If I fall. You'll lay down with me.

por **Thalassa Deméter.** Vie 14 Dic 2012, 9:36 am

Fall

Las luces de navidad alumbraban tenuemente la cabellera castaña de una mujer que caminaba con paso apresurada por las vacías y frías calles de Londres. Alejándose de los gritos que dejó de escuchar al cerrar cierta puerta. No le importaba lo mucho que gritara aquella chica, ni lo mucho que suplicara. No era su problema.
Torció por una calle y rápidamente se metió entre el bullicio de la gente, sintiéndose más relajada y tranquila. No es que le importara en lo más mínimo, pero le incomodaba saber que su propio hijo estaba cometiendo un asesinato a sangre fría. Pero, aquella zorra se lo merecía.
Subió rápidamente las escaleras de su casa, despojándose de su abrigo al entrar, sorprendiéndose a si misma al notar como sus manos le temblaban violentamente. Tenía miedo. No sentía pena por aquella chica, la esposa de su hijo, pero temía que le descubrieran y acabara en la cárcel.
Se sentó en su sofá, en la sala de estar, con un whisky en la mano, viendo como el líquido temblaba ligeramente. Se pasó una mano por los cabellos y prendió la televisión, intentando que su hijo y su nuera salieran de su mente.
Media hora después estaba saliendo de su apartamento, con dos grandes maletas en la mano. Entró a su coche color azul marino y tiró las maletas al asiento trasero de cualquier forma.
Condujo a toda velocidad hacia la casa de su hijo. Él ya había terminado con el trabajo.
-Kyle. Vámonos. –La llamó la madre, desde la puerta y un joven moreno apareció tranquilamente, limpiándose las manos en un trapo.
-De acuerdo, Layla. –No parecía alterado, arrepentido o triste. No se lo esperaba, ella tampoco se sentía así. La zorra de su esposa había intentado matarle antes y sacarle todo el dinero que tenía después de haber ganado la lotería.
Ambos salieron de la casa, escuchando el llanto desconsolado de un niño.
-¿No nos lo llevamos? –Preguntó Layla con frialdad escuchando al pequeño bebé.
-Nos delataría, es un imbécil. Ni siquiera es hijo mío. –Contestó Kyle con tranquilidad. –Estoy seguro de que esa guarra se tiraba a su jefe, era una maldita. Se lo merece.
La mujer encaminó el coche hacia la autopista a toda velocidad. No podían cogerles, eran demasiado inteligentes para eso.
La noche cada vez era más oscura y dificultaba la vista junto con la nieve. Una noche común de invierno en Inglaterra.
La mujer siguió avanzando hasta entrar a un pueblo pequeño que parecía desierto. Las luces de navidad la alumbraron un momento. Un momento fatídico.
En ese mismo instante une mujer pasaba por un paso de peatones, con un bebé en brazos. Layla al verla dio un volantazo para no estrellarse contra la mujer. Con tan mala suerte, que se precipitó por un acantilado, cayendo al helado y revoltoso mar que bañaba aquel pueblo.
Ambos murieron ahogados, veinte minutos después, entre la agonía de Kyle ya que Layla se había desmayado por el golpe que recibió en la cabeza.

Quien hace lo que no debe y lo hace mal. Lo paga. Y si lo hace bien, aunque no sea lo correcto. Pagan después. El karma no perdona y las personas, tampoco.

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