ATRÉVETE IDIOTA©. {basadaenhechosreales}

Idiotas aquí, idiotas allá. Elizabeth Verdugo esta convencida de que donde hay cara bonita, cuerpo de atleta, sonrisa de infarto, fama de gran conquistador y ser el más popular de todo el campus, hay un bastardo de primera mano. Por eso cuando Fabián LeeKluger, la mismísima encarnación del demonio se le manifiesta con una sonrisa descarada capaz de derretir a cualquiera, Lizzy lo desecha al instante. Fabián es justamente el tipo de chicos que le atraen, pero también es justo el tipo de dolor de cabeza que prefiere evitar a toda costa.

Fabián LeeKluger, deportista ejemplar por las tardes, piloto de carreras  clandestinas por las noches, no soporta a las niñas torpes e ingenuas y que creen saberlo todo, y sin embargo, Lizzy Verdugo se ha convertido en un suceso fresco y vanguardista. Único y encantadoramente extraño.

 
 
No resultaba ninguna novedad para nadie el que terminara siendo siempre la última en entrar por esa puerta. Era como una maldición. O maña tal vez. Créeme cuando te lo digo, siempre pero siempre debía haber un retardo al inicio de cada curso. En realidad no importaba el tiempo que me tomara en planificarlo; que una noche antes diera indicios de empezar con el pie derecho siguiendo el recto protocolo del estudiante, de dejar todo bien organizado, listo y a la mano para el día siguiente, o que durmiese las ocho horas apropiadas, ¡Por Dios!, ni siquiera adelantar veinte minutos menos la alarma. Un caso perdido como dice mamá. Sin embargo, esta vez si que iba a ser diferente, lo supe en el momento en que me deje caer en uno de los tantos pupitres vacíos del aula 326. Ser la primera  en llegar al salón de clase en toda mi vida colegial me hizo sentir poderosa, capaz de pararme frente a una audiencia entera y darles un discurso sin titubear, por eso fue que elegí el pupitre dos de la fila de en medio, justo al frente, en la zona perdedora o como yo prefiero llamarle: El Territorio de Los Intelectuales. En secundaria y preparatoria mis elecciones solían ser los lugares mas escondidos, al final de la fila o en el rincón, ya que… bueno eran lo único que quedaba disponible. Pero aquí estaba yo, Elizabeth Verdugo, en mi cómodo pupitre de universidad, con la cabeza echada hacia atrás, mirando las luces en el techo mientras me recuperaba de mi carrereado trayecto. Luego de recobrarme y que mi respiración volviera a la normalidad, me di a la tarea de observar a mí alrededor. Las paredes del aula 326 eran  de un color crema casi tirándole al naranja, los anchos muros en una tonalidad más fuerte apunto de verse marrón, pero que no volvían deforme el interior. La impresionante iluminaria en el techo y las ubicadas en cada esquina de al frente aportaban un ajuste perfecto al salón, dándole un aspecto de auditorio diminuto. Por otra parte, casi al centro, a un lado del enorme pizarrón blanco, a la vista de todos y extrañamente ahuecado en la pared estaba un televisor plasma de esos de modelo reciente, tan delgado en grosor y ancho en pantalla, la nueva tecnología. Excelente ventilación y un reluciente piso de madera, como sólo había visto en las mansiones del Gran Sorteo Regio, donde papá labora como vendedor. El aula 326 era tan sofisticada como las otras, pero apostaría a que mi futuro grupo y yo haríamos la gran diferencia. Al menos esperaba que así fuese. De verdad lo esperaba.


Los minutos fueron avanzando, y con ello la llegada de mis compañeros. Ignoré totalmente la primera impresión que me formulé de ellos según sus rostros y aires, mi actitud con cada uno de los recién llegados fue siempre amable y positiva. La segunda en llegar fue una chica con un alocado peinado naranja amarillento, vestimenta extravagante y semblante serio. La tercera persona fue un chico, que contrario a la chica del peinado de colores, iba muy formal, todo él muy elegante, porque hasta llevaba corbata en combinación con su camisa color limón, aunque parecía estar asustado. Le sonreí mas de lo normal por si acaso. Posteriormente fueron entrando de a varios, uno tras otro. Unas mejores amigas, rubia y pelirroja que me saludaron luego al verme, otra chica de bonito cabello largo negro, de piel morena y un poco, sólo un poquito bajita de estatura. Ella llevaba una pequeña Biblia en la mano, por lo que me pregunte si había elegido la carrera correcta. Por su eterna tranquilidad deseaba que fuera así. Cambié la mirada hacia dos amigos que llegaron empujándose, luego a una guapa chica, alta como una miss concurso no sé qué, de buen cuerpo y cara de muñeca, seguida por otra con exceso de maquillaje en los parpados.

—No se te ocurra hacer eso nunca, ¿vale?

Voltee hacia atrás para mirar al interlocutor. Una chica, de complexión algo robusta pero atractiva, ojos grandes azules y cabello rubio y corto en puntas disparadas, muy a la moda. En cuanto terminó la frase supe que se refería al maquillaje de la chica párpados intensos, pero el grado  de su severidad al mencionarlo me cambió el rumbo de los pensamientos, en si lo decía en serio o sólo para iniciar una conversación. Como me tarde en contestar, ella soltó un suspiro. Me dio la impresión que no era de ese tipo de personas  proclives a tolerar a los lentos y mucho menos a los tontos.

—Renata Bermúdez, mucho gusto—me tendió la mano, y yo la recibí con la misma actitud que antes.   
—Elizabeth Verdugo.
Apenas me presentaba cuando alguien me interrumpió para hacerse anunciar a todos los presentes.
— ¡He llegado! ... compañeros, señoritas, buenos días. 
Renata se frotó los dedos contra su frente.
—Esta vez he puesto demasiada fe en mis esperanzas—dijo ella claramente decepcionada— Obviamente no podía faltar el típico chistosito de la clase.


De forma automática mis ojos volaron hacia el repentino arribo de la “cómica” presencia. Se trataba de un atleta, un sujeto alto de grandes proporciones y musculatura, bastante atractivo ¡Vaya! si que era guapo, muy, muy apuesto. Y un completo idiota seguramente. Por lo que se podía notar, un tipo sociable, simpático y sospechosamente desquiciante. El guapo atleta saludó con una sorprendente sonrisa blanca y una galantería dignas de la falsedad a la miss del 326. La miss belleza daba la impresión de ser una chica inteligente, aunque no me sorprendería  que tarde o temprano el tipo lograra salirse con la suya. Una segunda chica, muy guapa también y aun más curvilínea se hizo presente en el acto. Ni siquiera me quede a mirar el coqueteo entre ambos. Juntos eran asquerosamente descarados.


Me disponía a sacar mi laptop de la mochila cuando oí la voz del atleta decirle a una chica en la puerta: Lo siento linda, sino hubiese sido por esa moquillo te hubiera dado alcance. Será para la próxima ¿vale? La imagen de un tipo enorme gritándome desde abajo del tigrebus que subiera a la de ¡ya! o sino iba a quedarse fuera me vino a la cabeza. No lo había reconocido  sin la capucha gris que le cubría la cabeza y gran parte de la cara que llevaba en nuestro pequeño percance. El rubor ardiente se acumuló en mis orejas al revivir el momento en que apretó mi trasero mientras forcejeábamos y yo le di una patada en el pecho como contraataque, justo cuando el chofer le cerraba la puerta en las narices. Recuerdo haberle oído maldecir y darle unos buenos golpes al costado derecho del tigrebus. No pude evitar reírme ante el recuerdo de la desgracia ajena. De todas formas esperaba que no llegara a reconocerme o sino, me habría ganado un enemigo innecesario antes de tiempo.
Aprieto el botón de Encender de la laptop y espero a que se actualice.


Esperen… ¿ese tarado  de verdad acababa de llamarme moquillo? ¿En serio Moco?

 
Según el horario del grupo, la primera clase nos llevaba a la Dra. Brava de Quintanilla, quien, como si mentalmente la hubiese invocado, se hace presente ante caras nerviosas— incluyendo la mía— segundos más tarde. La reconozco al instante: es la mujer de rostro severo y de larga trayectoria profesional de los cursos propedéuticos. Directamente y con movimientos refinados se detiene frente al pizarrón y comienza a escribir después de dejar su Tablet sobre el escritorio.
 
                 
—Jóvenes—empieza la Dra. Brava con austeridad—, quiero que sepan que es un placer para mí el impartirles cátedra este curso. Su primer curso siendo adultos universitarios.  Espero que a final de semestre reconozcan el honor que tuvieron de ser mis alumnos. Lamentablemente no todos la han tenido. No celulares, no interrupciones, nada de permisos, no prorrogas, y no quiero verlos a fin de semestre buscándome por los pasillos o los mando directamente a terceras.

Me parece oír a algunos tragando su propia saliva. Incluso los tirones en el estómago me advierten que no soy  la excepción a sus provocaciones para infundir el miedo.

— ¿Pero porque esas caras, jóvenes? —manifiesta ella en el mismo tono de voz.
Me atrevo a desviar la mirada de la suya rigurosa para ver a mis compañeros. Los hombres la miraban taciturnos, tratando de simular no verse afectados, mientras que  las mujeres, algunas agachaban la mirada al mismo tiempo que jugaban con su cabello.
Entonces la Dra. Brava rió.

¿Estaba burlándose de nosotros?

—Era solo una pequeña broma, mis estimados.
Sin duda lo hacía. Mi cuerpo se destensa y también sonrío. Hasta los tirones en el estómago desaparecen. 
—Por Dios quiten esa cara muchachos, ¿es que quieren arrugarse? Todavía son muy jóvenes.
Tan pronto termina de decirlo, las  risitas nerviosas se dejan oír  y hay rostros relajados de extremo a extremo. Resultó un gran alivio para todos que la Dra., poseyera cierto sentido del humor. De esa forma seria menos probable que nos las viéramos tan negras durante los próximos seis meses que estaban por venirse.
—Ingenuos todos. Como es que no me sorprende. —dice una voz burlona casi al final de la fila contigua. La Dra. Brava y el resto del grupo nos giramos para ver de donde proviene tal oracioncita inoportuna.
 —Usted de nuevo…
La Dra. Brava se endereza aún más y levanta la barbilla para mostrar su autoridad.
 —Fabián LeeKluger, para servirle a usted Dra. Brava.  Está muy guapa el día de hoy.
Renata niega con la cabeza y hace un gesto de contundente desaprobación hacia él. Yo lo observo, probablemente con más atención de la debida. Y es que Fabián LeeKluger se ve tan cómodo consigo mismo, indolente en su asiento, impertérrito  a la autoridad de nuestra profesora   y… nuestras miradas se cruzan. Durante un largo minuto nos miramos fijamente. No soy consciente de que me he puesto roja cuando Renata me pregunta ¿Que esta pasando aquí, Elizabeth?, con una pisca de son de burla. Mierda, mierda, que vergüenza, se ha percatado de nuestras miradas.
— ¿Qué? No, no pasa nada. ¿Debería? —Cuando me vuelvo a echarle un fugaz vistazo a LeeKluger, él esta tratando algunos asuntos con sus nuevos amigos que parecen estar muy entretenidos. El amigo N° 1 me mira y enseguida se vuelve con el N° 2, que se carcajea al instante luego de aventarme también una mirada chacotera. Por último, Fabián LeeKluger me mira de nuevo, aunque esta vez con gran desdén  e indiferencia de por medio. Obviamente me había convertido  en el objeto de su burla.
“Grandísimo imbécil”, me pasa por la cabeza. Ni aunque volviera a nacer.

¿Ya vieron mi nueva firma?

  

ddddd
YA ESTÁ LISTO EL CAPÍTULO 1
  

Ya saben, comentarios siempre son bien recibidos.
¡GRACIAS!

 :chkt: 

Espero que conmigo hagas la excepción de ser lectora fantasma XD. Muchas veces los lectores no se dan cuenta que forman gran parte de la inspiraciób del escritor   . Gracias y bienvenida <3