The heroines {Novela Colectiva

Se encontraba en el Campamento Mestizo,  justo en la arena de entrenamiento,  tenía una espada que era bastante corta,  no era la suya pues en su muñeca colgaba la pulsera con el dije. Luke estaba frente a ella con otra espada, una de bronce celestial no la nueva.
—¿Por qué no puedo usar la mía? —su voz era un poco más aguda, y pudo recordar que tenía diez años y recién había llegado al campamento.
—Es bastante larga y desequilibrada —comentó el rubio frente a ella—. Estarás mejor con está.
La chica asintió y la imagen cambio.
Estaba en la Gran Casa Azul,  Quirón se había ido a su clase de arquería y ella solía quedarse en ese lugar a esperar si llegaba algún semidios, solía pasar mucho tiempo en ese lugar desde que Luke se había ido. Escucho el sonido de pezuñas en la entrada,  durante un momento penso que podría ser algún sátiro buscando a Quirón pero luego, cuando vio a la criatura bastante asustada supo que no era así.
—Tienes que ayudarme —el sátiro casi no podía hablar—. No resistirá mucho.
Antes de poder responder la tenía jalando de su brazo, al llegar pudo observar a un chico tratando de esquivar los golpes de un cíclope.
—Lo ha cegado pero aún lo sigue con el olor.
La chica asintió y se lanzó a la batalla para salvar al chico.

Despertó en el Empire State, con un horrible dolor en todo el cuerpo especialmente en la pierna izquierda, su cabeza estaba en una almohada, quizás de algún sillón cercano y se encontraba en el piso. Se sentó, sabía que no podía pararse la herida en la pierna le había hecho perder mucha sangre y estaba segura que era un milagro que estuviera viva.
—Veo que despertaste —una voz la hizo girar a la derecha y se encontró con Henry.
El chico tenía rastros de sangre en él y llevaba un vaso de néctar. El chico le sonrió y le dio el vaso, apenas sus labios tocaron el néctar sintió el sabor a manzana.
—¿Cuánto tiempo llevo inconsciente? —fue lo primero que preguntó.
—Lo sufiente para traerte aquí y curarte —contestó el chico.
—¿Cómo...?
—No se, mis hermanos estaban siendo atacados y vi las arpías alejándose y supe que irían tras de ti.
Luna sabía lo se significa eso, casi podía ver a Afrodita sufriendo un ataque al más puro estilo Fangirl mientras los observaba.
—¿Sabes? Mi puntería es bastante mala pero soy el mejor sanador entre mis hermanos —Luna miró fijamente al chico esperando que dijera algo más—. Pero cuando te vi siendo atacada sobre un gran charco de sangre le pedí a todos los Dioses que me permitieran acertar a solo un tiro.
La rubia no pudo evitar sonrojarse ante el comentario del asiático.  
—¿Recuerdas como nos conocimos?
—Cuando me pediste tocar contigo.
—Realmente fue mucho antes de eso —dijo con una sonrisa antes de sentarse a su lado—. Yo tendría once o doce, recién me enteraba que era un mestizo y trataba de llegar al campamento. Un cíclope me lo empedia, logre cegarlo con una daga que el sátiro me dio pero realmente quien lo venció fuiste tu. Cuando lo mataste mientras yo caía inconsciente.
Henry no pudo seguir hablando, una niña de siete años se acerco a ellos, Luna la reconoció como Abigail una de sus hermanas, la niña parecía agitada y bastante preocupada.
—Luna, Luna, es Connor.
La muchacha trato de levantarse olvidando su pierna herida,  haciendo que casi cayera pero con un rápido movimiento Henry la sostuvo.
—Te tengo.

Cuando la joven llego con su hermano, este estaba en un sillon rodeado por algunos hijos de Apolo, estaba demasiado pálido con un ligero color verde en las mejillas. Henry la ayudo a sentarse a su lado mientras hablaba con sus hermanos. Había otros hijos de Hermes cerca, la mitad de la cabaña que había ido con el menor de los Stoll.
—¿Qué le ha pasado? —preguntó.
―Una flecha envenenada —contestó alguien.
Miro a Henry y este asintió. Comenzó a decir algo en griego antiguo mientras curaba a Connor,  al poco tiempo Luna vio a Travis llegar al lugar. Toda la cabaña de Hermes había perdido su característica sonrisa para dejar espacio una mirada sombría. Cuando el hijo de Apolo termino, Connor había recuperado el color en sus mejillas, pero Henry se encontraba más pálido de lo normal.
—Curar a dos personas es difícil —dijo en un susurro.
—Ven aquí —comentó la rubia que se encontraba en el suelo. Henry le hizo caso y se sento junto a ella. Luna hizo que se recostara quedando su cabeza en el regazo de ella.

La chica estaba segura de algo. Cronos había tratado de quitarle a dos de sus hermanos.  Y estaba segura que no dejaría que le quedará a su pequeña familia.

La lucha era interminable, por más ágiles que fuéramos, los monstruos seguirían multiplicandos a menos que acabáramos con la bestia que los estaba creando. Edquina se notaba concentrada con lo suyo y no me cabría duda que no tendría como defenderse más que con sus criaturas.
— Esta mierda es interminable — Se quejó Serena dejando escapar un un suspiro. Su melena rubia estaba hecha un desastre debido al sin fin de monstruos que había combatido, aún así, su belleza no desaparecía, sino que incrementaba dandole un toque salvaje — Y lo peor es que estoy perdiendo el “Glamour” —  agregó dandole un toque de gracia a la situación.
— Esto no se detendrá hasta que eliminemos a quien e los hace aparecer — le dije, quizá mi plan no era una mala idea después de todo.
— ¿A qué te refieres? — preguntó la chica confundida haciendo cada vez, su cansancio más inminente.
— Debemos eliminar a Equidna — le expliqué. La chica me miró como si mi idea, fuera la más descabellada que se me podría haber ocurrido.
— ¿Estás demente? —
— No… ¿Por qué? —
— La única forma de asesinar a una Equidna, es perforarle la cabeza con una espada y por si no te haz dado cuenta, esa cosa es tan grande que es imposible llegar a su cabeza — explicó. Dirigí mi mirada hacia el monstruo y efectivamente era casi imposible, aunque…
— ¡No es imposible! — exclamé. Serena abrió su boca para comenzar a hablar — ¿Ves la viga que pasa por sobre ella? — le expliqué, la chica desvió su mirada de mi rostro y miró en la dirección indicada — solo tienes que llegar allí y… —
— Hey, espérate — me interrumpió — ¿Haz dicho: “tienes”? — preguntó  — ¿Yo soy la que tiene que subir a esa viga -Dios sabrá como- y atravesarle la cabezota a la comadrona, esa? — Preguntó incrédula.
— Tú puedes hacerlo, Serena, en estos momentos te necesitamos, todos nosotros, tú eres la que posee esa increíble habilidad con la espada y eres los suficientemente pequeña y ágil para hacerlo — le alenté.
— Le temo a las alturas, Clary, me aterran — explicó comenzando a temblar de pies a cabeza.
— No creo que sea tanto como para que no puedas hacerlo en estos momentos, Serena, por favor, no morirás por subir a la viga pero si podrías morir por estas bestias, por favor, amiga, hazlo. —
— No lo entiendes, ¿verdad? —
— Pues me encantaría que me lo explicaras, pero en estos momentos no hay mucho tiempo que digamos — me lamenté. La chica miró nuevamente hacia la viga, pude observar que tragaba saliva costosamente y luego asintió. Me sentía mal por obligarla a hacer algo a lo que le temía, pero ni mis hermanos ni yo, teníamos alguna habilidad con la espadas puesto que al ser hijos de Apolo, seríamos entrenados para utilizar el arma de nuestro padre — Ahora necesitamos saber como te haremos llegar allí.
— ¿Cuantos hermanos son? — preguntó la chica.
— Diecinueve, ¿por? — asintió.
— ¡Chicos! — gritó por sobre el bullicio. Al ver que los chicos no atendía a su aguda voz, lanzó un silbido que me destruyó los oídos. Todos dejaron lo que estaban haciendo para mirarla fugazmente — ¡Retirada! — gritó.
— ¡¿Qué?! — le grité. Mis hermanos obedecieron perplejos ante la orden que la rubia les había dado.
— Hagan un linea a lo largo de todo el puente y ataquen, por ahora, necesito sus cinturones — ordenó. ¿Sus cinturones?
—Vaya Serena, sabía que las hijas de Afrodita eran un tanto apasionadas pero no tenía idea que sucediera durante una batalla — exclamó Marcus sorprendido
— Será mejor que no se tasen mucho ya que si bien las bestias son bastante lentas y torpes para atacar, no tardarán en llegar — les advirtió la rubia. Los chicos se quitaron sus cinturones confusos y se los entregaron a la chica. Eran tantos que tuve que ayudarle a recolectarlos. — Tú también traes uno, ¿no? — preguntó. Asentí con mi cabeza a modo de respuesta y me quité el mío. Luego la chica comenzó a atarlos por medio de los orificios y a las hebillas que estos tenían. Chica lista. —Necesitamos que unos cuantos de tus hermanos vengan con nosotras, con unos cuatro o cinco estaremos bien, es para que nos cubran mientras nosotras lanzamos los cinturones para poder anclarlos allá arriba — Explicó señalando la viga.
— ¡Marcus, Eric, Alexandre, Danniel, James! — grité. Los interpelados dirigieron la mirada hacia mí — Vengan con nosotras, necesitamos que nos cubran — les expliqué. Lo chicos asintieron sin protestar y comenzamos a correr por la orilla de derecha de el puente con dirección a la procreadora de las bestias. Mientras nos abríamos paso con las flechas, los monstruos caían muertos haciendo estremecer el piso y derramaban aquel asqueroso líquido negro que me provocaba nauseas. Al llegar bajo la viga, pude apreciar que no era tan alto como se veía a la distancia. Serena llamó a uno de mis hermanos para que la tomara en los hombros y así poder lanzar la cuerda de cinturones que afortunadamente no tardó en rodear el acero de la viga y caer por el otro lado.
— Necesito que ustedes dos sujeten muy bien ese lado de la cuerda, puesto que tendrás que sostener mi peso — nos indicó a Marcus y a mí. La chica se aseguró de que afirmáramos perfectamente una parte de la cuerda y comenzó a subir. Era rápida y su liviano cuerpo le permitía actuar con agilidad. Cuando iba por más de la mitad, se detuvo y se aferró con fuerza a la “cuerda”. Estaba asustada.
— No mires abajo, Sery — Le grité alentándola — solo concentrare en la viga — le aconsejé. La chica pareció escucharme y comenzó subir lentamente. Al parecer la espalda le pesaba un poco haciendo que le costara un poco encaramarse en el viga, pero luego de unos cuantos intentos, lo logró. Comenzó a caminar lentamente hasta posicionarse sobre la cabeza de Equidna.
— ¡Serena! — gritó un chico que corría hasta donde estábamos James y yo. Se trataba de Augustus, el hermano de Serena que dejaba en evidencia su preocupación. — ¡¿Qué crees que has hecho?! — me interrogó. Me fue imposible contestarle algo puesto que me había quedado anonadada. — Serena no tendría que estar allá arriba, le teme a las alturas — espetó.
— Lo sé, pero no creo que por eso le vaya suceder algo, Augustus — le expliqué intentando calmarlo. Sin embargo, mi comentario pareció enfadarlo aún más.
— No sabes el motivo de su fobia, ¿no es así? — preguntó como si yo fuera la imbécil más grande del mundo.
— Estamos en una batalla, niñito, por si no te haz dado cuenta — le espeté con rabia.
— Serena trató de suicidarse hace tres años atrás lanzándose de un cuarto piso y cuando se arrepintió, resbaló por la orilla — explicó el chico. Okay, eso no me lo había esperado y ahora me sentía una completa idiota. Me merecía el peor de los tratos por ello. Y es que ni siquiera le había dado la oportunidad de explicarme el porqué se le hacía tan difícil subir a una viga. Me quedé estática, no podía moverme, si algo llegaba a pasarle a Sery, sería culpa mía y de nadie más. Me centré en la chica quién se disponía a saltar de la viga hacia la cabeza de la bestia. Cayó enterrándole la espada hasta la empuñadura haciendo que la Equidna se estremeciera y diera unos odiosos chillidos provocando que todos se taparan los oídos. La bestia se llevó una mano a la cabeza golpeando a Serena. La escena pareció suceder en cámara lenta: La chica caía desde la cima del monstruo sin chance de poder aferrarse a algo para evitar caer al piso.
— ¡Serena! — gritamos Augustos y yo corriendo hacia ella al mismo tiempo. Sentí como el piso vibró bajo nuestros pies dando a entender que Equidna estaba muerta, una pesadilla había acabado para dar pie a otra. La chica tenía los ojos cerrados y aparentemente no respiraba.
— Mierda, la he cagado — exclamé mientras mis ojos se llenaban de lágrimas al verla tendida completamente inconsciente.
— Cállate y muévete, tenemos que llevarla a un hospital — Dijo el chico levantando a su hermana del piso.
 



La sala de espera estaba repleta. Un gran numero de mis hermanos estaba esperando a saber noticias de Serena, ya que gracias a ella, la Equidna estaba muerta y la batalla había finalizado. Cada minuto que pasaba, la desesperación aumentaba. Augustus se movía de lado a lado en la sala como si se tratara de un león enjaulado y hambriento. De vez en cuando, el chico me miraba como si tratara de enterrarme bajo mil capas de tierra por haber sido la culpable de que todos nosotros estuviéramos en una sala de espera y Serena en una sala de operaciones.
— ¿Parientes de Serena Ligthwood? — salió una mujer vestida de blanco completamente, como la mayoría de los médicos presentes. Todos nos movimos de manera veloz para llegar hasta la mujer y escuchar noticias de la rubia. La mujer nos quedó mirando sorprendida al ver que éramos muchos abalanzándonos sobre ella, sin embargo no se detuvo.
— ¿Como sigue mi hermana, doctora? — preguntó Gus impaciente.
— Bueno, la situación de Serena es complicada — dijo la mujer suspirando — La verdad es que antes de caer, la Equina la golpeó en la espalda muy fuerte, provocando un leve trauma pélvico que la tiene paralizada en este momento debido a las drogas suministradas para calmar los dolores — Dijo la mujer. Sí, por cierto, la mujer era una médico que había asistido al campamento mestizo cuando era joven y a ella acudían los mestizos la mayor parte del tiempo cuando se trataba de una urgencia médica.
— No me gusta que esté dopada — dijo Augustus apretando los puños.
— Gus, la droga es la que la mantiene estable y calma los dolores. Si no estuviera dormida, créeme que la pasaría horrible — le explicó la mujer.
— ¿Podemos llevárnosla al campamento? — preguntó el chico un poco más calmado.
— Claro, me he comunicado con Dionisio — sintió la mujer — ya está enterado de lo sucedido con Serena y ya tiene los suplementos necesarios para mantenerla estable — Explicó — Eso sí — Continuó — hemos acordado en mantenerla dormida en un coma inducido hasta que sus piernas presenten movilidad. No queremos que pase por un traumatismo al igual que la vez anterior.
— Todo esto es mi culpa, yo debí haber estado allí o simplemente haberle impedido ir a luchar — Cada vez que oía hablar al chico sentía una gran presión en el pecho que denotaba  culpabilidad.
— Te digo algo, querido — habló la doctora — Esto no es fácil. Ser un mestizo implica demasiados riesgos que debemos correr — le consoló. Sin embargo, nada parecía calmar al chico. Definitivamente la había cagado y no podía hacer nada para retroceder el tiempo y enmendar mi error.
 




 Habían pasado algunos días desde el accidente de Serena y aún seguía en recuperación en una cabaña exclusiva para los caídos. La chica dormía plenamente siendo su respiración, el único indicio de que estaba viva. Por más que intentaran apartarme de su lado, no lo lograban, incluso las chicas, en especial Kisha, Annabeth y Ariadne. No soportaba ver a la rubia tan quieta, en los pocos días que la conocía, me había acostumbrado a su hiperactividad que no le permitía mantenerse quieta ni un solo segundo.
— Vamos, nena, sientes que moverte un poco — sentada a su lado tomando su mano entre las mías.
— ¿Qué haces aquí? —preguntó una voz masculina a mis espaldas — ¿No piensas moverte del lado de mi hermana? ¿No te vasta con que el hecho de que esté copada en una cama sea tu culpa? — escupió cual veneno.  Me di la vuelta para afrontarlo, sin embargo no tenía nada con que enfrentarlo, lo que decía no era más que la verdad.
— ¿Cuantas veces tendré que decirte que lo siento? — le dije — ¿Crees que no me siento lo suficientemente culpable que me sigues cagando sociológicamente? — le pregunté acercando a él — ¡La he cagado! ¿vale? La he cagado en grande y te lo he hecho saber mil veces ¿No te vasta con eso? Se que la culpa es mía que si no hubiera sido por mí, Serena andaría revoloteando por allí como solía hacerlo incluso antes de que yo llegara aquí, pero ¡No lo pensé bien! — Fui acortando la distancia que nos separaba poco a poco a medida que hablaba, el chico parecía no ceder ante su postura. — ¡Por la mierda, nos iban a acabar, estábamos en una batalla contra unos monstruos asquerosos que no dejaban de reproducirse, no tenía una espada y no sabía como matar esa cosa! ¡Serena si lo sabía y lo vi como una posibilidad! ¿Acaso tu piensas lo suficientemente las cosas antes de hacerlas cuando te estas enfrentando a unas criaturas míticas que hace unas semanas solo estaban en tu cabeza? — Le pregunté — Ten un poco de comprensión, ¿vale? llevo aquí unos míseros cuantos días  en esta mierda y al poco tiempo de llegar, me mandan a batallar con algo completamente desconocido para mí sin haber recibido el entrenamiento adecuado ¡No sabía que hacer! Soy una maldita humana común y corriente o al menos lo era en mi mente hace un par de días atrás y ahora pasa esto y tú vienes aquí culpándome de algo que ya tengo asumido como mi culpa pero ¡No! tú dale que dale sin im… — El chico interrumpió mi sermón envolviéndome con sus brazos cuando la distancia que nos separaba era nula. No me había percatado de la necesidad de un abrazo hasta que la calidez del muchacho me envolviera, reconfortándome.
— Ya cállate — me susurró — ya te has desahogado lo suficiente, llora tranquila — finalizó. No me había dado cuenta de las lágrimas que humedecían mis mejillas hasta que Augustus las había mencionado y ahora que me había percatado de ellas, los sollozos se hicieron incontrolables.
Me desahogué por largo rato, aprovechando de la calidez que me entregaba el hijo de Afrodita ¿Tendría que ver esto con los dotes heredados de su madre? Digo, Augustus era un chico aparentemente poco sensible y bajo ninguna circunstancia me hubiera imaginado de lo cálido y reconfortante que podrían resultar sus brazos.
— Hey — me dijo el chico interrumpiendo mis meditaciones cuando mis sollozos se habían esfumado — Sery se está moviendo — lo solté rápidamente y me giré para mirar a la chica, quien efectivamente se estaba moviendo lentamente pero seguía dormida por los medicamentos. Tal como había indicado la doctora de la clínica, podrían dejar de suministrarle drogas para dormirla cuando su cuerpo comenzara a responder con leves movimientos — Iré por Dionisio — dijo el chico. Lo miré sonriendo para asentir y verlo alejarse rápidamente. Serena despertaría en menos de lo que todos nos imaginábamos.