love letters |n.c|

Capítulo 005.

Dos, tres, cuatro, cinco, seis.
Dos, tres, cuatro, cinco, seis.
Mamá solía decir que siempre que estaba nerviosa, ella contaba. Contaba hasta seis, y luego volvía a comenzar. Y yo cuento, de verdad que lo hago, pero mis manos tiemblan y la carta en ellas se estremece. La carta más cursi que he escrito en toda mi vida, ¡Já! ¡Julitte debe de partirse de la risa si se entera de lo que ha de decir esta carta! Pienso, y suelto una carcajada al pensar en mí hermana con una mueca de desagrado plantada en el rostro, pero la sensación de felicidad desaparece cuando veo de lejos la sala donde se entregan las cartas. Mientras me acerco hacía Carl Hester, el encargado de enviar las cartas a sus destinatarios, pienso en las millones de cosas en las que la puedo cagar:
Número uno: de seguro me odie.
Número dos: no siente lo mismo que yo.
Número tres: que se entere que soy yo.
Número cuatro: de seguro me odie (tanto, que lo hace dos veces).
Número cin…
Sigo recitando las millones razones hasta que llego a la sala donde se supone que debo entregar la carta. Allí, Carl esta temblando mientras sostiene la caja con las cartas. Se puede notar cuanto tiembla porque sus lentes se sacuden con bastante intensidad, y casi parece una película (una mala, no de esas que ganan el Oscar o algo así) porque es el típico nerd enclenque con el que todos se meten y tratan mal. Según mi mejor amiga, Leo, Carl siempre ha tenido un pequeño enamoramiento en mí. Cuando le sonrío, Carl tiene una mirada de te-amo plantada en el rostro e intento no reír. Después de todo, yo también fui una de primer año. Oh, dios mío, ¡me aveís hecho recordar de cuando estaba en primer año! ¡Le había arrojado un pedazo de pastel a Leo en la cabeza porque estaba hablando con Chris! La cosa más divertida que he hecho además de eructar el abecedario en clase de lenguaje, ¡Sin parar! Me gane un castigo, pero bah, qué más da.
— Luzy, hola —musita. Oh, sí, olvide mencionar. Tiene un gran problema pronunciando las S o Cs.
— Oh, hola, Carl —le sonrío, la mirada de te-amo no desparece —. ¿Se supone que debo dejar la carta aquí?
— Zi —responde, con un tono de enamorado que me da un poco de nauseas.
— Claro, que idiota —rio y el sonríe mostrando sus dientes con esos alambres metálicos horrorosos que detesto. Me hace recordar a los animales encerrados en un zoológico —. Oye, ¿has visitado el nuevo zoológico que han puesto aquí cerca? ¡esta genial! Tiene muchos animales, como las jirafas ¡y son súper monas! ¡y ni hablar de los pinguinos! Mira, caminan así:
Comienzo a imitar la caminata de un pingüino mientras la risa de Carl resuena en mis oídos. No me gusta su risa, es sosa y cuando ríe las Z se hacen presentes. Pero no puedo tratarlo mal, nunca me lo perdonaría. Además, se que en el futuro será una gran persona y me arrepentiré de haberlo tratado como mierda. Me  acuerdo de las tortugas del zoológico y sonrío. ¡Eran tan monas!
— ¡OH, Y LAS TORTU…!
— ¡Lucille Renard! —exclama la profesora McCromik. Este año, es la encargada del proyecto. Es gracioso porque es una vieja solterona sin amor alguno. Seguro que ni siquiera de su perro. Hago una pequeña mueca y giro a verla: su pelo negro canoso está atado en un rodete que deja ver sus arugas y enmarca sus ojos negros y vacíos  —No tenemos todo el día, ¡hay cartas que enviar!
Miro al suelo.
— Lo siento, profesora McCromik —y dicho esto, me retiro de la sala aún pensando en las pobres tortugas que no han tenido lugar en mi historia. Antes de irme me ocupo de susurrarle a Carl: — Y recuerda, es para Chris Colfer.
Puedo hasta sentir los escalofríos que le he dado con solo susurrar en su oído.
— ¿Crees que le guste? —interrumpo a mi amiga en medio del relato que estaba contando. Algo sobre no mezclar moras y productos de limpieza; no le había prestado atención porque estaba demasiado ocupada pensando en Chris.
— ¿Eh? —hace una mueca de confusión e intento no reírme de su cara tan graciosa.
— Me refiero a Chris —la mueca no desaparece de su rostro porque es una de las pocas veces que me ve hablar sin traer un tema completamente distinto y extraño —. Tú… ¿tú crees que le guste?
La mueca se transforma en una cara pensativa.
— No.
— ¡Leo!
— ¿Qué? —pregunta, levantando los brazos al aire — ¡Me has preguntado y yo te he dado una respuesta!
— P-pero… pero… —me atraganto con mis palabras — ¿Có-Cómo lo sabes?
— No lo sé —dice sinceramente, encogiéndose de hombros —, lo siento en los huesos.
Frunzo el entrecejo.
— ¿En los huesos?
— Sipi.
— Recuérdame una vez más porque somos amigas, por favor.
Ríe, y luego la campana que significa el fin del receso resuena en los salones, y Leo se aleja dando pequeños saltitos, y yo me alejo a biología de la misma manera.
— Já —dice, y bufa.
— ¿Eh?
— Nada.
Su voz es áspera, grave y envía escalofríos por todo mi cuerpo. Sin embargo, los ignoro y bufo.
— ¿Qué? ¿Jamás habías visto una chica enamorada, inútil?
—  Sí, claro que sí — responde, riendo — pero no de alguien tan estúpido.
—  Yo… — abro mi boca para contraatacar, pero soy interrumpida por la voz potente de la profesora McCromik.
— ¡ Lucille Renard!
— ¡Lo siento! —exclamo avergonzada.
Carl comienza a nombrar nombres, y los chicos comienzan a pararse y a recibir sus cartas. Mi compañero de pupitre está emocionado, já. Cómo si a alguien le pudiera gustar este cascarrabias. Oh, dios mío. He dicho cascarrabias. Me río mientras el nombre de Thomas Henkins resuena en mi cabeza. Mi risa cesa en el momento que Carl grita: “Chris Colfer”. Me muerdo el labio y los ojos de Carl caen en mi, le sonrío, y, cuando pestañeo la caja esta en el suelo, donde todas las cartas que quedaban (las cuales son unas cinco) se mezclan, entre ellas, la mía. Lo peor: todos los sobres son verdes pastel; no hay forma de que Carl recuerde de quién es cada una y para quién. Ni siquiera yo puedo darme cuenta cual es mi carta.
Chris camina y Carl le da una carta apresuradamente de la pila que se cayó. Ruego por que esa sea la mía y veo como llaman a mi compañero de pupitre, que, según indica el grito de la profesora, es Harry Styles. Bonito nombre para un idiota. Luego de dar todas las cartas, la campaña suena y Harry se aleja guiñándome un ojo.
— Adiós, Lucille —habla en un tono coqueto, y abre la carta.
Intento no gritar cuando veo que es mi caligrafía.

Capítulo 006.

Mi cabeza esta a tal punto que siento que va a explotar ¿como lo deje pasar? Esto es muy malo, demasiado a decir verdad.  Un total desconocido con linda sonrisa y pelo raro tiene la carta que iba para Harry, aunque siendo totalmente sincera creo que no me esta preocupando tanto como lo aparento, lo cual es muy raro... ¿No se supone que debo estar haciendo algo al respecto? Todo esto es muy frustrante, realmente deseo con todo mi corazón no volver a pensar en esa carta en lo que me resta del día. Camino a paso lento por los largos pasillos de la escuela, lo único que puedo ver es ese color rojo que resalta desde todos los casilleros, sin ninguna idea de a donde me estoy dirigiendo. Noto una cabecera rizada, la conozco perfectamente; una sonrisa deslumbrante se escapa de mis labios y me dirijo a el corriendo.

— ¡Hazzita! —mi llamado lo hace voltear su cabeza hacia mi dirección, cerro su casillero y me sonrió con su sonrisa perfecta.
— Hey pequeña Olly, hace mucho que no hablo contigo ¿que me cuentas?
— Si, me debes muchas platicas Mr. Styles, pero fuera de eso, mi vida no es muy interesante y lo sabes así que no hay mucho que decir.
— Oh, tengo tantas cosas que contarte... —su boca se mueve pero nada me llega a los oídos, me alegra mucho volver a ver a Harry pero no lo se, hay una pequeña opresión en mi corazón. Al final solo capto que en su clase de biología la sentaron con una rubia muy bonita con el nombre de Lucy y que le parece muy linda. Y es aquí donde me doy cuenta, me doy cuenta de que Harry nunca se va a fijar en mi pero vale la pena intentarlo.


El camino de vuelta a casa es algo —para no decir muy— aburrido, casas pintadas de blanco por todas partes, el mismo césped verde de siempre y un sinfín de carros estacionados cerca de la acera. Distingo mi casa, no queda muy lejos de donde estoy caminando así que apresuro mi paso y entro por esa puerta vieja que me trae muchos recuerdos sobre las peleas que alguna vez tuvieron mis papas y el primer beso de Kian. Suelto un suspiro de alivio al saber que puedo descansar toda la tarde acostada en mi cama viendo mi colección de películas de Harry Potter. Dejo mi mochila en el sillón que esta en la sala de estar y escucho la voz de mi mama diciendo que tenemos visitas ¿Visitas? ¿Quien? Frunzo el ceño algo confundida y me acerco a la cocina donde se supongo que debe estar mi mama.

— ¿Como que tenemos visit...? —mi boca se cierra inmediatamente al ver una cabellera de los colores de la galaxia...¿¡Eh!? ¿Que hace el aquí? ¿Y por que comparte risas con mi hermano? Mis manos empiezan a sudar y mi corazón late fuertemente. — H-Hola —bien hecho Olly, pareces una estúpida. Trago mi propia saliva y sigo hablando. — Soy Olly —le dedico una débil sonrisa. El chico se para de su silla y veo su mano tendida hacia mi, la tomo y me la estrecha con mucha delicadeza, siento como mis mejillas se calientan poco a poco y deseo que la tierra me trague.
— Que hermoso nombre y déjame decirte Kian, que tu hermana es muy linda.
— ¿Linda? ¿Ella? ¡No la has visto en las mañanas! —se ríe de su propio comentario y no creo soportar otro momento aquí sentada.

Mi mama finalmente nos trae la comida y veo con deseo todo lo que cocino. Amo la comida con todo mi ser y es una de las razones por las cuales soy feliz, ademas de que, la comida de que prepara mi mama es deliciosa, no, mas que deliciosa. Termino de comer, le doy las gracias a mi mama por tan deliciosa comida y me retiro silenciosamente de la cocina. Inmediatamente la imagen de verme acostada en mi cama viene a mi cabeza y subo corriendo las escaleras, obviamente con mucho cuidado ya que me he caído repetidas veces y no ha sido muy bonito. Recuerdo la risa de Kian cada vez que me caigo y parece un bendito maniático, no tiene nada de gracioso y menos cuando te lastimas. Veo mi deseable cama y me aviento directamente a ella, siento puro placer correr por mi cuerpo, ya necesitaba descansar, la escuela me esta presionando mucho últimamente. Lo ultimo que mis ojos logran ver es el color rosa de mis almohadas y caigo en brazos de Morfeo.


Mis párpados comienzan a abrirse lentamente, que rica siesta me he echado. Sonreí inconscientemente y vi la hora que mi mesita de noche marcaba, ¡ya eran las 7! Me tomare una ducha e iré a mi sala de tele para poder ver mi maratón de Harry Potter tranquila. Camino hacia el baño y prendo la regadera, inmediatamente vi como el vapor comenzaba a irse hacia mi espejo, indicándome que el agua ya estaba caliente. Algo muy raro en mi es que no puedo bañarme si no tengo música o algo por el estilo sonando así que pongo mi música coreana que me encanta escuchar y para que lo sepan ¡No es raro! o quizá si...por esto no tengo amigos. Me meto a la regadera y siento como mis hombros se tranquilizan, mis papas se quejan de que me tardo un poco en la regadera, si es que un poco significa media hora. Es inevitable, me tranquilizo y me olvido del mundo cuando estoy aquí dentro. Bailo al compás de la canción cuando me salgo a ponerme mi cómoda pijama, escogo mi fiel pijama con muchos gatos estampados en ella, tengo una serie obsesión con los gatos y lo mas deprimente es que no tengo uno. Me cepillo mi cabello rosado y bajo las escaleras. Me quedo parada por unos instantes tratando de captar algún ruido, no escucho nada así que al parecer mis papas salieron a cenar, hago un pequeño baile de celebración ya que podré acostarme tarde viendo mi maratón. Preparo una sopa, la sopa es deliciosa. Espero a que el agua hierva y escucho un ruido proveniente de las escaleras, doy un salto del susto y agarro lo primero que veo; un sartén. Mis piernas tiemblan, trato de controlarlo, camino hacia donde están las escaleras y en el camino, vuelvo a escuchar otro ruido, esta vez suelto un pequeño grito y dejo caer el sartén. Me tapo la cara con mis manos y siento como alguien las quita suavemente, me sorprendo al ver al amigo de Kian.

— ¿Estas bien Olly? Tranquila, solo soy yo —sonríe dulcemente y repito la misma acción. Pero espera...ahora que lo veo, no me ha dicho su nombre.
— E-Este...creo que aun no se tu nombre...
— ¡Pero que idiota soy! ¿No te lo he dicho? —negué con la cabeza. — Mi nombre es Michael, Michael Clifford.