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Para Siempre Joe & Tú-adaptacion

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Para Siempre Joe & Tú-adaptacion - Página 2 Empty Re: Para Siempre Joe & Tú-adaptacion

Mensaje por Julieta♥ Jue 28 Feb 2013, 8:23 pm

Síguela!!!!!!!
Julieta♥
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Para Siempre Joe & Tú-adaptacion - Página 2 Empty Re: Para Siempre Joe & Tú-adaptacion

Mensaje por anasmile Vie 01 Mar 2013, 11:10 am

—Puedo hacerlo yo, señorita _______. No está bien que me atienda…

—No me venga con esas tonterías, en esta casa no nos andamos con formalismos. Dilly, John y usted son de la familia, nos cuidamos los unos a los otros.

La mujer la miró con los ojos inundados de lágrimas. _______ no habría sabido decir si eran de dolor o de emoción, pero sonrió con calidez y empezó a curarle la mano.

—La verdad es que no sé lo que haríamos sin usted.

—Es muy amable, señorita _______…

—Llámeme _______ sin más, a Joe no le trata de señor.

—Sí que lo hago, cuando hablo directamente con él.

—Y él la corrige, no le gusta que le trate como a un jefe —vaciló por un momento mientras le vendaba la mano, y comentó con voz suave—: Últimamente está muy raro, no le entiendo.

La señora Harcourt contuvo a duras penas las ganas de decir algo, y al final comentó:

—Lo que pasa es que está muy ocupado. Lo de la empresa informática de Alemania le tiene bastante preocupado, porque compite con la nueva línea de productos que él quiere sacar al mercado. Me comentó que espera no tener que viajar hasta allí, pero parece ser que los propietarios están poniendo muchas trabas a la hora de vender.

—Pues si Joe va a tratar con ellos en persona, que Dios los ayude. Es como una apisonadora cuando quiere algo.

—En eso tiene razón. Gracias por curarme.

—La verdad es que tenía un motivo oculto, necesito que me ayude a meter a escondidas unos adornos navideños. Me gustaría que me ayudara a subir las cajas al ático, en caso de que Joe esté aquí cuando lleguen —al verla vacilar, añadió—: Suele ponerse un poco gruñón, pero nunca me ha prohibido que ponga árboles, guirnaldas y adornos. No entiendo por qué no le gusta la Navidad —era algo que se había preguntado en más de una ocasión, pero era la primera vez que lo comentaba con la señora Harcourt.

—A su padre no le importaba que pusiera un árbol de Navidad, pero nunca compraba regalos; según él, era una festividad puramente comercial. Nunca estaba aquí en esas fechas, jamás las pasó con su hijo. Yo solía comprarle regalitos a Joe, le hacía sombreros y bufandas de lana o colchas para la cama. Dilly, John y yo intentábamos que no sufriera demasiado por la ausencia de su padre, era un niño muy solitario.

—Es horrible…

—¿Y qué me dice de usted?, ¿por qué le gusta tanto la Navidad?

—Nunca pude celebrarla de pequeña, ni siquiera con un árbol —se sonrojó al darse cuenta de que había revelado algo muy personal.

La señora Harcourt la miró boquiabierta, y comentó:

—Pero… siempre va a misa con Joe, y lo decora todo… ¡una vez, hasta le puso una cornamenta de reno a Baker!

—Mi padre era… ateo. No nos dejaba ir a misa, ni celebrar la Navidad —admitió, con voz queda.

—Pobrecita mía…

_______ no pudo evitar echarse a llorar cuando la señora Harcourt la abrazó. Aquella mujer cariñosa y maternal era la única persona que le había mostrado afecto de verdad desde la muerte de su madre. Myron Pendleton había sido amable con ella, pero de forma fría e impersonal. No era dado a dar abrazos, era algo que tenía en común con Joe.

—No se lo dirá a Joe, ¿verdad? —dijo al fin, mientras se secaba los ojos con un pañuelo que la señora Harcourt acababa de darle.

—No, se me da muy bien guardar secretos —la mujer esbozó una sonrisa que, por alguna razón, reflejaba cierto cinismo—. ¿Por qué no quiere que él lo sepa?

—Mi madre me inculcó que no debía hablar sobre mi infancia, sobre todo desde que vinimos a vivir aquí.

La señora Harcourt se dio cuenta de que _______ ocultaba muchas más cosas, pero optó por no presionarla y le dijo:

—Acabe de desayunar, después le prepararé un delicioso pastel de chocolate.

_______ se echó a reír, y comentó:

—Siempre me ha mimado demasiado, señora Harcourt. Y a Glory también.

—Me habría gustado tener hijas, pero mi marido era estéril.

—Lo siento, no lo sabía.

—Le amaba mucho, pero era duro vivir con él. Trabajaba de adiestrador de caballos para Joe, pero uno le dio una coz en la cabeza y murió en el acto. Yo no tenía adonde ir ni familia, así que me quedé aquí.

—Me alegro de que lo hiciera. Gracias a usted, este lugar es un verdadero hogar.

—Sólo por decir eso, se ha ganado un pastel de chocolate y nata.

—¡Es mi preferido!

La mujer se echó a reír, y le dijo:

—Sí, ya lo sé. Voy a ponerme a prepararlo ahora mismo, usted acabe de desayunar.

—De acuerdo.

Mientras regresaba al comedor, _______ se dijo que la vida era dura para todos. La pobre señora Harcourt era viuda, y a su edad ni siquiera tenía un hijo que le diera cariño.





Era un día sin demasiado trabajo en el restaurante Barbara’s Cafe. La propietaria estaba sentada en una mesa con _______, comiéndose una ensalada. Tenía doce años más que ella, el pelo rubio, y unos ojos preciosos. Todo el mundo de la zona la conocía y la apreciaba. Aunque había enviudado años atrás, no estaba sola, ya que había adoptado a Rick Márquez cuando éste era un adolescente. Rick se había convertido en inspector de homicidios en San Antonio, y su madre le adoraba.

—Podrías salir con Rick —comentó Barbara, en tono de broma—. Es joven, soltero, y muy guapo.

—Lleva encima una pistola —le dijo _______.

—Y tu hermanastro también.

—Sí, cuando está en el rancho, pero Joe no se pasa el día rodeado de cadáveres.

—Yo no estoy tan segura de eso. Varios vaqueros del Rocking Spur vinieron a comer la semana pasada, y parecían muertos vivientes. Me dijeron que habían estado sacando ganado de lodazales.

—Joe también se pone hecho un asco cuando ayuda a reunir el ganado, o a rescatar alguna res perdida.

—Es multimillonario, pero se dedica a trabajar con el ganado —era obvio que Barbara no entendía aquella actitud.

—Si pudiera, se pasaría todo el tiempo en el rancho.

—Me acuerdo de cuando se hizo cargo de ese lugar, se comportaba como si le hubiera tocado la lotería.

—Seguro que le costó una fortuna, es un terreno enorme.

—Tengo entendido que lo heredó.

_______ se echó a reír, y le dijo:

—De eso nada, se lo vendió un pariente de la señora Harcourt.

—Estaré equivocada. Y ya que hablamos de Joe, ¿qué tal está?

—No lo sé.

Barbara se tensó al oír su tono de voz, y le preguntó con cautela:

—¿Por qué no lo sabes?

—Hace días que no le veo ni sé nada de él. He organizado una cena para unos amigos nuestros que se van a casar, pero aún no me ha dicho si piensa venir.

—¿Os habéis peleado? Sería la primera vez, ni siquiera discutís por los cientos de decoraciones navideñas que empiezas a poner por todas partes desde Acción de Gracias y que le ponen de los nervios…

—Hemos tenido un pequeño malentendido, se marchó sin despedirse la última vez que vino —_______ fue incapaz de contarle lo que había pasado en realidad.

Barbara posó una mano sobre la suya, y le dijo:

—Tendrías que ir al rancho para hablar con él. A veces le cuesta tratar con la gente, es normal en alguien tan reservado. A lo mejor quiere hacer las paces contigo, pero no sabe cómo.

_______ se animó un poco al oír aquello, y comentó:

—Eres muy perceptiva. Sí, le cuesta tratar con la gente. En vez de disculparse directamente, suele dar rodeos para dar a entender lo que quiere decir. Se guarda las cosas dentro —soltó un suspiro, y añadió—: Mi hermanastra, Glory, siempre dice que a Joe le han herido los sentimientos más de lo que pensamos, pero que no nos hemos dado cuenta porque no lo demuestra; según ella, Joe cree que es una especie de debilidad.

—La culpa la tiene su padre —comentó Barbara con frialdad—. Al viejo le gustaban las mujeres, en plural, pero los compromisos nunca se le dieron bien. Sólo se casaba con una mujer cuando era la única forma de acostarse con ella, así que no era una cuestión de amor, sino de deseo. Nunca amó a ninguna, y le inculcó a Joe que el amor es una debilidad. Decía que las mujeres utilizaban el sexo a modo de arma, para sacarles dinero a los hombres.

—¡Dios mío! ¿Cómo lo sabes?

—Uno de mis primos trabajaba para Myron Pendleton, y un día le oyó hablando sobre mujeres con Joe. Mi primo se sintió tan asqueado, que dejó el trabajo. Dijo que no quería trabajar para un hombre que no respetaba a las mujeres.

—He vivido con él durante todos estos años, y no tenía ni idea.

—Has vivido bajo su protección, cielo, pero no bajo su techo. Glory y tú estabais estudiando fuera, pero cuando veníais a casa, Joe vivía aquí y os dejaba a las dos con Harcourt y los demás. ¿No te habías dado cuenta?

No, no se había dado cuenta; de hecho, _______ empezaba a entender que, a pesar de que Joe las había mimado y protegido durante todos aquellos años, se había mantenido al margen de ellas.

—¿De verdad que no sabes lo que le pasa? —le preguntó Barbara, con un tono de voz bastante peculiar.

—¿Qué quieres decir?

Su amiga le soltó la mano, y apartó la mirada antes de responder.

—Nada, estaba pensando en voz alta. Supongo que está tan gruñón por algún asunto de negocios, ¿no?

—Sí, supongo que sí —_______ se relajó, y tomó un trago de café—. Me parece que voy a pasar por el rancho de camino a casa, no quiero que se pierda la fiesta.

—Perfecto —Barbara miró hacia la ventana, y frunció el ceño—. Se avecina mal tiempo otra vez, lo más probable es que sea otra tormenta tropical. ¡Mira qué nubarrones!

—Será mejor que me vaya, está oscureciendo.

—Espero que la lluvia no te pille en la carretera por la noche, el camino que lleva al rancho no está pavimentado y acabarías en alguna cuneta. No es seguro. Últimamente ha habido varios secuestros por la zona, y serías una presa ideal para esos criminales.

—Conduzco un Volkswagen, no voy a caer en ninguna cuneta. Y en cuanto a lo de los secuestros… estamos en Jacobsville, aquí nunca pasa nada.

Al cabo de media hora, _______ no tuvo más remedio que tragarse sus palabras. Había oscurecido y la lluvia repiqueteaba en el techo del coche, que estaba atrapado en medio de una cuneta. Llamó con el móvil al rancho y le contestó Grange, el capataz de Joe.

—Hola, Grange. ¿Puedes decirle a Joe que me he quedado atrapada en la cuneta de camino al rancho?, he perdido el control del coche.

—No te preocupes, ¿quieres que vaya a buscarte yo en una furgoneta?

_______ vaciló por un instante. En otras circunstancias le habría dicho que sí, pero Joe se comportaba de forma muy rara últimamente y no quería poner a Grange en una situación incómoda.

—Me parece que será mejor que avises a Joe.

—Vale. ¿Estás bien?

—Sí.

—Voy a buscarle. Está fuera, buscando reses extraviadas con los vaqueros, así que puede que tarde unos minutos en localizarlo.

—No te preocupes, gracias —le dijo, antes de colgar. Si Joe estaba ocupado, iba a enfadarse con ella por la interrupción. Había decidido ir al rancho para hacer las paces con él, pero, al parecer, sólo había conseguido empeorar más las cosas.

Tuvo la sensación de que el tiempo pasaba a cámara lenta mientras esperaba con el bolso en el regazo. El coche había quedado inclinado, así que tenía que esforzarse para no resbalar hacia la ventanilla del pasajero. Había tomado la decisión de ir al rancho de forma impulsiva, pero tendría que haber esperado.

Fijó la mirada en el agua que caía sobre el parabrisas mientras rezaba para que Joe se diera prisa, pero entonces se sintió culpable por hacer que tuviera que ir a rescatarla de nuevo. Era una patosa, nada le salía bien. Era un verdadero desastre sobre dos piernas. Si no fuera tan despistada, si…

Al oír el sonido de otro vehículo, miró hacia delante y vio que una de las enormes furgonetas negras del rancho se acercaba a toda velocidad. Joe siempre conducía demasiado rápido. El camino de tierra estaba enfangado, y no pudo evitar imaginarse la desgracia que podría llegar a producirse si él frenaba con demasiada brusquedad.

Supo que estaba enfadado al ver cómo se detenía con brusquedad a un lado de la carretera, pero a pesar de todo no patinó. Joe siempre tenía un control absoluto sobre sí mismo, incluso cuando estaba furioso.

Estaba un poco temblorosa, pero respiró hondo y se dijo que todo iba a salir bien. Joe siempre acababa salvándola, aunque no le gustara tener que hacerlo.

Al cabo de unos segundos, una grúa se detuvo junto a la furgoneta, y Joe bajó y fue a hablar con el conductor. Tras una breve conversación, fue hacia ella con pasos largos y tensos que revelaban su enfado. El sombrero de ala ancha le protegía la cara, y llevaba una gabardina amarilla que le llegaba a la altura de las botas.

Como el coche estaba inclinado, ella estaba sentada de lado, en un ángulo de cuarenta y cinco grados. Joe abrió la puerta de golpe, y se quedó mirándola con expresión ceñuda y tensa; al cabo de unos segundos, alargó las manos hacia ella y le dijo con aspereza:

—Vamos —al verla vacilar, intentó tranquilizarse un poco; por alguna razón, a _______ nunca le había gustado que la alzaran en brazos, pero él estaba acostumbrado a sus pequeñas rarezas. Con voz más suave, añadió—: Venga, _______. Ya sé que no te gusta que te lleven en brazos, pero es la única forma. No puedes quedarte en el coche mientras lo sacamos de la zanja, puede volcarse.

Aquella posibilidad la aterró aún más. Se mordió el labio, y le dijo con voz trémula:

—Va… vale —hizo acopio de valor, y alzó los brazos.

Joe la alzó sin ningún esfuerzo, y la sacó del coche. Se quedó empapada de inmediato mientras la llevaba hacia la furgoneta, porque no había pensado en ponerse un chubasquero.

La capa de lodo que cubría la carretera debía de tener unos tres centímetros de grosor. Cuando logró llegar a la furgoneta, Joe la metió en el asiento del conductor y le dijo con voz cortante:

—Ponte el cinturón de seguridad —sin más, cerró la puerta de golpe y fue a hablar con el conductor de la grúa.

Al verle señalar con un gesto hacia la carretera principal, _______ supuso que estaba diciéndole que quería que llevaran su coche a la casa de San Antonio, y se sintió dolida al darse cuenta de que él no quería tenerla en el rancho.

Después de entrar en la furgoneta mojado, furioso y en silencio, Joe se puso el cinturón de seguridad, puso en marcha el vehículo, y salió disparado hacia San Antonio.

—El rancho está hacia allí —le dijo ella con voz queda, mientras señalaba hacia atrás.

—Te llevo a San Antonio, no quiero que pases la noche en el rancho.

_______ no se atrevió a preguntarle por qué, y fijó la mirada en la carretera mientras deseaba que todo siguiera siendo como siempre, como antes de que él dijera cosas que ninguno de los dos podía olvidar.

—¿Qué demonios hacías en la carretera del rancho bajo la lluvia?

—Quería hacer las paces contigo.

—Ah.

_______ le lanzó una mirada, pero él estaba completamente inexpresivo.

—Sí, ya sé que he vuelto a fastidiarla y que tendría que haber esperado a un día soleado. Puede que las mujeres que no sabemos hacer nada bien tengamos alguna salida en el mercado laboral, a lo mejor decido dedicarme al teatro.

Él soltó una pequeña carcajada, y le dijo:

—Aún me acuerdo de aquella vez que subiste a un escenario.

_______ hizo una mueca al recordarlo. Sí, había participado en una obra de teatro de la escuela, interpretando un papel secundario. En medio de la función, había chocado contra otro actor por culpa de un tropezón, y los dos habían acabado por el suelo.

El público se había echado a reír. Por desgracia, la obra era una tragedia, y ella estaba a punto de iniciar un monólogo sobre la muerte. Se había ido del escenario hecha un mar de lágrimas y sin recitar sus líneas, y el director se había enfurecido y la había echado de la obra aquella misma noche. Joe había ido a verlo, y el hombre había vuelto a incorporarla a la obra e incluso le había pedido perdón. Ella jamás había tenido el valor de preguntar por qué.

—A lo mejor podría trabajar de maniquí… me limitaría a estar quieta todo el día en una tienda, y cada día llevaría ropa diferente.

—Podrías plantearte ir a clases de kárate.

—¿Lo dices en serio?

—Te enseñaría a tener más confianza en ti misma, te iría bien.

—Le daría un golpe a alguien en algún punto vital, y acabaría en una cárcel federal por asesinato.

Él le lanzó una mirada, pero en vez de contestar, encendió la radio y comentó:

—Quiero oír la información financiera, ¿te molesta?

—Claro que no —sabía que, si no quería hablar con ella, no podía obligarlo a hacerlo.

Se limitaron a oír en silencio la radio durante todo el trayecto. Cuando llegaron a la mansión de San Antonio, Joe bajó de la furgoneta, rodeó el vehículo, y abrió la puerta del copiloto. Seguía diluviando, y la carretera estaba medio inundada.

—Puedo ir andando —se apresuró a decir ella. Al ver que él enarcaba las cejas y le indicaba con un gesto el camino encharcado, se mordió el labio con indecisión. Estaba mojada, pero no quería echar a perder sus zapatos nuevos.

—A algunas mujeres les gusta que las lleven en brazos, pero tú te comportas como si fuera a llevarte a la guillotina.

_______ tragó saliva con dificultad, y le dijo:

—Es que me… me trae malos recuerdos, sobre todo cuando hay tormenta.

—¿Qué es lo que recuerdas?

—Algo que pasó hace mucho tiempo —estaba cada vez más tensa.

Él la contempló en silencio mientras la lluvia golpeteaba contra su sombrero y su gabardina, y se dio cuenta de que no sabía nada sobre la vida que _______ había tenido antes de que sus respectivos padres se casaran. Ella tenía catorce años por aquel entonces, y había tenido que convencerla de que saliera de su cuarto sobornándola con bombones porque tenía miedo de él. Había tardado meses en ganarse su confianza. Su padre nunca le había hablado del tema; de hecho, sólo le había dicho que _______ siempre necesitaría que alguien la cuidara y la protegiera, pero era un comentario que él no había acabado de entender.

—Ocultas secretos, _______ —le dijo con voz suave.

Él casi nunca la llamaba por su nombre completo, y oírlo de sus labios, pronunciado con aquel tono de voz tan dulce y sexy, la llenó de sensaciones que no quería sentir. Ella no podía ofrecerle nada, pero Joe no lo sabía. No podía permitir que surgiera algo romántico entre los dos. Era imposible, por mucho que ella quisiera… y lo cierto era que lo anhelaba con desesperación, sobre todo desde que él le había dicho aquellas cosas tan excitantes y sensuales en la fiesta.

—¿Y tú no ocultas ninguno? —le dijo, con una sonrisa forzada.

—Alguno que otro, sobre el programa de cría —le dijo él con ironía. Estaba haciendo referencia a los estudios genéticos y a los avances tecnológicos que implementaba para producir mejores reses de pura raza.

_______ estuvo a punto de decirle que seguro que también ocultaba algún secreto en lo referente a sus relaciones con las mujeres, pero no se atrevió a inmiscuirse en su vida privada.

—Hay secretos que es mejor mantener ocultos, Joe.

—Como quieras. Trabajas para la CIA, ¿verdad? —le dijo él, en tono de broma, en un intento de hacer las paces.

_______ se echó a reír, y le dijo:

—Pues claro. En el bolso llevo una gabardina, una máscara, una cápsula de cianuro, y el número de teléfono de un agente ruso de la KGB.

—La grúa llegará dentro de poco, viene más lenta que nosotros. Le he dicho al conductor que deje aquí tu coche y que me envíe la factura al rancho. Venga, cielo, hoy aún me queda trabajo por hacer. Estaba buscando reses extraviadas, supervisando a dos vaqueros nuevos que aún no saben diferenciar a un toro de un novillo, cuando un cercado se vino abajo por culpa de la lluvia y el ganado se salió. Tengo a la plantilla en pleno intentando reunir a todos los animales para traerlos de vuelta, pero hay que supervisar a los empleados nuevos.

anasmile
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Para Siempre Joe & Tú-adaptacion - Página 2 Empty *______________*

Mensaje por anasmile Lun 04 Mar 2013, 5:30 pm

Julieta♥ escribió:Síguela!!!!!!!

ya la sigo *_____*
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Para Siempre Joe & Tú-adaptacion - Página 2 Empty Re: Para Siempre Joe & Tú-adaptacion

Mensaje por ElitzJb Dom 10 Mar 2013, 2:32 pm

hey por favor siguelaaaaaaaaaaa
ElitzJb
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Para Siempre Joe & Tú-adaptacion - Página 2 Empty Re: Para Siempre Joe & Tú-adaptacion

Mensaje por ElitzJb Jue 14 Mar 2013, 1:58 pm

siguelaaaaaaaaaaa :wut:
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Para Siempre Joe & Tú-adaptacion - Página 2 Empty Re: Para Siempre Joe & Tú-adaptacion

Mensaje por anasmile Vie 15 Mar 2013, 5:02 pm

Contratas a vaqueros para que se ocupen del ganado, pero acabas haciendo tú el trabajo.

—No me gusta quedarme metido en el despacho.

—Sí, ya lo sé.

Él deslizó un brazo por debajo de sus rodillas y otro por su espalda, y la sacó de la furgoneta como si fuera tan liviana como una pluma.

—Eres una gatita, delicada y ligera. Tendrías que comer más.

—No paso hambre, Joe.

—Quemas todas las calorías enseguida.

_______ se sobresaltó cuando un relámpago iluminó de repente el cielo oscuro. Se aferró a su cuello, y ocultó la cara contra su hombro.

—¡No soporto los relámpagos! —gimió, temblorosa, mientras el trueno resonaba con fuerza.

Alzó un poco la cabeza justo cuando Joe estaba moviendo la suya, y sus labios se rozaron. Fue algo tan bien sincronizado, que dio la impresión de que había alzado la cabeza hacia él a propósito para tentarlo con la pequeña caricia.

Joe se estremeció de pies a cabeza, y se detuvo de golpe. No dijo ni una palabra, pero ella notó que tenía la respiración acelerada. La caricia la había inundado de deseo, y se preguntó si él estaba igual de afectado.

No tardó en darse cuenta de que la respuesta era afirmativa. Los ojos de Joe estaban llenos de pasión, y se entrecerraron ligeramente cuando se posaron en sus labios.

El cielo volvió a iluminarse con un relámpago seguido de un trueno, pero _______ apenas se dio cuenta. Sólo era consciente del rostro de Joe, de la intensidad creciente de su mirada. Su pecho musculoso se movía con movimientos entrecortados contra sus senos, como si le costara respirar. Saber que el roce de sus labios había encendido aquel fuego descontrolado la dejaba sin aliento.

—¿Joe…? —susurró, vacilante. Su expresión tensa la desconcertaba, parecía enfadado por lo que había sucedido—. Perdona, ha sido sin querer…

—¿Ah, sí? —le preguntó con voz ronca.

Sus brazos, férreos y cálidos, la apretaron con fiereza, y su rostro se tensó mientras contemplaba su boca. Vaciló por un momento, como si estuviera luchando contra sus propios instintos, pero al final perdió la batalla.

_______ se quedó atónita al ver la pasión descarnada que apareció en su mirada. Sus ojos negros se entornaron, y parecieron relampaguear mientras la tormenta arreciaba.

—Qué más da… ¡estoy condenado de todas formas! —masculló, mientras bajaba la cabeza hacia ella.

La besó con una pasión tan salvaje como el relámpago, tan aterradora como la tormenta. Se rindió ante la oleada de un deseo irrefrenable que lo dejó sin aliento. La instó a abrir la boca mientras la abrazaba con fuerza, mientras apretaba los senos de _______ contra su pecho musculoso. Gimió contra sus labios y la apretó aún más contra su cuerpo, su rostro tenso reflejó un anhelo casi agónico mientras la besaba con desenfreno.

_______ apenas podía creer lo que estaba pasando. Amaba a Joe desde siempre, pero jamás había visto aquella faceta suya. La pasión de aquel beso estaba a años luz de distancia de las aterradoras advertencias de su madre sobre lo que pasaba entre hombres y mujeres. Su cuerpo estaba reaccionando de forma instintiva, sus labios respondieron con calidez a aquellos besos llenos de pasión. Sintió una descarga de un placer desconocido mientras él la besaba con pasión creciente.

Empezó a luchar contra sí misma. Su madre le había advertido que aquello no era más que el comienzo, que la pasión cegaba a las mujeres y no les dejaba ver la realidad que se escondía tras el deseo de los hombres. Todo empezaba así, pero acababa en dolor, humillación, y al final en tragedia. Sí, tragedia… disparos, y el sabor metálico de la sangre…

Al sentir que la boca de Joe descendía por su cuello hasta un pecho, la embargó el pánico mientras los aterradores recuerdos del pasado le invadían la mente. Él estaba chupando y succionando con desenfreno, pero en cualquier momento la mordería. Iba a acabar ensangrentada, igual que su madre…

Posó las manos en el pecho de Joe, y empezó a empujarle. Estaba luchando contra las imágenes que le llenaban la mente, y también contra la inesperada pérdida de control de un hombre que siempre se había comportado con un autocontrol férreo. Nunca le había visto así, tembloroso y como loco. Al verle abrir la boca, pensó que él estaba a punto de… le empujó con más fuerza.

Joe se dio cuenta de lo que estaba haciendo, y alzó la cabeza. Su cuerpo entero se estremeció al sentirla retorciéndose frenética contra su cuerpo, pero de repente comprendió que _______ no estaba intentando acercarse más, sino que estaba luchando por apartarse de él.

—¡Joe, no! ¡Bájame, por favor! —su voz y su rostro reflejaban el pánico que sentía. Le empujó con más fuerza, y gritó—: ¡Suéltame!, ¡suéltame!

—¡Maldita sea…! ¡Has sido tú la que ha empezado! —masculló con voz ronca. Estaba tan atónito por su propia pérdida de control como por el hecho de que ella estuviera rechazándole.

—Ya lo sé, pero… ¡ha sido sin querer! ¡No… no quería… hacer eso! ¡Lo siento! —le dijo, sollozante.

Él la dejó en el suelo con brusquedad, y la soltó de inmediato. Cuando ella lo miró con una expresión llena de angustia, se tensó y retrocedió un poco. La contempló con expresión pétrea, pero en sus ojos brillaba una mezcla de violencia y de pasión apenas contenida.

_______ sollozó al ver que la miraba como si la odiara. Sabía que había sido ella la que había dado pie a la situación, aunque había sido sin querer. Era culpa suya que Joe se hubiera enfadado de nuevo, la odiaba porque le había tentado… antes de que él pudiera pronunciar una sola palabra, dio media vuelta y echó a correr como una loca hacia la casa.

Joe se quedó mirándola mientras intentaba controlar las turbulentas emociones que se arremolinaban en su interior. Estaba tenso y dolorido por el deseo, pero la pasión fue desvaneciéndose poco a poco y empezó a sentirse avergonzado por el lapsus que acababa de tener. Primero se puso furioso consigo mismo, pero después se enfadó con ella. Había sido _______ la que le había tentado de forma deliberada con aquel roce de sus labios que le había enloquecido de deseo y le había descontrolado. Ella le había dado vía libre al principio, pero en cuanto él había avanzado un poco, le había apartado como si le pareciera repulsivo.

Mientras le daba vueltas y más vueltas a lo que había pasado, la furia fue ganando terreno. Se sentía rechazado y humillado, herido en su orgullo. Había dejado que el deseo que sentía por _______ saliera a la luz, y ella había reaccionado con… con repugnancia. Lo había visto en su expresión.

El dolor lo golpeó de lleno. Al principio se sintió herido, y después colérico. ¿Por qué le había tentado y después se había comportado como si él fuera el único responsable de lo que había pasado?

Regresó a la furgoneta hecho una furia. En ese momento, le daba igual no volver a ver a _______ en lo que le quedaba de vida. Durante el trayecto de regreso al rancho no dejó de mascullar imprecaciones, y ni siquiera se dio cuenta cuando se cruzó con la grúa que llevaba el coche hacia San Antonio. Nunca había sentido un dolor tan intenso. _______ no le quería, había huido despavorida como si le tuviera miedo. Ninguno de los dos iba a poder olvidar lo que había pasado, se habían convertido en enemigos en un abrir y cerrar de ojos.

Pisó el acelerador con fuerza. Le daba igual que le pusieran una multa, porque después de lo que había pasado, su vida entera carecía de sentido.

_______ estaba temblando en medio de su cuarto, sumida en la oscuridad, mientras recuerdos horribles le inundaban la mente. Gritos desde el dormitorio de sus padres, lágrimas, magulladuras, miedo, sangre en el camisón de su madre… su padre brutal, acusador, su madre llorando…

Recordó también aquella vez en que un chico la había llevado tarde a casa porque se le había pinchado una rueda del coche… su padre la había alzado en brazos, y la había lanzado con todas sus fuerzas contra la pared. Ella se había quedado aturdida, magullada y aterrada, y entonces le había visto acercarse con un cinto en la mano. En el exterior de la casa estaba tronando, pero el chasqueo de aquel cinto había resonado por encima del sonido de la tormenta. Después habían llegado los golpes, la sangre…

Encendió la luz, y fue a mirarse en el espejo. Al igual que su madre, tenía el rostro empapado de lágrimas, sonrojado, y angustiado. El chico no había vuelto a aparecer por allí. Su madre la había cubierto con un abrigo y la había sacado de la casa tal y como estaba, ensangrentada y sollozando. Mientras ellas corrían hacia la casa de los vecinos para pedir socorro, su padre las había seguido sin parar de gritar insultos y amenazas. Su madre había conseguido ponerse a salvo, pero ella no había sido lo bastante rápida.

Su padre la había atrapado y la había llevado en brazos de vuelta a la casa mientras su madre gritaba y suplicaba desde el jardín de los vecinos.

Luces azules relampagueando, sirenas, hombres con ropa militar negra saliendo de furgonetas, armas enormes. Su padre, que la tenía atrapada entre sus brazos, la había llevado a rastras hasta la puerta y le había puesto una pistola en la cabeza mientras se echaba a reír. Con actitud bravucona, había dicho que su esposa podía abandonarle si quería, pero que iba a sufrir porque él iba a matar a su hija. Se había negado a hablar con un negociador, quería que la prensa supiera que la culpa de todo la tenía la zorra de su esposa. Mirando desafiante a los policías que llenaban la calle con las armas preparadas, había gritado que _______ iba a morir justo a tiempo para las noticias de las seis, y había empezado a apretar el gatillo.

Un disparo, sólo uno, que había resonado como un trueno. Algo húmedo le había resbalado por la cara hasta llegarle a la boca, algo metálico y denso. Había sentido un fuerte dolor en la cabeza cuando su padre y ella se habían desplomado en el suelo húmedo…

Se obligó a volver al presente. Joe la había besado, había bajado la boca hasta uno de sus senos. ¿Habría acabado mordiéndola? Su madre le había advertido que nunca se casara, que un hombre seducía a una mujer y después la golpeaba y la torturaba en el dormitorio, porque sólo así se sentía satisfecho. Estaba claro que el sexo sólo le daba placer al hombre, y que la mujer pagaba a base de dolor. Sangre, gritos, y dolor…

Sintió náuseas, y tuvo que aferrarse al tocador. Había huido de Joe, seguro que se sentía rechazado. Quería pedirle perdón, pero entonces tendría que contarle la verdad sobre sus padres, y era incapaz de hacerlo. Estaba convenida de que él la echaría de casa si se enteraba de todo, porque si alguien descubría su pasado, se formaría un gran escándalo.

Todo aquello había pasado años atrás. Era poco probable que alguien llegara a vincularla con la niña que había aparecido en los periódicos ensangrentada y en brazos de un policía, junto al cadáver de su padre, sobre todo teniendo en cuenta que su madre le había dicho a todo el mundo que ella era su hijastra. Nadie sabía que, tras la muerte de su padre, le habían cambiado legalmente el apellido. Marsh era el apellido de soltera de su madre.

Se secó las lágrimas, y contempló a la mujer de ojos hinchados que se reflejaba en el espejo. Su madre había sido una mujer muy guapa, pero ella había salido a su padre, que jamás había sido especialmente agraciado. Tenía una boca bonita y una figura bien proporcionada, aunque sus pechos eran tirando a pequeños. Su larga melena habría sido su rasgo más destacable si la llevara suelta, pero siempre estaba sujeta en un moño; en cierto modo, era como ella, estaba bien sujeta para que no pudiera escapar. Los terribles recuerdos la tenían atrapada.

Estaba convencida de que Joe la odiaba después de lo que había pasado, pero quizá fuera mejor así. No querría volver a tocarla, y ella no se debilitaría hasta el punto de estar dispuesta a hacer lo que él le pidiera. Sintió una profunda sensación de pérdida. Le habría gustado ser una mujer normal.

Joe era un hombre bueno, sensible y muy masculino que conocía bien a las mujeres, habría sido fantástico como marido y como padre, pero ella estaba convencida de que jamás sería capaz de someterse al dominio de un hombre. Tenía amigos… la mayoría gays… pero nunca había tenido una cita romántica. Sabía que en los círculos que frecuentaba se decía que era una mujer fría como el hielo, pero no le importaba; de hecho, era algo que le convenía, porque le ahorraba la humillación de tener que rechazar a cualquier hombre que pudiera verla como el postre perfecto después de una agradable cena. Su reputación la protegía de posibles intentos de seducción. Seguro que Joe pensaba que era frígida después de lo que había pasado, pero no quería que volviera a tocarla. A pesar de que le dolía dejar que pensara así de ella, era la única forma de evitar sufrir el mismo destino que su madre. Seguro que Joe se comportaría igual que su padre cuando estuviera atrapado en las garras de la pasión. Seguro que cuando había empezado a besarla y a chuparle el pecho no la había mordido porque ella le había apartado a tiempo, justo a tiempo.

Dio media vuelta, y se alejó del espejo. Se sentía muerta por dentro.
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Mensaje por anasmile Vie 15 Mar 2013, 5:02 pm

Capítulo 4

Joe estaba en una fiesta en Nueva York, deambulando sin rumbo entre los sofisticados asistentes. Lo que le había sucedido con _______ seguía atormentándolo. Ella jamás le perdonaría, a pesar de que había sido la que había dado el primer paso que lo había precipitado todo… aunque la verdad era que él había cruzado el límite mucho antes de que se quedara atrapada en aquella cuneta. Todo había empezado en la fiesta que habían celebrado dos días después de la subasta de ganado. En aquella ocasión había estado a punto de besarla, y la noche de la tormenta había sido incapaz de seguir conteniéndose.

El deseo agónico que sentía por ella le había abrasado vivo en aquellos escasos minutos de pasión que habían compartido delante de la mansión de San Antonio. Durante un momento inolvidable, _______ se había aferrado a él y le había besado con desenfreno, pero de repente había empezado a resistirse y a intentar apartarse. Le había rechazado de forma tajante, le había mirado horrorizada como si fuera el demonio en persona.

Estaba tomándose el segundo whisky de la velada. Era algo muy inusual en él, porque apenas bebía. Sólo se había emborrachado una vez en su vida, cuando el abogado de la familia le había entregado la carta sellada que su padre había dejado junto con su testamento. En ella había una revelación que le había dejado conmocionado. Siempre había sabido que su padre era un esnob, pero jamás había imaginado que pudiera llegar a ser tan cruel e insensible.

Su padre le decía en la carta que no le dejaba nada en herencia a los empleados porque tenían una posición social inferior, y había recalcado que en especial no quería dejarle nada a la señora Harcourt.

Aquella actitud le había parecido inconcebible. Él se había quedado huérfano de madre a los cinco años, y la señora Harcourt había sido como una madre sustituta. Se había desvivido por él a lo largo de los años, le había dado cariño y seguridad. Le había cuidado cuando estaba enfermo… por Dios, incluso había cuidado del estirado de su padre cuando éste había enfermado. Pero al final no había recibido recompensa alguna porque, según su padre, tenía una posición social inferior.

Lo que ponía en la carta le había repugnado tanto, que no se lo había contado a nadie y se había emborrachado. Apenas podía creer que su padre fuera tan insensible. Glory y _______ no eran sus hijas biológicas, pero les había dejado dinero. ¿Por qué había sido tan duro con la señora Harcourt? A lo mejor tenía celos al ver que lo cuidaba como una madre, o quizá consideraba que era inapropiado. Sólo Dios sabía la verdad.

A pesar del paso de los años, el contenido de aquella carta seguía hiriéndole, y ese dolor se unió a la agonía que le causaba el deseo que sentía por _______. Era un deseo descarnado, una pasión no correspondida que amenazaba con destruirlo como hombre. Llevaba años ardiendo en su interior, luchando por salir a la luz, y el largo y agónico beso que había compartido con _______ sólo había servido para avivarlo. Sabía que no iba a haber más besos, que ella no permitiría que volviera a tocarla. Lo había visto en su rostro antes de que huyera despavorida; al parecer, la había repugnado que la besara un hombre al que había considerado su hermano, aunque la verdad era que no los unían lazos de sangre. No tenían ni el más mínimo parentesco, pero eso parecía carecer de importancia para _______. Ella jamás le perdonaría por lo que había hecho, y cada vez que se encontraran, al deseo insaciable que sentía por ella se le sumaría el tormento de verla mirándolo con repulsión.

Soltó un pequeño gemido, y apuró el vaso de whisky. Fue a la mesa de las bebidas a servirse otro vaso más, y cuando estaba añadiendo un par de cubitos de hielo, una pelirroja escultural se le acercó y le dijo sonriente:

—Hola, ¿eres el solitario millonario de Texas del que habla todo el mundo? —era un bellezón. Tenía los ojos azules, y una larga melena pelirroja que le llegaba a la cintura.

—Supongo que sí, porque llevo puesta su ropa.

—Dicen que vives en un rancho.

—Todos los texanos vivimos en un rancho, y tenemos un caballo y una pistola.

—Y también una corporación internacional que fabrica ordenadores y programas informáticos de última generación, ¿no?

—Bueno, eso no —tomó un trago de whisky, y recorrió con la mirada a toda aquella gente elegante y sofisticada que disfrutaba de la velada. Se acercó a una ventana. Estaban en un ático, y Manhattan se extendía ante sus ojos; incluso alcanzaba a ver el río Hudson—. Hay unas vistas fantásticas.

—Apuesto a que el paisaje de Texas es precioso, nunca he estado allí.

—Qué pena —la miró sonriente, y le preguntó—: ¿A qué te dedicas?

—Soy modelo, ¿no has leído la edición dedicada a bañadores que ha sacado una importante revista de deportes?

Sí, la había leído, y recordaba haberla visto allí… una mujer con expresión seductora y piernas largas. En ese momento estaba mirándolo con aquella expresión incitante, y estaba logrando debilitarlo. Tenía el ego por los suelos, necesitaba demostrarse a sí mismo que algunas mujeres sí que le consideraban atractivo.

—¿Con quién has venido?

Ella se echó a reír, y le dijo:

—Con nadie, rompí hace un mes con mi último novio.

—Qué lástima —le dijo con ironía.

—¿Estás casado? —le preguntó, con voz seductora.

—¡Ni hablar!

La sonrisa de la pelirroja se ensanchó aún más.



* * *

Joe apenas recordaba el resto de la fiesta. Sabía que había tomado un tercer whisky, que había mascullado en voz baja que _______ era una frígida, y que se había tambaleado un poco. La pelirroja le había guiado hacia la calle, y le había ayudado a entrar en un taxi… lo último que recordaba era que se había tumbado en una cama enorme y mullida.

Cuando despertó, la realidad le golpeó de lleno. Estaba bajo las mantas, y la única ropa que tenía puesta eran sus calzoncillos negros de seda. A su lado había una pelirroja, dormida y completamente desnuda.

No hacía falta ser un genio para adivinar lo que había pasado. Sintió una oleada de angustia incontenible. Había bebido demasiado, tenía una resaca monumental. Estaba tan desesperado por olvidar lo que le había pasado con _______, que se había acostado sin más con aquella desconocida. No se acordaba de nada, pero una cosa estaba clara: no había usado ningún tipo de protección, porque no solía llevar ninguna encima. Era obvio que le había parecido irresistible a aquella hermosa mujer que estaba acurrucada contra su brazo, y el resultado era que tenía que enfrentarse a la posibilidad de haber engendrado un hijo con ella.

Se tumbó de espaldas, y soltó un pequeño gemido. Hacía muchísimo tiempo desde la última vez que había estado con una mujer; de hecho, no había estado con nadie desde que la pasión que sentía por _______ se había convertido en una obsesión. Se dijo con amargura que la larga abstinencia debía de haber actuado como un afrodisíaco. Era rico, y era obvio que aquella desconocida quería cazar a un millonario. Había sido una presa fácil para ella, pero a esas alturas no tenía más remedio que decidir lo que iba a hacer.

Las cosas jamás volverían a ser como antes en casa. _______ iba a culparle por el beso apasionado que habían compartido, y seguro que le odiaba. Jamás lograría tenerla. Tenía treinta y cuatro años, y el futuro de soledad que le esperaba se abría ante sus ojos como un abismo.

No quería regresar solo a casa. No quería enfrentarse a _______ así, con el orgullo hecho trizas y el ego destrozado por culpa de su rechazo.

Por otra parte, no le gustaba la idea de perder de vista a aquella pelirroja, porque si realmente habían tenido relaciones sexuales sin tomar precauciones, era posible que se hubiera quedado embarazada. Sintió que se le caía el alma a los pies al darse cuenta de que, por culpa de aquel único lapsus de irresponsabilidad, había expulsado a _______ de su vida de forma súbita y permanente. Y si además había un hijo de por medio…

Un hijo, su hijo. La idea le hizo sonreír. Podía tener un niño, alguien muy suyo a quien amar y que le amara.

Se volvió a mirar a la desconocida, que seguía durmiendo. Era guapa, joven, y agradable. ¿Acaso importaba realmente si había ocurrido algo entre ellos o no? Podía casarse con ella de todas formas, y tener una familia. No sería peor que la jauría de cazafortunas que habían intentado atraparlo a lo largo de los años, al menos era hermosa y sensual. Y además, era una modelo bastante conocida en el mundo de la moda.

Se imaginó entrando en la mansión de San Antonio con aquella mujer del brazo, y la expresión de asombro que pondría _______. A diferencia de ella, aquella mujer sí que quería estar con él. Decidió que no iba a pensar en el futuro, que no iba a reflexionar sobre las consecuencias que podría tener aquella decisión tan impulsiva. Ya se había pasado de la raya en varios aspectos, de modo que lo mejor sería dejar su futuro en manos del destino. Sus sueños habían quedado hechos cenizas, así que iba a conformarse con lo que pudiera obtener. Volvió a apoyar la cabeza en la almohada, y cerró los ojos.
anasmile
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Mensaje por NaxhSA Vie 15 Mar 2013, 5:39 pm

Siguela porfis. Pobres los dos tiene un secreto que los hace sufrir
NaxhSA
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Mensaje por ElitzJb Dom 17 Mar 2013, 6:24 pm

oh mis jonas que horrible la historia de la rayis es muy catastrófico..
pobre de joe espero y no cometa muchos errores y q la tipa no este embarazada...
siguela quiero mas deberias hacer maraton
ElitzJb
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Mensaje por anasmile Lun 18 Mar 2013, 6:09 pm

_______ había tardado varios días en recuperarse, y lamentaba de corazón haber vuelto a fastidiar las cosas con Joe. Había ido al rancho para intentar hacer las paces con él, pero sólo había conseguido que la distancia que los separaba se ampliara aún más.

Aquel día era el cumpleaños de la señora Harcourt, así que había contratado a una empresa de catering para que la mujer no tuviera que preparar la comida de su propia celebración. Sabía que, a diferencia de otros años, Joe no iba a asistir a la fiesta, pero pensaba que Glory y su marido, Rodrigo, sí que estarían allí. Por desgracia, su hermanastra la llamó a última hora para decirle que no podían ir, porque Rodrigo tenía que ir a Washington, D.C. por un asunto urgente y ella le iba a acompañar. Glory le había dicho que no podía dejarle ir solo, porque a pesar de que ya llevaban un año de casados, no soportaba estar alejada de él.

Rodrigo trabajaba en la brigada antidroga de San Antonio, y Glory era fiscal adjunta en la oficina de Blake Kemp, el fiscal de distrito de Jacobsville. El matrimonio vivía en Jacobsville, pero iban de visita a la mansión Pendleton bastante a menudo. Glory le había enviado a la señora Harcourt un bolso precioso y muy caro, junto con una tarjeta en la que se disculpaba por no poder ir a la celebración.

_______ se sentía cada vez peor conforme iba acercándose la hora de la comida, porque el ama de llaves parecía bastante desanimada. La mujer llevaba toda una vida junto a Joe, y le tenía mucho cariño. Se sentiría muy dolida si él no asistía a la celebración de su cumpleaños.

—¿No hay ningún mensaje de Joe en el contestador? A lo mejor ha llamado mientras nosotras estábamos fuera de la sala… —le dijo la señora Harcourt con preocupación.

_______ negó con la cabeza. Se sentía culpable, pero intentaba disimular.

—Grange me dijo que estaba en Nueva York, en una conferencia de negocios. Lleva una semana allí, no sé cuándo volverá.

El ama de llaves recorrió con la mirada la elegante mesa, que ya estaba preparada, y comentó con tristeza:

—La comida está lista en la cocina, qué desperdicio…

—Llevaremos lo que sobre a los comedores sociales.

—Buena idea.

—Sí, me… —_______ se interrumpió al oír que un coche se detenía delante de la mansión, y sintió que el corazón le daba un brinco. A lo mejor era Joe…

—¿Cree que puede ser Joe? —le preguntó la señora Harcourt, con tono esperanzado.

—Voy a ver —fue hacia la puerta a toda prisa. ¡La había perdonado! Iban a hacer las paces, y todo se arreglaría.

Abrió la puerta con una sonrisa radiante, pero se quedó helada al ver que no había llegado solo. Joe estaba mirando sonriente a la pelirroja despampanante que le acompañaba. La mujer estaba aferrada a su brazo, y lo contemplaba como si le hubiera tocado la lotería.

Cuando se volvió hacia ella, Joe se puso serio de golpe y le dijo con frialdad:

—Hola, _______. Hemos venido a la fiesta de cumpleaños de la señora Harcourt —sintió cierta satisfacción al ver la sorpresa y el dolor que se reflejó en su mirada. Le pareció ver también cierta desilusión en sus ojos grises, pero no estaba seguro; en cualquier caso, la reacción de _______ llegaba demasiado tarde.

Ella luchó por recuperar la compostura, y esbozó una sonrisa forzada. Miró a la pelirroja, y le dijo:

—Hola, soy _______ Marsh…

—Ah, sí, la hermanastra —le dijo la mujer, con un tono de voz ligeramente burlón y condescendiente—. Cuando Joe me habló de ti, pensé que estaba bromeando. Me cuesta creer que una mujer de tu edad aún no se haya emancipado.

_______ se apartó a un lado para dejarlos entrar, y sintió la caricia de la brisa en el rostro antes de cerrar la puerta. Acababa de llevarse el golpe más duro de toda su vida adulta, y le costaba ocultar el dolor que sentía.

—¡Señora Harcourt! Venga, por favor.

La mujer estaba esperando en el comedor, pero al oír que Joe la llamaba, se apresuró a salir al vestíbulo. Llevaba un vestido muy bonito, medias, y zapatos de suela baja. Al ver a los recién llegados, le lanzó una rápida mirada a _______.

—Quiero presentaros a Kittie Sartain, mi prometida —dijo Joe, con voz suave.

_______ pensó por un horrible instante que iba a desmayarse, pero la señora Harcourt reaccionó de inmediato y se encargó de contestar para que ella tuviera tiempo de recuperarse.

—Hola. Soy la señora Harcourt, el ama de llaves.

La pelirroja no le hizo ni caso, y pasó por su lado como si no existiera. Entró en el comedor, y comentó:

—Qué comedor tan bonito, la vajilla es preciosa. ¡Estoy hambrienta!

—Comeremos enseguida —la señora Harcourt se sintió tan humillada por el desplante, que fue incapaz de mirar a Joe.

—Perfecto —al parecer, él no se había dado cuenta de lo sucedido—. Hemos tenido un viaje bastante accidentado, hubo una falsa alarma y estuvimos esperando una hora en la pista de despegue.

—No soporto los vuelos comerciales. Mi último novio tenía un Learjet… deberías comprar uno, Joe. Así nos ahorraremos molestias —dijo la pelirroja, con tono altivo.

—Me lo pensaré —le dijo él, con una sonrisa inexpresiva—. ¿Dónde están Glory y su marido?

—Rodrigo ha tenido que ir a Washington por motivos de trabajo, y Glory le ha acompañado —le contestó _______, con voz queda.

—Ah.

—¿Qué hacen aquí todos estos adornos navideños? —dijo Kittie, desconcertada.

Como no esperaba que Joe asistiera a la comida, _______ había dejado dos cajas de guirnaldas a la entrada del comedor.

—A _______ le gusta decorar la casa… —empezó a decir la señora Harcourt.

—Rojo y verde… qué vulgar —murmuró la pelirroja. Llevaba un traje pantalón blanco de seda que debía de haberle costado una fortuna, y que enfatizaba su figura—. En mi círculo social nadie celebra la Navidad, ¡es algo de lo más retro!

_______ no supo qué decir, era la primera vez que alguien le hablaba así. Le lanzó una breve mirada a Joe, pero él estaba contemplando encantado a la pelirroja.

—He preparado un pastel de chocolate —dijo la señora Harcourt.

—No quiero, gracias. Estoy haciendo dieta, así que espero que no cocine nada con grasa y mantequilla. ¡Nunca como grasas saturadas!

—Cambiaremos lo que haga falta —dijo Joe con naturalidad. Se sentó en la cabecera de la mesa, y le dio una cajita de joyería a la señora Harcourt—. Feliz cumpleaños.

El ama de llaves estaba un poco aturdida, pero consiguió abrir la caja y rozó con dedos reverentes el precioso broche que había dentro.

Perlas y rubíes… ¡me encanta! Gracias, Joe, me lo pondré el domingo para ir a misa.

—¿Va a misa?, ¡qué pérdida de tiempo! —dijo la pelirroja, con desdén.

A la señora Harcourt pareció dolerle el comentario. Al ver que Joe miraba ceñudo a su prometida, _______ se apresuró a intervenir.

—Me alegra mucho que le guste el broche, ayudé a Joe a elegirlo.

—Es precioso —dijo el ama de llaves.

—¿Podría servir la comida ya?, no hemos probado bocado en el avión —apostilló Joe.

—Por supuesto. La empresa de catering ha traído la comida, está todo listo.

En ese momento, John y Dilly entraron en el comedor. John era un hombre alto de pelo canoso, y era el chófer de la familia desde hacía muchos años. Dilly se ocupaba de la limpieza general. Tenía unos cuantos años más que _______, y era una mujer de huesos anchos y rostro anodino. Tanto el uno como la otra llevaban ropa informal, porque _______ les había dicho que no hacía falta que se arreglaran demasiado.

—Kittie, te presento a John, el chófer, y a Dilly, que ayuda a la señora Harcourt con las tareas domésticas.

—¿Van a servir la comida?

_______ la miró boquiabierta, y al final alcanzó a decir:

—Forman parte de la familia, siempre comen con nosotros en las ocasiones especiales.

Kittie le lanzó a Joe una mirada que hablaba por sí sola, pero él fingió que no se daba cuenta.

—Si quieren, puedo ayudar a servir… —dijo Dilly, vacilante. Era obvio que se sentía abochornada.

—He venido a decirles que no puedo quedarme a comer, mi hermano está en la ciudad y quiere verme —se apresuró a decir John. Era obvio que se trataba de una excusa que acababa de inventarse—. Me llevo el móvil por si me necesitan. Feliz cumpleaños, señora Harcourt.

—Gracias, John —era obvio que se sentía incómoda.

Dilly lo miró como si estuviera deseando poder huir también, pero no tenía más remedio que quedarse.

—John, Dilly… os presento a Kittie, mi prometida —les dijo Joe—. Es una de las modelos más cotizadas del país, seguro que la habréis visto en la portada de alguna revista.

«Sí, o en la oficina de correos», se dijo _______ para sus adentros, con cierta maldad.

—Sí, la verdad es que tengo mucho trabajo; de hecho, tengo la agenda completa durante los próximos tres meses —dijo la pelirroja con altivez—. Voy a hacer sesiones de fotos por todo el mundo —miró a Joe, y comentó en tono juguetón—: Tendrás que arreglártelas para vivir sin mí, querido.

Él le devolvió la sonrisa, pero el gesto sólo se reflejó en su boca. Sus ojos carecían de expresión.

—Felicidades, espero que sean muy felices —le dijo John.

—Gracias.

El chófer vaciló por un momento, pero dio media vuelta y se fue.

_______ sintió que se le rompía el corazón al ver que su familia, aquellas personas que habían sido amigos y empleados leales durante años, se sentían como invitados indeseados. A aquella pelirroja insufrible le daba igual, y Joe se comportaba con tanta frialdad, que estaba irreconocible. Sólo había pasado un par de semanas fuera, ¿cómo era posible que se hubiera comprometido con tanta rapidez, y sin decírselo a nadie?

—¿Vamos a comer de una vez? —la pelirroja deslizó la mano sobre la de Joe con sensualidad, y le dijo con voz seductora—: Estoy hambrienta, Joe.

_______ se levantó de golpe, y dijo:

—Ayudaré a servir.

Fue hacia la cocina con la señora Harcourt y Dilly, pero alcanzó a oír lo que Kittie estaba diciéndole a Joe.

—Es increíble que los criados coman contigo, Joe. Por no hablar de que permitas que tu hermanastra aún viva contigo a su edad, ¿qué pensará la gente?

Agarró de la mano a la señora Harcourt y a Dilly para que apresuraran el paso, y en cuanto entraron en la cocina, cerró la puerta y se apoyó contra ella con los ojos cerrados.

—¿Quién es esa mujer? —Dilly estaba horrorizada.

_______ respiró hondo mientras luchaba por sobreponerse a la angustia que sentía; al final, alcanzó a decir con voz estrangulada:

—Ya lo has oído, la prometida de Joe. Va a casarse con ella.

Dilly estaba realmente impactada, pero la que peor parecía habérselo tomado era la señora Harcourt. Alguien llamó a la puerta de la cocina, que se abrió al cabo de un segundo. _______ seguía apoyada en ella, y tuvo que apartarse a toda prisa.

Joe entró y permaneció en silencio al ver que las tres lo miraban con expresiones que iban desde la conmoción hasta la desesperanza. Todo aquello le había parecido una buena idea en Nueva York, pero había empezado a darse cuenta de que había cometido un gran error. Se sentía culpable, pero intentó ocultarlo tras una barrera de mal humor.

—Os acostumbraréis a ella. No es tan mala como parece, lo que pasa es que no os conoce —les dijo con firmeza. Al ver que ninguna contestaba, frunció el ceño y añadió—: Al margen de lo que penséis de ella, espero que la tratéis con respeto y que hagáis que se sienta bien recibida.

—Por supuesto, Joe; al fin y al cabo, ésta es tu casa —_______ fue incapaz de mirarlo a la cara.

—Exacto, es mi casa —le dijo él, sin inflexión alguna en la voz, antes de regresar al comedor.

—Me parece que será mejor que vayamos buscando otro trabajo, por si acaso —le dijo Dilly a la señora Harcourt.

_______ sabía que los temores de su amiga estaban fundados, y que ella también iba a tener que plantearse lo que iba a hacer. El problema radicaba en que jamás había tenido un empleo; además, ni siquiera sabía para qué estaba capacitada. Lo que tenía muy claro era que no podría vivir bajo el mismo techo que la pelirroja.

—Vaya fiesta de cumpleaños que va a tener, señora Harcourt —comentó Dilly, apesadumbrada, mientras se ponía el delantal.

_______ miró al ama de llaves, que tenía los ojos llenos de lágrimas. Tuvo ganas de abrazarla y de intentar consolarla, pero sabía que sería un esfuerzo inútil.





Fue uno de los peores días de la vida de _______.

Kittie se quejó de todo, comió un poco de ensalada, tomó una taza de café, y se dedicó a quejarse entre dientes de la calidad de la comida. Cuando Joe y ella fueron a la sala de estar, la pelirroja se sentó en su regazo y se pasó la velada besándolo.

La señora Harcourt se encargó de preparar un dormitorio para la invitada. Había preguntado si la pareja iba a dormir junta en el cuarto de Joe, pero él había rechazado de plano aquella posibilidad.

Era obvio que Kittie no esperaba una negativa tan tajante, porque lo miró sorprendida y le dijo:

—Eres muy anticuado, ¿no? —lo miró insinuante, y añadió—: Sobre todo teniendo en cuenta lo que pasó en Nueva York. no manches que sinverguenza es esa mujer

_______ sintió como si acabaran de desgarrarle el alma. Era obvio que Joe no tenía ningún interés en ella desde un punto de vista sentimental, porque de ser así, no se habría comprometido con aquella mujer. Le había dado demasiada importancia a un simple beso. Ella era una mujer, él un hombre, y tal y como él había dicho, era ella la que había dado el primer paso al rozarle los labios. Él se había limitado a aceptar lo que le ofrecía, cualquier hombre habría hecho lo mismo en su lugar.

Antes creía que al menos podrían hacer las paces para que las cosas volvieran a ser como siempre, pero estaba claro que era una esperanza vana.

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Mensaje por anasmile Lun 18 Mar 2013, 6:10 pm

Kittie se mostró cortante y desconsiderada con todo el mundo, incluso con ella. Llevaba un enorme diamante en el dedo anular, y sólo se apartaba de Joe al llegar la noche. Durante la semana que pasaron en la mansión, tanto _______ como los empleados se esforzaron por interactuar el mínimo posible con ellos.

Joe llevó a su prometida a varios eventos sociales, entre ellos el ballet y la ópera. A _______ le pareció extraño que no la llevara al rancho, hasta que la oyó hablar de forma despectiva del apestoso ganado y de lo impensable que le resultaba la idea de estar rodeada de vaqueros sucios en una casucha de mala muerte.

Kittie aprovechaba la más mínima oportunidad para dejarles claro a las mujeres de la casa que, cuando regresara en Acción de Gracias, pensaba hacer muchos cambios: en primer lugar, iban a tener que contratar a una empresa de catering que fuera mejor, y en segundo lugar, había que redecorar la mansión, porque tenía un aspecto gótico deplorable; según ella, la habitación de _______ era muy infantil, era inaceptable tal profusión de encajes y de tonos rosados y blancos. Recalcó una y otra vez que Joe era muy considerado al permitir que su hermanastra viviera con él, a pesar de que era obvio que era lo bastante mayorcita como para vivir por su cuenta. También comentó que tanto la señora Harcourt como John eran demasiado mayores, y que Dilly era demasiado rústica para trabajar en una mansión.

Jamás hacía aquellos comentarios delante de Joe, claro. Cuando él estaba cerca, elogiaba a todo el mundo, incluso a _______; así, si alguien decidiera ir a hablar con Joe para quejarse, él pensaría que estaba mintiendo.

Joe toleraba la actitud insinuante de su prometida, pero si _______ los hubiera observado con atención, se habría dado cuenta de que era Kittie la que intentaba todos los acercamientos. Daba la impresión de que él procuraba mantener las distancias con la modelo.

Joe no pasó ni cinco minutos a solas con _______, y para ella fue un gran alivio. Aquel compromiso inesperado era un golpe brutal del que aún no se había recuperado. Siempre había creído que él se casaría algún día, pero esperaba que lo hiciera con alguna conocida, con alguien con la que tuviera cosas en común. Aquella modelo parecía sacada de otro planeta. Sí, era hermosa, culta y cosmopolita, pero carecía de belleza interior.

Sólo le interesaban el dinero y los hombres. _______ la oyó hablar por teléfono con alguien, fanfarroneando de sus supuestas hazañas sexuales con gran cantidad de hombres. Kittie le dijo a su interlocutor que estaba comprometida con un hombre que era pura dinamita en la cama, y que permanecería con él mientras la satisficiera, pero que había un príncipe de Oriente Medio que estaba muy interesado en ella y que era mucho más rico que Joe. Después añadió que las relaciones eran un fastidio, porque lo único que les interesaba a los hombres era el sexo, pero que a ella eso le daba igual siempre y cuando fueran millonarios; según ella, no tenía ningún problema en fingir que sentía placer si a cambio recibía regalos caros.

_______ no había tenido relaciones sexuales ni una sola vez en su vida, así que la actitud de aquella mujer la dejó atónita. ¿Realmente valía la pena pasarse la vida acostándose con un montón de hombres para encajar en círculos sociales elitistas? A ella le parecía una vida muy vacía, ya que se sentía feliz con las cosas más sencillas y no quería tener nada que ver con un estilo de vida tan disoluto. Supuso que dependía de la educación que hubiera recibido cada uno, y se estremeció al recordar su propia niñez.
_______ fue a Jacobsville varios días después del cumpleaños de la señora Harcourt. Necesitaba huir durante unas horas, no soportaba ver a Kittie pegada a Joe; además, no dejaban de llegar visitas a la mansión. Se trataba principalmente de conocidos de Joe, personas ricas y famosas con las que Kittie quería empezar a codearse. Pero antes de nada, la pelirroja había ido a Neiman Marcus y había vuelto con un sinfín de cajas con ropa cara, zapatos, perfumes, y joyas.

—Sí, ya sabemos lo de tu nueva huésped. ¿Es verdad que Joe piensa casarse con ella? —le preguntó Barbara.

—¿Cómo os habéis enterado? —le dijo _______.

—Joe la llevó al ballet. Rick estuvo allí haciendo de guardaespaldas extraoficial de Keely Welsh, que fue con Clark Sinclair.

—Es muy guapa.

—A Rick no le causó buena impresión. Como no es rico, estuvo muy borde con él.

—Conociéndola, no me extraña. Joe parece muy feliz con ella.

—Lo siento, _______.

—Era inevitable que acabara casándose algún día, pero no puedo vivir con ella. Tengo que encontrar trabajo, y un lugar donde vivir.

—No te precipites, hay un gran trecho desde el compromiso hasta el altar.

—Ella dice que quiere casarse en Navidad.

—Puede que…

—Y puede que no. Me licencié en historia, a lo mejor se me daría bien dar clases. Puede que haya algún puesto de profesor adjunto en la universidad, no me haría falta tener un master.

Barbara vaciló, pero al final soltó un sonoro suspiro y le dijo:

—Vale, como quieras. Conozco al director de la universidad, le llamaré hoy mismo.

—Gracias. Tendré que empezar a buscar casa…

—Claro que no, puedes vivir conmigo.

—No quiero molestar, Barbara.

—Me irá bien tener compañía, Rick casi nunca está en casa. Me encantaría tener a alguien con quien hablar.

—Hablas con un montón de gente en el restaurante.

—No es lo mismo que hacerlo con una amiga. ¿Cuándo quieres empezar? —Vaciló de nuevo, y le dijo—: Me parece que sería mejor que esperaras al semestre de primavera, empieza en enero… para entonces, puede que ya no necesites un empleo.

—Sí, y puede que lo necesite con desesperación. También tengo que encontrarles trabajo a la señora Harcourt, a Dilly, y a John. Kittie los pondrá de patitas en la calle incluso antes que a mí.

—Joe no lo permitiría.

—No conoces a esa mujer, Barbara. Los obligará a marcharse, y le dirá a Joe que lo decidieron ellos y que no pudo convencerlos de que cambiaran de idea. Es una experta a la hora de manipular a la gente. ¿Podré traer a Mumbles a tu casa?

—¿Tu gato?

—Sí. Lleva tres semanas en el veterinario, ha tenido una infección renal. Es bastante viejo y no vivirá muchos años más, pero no puedo dejarlo solo.

—Me encantan los gatos, tráelo.

_______ sonrió de oreja a oreja, y le dijo:

—Eres la amiga más fantástica que tengo.

—Lo mismo digo. Anda, anímate… ¡vamos a comer un buen trozo de pastel!


Capítulo 5

Al final, Joe sí que habló con _______. Fue justo antes de que un taciturno John los llevara a Kittie y a él al aeropuerto. _______ había ido al veterinario a buscar a Mumbles, que ya se había recuperado de la infección renal. Era un gato enorme con los ojos azules, tenía la punta de las orejas y de la cola de color naranja, y _______ mantenía limpia y peinada su espesa y larga pelambrera. Todo ello, sumado al collar de diamantes falsos que llevaba, le convertía en la viva estampa de una mascota mimada y bien cuidada; sin embargo, su belleza no logró cautivar a Kittie, que en cuanto entró en la sala de estar y vio al animal tumbado en un sillón, empezó a estornudar como una loca. _______ se disculpó y se apresuró a llevárselo a su habitación, pero la modelo ni siquiera le contestó; de hecho, la fulminó con una mirada que prometía venganza.

En ese momento, al ver la expresión taciturna de Joe, _______ se dio cuenta de que la venganza de la pelirroja no se había hecho esperar.

—Vas a tener que hacer algo con Mumbles antes de que Kittie y yo volvamos en Acción de Gracias, es alérgica a los gatos —le dijo él con voz firme.

—¿Qué quieres que haga? —le preguntó con preocupación.

—No puede estar en la casa con Kittie —Joe fue incapaz de mirarla a la cara. Aquel estúpido compromiso ya estaba costándole muy caro.

—Tiene doce años, y nunca ha salido de aquí. No puedo sacarlo al jardín.

—Kittie es alérgica a los gatos. Ayer sólo estornudó, pero normalmente le sale urticaria cuando está cerca de uno.

_______ bajó la mirada para que él no pudiera verle los ojos, y luchó por contener las lágrimas.

—Por el amor de Dios, _______… ¡no es más que un gato viejo, ni que fuera un niño!

La posibilidad de verla llorar lo enfureció, era una agonía saber que estaba hiriéndola. Había sido él quien le había regalado el dichoso gato, y se había puesto tan contenta, que se había preguntado si era el primer regalo que recibía en su corta vida. Pero el gato acababa de ser la causa de una fuerte discusión con Kittie, que se negaba a ceder. Estaba atrapado entre una prometida indeseada a la que no soportaba y la mujer que ansiaba tener, pero que no le quería. Se sentía impotente ante aquella situación, y eso era algo que lo enfurecía.

La brusquedad de su voz hizo que _______ retrocediera de forma instintiva, y que empalideciera de golpe. Hacía años desde la última vez que Joe le había hablado con tanta severidad. Todo había terminado. Kittie la odiaba, y estaba buscando la forma de echarla de la casa. Los empleados estaban con los ánimos por los suelos, pero se habían resignado a tener que marcharse. Lamentaba que Kittie tuviera alergias, pero el pobreMumbles era viejo y enfermizo, y no tenía adonde ir. Y por si fuera poco, tenía la sensación de que Joe estaba insinuando la posibilidad de sacrificar al pobre animal.

—Es viejo, _______ —le dijo él, con voz seca—. No le queda demasiado tiempo de vida, a lo mejor sería más compasivo sacrificarlo de una vez por todas.

—¡Ni hablar! —el labio inferior empezó a temblarle. Era la primera vez que le plantaba cara a su hermanastro, pero estaba luchando por la vida de Mumbles. Apretó los puños con fuerza a ambos lados del cuerpo, y añadió con firmeza—: Si quieres que Mumbles y yo nos vayamos, sólo tienes que decirlo.

—¿Y qué harías?, ¿buscar trabajo? Sólo sabes dar tés y hacer de anfitriona en fiestas —lo dijo con frialdad, pero al ver que ella reaccionaba como si acabara de abofetearla, se arrepintió de inmediato de haber dicho algo así.

—No soy idiiota, Joe. ¡A lo mejor resulta que puedo hacer muchas más cosas de las que crees!
Él se limitó a mirarla en silencio, y ésa fue la gota que colmó el vaso para _______. Joe jamás la había menospreciado abiertamente, pero acababa de dejar muy claro lo que pensaba de ella.

Dio media vuelta hecha una furia, y subió la escalera corriendo a toda velocidad. Al llegar a su habitación, cerró la puerta con llave y se sentó junto a la ventana. Estaba temblando de pies a cabeza. Aquél era el único hogar de verdad que había tenido, allí se sentía segura. Con los empleados tenía una relación de aprecio mutuo, siempre se habían cuidado los unos a los otros. Desde que Joe le había regalado a Mumbles por Navidad doce años atrás, el gato había estado con ella, dándole cariño y compañía, y había contribuido a que su vida en aquella casa fuera muy feliz.

Pero su mundo había cambiado en un abrir y cerrar de ojos, todo se había trastocado en cuanto aquella pelirroja malintencionada había cruzado la puerta de la mansión. Iba a perder todo lo que le importaba… su familia, su hogar, su gato… y sobre todo, a Joe.

De repente, Joe llamó a la puerta de la habitación y gritó:

—¡_______!

Ella no le contestó. Estaba destrozada, tenía el corazón roto.

Él intentó abrir, pero la puerta estaba cerrada con llave. La llamó de nuevo tras una breve pausa, pero con voz menos brusca.

—_______…

Le oyó mascullar algo en voz baja, y al cabo de unos segundos, el sonido de sus pasos alejándose. En ese momento, supo que tenía que marcharse de aquella casa antes de que Kittie y él regresaran en Acción de Gracias.



* * *

—¿Tu hermanastra no va a venir a despedirse? —dijo Kittie, con su típica voz suave y seductora, cuando entraron en la limusina.

—Está alterada por lo del gato —le contestó Joe, con voz tensa.

—No es más que un gato, podrá comprarse otro cuando tenga su propia casa —dijo ella con indiferencia.

—¿Qué quieres decir? —le preguntó, ceñudo.

—No esperarás que viva con nosotros, ¿verdad? —la pelirroja lo miró horrorizada, y añadió—: ¿Qué pensaría la gente? Además, no quiero compartirte con nadie, querido. Sobre todo con una mujer interesada y codiciosa como ésa.

—_______ no es ni interesada ni codiciosa —le espetó él con sequedad.

—Ni siquiera intenta valerse por sí misma, se ha pasado la vida viviendo a tu costa. Deja que tú se lo pagues todo, incluso la ropa. Eso no está bien, seguro que la gente chismorrea sobre vosotros dos.

Joe se sentía cada vez más hundido, su mundo entero parecía haberse desmoronado. Su intento pueril de vengarse de _______ había destruido a su familia. Al ver en el retrovisor la cara pálida y seria de John, decidió que tendría que hablar con Dilly y con él en cuanto regresara, para dejarles muy claro que sus puestos de trabajo no corrían peligro.

Y lo mismo podía decirse de la señora Harcourt… se sintió fatal al pensar en ella. La pobre se había puesto tan contenta cuando le había visto llegar a la celebración de su cumpleaños, y Kittie la había tratado como a una sirvienta… cerró los ojos ante la oleada de dolor que lo recorrió. El ama de llaves había recibido muy poco de la vida, a pesar de todos los sacrificios que había tenido que hacer. Él había intentado que se sintiera valorada, sobre todo después de enterarse de que su padre no la había nombrado en su testamento.

Tendría que haber intervenido cuando Kittie la había insultado, y en cuanto a _______… estaba destrozada por lo de su pobre gato, y él acababa de empeorar aún más la situación al tratarla con tanta dureza.

Kittie intentó aprovechar la oportunidad de seguir malmetiendo. Se acercó un poco más a él, y empezó a juguetear con el cuello de su camisa antes de decirle con voz suave:

—Tiene veintitantos años, y aún está soltera. Da la impresión de que no quiere dejar escapar a la gallina de los huevos de oro, ¿no?

—¿Qué quieres decir?

—Lo perdería todo si se casara, ¿verdad? Tú dejarías de mantenerla, así que no puede permitirse el lujo de casarse.

Aquella idea tan horrible lo dejó helado, jamás se había planteado la situación bajo aquel punto de vista. Se preguntó si sería cierto, si _______ estaba tan acostumbrada a su estilo de vida que su soltería no se debía a que no hubiera encontrado un hombre al que amar, sino a que no quería que él dejara de consentirla y de pagarle todos los gastos. No, aquello era imposible, sabía que no era una mujer egoísta, pero aun así…

—¿Te encuentras bien, querido? No tienes buen aspecto.

Joe se tragó el orgullo que estaba ahogándole, y le dijo con voz carente de inflexión:

—No dejan de surgir problemas en las negociaciones con la empresa alemana de informática, es frustrante.

Ella se le acercó aún más, y se acurrucó contra él antes de decir con voz insinuante:

—Yo puedo encargarme de eliminar tu frustración, espera y verás.

Joe contuvo las ganas de decirle que sería una larga espera. Su cuerpo no tenía ni el más mínimo interés en ella, a pesar de lo guapa que era. Era incapaz de hacer el amor con ella, y hasta el momento se las había ingeniado para ocultarlo mediante excusas. Era todo un alivio que Kittie tuviera que hacer aquel largo viaje al extranjero, ya que así iba a tener un respiro. Se había comprometido con ella sin demasiada convicción, y cada vez tenía más claro que no iba a poder seguir con aquella farsa.

Se había quedado con el orgullo herido después del rechazo de _______, y Kittie había aprovechado la oportunidad que se le había presentado en bandeja de plata. La mañana en que había despertado junto a ella después de emborracharse había visto un frasco de píldoras anticonceptivas encima de la mesita de noche, así que se había dado cuenta de que, suponiendo que hubieran hecho el amor, la posibilidad de que se hubiera quedado embarazada era casi nula.

Posteriormente, cuando había intentado sonsacarle información al respecto con disimulo, ella se había comportado como si le hiciera gracia recordar el supuesto encuentro que habían tenido la noche de la fiesta.

Kittie le había dicho con displicencia que no estaba dispuesta a tener hijos, que siempre usaba medidas anticonceptivas, que lo de cambiar pañales y dar el biberón no era para ella, y que no pensaba arriesgarse a perder la figura. Entonces se había echado a reír y le había dicho que, en todo caso, él había sido incapaz de hacer nada, que se había desplomado dormido sobre la cama y que ella le había desnudado. Con la mayor naturalidad del mundo, le había dicho que no se preocupara, que debía de estar estresado por lo de la adquisición de la empresa de informática, y que ya tendría tiempo de resarcirla por aquella abstinencia forzada cuando acabara las negociaciones; según ella, seguro que aquella impotencia temporal se debía a la presión de los negocios, era algo que a veces les pasaba a los hombres… de hecho, tanto a su último novio como a otros amantes anteriores les había pasado lo mismo de vez en cuando.

A él le parecía de muy mal gusto que Kittie fanfarroneara sobre sus conquistas. Había oído a otros hombres alardeando del número de mujeres con las que habían estado, y siempre le había parecido repugnante. Aquella actitud le recordaba a su padre, que había sido infiel a todas sus esposas. Nunca había querido parecerse a él.

Kittie había intentado seducirle varias veces sin conseguirlo, y al final parecía haberse dado cuenta de que no se sentía atraído por ella. Lo malo era que parecía convencida de que _______ tenía la culpa de aquella falta total de interés, y había hecho algunos comentarios malintencionados e insultantes contra ella. Él había optado por hacer caso omiso hasta el momento, pero sabía que no podría seguir haciéndolo de forma indefinida.

Cuando ella acabara las sesiones de fotos que iba a hacer en el extranjero, iba a tener que encontrar la forma de romper el compromiso… una buena forma de hacerlo sería con un regalo caro, tenía muy claro que estaba con él por su dinero. Kittie había insinuado que _______ seguía soltera por interés, y aunque se negaba a creerlo, lo cierto era que sabía muy poco sobre el pasado de aquella mujer con la que había compartido su casa durante tantos años… iba a tener que hacer algunas averiguaciones, no le gustaban los secretos.
Consiguió hablar a solas con John durante unos minutos en el aeropuerto, pero el chófer permaneció callado y taciturno, y mantuvo la mirada esquiva.

—Todo esto estará solucionado antes de Navidad, John —le dijo con firmeza.

—No hay nada que solucionar, señor Pendleton. Su prometida tiene razón, somos demasiado viejos para seguir trabajando. Que tenga un buen viaje.

—¡John!

El chófer ya estaba en el coche, y no tardó en alejarse de allí.

Joe masculló una imprecación, y apenas oyó que Kittie estaba llamándolo desde la entrada de la terminal. Mientras ella iba al lavabo, llamó a casa y le contestó la señora Harcourt.

—No quiero que John se marche, y mucho menos Dilly y usted. Hablaremos cuando regrese a casa. Tengo varias reuniones de negocios en Europa, pero estaré de vuelta en una o dos semanas. Después, lo más seguro es que tenga que ir a Alemania para solucionar todo ese embrollo, pero antes hablaremos largo y tendido en casa.

—De acuerdo, señor Joe —le dijo la mujer, tras una breve vacilación.

—¡No me llame de usted!

—Sólo soy su empleada, nada más. Necesita un servicio acorde a la gente con la que se codea la señorita Kittie, y nosotros no estaríamos a la altura… a lo mejor ya no lo estamos. Si aún viviera, el señor Myron nos habría echado hace tiempo.

—¡Yo no soy mi padre!

—Aun así, podemos buscar otros empleos…

—¡No! —como ella permaneció en silencio, añadió con firmeza—: Hablaremos cuando vuelva a casa. Kittie habla sin medir sus palabras, no tiene en cuenta los sentimientos de los demás. Debe de ser por la gente con la que se junta —no le hizo ninguna gracia tener que disculparse por la modelo. Respiró hondo, y le preguntó—: ¿Cómo está _______? —al ver que no contestaba, insistió—: ¿Señora Harcourt?

—Está encerrada en su habitación, llorando.

Joe cerró los ojos, y soltó un gemido.

—Dios mío… siento haberla alterado tanto. ¡Dígale que solucionaremos como sea lo del dichoso gato, que estoy dispuesto a construirle una casa a ese animal si hace falta! Además, todo el mundo está haciendo suposiciones, y puede que todo esté arreglado para cuando llegue Navidad.

—Se lo diré a _______.

—Siento haberle fastidiado el cumpleaños. Espero que cumpla cincuenta más, y mejores que éste.

—Gracias. Tenga cuidado por ahí, y vuelva sano y salvo —le dijo ella, con voz más suave.

—De acuerdo. Cuide de _______, ya sabe cómo es cuando está disgustada. Le he gritado… no era mi intención herirla así.

—Ya lo sé.

—No permita que le dé el gato a alguien.

—De acuerdo.

—Llamaré desde Europa.

—Cuídese.

—Usted también.

Después de colgar, Joe se metió el móvil en el bolsillo y se quedó mirando la terminal del aeropuerto con ojos carentes de vida. Su mundo estaba hecho un desastre, y no sabía si las cosas podrían volver a ser como antes. El dolor que sentía cuando pensaba en _______ no dejaba de torturarlo.





Las semanas fueron pasando poco a poco, pero cuando Kittie llamó, _______ sintió que le faltaba tiempo. Se mudó de inmediato a casa de Barbara, y la invadió un alivio abrumador al comprobar que su amiga había sido sincera al decir que Mumbles también era bienvenido. Como no estaba segura, se había ofrecido entre sollozos a plantearse la posibilidad de sacrificarlo.

—Puede que Joe tuviera razón, es viejo y enfermizo. Vomitará por todas partes, y aún araña los muebles —le dijo, mientras lloraba a lágrima viva.

—Nos las arreglaremos —le dijo Barbara con firmeza—. No puedes sacrificar a una mascota que es como un miembro más de tu familia, sólo porque a una modelo sin sesera no le gusten los animales. ¡Además, ni siquiera es la dueña de la casa!

—Pero lo será. Kittie llamó anoche desde un país escandinavo, para preguntar si ya me había deshecho de Mumbles. Me dijo que a Joe le había enfadado mucho que me negara a sacrificarlo —vaciló por un instante antes de añadir—: Llegó a decirme que Joe llevaba años deseando pedirme que me marchara, pero que no lo había hecho por lástima. Y después incluso insinuó que yo era como una acompañante a sueldo, o algo así.

Barbara la abrazó con fuerza, y le dijo:

—Te tomas las cosas demasiado a pecho, _______. Además, si Joe pensara así, te lo habría dicho a la cara. No le hace falta que nadie se encargue del trabajo sucio en su lugar.

_______ se secó las lágrimas antes de contestar.

—Eso es verdad, pero Kittie tiene parte de razón. Nunca he intentado valérmelas por mí misma. He dependido de Joe durante tanto tiempo, que se me olvidó que era una mujer adulta —se apartó de Barbara, y añadió con más calma—: Todos se ríen de mí, creen que soy una patosa sin sesera incapaz de hacer algo que merezca la pena. El mismo Joe acabó admitiendo que sólo me creía capaz de hacer de anfitriona en fiestas. He dejado que mi… dolencia me convenza de que eso es cierto, pero no lo es. Puedo salir adelante por mí misma, ser independiente. Estoy decidida a conseguirlo —en sus ojos grises relampagueó un brillo acerado, y dijo con firmeza—: ¡No pienso vivir con esa mujer!

Barbara se sintió satisfecha al verla tan decidida, y comentó en tono de broma:

—Mírate, no pareces la _______ de siempre.

—A lo mejor puedo ser algo más en esta vida —_______ se secó los ojos de nuevo—. Podría trabajar de profesora, comprar un coche, y ser una persona completa sin la ayuda de Joe.

—Ya tienes un coche.

—Ya no. Kittie me dijo que Joe le había dado permiso para usar el WV, porque, al fin y al cabo, lo había pagado él.

—¿Qué?

_______ respiró hondo, y admitió:

—Kittie me dio permiso para usar el viejo Thunderbird de Joe para ir y venir, hasta que acabe de traer todas mis cosas a tu casa.

—Qué generosa —Barbara estaba indignada.

—Da igual, puedo cuidar de mí misma. Voy a hacerlo.

—Pues claro que sí. Te espera toda una nueva vida, _______.

—Una nueva vida…

La idea la hizo sentir como un penique reluciente, recién acuñado y prometedor. El siguiente paso era olvidarse de Joe y de la intrusa que estaba arrebatándoselo, pero no podía evitar pensar que, si le hubiera devuelto el beso en vez de apartarlo, las cosas habrían sido muy distintas… o quizá no; al fin y al cabo, el hecho de que él hubiera ido a casa con su prometida dejaba claro que no estaba interesado en ella. Seguro que se había sentido molesto cuando ella le había rozado los labios, por muy accidentalmente que fuera, porque el gesto le había tentado a cometer una indiscreción.

Quizá fuera mejor así. Teniendo en cuenta lo que le había pasado de niña, sería una ilusa si pensara que alguna vez podría tener un futuro de cuento de hadas con un hombre, aunque el hombre en cuestión fuera Joe.

—Trae a Mumbles, yo me encargo de él mientras vas a por el resto de tus cosas a San Antonio.

—Le dije a Kittie que traería al gato a tu casa antes de que ella llegara, fue entonces cuando me dijo que iba a usar mi coche y que yo tendría que conformarme con el Thunderbird de Joe. Él se llevó las llaves del Mercedes, supongo que no quería que yo lo tomara prestado.

—Puede que se le olvidara dejarlas, tú misma comentaste que últimamente está bastante estresado por asuntos de negocios.

—Puede que sí.

—Procura no volver demasiado tarde, _______. Ya sabes que el año pasado secuestraron a uno de los vicepresidentes de Joe, y cada semana hay nuevos casos de gente a la que atrapan para pedir un rescate. No te olvides de que hace un año le pasó a Rodrigo, el marido de Glory. Todo el mundo sabe que Joe tiene una fortuna inmensa —se mordió el labio con nerviosismo, y añadió—: Según Rick, uno de los hermanos Fuentes trabaja para un dictador sudamericano al que derrocaron, y que ahora secuestra a gente para poder financiar un golpe de estado que le devuelva el poder. Tú serías una presa perfecta, porque saben que Joe pagaría lo que fuera por recuperarte. Tienen espías que se encargan de recabar información por todas partes.

No seas paranoica. Nadie va a prestarle atención al Thunderbird, aunque sea un coche clásico renovado.

—Seguro que los secuestradores están al tanto de todos los coches de Joe, y que saben las matrículas. Están ganando millones a base de canjear dinero por vidas humanas.

—Los secuestrados suelen ser del otro lado de la frontera… latinos adinerados, y gente así.

—El vicepresidente de Joe no era un latino adinerado, y tu cuñado tampoco.

—Vale, tienes razón, pero este año no han secuestrado a nadie de la zona, al menos de momento. No pienso preocuparme antes de tiempo.

—Genial, cierra los ojos a la realidad.

_______ sonrió de oreja a oreja, y le dijo:

—Qué consejo tan bueno, voy a hacerte caso. En fin, tengo que acabar de traer mis cosas cuanto antes. El director de la universidad me ha ofrecido un empleo gracias a ti, y una amiga mía que trabaja en la escuela de primaria me ha preguntado si quiero ir a dar charlas sobre historia étnica. Voy a ganar dinero, y después de pagarte el alquiler, lo primero que haré será ir a ver a Turkey Sanders para comprarme mi propio coche.

—¡Ni hablar! ¡Turkey te vendería el chasis, y querría cobrarte el motor aparte!

—Puedo lidiar con él, ya lo verás. Me traeré algo de ropa, pero no pienso empacar vestidos de noche ni cosas finas, aquí no me servirían de nada —soltó una carcajada seca, y añadió con cierta amargura—: Kittie tiene la misma talla que yo, supongo que le encantarán mis vestidos de París.

—Deberías traértelos, a partir de este mes empiezan a celebrarse varios eventos sociales en San Antonio. Habrá conciertos, óperas, bailes…

—He dejado atrás todo eso, Barbara. Ya no soy un miembro de la alta sociedad con dinero de sobra para donar a las causas benéficas, y tampoco tengo forma de ir a San Antonio. Ahora que pienso… tengo las joyas de perlas y diamantes que heredé de mi madre. Voy a empeñarlas, así conseguiré suficiente dinero para comprarme un coche y pagarte el alquiler.

—No quiero que me pagues alquiler, somos amigas.

—Sí, ya lo sé, pero a partir de ahora no quiero vivir a costa de nadie —tragó con dificultad el nudo que se le había formado en la garganta, y admitió—: Me da vergüenza haber dependido de Joe durante tanto tiempo, ni siquiera me planteé que no era lo correcto.

A Barbara le habría gustado poder decirle algo que la animara, pero era obvio que _______ estaba abrumada por la angustia y el miedo ante el futuro incierto que tenía por delante.

A pesar de su optimismo innato, _______ sabía que lograr una independencia económica no iba a ser nada fácil. Estaba acostumbrada a comprar lo que le diera la gana sin pensar en el precio, a comer en los mejores restaurantes, y a conducir coches caros. Iba a tener que aprender a ahorrar y a vivir con un nivel económico mucho más bajo, pero estaba convencida de que podía hacerlo. Sólo era cuestión de tiempo. Esperaba poder demostrarle a Joe que la había subestimado, que estaba capacitada para hacer muchas más cosas de las que él creía. Estaba decidida a cambiar de vida, por mucho que le costara.





La señora Harcourt no quería que se fuera de la mansión, y le imploró que se quedara cuando la vio haciendo la última maleta.

—El señor Joe dijo que esperara a que él volviera, que solucionaría lo del gato.

—La bruja de la pelirroja llevaría a Mumbles al veterinario para que lo sacrificaran en cuanto yo me despistara —le dijo _______ con frialdad—. No voy a dejar que mate a mi gato, y no pienso vivir bajo el mismo techo que Joe y su mujer.

—¿Qué pasará con los muebles de su madre, con los adornos navideños, la ropa, todos sus recuerdos…?

—Le he pedido a John que me ayude a llevar al ático los adornos, los muebles, y el resto de mis cosas. No creo que Kittie suba hasta allí para tirarlo todo a la basura, hay bastante polvo y dudo que quiera mancharse. Pero si lo hace, no sería el fin del mundo. No tengo dónde meter todas esas cosas —soltó un suspiro, y añadió—: Además, a Joe no le gustan mis adornos navideños, así que le dará igual que acaben en la basura.

La señora Harcourt contempló con pesar los preciosos vestidos que _______ había dejado en el armario, y comentó:

—No entiendo por qué se ha comprometido con ella, no es su tipo. Es una mujer superficial a la que no le importa nadie, está con Joe por dinero.

—Supongo que lo que le atrae de ella no es su personalidad —comentó _______ con sequedad—. Seguro que es muy apasionada. La he oído hablando con sus amigos por teléfono, y según ella, Joe también es una fiera en la cama.

La señora Harcourt se sentó en la cama mientras ella seguía doblando ropa, y le dijo:

—Me parece que tanto Joe como usted están confundidos. Recuerde que no es su hermano de verdad.

—Ya lo sé —_______ no pudo evitar sonrojarse.

Su reacción fue de lo más reveladora. La señora Harcourt la observó pensativa durante unos segundos, y al final comentó:

—Así que es eso, ¿no? Pasó algo. Usted se asustó y se apartó, y él pensó que…

—No está bien que intente leerme la mente, señora Harcourt —masculló _______ en voz baja.

—No me hace falta hacerlo para entender lo que le pasa a la gente a la que quiero —el ama de llaves la miró con una sonrisa llena de calidez, y le dijo—: Joe está usando a Kittie para vengarse, ¿verdad? Se sintió herido en su orgullo porque usted le rechazó.

_______ la miró boquiabierta, porque jamás se había planteado aquella posibilidad. Bajó la mirada hacia su maleta, y dijo con voz suave:

—Me parece que se equivoca. El día en que me caí a la cuneta de camino al rancho, estaba diluviando y él me alzó en brazos para meterme a la casa al salir del coche. Giró la cabeza para decirme algo justo cuando yo estaba girando la mía, y… bueno, la verdad es que lo besé. Él se sorprendió mucho, pero me devolvió el beso. Entonces intenté apartarle, y se enfureció. Dijo que yo tenía la culpa de lo que había pasado, que le había provocado. Estaba confundida y muy alterada, así que huí. Me habría disculpado, pero cuando bajé a la mañana siguiente, él ya se había marchado.

—Antes de eso, en la fiesta, él se le acercó mucho. La gente habló del tema, parecía más interesado de lo normal en usted.

—No entiendo nada, señora Harcourt.

—Joe no sabe lo que le pasó de pequeña, tendría que habérselo contado hace años.

_______ se quedó atónita, y alcanzó a decir:

—Usted no sabe… —miró hacia el pasillo cuando le pareció oír un ligero movimiento, pero no vio nada—. Es imposible que esté al tanto de mi pasado.

—Su madre me lo contó todo. Ella sabía un secreto mío, y nos contamos nuestras respectivas historias durante las dos semanas que estuvo aquí —le tomó la mano al verla empalidecer, y añadió—: No todos los hombres son como su padre, _______. Ha estado viviendo en el pasado y le da miedo mirar hacia delante, pero está permitiendo que sus temores le destruyan la vida.

—La alternativa sería contarle a Joe todo lo que pasó, y si lo hago… —tuvo que tragar saliva antes de poder seguir hablando—. Si lo hago, su opinión sobre mí cambiaría por completo. Me aterra que todo salga a la luz, que él se vea salpicado por el escándalo que se armaría si la gente llegara a enterarse de la verdad —cerró los ojos, y añadió—: Fue una pesadilla. Éramos tan pobres, que a veces no iba al colegio porque no quería que la gente se diera cuenta de que llevaba la misma ropa día tras día… —fue incapaz de contener las lágrimas.

La señora Harcourt la abrazó y empezó a mecerla con ternura.

—Tiene que dejar de preocuparse por lo que pueda pensar la gente. A Joe le da igual la opinión de los demás, y no la menospreciará si se entera de la verdad. Usted no tuvo la culpa de lo que pasó, ¿por qué se siente culpable?

—Papá se enfadó mucho conmigo. Si yo no hubiera llegado tarde a casa, aún estaría vivo. Murió por mi culpa —le dijo, entre sollozos.

—Las personas mueren cuando les llega su hora. Es algo que está en manos de Dios, no en las nuestras. Si su padre no hubiera bebido tanto ni la hubiera amenazado, si no hubiera sido tan brutal con su madre… ni siquiera permitía que ella trabajara por miedo a que lo abandonara. Era un verdadero paranoico, a pesar de que ella jamás le fue infiel. Pobre mujer… Dios, qué pesadilla tan horrible vivió durante todos aquellos años. Sufría un maltrato brutal, pero no se atrevía a marcharse por miedo a lo que él le pudiera hacer a usted —sacudió la cabeza, y añadió—: ¿Cómo puede pensar siquiera que Joe la culparía a usted?

—Él cree que procedo de una buena familia, que mi padre murió siendo un héroe de guerra, que éramos personas de clase media y respetables —_______ soltó una carcajada seca—. Pero es mentira, mi madre le hizo creer a todo el mundo que en realidad era mi madrastra para despistar a cualquiera que quisiera investigar mi pasado. La policía mató a tiros a mi padre como si fuera un perro, para evitar que me asesinara. Estaba dispuesto a hacerlo, se echó a reír y dijo que así mi madre aprendería la lección, que no tendría que haber intentado abandonarle.

anasmile
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Mensaje por chelis Lun 18 Mar 2013, 6:59 pm

NUEVA LECTORAAA!!!
Y JOE ES UN POCO TONTO POR PRESIPITARCE.... Y CIELOS QUE TRAGEDIA VIVIO _____!!!!!!!
Y AAAAAAAAAHHHH SIGUELAAA PORFIIISS
chelis
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Mensaje por NaxhSA Lun 18 Mar 2013, 7:54 pm

SIGUELA!!! se esta poniendo interesante no puedo creer que joe haya hecho eso de verdad como se pudo comprometer con ella & rayis pobrecita su pasado es muy feo
NaxhSA
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Mensaje por chelis Lun 18 Mar 2013, 10:00 pm

Otroooooooo
chelis
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Mensaje por chelis Lun 18 Mar 2013, 10:00 pm

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