Irreplaceable | Ashton Irwin.

Cuando te das cuenta de que has malgastado el tiempo con alguien tan tontamente, que todo el tiempo que pasaste pensando en ese chico simplemente ha sido absurdo, todas las ganas que le pusiste, lo que luchaste por esa relación. Y ahora estás incompleta, enfadada contigo misma por permitirte estar con alguien así. No valorarte lo suficiente como para haber dejado a ese chico antes. No debemos pasar de página, sino cambiar el libro. Todas las lágrimas derramadas y el maquillaje fastidiado. Te das cuenta que simplemente las palabras se las lleva el viento y lo que realmente valen son los hechos. Que no es todo decir te quiero, por mucho que nos guste escucharlo. Que no todo es que caigan rendidos a nuestros pies. Hacerles creer que son irreemplazables cuando realmente nadie es imprescindible.

Eso es lo que me pasó. Ver a mi novio con otra chica en el coche que yo misma le compré. Sus camisa llena de pintalabios rojo. El olor a perfume de mujer que echaban sus camisas, y yo sabía perfectamente que no era mi perfume. Su sonrisa de loco enamorado y sus ojos con ese brillo especial. 

Lo estaba esperando en el porche de nuestra casa mientras me fumaba un cigarrillo —algo que solo hacía cuando estaba enfadada— entonces lo vi llegar. Me levanté, tiré el cigarrillo y lo estruje con la suela de mi zapato.

Cogí la mochila que había preparado con todas sus pertenencias y se la tire a sus pies.
—Deja que te llame a un taxi— le dije.
Su cara reflejaba sorpresa, pero no decepción.
—¿Qué se supone que es esto? ¿Una broma?

—Tú seguro que no sabes nada de mí—dije dándome la vuelta mientras me acercaba a él—podría tener otro como tú en un minuto. Incluso llegará en un minuto.
—¿Qué es todo esto?—se acercó a mi mientras me cogía de las muñecas.
—Dame las llaves de mi coche—incentivé al nombrar el posesivo.

Él rodó los ojos mientras me seguía al interior de la casa. Todo estaba empaquetado, en cada caja ponía el nombre del propietario.

—Tus cosas están a la izquierda— las señalé.
—¿Qué pasa? Yo te amo—me dijo.
—Sigue hablando tonterías, está bien—me reí para mis adentros—¿podrías hablar y caminar a la misma vez?

Sus ojos se abrieron. Y entonces sonó un claxón.

—Tu taxi, cariño—dije sarcástica—te acompañaré a la salida.

Él se designó y cogió sus cosas. Se dirigió hacia el taxi.


—Así que mejor que ya no sea nada para ti—le dije mientras me daba las llaves del coche—nada en absoluto para ti. No desperdiciaré una lágrima por ti, tampoco voy a perder el sueño.
—Creo que te equivocas—volvió a repetir por enésima vez— no encontrarás a nadie como yo.
—No. Ni si quiera te atrevas a  parar a pensar que eres irreemplazable. Realmente reemplazarte será tan fácil, Ashton.