hasta el punto de retenerle en su departamento. ¿Que hombre se resistiría a ello? 


Tendría que estar mas temprano en el hospital, eso era claro. 
Se dirigió a su departamento, y al llegar, optó por dormir temprano. Un día a la semana se permitía dormir antes de la media noche, y aquel era el día. Apagó su teléfono, y después de tomar un baño relajante, durmió hasta que fuese otro día.


La alarma sonó a las diez de la mañana, y supo por ello, que debía apresurarse a su única clase del día.
Anatomía. 


Cursar medicina había sido algo que ninguno de sus hermanos creyó, aunque increíblemente, le iba bien. Demián era un chico inteligente, y aquella carrera lo tenía a gusto. 
Tras desayunar de manera rápida, pasó a buscar a Melanie, y la dejó en su academia de ballet, para llegar a la universidad luego. 


La clase transcurrió de óptima manera, y cuando salió, se dirigió hacia el despacho de su hermana, Colette. Ella estaba en un prestigioso bufete de abogados, y ante el día sin casos que tenía, había acordado almorzar con Demián.


— ¿Y que tal tus clases?—


Preguntó la castaña una vez estuvieron ubicados en el restaurante de mayor lujo de la cuidad. Demián meditó unos segundos y se encogió de hombros con suavidad.


— Bastante bien. De hecho, en un rato, tendré que irme a la pasantía. Hoy comenzaré con casos que el hospital aún trata, así que pasaré la tarde allá.— 


Expresó sin mucha importancia. Su hermana, maravillada, le dedicó una sonrisa, prosiguiendo a pedir su orden al chico que iba a tomar el pedido, y seguido de ello, Demián lo hizo.


— A toda la familia le impresiona que estés tan bien en Medicina. No tenemos médicos en la familia, así que eso causará furor en las fiestas de mamá.— 


Algo por lo que Demián sentía poco agrado, eran las famosas fiestas de su madre. Empresarios, gente importante e inversionistas, frecuentaban la mansión de la familia, siento esta meramente superficial. La única parte buena, eran las hijas de los empresarios, que siempre estaban dispuestas a estar con el. 


— Colette, no entré a Medicina para alardear luego.— 


Mencionó frunciendo el ceño, ante lo que su hermana renegó.


—No, claro que no, pero eso le da más prestigio, es esa la causa.—


No quiso seguir debatiendo con la castaña, y tras terminar de almorzar y escuchar como su hermana planeaba casarse en tres meses más, concluyó su tarde con ella.
Cada uno se fue a su respectivo destino, y Demián pasó directamente al hospital, encontrando por suerte al Doctor, y recibiendo las primeras ordenes de su pasantía.


—Dentro de esta semana, irás al tercer piso, que es el de menores. Ahí hay casos que aún llevamos, u operaciones que necesitan donantes y es de urgencia el mantener a los niños bajo cuidado. Quiero que estudies sus casos, y compares esos análisis con los que han hecho los demás pasantes. — 


Demían, que ya traía puesto su "uniforme", asentía. Mantenía una capa de médico en tono blanco puro y sin abrochar, junto con el estetoscopio en el cuello y una que otra herramienta en sus bolsillos, junto con una carpeta de anotaciones. 


— Como diga, Doctor.— 




Mencionó. Pasó varios días en el piso de cardiología, estando entretenido ahí, aunque a final de semana, optó por hacer la tarea encomendada por el médico general, y descendió al tercer piso a hacer las fichas de los niños. Había recibido buenas atenciones de parte de las enfermeras pasantes, o de alguna que otra chica. Adoraba esa atención, era algo obvio.


Cuando se dirigió al salón donde yacían los niños, notó a las enfermeras asomadas en la puerta, sonriendo. Algo extrañado, se acercó, escuchando comentarios como  "Ella tiene un talento con los niños..." 


Al asomarse, parpadeó casi incrédulo.
La chica rubia, Liv, estaba con los niños, y cantaba en conjunto a la radio.


Pudo reconocer la canción casi de inmediato. "A sky full of stars" de Coldplay. Liv cantaba bastante bien, y era algo impresionante como todos los niños, cantaban con ella, agitando sus manos y riendo cada vez que la rubia les sonreía y avanzaba entre sus camas. 
Nunca había visto a una chica llevarse tan bien con los niños pequeños, no de aquella forma que tenía Liv. Bailaba, reía, y se veía tan natural que de alguna manera, le había causado cierta ternura.Llevaba un jeans ajustado, y una blusa blanca que en uno que otro movimiento del baile, dejaba su terso abdomen a la vista, al igual que su hombro.


Su cabello, que ahora no estaba mojado, lucía más claro, siendo de un rubio casi puro, en contraste con los azulinos orbes que mantenía, y ahora podía admirar de mejor forma.
La canción fue terminando, y apenas las enfermeras aplaudieron, Demián soltó una risa, notando como las mejillas de la rubia enrojecían ante las miradas ajenas.


— Yo... lo siento.—


Pronunció tímidamente, y por ello, las enfermeras dejaron de reír, siguiendo con sus labores.


— Debo admitir que bailas bastante  bien.— 


Expresó el chico entrando en el salón, a lo cual la rubia frunció el ceño.


— ¿Que haces aquí?—


Inquirió, sintiendo las miradas de los niños observándoles atentos.


— Trabajo aquí... Hago mi pasantía. Estudio medicina.— 


Expresó, ante lo cual la rubia sintió el color abandonar sus mejillas.


¿Tendría que verlo de forma seguida ahora? 
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Mensaje por BellamyGirl Dom 22 Nov 2015, 3:37 pm

[TRES]




La sorpresa de Liv era algo que se podía interpretar de diferentes maneras. Demián estaba en la misma habitación, encargándose de hablar con los niños uno por uno, revisándolos y chequeando un par de veces su historial médico. Si bien, el no tenía mucha experiencia con menores, hasta ahora todo se había ido dando de maravilla, y los niños actuaban de buena manera con el.


— Liv, ¿Crees que podríamos dibujar?— 


Preguntó Alexander, un chico de nueve años, que estaba con problemas en su rodilla. Liv sabía que lo operarían dentro de poco, aunque los exámenes continuaban para el. 


— Claro, enseguida te daré lápices y un cuaderno, ¿Vale?—




Expresó la rubia con naturalidad, rebuscando entre las cosas de los niños, para llevarle materiales a los que estaban solicitándolos.  Un llanto la sacó de pensamientos, y fue cuando una enfermera apareció en el lugar, con un pequeño que se notaba no tenía más de dos años.


—¿Podrías ayudarme un momento? Tuve un pequeño percance con los pequeños del salón de infantes, y no puedo estar con Joey en brazos mientras lo arreglo. Prometo que serán a lo más, quince minutos...—


Sin poder negarse, Liv avanzó hacia la mujer de cabello oscuro con alguno que otro toque rojizo, y tomó al pequeño entre sus brazos, arrullandolo un poco, para que este se calmara. Al no lograrlo, una idea cruzó su mente.


—Niños, ¿Que les parece si le cantamos una canción a Joey?—Preguntó con un semblante energético.


Los niños asintieron entre sonrisas, animados al igual que la rubia, hasta que Eddie rompió las risas.


— ¿Que cantaremos?—


Todos se mantuvieron pendientes, y Liv comenzó a pensar en alguna canción que ellos pudiesen conocer.


— Sería mejor si tú les cantaras a todos una canción.— 






La voz de Demián resonó, ante lo cual ella maldijo en sus adentros. 


— ¡Si! ¡Si! ¡Que Liv cante! Ella lo hace muy bonito— Mencionó Lottie. 


Liv estaba en un completo dilema en su cabeza. ¿Porqué Demián no se dedicaba a hacer su trabajo? La canción "Her let go" de Passenger fue una idea que llegó a su cabeza, y comenzó a cantar esta de forma suave, y a su tono de voz. 


Fue increíble como Joey fue guardando silencio poco a poco, dejando sus ojos color miel en la chica rubia, que cantaba suavemente mientras se movía sutilmente por el lugar, con el menor entre sus brazos.


Los niños sonreían atentos, y por unos segundos, Liv olvidaba lo mucho que odiaba cantar en público. Con ellos era tan natural, que se sentía a gusto.


La canción finalizó, y con ello, terminó cerca de Demián, quien observaba aún con una sonrisa en sus labios.


La rubia le fulminó con la mirada, y el estiró sus brazos para poder tomar a Joey, quien ahora se mantenía tranquilo.


—En verdad pareciera que tienes un talento... ¿Tienes hijos?— 


Preguntó el, ante lo cual, ella frunció el ceño.


— No, no tengo hijos, pero me dedico por completo a mi trabajo. Entrego todo de mi, y demuestro aquello. No soy una persona incompetente.—


Aquel había sido un golpe bajo para Demián, muy bajo, quizás. Este bajó la vista y dejó su pulgar entre los dedos del pequeño Joey. Se arrepentía por lo que había dicho, y de alguna manera, Liv captaba su atención de un manera especial. Una idea cruzó su mente y ladeó su sonrisa, levantándose con el pequeño en sus brazos y dirigiéndose a los niños.


— Debo contarles un pequeño secreto... Hace unos días, yo dije algo malo de Liv , y para disculparme, quiero invitarla a salir. ¿Que creen ustedes? ¿Ella debería decir que si, cierto? —


Todos los niños estaban frenéticos, asintiendo, aunque el rostro de Liv demostraba lo contrario.


— No los uses a ellos para obtener algo que no tendrás.— 


Expresó a secas, ante lo cual Lottie habló en voz alta.




— ¡Liv! ¡No digas que no! Si vas a citas, podrás ser como las princesas de mis libros... Y tendrás un lindo vestido, y un anillo para casarte y te besarás con tu príncipe.— 


El comentario de la menor hizo que la rubia abriera su boca en sorpresa. ¿Besar a Demián? ¡De ninguna manera! De alguna forma, Liv sentía cierto rechazo hacia el tipo de hombre que el era. Millonarios, que buscan tener todo lo que los demás tienen. Narcisistas por excelencia, caprichosos y que usaban a las personas en su beneficio.


—¿Ves? Deberías aceptar, salir e ir a tomar un café.—


Inquirió el, aunque ante la mirada que le dio la rubia, lamentó haber dicho eso. Para no hacer un escándalo, Liv se acercó a el para tomar a Joey, y expresó hacia el.


— ¿A donde? ¿A Cyanne's? ¿Donde ibas con todas las chicas con las que luego te acostabas? Lamento decirte que te vi, que sé como es tu plan, y tus tácticas. No soy una muñeca, no soy un puñetero juguete que puedes tener, Demián. Apuesto a que no acostumbras a que te digan que no, pero espero que con esto, vayas metiendo en tu cabeza que no todas te dirán que si. — 


Demián estaba más que atónito. Por una vez, lamentaba el hecho de llevar a todas las chicas al mismo lugar. Bajó su vista a Joey, con una expresión de ¿vergüenza? 


Demián Rothschild no se daba por vencido de forma tan simple. Liv notó que este captó sus palabras y las comprendió, ya que luego, se alejó de ella.


—¿Liv te dijo que si?— 


Preguntó Lottie con cierto toque de inocencia.


—Si, preciosa, le dije que si. — 


Expresó la rubia con un toque de cariño hacia ella. Había mentido, si, pero por una buena causa. Ella no saldría con el, no rompería sus ideales. 
Lottie aplaudió feliz, y Liv prosiguió luego a irse en busca de un café, mientras la señora Kelleher comenzaba a dar sus clases.
Serían tres horas donde podría estar libre. Llevó a Joey de vuelta a su lugar, con las demás enfermeras y luego avanzó hacia el lugar que tenía el personal disponible para tomar unas pequeñas siestas.
No sentía hambre en lo absoluto, aunque había perdido algo de peso.  Se estiró en uno de los sofás centrales y se acurrucó en el, cerrando sus ojos y rodeando su propio cuerpo con ambos brazos.


Demián, al terminar de hacer las fichas de los niños, salió en busca de la rubia, aunque sin encontrarla. Distinguió a una mujer en recepción, quien había sido la que le dio el trabajo a Liv.






— Disculpe, ¿Ha visto a Liv? La chica que cuida a los niños. —


Preguntó este con algo de ansiedad. La mujer le observó de reojo, y suspirando, asintió.


— Debe estar en la sala para tomar siestas, aunque debe estar estudiando. Podrías llevarle algo de comer, está tan delgada y eso es porque no suele comer casi nada...—


Como toda mujer mayor, comenzó a reclamar sobre la salud de la rubia, aunque Demián luego de unos segundos, murmuró un "gracias" y fue en dirección a la cafetería. 


Pidió dos capuchinos, y media docena de pastelillos de diferentes sabores. Un par de bolsas de dulces y chocolates, para luego pagar todo, llevando las cosas con algo de equilibrio hacia la sala que le había descrito la mujer. 


Al entrar, iba a expresar un "sorpresa", aunque al ver como Liv estaba profundamente dormida, guardó silencio. Fue acomodando las cosas sobre la mesa central, y tomó asiento al lado de la chica. No pudo reprimir el impulso de llevar su diestra hacia su cabello, y acariciar con suavidad las hebras de este, admirando lo suave que era. Las yemas de sus dedos descendieron hasta poder acariciar sus mejillas, y ahí fue cuando se detuvo.


Bebió su café, y comió dos de seis pastelillos, tomando un papel y lápiz, y comenzando a anotar algo luego, dejando esto y saliendo de la habitación. 


Algo dentro de el, hizo que se alejara. Nunca había sentido la necesidad de acariciar el cabello de una chica, de perderse en este, de inhalar su aroma. Nunca había tenido esas ganas de poder acariciar sus mejillas con sus propios labios, y trazar besos sobre estas. Habían muchas cosas que no había sentido antes, y que quizás por la actitud de Liv hacia el, las sentía. 
Sabía que podía obtener todo con dinero, aunque tenía más que claro que con ella no conseguiría ni una dirección. 


El tiempo pasó rápido, o Liv despertó muy pronto. Una nota sobre la mesa la sacó de pensamientos, y tomó esta, incorporándose para tomar asiento y comenzar  a leer la nota.






| Debes descansar, y ocuparte en comer algo. Yo me encargo de los niños mientras. Lamento haber sido un idiota antes, pero no deberías juzgar a todos por las apariencias, o primeras impresiones. 


Está lloviendo, así que te espero para llevarte a tu casa.






Demián Rothschild | 






Liv frunció el ceño, observando los pastelillos y el café, que por suerte aún mantenía calor. Bebió este, y degustó de tres pastelillos, disfrutando de el delicioso sabor de estos. Las palabras de Demián no abandonaban su cabeza, y aquello era un pequeño problema.  Odiaba el que algo la dejara pensativa.


No razonó mucho, y a los minutos ya se encontraba avanzando hacia donde estaban los niños. Era extraño el que no escuchase ruidos o gritos de su parte, ya que aquello era típico cuando los dejaba con alguien a cargo. 
Al entrar, fue imposible el que no sonriera, viéndolos a todos escribir algo en una hoja con total esmero. 


— ¿Y que están haciendo? — 


Preguntó, dirigiendo la vista a Demián, quien estaba con Rosse, la niña no vidente, y le ayudaba a escribir algo en un papel.


— Es la carta a Santa... Demián dijo que queda poco para navidad, ¡Y el dijo que llevaría nuestras cartas a Santa!—


Mencionó Rosse, con verdadera emoción en su rostro.


Navidad...


Hace años que Liv no armaba un árbol, o decoraba una casa, o hacía una cena. Tan solo compraba algo para Alan, y pedían pizza, quedándose solos o yendo a alguna fiesta, aunque últimamente el salía con sus amigos.


— Oh... cierto, queda muy poco para navidad...— 


Mencionó algo perdida, y luego no pudo evitar preguntar.


— ¿Y que le van a pedir?— 


Pronunció con una sonrisa, escuchando como todos comenzaban a mencionar sus pedidos, que en mayoría eran juguetes. Estaba pendiente de ello, hasta que escuchar que la pequeña Lottie mencionó algo.


— Yo pedí muchas muñecas, y una casa para las muñecas... Y un auto para ti, Liv , ya que siempre llega cansada por correr, o nos cuentas como pierde el autobús y caminas a casa de noche.—


Las mejillas de Liv se encendieron, y Demián frunció el ceño.


— ¿Te has ido caminando hasta tu casa?— 


Cuestionó con un tono de reprimenda. Liv tomo aire profundamente y asintió luego, sin sentir vergüenza de ello.


— Si. El autobús aveces omite esta parada y se da toda una vuelta, y no puedo quedarme esperando hasta la media noche al siguiente. Aparte, caminar hace bien.— 


Por alguna razón, Demián se sentía molesto con ello. ¿Como ella había podido exponerse a tales peligros? 


— Tendremos que pedirle a Santa un Auto para Liv.— 


Habló el hacia los niños, quienes asintieron con entusiasmo.


— ¿Que vas a pedir tú, Liv?— 


Preguntó Lottie curiosa ante lo que podría mencionar la rubia.


"A mi madre"  Pensó ella, pero luego sacudió ligeramente su cabeza, pensando en una buena respuesta.


—Uhm... No lo sé. —


Expresó con cierta confusión. Ella sabía que Santa no existía, pero no podía decirle aquello a los niños. Es más, pensaba en hacerles un pequeño regalo a cada uno, aunque debía de hablar aquello con los encargados del hospital. 


— ¿Y tú, Demián? ¿Que le pedirías? —


Dylan preguntó.  Este fingió pensar mucho, para luego responder.


— Una linda chica que me quiera, eso le pediría. Que sea bella, que me consienta, y que me cocine cosas deliciosas. —


Todos comenzaron a reír, inclusive Liv. 
Tan solo faltaban dos semanas para navidad, y en una semana, Liv terminaría su segundo año de universidad, estando a la cabecera de todos en cuanto a calificaciones.
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