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"De vuelta a tu amor" (Joe J.) [Adaptación]

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"De vuelta a tu amor"  (Joe J.) [Adaptación] - Página 2 Empty Re: "De vuelta a tu amor" (Joe J.) [Adaptación]

Mensaje por Samantha Miér 10 Abr 2013, 4:04 pm

waaa me choca ese Javier es un ..... pero se lo tiene bien merecido y esa Carolina pfff
siguelaa porfavor quiero saber que pasa :omg:
Samantha
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"De vuelta a tu amor"  (Joe J.) [Adaptación] - Página 2 Empty Re: "De vuelta a tu amor" (Joe J.) [Adaptación]

Mensaje por lifeisashortrip Jue 11 Abr 2013, 8:08 pm

CrisJonaSchmidt escribió:
Holaaaa!! nueva lectora!!! :amor:

Ame tu novee! esta genial!! :aah:

Siguela.... besos!
:hug:

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Hola, Bienvenida :)

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"De vuelta a tu amor"  (Joe J.) [Adaptación] - Página 2 Empty Re: "De vuelta a tu amor" (Joe J.) [Adaptación]

Mensaje por lifeisashortrip Jue 11 Abr 2013, 8:29 pm

Capítulo 4.


La rendición.


_______ casi no pegó el ojo en toda la noche. El lecho era suave, el cubrecama agradable, pero su espíritu no estaba tan cómodo como el entorno de la habitación.
Se levantó un rato. Trató de leer algunos apuntes de las charlas, pero no se concentró y volvió a la cama. Dio vueltas. Contó ovejas. Contó hacia atrás. Hasta que casi en la madrugada logro conciliar un sueño que no fue ni mucho menos descansado.
La despertó el pregón de un vendedor que pasaba por la calle, debajo de su balcón. Se quedó quieta en la cama, observó el techo hasta que se diluyó la voz. Su alma estaba turbada, sentía mariposas en el estómago y unas ganas inmensas de salir corriendo por el corredor para volver a verlo, para envolverse en su mirada esmeralda.
Salió algo más tarde de la habitación con el alma cubierta de
anhelos.
—Buenos días —lo saludó algo turbada.
Había ido a su estudio. Él estaba frente a un ordenador trabajando. Se levantó enseguida.
—Buenos días. ¿Descansaste?
Se acercó a ella, tomó sus manos y le dio un suave beso en la mejilla.
—Sí, muy bien gracias. Voy a ir al centro de convenciones a una charla, vendré al mediodía.
—¿Ya desayunaste?
—No, aún no —le contestó ella, y observó lo guapo que estaba, lo bien que olía y lo que deseaba ser abrazada. Sus sentimientos la tenían confundida. Recordó sus pensamientos de la noche anterior y se sonrojó.
—Desayunemos juntos —la invitó él.
—No puedo, voy algo tarde —. Concluyó algo avergon-zada por las molestias que estaba causando.
—Por lo menos tómate un jugo.
Joseph se dirigió a una mesa esquinera donde descansaba una bandeja con una jarra de cristal, con jugo de naranja, una hielera y un par de vasos. Ella era incapaz de quitarle la mirada.
Se acercó a ella, brindándole el vaso de jugo. _______ tembló al sentir el roce de sus manos. El verde intenso de sus ojos le quitaba el aliento.
—Eres hermosa —le susurró con mirada chispeante—, deseable y quiero besarte como loco.
_______ casi se atragantó con el jugo que él le había brindado.
Se arrimó más a ella, colocó una mano en su cuello, el cual acarició con el pulgar. Con la otra mano tomó su barbilla y acercó su boca a los labios de ella. _______ le devolvió el beso con ardor. Supo que lo había sorprendido, y se alegró de saber que sus besos lo afectaban. Decidió profundizar el beso e introdujo su lengua en la boca de él con impaciencia por saborear su esencia que ya sentía familiar.
—Eres deliciosa —murmuraba él. Terminaba el beso para apartarse y volvía a empezar nuevamente.
_______ sentía circular el deseo por su sangre. El aroma de su piel la arrebataba. Quería más. Se pegó a él, con lo que ganó que él la oprimiera en sus brazos, y le recorriera la columna con caricias suaves que le pararon los pelos de la nuca.
Joseph decidió ser más osado, se percató ella, al sentir por donde iban sus manos. Los pulgares reptaron por el abdomen hasta que los llevó a la parte baja de sus pechos. El gemido que _______ tenía atravesado en la garganta le devolvió algo de cordura, se tensó enseguida y se apartó.
El se recostó en la esquina del escritorio, la escrutó con mirada vigilante, la atrajo hacía él y con tono de voz mortificado le susurró:
—¿Qué pasa? ¿No quieres estar conmigo? —Suplicante añadió—: ¿Por qué me rechazas? No lo soporto.
—No es eso, es que apenas nos estamos conociendo —le soltó ella confusa y algo asustada por la forma en que la miraba. Aún temblaba de miedo y excitación, sentía que estaba en la guarida del lobo, a lo mejor había sido un error haberse quedado en la casa. Tenía el presentimiento que podría controlar más fácilmente su situación con Javier y Carolina que los avances de Joseph.
—Sé que me deseas, lo sé.
—Dame tiempo, no puedo conocerte antes de ayer y meterme en tu cama porque tú lo dices.
—¿Y por qué no? ¿Qué tiene de malo?
—Yo no hago eso —y salió de la habitación.
Pero él la alcanzó, la tomó del brazo y le dijo:
—Vamos a desayunar.
—No, gracias. En serio se me hace tarde. Nos vemos después.
—Entonces te llevo.
—No quisiera molestar.
—No es molestia.
—Está bien.
Finalmente la dejó en el Centro de Convenciones y le dijo que mandaría el chofer a recogerla.
¿Qué carajos iba a hacer? No tenía idea. ¿En qué lío se estaba metiendo? Se preguntó aún ebrio de sus besos y de su aroma. No sabía qué era lo que le pasaba cuando la besaba. ¡Por Dios! El arrebato que se apoderaba de él en cuanto juntaba su boca con la de ella, no lo había sentido nunca.
La deseaba como no había deseado a nadie en mucho tiempo. No podía ir por ahí excitado todo el tiempo. Con solo mirarla ya estaba listo, se rió de sí mismo. Era algo que no le pasaba desde los diecisiete años.
Qué tenía esa muchachita para ponerlo de ese talante, no tenía idea.
Había tenido mujeres mucho más bellas y sofisticadas a su lado. Le gustaban las mujeres agresivas y desinhibidas en el sexo, pero con ninguna de ellas, había querido salir corriendo a buscar una cama en cuanto la tenía enfrente.
Ella, con sus faldas largas, sus sandalias planas y sin gota de maquillaje, con su manera de ver la vida, lo estaba cautivando. Y no le gustaba mucho la sensación. Nunca había necesitado a nadie en su vida y no deseaba empezar ahora.
Sabía que la afectaba, tanto como ella a él. Temblaba como una hoja, cuando él la acariciaba. Recordó su piel, tan suave, tan tersa, el sabor de sus besos.
Deseó en ese momento devolverse por ella, subirla al auto y llevarla a su casa, encerrarla y marcarla como suya. Estaba ansioso por saborearla, deseoso de poseerla.
Pero debía controlarse, tratar de ir más despacio.
Era tan difícil.
Sin analizar el enredo en el que tenía los sentimientos, supo en ese momento que estaba en problemas.
_______ salió del salón Pegasos, uno de los salones de conferencias del Centro de Convenciones. Por el hall Obregón se dirigió a la salida. El día era precioso. A lo lejos observaba los alcatraces en La Bahía de las Ánimas.
La conferencia había sido interesante. A su izquierda estaba su profesor preferido, que la saludó con la mano. Ella le correspondió el saludo. Era un periodista joven e incisivo.
Al llegar a la salida, se topó con la mirada preocupada de Javier.
—¿Cómo estas _______?
—Muy bien.
_______ caminaba buscando al chofer de Joseph. Divisó la camioneta a unos pocos metros. Javier se puso lívido al verla caminar hacía la camioneta.
—¿Ya te acostaste con él? —le preguntó con rabia.
—No es de tu incumbencia —le contestó ella furiosa.
—Ya lo creo que sí. Si no hubiera pasado lo de Carolina las cosas serían diferentes.
Ella lo miró largamente. Estaba muy dolida.
—Si —dijo—, muy diferentes. Ese mismo día había decidido entregarme a ti, pero Carolina se me adelantó. No sabes cuánto le agradezco el que me haya evitado hacerlo.
Javier trataba de controlarse, notó ella.
—Lo que tenemos es especial. Ven conmigo, mi amor. Lo arreglaremos todo, perdóname, por favor.
—Lo siento Javier. Es tarde. —Ahora podía mirarlo bajo una nueva perspectiva y no le gustaba lo que veía, cambiaba de repente, en un momento estaba calmado y al segundo alterado—. Nunca podrías tener mi confianza y esto se volvería a repetir una y otra vez.
— No es así, te lo puedo jurar —le suplicaba con labios temblorosos.
—No insistas. Nuestro tiempo ya pasó, lo siento—. A la pena se le sumaba algo de culpa. A cada segundo sentía crecer una fuerte atracción por Joseph, pero no quería que Javier lo percibiera.
—Ya te enamoraste de ese tipo. Serás solo una muesca en su cinturón.
La agarró fuertemente del brazo haciéndole daño. _______ desvió la mirada hacía el brazo apresado y luego con lentitud deliberada le espetó:
—Quítame las manos de encima. —Levantó la vista y la expresión de sus ojos amedrentó al joven.
—Adiós, Javier. Ya déjame en paz.
Apretó los labios, se soltó como pudo y llegó rápidamente al auto que la esperaba. Había sido una estúpida, cómo pudo fijarse en un hombre tan desleal a ella.
Cuando _______ llegó a la casa, una de las empleadas le dijo que el señor la esperaría en media hora en el comedor para el almuerzo. Fue a su cuarto a ducharse y a cambiarse.
Eligió un vestido de flores de tirantes arriba de la rodilla, se colocó lápiz labial, se cepilló el cabello y salió al comedor, donde encontró a Joseph con el ceño fruncido.
—Te topaste con ese imbécil otra vez. ¿Es que nunca te va a dejar en paz?
—¿Cómo lo supiste? —contestó sorprendida—. Ah ya, tu chofer —concluyó molesta.
—Sí, me dijo que presenció una escena algo desagradable, eres mi invitada, Manuel creyó que debía saberlo.
—Que diligente —refutó ella sarcástica.
—Sí, mis empleados cumplen con su trabajo —le contestó él en el mismo tono—. ¿Qué quería?
—Joseph, déjame decirte algo —replicó ella con irritación—. El hecho de que esté en tu casa en calidad de invitada, no te da derecho a entrometerte en mi vida.
—No aún. Pero tengo la intención de que cambien las cosas —le dijo solemne—. No voy a estar fuera de tu vida.
El tono de voz de Joseph, no le dejó dudas a _______ acerca de cuáles eran sus intenciones. Quería abrazarlo, pegarse a él, y a la vez salir corriendo por esa puerta como alma que lleva el diablo.
Se dijo que él no estaría así si no sintiera algo por ella y eso la confortó.
En el tenso momento que siguió, midieron voluntades mirándose fijamente. _______ se sonrojó. Él esbozó una ligera sonrisa. Los salvó la mujer que entró con una bandeja y los exhortó a sentarse a la mesa.

—Gracias, todo se ve delicioso —dijo Joseph a la mujer, que le sonreía agradecida. Le separó la silla a _______ para que se sentara.
Comieron en relativa calma. Entablaron una conversación casual.

—No puedo más —dijo ella y dejó los cubiertos en el plato—. ¿Cómo estuvo tu mañana?
—Productiva. Trabajo y más trabajo —contestó él, sin apartar la mirada de su boca— . También estuve pensando en ti.
—Yo igual.
Se miraron a los ojos fijamente.
—¿Por qué no te reúnes conmigo en el jacuzzi en una hora? Debo esperar unas llamadas de Nueva York.
—Está bien —le contestó ella levantándose.
Él le agarró su mano, se la acarició, le observó detenidamente los dedos y le dijo:
—Perdona mi comportamiento de hace un rato.
Ella no sabía qué decir. Estaba sorprendida por su caricia.
—No te preocupes, ve a trabajar. Nos vemos más tarde —dijo, a cada pasó sentía su mirada. Se sintió torpe y ordinaria. Quería caminar con elegancia, pero lo único que logró fue que sus pasos fueran más rápidos. Pretendía salir de su vista cuanto antes.
Javier recordó con rabia lo sucedido ese mediodía, y el auto que recogió a _______ ¿Por qué diablos había tenido que sucumbir a Carolina? Le valía cinco, a la que quería era a _______, siempre había sido así.
Pero ahora, con este tipo de por medio, no podría hacer nada.

-

Se quedó un momento pensando y en ese preciso momento lo vio… Martin Huertas.
Hacía unos meses lo había frecuentado. Era miliciano de la guerrilla y estudiante como él, pero de distinta universidad.
Vaya coincidencia. Podría averiguar. Una maligna idea cruzó por su mente.
—Hola, compañero —saludó amable. Era un agradable y atractivo hombre de veintitantos años, cebo en la ciudad para reclutar jóvenes para el movimiento. Le había hecho la vuelta a Javier, pero cuando éste conoció a _______ se olvidó del asunto.
—Hola Martín. Eres justo la persona que estaba buscando.
—¿Cambiaste de idea? —El hombre lo miró con curiosidad.
—No es eso. Tengo información de interés para ustedes.
—Soy todo oídos. Vamos por unas cervezas. —Salieron del centro y se dirigieron calle abajo por el barrio Getsemaní. Se sentaron en una tiendecita donde una hermosa mulata les sirvió un par de cervezas heladas.
—¿Qué opinas de Jonas?
—Parece buena gente. Es atractivo y con un reguero de mujeres detrás.
—No es eso lo que quiero oír —le contestó furioso—. ¿A tu grupo le interesa? Puedo obtener información sobre él.
—Creo que está en la lista de intocables, pero podría hablar. —Martin lo miró con curiosidad.
—¿Por qué te interesa de pronto?
—Tiene algo que es mío y lo quiero recuperar.
—¿Es por la mujer con la que discutiste en la mañana?
—Sí.
—Hermano, ¿te das cuenta por qué debes unirte a la causa?
A Javier, la verdad, no le parecía suficiente motivo. Pero para lograr lo que estaba empezando a maquinar, le juraría lealtad al mismo diablo.
—Tienes razón. Esa mujer era mía y no será de él mientras pueda evitarlo —espetó furioso.
—Esos ricos de mierda, siempre creyéndose con derecho a todo. Mientras tanto, el pueblo lamiéndose con migajas —le señaló indignado.
—Podría hacerle inteligencia. Seguirlo. A tu grupo le serviría.
—No sé, hermano. Su esquema de seguridad es muy completo.
—No te quepa duda. Bueno, ¿no se supone que es alguien
importante? ¿Y que tu grupo podría sacar una tajada económica?
Martín lo observaba pensativo.
—No están muy bien en estos momentos —retrucó para convencerlo.
—Es cierto. Pero debo estar seguro. A ti te vale cinco mi grupo, y si tenemos millones o nos morimos de hambre. Si tomas nuestra causa no será por amor al grupo. —Su mirada cambio. No era la del hombre atractivo que quería atraer jóvenes universitarios a la guerrilla. Era la mirada de un hombre duro, un hombre que ha visto de todo y que es capaz de cualquier cosa—. Tú lo harías por despecho, y eso puede ser un problema a la larga.
—¿Por qué?
—Porque tú no me estarías dando tu lealtad. En cuanto los tiempos cambiaran nos podrías vender.
—Ponme a prueba —le dijo él decidido.
Pidieron otra ronda de cervezas.
—No sé, Javier. Déjame pensarlo. Debes tener a alguien de confianza cerca de él. Alguien que pueda informar todos sus pasos.
Javier pensó de inmediato en Carolina.
—Puede hacerse.

-

La amistad de _______ y Carolina databa de años, eran compañeras de colegio. Tendría que envolver a Carolina, darle lo que quería, con tal de que hiciera las paces con _______. Con un rictus amargo reflexionó que si _______ sintíera algo por él, nunca le perdonaría a Carolina la traición. Pero a estas alturas sabía que sus sentimientos no eran los mismos que los de él. La perdonaría. Ella no era rencorosa.
Cuando Joseph llegó al jacuzzi, _______ ya estaba dentro de el.
El cielo estaba nublado, el sol se había escondido. Llovería dentro de un rato.
—Perdona por no esperarte. No me pude aguantar.
—No te preocupes —le contestó mientras se unía a ella. Había una botella de vino en una cubeta helada y dos copas. La habían dejado no hacía ni cinco minutos. Estaban solos.
Joseph ordenó que no los molestaran.
—Va a llover —le dijo, y observó el cielo gris y el mar embravecido.
—Sí, no podremos disfrutar mucho rato del jacuzzi. Las tormentas eléctricas pueden ser peligrosas —le dijo él al observar los detalles de su cuerpo. Lo abismaba la blancura de su piel, su
luminosidad, su frescura. Se perdía en los detalles de su cuerpo, la curva de las caderas, el pequeño lunar en la parte izquierda de la cintura, esas piernas… Se moría por morder y adueñarse de cada centímetro de piel.
—Para las mujeres no tanto —le contestó. Para Joseph fue evidente que estaba avergonzada por la mirada ávida que detectaba en él.
—¿Por qué lo dices? —añadió curioso.
—¿Sabías que los hombres son seis veces más susceptibles de ser golpeados por un rayo que las mujeres?
—No, no lo sabía —le dijo él sorprendido. —¿Es en serio?
—Es algo que leí.
—No me sorprende —le contesto él muriéndose por besarla. Se dirigió al cubo con la botella vino y sirvió dos copas. Le ofreció una a ella.
—Me vas a mala costumbrar —le sonrió con picardía
—Es la idea —le contesto él, y se acercó más. Dejó su copa en el borde y le acarició el cabello. Le delineó el rostro y le dijo—: ¿Sabías que el color de tus ojos es el mismo de la playa en la que estuvimos ayer?
— No creo —le sonrió ella.
—Créelo.
Joseph acercó la boca al lóbulo de su oreja. Lo besó primero; lo lamió y lo chupó después. Luego fue bajando por su cuello. Su aroma dulce y penetrante lo rodeaba. La textura del vello de su nuca, la tersura y la suavidad de su piel lo enardecían. Ella estaba sonrojada. Joseph tenía una expresión intensa y profunda.
Se detuvo un momento y, con el pulgar de su mano, delineó el contorno de sus labios.
Poco a poco tomó su boca con suavidad, totalmente a contravía de lo que estaba sintiendo.
Ella le respondió el roce con total entusiasmo. Abrió su boca y, al momento, la lengua de Joseph empezó a hacer diabluras con ella, y eso hizo que profundizara el beso. Ella temblaba como un pajarillo atrapado y él se empapó en uno de esos besos que tenían una cadencia igual al de las olas estrellándose en la playa. Él llevó las manos a sus senos. Está vez, gracias a Dios, ella no lo rechazó. Los acarició por encima del sujetador del vestido de baño. Ella gimió, con lo cual trató de soltarle el sostén, pero ella tomó su mano, quedándose los dos en suspenso. Ella con la cabeza hacia atrás y las mejillas
sonrosadas. Sus pupilas eran pozos oscuros.
Apoyó su frente caliente en ella, le rodeó el rostro con las manos y le dijo:
—¿No me deseas? ¿Es eso? Por favor. —La miró a los ojos y trató de comunicar su urgencia—. Déjame, te deseo tanto.
_______ dejó de resistirse.
Él le soltó el sujetador para encontrarse los senos más bellos que había visto nunca. Pechos llenos, abundantes, de pezones rosados. Los acarició con ternura, con el pulgar y el índice, aprendiéndoselos de memoria.
Pasó saliva, bajó la cabeza y tomó el pezón en su boca. Al tiempo la abrazó por la espalda para evitar que se retirara.
Joseph se volvió más atrevido. Llevó sus manos a las nalgas por dentro del pantalón de baño. Se estremeció bajo el peso de su propio deseo. _______ sentía sus caricias en todas partes, que dejaban un reguero de trazas calientes en todo su cuerpo.

—_______, _______ —exclamó Joseph de forma apasionada. —Ven —dijo con voz espesa mientras la sacaba del jacuzzi y la acomodaba en una de las poltronas. Ella se cubrió los senos y lo siguió asustada.
—Eres perfecta —susurró mientras le acariciaba el vientre, el ombligo y la cintura, totalmente concentrado en ella. _______ se estremeció ante su toque. Él volvió a capturar un pezón en sus labios y, al tiempo, la despojó del pantalón del bikini. Ella trató de protestar, pero él le tomó la boca en un beso intenso que la hizo olvidar que ya estaba totalmente desnuda ante él. Cuando él colocó su palma en el monte de Venus, _______ gimió desesperada:
—Joseph…
Ella trataba de apartarle la mano.
Joseph gimió también. No sabía cuánto tiempo podría aguantar sin enterrarse en ella, porque aunque estaba excitada, aún la notaba reticente.
Empezó a acariciar su centro suavemente con los dedos, mientras ella gemía y se retorcía. Él se retiró para observarla. Su piel estaba enrojecida, sus ojos más oscuros. Era la visión más adorable que había visto nunca.
Necesitaba saborearla, lamerla, marcarla. Era de locos. Besó su ombligo, el vientre y refregó la barbilla en el pubis de ella. Su boca chupó y devoró su clítoris. Era deliciosa, su olor, su sabor dulce y picante a la vez, los gemidos que emitía.
Sentía la sangre hervir en su cabeza, estaba duro como el acero.
Sería tan fácil tomarla ahora, pensó lujurioso. _______ empezó a luchar contra él, como si hubiera adivinado sus pensamientos, trataba de retirarse. Esa lucha despertó sus deseos más oscuros y peligrosos.
Nunca antes había tenido que ejercer un auto control tan grande como en ese momento. Luchó contra el impulso de tomarla por la fuerza, y el reconocer eso lo enfureció totalmente. Se separó de ella con la respiración agitada, como si hubiera corrido una maratón.
Ella aprovechó para colocarse el vestido de baño.
—Eres una provocadora —le dijo furioso.
—No, lo siento, no fue mi intención —dijo ella y trató de retenerlo tomándolo de la mano, un gesto que él rechazó.
—¿Entonces cuál es tu intención? ¿Volverme loco? —¿Qué estoy haciendo? Pensó descompuesto. Jamás en su vida se había impuesto a una mujer, pero _______ tenía algo que sacaba al bárbaro que llevaba dentro.
—No, no es esa mi intención. Es que esto es nuevo para mí —le susurró apenada.
Joseph no le entendió bien. Pensó que se refería a salir con un hombre como él, y no como el gandul que la traicionó.
—No te volveré a molestar con mis mal recibidas atenciones, discúlpame —y salió con su deseo insatisfecho, dando un portazo.
_______ se quedó estupefacta en el lugar sin saber qué hacer. Él no había entendido. Qué vergüenza. Él creía que ella era una provocadora, pensó preocupada. Debía sacarlo de su error, pero no tenía la valentía suficiente para decirle: “Oye, lo que pasa es que soy virgen”. Seguro se la sacudiría enseguida.
Volvió a la habitación. Se duchó, se cambió y salió a buscarlo por la casa, pero no lo encontró.
Una de las empleadas que estaba regando el jardín interior, le informó que el señor había salido a una reunión, que no sabía a qué hora volvería, que cenara sin él.
Una punzada de celos la asaltó enseguida. “Y qué te creías”, pensó consternada. Si no encuentra diversión en su casa, pues es obvio que la busque por fuera. “Mujeres no le faltarán para terminar lo que yo no fui capaz de concluir en la tarde”.
Eso te pasa por tonta, por dejarte llevar de ilusiones pendejas, pensaba cada vez más disgustada consigo misma.
Mañana volvería a su casa, a su vida, y todo esto quedaría atrás como un interludio de tres días, un permiso en su inalterable rutina.
Habría querido que las cosas fueran diferentes. Le gustaba
muchísimo Joseph, más de lo que le había gustado Javier en el tiempo en que estuvieron juntos.
Joseph y ella eran de mundos distintos, era consciente de eso, pero se complementaban en muchos aspectos, tenían los mismos gustos.
¿Qué habría pasado si se hubiera entregado a él esa tarde? Pues sencillo, habría dejado de ser virgen y ya. Pero, ¿y sus sentimientos? ¿Qué hubiera pasado con ellos?
Estaría vulnerable, porque no quería que su entrega fuera libre de sentimientos. No quería entregarse porque sí, o solo por dejar de serlo. Le parecía una estupidez hacer eso. Mejor no hacerlo y seguir tranquila. Pero había algo en Joseph que la llamaba. Era una fuerza imperiosa que no podía desoír.
Joseph había salido rabioso y excitado. Una emoción poco agradable, y también nueva para él. No estaba acostumbrado a esperar y menos por una mujer, normalmente entre el deseo y la consecución era poco el tiempo transcurrido.
Le molestaba sobremanera la vulnerabilidad de sus sentimientos hacía ella. Sus reclamos a la hora del almuerzo; no quería sonar como un adolescente que celaba a su novia. Se enfureció aún más de saberse dueño de sensaciones tan primitivas.
Había salido con la intención de ligarse a cualquier mujer, y así saciar la lujuria que lo tenía atontado desde que esa muchachita había irrumpido en su vida.

Tres horas después, se dio cuenta de que no deseaba estar con nadie más. Había estado en la discoteca de moda, había hablado con mujeres hermosas, que no tendrían reparos a la hora de meterse en su cama, pero la quería a ella. Prefería pasar su rato con _______, así no la llevara a la cama, que con cualquier mujer caliente que se le presentara.
Al volver a la casa, la encontró en el jardín. La luz de la luna le daba un aspecto sobrenatural a su piel. Admiraba las flores y se hacía una trenza en el cabello. No sabía cómo abordarla, se sentía avergonzado por lo ocurrido en la tarde, solo era mirarla y quedaba sembrado en su sitio sin saber cómo actuar. Se profesó hechizado por el movimiento de sus manos, la delicadeza de su perfil, la línea de su cuello. Y de nuevo el deseo lo invadió, pero no solo era el deseo de su cuerpo y de las caricias de sus manos, era el deseo de reclamarla como suya, de apoderarse de su alma y de que sus pensamientos solo giraran en torno a él.
Estaba hecho un soberano imbécil.

Soltó una risa nerviosa ante lo absurdo de la situación, ella se le negaba. La observó sin pudor y sin que ella se percatara. Era su casa, era su patio y sin embargo no se sintió digno de romper el encanto que ella había lanzado alrededor. Esa noche estaba hermosa con un vestido azul claro. Vestía con mucha sencillez, pero eso no opacaba su belleza. Terminó la trenza y Joseph decidió entrar en su mundo. Lo necesitaba.
—Quiero pedirte excusas por mi comportamiento de la tarde —le dijo contrito.

_______ se sorprendió, estaba tan distraída que no había oído sus pasos. Lo miró a los ojos y se dio cuenta de que de verdad estaba avergonzado. La miraba de un modo intenso y pesado. Le sonrió para disimular el sonrojó que la atacó. Y como si ese hubiera sido el permiso que necesitaba, se acercó a ella.
—No te preocupes, ambos nos dejamos llevar —le tomó la mano invitándolo a que se sentara con ella—. Este jardín es precioso, transmite mucha paz.
—Es la primera vez que veo lo hermoso que es, pero es porque tú estás en él.
_______ soltó la carcajada y le dio un codazo en las costillas.
—Adulador.
_______ inspiraba su aroma, quería acercarlo a ella, quería que la volviera a besar con ese desmadre que la tenía embobada, pero no se atrevía a dar algún paso, el temor hacía de las suyas. Gracias a Dios, él tomó la iniciativa. Asió aún más su mano y la llevó a los labios, la besó con ternura y luego la dejó descansar en su mejilla.
—Casi nunca dices mi nombre.
Levantó los parpados sorprendida.
—Yo…
—Dilo.
—Joseph.
Cerró los ojos en ese momento como si estuviera saboreando el timbre de su voz. Lo pudo observar a sus anchas mientras una extraña pesadez la invadía. Reparó en sus manos, grandes, blancas y bien cuidadas y se imaginó todo el placer que podrían prodigar.
—Me voy a descansar.
Como si hubiera adivinado sus pensamientos, Joseph le sonrió de forma seductora.
—Buenas noches.
La acompañó un trecho del pasillo y la dejó a unos metros de la puerta de la habitación.

Con sus turbulentos pensamientos, _______ trató de dormir, pero el perverso sueño no llegaba. Lo que sí le llegaban eran las imágenes de Joseph en vestido de baño, con su pecho y su figura perfecta que la dejaba de una condición distinta cada vez que lo miraba, aunque ella sabía disimularlo muy bien. La forma que tenía de mirarla, como si ella fuera algo único y fascinante. Joseph la anhelaba, la deseaba y eso le alteraba las pulsaciones, le formaba un nudo en la boca del estómago y le reblandecía las piernas. Por primera vez en su vida deseaba a un hombre, deseaba compartir su cama, que sus manos se fundieran en su piel.
¿Qué sucedería si iba a su habitación?
Era más de la una, a lo mejor había salido otra vez. Quería ir con él, pero se moría del susto.

Se levantó de la cama con la decisión tomada y el coraje que da el fin de una lucha interior. Dejó sus armas en la habitación, se cepilló el cabello y salió en busca de su destino arropada de amor e inocencia.
Joseph se duchó y trató de dormirse pensando en la estrategia que utilizaría con ella al día siguiente. Era bueno ideando tácticas. Debía existir una manera de derrumbar sus defensas. Rato después el sueño no venía y se puso a revisar unos papeles en la cama. Tocaron a la puerta. Pensó en Miguel. Él era el único que lo podía molestar sin importar la hora.
—Adelante.
Pero era ella.
La vio entrar como en un sueño. La tenue luz de la lámpara enviaba sombras a su cuerpo. Tenía un ligero pijama de algodón de tiras y a la rodilla. Alcanzaba a ver el contorno de su cuerpo a través de la tela, los pezones erguidos, la mata de vello de su centro.
Estaba asustada, podía leer a través de sus ojos.
—Hola —le dijo con la garganta seca.
Joseph no contestó, la observó acercarse a la cama mientras colocaba los papeles en la mesa de noche. Llegó al lado de él. Podía sentir su respiración agitada. Ella llevó una mano a su cabello, lo acarició. Una oleada de su olor le hizo ensanchar las fosas nasales. Empezó a sudar frio.
—Joseph.
_______ lo miraba sin saber qué hacer. Bajó la cabeza y rozó sus
labios con suavidad y ternura, pero él la tomó de ambos brazos y, con ojos turbulentos, le espetó:
—No empieces algo que no puedas terminar.
Esperó la reacción de ella, la miró a los ojos, y se imaginó que saldría corriendo. En vez de eso, ella le acarició la cara con ternura, con la yema de los dedos le repasó la oscura barba, de la mejilla al mentón. Bajó la mano por su pecho, lo tocó de arriba abajo. Volvió a besarlo, esta vez más profundamente.
Joseph no obvió la invitación y la tumbó en la cama. Se adueñó enseguida de la situación, le levantó los brazos y la despojó del camisón sin dejar de admirar su piel, su pelo desparramado por la almohada. Le acarició el vientre y la línea de la cintura, se percató que temblaba como una hoja. Él estaba desnudo debajo de la sabana. Empezó a besarla con pasión. Mejor dicho, a devorarla con la lengua, ella se abrazó a él. Totalmente excitado, la acariciaba por todas partes, concentrándose, deleitándose en la sensación de tener su piel bajo su cuerpo. Mientras le besaba el cuello, sus manos se apoderaron de sus pezones, los chupó y los enardeció al tiempo que acusó cada unos de los gemidos emitidos por ella.
—Mírate… Tus pezones erguidos, imponentes —le murmuraba con tono entrecortado.
_______ jadeaba con la respiración irregular. A Joseph le encantaba la sensación piel contra piel.
Encajaban a la perfección. Ella le acarició los hombros, el pecho, trazó la línea de su columna con la yema de los dedos. Joseph prosiguió con sus caricias y frotó la barbilla y los labios en el pubis de ella. Con voz ronca y brusca, le decía —Tu olor es delicioso, toda tú eres deliciosa. —Más gemidos por parte de ella. Y cuando se apoderó de su centro, la besó y lamió sin tregua. Sobre su vulva, musitaba—: Tu sabor me encanta, tan dulce tan picante.
Estaba totalmente lista para él.
No separó su mirada de ojos abrasadores, de la de ella. Le abrió las piernas con las rodillas. Ella contuvo el aliento y trató de detenerlo, pero no se lo permitió. Clavó sus manos, una en la cadera y otra en la cintura, para acomodarla y retenerla en el momento de la embestida. Volvió a besarla fieramente y, al separar sus bocas, le susurró con fiereza —: Serás mía… Lo quiero todo de ti.
Ella abrió aún más las piernas. Joseph se quedó quieto, saboreaba el momento, un instante en el tiempo que no se volvería a repetir. Entró poco a poco en ella, sorprendido por su estrechez y por
la deliciosa fricción de su miembro en las paredes vaginales de ella.
Al ahondar más, se dio cuenta de la verdad.
Contuvo la respiración, estupefacto. Nada lo había preparado para la violenta satisfacción que lo embargó al atravesar la membrana de su himen y sentir su miembro empapado con su sangre.
Una profunda emoción llenó su pecho. El grito de ella lo volvió a la realidad y, separándose un poco, la observó. Había lágrimas en sus ojos y una mueca de dolor.
El corazón le martillaba en el pecho.
—¿Por qué no me lo dijiste? —susurró con ternura y agitado a la vez, por fin entendió la reticencia de ella, su desconfianza, entendió muchas otras cosas. Por primera vez en su vida entendía la importancia que algunas personas dan a la virginidad.
Al saber que era el primer hombre que la tocaba, el primero que penetraba su centro cerrado hasta hoy, un sentimiento de posesión lo embargó como nunca en su vida.
—No creí que importara —balbuceó ella.
—Sí que importa, habría actuado diferente. —Le acarició el cabello calmándola, profundamente enterrado en ella. No se iba retirar por nada del mundo. Ella debía acostumbrarse a él. —Deja que tu cuerpo se acostumbre al mío —musitó posesivo—. Acostúmbrate a tenerme dentro de ti —le dijo con fiereza, y empezó a moverse con lentitud pero sin tregua.
Se dio cuenta del momento exacto en que remitió el dolor de la penetración y fue sustituido por el placer. Joseph recuperó un último vestigio de cordura. Decidió ir despacio y con calma, al contrario de lo que deseaba hacer realmente. No quería hacerle más daño.
Empezó a acariciarla con ternura, a hablarle sobre lo hermosa que era y lo que él sentía al estar dentro de ella. De pronto ella empezó a jadear y a moverse debajo de él, buscaba algo que no sabía qué era, pero Joseph le susurraba: “déjate llevar, preciosa, todo está bien”. Intensificó sus caricias hasta que sintió contraerse las paredes de la vagina de ella en un estremecedor orgasmo, lo que lo llevó a él por el mismo camino, hacia una liberación que no había sentido en la vida.
Cuando explotó en el interior de ella, gritó y gimió como si estuviera preso de un dolor profundo. Siguió con sus embestidas, totalmente perdido en ella. Ambos temblaron y gimieron desconcertados por las nuevas sensaciones. El primer pensamiento que se le coló fue que no quería separarse de ella, no quería salir
nunca de esa cama. Pero poco a poco debió volver a la realidad. Se obligó a aflojar el amarre de sus manos y, como una tortura, salió lentamente de dentro de ella y la abrazó. No quería soltarla, aún temblaba.
—¿Cómo estás? —la miró fijamente. Tenía la piel rojiza, los labios hinchados por sus besos, y en sus ojos una expresión entre soñadora e incrédula.
Estaba adorable.
—Estoy bien, dadas las circunstancias.
Joseph sabía que estaba adolorida. Mientras la agarraba por la cintura en gesto posesivo, pensó que todo esto era nuevo para ella. La invasión y el orgasmo. Estaba pletórico por haber sido el primero, y el único, susurró una voz en su oído. Su inocencia era peligrosa. Lo succionaría, de eso estaba seguro; y de paso devoraría su corazón.
Él se levantó despacio, tomó su mano y le dijo: “Ven, preciosa”. Con toda la delicadeza del mundo, la llevó al baño. Abrió el agua caliente y, con una ducha de mano, la lavó y la limpió. Luego la juagó y la secó como si se fuera a romper.
—Gracias por todo —susurró ella avergonzada.
—De nada.
Joseph no sabía qué decirle. No sabía cómo expresarle lo que sentía. Volvió a abrazarla y la llevó nuevamente a la cama. Mientras ella lo observaba apenada, él cambió la sábana.
—Ven aquí —le tendió la mano, se acostaron nuevamente y él susurró —: No utilizamos protección.
La carita con que lo miró lo enterneció; su rostro luminoso quedó como si le hubiera caído de repente una ducha de agua helada.
—Oh, Dios mío —se levantó asustada—, no pensé en eso.
—No te preocupes. De ahora en adelante tomaré precauciones.
—Pero… y qué pasa si… si…—Era incapaz de pronunciar la palabra. Lo miraba aterrada.
—No te preocupes por nada —la tranquilizó él—. Duerme un rato.
La atrajo hacia su cuerpo y se durmieron con una sonrisa en la cara.
Joseph la despertó con sus caricias de nuevo en la madrugada. Quería sentirla otra vez, pero no sabía cómo lo recibiría y si estaba adolorida. Empezó a acariciarla con delicadeza y, al introducir un dedo
en la vagina, _______ jadeó.
—¿Quieres recibirme? —le preguntó en un susurro ronco.
—Sí…—jadeó ella.
Joseph se colocó rápidamente un condón y cambió de posición. La colocó a horcajadas sobre él, le acarició los pezones que estaban hipersensibles y la penetró poco a poco hasta que quedó empalado en ella.
Joseph colocó sus manos a ambos lados de las caderas y la guió en los movimientos.
Ella se veía tan adorable mientras trataba de adaptarse a él. Esos movimientos inexpertos casi le hacen perder el control.
_______ le acarició el cuello y el pecho, lo besó en la boca, le lamió una vena del cuello y, en un momento dado, acercó su boca a su oído y le murmuró con fiereza:
—No quiero otras mujeres en tu vida mientras estemos juntos. Tus besos, tus caricias y esto, quiero que sean solo para mí.
Se irguió enseguida y lo miró pendiente de su respuesta.
—Te lo prometo —dijo él extasiado—. Te lo prometo —repitió otra vez.
Entonces ella lo acaballó totalmente y le impuso su ritmo.
Joseph, gemía y susurraba cosas que ella no entendía hasta que los alcanzó el orgasmo, y los lanzó al precipicio.
Pero como estaban juntos, unieron sus manos y no les importó.

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Mensaje por ||Hazzy|| Vie 12 Abr 2013, 1:25 pm

OMG
LO HICIERO QUE GENIAL
ESTUVO SUPERDUPER
EL CAPITULO
ESTUVO TAN CALIENTE
ESPERO SIGAS PRONTO
BESOS
XX
||Hazzy||
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https://www.facebook.com/pages/Mi-novio-es-Louis-Tomlinson/12927

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Mensaje por Kati♥Lovejb Dom 14 Abr 2013, 7:44 pm

Siguelaaaa!!por favor que lindo. Ya lo hicieron :3
Kati♥Lovejb
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Mensaje por Samantha Dom 14 Abr 2013, 7:59 pm

waaa por fin lo hicieron ,y ese Javier jum ... se me hacia de el iba hacer algo "De vuelta a tu amor"  (Joe J.) [Adaptación] - Página 2 2278276204
siguela plaese esta super :ilusion:
Samantha
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Mensaje por lifeisashortrip Dom 14 Abr 2013, 10:22 pm

Kati♥Lovejb escribió:Siguelaaaa!!por favor que lindo. Ya lo hicieron :3





Hola, ya mismo la sigo.
Gracias por leer<3


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Mensaje por lifeisashortrip Dom 14 Abr 2013, 10:22 pm

magic directioner forever escribió:
OMG
LO HICIERO QUE GENIAL
ESTUVO SUPERDUPER
EL CAPITULO
ESTUVO TAN CALIENTE
ESPERO SIGAS PRONTO
BESOS
XX



Jajajaja, hola muchísimas gracias por leer & comentar<3

ya mismo la sigo.


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Mensaje por lifeisashortrip Dom 14 Abr 2013, 10:23 pm

Samantha escribió:waaa por fin lo hicieron ,y ese Javier jum ... se me hacia de el iba hacer algo "De vuelta a tu amor"  (Joe J.) [Adaptación] - Página 2 2278276204
siguela plaese esta super :ilusion:






Lo sé, javier es malo para la novela :/

Ya mismo la sigo, gracias por leer<3


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Mensaje por lifeisashortrip Dom 14 Abr 2013, 10:29 pm

Capítulo 5.



La felicidad.

—Despierta princesa y dame un beso —expresó Joseph en tono ronco. Al ver que no le respondía, la tentó—: el desayuno está listo.
Le acarició la cara con ternura. No podía dejar de mirarla con su cabello desparramado en la almohada, respiraba de forma suave, y los labios sobresalían por la presión de la almohada en un lado de su rostro. Aún no lo podía creer. A pesar de su inocencia era sensual y apasionada. Lo había sorprendido la promesa que le sacó en medio de la lujuria. Al contrario de lo que creía, estaba ante una personalidad tenaz y fuerte.
Las apariencias engañan, se dijo.
Con gusto cumpliría su promesa. Después de probarla a ella, las mujeres de su pasado quedaban desdibujadas. Desde aquella tarde en la plaza estaba preso de sus ojos, de su cabello y de su cuerpo.
No había marcha atrás.

—Mmmmmm —contestó ella—. Abrió primero un ojo y después el otro. No se quería mover. — ¿Nos podemos quedar otro rato en la cama? —preguntó con voz ronca y perezosa. Dormía boca abajo y estaba totalmente desnuda, con la sabana enredada en su cadera.
Joseph sintió otra punzada de deseo. Le besó la espalda y se la recorrió con caricias suaves.
—Despierta amor. Son más de las nueve.
_________ se espabiló por completo y saltó de la cama buscando su camisón. Le dio un rápido beso de buenos días.
—¡Dios mío!, debo estar en el aeropuerto en hora y media —Se volvió hacia él y lo miró apenada—: Debo irme.
—¿Por qué? —le preguntó él, sorprendido.
—Tengo vuelo reservado a las once y treinta —contestó ella y se colocó el camisón enseguida.
—¿Por qué debes irte hoy?
—Mañana tengo una cita importante para la revisión de mi tesis y no puedo cambiarla.

Joseph colocó las manos en sus hombros, se perdió en el color de sus ojos y descansó la boca en los labios entreabiertos que aún estaban hinchados por sus besos. El acercamiento los asombró a los dos. Joseph le sujetó la nuca y se apoderó de su boca con la potestad del que se sabe dueño. La besó no solo con su boca —como hacía
con las otras mujeres—, sino con el corazón, con la felicidad, con el deseo, todo junto, lo que ocasionaba una mezcla la mar de sorprendente. Y ella le salía al encuentro una y otra vez, enredaban e incitaban sus lenguas en un beso sin final. Se separó de ella al cabo de un rato, estaba jadeando.
—¿Estás bien?
—Sí. —contestó ella con los ojos aún cerrados.
Se quedó mirándola fijamente y le señaló:
—Me imagino que tu ex novio y tu ex amiga tienen vuelo al mismo tiempo que tú —exclamó algo molesto por la reacción de celos viscerales que volvía a experimentar. Una mierda que vas a volar en el mismo avión que él, pensó.
—Sí, tienen el mismo vuelo —le contestó con cautela.
—Viajaremos juntos en la tarde. Yo también debo ir a Bogotá —dijo él sin admitir réplica.
—Está bien —contestó ella risueña y, acercándose más a él, le dio otro beso largo y profundo—. Entonces me temo que tenemos más tiempo en nuestras manos —lo miraba risueña—. ¿Qué deseas hacer? —preguntó mientras lo acariciaba de arriba abajo—. Podríamos ir a La Popa, o al castillo de San Felipe, ¿tú qué opinas? —dijo mientras tocaba su miembro y lo oprimía con la mano—. O tal vez ir a visitar iglesias coloniales —lo miró interrogante—. O puedes enseñarme algo que te gustaría que te hiciera.
Joseph soltó la carcajada y dijo:
—He creado un monstruo.
Llegaron a Bogotá a última hora de la tarde. En medio de una lluvia suave y un frío pertinaz.
—¿Entonces no te quedas conmigo está noche? —le preguntó expectante.
—¡No! Mis padres deben estar que se suben por las paredes porque no he llegado —le dijo _________ preocupada. Sacó el celular del bolso y lo prendió. —Mira, quince llamadas perdidas del celular de mi madre. Papá debe estar volviéndola loca. No te harían muy buena cara que digamos.
—Llámala, diles que irás en un par de horas —la engatusaba, le besaba el lóbulo de la oreja y enterraba la nariz en el inicio de su cuello.
—No me tientes. Mañana nos vemos —le dijo mientras se subían al auto.
En el auto no perdieron el tiempo. Ante la mirada impávida de
Miguel, que estaba al volante, Joseph besó a _________ en la boca, en la frente, en los ojos—. Te voy a extrañar, —le dijo con un suspiro resignado.
—Yo también. ¿A qué horas me recoges? —lo miraba embobada.
—Tan pronto salga de la reunión te llamo al celular para saber dónde estás.
Siguieron besándose. Joseph percibía que _________ deseaba quedarse con él, hizo un último intento.
—Anda vamos, amor, quédate conmigo esta noche—. Le murmuraba entre besos.
—No insistas —contestaba poco convencida.
Joseph decidió dejarla en paz.
Llegaron a la casa de _________ veinte minutos después. Vivía en el barrio Modelia, en una sencilla casa de dos pisos con verja y jardín. Su papá era empleado oficial, y su mamá secretaria de un colegio de monjas. Era única hija y el mayor tesoro de sus padres. Tenían todas sus esperanzas puestas en ella.
—Hasta mañana —se despidió Joseph mientras le daba otro beso profundo, que _________ respondió sin pena por la presencia de Miguel.
—Hasta Mañana —Miguel se bajó del auto para ayudarle con la pequeña maleta. _________ casi se parte de risa.
—Hasta mañana, Miguel.
—Hasta mañana, señorita —contestó respetuoso.
—Dime _________, por favor —le sonrió amable al muchacho.
—Gracias por la deferencia.
Se subió al auto y miró de manera inquisitiva a su jefe y amigo.
—Estás en problemas.
Era una afirmación. Joseph se sonrió:
—Y no sabes cómo me gusta este problema en particular.
_________ encontró a Eduardo y Mariela Escandón sentados en la sala, con una expresión más asustada que furiosa.
—Hija —dijo su padre, algo ansioso.
—Hola papá, hola mamá —respondió ella con la desfachatez que da la absoluta felicidad y la juventud.
_________ cambió algo la expresión en cuanto vio la cara de angustia de su padre, estaba sentado en su sillón favorito. La sala era sencilla y acogedora, un sofá y dos sillas isabelinas tapizadas en un
solo tono, mesa de centro con un jarrón de cristal donde descansaban unas hermosas rosas color naranja, producción del jardín interior. Inspiró el aire con deleite, olía a rosas y a torta de vainilla. Adoraba el olor de su hogar, que era único en el mundo. El aroma de los postres o tortas se mezclaban con el olor de las rosas que con tanto amor cultivaba su madre.
—Javier llamó temprano para contarnos que no llegaste a tiempo a tu vuelo, y que tampoco te quedaste en el apartamento con él y con Carolina.
Su padre la miraba con el ceño fruncido. Estaba furioso. Era un hombre en la cincuentena, alto, delgado, los ojos del mismo color de los de su hija.
—Papá, no quería tocar el tema, pero ya que estamos en ello pues ni modos —se sentó en una de las sillas y miró a su padre seriamente.
—No me quedé más con ellos porque encontré a Javier con Carolina… en la cama.
Su padre se puso pálido.
—¡Dios mío! —musitó su madre. A duras penas había abierto la boca, y no era precisamente por sumisión. Era una mujer a la que le gustaba analizar todos los ángulos antes de lanzar una opinión. Pensaba _________ mirándola aprensiva. Como resultado de ello, pocas veces se equivocaba. Era una mujer bajita, de cabello negro y ojos cafés, algo rellenita por la edad.
—Como veras, no podía seguir viviendo con ellos.
—Esos malnacidos —gritó su padre indignado—. No puedo creer que hayas tenido que pasar por algo tan bochornoso.
—¿Dónde te quedaste entonces? —volvió a la carga Eduardo.
—¿Javier no les contó? —respondió irónica.
—Nos dijo que habías conocido a un hombre y que te habías ido con él —soltó su madre, y la miró pensativa.
—Sí, mamá —les dijo ruborizada.
—Entonces es cierto —escrutó su madre preocupada—. No pareces la misma que salió de esta casa hace cinco días.
—¿Cómo pudiste hacer eso? —la miró su padre con la decepción pintada en el rostro.
—No es cualquier hombre. Me gusta. Y además quiere conocerlos el fin de semana.
Esto último era mentira, ni siquiera habían hablado de ello, pero
tenía que protegerse de alguna forma.
—¿Quién es él, hija? —preguntó su madre con curio-sidad.
— Joseph Jonas —pronunció ella, contrita.
—¿¡Cómo dices!? —bramó su padre.
—Ya oíste el nombre —le retrucó Mariela.
—¡Por Dios, _________! ¿Qué haces tú con un tipo como él? —le preguntó su padre exasperado.
—¿Qué tiene de malo? —contestó ella.
—¡Todo, jovencita, todo! —Luis estaba furioso—. Es demasiado viejo, demasiado rico, ¡demasiado todo! —explotó.
—No puedo creerlo ¿Crees que no soy digna de un hombre como él?
—¡Claro que no! Eres demasiado para cualquiera —recalcó él—, pero ese tipo te va a hacer sufrir. Es demasiado vivido. El montón de mujeres con las que sale en las revistas —la miraba compungido—. Te romperá el corazón. Y no quiero verte llorar por un cretino.
—_________ ya es mayor de edad —le señaló Mariela a su esposo—. Y si no quiere dejarlo, no lo dejará, así tú y yo lo pintemos como el mismo diablo.
_________ nunca amó más a sus padres como en ese momento. Ellos solo querían protegerla. Los abrazó con todo el amor del mundo.
—Papá, mamá, al contrario de lo que puedan pensar, Joseph es un buen hombre —los miró a los dos—. Deben tener más fe en mí.
Ya más tranquila, cenó con ellos. Un rato después se retiró a su cuarto. Había sido un día largo, deseaba descansar.
Javier Cortés vivía en un barrio al sur de la ciudad. Su casa era un pequeño apartamento, apéndice de una casa algo más grande, rodeada de tiendas, talleres de mecánica y a una cuadra de la plaza de mercado del sector.
Su madre era aseadora en una oficina de abogados y su padre era un mecánico alcohólico que la golpeaba sin compasión.
Al llegar a su casa encontró un plato de comida tapado en el fogón de la estufa. Comió con hambre. Miró alrededor la humilde vivienda y se sintió más miserable que nunca.
Solo su inteligencia y su amor a los libros lo sacaron del hueco en el que vivía. En seis meses se graduaría y podría ejercer de profesor mientras ahorraba para una especialización, pero nunca le podría ofrecer a _________ lo que le daría ese hombre. Una bilis amarga le subió por la garganta.
_________ era lo mejor que le había ocurrido en la vida.
La había conocido por medio de Carolina. Siempre había sabido del amor de Carolina por él, y se había aprovechado de ello las veces que le había dado la gana. Había utilizado su cuerpo y sus sentimientos de forma egoísta y sin remilgos; pero en cuanto vio a _________ fue como encontrar un ángel en medio de tanto resentimiento por su situación, por el maltrato de su padre a su madre y a él.
Pero ahora _________ se enamoraría de ese hombre y él no tendría otra oportunidad. A Javier le había quedado claro que Joseph la quería para él. Más aún, a estas horas a lo mejor ya había conseguido lo que él no pudo.
Maldita sea mi suerte, pensó.
Se prometió que las cosas cambiarían.
Carolina llegó temprano a la mañana siguiente a buscar a Javier.
—Hola, amor —lo saludó, y entró en el cuarto.
Sus padres acababan de salir de la casa.
Javier con su objetivo en mente le hizo señas para acercarla a la cama.
—Hola, preciosa —le empezó a acariciar las piernas y, poco a poco, llevó la mano hasta su trasero.
Carolina, se arrodillo en la cama y fue quitándole las cobijas.
Estaba desnudo.
Ya estaba excitada, se le doblaron las rodillas. Él empezó a acariciarla con pericia; sabía cómo volverla loca y, en medio de sus caricias y antes de penetrarla, le arrancó la promesa de que haría las paces con _________.
En medio de la pasión, Carolina le prometería esta vida y la otra. Por unas migajas de su amor, y así fuera por tenerlo de esta manera, haría las paces hasta con el mismo diablo. Javier sabía que tenía ese poder sobre ella.
—Javier, por favor, tómame —le rogaba la chica.
—Ya sabes lo que tienes que hacer. ¿Verdad?
—Sí, sí, sí, lo que sea.
La llevó por las cumbres del placer sonriendo satisfecho.
Podría reunirse con Martín en la tarde.
Mariela entró en el cuarto de _________ temprano en la mañana, con una taza de café caliente.
—¿Qué piensas hacer con ese amor que no te cabe en el alma? —le dijo, y se sentó en la cama a su lado.
—Mamá, no seas exagerada —contestó ella mientras tomaba el
café en sus manos, le agradó el calorcillo que desprendía el pocillo.
—No, no lo soy, solo observo lo evidente —la miró con ternura, le acarició un mechón de su cabello que colocó detrás de la oreja.
— Soy tan feliz. Nunca sentí algo perecido, ni siquiera con Javier.
—Sí, lo sé, no cualquiera se ganaría tu corazón.
—Nunca te gustó Javier.
—Javier no era hombre para ti. Es demasiado conflictivo y maltratador como todo cobarde. A esos es a los que hay que tenerles miedo.
—¡Qué exagerada! Sólo porque cometió un error no lo puedo juzgar como un delincuente.
—No es tan sencillo, hija. Tu inexperiencia a veces no te deja ver lo evidente.
—No soy tonta mamá.
—Lo sé. Y ahora cuéntame de ese hombre. ¿Es tan guapo como en las revistas? —le dijo sonriente.
—Sí, mamá, es precioso. Y tan caballero. En cuanto supo lo que había pasado con Javier, me ofreció su casa para evitarme un disgusto.
—Tenlo por seguro que no lo hizo solo por eso —dijo mirándola inquisitivamente.
_________ se sonrojó completamente.
—Debes tener cuidado, te puede romper el corazón —le señaló preocupada.
—Sí, mamá. Sé cuáles son los riesgos cuando una persona se enamora.
—Lo más importante, _________, es que tienes metas que debes cumplir por ti misma y por la gente que depositó su confianza en ti. No renuncies a eso, así se te aparezca el propio príncipe de Inglaterra.
—Ok, mamá, lo tendré en cuenta, no te preocupes.
Hablaba con la seguridad que da el amor recién descubierto.
Porque lo amaba, de eso estaba segura. Que solo se conocieran desde hacía solamente tres días no tenía importancia. Era como si entre un montón de gente lo hubiera reconocido. Se sentía como la princesa de algún cuento infantil y Joseph fuera su príncipe. Claro que un príncipe con ciertos defectos. Era dominante y posesivo, pero eso no importaba en ese momento. Sentía que era su hombre, lo sentía en lo más profundo de su corazón.
—Te recojo en veinte minutos ¿te parece? Estoy cerca de la
universidad.
Joseph estaba ansioso por volverla a ver, le sonreía embobado al celular.
—Sí, claro que sí. Acabo de salir de la reunión, quiero verte —le dijo en un susurro.
—Yo también, preciosa, yo también —contestó él con una sonrisa en los labios. Se había dormido casi en la madrugada con su mente en ella. No había sentido esa urgencia y ese afán por una mujer en toda su vida. Se derretía pensando en ella, en sus ojos, en su piel.
La divisó en la puerta principal de la universidad. Iba como cualquier otra estudiante con bluejeans descaderados, saco de lana y chaqueta moderna. Unos botines negros completaban su atuendo. El cabello peinado en una trenza apretada. Mejor, pensó para sí, no quería que nadie viera su glorioso cabello. Era de él.
Se asustó un poco ante la dimensión de sus sentimientos.
Miguel bajó para abrirle la puerta de la camioneta.
—Hola, Miguel —lo saludó risueña, pero sin quitarle la mirada a Joseph.
—Buenas tardes, _________ —la saludó el joven.
Cuando entró al auto, unos brazos la atrajeron enseguida. Joseph la besó como si se hubiera separado hacía tiempo. Fue un beso intenso, húmedo y ardiente, que enseguida dejó a _________ ciega de deseo.
—Te extrañé —le decía al oído.
—Yo también —contestó ella mientras le acariciaba el pecho.
—¿Cómo te fue en tu reunión de tesis?
—Oh, muy bien, me aprobaron todo. La podré presentar a fin de mes —le sonrió ella satisfecha y algo más calmada.
Llegaron al lujoso edificio ubicado en los cerros de la capital, donde vivía Joseph. Entraron en el ascensor. Hacia frio en la ciudad, luego el ambiente del lugar fue bien recibido. No le quitó la vista de encima a _________, mientras ascendían al apartamento ubicado en el último piso.
El ascensor los dejó en la entrada de una lujosa sala, con pisos de mármol y gruesas alfombras, muebles claros y una mesa de centro inmensa, un cuadro de Guayasim y unas esculturas de Grau y Negrete completaban el entorno. Al fondo un elegante comedor de diez puestos; en otra estancia un estudio con una amplia biblioteca y un bar.
Joseph le recibió la chaqueta que colocó en un armario
empotrado.
—Ven —la tomó de la mano—, vamos a la cocina. Quiero ver qué nos dejó Lucy de comida.
Ella lo siguió hasta una cocina de gran tamaño, con todas las comodidades y lujos que se pudieran encontrar. Joseph se dirigió al horno y luego a la nevera.
—Tiene trabajo el apartamento —miraba de un lado a otro—. Me imagino que una empleada no será suficiente.
—Sí, tienes razón. Tenemos dos, pero no me gusta que se queden a dormir. Me gusta llegar a casa y relajarme totalmente, sin empleados revoloteando alrededor.
—Vaya, pues qué raro. Yo pensaba que los hombres como tú siempre iban con un ejército de sirvientes dispuestos a satisfacer todos sus deseos.
—Las apariencias engañan —sacó una bandeja de ensalada de la nevera y la colocó en la mesa, mientras iba de un lado al otro, arreglando la mesa con platos, servilletas y cubiertos. Prendió un par de velas y apagó la luz de la cocina.
—Déjame ayudarte —ofreció solícita.
—De ninguna manera, señorita. Eres mi invitada. Siéntate, te voy a alimentar.
_________ comió poco, en cambio Joseph devoró todo lo que se sirvió, de tanto en tanto le acariciaba la barbilla, le daba la comida en la boca, no dejaba de mirarla, estaba pendiente de cada uno de sus gestos y palabras. Después de repetir ración de postre, levantó los platos y los dejó en el lavaplatos. Hablaron de las familias, de música, de su tema favorito, los libros, y de diversos temas más.
—¿Qué gestiones has hecho para la especialización? —preguntó él curioso e impaciente por llevarla a la cama mientras sorbía de una taza de café.
—Estoy gestionando una beca para la Universidad de Columbia —y procedió a explicarle todo lo referente a dicha beca—. El posgrado dura dos años —lo miró sin saber qué más decir.
Joseph se quedó callado, pero por dentro iba maquinando una serie de ideas.
Él perfectamente podría vivir en Nueva York dos años. Se iría con ella y viajaría a Colombia cuando fuera necesario. Podrían llegar en otoño, una de sus estaciones favoritas. La llevaría de paseo por Central Park, la mimaría con cosas bellas compradas en la quinta avenida, le enseñaría toda la ciudad. Deseaba que ella cumpliera
todos sus sueños. La apoyaría; diablos, si hasta le compraría una editora que publicara sus libros si era necesario.
_________ se explayó en sus planes, le habló de sus sueños y ahí fue cuando se terminó de enamorar de ella. Ese fue el instante preciso en el que su corazón dejó de pertenecerle. No supo si fue su parloteo feliz, la expresión de sus ojos o el movimiento de sus manos. Era tan diferente a su modelo de citas, su frescura, la belleza natural de su cuerpo. Sentía como si un camión se hubiera aparcado en su pecho. Ella bajó la mirada y cuando elevó nuevamente los ojos, él se sintió perdido. Estaba loco por volverse a acostar con ella. Pero lo que sentía era algo más que sexo. Estaba seguro de que haría cualquier cosa por la mujer que tenía enfrente. Era muy fuerte su deseo de protegerla.
—Debes hacerlo, sé que te irá bien. Cuentas con todo mi apoyo —le acarició un mechón de su cabello colocándolo detrás de su oreja. — Vamos —dijo con voz ronca. La tomó de la mano. La llevó a su habitación.
Hicieron el amor casi hasta medianoche.
Rato después, mientras Joseph iba a la cocina, _________ se duchó rápidamente y empezó a vestirse.
—¿A dónde vas? —dijo Joseph con el ceño fruncido. Traía una bandeja con queso, algo de fruta y vino. La dejó en una mesa y se acercó a ella, con el ceño fruncido.
—A casa —le contestó ella terminando de vestirse—. ¿Puedo llamar un taxi?
Joseph estaba mudo de la indignación.
—¿Por qué no te quieres quedar? —inquirió furioso.
—No puedo —le contestó ella distraída, mientras se arreglaba la chaqueta —mis papás me matarían si llego después de la una.
—Pensé que podías pasar la noche conmigo.
—No, cómo se te ocurre —objetó aterrada—. Me echarían de mi casa por desvergonzada.
—No eres desvergonzada, y no creo que se atrevan a tanto.
—No conoces a mi papá.
Para Joseph era toda una sorpresa encontrar una mujer que no fuera libre para hacer lo que quisiera, y más si él estaba de por medio. No le gustaba la sensación, porque se dio cuenta de que haría un recorrido diferente con ella. Tenía que adaptarse a las reglas de alguien, y no al revés. Ella era un enigma y estaba loco por descifrarlo. Se perdía en el brillo y el color de sus ojos, en la blancura de su piel.
Sus cejas eran delgadas y bien delineadas, se las acarició con el pulgar, lo que hizo que ella se sonrojara.
—Yo te llevo entonces.
Se acercó a un teléfono, llamó a sus guardaespaldas y pidió uno de los vehículos.
—No creo que debas. Si quieres, me prestas a tu chofer para que me lleve. No quiero causar molestias —le decía ella preocupada.
—No es molestia, vamos.
Salieron alrededor de la media noche, Joseph aún con cara de disgusto, como se pudo percatar _________. Llegaron a su casa en minutos, las calles estaban desiertas.
—¿Cuándo te volveré a ver? —le preguntó ella, mirán-dolo embobada.
Joseph sonrió, la acarició con ternura y le dijo:
—Tengo que viajar a Barranquilla, pero estaré aquí para el domingo.
—Joseph, me apena decirte esto —juntó sus manos algo nerviosa—, pero las cosas serían más fáciles para nosotros si vinieras a conocer a mis padres —le soltó, sin dejar de mirarlo, impaciente por conocer su reacción.
—No hay problema —expresó él tajante —. Dime cuándo y dónde.
—¿Podrías venir el domingo a almorzar? Sería importante para mí.
—Claro que sí, aquí estaré —se acercó a besarla como deseaba hacerlo desde hacía rato.
—Me vas a hacer falta —le dijo ella respondiendo al beso.
—A mí también, amor. —La soltó. Si no lo hacía rápido estaba seguro de que no la dejaría marchar—. Hasta pronto, te llamaré.
—Hasta pronto —le contestó


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Mensaje por JB&1D2 Jue 18 Abr 2013, 6:09 pm

:happuy:
siguelaaaaa
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Mensaje por Kati♥Lovejb Lun 22 Abr 2013, 9:09 pm

Siguelaaaa!!por favor que lindo. Ya lo hicieron :3
Kati♥Lovejb
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Mensaje por lifeisashortrip Miér 24 Abr 2013, 7:43 pm

Hola. Estoy teniendo unos problemillas para subir esta novela, so... pido algo de tiempo a las que leen.

No me he ido, esperen capítulo pls.

Gracias<3

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Mensaje por fernanda Dom 28 Abr 2013, 2:04 pm

AY POR DIOS AMOR LA NOVE
ademas yo tengo un lunar del lado izquierdo , justamente en la cintura :P
me causo mucha gracias
soy nueva en lectora
SÍGUELA!
fernanda
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Mensaje por JB&1D2 Mar 30 Abr 2013, 9:04 pm

sube cuando puedas "De vuelta a tu amor"  (Joe J.) [Adaptación] - Página 2 1606340316 :observo:
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