Fly Me To The Top [HS]

Capítulo 49

—Yeri, ¿puedo hablar contigo?

—Seguro, pasa Paola…

—Yeri… No te cases.

—¿Qué?

—Sí, Harry no te ama, él siempre ha amado a Alex, y si se casa contigo es por despecho, pero no por amor.

—Paola, hazme un favor y vete. No puedo creer que vengas a decirme eso a cinco minutos de caminar hacia el altar…

—Yeri, piénsalo, ¿cuantas veces Harry te llevó a comer a un McDonald's? ¿Cuántas veces te llevaba a ver películas mudas? ¿Cuántas veces te regaló flores?

—Paola, a mí Harry me demostraba su amor de otra manera…

—No, no te lo demostraba… piénsalo, contigo Harry no sonríe, y yo soy su amiga, y no voy a dejar que arruinen su vida así, porque yo se que tú tampoco lo amas.

—¿Tú qué sabes?

—Lo suficiente. Harry no te ama, y tú no lo amas, ¿o sí?

—No. La verdad, no.

—Entonces, ¿para qué echar a perder sus vidas?

—Paola, retírate por favor.

Paola salió del cuarto. Vio a Michelle afuera y le guiñó el ojo.

Yo estaba viendo la televisión, maratón de películas de 1950. No eran tan malas…

“Me doy pena” pensé. Cambié el canal y en eso sonó el timbre. “Seguro se les olvidó algo.”. Sonó de nuevo...

—¡Voy! —grité. Me levanté del sillón, me puse mis pantuflas y abrí la puerta.

—¿Yeri?

—Así que, tú eres Alex… —me dijo y se metió.

—Eh, sí, yo soy, pero ¿qué no se supone te tienes que estar casando ahorita?

—No. Mira, vengo en paz, no quiero discutir, solo te vengo a decir, que eres una chica con suerte. Tienes suerte de que él te ame.

—Yeri, no…

—Mira Alex, escúchame —me interrumpió — Estuve con el tres años, lo tuve tres años, tres años de verlo diario, tres años de abrazarlo, besarlo y tres años de dormir con él. Tuve tres años para viajar con él, para decir que yo era suya, para tener su atención y su presencia. ¿Pero sabes qué fue lo único que no logre tener en esos tres años? Su corazón y su mente.

—Pensaba en mí 3 segundos al día —continuó —cuando veía el identificador del celular, y veía mi nombre, ahí pensaba en mí, pero el resto del tiempo, solo estabas tú. Solo eras tú. ¿Sabes cuántas veces me llamó por las noches? ¿Sabes cuántas veces me hablo de ti, de Emma y de su sueño? Demasiadas. Creo que hablamos más sobre ustedes que sobre nosotros. Cuando empezábamos a salir, Harry me decía “Yeri, tanto tiempo de conocerte y apenas me doy cuenta que siempre estuviste aquí, ahora que mi mejor amiga se fue, sé que puedo hablar contigo”. ¿Pero sabes a qué se refería con "hablar conmigo"? Era un “cállate y déjame desahogarme”. Me hablaba como si te hablara a ti, como si te estuviera leyendo una carta. Yo solo fui un intento de reemplazo tuyo en la vida de Harry.

—No, Yeri, yo fui el reemplazo. Yo fui la que intentó remplazar a Emma.

—No, Alex. Tú eras tú. Tú lo despertaste, sí, pero él te vio como Alex, no como la amiga de Emma, y ¿sabes qué me dijo una vez? Cuando me hablaba pensado que eras tú, mencionó que siempre había tenido miedo a hablarte de otra cosa que no fuera Emma. No sabía qué decir, no sabía qué decirte para no echarlo a perder, para que tú no pensaras que estaba tonto, o que te dieras cuenta de sus nervios. ¿Pero sabes que fue lo peor? Que una noche me llamó por tu nombre. Una noche me llamó Alex, y yo no dije nada. Solo me lo callé, no le reproché nada. Él siempre me decía que me quería y yo lo amaba. ¿Sabes la diferencia? Alex, no te culpo, pero no desaproveches esto. Soporté demasiado, pero no fue hasta que Paola me dijo que me di cuenta que sí, era cierto. Harry no me ama, ni me amó ni me amará. Así que aquí estoy, dejé todo, deje a mis padres en la iglesia, a la prensa, a mis amigos, tengo puesto el vestido más hermoso y aun así vine para decírtelo. No dejes ir a Harry, él te necesita,

—Y yo a él...

—Entonces, manda al diablo tu orgullo, y habla con él. Alex, cuídalo, no lo dejes ir.

Capítulo 50

Me quedé sin palabras. Yeri salió del apartamento, la puerta había quedado abierta desde que ella entró. Salió pero tampoco la cerró, dándole la oportunidad a Harry de pasar.

Harry había escuchado todo. Llegó después que Yeri, pero se había quedado en el pasillo, estaba todo desaliñado, no traía corbata, la camisa estaba desfajada, y no tenia todos los botones abrochados.

—Harry, no te casaste... —susurré.

—Alex, siempre has sido tú —me dijo desde la puerta. Los dos nos acercamos, Harry quedo a unos pasos de mí. Se volteo y cerró la puerta. Volvimos a quedar de frente.

—Harry, yo…

—No digas nada, no lo arruines.

—Harry, espera —me separé, él ya estaba demasiado cerca —¿estás seguro?

—Solo los tontos están seguros —me dijo poniendo sus manos alrededor de mi cintura.

—¿Entonces, estás seguro? —repetí.

—Muy seguro —contestó con una sonrisa.

—Eres un tonto…

—Por haberte dejado ir… —me dijo y me besó. Ya no había más que decir. Harry me besó como jamás imaginé que se podría besar a alguien.

Nunca había estado tan segura, era él a quien amaba y ése era mi lugar, en Londres, a su lado. Harry comenzó a meter sus manos entre mi ropa, hasta que sentí que tocó mi espalda y sentí como se me erizaba la piel. Juntos comenzamos a caminar hacía una de las recámaras, unos pasos mas y me estampé con el sillón. En situación normal hubiera hecho berrinche, porque me dolió, pero ahora lo que menos quería era separarme de él. Los dos reímos y seguimos nuestro camino. Lo que pasó esa noche fue mágico, fue fantástico pero se los dejo a la imaginación.

A la mañana siguiente, desperté. Estaba a un lado de él. Me senté en la cama, y tome su camisa que estaba en una silla junto a la cama, la abotoné y me puse de pie. Harry dormía como un bebé. Su cara en la almohada, y sus brazos extendidos, pues dormía boca abajo. Salí del cuarto esperando ver a alguien, pero no había nada. Fui a la cocina a preparar un poco de café, y vi una nota en el refrigerador.

Arranqué el papel, y lo arrojé al cubo. Tomé las tazas, serví el café y regresé a la recámara. Él aún dormía. Me senté de nuevo y comencé a beber mi café. No muchos minutos después, Harry despertó. Volteó a verme y con los ojos rojos y las marcas de las almohadas en su cara.

—Buenos días princesa —dijo sonriendo.

Solo le sonreí. Él se levantó y se sentó a un lado de mí.

—Debiste de haberte quedado dormida, se supone te prepararía el desayuno yo…

—No puedo vivir sin mi café, pero puedo pretender que aún no despierto…

—Eso sería buena idea…

Harry tomó mi taza y la que había llevado para él. Me acosté y me tapó. Salió de la recamara y cerró la puerta. Yo no podía creer que eso estuviera pasando. Escuche ruidos en la cocina, los trastes chocando, y creo que quebró algo, la verdad Harry nunca fue bueno en la cocina. Pero minutos después volvió. Abrió la puerta y yo cerré los ojos, para un mayor efecto de sorpresa.

—Buenos días —me dijo y se acercó con la bandeja. Pretendí despertar, bostecé y me senté.

Harry se sentó a un lado de mí, y puso la bandeja sobre mis piernas.

—Ahora si, amor, el desayuno está servido.

Volteé a ver lo que me había llevado

—¡Wow! Este cereal sí que se ve delicioso —le dije y tomé una cucharada.

—Disfrútalo, porque me esmeré mucho en prepararlo.

—Gracias, eres el mejor —respondí, dándole un pequeño beso en los labios.

Harry quitó la bandeja de la cama, y me besó. Tal vez el cereal haya sido el peor desayuno en mi historia, pero significó demasiado.

Epílogo

Por la tarde, nos arreglamos y fuimos a casa de Lenna. Ahí estaban todos, aun vestidos como en la boda que no hubo. Cuando llegamos, entramos con las manos entrelazadas, yo tenía una sonrisa que no me cabía en el rostro y definitivamente Harry ya no tenía esa mirada triste de cuando lo conocí.

—¡Vaya, hasta que aparecen! —me susurró Lenna, con la nena en sus brazos.

Harry la saludó y se dirigió con los hombres, dejándome a mi sola con Lenna.

—Ahora sí, quiero detalles… —Lenna me jaló al cuarto de la niña, y con ella también entraron las demás chicas.

No me quedó más que contarles, y agradecerles por lo que le dijeron a Yeri. En medio de nuestra plática, noté que Paola estaba un poco distraída. Así que aproveché y cambié el tema, para que ahora el interrogatorio fuera contra ella.

—Pues tengo dos noticias… —nos dijo.

—¡Suéltalas, anda! —dijo desesperada su gemela.

—Pues, la primera, ¡me caso! —dijo y levantó su mano para mostrarnos el hermoso anillo de diamante que le había dado Jack.

—¡No lo puedo creer! —dijo Ali, todas comenzamos a gritar.

—Calma, calma, que falta la otra… —dijo Camila.

—De acuerdo, ¿entonces?

—¡Estoy embarazada! —gritó.

Todas comenzamos un escándalo. La abrazamos y le gritamos. Nuestra felicidad se vio interrumpida cuando se escuchó que la bebé de Lenna comenzó a llorar. Lenna salió a buscarla, la había dejado con su papá. Detrás de ella salimos todas.

—¿Qué escándalo tenían? —le preguntó Liam a Lenna.

—Cosas de mujeres... —le dijo Lenna, dándole un beso en los labios mientras tomaba a la niña en sus brazos.

—Ya nos dijo a nosotros también —susurró Liam a su oído, abrazándola por la espalda.

Lenna volteó a ver a Jack, y él asistió con la cabeza.

—¡Muchas felicidades! ¡No podemos estar más contentos por ustedes! —dijo sonriendo.

Los hombres se acercaron a felicitar a Paola por la boda.

—¿Y ya saben que será? —preguntó Sophia de la mano de Niall.

Jack volteó a verla.

—¿Eh, pues, una boda? —dijo confundido.

—No, me refiero al bebé… —siguió Soph.

—¿Cuál bebé? —preguntó Jack volteando a ver a Paola.

Todas nuestras miradas se fueron a Paola, y la de ella se fue con Sophia.

—Jack… Hay otra cosa que me faltaba decirte, que les dije a las chicas pero no era para que te dijeran… —dijo obviando el error de Soph.

—¿Paola, tú…? —comenzó Jack sin completar la frase.

—Sí —dijo ella temerosa.

—Ay nena, ¿por qué no me habías dicho? ¡No sabes lo feliz que me haces! —Jack la abrazó y la levantó, besándola.

Todos nos quedamos en la casa de Lenna festejando todo lo que estaba por venir. Llamé a la señora Barlow y me concedió el cambio, hablé con mi mamá y me envió mis cosas, yo ya no quería dejar Londres. Aunque tiempo después volví a México con la gira de los chicos.

"Para algunos, éste podría ser el final perfecto para mi historia, pero para mí, solo fue el comienzo de una mejor…”

Cerró el libro y quedo frente a mí el rostro melancólico de una mujer enamorada. A sus 83 años, aun podía leer su propia historia una y otra vez. Mi abuela fue la mujer más fuerte que conocí.

Siempre me platicaba pequeños trozos de su historia, desde pequeña, pero nunca la había terminado. Me dijo que ahora que estaba a punto de casarme al fin lograría entender el resto.

La historia me la comenzó a platicar horas antes de mi boda. Con las esperanzas de que encontrara la felicidad como ella la había encontrado. Yo estaba feliz con mi pareja y mi abuela lo sabía.

—Abu, todavía lo extrañas… ¿verdad? —pregunté al ver como sus ojos se inundaban llenos de lágrimas.

—Si hija, como si el cáncer me lo hubiera quitado ayer…

—Abu… —me cambie de posición, yo estaba sentada en el suelo y ella en su mecedora, ahora me levanté y le besé la frente.

—Hija, disfruta del amor, porque no sabes cuando tengas que decir adiós

Ella comenzó a llorar, era triste verla así. Extrañaba demasiado a mi abuelo Harry. Hacía varios años que había muerto, la peor noticia para la familia. Me levanté para conseguir un pañuelo y limpiar las lágrimas de la que había cuidado de mí desde que yo nací. Busqué en mi cajón y nada. Salí a la sala de mi casa y ahí estaban, tomé el paquetito y volví. Limpie su rostro, y salimos al jardín donde todos esperaban por mí. Caminaba muy despacio, me acompañó al pasillo y me entregó a mi papá. Se acercó, besó mi mejilla se fue a sentar a su lugar, ayudándose de su bastón.

Esa tarde fue la más feliz de mi vida, porque ya no tenía inseguridades. Mientras estaba en el altar, solo una cosa tenía en mente, y era aquella frase que mi abuela me decía cada puesta de sol