—sucking sucks.

— ¿Sabes porque Peter pan no quería crecer? —Pregunto sobria, con un cigarrillo entre sus dedos; el cual apenas había tocado con los labios. Solo dejaba que el humo se esparciera en la habitación, dejando en sus ropas un amargo olor. —El oji-miel frunció el ceño, negando con la cabeza.
—No lo sé exactamente—La muchacha suspiro, y se quedo cayada unos segundos—Pero, ¿Qué tiene que ver con lo que te he preguntado? — La cuestiono.
— Al principio, yo tampoco lo entendía muy bien, “¿Qué tiene de malo crecer?” me preguntaba siempre que miraba esa infantil película o me leían el cuento antes de dormir —Pauso—“Se es adulto, se es libre, tienes un trabajo y haces dinero” siempre me repetía y la idea me fascinaba. Aunque mis padres siempre recordaban con melancolía sus años de niñez, repitiendo una y otra vez que fue la mejor etapa de sus vidas. Yo no lo veía así, aun no entendía el porqué de querer ser un niño de nuevo; si es horrible ser reprendido cada día, y tener que ir a la escuela obligatoriamente. Luego, empezaron los cambios en mi cuerpo; fue un tiempo horrible, la pubertad es horrible. Las protuberancias en mi cara eran espantosas, tuve la mala suerte de padecerlas, y los tratamientos eran aun peor. Mi cuerpo cambio; mis piernas ya no eran unos ‘palillos’, mis senos crecieron y mi trasero y caderas se ancharon. Pero eso no fue lo peor; a paso de los años tenía más responsabilidades, todo se torno amargado y poco divertido. Tenía que ir a la universidad, cinco años por lo menos, estudiando una mierda que mis padres querían para mí. Todo se torno más pesado, y se trataba de madurez; ya no era más una niña que jugaba con muñecas. Entonces, ahora me preguntas: “¿Por qué has cambiado?”, prácticamente soy la misma, solo he crecido y madurado, y es algo que me espanta. —Aspiro el humo del cigarrillo a casi terminar, conteniéndolo en la boca por unos segundos, luego dejándolo salir con lentitud. —Ahora, entiendo perfectamente cómo se sentía Peter pan con respecto a crecer, ¿Qué dices tu?...

—“Si es verdad que tengo yo un alma gemela, eres tú lo más cercano a ese rumor…”—Susurro, sin percatarse de que el oji-miel le había escuchado.
—¿Que has dicho?— Le pregunto sobresaltado, creyendo haber escuchado mal aquella frase que le puso a mil su corazón.
—¿Que? No dije nada —Frunció el ceño —Solo leo este libro —Cerro el libro sin perder la pagina, para mostrarle la portada —Tal vez leí algo en voz alta; perdón si pensaste que te lo decía a ti —Rió con incomodidad, pero ella mas que nadie, que pronuncio aquella frase en un susurro mas fuerte de lo debido, sabia que se dirigía a el. Suspiro, sonrió e incapaz de confesar su amor, siguió leyendo aquel libro, que le permitió desahogarse.