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♥FORGET YOU♥ (Joe Jonas & Tu)...ADAPTACION

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Mensaje por Julieta♥ Sáb 14 Jul 2012, 7:20 pm

Nombre: ♥FORGET YOU♥
Autor: JENNIFER ECHOLS
Adaptación: sip..
Genero: De todo un pokito
Advertencias: nop ninguna por mi parte
En otras paginas: tal vez ya que es una adaptacion



hola niñas aqui les traigo otra adaptacion que me gusto bastante
y ps quería compartirla con ustedes espero les guste



Sinopsis


Por qué no se puede elegir lo que puedes olvidar.... y recordar?

Hay mucho que a ____ le gustaría olvidar. Como que su padre ha golpeado a su novia de veinticuatro años. Su miedo a que el pueblo entero averigüe la depresión nerviosa de su mamá. Como el oscuro muchacho apuesto se burla de ella en la escuela. Con su vida a punto de convertirse en un completo desastre, ____ se defiende de la única manera que sabe hacerlo, usando su famosa atención para detallar y asegurar que ella es la hija perfecta, estudiante perfecta, y la novia perfecta para Brandon, el ultra-popular jugador de fútbol. Pero entonces ____ tiene un accidente automovilístico, y al día siguiente hay una cosa que ella no puede recordar en absoluto—toda la noche anterior.

¿Fue ella al estacionamiento con Brandon, tal como lo había planeado? Y si es así, ¿por qué parece que Brandon la evita? ¿Y porqué es Joe—de toda la gente—quién de repente actúa como si hubiera sucedido algo importante entre ellos dos? ____ vagamente recuerda a Joe sacándola del accidente, pero sigue refiriéndose a lo sucedido esa noche como si fuera más, y le aterroriza admitir cuánto es un espacio en blanco para ella.

Controlada, meticulosamente ____ está perdiendo rápidamente el control sobre todo—los detalles importantes de su vida—una vida que parece extrañamente vacía de Brandon, y extrañamente llena de Joe.
Julieta♥
Julieta♥


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♥FORGET YOU♥ (Joe Jonas & Tu)...ADAPTACION   Empty Re: ♥FORGET YOU♥ (Joe Jonas & Tu)...ADAPTACION

Mensaje por Julieta♥ Sáb 14 Jul 2012, 7:29 pm

Capítulo 1


Cada buen nadador tiene una historia acerca de casi haberse ahogado. Esta es la mía:

A finales de una tarde de junio me dirigía a casa desde mi trabajo de verano en el parque acuático de mi papá, “Deslízate con Clyde”, cuando sonó el teléfono y el nombre de Brandon destelló en la pantalla. Él sabía que yo nunca respondo a mi teléfono mientras conduzco. Y todo el mundo que trabajaba en “Deslízate con Clyde” se había enterado hoy que mi papá había dejado embarazada a Ashley, la gerente de recursos humanos de veinticuatro años de edad. Esto significaba que todos mis amigos lo sabían, porque había encontrado trabajo como salvavidas para Brandon y todo mi equipo de natación, a todos los diecisiete –excepto para Joe Jonas.

Mi padre había dejado el trabajo un poco más temprano, para decírselo a mi mamá antes de que se enterara por otra fuente, supuse. Así que si Brandon quería hablar conmigo ahora, debía ser importante. Tal vez tenía algo que ver con mis padres.

Estacioné mi viejo escarabajo Volkswagen en el patio del frente de mi casa, entre el Benz de mi padre y el híbrido ecológico de mi mamá, y apagué el motor. El escarabajo no tenía aire acondicionado. El calor de Florida había sido soportable mientras yo estaba húmeda por haber nadado y el coche se movía. Pero mi bikini se había secado por debajo de mi camiseta y los pantalones cortos de gimnasia. El sol caía a plomo. El calor se arrastró por las ventanillas abiertas como un animal peligroso sin temor a los seres humanos y se instaló en mi pecho.

Cogí el teléfono y pulsé el botón para devolver la llamada a Brandon.

“____”, dijo él.

"Oye, nene. ¿Hay algo mal? "

"¡Todo!", exclamó. "Me vas a matar. ¿Sabes lo que te decía en el almuerzo sobre Clarissa?”

“¿Quién?” Yo había estado distraída cuando hablé con él en el almuerzo. Acababa de enterarme de lo último sobre Ashley.

"¿Clarissa? ¿La morena que trabaja en la parte superior de la zambullida Terror Tropical? Está en la universidad. Tú me dijiste que debía invitarla a salir de todos modos”.

“Bien”.

No podía creer que me había llamado por eso. Nos habíamos hecho amigos porque yo era buena escuchando, y le daba consejos sobre sus problemas con sus novias. Pero sin duda debía darse cuenta que no era momento para eso.

“Bueno, le pregunté y ella dijo que sí. Pero entonces su hermana mayor fue a buscarla al trabajo, y, ____. Esa chica es ardiente. No sé cuánto mayor que yo es ella. Puede ser que ya se haya graduado de la universidad. Eso es un logro, aún para mí. Pero podría salir con Clarissa esta vez, dejar un par de semanas para que todo se enfríe y a continuación intentarlo con su hermana. ¿Qué piensas?”

“Creo que eres carne de cárcel”.

Se rió brevemente.

En el silencio que siguió, sentí cuán duro había sonado mi comentario. Era cierto pero duro. No podía tener una conversación amistosa en ese momento.

"Brandon, ¿podemos hablar de esto más tarde?", le pregunté. "Estoy sentada afuera de mi casa, y creo que mi papá está dentro diciéndole a mi mamá sobre Ashley”.

“Oh”, dijo Brandon. Parecía como si realmente hubiera olvidado los rumores de hoy en el trabajo. “¿Estas asustada?”

“Yo…” Eché un vistazo hacia la puerta principal. “No, estoy acostumbrada a la idea. Todo el mundo ha estado hablando de mi papá y de Ashley desde que el parque abrió sus puertas en mayo. Más bien estoy aliviada de no tener que ser quien tenga que decírselo a mi mamá”. Levanté la mano y admiré la forma perfecta y fluida de mi manicura sobre el antiguo volante. “Eso me hace horrible, ¿no?”

"____, nunca podrías ser horrible."

Con esa frase, Brandon derritió mi corazón de nuevo. Era un actor, pero su intención era buena. En el fondo era realmente una persona dulce y un buen amigo, y sabía hacerme sentir mejor. Terminé la conversación y puse un pie en el patio. Efectivamente, las voces de mis padres llegaban hasta ahí. Me había apurado en volver a casa para apoyar a mi madre a través de esto. Ahora deseaba que no pudiera oírlos gritarse sobre traición y divorcio el uno al otro. Me senté en el borde de mi asiento hasta que culminara esta película, pero ahora que sabía que no tendría un final feliz, no quería verla. En lugar de ir adentro, me escabullí por el costado de la casa, arrancándome la camiseta y los pantalones cortos que llevaba arriba de mi bikini, quitándome las sandalias y tirando el elástico de la cola fuera de mi pelo. Alcancé la playa corriendo.

Una oscura tormenta se formaba en el horizonte. Por lo general mi playa, aquí en la península de la Florida, era apacible, sólo suave arena blanca bajo los pies, protegida de las conchas afiladas por los bancos de arena en aguas más profundas. Hoy el viento levantaba arena que escocía mis piernas. Bajando hacia la playa, apenas podía distinguir las banderas rojas agitándose frente a los hoteles, la alerta sobre oleaje fuerte y resaca. Las banderas eran para los turistas. No significaban nada para mí. Me hundí en el océano. El agua estaba más caliente que el aire. Me tranquilizó, fluyendo bajo mi traje y sobre mis miembros. Las olas eran altas por la tormenta que se aproximaba, pero yo era más fuerte que ellas. Nadé hacia fuera sobre ellas, a las aguas profundas, cansándome a propósito. Si tan sólo pudiera dormir esta noche.

A una larga distancia de la playa, realicé un giro contra una pared imaginaria y nadé hacia la orilla.
Una ola se estrelló sobre mi cabeza, tomándome por sorpresa, forzando agua salada dentro de mi boca y empujándome hacia abajo. Fríos chorros se enroscaron en mis tobillos y me arrastraron. Mi rodilla se deslizó a través del trasero desnudo de arena de la mar. Pateé hacia la superficie –unas pocas patadas seguidas que consumieron todas mis fuerzas.

Si podía llegar a la superficie y permanecer allí, podría mantenerme en lo alto de las olas, que me llevarían paralela a la playa hasta que escapara a la corriente que quería arrastrarme hacia abajo y afuera.
Irrumpí en el aire frío. Justo cuando tomaba aliento, otra ola me sumergió. En medio del rugido escupí agua y luché contra el impulso de respirar otra vez. Caí hacia el fondo.

Con fuerzas que no sabía que me quedaban, me empujé contra el fondo, impulsándome hacia la superficie. Me deslicé a través del agua, alcanzando el aire otra vez, tomando ese aliento que había perdido. La superficie no estaba donde yo pensaba que estaría. No pude reprimir el impulso de respirar el océano. Ahí fue cuando me di cuenta que iba a morir.

El mar me lanzó al aire como basura.

Respiré profunda y largamente, braceando aún antes de golpear el agua. Sabía que la corriente pronto me llevaría nuevamente. No perdí el aliento gritando. La playa estaba vacía. Los socorristas no patrullaban esta sección privada. Los carteles advertían “NADE BAJO SU RESPONSABILIDAD”. Incluso si alguien venía en mi ayuda, habría sido otro tonto nadador sin flotador. Ambos nos hubiéramos hundido, y hubiera sido mi culpa. Yo era la salvavidas.

Nadé hasta que ya no podía nadar más. Luego seguí nadando.

Finalmente escapé de la corriente, di pie en el fondo, alcancé la orilla y me desplomé en la playa al igual que la tormenta se desplomó sobre mí. La lluvia me golpeaba con arena y algas.

Me quedé allí durante mucho tiempo, los ojos cerrados frente a las gotas de lluvia, respirando. Todo había terminado. Sólo pensaba en mi misma, agradecida por estar viva. Caminé a casa bajo la lluvia fría.

Pero tres meses más tarde, cuando mi mamá intentó suicidarse, consideraría esa tarde como una advertencia. Al regresar a casa del trabajo y escuchar discutir a mis padres, en vez de escapar hacia el agua como una adolescente con problemas, debería haberme quedado y apoyar a mi mamá. Si hubiera cuidado mejor de ella cuando me necesitaba, podría haber evitado todo esto. Una pequeña desportilladura había aparecido en el esmalte color rosa de la uña de mi dedo índice, donde era más notable. Me froté con la yema del pulgar, con la esperanza de que nadie lo viera antes de que pudiera arreglarlo. Mi mamá siempre me ha insistido que las apariencias son importantes. Personalidades fuertes podrían desafiarte a no importa qué, pero tú podrías repeler a gente más débil que podría tomar ventaja de ti presentándote como adinerada, con estilo, y organizada a la vez.

A través de la sala de espera de Emergencias, oí una voz conocida, aunque apagada –una voz de la escuela. Levanté la vista de los dedos de mi mano. Joe Jonas estaba de pie en el vestíbulo, enmarcado por la oscuridad de la noche exterior.

Joe era excitante, con pelo negro que nunca se veteaba con el cloro, y la sal, y el sol, y los más extraños ojos claros verde azulados, exactamente el color del océano de aquí. Eran fascinantes, enmarcados por largas pestañas negras en su cara bronceada. Podía ver por qué sus ojos eran famosos entre las chicas de mi secundaria. Un chico con un ego tan grande como Joe no merecía ojos así.

Tenía un montón de clases con él este año. Estaba en el equipo de natación conmigo. Y me odiaba. Era la última persona que quería ver en este momento, cuando los médicos me habían dicho que mi mamá iba a vivir, pero yo no sabía qué iba a pasar.

Instintivamente agaché la cabeza –lo que no me haría ningún bien si él miraba en mi dirección. Mi cabello no colgaba hacia delante para cubrir mi cara. Todavía estaba recogido en la cola de caballo que llevaba al volver a casa desde el trabajo hacía unas horas, cuando había entrado en el apartamento inquietantemente tranquilo que compartía con mi mamá y la había encontrado. De todos modos, Joe y yo nos habíamos conocido desde siempre. Él me reconoció al instante. El pelo en mi cara no me salvaría.

Pero él no estaba mirándome. Hablaba con el policía que había respondido a mi llamada al 911, quien había permanecido en el apartamento mientras yo estaba sentada en la cama de mi madre sosteniendo su mano hasta que llegó la ambulancia, y quien no me había dejado sola.

Mi papá había estado a media hora de distancia en Destin, comprando en las ventas del Día del Trabajo los muebles del bebé con Ashley. Había llegado hacía solo quince minutos y había irrumpido a través de las puertas del hospital frente a mí, por corredores misteriosos fuera del alcance de un menor de edad como yo.

Durante todo ese tiempo, el policía se había sentado conmigo en la vacía sala de espera. O, si no conmigo, cerca de mí. No lo suficientemente cerca como para conversar conmigo o confortarme como un amigo, pero en las cercanías, como un protector. Alrededor.

Ahora estaba de pie en el vestíbulo con Joe. Joe le entregó una bolsa impresa con el nombre de un restaurante de mariscos de la zona: Jamaica Fox. Y me di cuenta de pronto que el policía era el hermano mayor de Joe, el oficial Jonas, igualmente celebrado por las chicas de mi escuela por su nombre tan apropiado. Joe le había traído la cena porque su hermano se había quedado conmigo el tiempo suficiente como para perderse una comida.

Hablaron con las cabezas juntas, y ahora Joe levantó la vista hacia mí. Su hermano le estaba diciendo lo que había hecho mi mamá. Aparté la vista de nuevo. Las puertas de la sala de emergencia eran blancas. Las paredes de la sala de espera eran blancas. El suelo era de baldosas blancas con motas grises.

No podía soportarlo. Miré hacia el vestíbulo. La noche era negra, el oficial Jonas vestía uniforme oscuro y Joe sacudió su pelo negro de sus ojos avellana, penetrantes aún a esa distancia. Dijo algo a su hermano y dio un paso hacia mí.

Oh, Dios, ¿no eran las cosas lo bastante malas sin Joe aquí? Yo pensaba que el shock de encontrar a mi mamá había drenado la vida fuera de mí por los próximos años. Pero mi corazón aún funcionaba, golpeando dolorosamente en mi pecho, anticipando que lo que Joe diría iba a empeorar las cosas.

Las puertas de la sala de emergencia se abrieron y golpearon contra las paredes antes de cerrarse de nuevo. Mi padre avanzaba hacia mí, musculoso y en forma a sus cuarenta y siete, su hermoso rostro contraído de furia. Me eché atrás en el asiento de vinilo, temerosa de que estuviera enojado conmigo.

Pero tal vez él estaba furioso con el mundo por permitir que su ex esposa se hundiera de esta manera –o mejor aún, furioso consigo mismo. Se había dado cuenta, en el trayecto hasta aquí desde la tienda de bebés, que nos había fallado. Ahora vendría a rescatarnos. Sí, estaba el asunto de Ashley embarazada de cuatro meses con su bebé, pero nuestra familia sería capaz de soportar eso y volvería con mi mamá.

Se sentó en el asiento junto al mío. Su ceño estaba fruncido de enojo, pero cuando abrió sus labios finos, estaba segura que diría lo que había esperado escuchar durante todo el verano.

“Te guardas esto para ti misma”, gruñó.

Parpadeé. Mi cerebro se precipitó a través de escenarios e imágenes de él como el héroe, y finalmente se rindió. No había manera de que pudiera ser nuestro héroe cuando sus primeras palabras hacia mí eran una orden de mantener las cosas tranquilas. Balbuceé:

“¿Mantener…? ¿Cómo…?”

“La llevarán al psiquiátrico en Fort Walton”, me interrumpió. “Con un poco de suerte, la drogarán y volverá al trabajo en seis semanas. Si quieres dar a conocer por la ciudad que está loca y arruinar su carrera, adelante, hazlo”. Traté de escuchar dolor en su voz, pesar por lo que mi mamá había hecho, remordimiento por las acciones que la habían llevado a este punto. Las emociones debían estar detrás de sus antipáticas palabras.

Pero todo lo que oí fue ira. La vergüenza por lo que sus amigos y socios comerciales y empleados podrían murmurar acerca de él y de su vida privada digna de un tabloide. El temor de que mi mamá perdería su trabajo y él tendría que compartir las ganancias de su parque acuático con dos familias en lugar de una.

“Ni siquiera se lo digas a las pequeñas gemelas, ¿me entiendes?” Se inclinó hacia delante y me miró fijamente a los ojos al decir esto. Era lo más cercano que su cuerpo había estado del mío desde que había llegado. No me abrazó. Sólo invadió mi espacio personal para hacer hincapié en que sería mejor que no compartiera este secreto ni siquiera con mis mejores amigos.

Sin esperar mi respuesta, se puso de pie. “No te muevas”, gritó, sin mirarme. Supuse que se dirigía a mí, porque era la única otra persona en la habitación. Él ya estaba caminando hacia el vestíbulo.

Oh Dios, oh Dios. Él podría amenazar al oficial Jonas para que prometiera silencio, pero no tenía idea de quién era Joe, o de lo poco que a Joe le importaba cualquier persona. No había amenaza que mi papá pudiera hacer a Joe que lo callara si Joe pensaba que difundir la noticia de lo de mi madre me haría daño. Joe creería que estaría arruinando mi vida, pero realmente sería arruinar la de mi madre, porque aunque comenzar a recuperarse de su enfermedad mental, no recuperaría mucho si perdía su trabajo y el respeto de la comunidad.

Vi todo esto desplegarse ante mis ojos cuando mi padre abrió la puerta de cristal del vestíbulo e invadió el espacio personal del oficial Jonas, y no había nada que yo pudiera hacer para evitar que sucediera. Los ojos avellana de Joe se dilataron mientras mi padre gruñía al oficial Jonas. No podía ver todo lo que mi papá estaba diciendo, pero cuando “puede decir adiós a su trabajo” flotó hacia mí a través del cristal, di la espalda al oscuro rectángulo de la noche.

Me quedé mirando las blancas puertas de la sala de emergencia. Mi pulgar encontró la desportilladura en mi esmalte de uñas y se frotó de un lado a otro a través de ella. No necesitaba verla para saber que estaba allí.

La puerta del vestíbulo se abrió chirriando. “____”, llamó mi papá. “Vamos”. Sólo él estaba en el umbral de la oscuridad. Debía haber alejado a Joe y al oficial Jonas. Hice un gesto hacia las puertas de la sala de emergencias. Pensé que él sabría lo que quería decir con esto. Cuando él levantó las cejas en espera, me di cuenta que incluso tendría que explicarle esto: que yo no quería dejarla. Abrí la boca y no tenía palabras para decirlo.

“Ellos no te permitirán verla, de todos modos”, dijo. “El psiquiátrico no te permitirá verla tampoco. Dicen que es para protegerte de ella y para protegerla de ti. Para alejarla del medio ambiente. Van a dejar que ella te llame cuando esté lista para verte”.

Él estaba diciendo lo que yo había estado pensando. Me había estado culpando a mí misma, con la esperanza de que culparse era natural en estas circunstancias, pero, en última instancia, una tontería. Él me estaba diciendo que no era una tontería. Incluso el hospital psiquiátrico pensaba que era mi culpa que mi madre hubiera hecho esto. Todavía no quería creer nada de eso, pero me sentí a mí misma cayendo, resbalando, sin nada que aferrar para salvarme, excepto esto:

“Cuando comencé a trabajar aquí me dijeron que tal vez podría hablar con el psicólogo del hospital sobre lo que pasó”, susurré.

“No te necesito para diagnosticar a tu madre”, se quejó mi papá.

“Quiero decir” –tragué- “para mí. Para hablar de mí”.

Él soltó un suspiro y apoyó un hombro contra la pared de vidrio del vestíbulo.

“¿Así que ahora tú estás loca también? No vas a un psico-nada. Ya ves cuánto bien le hizo a tu madre. Sólo te darán drogas de las que puedes darte una sobredosis después. Hay una razón por la que los llamamos reducidores. Vamos.”

Me puse en pie, y sólo entonces me di cuenta de cuán adolorida estaba mi espalda, y cuánto tiempo debí haber estado sentada en ese asiento, mirando las puertas cerradas de la sala de emergencias. Seguí a mi padre a través del vestíbulo, dentro de la noche.

No tuvimos que caminar mucho. Había aparcado su Benz en un espacio para discapacitados afuera de la puerta. El asiento trasero estaba lleno de grandes cajas con bebés sonrientes en las etiquetas.

Una silla alta, un columpio de rebote. Me deslicé en el asiento del pasajero, y me sumí en una discusión con mi propia mente. No quería creer que mi papá tenía razón. Mi mamá no había tomado una sobredosis de medicinas de ningún psiquiatra. Tenía pastillas para dormir que le había dado su médico de siempre. Nunca había ido a un psiquiatra, probablemente debido a lo que mi padre opinaba de ellos. Yo la había oído decir algo como esto durante una de sus peleas en la primavera pasada.

Podría habérselo señalado a él, pero no me habría escuchado a mí más lo que la había escuchado a ella.
Y aunque normalmente me podría haber obsesionado con este punto de la discordia y revisarlo una y otra vez tratando de encontrar una manera de presentárselo que él fuera a entender y aceptar, esa noche se me escapaban como capturados por la resaca.

En mi mente estaba otra vez en el dormitorio de mi madre en nuestro departamento tratando de arreglar todo.

Yo era salvavidas, pero no podía darle respiración boca a boca porque ella todavía respiraba, y no podía darle CPR porque su corazón aún latía débilmente. ¿Qué podía hacer para ayudar? Cuando los paramédicos llegaran, podría decirles exactamente lo que ella había tomado. Sosteniendo mi celular junto a mi oído con una mano, porque el operador del 911 me había ordenado que no colgara, me dirigí al baño y encontré el envase de su prescripción en la basura. Vacío.

“¿No vas a entrar?”, preguntó mi papá.

Eché una mirada al asiento del conductor. Él revisaba los mensajes en su teléfono. Había aparcado el Mercedes delante de la vivienda, entre el híbrido de mi madre y mi maltratado escarabajo. Le había comprado a Ashley un convertible Beamer. Yo manejaba este antiguo escarabajo porque me hacía usar mi propio dinero, del trabajo en “Deslízate con Clyde”, para el coche, el seguro y el combustible. Me había dicho antes que crecer como una niña mimada era lo que estaba mal con mi mamá.

“Ahora que lo pienso”, dijo aún sin moverse, “voy a tener que ayudarte. Necesitas tener todo. Incluso después que salga, el juez no te permitirá vivir con ella. Podrías no estar de regreso aquí por un tiempo”.

Detrás de nosotros el maletero se abrió para recibir mis pertenencias. Él descendió del Mercedes. Lo seguí hasta el estacionamiento. El edificio de apartamentos era uno de los mejores de la ciudad, lo que no era mucho decir.

Todos los que podían permitirse una casa vivían en una, lo cual dejaba los apartamentos para los transitorios.

Las palmas maduras y los palmitos suavizaban las líneas del degradado edificio de madera, pero una gran unidad de aire acondicionado llenaba con su zumbido la noche de finales de verano y el olor de la basura del contenedor de la comunidad flotaba detrás de una valla muy alta.

Mi papá notó el olor también, arrugando las fosas nasales con disgusto mientras me esperaba en la parte delantera del coche. Me pregunté por qué no seguía adelante hacia el apartamento. Entonces recordé que no tenía llave. Saqué mi llavero del bolsillo. Sin embargo él no se movió. No sabía cuál era mi apartamento, aunque yo había vivido aquí por tres meses.

Un arranque de ira me impulsó hacia delante, hacia la acera. Inserté la llave en la cerradura. Pero ahora tenía que girar la llave. Ahora tenía que entrar.

Mi papá me observaba. No podía permitir que me viera vacilar. Empeoraría las cosas para mi mamá, admitir frente a mi padre que lo que había hecho la hacía menos persona y digna de su desprecio. Me obligué a entrar y encendí la luz.

Por lo menos, el apartamento estaba muy limpio, de la manera en que lo había dejado. No se veía como si un loco viviera aquí. Pero, viendo a través de los ojos de mi padre, el mobiliario standard del apartamento hacía aparecer que ella se hubiera hundido. No quería que se aventurara más adentro, juzgando. Lo enfrenté.

” ¿Por qué no ves televisión mientras esperas? No será mucho tiempo. ¿Te traigo algo de beber?”

Él gruñó y salió, sacando del bolsillo sus cigarrillos –una extraña costumbre que había adoptado el pasado mes de mayo, cuando el parque acuático abrió por la temporada y contrató a Ashley.

Lo miré hasta que la puerta se cerró tras él, después corrí por el apartamento, controlando nuevamente que estuviera ordenado. Al pasar por delante y detrás de la mesa de mi madre en la sala de estar, su nota de suicidio quedó vuelta hacia mí, la más obvia prueba de locura: “____, no puedo verlo haciendo eso ni un día más. Te amo. Mamá”.

Si la guardaba en el cajón del escritorio, sería como poner a más distancia a mi mamá.

Me conformé con colocarlo prolijamente encuadrado en una esquina de la mesa. Una vez más.

En la cocina me asomé a la nevera. Quería dejar los alimentos perecederos en el depósito de basura, así mi mamá no tendría un lío para limpiar cuando regresara. Para mi sorpresa, no encontré frutas ni leche. Mamá ya lo había limpiado.

En el cuarto de baño, seleccioné todos mis artículos de tocador, dejando los de mi mamá. En mi habitación, me cargué los brazos de ropa de mi armario y de la cómoda, y los metí en las maletas. Al principio, sólo la ropa de verano. Luego saqué una chaqueta ligera, en caso de que todavía viviera con mi papá cuando las noches ya fueran frescas.

Al abrir la caja de suéteres debajo de mi cama, miré fijamente el algodón y el cashmire, mi ritmo cardíaco acelerándose con pánico, preguntándome por cuánto tiempo mi mamá no estaría, y lo que haría en el psiquiátrico todo ese tiempo, y lo que harían con ella, y si realmente la dejarían salir al fin, y si un juez realmente me impediría vivir con ella mi último año de escuela secundaria. El olor a humo me sobresaltó. Esperaba que mi padre no fumara en el apartamento, porque mi mamá era alérgica. Empujé la caja de suéteres bajo la cama, cerré las maletas y las arrojé hacia el despacho.

La puerta del apartamento estaba abierta, dejando que saliera el aire acondicionado, y que entrara el aire cálido de la noche, donde mi padre justo había fumado. Él estaba de pie junto al escritorio de mi mamá, leyendo su nota con las fosas nasales dilatadas de nuevo.

“Estoy lista”.

Dejé una maleta para él e hice rodar la otra pasando a su lado hacia la puerta, con la esperanza de distraerlo de lo que había visto ya. Me siguió. Cerré la puerta detrás de mí, y puse llave. Cuando me di vuelta, tendió la mano.

Lo miré, perpleja.

“¿La llave? ¿Para qué?”

“Porque eres una adolescente”, dijo, “y yo soy tu padre”.

No me gustaba la finalidad de esto, o la implicación de que yo era una niña salvaje a quien no se podía confiar la llave de un apartamento vacío. Pero una parte de mí agradecía que mi papá se hiciera cargo. Saqué la llave del anillo y se la entregué. No se dio cuenta. Estaba mirando la pantalla de su teléfono.

“Papá”.

Se guardó mi llave, pero mantuvo el teléfono en la mano mientras llevaba mi maleta hacia el baúl abierto del Mercedes. Después de embutir ambas maletas y golpear la tapa, abrió la puerta del conductor. Hizo un gesto con la cabeza hacia mi escarabajo.

“¿Llevarás tu coche, verdad? Nos vemos en casa”.

En casa. Se refería a la casa de la playa. Yo no había vuelto allí desde que mi mamá y yo nos habíamos marchado. Él compartía mi custodia, pero me figuré que bastante nos veíamos en el trabajo. Además, Ashley me había advertido alegremente que, si alguna vez quería visitarlos, la casa era un desastre. Ella estaba haciendo remodelar la cocina.

No quería seguir a mi papá hasta allá en estos momentos. Me imaginaba en mi vieja habitación, mirando por la ventana al océano que no podía ver en la oscuridad de la noche, preguntándome qué estaría ocurriendo con mi mamá. Había mirado las puertas blancas de la sala de emergencias durante horas esa noche. El pánico por lo que ella había hecho se precipitó a través de mí, como el dolor de los dedos entumecidos cuando los calientas en un día frío de invierno. No podía quedarme en ese dormitorio esa noche, sintiendo los pesados latidos de mi corazón.

Era más de lo que podía soportar.

“En realidad”, le dije, “si no quieres que nadie en la ciudad sepa acerca de mamá, hay una fiesta en la playa a la que tengo que ir esta noche, la última del año. Si no estoy allí, mis amigos querrán saber por qué”.

Los empleados de “Deslízate con Clyde” habían hecho fiestas en la playa todo el verano. Pero la de esta noche era especial porque hoy, Día del Trabajo, había sido nuestro último día. “Deslízate con Clyde” había cerrado por el fin de temporada. Una cosa era cierta.

No era cierto que mis amigos me esperaran en la fiesta. Esperaban que me quedara en casa con mi mamá.

Algunos días, cuando llegaba a casa del trabajo, ella parecía tan enérgica como siempre. Mejor, incluso. Pero casi todos los días no comía la cena y se iba a la cama temprano. En el último par de semanas, se había quejado de que no podía dormir. Le sugerí que no necesitaba doce horas. Su reacción fue pedirle a su médico pastillas para dormir. Ahora me preguntaba si ella habría tenido en mente el suicidio desde el principio. Me había preocupado por ella durante todo el verano, por lo que me quedé en casa en las fiestas de mis amigos, que no por eso habían hecho alguna buena.

Esta noche iría.

Mi padre asintió, ausente, hundiéndose en el asiento del Mercedes.

“Puedo llegar tarde”, le advertí. “¿Te parece bien? Sé que tengo escuela mañana…”.

Cerró la puerta del Mercedes y encendió el motor, pensando ya en otra persona.
Julieta♥
Julieta♥


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Mensaje por Genesis Smith Dom 15 Jul 2012, 10:15 pm

! Genial!!! ME ENCANTO! :z:
Genesis Smith
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Mensaje por Yhosdaly Lun 16 Jul 2012, 12:46 pm

wowww nueva lectora!!
siguelaa porfis
muero x saber que sigue!!
quiero accion con joe y la rayis!
siguelaaaa
me encanto el primer capi!!
att: tu nueva lectora!
Yhosdaly
Yhosdaly


http://www.twitter/YhosdalyL

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Mensaje por helado00 Lun 16 Jul 2012, 8:31 pm

Nueva lectora!!
siguela porfavor si?!?! ya quiero saber que más pasa..y el padre de la rayis...es un :x aghhh
helado00
helado00


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Mensaje por Julieta♥ Vie 20 Jul 2012, 11:48 am

BIENVENIDAS
gracias por pasarse niñas
ya les subo cap
disculpen la tardanza
asi que les dejare dos para que disfruten besos!!!!!!!!!
Julieta♥
Julieta♥


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Mensaje por Julieta♥ Vie 20 Jul 2012, 11:51 am

Capítulo 2



Las fiestas de mis amigos en la playa eran iluminadas por las estrellas y tan románticas como las de la televisión y las películas, excepto que no había hogueras. El fuego y las luces brillantes no se permiten en la playa, porque desorientan a las tortugas marinas en peligro de extinción.
Docenas de adolescentes invadían la playa pública, bebiendo cerveza en la arena y acariciándose intensamente en el estacionamiento —pero siempre y cuando no se metieran con las tortugas, a nadie parecía importarle.
Había entrado y salido de algunas de estas fiestas con mis amigas Keke y Lila cuando éramos más jóvenes y no nos animábamos a permanecer mucho tiempo en una fiesta llena de personas mayores. Ahora nosotros éramos los mayores.
Aparqué el escarabajo en el lote lleno de gente, cerca de la Datsun oxidada de Keke y Lila, y del ridículamente grande Buick 1980 de Brandon. Sentía curiosidad, pero traté de no mirar a través de unas cuantas ventanas empañadas de autos conocidos.
Crucé el puente de madera sobre los matorrales y las dunas de arena de la playa.
La nuestra no era la única fiesta.
Grupos de adolescentes estaban en la arena o sentados en toallas en la oscuridad, bebiendo cerveza. Reconocí el grupo de ‘Deslízate con Clyde’ por el cacareo de la risa de Keke y Lila por encima del rumor del océano y los lamentos de una banda en la radio. Me quité las sandalias a los pies de la escalera de madera, crucé la arena resplandecientemente blanca a la luz de las estrellas, vadeé la espuma y puse una mano en cada una de sus espaldas.
Dieron media vuelta, con los ojos muy abiertos.
“¡____!” chillaron ambas a la vez y se precipitaron sobre mí, salpicando agua sobre mis pantalones cortos. Saltaron arriba y abajo y me abrazaron, pero Lila pronto se detuvo y me dio un poco de aire, mientras que Keke no me soltó hasta que le dije “Está bien” y le sujeté los hombros para detener el rebote.
Estaba claro para mí quién estaba bebiendo esa noche y quién era el conductor designado. No son gemelas idénticas, pero podrían haberlo sido por la forma en que cada una termina las frases de la otra. Tienen un aspecto similar, baja estatura y pelo rojo brillante, pero allí acaban las semejanzas.
Keke se viste con lo primero que encuentra en el piso del dormitorio, pertenezca a ella o a Lila, esté limpio o sucio. La he visto hacerlo. Lila maneja mejor su presentación personal, aunque su obsesión al respecto la hace parecer la parodia de una chica. Esta noche tenía el pelo alisado y demasiado arreglado para una fiesta en la playa con mucho viento. Yo les había dicho que se iban a los extremos tratando de diferenciarse una de la otra. Si se hubieran relajado y conformado con el justo medio, aunque se vieran parecidas, los chicos les hubieran pedido más citas. Ellas no me escuchaban. Si hubiera habido una sola de ellas, puede que me hubiera tomado en serio, pero es difícil dar consejos no solicitados a dos personas a la vez, porque te pueden ahogar con protestas.
Me decían que nunca podrían ser tan bonitas como yo, así que mis consejos no significaban nada. Traté de explicarles que lucir como yo llevaba trabajo, y que mi madre me lo había enseñado a su vez —pero me hacían callar.
Esta noche era imposible decir que alguna vez había habido tensión o consejos no deseados entre nosotros.
“¡No puedo creer que estás aquí!”, chilló Keke. “¡Llevó todo el verano, pero por una vez todo el equipo de natación está en la fiesta de ‘Deslízate con Clyde’!”
Hizo un gesto al grupo detrás de ella —Stephanie Wetzel y otras tres chicas jóvenes del equipo, además de un montón de muchachos. Todos me saludaron y gritaron “¡____ está aquí!”
“Espera”, dijo Keke “Te ganamos, pero perdimos…”
La sirena de un barco distante cortó sus palabras. Las luces de un barco de pesca y sus reflejos, paralelos entre sí, pasaron rozando, a través de la oscuridad del océano y del cielo.
“¡Jooooooooeeeeee!” Otros chicos del equipo de natación vitorearon y aplaudieron en las tinieblas.
"Awww", dijo Lila, “Joe está con nosotros en espíritu”. “¿Es ese realmente Joe?” le pregunté. Perdida en los pensamientos sobre mi mamá, ya casi me había olvidado de él una hora y media atrás en la sala de emergencias. Ahora la ansiedad me agitó de nuevo. Por lo menos, si estaba ocupado en el barco de pesca de su padre, no estaría por aparecer aquí esta noche.
“Sí”, dijo Lila. “Él hace sonar la sirena cada vez que se pierde una fiesta por una de las salidas de pesca de su papá”.
“Estuvo aquí antes, sin embargo”, dijo Keke, “en busca de ti, ____”. Me empujó en el esternón. “¿Por qué Joe te odia tanto?”
Tomé una gran aspiración del aire marino. Sabía que Joe no se perdería una oportunidad de vengarse de mí.
“Joe no la odia”, reprendió Lila a Keke. “No la enloquezcas”. Se volvió hacia mí. “Nadie te odia, ____. ¿Cómo podrían? Eres tan hermosa”.
“Y rubia”, añadió Keke.
“Y tan dulce con todos nosotros”. Lila frunció los labios y extendió la mano para pellizcar mi mejilla como si fuera un bebé. “Además, Joe odia a todo el mundo”.
Lila estaba tratando de suavizar lo que Keke había empezado.
Keke, la única que había bebido, fue también la que insistió en el asunto.
”No, él irrumpió aquí dramático y molesto. Tiene que haber algo entre ustedes dos. ¿Qué es?”
“Joe irrumpe en todas partes”, dijo Lila a Keke, “y siempre dramático y molesto”.
Tuve la esperanza de que la explicación de Lila satisficiera a Keke. Tal vez pudiera cambiar el tema a nuestras posibilidades en la competición de natación del próximo sábado.
Entonces Gabriel chapoteó por delante de nosotros en su camino al alijo de cerveza contra las dunas.
"____!!!!" Me envolvió en un alcohólico abrazo de oso. “Joe ha venido antes a buscarte. ¿Qué hay entre ustedes dos?”
"¡Nada!", dijimos las tres chicas al mismo tiempo. "Ooooookay." Gabriel dio a cada una de nosotras una mirada que decía que no nos creía, pero estaba tan borracho que no recordaría la conversación por la mañana. Entonces me soltó y se alejó chapoteando.
Por la forma en que las gemelas me miraban, yo sabía que ahora no iba a salir de esto sin una mejor explicación.
En mi mente estaba de vuelta en el dormitorio de mi madre, tratando de arreglar todo.
Con dos dedos había apartado su cabello rubio de sus ojos cerrados, para que se viera mejor cuando llegaran los paramédicos.
Luché contra esos pensamientos oscuros y volví a la realidad de la playa iluminada por las estrellas, el sonido del océano y unas sombrías Keke y Lila esperando respuestas. Por supuesto, les había dicho que mi mamá estaba teniendo problemas para lidiar con lo del divorcio, y que no quería dejarla sola para ir a las fiestas del grupo. No podía confiarles más que esto. Mi papá me había advertido en la sala de emergencia que no dijera “a las pequeñas gemelas” lo que mi madre había hecho, y su instinto tenía razón. Yo quería a Keke y Lila, pero no eran discretas.
Por suerte, tenía secretos para divulgar que no tenían nada que ver con Joe y yo y la sala de emergencias. No hubiera querido divulgar esto, porque los antecedentes de los empleados del negocio de mi papá se supone que son privados. Pero ellas estaban forzando la mano, y mantener en secreto lo de mi madre era más importante que mantener lo de Joe.
“Envió una solicitud al parque acuático, junto con el resto del equipo de natación en el mes de mayo, y le dije a Ashley que no lo llamara, porque ha estado en detención de jóvenes. Esos datos están sellados, por eso ella no lo hubiera sabido si yo no se lo decía. Probablemente piensa que todos ganan dinero, menos él”.
Joe había pasado parte de noveno grado en el reformatorio. La gente de nuestra ciudad no iba a detención de jóvenes. Yo nunca había oído hablar de ninguna otra persona que hubiera estado allí. Ni siquiera sabía dónde estaba el reformatorio. Hubiera sospechado que no existía, pero me acordé de cuando Joe se perdió dos semanas de clase por estar allí. Desde entonces, él tenía tantas posibilidades de estar en la oficina del director como de estar en clase.
“¿Para qué lo descubriste frente a Ashley?” preguntó Lila. “¡Él podría haber salvado a aquel hombre de trescientos kilos que casi se ahoga en la piscina en mi lugar!” Keke asintió con la cabeza. “Y podríamos haberlo mirado sin camisa todo el verano. ¡Dios, esos abdominales!”
Yo no quería pensar en mirar fijamente a Joe durante todo el verano. Y no quería hablar de eso. Me volví hacia el horizonte, el cielo negro apenas perceptible desde el océano negro, por donde había desaparecido el barco de pesca de Joe.
Pero podía ver por el rabillo del ojo que Keke y Lila me observaban, aguardando mi respuesta a por qué no había querido dar a todas nosotras la oportunidad de mirar el tenso, bronceado pecho de nadador de Joe, todo el día, todos los días, durante los tres meses de verano. Finalmente señalé lo obvio, lo que lógicamente debía anular incluso la lujuria adolescente: “Fue a la detención de jóvenes. Es un criminal. Pensé que debía prevenir los negocios de mi familia contra el empleo de un criminal.”
“¿Qué te pareció que iba a hacer...?”, preguntó Keke, “¿...malversar fondos? ¿Se va al reformatorio por malversación de fondos?”
“¿Qué hizo para ir al reformatorio?” preguntó Lila. “Fue sólo en noveno grado. ¿Qué podría haber hecho?”
Me hacían sentir más y más incómoda. Ojalá no les hubiera dicho nada de esto, después de todo. Ojalá no hubiera venido a la fiesta.
“Miren”, me defendí a mí misma, “no era el único trabajo en la ciudad. Yo no fui por toda la ciudad impidiéndole conseguir trabajo en cualquier lugar”.
“Sí, pero el trabajo en ‘Deslízate con Clyde’ era su única oportunidad de escapar de su padre este verano”, dijo Lila, señalando hacia el lugar al que todos miraban ahora, donde Joe estaba ayudando a los turistas ¿gung-ho? a tender líneas para grandes peces en el horizonte.
“Lo oí decir a los chicos del equipo”, dijo. “Los trabajos de salvavidas eran los únicos que un adolescente podría conseguir que pagaran más que el negocio de pesca de su padre, y las piscinas de la ciudad estaban contratando estudiantes universitarios. Era ‘Deslízate con Clyde’ o nada para Joe.”
“¿Qué hay de malo en trabajar con su padre?”, pregunté.
Nos miramos unas a otras, los pies hundiéndose en la arena bajo el agua. Una ola que rompió hizo perder el equilibrio a Keke, que se apoyó contra Lila, y aún seguíamos calladas. Es posible que ellas estuvieran pensando lo mismo que estaba pensando yo: ¿podría ser peor que la mía la situación de Joe con su padre? Rompí el silencio. “Está bien. Durante años ha habido una tensión extraña entre Joe y yo porque me pidió para acompañarme a casa en noveno grado, justo antes de irse al reformatorio”.
“¿Hizo eso?”, jadeó Keke.
“¿Y rompiste con él por eso?”, preguntó Lila indignada.
“Por supuesto que no”, le dije. “Él solo se fue” —sacudí mis dedos en el aire para demostrar que él había desaparecido. “Un día estaba en el entrenamiento de natación conmigo, apoyado en el borde de la piscina y preguntándome si podría acompañarme de vuelta a casa. El lunes siguiente se había ido. A mediados de la semana, alguien escuchó que estaba en detención de jóvenes. En el momento en que regresó, un par de semanas más tarde, no se habló más de volver a casa conmigo”.
“¿No pudo conseguir permiso para volver a casa contigo?”, preguntó Keke.
“¡No tiene gracia!”, le dijo Lila.
“Nunca volvió a mencionarlo siquiera”, les dije. “Volví a casa con otra persona, y Joe volvió del reformatorio enojado conmigo. O tal vez estaba enojado con el mundo, pero yo sentía que era conmigo. Casi no me acuerdo, pero antes del reformatorio Joe no era espinoso como es ahora. El reformatorio lo volvió espinoso”.
“Siempre he pensado que al morir su madre se volvió espinoso”, dijo Lila.
Yo no había olvidado que la madre de Joe había muerto en un accidente de tránsito cuando estábamos en octavo grado. Era, en parte, lo que mantenía a las chicas mirándolo con nostalgia después de que él les contestara con brusquedad. Con esta tragedia en su pasado, ellas pensaban que él debía ser vulnerable.
Y ahora, pensando en ello… tal vez a pesar de todas las razones que Joe tenía para no apreciarme, él haría honor a la demanda de mi padre de guardar para sí lo que mi madre había hecho, porque simpatizaba conmigo. Tal vez lo había interpretado mal en la sala de emergencias, lo cual no era para sorprender, teniendo en cuenta mi estado de ánimo.
Cuando se había dirigido hacia mí, no tenía intención de hacer un comentario sarcástico. Él entendía. Esta interpretación no coincidía con la forma en que Joe había estado actuando los últimos años. Pero tenía sentido cuando pensaba en él en noveno grado, colgado en la pared de cemento en el carril junto al mío, durante el entrenamiento de natación, haciendo una broma acerca de nuestros trajes de baño, un horrible uniforme adornado con el perro mascota más feo que cualquiera de nosotros hubiera visto y pidiéndome para acompañarme de regreso a casa. Su voz era suave y su sonrisa era amable.
“No”, le dije a Keke. “Él no era espinoso antes del reformatorio”.
”Aquí pasa algo”, dijo Keke a Lila. “Joe voltea sus ojos a todo el mundo, pero tiene una forma especial de hacerlo cuando ____ abre la boca. Igual que esto”.
Su imitación fue sorprendentemente precisa. Me reí y al mismo tiempo me tapé la boca con horror.
“¡Es muy cierto!”, exclamó Lila. “pero pensé que lo hacía porque ____ es linda”. Se volvió hacia mí. “Joe no lo hace lindo”.
Lila tenía razón. Joe simpatizaba conmigo antes de tener la oportunidad de hundir a la chica rica —y era algo para agradecer, ya que no tenía un genio que me concediera los deseos. Los hubiera utilizado en alguien más.
“Me pregunto por qué vino a buscarme aquí”, reflexioné. “Si ha venido a estas fiestas durante todo el verano, sabe que no he venido a ninguna.”
“Definitivamente pensó que estarías aquí”. Lila se encogió de hombros. “¿Qué haces aquí? ¿Cómo está tu mamá?”
“Mi mamá —dije lentamente-, estará bien por el resto de la noche”. En mi mente estaba nuevamente en su dormitorio. Arreglé sus ropas de cama y la envolví en ellas más estrechamente, porque parecía tener frío.
Había venido a la fiesta para escapar de pensamientos como éste. Ahora me habían perseguido hasta aquí, y me sentía igual que si hubiera ido a casa de mi papá y Ashley. Me sentí como si estuviera a punto de saltar de mi propia piel, y no podía soportarlo.
“____”.
Giramos la cabeza hacia la playa al oir el sonido de la voz de un muchacho, y las tres relajamos los hombros cuando vimos que no era Joe.
Era Brandon. Uno de los empleados del parque acuático que no estaba en el equipo de natación, era la estrella del equipo de fútbol de la escuela y lo parecía, grande, rubio y limpiamente cortado, como un superhéroe de dibujos animados. Tampoco era salvavidas. Vendía helados, y levantaba cosas pesadas. Yo había hablado con él sobre esto un par de veces, porque a los salvavidas se les pagaba más que a quienes trabajaban en los puestos de los concesionarios. Le podría haber conseguido una promoción. Él siempre me hacía callar con una broma acerca de permanecer fuera del sol para no estropear la tez.
Sus pulmones eran otra historia. Puso ambas manos alrededor del cigarrillo que fumaba para mantenerlo encendido en el viento del oleaje.
“Entra en el agua”. Juguetonamente salpiqué un poco de agua hacia él.
“Sal del agua”, gritó. “Tengo que hablar contigo a solas”.
Lila se inclinó y me susurró: “¿Quieres que lo distraiga? Ha tomado mucha cerveza, y es peligroso con ese cigarrillo. Puede que te prenda en llamas”.
“Gracias, estaré bien”, le susurré. Estaba segura de que necesitaba consuelo si su última conquista se había vuelto amarga, y si podía ayudarle, al menos habría hecho algo por alguien esta noche.
Vadeé el agua con mis brazos extendidos hacia él. “Claro”, le dije, mientras lo saludaba con un abrazo. “Podemos hablar a solas. Vamos a…”
Eché un vistazo hacia el agua. Me sentía mejor sólo tocándola. Keke, Lila y el resto de los chicos se habían dirigido a la playa, hacia la cerveza. Brandon y yo podíamos hablar en el agua, ahora que teníamos el mar para nosotros solos.
Su musculoso brazo se curvó alrededor de mi cintura.
Levanté la vista hacia él. Me miró sinceramente, sus demasiado apuestas facciones de superhéroe suavizadas a la luz de las estrellas.
Su mano acarició mi espalda. No pensé que me estaba tocando de manera insinuante. Pensé que tenía un problema de equilibrio y se tambaleaba un poco. Pero yo quería que él flirteara conmigo. Era un jugador de fútbol musculoso y mujeriego, pero yo sabía que era un blandengue y en ese momento oscuro sabía que quería más. Era una locura. Yo sentía un hormigueo de atracción por Brandon todo el tiempo. ¿Quién no? Pero nunca había hecho nada al respecto. Esta vez, los pensamientos sobre mi madre y la presión de Joe parecían empujarme fuera del agua y contra el ancho pecho de Brandon. Yo había venido a la fiesta necesitando desesperadamente algo que no podía nombrar. Ahora sabía lo que era. Acaricié con mi mano la de él. “¿Podríamos ir a tu Buick?” Yo había salido con varios chicos agradables en los últimos años. Nunca me había puesto en serio con nadie, lo cual estaba bien para mí. Tenía sólo diecisiete años. Me disponía a esperar por las cosas buenas.
Pero algo me pasó en junio, cuando mi papá le dijo a mi madre lo de Ashley. No podía dejar de pensar en el sexo; mi padre tiene relaciones sexuales, Ashley tiene sexo, todos en ‘Deslízate con Clyde’ tienen relaciones sexuales, excepto mi mamá y yo.
Se podría pensar que mi trabajo como socorrista era sexy. Pero pasaba la mayor parte del tiempo en una plataforma, con gafas de sol y un silbato en la boca, lista para prevenir una tragedia. Los turistas me aceptaban como parte del paisaje, como las montañas de cemento arrojando cascadas de agua por las mangueras, o las pilas de cajas con etiquetas que había estarcido otro verano: BANANAS PARA EL GRUPO o ¡PELIGRO: ANACONDA!
Los turistas no me veían, así que los observaba descaradamente. Mientras los niños pequeños chapoteaban en las fuentes y orinaban en las pozas, sus padres se miraban a los ojos mientras se untaban unos a otros con aceite. No había dudas de lo que hacían en la habitación del hotel después que Junior se iba a dormir.
Los turistas adolescentes no tienen un lugar para hacerlo. A diferencia de los locales, no sabían nada del estacionamiento de la playa de la ciudad. Pero estaba claro lo que querían.
Los clubes de baile de la ciudad de Panamá se parecían a la escuela dominical en comparación con lo que ‘Deslízate con Clyde’ provocaba en las personas. Unas pocas piñas coladas compradas por estudiantes universitarios arrastraba a los adolescentes menores a la diversión. Torrentes de agua fresca. Desnuda piel caliente, cantidades de ella. Lo consiguieras o no, ‘Deslízate con Clyde’ vendía sexo.
Los empleados lo sentían. Y si les oía hablar, la mayoría de ellos lo conseguía en las fiestas de la playa cada fin de semana, las que me perdía, porque me quedaba en casa con mi mamá. Estaba preocupada por mis amigos. O por sentirme abandonada. O muy enojada con mi papá por embarazar a la gerente de recursos humanos mientras mi mamá dormía más y más cada día y lentamente llegaba a un punto muerto. La siguiente vez que mi padre me envió a la tienda al por mayor por toallas de papel y envases de sosa para ‘Deslízate con Clyde’, también compré la caja más grande de condones. Mi papá nunca comprobaba las compras de todos modos. Él sólo quería que aparecieran el papel de inodoro y los pepinillos. Di condones a cualquier persona que los pidiera. También se los di a personas que no los habían pedido. Escuchaba rumores acerca de ellos, y deslizaba los condones a través de las rejillas de ventilación en sus taquillas en la sala de descanso. Brandon me encontró dejando un paquete en su casillero una tarde. Me sentí mortificada. Éramos amigos en la escuela, y le había conseguido el trabajo, pero no lo conocía lo suficientemente bien como para dejar condones en su casillero. Sin embargo, él fue realmente agradable. Me pidió consejo acerca de la chica con quien estaba saliendo. Yo quería ayudarle. Y así fue como nos hicimos amigos.
Por el resto del verano, las chicas me guiñaron el ojo y dijeron “Sí, claro, tú y Brandon son sólo amigos”, queriendo decir “¿Cómo puedes solamente amiga de semejante pedazo de carne?” Pero, honestamente, lo éramos. Él me pedía consejo sobre una novia nueva cada semana.
Las chicas adoraban a Brandon. Se arrojaban sobre él. Llovían chicas sobre el techo de su Buick. Muchas de sus quejas tenían que ver con chicas que se enfadaban con él porque salía con otras chicas. Yo no quería un novio así. Y él no quería una novia como yo. Todos en la escuela sabían que yo era ____, la amiga de todos, y yo no tenía problemas. Yo no me enfadaba.
Hasta ahora.
“Sólo un segundo”, le dije al pasar junto a mi escarabajo en nuestro camino por el estacionamiento.
“Déjame sacar algo de mi coche”. Mientras él terminaba el cigarrillo, abrí el baúl y me incliné adentro por la caja extra grande de condones. Saqué uno y lo guardé en mi bolsillo, esperando que Brandon no lo hubiera notado. Todavía no. Me di vuelta.
Él echó un vistazo a mi bolsillo. Me miró con sus ojos azules, que yo hubiera jurado eran inocentes como los de un bebé, si no lo conociera tan bien. Parecía verme con perfecta claridad.
No dijo ni una palabra al respecto, sin embargo. Se volvió hacia su Buick de nuevo y preguntó mientras caminábamos: “¿Conoces a esa chica Phoebe, la que hace los tatuajes con aerógrafo en ‘Deslízate con Clyde’?”
Quitó el seguro a la puerta de pasajeros del Buick y la abrió un poco para mí. No podía abrirla del todo, ya que era enorme y tocaría al coche estacionado al lado. Me apreté para pasar y cerró la puerta detrás de mí.
Brandon se sentó en el lado del conductor, sin dejar de hablar. Sospechaba que había estado hablando fuera del coche también, sin percatarse de que yo no estaba allí para escuchar. “…bajando a la playa ahora mismo con su prima de Destin que está ardiente, ____, y de alguna forma tengo que encontrar la manera de que ambas se retiren sin asustarse”.
Puso el codo en el volante y apoyó el mentón en la mano, mirando sin ver con la frente hacia abajo, perplejo.
Cuando había hablado de estos temas con Brandon al principio, yo pensaba que estaba bromeando. Ninguna persona real podría tener en serio problemas de ese tipo. Pero Brandon los tenía, y una vez que te dabas cuenta de esto, era fácil que te gustara. No tenía malicia. Le encantaban las chicas y el sexo.
Me recosté contra la puerta, mis rodillas hacia él.
“¿Te puedo preguntar algo?”
"Lo sé, lo sé", dijo. "¿Por qué no puedo estar con Phoebe y estar satisfecho con eso, en vez de ir tras su prima? ¿Por qué siempre se quiere lo que uno no tiene? No sé, ____. Si lo supiera, no te necesitaría.”
“¿No me necesitarías?” Deslicé mi mano sobre su muslo desnudo: la mano sin el esmalte de uñas saltado.
Un montón de chicos me hubieran preguntado qué pensaba yo que estaba haciendo. Brandon no lo hizo. O sabía exactamente qué estaba haciendo yo, o él era fácil. Por eso era que él conseguía tantas chicas como tenía. Yo quería ser fácil por una vez.
“No es eso lo que te iba a preguntar”. Alisé con la mano los suaves vellos rubios de su pierna bronceada. “¿Por qué no nos hicimos novios?”
Se echó a reír. “¿Porque yo quería conservar mi trabajo?”
“A mi papá no le importaría”. Me dolió tener que decirlo. Seguí sonriendo.
Brandon se encogió de hombros. “Sólo te veo en el trabajo. Apenas has venido con nosotros una sola vez durante todo el verano”.
"Estoy aquí ahora", le dije.
Frunció el ceño. Yo estaba a punto de reventar. Él sabía que había algo en mí y rehusaría ayudarme a empeorar las cosas de alguna manera.
Pero no. Incorporándose del volante, y corriéndose más cerca sobre el ancho asiento, me alcanzó detrás de la cabeza y recorrió con los dedos un mechón de mi cabello. “No sé, ____. Supongo que pensé que dirías que no. Eres una buena chica.”. Se inclinó y me besó.
Mi cuerpo estaba allí, en el coche, con él, haciéndolo con él. Mi mente corría a través de las advertencias de toda una vida sobre el sexo. Antes de esta noche, yo asumía que no lo haría por un tiempo. Yo tenía mucho que esperar —la graduación, la universidad, un trabajo, un viaje. No podía arriesgarme a perderlo todo por satisfacer la furia de mis hormonas.
Pero cuando él bajó mis pantalones cortos, nada de eso tenía sentido para mí. ¿Cuál era el riesgo? Sólo lo estábamos haciendo. Fue sorprendentemente fácil.
Sus dedos encontraron el condón en mi bolsillo, y lo sacó. Seguí besando su cuello arrugado como el plástico y me arrastró hacia abajo, hasta que quedé tendida sobre el largo asiento.
Se detuvo en el borde de mí, no empujando, pero manteniendo la presión, amenazante. Yo ponía barreras, incluso ahora, que le dificultaban pasar. Traté de relajarme para él. Me visualicé abriéndome para él, dejándolo entrar en mí.
Algo dentro de mí gritó: Nooooo, esto es una locura. Algo más dentro de mí llegó, como si me cubriera la boca con la mano. Me presionó para que no pudiera escapar hasta que el daño estuviera hecho. Brandon se deslizó hasta el final dentro de mí, hasta el punto de no retorno, tan rápida y profundamente que me cortó la respiración. Me sentí un poco mal del estómago, y mis brazos se volvieron hormigueantes y fríos, como si tuviera alguna enfermedad extraña.
“Eso es”, susurró él, empujando más adentro.
No me había dado cuenta de cuán dentro podía ir, pero lo mejor era confiar en él, dado que ya lo había hecho antes. Lo dejé empujar dentro de mí, salir, presionar de nuevo, hasta que encontró un ritmo, y el sexo se convirtió en cada fragmento pornográfico que había visto alguna vez que los chicos miraban en la computadora de la sala de descanso de ‘Deslízate con Clyde’.
Era familiar. No era cómodo, pero al menos era algo que reconocía. Yo estaba haciendo lo que los demás ya habían hecho, lo que me hacía normal. Mis brazos todavía se estremecían, pero mi cuerpo oscilaba de frío a caliente ahora, y entendí la naturaleza animal de aquello, haciéndolo para la reproducción. Brandon era el más grande y mejor ejemplo de mi especie, y sentí un orgullo animal por haberlo atrapado. Después, tomados de la mano, cruzamos el puente sobre las dunas de arena y nos sentamos en la escalera de madera, mirando hacia la fiesta. Era perfecto. Éramos parte de la fiesta, pero lejos de ella, por encima de ella, por lo que recién habíamos compartido.
Entonces me preguntó: “¿Quieres una cerveza?”
La pregunta me hizo gracia. Nunca bebía. Tenía miedo de perder el control. Todos mis amigos sabían eso de mí, salvo que yo acababa de perder mi virginidad.
“¿Por qué te ríes?”, preguntó torpemente. “¿Lo tomo como un sí?”
“No, gracias. No mientras me esté entrenando”. Puse mi mano sobre mi vientre y expresé mi negativa en términos que Brandon aceptaría. Como deportista, él entendería la abstención en aras del entrenamiento, incluso aunque nunca se le ocurriría a sí mismo abstenerse.
“¿Te importa si voy por una?”, preguntó, poniéndose de pie y afirmándose con una mano en mi hombro. Si hubiera estado sobrio, tendría que haber sabido que era peso suficiente como para hacerme daño. No me importaba. Sonreí a través de él.
“Te estaré esperando”.
Lo vi caminar por la arena, entre las sombras, hacia el escondite de la cerveza entre las dunas, tambaleándose un poco.
A los pocos segundos, una silueta vino hacia mí. Eso fue rápido. Pero la silueta era demasiado pequeña como para ser Brandon, y cuando estuvo más cerca reconocí los rizos de una chica. Lila. Me sentí como si no la hubiera visto en un año. Se precipitó hacia la escalera y esparció arena sobre mí, ya que se dejó caer pesadamente a mi lado.
Por encima del ruido de las olas, susurró teatralmente: “¡Acabo de oír que te enganchaste con Brandon Moore!”
“Lo hice”, le dije.
“No, quiero decir que oí que lo hiciste con Brandon Moore”.
Yo había contenido la necesidad de mirar con recelo detrás de mí en el estacionamiento, más allá del puente. Me había dado cuenta de las ventanas empañadas de los coches cuando llegué por primera vez. La gente igualmente podría habernos visto a Brandon y a mí, también. Le pregunté cuidadosamente:
“¿Cómo te enteraste?” “¡Por el propio Brandon Moore!”
“Oh”. No estaba segura de cómo manejar esto. No había contado con que Brandon lo dijera. Pero lo perdoné, él había bebido. Debía estar contento con lo que habíamos hecho, o no querría dar cuenta de ello. “Lo hicimos”, dije otra vez.
Lila insistió: “¿No fue tu primera vez, no?”
“Sí. Y él fue realmente dulce”.
Lila frunció el ceño y se mordió el labio. Estaba empezando a sentirme un poco molesta con ella. Me sentía bien sobre lo que Brandon y yo habíamos hecho, pero la respuesta de Lila me hacía pensarlo de nuevo. Yo no quería nuevos pensamientos. Le recordé: “Brandon y yo somos buenos amigos”.
“Sí”, dijo ella.
“Todo el mundo en ‘Deslízate con Clyde’ me dijo durante todo el verano que debíamos engancharnos”.
“Sí”. Asintió lentamente. “Es genial, ____”.
“Estoy feliz”. Envolví mis brazos alrededor de mis rodillas y me abracé a mí misma. La brisa del mar se mantenía estable, pero de pronto parecía hacer más frío. “¿Dónde está Keke?”
“Avergonzándome”, dijo Lila amargamente. “Nunca voy a tener sexo a este paso”.
Desenvolví un brazo de mis rodillas y hundí mis dedos en sus rizos rojos. “Date tiempo. Ya va a suceder”.
”Oh, como que de pronto en cinco minutos te volviste experta en esto”.
Mi mano se inmovilizó en su pelo. No es que importara en la oscuridad, pero podía sentir la sangre fluyendo por mi cara, de ira por lo que ella me había dicho y de vergüenza por lo que yo le había dicho a ella. Había sonado como una película de educación sexual de la escuela secundaria.
“Lo siento” dijo ella rápidamente. “Eso fue horrible. No quise decir eso”.
“Sé lo que quisiste decir”. Le di algunos tirones en los rizos, para demostrar que todo estaba bien, aunque yo no quería. Nos quedamos en silencio al principio, pero al final hablamos de la natación del próximo sábado, fingiendo que nada había sucedido. Yo bostezaba, terriblemente cansada ahora, por la fiesta. Probablemente podría dormir, a pesar del día que había tenido, incluso en la casa de mi papá. Hubiera querido que Brandon volviera con su cerveza. Quería ofrecerme para llevarlo a su casa, y tendríamos una dulce despedida como final de nuestra primera noche juntos.
Él no volvía. Después de unos minutos iría a buscarlo, preocupada. Mi breve búsqueda comenzaría a volverse histérica, pensando que algo le habría sucedido, sólo al final. Entonces mis amigos me dirían que Brandon había vomitado otra vez en la arena, y los chicos lo habían ayudado a cruzar el puente hasta el estacionamiento. Stephanie Wetzel vivía en su vecindario, y lo había llevado a casa.
Pero charlando con Lila y viendo las siluetas en la playa, yo no lo sabía todavía, ni lo podría haber previsto. Todavía abrazaba mis rodillas contra mi pecho, como si necesitara consuelo. Me sentía bien, aunque…
En dirección opuesta a la que Brandon había tomado, un chico invisible preguntó en tono incrédulo:
“¿Brandon Moore y ____ Commander?” Y alguna chica lo hizo callar. Eso estaba bien también. Era lo que solían hacer. Y yo también lo haría.
Para la corta semana de escuela, casi estaba contenta de que Ashley estuviera embarazada de mi papá. Me mantenía ocupada.
A última hora de la noche del Día del Trabajo, cuando llegué de la fiesta, encontré una nota de Ashley diciendo que me había trasladado de habitación. La mía estaba arriba, junto al cuarto de mis padres. Ashley me había puesto en el primer piso, en la que solía ser la habitación de invitados. Dijo que quería que la habitación del bebé estuviera arriba, junto a la de ella. Había hecho la cama para mí en la habitación de invitados con mi viejo edredón.
Pasé el resto de la semana desempaquetando cosas que había traído desde el apartamento de mi mamá y organizándolas a la perfección. Luego me ofrecí para armar la silla alta y el columpio del bebé que Ashley y mi padre habían comprado en Destin. Todo se complicaba por el ajetreo de los obreros en la casa. Ashley insistía en que terminaran la remodelación de la cocina antes de que ella y mi papá se fueran el sábado de viaje a Hawai para casarse. Y mi papá estaba instalando cámaras.
Habían planeado su viaje semanas atrás. No habían previsto tener un menor a cargo en la casa. La solución de mi papá era tener cámaras para registrar todo lo que pasaba mientras estaba fuera, y poder ver el video en Internet. Solíamos tener un gato, y cuando nos fuimos de vacaciones mi mamá quiso dejarlo con el veterinario. Mi papá quería llenar un montón de cuencos con comida para gatos, encerrarlo en la casa y dejarlo ahí. Iba a estar bien, me decía. ¿Qué podría pasar?
Yo era un gato, y el veterinario estaba cerrado por reparaciones.
Apenas me importaba. No quería ir con ellos a Hawai, y no quería que perdieran su viaje y me guardaran rencor. Y apreciaba todas las actividades de preparación. Ahora entendía por qué la gente se hacía tantos problemas con los funerales, con estelas, y con los alimentos, y flores, y ataúdes, y las opciones. Les daba algo que hacer aparte de llorar insoportablemente. En mi mente, casi nunca volví otra vez a la habitación de mi madre para tratar de arreglarlo todo, hasta que me acostaba en la cama por la noche, orando por poder dormir.
Brandon fue otro punto brillante en mi semana. No era su culpa que no nos viéramos el uno al otro. En las tardes, su práctica de fútbol duraba más tiempo que el entrenamiento de mi equipo de natación. Nuestras clases y nuestros períodos de almuerzo eran diferentes. Todo el mundo tenía descanso al mismo tiempo entre el segundo y el tercer periodo, pero entonces yo corría entre historia y cálculo, y él probablemente estaba en el otro extremo de la escuela. Nunca había preguntado por ahí o había ido en busca de él, porque eso era el tipo de cosas que sus chicas habían hecho antes que yo, allá por el verano, cuando le llovían chicas a través del techo. Mi relación con él era diferente, porque habíamos sido los mejores amigos primero. No necesitaba estar segura de que siempre quería estar conmigo.
Además, mis amigos lo recordaban todo el tiempo, asombrados y vagamente divertidos de que estuviéramos juntos, así que era casi como si él estuviera sentado a mi lado en todas las clases. Me enviaba un mensaje con tiernas faltas de ortografía al menos una vez al día, lo que incluso encontraba molesto, porque cada vez que veía la luz intermitente en mi teléfono, por una fracción de segundo siempre esperaba que fuera mi madre quien llamaba. Y en la noche del jueves, cuando sonó el teléfono y tiré el tenedor en el centro de los deliciosos espaguetis que Ashley había hecho para cenar con ayuda de mi papá, y me apresuré a mi habitación para buscar mi teléfono, también era Brandon, no mi mamá.
Llamaba para decirme que no podía salir conmigo la noche del viernes después del partido, porque el equipo de fútbol haría su propia fiesta en la playa, sólo chicos. Estaba bien. Lo entendía.
Lo único malo que ocurrió durante toda la semana fue que Joe comenzó a presionar los botones acerca de lo de mi madre. Por lo menos así me parecía. Las dos primeras semanas de escuela, él había llegado a las prácticas de natación a tiempo, como todo el mundo. Como practicábamos después del último período de clase, no había razón para llegar tarde. Todo lo que tenía que hacer era cruzar el patio del ala de las artes liberales. Pero cada día de esta semana, él había llegado tarde. Se suponía que debíamos llegar a tiempo, ponernos los trajes de baño, meternos en el agua y calentar mientras el entrenador hablaba con el equipo junior, que entrenaba antes que nosotros. Como capitana del equipo mayor, yo estaba encargada de amonestar a quien no cumpliera el horario.
Esto me aterrorizó. No había oído rumores acerca de mi mamá, así que supuse que Joe se mantenía callado. No había tratado de hablar conmigo sobre esto. Lo que fuera que había estado tan desesperado por decirme la noche de la fiesta en la playa, había decidido que podía esperar. Pero yo no quería tentar mi suerte amonestándolo y haciéndolo enfurecer.
Cada día lo reprendía amablemente por llegar tarde. Él me contestaba bruscamente, y llegaba tarde al día siguiente.
El resto del equipo me forzó la mano. Keke y Lila preguntaban por qué favorecía a Joe. Los muchachos lo llamaban diva, y me exigieron que le pateara el trasero. Al final, yo esperaba que Joe se diera cuenta que no tenía elección y que no tomara represalias en especie.
Fue entonces cuando mi suerte se acabó.
Julieta♥
Julieta♥


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Mensaje por Julieta♥ Vie 20 Jul 2012, 11:58 am

Capítulo 3



"Muchas gracias, ____".

Me sorprendí al escuchar la voz de joe. Miré hacia él antes de poder evitarlo. Había temido que tendría algo que decirme esta noche, después que yo descubriera al entrenador hablando con él en la oficina con las puertas cerradas. Eso nunca me hubiera impedido llegar al partido de fútbol para animar a Brandon y encontrarme con el resto del equipo de natación en el estadio lleno de gente. Aun así, me sentí aliviada cuando Joe no se hizo ver tiempo tras tiempo. Y ahora aquí estaba en el cuarto, típicamente tarde, típicamente entrando gratis después que el club de apoyo dejara de pedir los tickets en la puerta.

“¿El entrenador no te expulsó del equipo, verdad?” Esperaba haber sonado sorprendida de que Joe estuviera molesto. Era el mejor nadador que teníamos, demasiado bueno para que el entrenador lo expulsara por infracciones menores. Realmente él no estaba en problemas, y yo esperaba que al indicar esto, desviara su rabia contra mí.

Evitando su mirada, me volví al juego allá abajo en el campo iluminado. Busqué el blanco número 24 en la camiseta roja de los Bulldogs de Brandon. Llevaba la pelota, y se abrió camino campo adelante. “¡Vamos, Brandon!” Grité. “Vamos, vamos, vamos…ooouch!” Chocó contra un jugador contrario aún más grande que él, y se detuvo en seco. Sonaron los silbatos, los árbitros indicaron una pena en algún lugar campo abajo, y el juego se detuvo. La banda irrumpió con la marcha “Quién dejó salir a los perros” para el tercer tiempo del cuarto trimestre. Ya no tenía excusas para ignorar a Joe.

Él bajó la mirada hacia mí, esperando tener toda mi atención antes de contestar a mi pregunta con un insulto.

“No, el entrenador no me dio la patada”, se burló. “Pero eso es lo que querías, ____. Puedes hacer esa dulce actuación con cualquiera menos conmigo”. La burla me hizo sentir incómoda. Tenía la secreta esperanza que lo de mi mamá siguiera siendo secreto. Y con joe mirándome, me resultaba difícil recordar lo que había previsto decir a continuación. Finalmente lo conseguí:

“No tengo nada contra ti, Joe. Nada, salvo que hayas llegado tarde a la práctica todos los días de la semana. Es mi trabajo indicar quién llega tarde”.

“¿Y delatarlo al entrenador? Él nunca se habría dado cuenta que llegaba tarde si no se lo hubieras dicho”.

Joe levantó la voz mientras hablaba. Mike e Ian, de pie sobre la grada debajo de nosotros, lo escucharon, incluso con el estrépito de “¿Quién dejó salir a los perros?” que sonaba en el estadio. Dieron media vuelta para mirarnos.

Mike se ruborizó –lo que no era raro en Mike, pero indicaba que podía oír claramente a Joe. Ian, con su pelo castaño arenoso, se quedó la arena coloreada, como si estuviera tratando de mezclarse con el entorno de playa.
Pero sus ojos encontraron los míos por un brevísimo instante. Esta discusión entre Joe y yo iba a despertar más habladurías de que algo había ocurrido entre nosotros.

Mi corazón se aceleró. Pude sentirlo golpeando contra mi pecho y escuchar el bombeo de la sangre en mis oídos.
Le dije, clara y razonablemente, para que lo pensara dos veces antes de levantarme la voz otra vez: “Tengo que decirle estas cosas al entrenador. No podría hacerlo de otra manera. Si no se le recuerda, él mismo llegaría tarde al entrenamiento”.

“Exactamente”, dijo Joe, imitándome, con la misma claridad. “Y ahora el entrenador está encima de mí. Debes pensar que no debería darme favores especiales…”

“Pero él no debe darte un trato especial”, protesté.

“…no es para que tú lo decidas. Él me iba a recomendar para una beca de natación del Estado. ¿Entiendes? Esto no es acerca de tu estúpido equipo”.

Mike e Ian se miraron uno al otro. Los dos estaban en el estúpido equipo.

Joe no los miró ni bajo la voz. “Yo tendría cero posibilidades de conseguir una beca para estudiar en FSU si me echan del equipo y no tengo entrenador que me ayude. No es como si viniera de una larga línea de atletas olímpicos, ____. Mi padre es un jodido pescador”.

Oh. Por primera vez me di cuenta de lo que casi le había hecho. Una ciudad más grande habría tenido un club de natación al que todos pudiéramos unirnos desde niños y competir por él desde entonces. Cuando Joe comenzó a mostrar su real potencial el año pasado, otros padres podrían haberse trasladado a una ciudad más grande con un club donde él pudiera practicar con entrenadores de calibre olímpico. Pero Joe vivía en esta ciudad con su padre. El equipo era todo lo que tenía, y yo casi lo había alejado de él. No había estado pensando en él. Había estado pensando en el equipo, respirándome en la nuca.

Puse mi mano en su antebrazo. Me sorprendió el calor de su piel. No debería haber sido así. A mediados de setiembre, en Florida todavía es verano. Aunque la palma de mi mano comenzó a transpirar, la mantuve sobre su brazo, esperando que el contacto me ayudara a conectar con él.

“No eres el único tras una beca a la FSU”, señalé. “Si mantengo mis calificaciones y mis actividades extracurriculares, aplicaré a una beca académica”. Por supuesto, nada importaban mis calificaciones, para un muchacho arrogante, en comparación con una beca deportiva, pero yo estaba tratando de retener a Joe aquí.

Señalé con la cabeza al campo de juego. “Y Brandon tratará de obtener una beca de fútbol. La diferencia es que Brandon hace lo que su entrenador le dice. Si la beca es tan importante para ti, ¿por qué no llegas a tiempo a la práctica de natación?”

Joe sonrió. Tal vez yo debería haber sonreído también, y reído como si pensara que habíamos llegado a un entendimiento. Pero yo sabía que la mía sería una risa nerviosa. Así que continué mirándolo seriamente.

Me sostuvo la mirada.

Tenía todas las asignaturas con él, excepto matemáticas, porque ambos estábamos en PA, pero en la mayoría de las clases se sentaba del otro lado de la sala. En Inglés se sentó justo delante de mí, así que estaba familiarizada con el bronceado de atrás de su cuello, y la forma en que su pelo negro formaba rizos. Nunca había estado tan cerca frente a él, sin embargo, sin que tuviera el pelo en la gorra de baño y los ojos borrosos detrás de las gafas de natación. Era curioso cómo había podido evitarme desde el noveno grado, pero al instante en que lo metí en problemas, estuvo frente a mi cara. Podía ver cada pequeño vello negro de la barba de un día en su mentón. Su voz fue tan dulce que yo habría pensado que me estaba felicitando, de no ser por sus palabras y el sutil sarcasmo en su tono, que yo había llegado a conocer muy bien en este último año en el equipo. “No, ____. La diferencia es que yo realmente necesito una beca, y tú eres una niña mimada”. Retorció su brazo fuera de mi mano y lo frotó, como si lo hubiera lastimado, aunque yo estaba segura de que apenas lo había tocado. “Y estoy preocupado por tu beca académica, si eres tan tonta como para pensar que a Brandon Moore le importas una mierda”.

De pronto estaba mirando la espalda de ____. Él recorría las gradas, pasando por encima de los asientos para unirse con otros chicos del equipo de natación. Les dijo algo y se rieron. Todos se quejaban en privado de ____, pero cuando estaba cerca, él era el alma de la fiesta. Ahora el grupo parecía tan cómplice que Ian caminaba por el banco debajo de mí para participar. Incluso Mike, que odiaba a Joe, se acercó. Yo esperaba que no hablaran de mí. O si lo hacían, que fuera sólo sobre mi discusión con joe y no sobre mi mamá.

Y luego, en mi mente, estaba nuevamente en el dormitorio de mi madre en nuestro apartamento, tratando de arreglar todo. Sosteniendo el teléfono junto a mi oreja con una mano, susurrando al despachador del 911. Con la otra mano, enderezando frascos de perfume caro sobre la cómoda barata de alquiler. Me froté polvo imaginario de los tapones decorados con joyas y cintas de vidrio. Salté y me olvidé de los frascos cuando la banda hacía resonar “¿Quién dejó salir a los perros?” por cuarta vez. En la zona de anotación, los árbitros tenían las manos en alto y los compañeros del equipo de Brandon golpeaban su casco. Mi propósito al venir al juego era ver jugar a Brandon. Ahora, Brandon había anotado, y no tenía ni idea de cómo había ocurrido.

Y ahora Keke y Lila regresaban por las escaleras. Sus manos estaban llenas de Coca Cola, palomitas de maíz y algodón de azúcar, basura que no deberían estar comiendo con un encuentro de natación al día siguiente. Si se hubieran quedado conmigo en vez de ir al puesto de ventas, Joe no me hubiera atacado como un león en la sabana ataca a la gacela más vulnerable fuera de la manada. O… las especies que saltan histéricamente en vez de correr. Confundí los animales entre sí. Ciervo. Impala.

"¿Qué?"

“Dije si vas a ver a Brandon después del juego”, dijo Keke con la boca llena de palomitas de maíz.

“____ ama a Brandon. Es perfecto y un sueño”, dijo Lila con voz de anuncio de televisión sobre muñecas princesa. Ella misma era una princesa, con un top de gasa que fluía a su alrededor en la brisa y sus rizos rojos que cubrían sus hombros en cascada de bucles.

“Brandon va a una fiesta esta noche con el equipo de fútbol en el parque de la playa”, les dije. “Vínculos masculinos”.

“El equipo de natación debería caer en la fiesta”, declaró Keke.

“¡Sí!” Lila saltó unos pasos por las gradas para discutir la idea con las chicas del equipo de natación junior.

"¡No!"

Capturé a Lila por el brazo y la arrastré hacia atrás. Ella y Keke esperaron por una explicación. Yo deseaba que todos dejaran de mirarme. ¿Había gritado “no” demasiado alto, o había tirado de Lila demasiado fuerte? Debían pensar que estaba loca.

“Estaba pensando ir a su casa mañana por la noche después de la natación y llevarlo al estacionamiento”, les dijo con toda la calma y cordura que pude.

"Oooh", dijo Lila agradecida.

"Eso es ridículo", dijo Keke. “Él no puede prohibirte ir a su fiesta en la playa. No es su maldita playa”.

“Buen punto”. Lila escapó hacia las chicas junior nuevamente antes de que pudiera agarrarla. Les susurró y ellas chillaron.

Era demasiado fácil, demasiado bueno para ser verdad. Yo no lo había planeado. Yo no lo había pedido. Yo no me vería lamentable persiguiendo a Brandon, porque invadir su fiesta había sido idea del equipo de natación, no mía.

Yo había luchado durante todo el día con mi resentimiento porque Brandon iba a salir esta noche con los chicos en vez de conmigo, cuando no lo había visto desde la noche del lunes. Había pensado que estaba bien, le había dicho que estaba bien, pero cuanto más tiempo lo consideraba, menos bien estaba.

¿Ahora de pronto el problema se resolvía sin que yo hiciera nada? Parecía peligroso. No confiaba en ello.

Como si estuviera de acuerdo, el bosque de pinos y magnolias detrás de las gradas se inclinó en una ráfaga de viento. Algunas palomitas de maíz se escaparon de la parte superior de la bolsa de Keke. Mi cabello me golpeó los ojos.

“¿Qué pasa con el huracán?”, murmuré, llevando mi pelo hacia atrás y anudándolo en un moño pesado.

“Viró hacia el Mississippi”, dijo Keke. “Sólo tendremos tormentas eléctricas tarde en la noche”. “¡Vaaaaamos…!” aplaudió y agitó el puño en el aire como todos los demás en el estadio, cuando los Bulldogs patearon. La pelota fue lanzada por el aire. La línea de jugadores corrió hacia delante y chocó con la del equipo contrario. Entonces Brandon trotó hacia el costado con el resto de los atacantes. Localicé el casco de color rojo con el número 24 en blanco, porque era tan alto. Y mi estómago se retorció con anticipación porque era mío, y estaba a punto de tenerlo de nuevo. Una parte de mí no quería tener más sexo con él –la parte que había sentido náuseas y no había querido hacerlo la semana pasada. Me gustaba mantener todo en su lugar. Brandon Moore dentro de mí parecía irremediablemente fuera de lugar. Pero eso era solo nervios. Yo podría hacer caso omiso de esa parte de mí esta noche, como lo había hecho antes. Como nos íbamos a ver con menos frecuencia de lo que yo había supuesto, tendríamos que aprovechar al máximo nuestro tiempo juntos cada vez que tuviéramos oportunidad.

Y si el equipo de natación se metía en la fiesta de los jugadores de fútbol, Joe me vería allí con Brandon. Era extraño lo mucho que me importaba esto con todo lo demás que pasaba en mi vida, pero, después de los insultos de joe, me importaba mucho parecer deseada y perfectamente normal. Joe vería que a Brandon, de hecho, le importaba. Y, como mi madre siempre me había dicho, si parecía que mantenía todo junto, sería menos probable que la gente como Joe me atacara.

“¡Deeee…defensa! ¡Dios mío!”, gritó Keke a través de las manos ahuecadas, su bolsa de palomitas en el hueco del brazo. Miré más allá de ella lo que Lila estaba tramando. Había terminado con las chicas menores, y se había trasladado donde los chicos del equipo de natación. Luego se puso de puntillas para mirar por encima del hombro.

Me guiñó un ojo. La fiesta era un hecho.

Su rostro se iluminó por la risa cuando un aullido se elevó por sobre el ruido de la multitud. Sabía por experiencia que era Mike, cantando en falsete su imitación de chico de la banda, que había comenzado esta temporada cuando Lila y Keke criticaron sus CDs en la van del equipo de natación. Normalmente Mike era muy tímido y quedaba rojo remolacha si alguien lo miraba, lo que hacía esta actuación extraña mucho más divertida para los otros chicos del equipo. Ellos llevaban el ritmo con él. Las muchachas del equipo no tenían performance en esto, ya que cada vez que Mike aullaba y los otros muchachos redoblaban, no nos oíamos hablar una a otra. Éramos prisioneros del falsete de Mike hasta que él se detenía para toser. Es difícil explicar lo que muchas, muchas tardes pasadas con la misma gente de diecisiete años puede hacerte.

Pero esta vez, porque no estábamos atrapados en la camioneta con él y no era tan molesto, Lila se rió y agitó las pestañas hacia Mike. Keke dijo: “¡Oh, Dios mío!” y señaló sonriendo. Las chicas menores bailaban con el ritmo que Mike y los chicos del equipo habían marcado. Al otro lado del pasillo, unos pocos bateristas de la banda tomaron el ritmo y las trompetas se hicieron eco de la melodía en falsete. El baile se extendió a las porristas. El tambor mayor miró desconcertado.

Sólo Joe se mantuvo al margen del equipo, inmóvil en medio de la multitud que bailaba, con los brazos cruzados sobre su camiseta. Como había estado en el reformatorio, ninguna chica quería salir con Joe. Era ese tipo divertido, de pelo negro y ojos hermosos, y “el” temperamento. Las chicas mantenían distancia, porque podría volverse contra ellas y hundirlas. El año pasado hubo un rumor de que salía con una chica de la secundaria de Destin. Fue solo cuestión de tiempo hasta que se enteró de lo del reformatorio. Efectivamente, Mike de alguna manera se lo había hecho saber –razón por la cual Joe y Mike se odiaban mutuamente. Yo había escuchado parte de esta historia en la van el año pasado, y mentalmente maldecía a los que hacían tanto ruido que no podía oír el resto, pero no quería pedir silencio ni dar la impresión que me importaba la vida amorosa de Joe.

Estaba pensando en esto sobre Joe, pero no me había dado cuenta de que lo estaba mirando, hasta que él me miró y me sorprendió. Se me quedó mirando fijamente, esperando que yo me achicara y evitara sus ojos. Mi corazón se aceleró de nuevo y la piel de mis antebrazos se erizó. Yo era como el impala objetivo de ese león, tomando la decisión de luchar o huir. Pero él no apartó la mirada. Lo miré de nuevo cuando Mike cantó palabras de odio sobre una chica que no valía la pena y que le rompió el corazón. Joe Jonas no era el dueño del estadio de fútbol, y yo no le mostraría debilidad ni le abriría las puertas para que hiciera daño a mi madre. Él no arruinaría mi despreocupada experiencia en la preparatoria, mi fiesta, mi noche con Brandon.

Y esto es lo último que recuerdo.


"____".

“¡Ya me levanto!” Me senté derecha contra aquello sobre lo que había caído. Tenía un asiento y un respaldo alto, por lo que debía ser un sofá. ¿El sofá de quién? Tenía la esperanza de que nadie hubiera visto que me dormía en público. Era capitana del equipo de natación, una líder de la escuela. No podía ir por ahí cayendo dormida en cualquier lado. Y no estaba borracha. Nunca había perdido el control de esta manera, nunca. “Sufriste un accidente”. Me tomó un segundo identificar la voz suave: Joe. Su voz tenía un ligero temblor, como si hubiera visto cómo ocurría el accidente y estuviera un poco asustado pero tratando de mantener la calma. “Debes salir del coche”.

Emitir órdenes no era el estilo habitual de Joe. Molestar cuando otras personas daban órdenes, sí. Darlas él mismo, no. Ahora estaba diciendo lo que había que hacer, y eso me asustó.

Yo estaba en el asiento del conductor. Me deslicé hacia su voz, del lado del pasajero. Estaba tendido en el suelo y apoyado en la puerta, la mitad de su cuerpo dentro y la otra mitad fuera del coche. Las luces de afuera borroneaban su cara como una foto sobreexpuesta en tonos de blanco. Tenía el pelo negro caído sobre la frente, y sus ojos ensombrecidos como dos fosos negros. Algo debía estar muy mal.

“Deshice mi escarabajo”, sollocé.

“Sí, lo hiciste”, dijo gravemente.

“¿Me cargué tu Jeep?”

“¡Sal del coche!” Señaló con la cabeza hacia el espacio vacío en la puerta, a su lado. “¡Sal del coche ahora, ____!”

Me deslicé más hacia él. Cuando alcancé el lado del pasajero, el tablero se inclinó tanto que me cerró el paso.

Para salir, tuve que poner las piernas sobre el asiento. Entonces las deslicé al suelo al lado de Doug y me levanté.

Y caí, salpicando barro.

”Esto es lo que me temía”, dijo Joe desde varios pies de distancia. “¿No puedes ponerte en pie?”

”Sí que puedo”, protesté. Era mejor permanecer acostada, sin embargo. Simplemente quería que los faros del coche que me había golpeado no fueran tan brillantes, fluyendo dentro de mis ojos. Nos rodeaban brillantes hojas de hierba verde, y las gotas de lluvia caían como rayas blancas sobre nosotros. Más allá del pequeño círculo en que nos encontrábamos, la noche era negra y yo no podía ver.
Sentí que se arrastraba a mi lado hasta que su rostro estuvo sobre el mío. Se levantó por encima de mí. Su brazo me rodeó, caliente después de la húmeda hierba fresca. Me alzó y se quejó.

“No estoy gorda”, le dije.

“Por supuesto que no estás gorda”. Ahora su voz sonaba como si estuviera hablando con los dientes apretados.

“Brandon me dijo que parece que he subido de peso desde el verano”. No había sido un insulto. Él bromeaba, coqueteando conmigo. Yo aún había perdido peso desde el comienzo de la temporada de competencias de natación. Pero desde que Brandon me había enviado ese mensaje el martes, me había saltado el desayuno, sólo para estar segura.

"Brandon", gruñó Joe mientras daba un gran paso y me colgaba adelante, “puede”, dio otro paso y volvió a gruñir
“Besar Mi Culo Roto”. Dejó que me deslizara por sus brazos hasta el suelo y cayó a mi lado.

Desde esa distancia, a través de las gotas de lluvia brillante en la noche oscura, pude ver los dos coches, como besándose con vapor saliendo de sus labios. Mi escarabajo y definitivamente no el Jeep de Joe.

“¿Cuál es el otro coche?”

“El Miata de Mike”.

“¿Mike Abrams?” Había chocado a todo el grupo de natación.

“No está herido, pero está atrapado en el interior. Está llamando al 911. Vamos a tener ayuda pronto. No te preocupes”.

No había estado preocupada. Pero ahora que él lo decía, la gravedad de la situación se hizo ver. Era de noche.

Estaba lloviendo. Habíamos chocado de frente. Y Joe debía estar lastimado, o no estaría acostado en la hierba bajo una tormenta.

“Joe, lo siento mucho”.

“¡Lo sientes! No es tu culpa. ¿No recuerdas qué pasó? Tanto Mike como tú se desviaron para evitar golpear un venado en el camino.

No, no me acordaba de los venados.

“¿El venado está bien?”

“Que se joda el venado. Silencio ahora”. Suavemente me atrajo hacia él y presionó en la parte de atrás de mi cuello hasta que puse mi cabeza sobre su pecho.

Era algo totalmente inocente. Joe me estaba reconfortando después que habíamos tenido un accidente. Brandon no lo aprobaría; pero yo no podía hacer nada al respecto porque me sentía mareada. Mis manos encontraron la camiseta de Joe y me agarré de la tela para no caer por el borde de la tierra. Le acaricié el pecho caliente. Olía ligeramente a cloro.

Él me acarició el pelo, que había caído sin el elástico que lo había anudado. Lo acarició desde las raíces, pasando sobre mis hombros, hasta los extremos, firmemente, con ambas manos, de una manera que yo ni siquiera sabía que debía sufrir porque Brandon no me tocaba así. Resplandeció un relámpago, rugió un trueno y el sonido sordo de la lluvia se hizo más fuerte. Joe inspiró largamente a través de sus dientes y soltó el aire lentamente. Al principio pensé que estaba haciendo algún ejercicio de respiración profunda que había aprendido en la práctica, e iba a decirle en broma que no teníamos agua suficiente para nadar, ni siquiera con esta lluvia. Cuando abrí mi boca para murmurar junto a su pecho, sentí el temblor de su exhalación. Debía estar mareado como yo, tratando de mantener el control. Necesitaba consuelo, al igual que yo. Puse una mano en su cabello. Estaba empapado.

Su mano acarició mi nuca. Su pecho subía y bajaba debajo de mí, como las olas cuando nadas en el océano.

Algún tiempo debió haber pasado, porque la policía no pudo haberse materializado de la nada. La sirena aullaba en uno de mis oídos. El corazón de Joe sonaba debajo del otro y su voz retumbaba en su pecho. Hablaba con un policía en algún lugar por encima de nosotros. No me molesté en mirar. Las luces azules eran demasiado brillantes.

Apreté los ojos cerrados contra él.

“Se golpeó en la cabeza”, oí decir a Joe.

“No me golpeé la cabeza”, le corregí. No me acordaba de haber golpeado nada.

“Ella se golpeó la cabeza”, repitió Joe, “y mi pierna está rota”.

"Oh." Traté de rodar fuera de él. Yo había sabido que estaba lastimado, sin embargo estaba acostada encima de él como si necesitara mimos aun cuando no estaba herida. Pero su brazo me apretaba alrededor y no podía moverme. Bueno, muy bien, entonces. Todavía estaba mareada y Joe era como una manta caliente.

“Entonces, ¿cómo llegaste aquí?” preguntó el policía. Abrí un ojo. Con las luces de tránsito a su espalda y las luces azules girando, no podía ver su rostro en las sombras. “¿La cargaste hasta aquí con la pierna rota?”

“Más o menos”, murmuró Joe. Sus dedos me acariciaron el pelo mojado. Me puse en alerta cuando el policía le preguntó: “¿Por qué infiernos…?” Su tono y sus palabras no sonaban ni oficiales ni policiales. Era el hermano de

Joe. El oficial Jonas. “Jesús, Joe", dijo, "es probable que hayas forzado tu pierna para nada”.

“Tenía que salir del coche en caso de que explotara”, barbotó Joe,. “¿Puedes callarte y cumplir con tu deber y sacar a Mike fuera del Miata antes de que estalle en llamas? Gracias”.

“Tú, culo tonto”, dijo el oficial Jonas. “Los coches no explotan al impactar”.

Me reí. “Joe, eres mi héroe”. Entonces, con la esperanza de no haberlo ofendido, lo abracé fuerte y le susurré al oído: “Es la intención lo que cuenta”.

No estuve segura si se rió conmigo, pero sí me abrazó de nuevo y nunca quitó las manos de mi pelo.
Me reí mientras me dormía.
Julieta♥
Julieta♥


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Mensaje por helado00 Vie 20 Jul 2012, 5:20 pm

*O*
Dios mio!! es tan...tan.. asdhashdjkhdkjashdksad
Tienes que seguirla ya julieta por favor!!!
si??! por tu bella lectora :D
helado00
helado00


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Mensaje por Yhosdaly Vie 20 Jul 2012, 6:21 pm

X lo q mas quierasss!!!!!! Siguelaaaaa! Miero x saber q sigue!
Joeeeee *-* que bello el esta q bota la baba x ella! Ash y ella ni cuenta se da!
Siguelaa andaa un capi mass piedad
Cada dia me vuelvo mas adicta a esta nove!
Siguelaaa piedad!
Att: tu mega fiel lectora!
Yhosdaly
Yhosdaly


http://www.twitter/YhosdalyL

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Mensaje por Julieta♥ Sáb 21 Jul 2012, 7:52 pm

Capítulo 4




“____”.

“¡Ya me levanto!” Sentada en mi cama, parpadeé ante el dolor de mi frente y la luz del día que entraba por las ventanas.

“Tu novio está aquí” –dijo Ashley en voz baja. Casi maternal, excepto que nada puede sonar verdaderamente maternal cuando proviene de una chica tan sólo siete años mayor que yo. “¿Te sientes bien?”

Asentí con la cabeza. A medida que mi cerebro reaccionaba, comenzaron las palpitaciones, y me acordé del accidente. Debía haberme golpeado la cabeza después de todo, como Joe había dicho. ¡Analgésicos, por favor! No había frascos de medicamento en mi mesa de noche.

“¿Ashley?”, llamé. Demasiado tarde, sus piernas bronceadas desaparecían por la puerta de mi dormitorio.

Bueno, los analgésicos podían esperar. ¡Brandon había ido a verme! Y yo necesitaba todo lo bueno que podía dejar su visita antes de salir esta tarde para natación.

Me volví en la cama, la cabeza enloqueciéndome, los ojos pegajosos. Me había ido con las lentillas a la cama.

También con la ropa mojada, me di cuenta cuando el aire acondicionado los transformó de húmedos en pegajosos. Todo estaba húmedo todavía: jeans, ropa interior, sujetador, camisa. Por supuesto, mi padre era tan descuidado para el cuidado de los hijos como siempre, y Ashley era una extraña de veinticuatro años viviendo en mi casa. Pero yo hubiera pensado que alguien encontraría alguna manera de prevenir que cayera en coma mientras usaba lentillas y ropa mojada.

Me tambaleé en el cuarto de baño para quitarme las lentillas de los ojos y cepillar mis dientes para evitar a
Brandon mi aliento matutino. Detuve repentinamente mi cepillado cuando vi el más extraño moretón en mi frente.

Con el cepillo de dientes en mi boca espumosa, busqué mis gafas en el cajón y me incliné hacia el espejo para un examen. El hematoma tenía la forma de tres lados de la silueta de un rectángulo: superior, lateral e inferior.

Verde en el centro de las líneas, que se volvía de marrón a púrpura en los bordes. Como que mi cabeza había golpeado el espejo retrovisor del escarabajo.

Desde el hematoma geométrico, mi mirada fue a los lóbulos de mis orejas, la izquierda y luego la derecha. Me toqué los agujeros vacíos. No me acordaba de haberme quitado los aretes de diamante que mis padres me habían regalado para mi decimoséptimo cumpleaños en enero pasado.

Ahora que lo pensaba, no recordaba nada de lo que había hecho entre el final del partido de fútbol de la noche pasada y el accidente. O cómo había llegado desde el accidente a mi cama. Pero Brandon me estaba esperando, y él lo sabría.

Escupí la pasta de dientes, me salpiqué agua en la cara y desesperadamente eché mi flequillo sobre la frente para ocultar el moretón. Pero no ayudaba, caía demasiado a un lado dejando al descubierto el hematoma. Pero con mi creciente pánico acerca de mi noche desaparecida, apenas me preocupé por mi aspecto. Ni siquiera me molesté en ocultar mis gafas ante Brandon. Irrumpí en la sala de estar en mis jeans fríos y con los pies descalzos. Joe estaba sentado en el sofá.

Me detuve en seco y examiné la gran habitación de madera pulida. Brandon no estaba aquí. Sólo Joe. Y no había manera en que Ashley pudiera haber cometido el error de llamar Joe a mi novio. Ella había contratado a Brandon para trabajar en el parque acuático (Slide with Clyde). Cuando yo le había dicho el martes pasado que iba a salir con él, había dicho que lo recordaba, e incluso reconoció su atractivo. Yo no estaba inventando esto. No estaba así de loca.

Joe estaba mirando el techo de cristal abovedado. Esta característica era común en las casas más nuevas frente a la playa, pero era probable que impresionara a Joe, que vivía unas pocas millas tierra adentro, donde las casas eran más económicas, como la mayoría de la gente de nuestra escuela secundaria.

Entonces sus ojos se posaron en mí, verdes luminosos incluso a través de la habitación en penumbra. Se puso de pie, como un amable caballero sureño. En muletas. Con un aparato ortopédico en la parte inferior de su pierna. Perdió el equilibrio, cayó hacia delante y se contuvo justo a tiempo con una de las muletas.

“¡Siéntate!”, jadeé, corriendo hacia él. Mi instinto primario era incorporarlo tirando de sus hombros hasta que estuviera sentado. Pero vacilé. No sabía cuán vulnerable era su pierna dentro del aparato ortopédico. No quería hacerle daño. Mis manos revolotearon alrededor de su pecho. Una muleta rebotó en el sofá y cayó al piso cuando él se inclinó para abrazarme. Me acerqué antes de que volviera a caer. ¿Por qué intentaba tanto abrazarme que arriesgaba su seguridad y aún otro miembro? Tal vez pensó que necesitábamos abrazarnos porque habíamos estado en el mismo accidente. Habíamos compartido una experiencia traumática. En realidad, yo no recordaba si había sido traumática o no, pero lógicamente un accidente debe serlo, y debíamos abrazarnos.

Sus brazos estaban a mí alrededor. Los míos, a mis costados. Así que los levanté y los puse alrededor de su cintura, tratando de estabilizarlo lo mejor posible mientras se balanceaba en una pierna. Él resolvió este problema cambiando hacia abajo su centro de gravedad. Deslizó sus manos a mi trasero y apretó la cara contra mi cuello.

A Brandon no le gustaría esto.

A mi papá tampoco le gustaría. Las cámaras ya estaban rodando, grabando todo lo que sucedía dentro de la casa. Cuando se conectara a Internet más tarde, podría ver un video de Joe y yo.

Y Joe y yo estábamos a punto de hacer algo. Ahora, sus manos calientes se deslizaron debajo de mi camisa, presionando mi espalda, con los dedos justo en la cintura de mis jeans. Su rostro se movió en mi cuello. Su caricia se transformaría en un beso en cualquier momento.

Y lo más extraño de todo, me sentí arquear hacia él, presionando mi pecho contra el suyo al tiempo que levantaba el trasero para mantener sus manos en mi espalda. Incliné la cabeza para darle mejor acceso a mi cuello. Éste era el muchacho que había salvado mi vida la noche de ayer, o al menos había tenido la intención de hacerlo.

También era quien, en el partido de fútbol, unas horas antes del accidente, me había mirado con sus fríos ojos verdes mientras que él me llamó “niña mimada” y me había dicho que mi novio no se preocupaba por mí. Casi como si supiera exactamente qué me lastimaría más.

Al tiempo que sus labios rozaban mi cuello y enviaban un golpe de electricidad a cada centímetro de mi piel, me aparté de él. Sus manos se colocaron a cada lado de mi cintura, así podía sostenerme firmemente en el lugar. Yo quería dejar que me sostuviera, saber qué iba a hacer a un lado de mi cuello. Pero era demasiado extraño y no tenía sentido.

Grazné: “Mi papá nos puede ver”. Cuando Joe me miró, le hice un gesto hacia la cámara en la esquina del techo.

“Salgamos de la vista”, dijo Joe a la cámara.

Mirando hacia arriba a su barbilla -se había afeitado desde la noche anterior- yo quería besar su cuello. Lo que significaría que estaba engañando a Brandon. A pesar de la necesidad de rendirme y llenarme con Joe extendido sobre mi pecho, el pensamiento de Brandon golpeó el interior de mi cráneo como una pelota de golf.

“Sentémonos”, le dije otra vez.

“Oh, lo siento”.

Se sentó aliviado en el sofá y me tendió la mano. Me desplomé a su lado. Puso una mano en mi frente por encima de mis gafas, cepillando mi flequillo hacia atrás, y trazó con el pulgar el contorno de mis moretones. Tal vez pensó que yo había querido decir que debíamos sentarnos fuera del alcance de la cámara. Desde luego, parecía decidido a acariciarme. Dios, esto sí que era extraño, y sentí de nuevo como si una pelota de golf golpeara dentro de mi cabeza.

“Hay cámaras por toda la casa”, le aclaré, señalando otra por encima de la entrada de la cocina. “Esta mañana mi papá se va a Hawai por una semana. No tendré dieciocho años hasta enero, y él pensó que no era adecuado dejarme sola tanto tiempo hasta que sea legalmente adulta. Así que ha instalado cámaras como niñeras”.

Joe continuó recorriendo el contorno. Sus dedos se deslizaron desde mi flequillo a mi oído, y encontraron la parte de atrás de mi pelo, por lo general lisa y recta, ahora irremediablemente enredada por la lluvia y el sueño. No le importó. Situado allí, susurró:

“¿Y en tu habitación?”

“No hay cámaras en mi dormitorio. Sólo una enfocada hacia la puerta para que papá pueda ver si alguien entra allí aparte de mí”. Mi padre no era un pervertido. Bueno, en realidad lo era en cierta manera, enrollándose con una de veinticuatro años de edad. Pero no era un pervertido conmigo. Y luego, poco a poco, me di cuenta adónde quería llegar Joe. Quería ir a mi habitación, conmigo.

Debería haberme sentido molesta. Pero no lo estaba. Estaba asombrada preguntándome de qué parte del mundo había aparecido este deseo por él, y pestañeando con fuerza cada vez que la pelota de golf golpeaba el interior de mi cráneo.

“Maldita sea”, dijo, como si fuera un fastidio que no pudiéramos colarnos juntos en mi habitación. No como si fuera una propuesta extraña por su parte, en primer lugar. “Tu hermana parece buena gente. ¿No puede estar contigo mientras tu padre no esté?” Me reí, lo que me hizo doler más la cabeza. “¿Ashley? Ella es la novia de mi papá. Vive aquí”.

“Oh”. La mano de Doug se detuvo en mi pelo.

“Pero él va a hacer de ella una mujer honesta. El próximo miércoles, exactamente a las 8 p.m., ella se volverá mi madrastra. Calculó la diferencia horaria con Oahu por mí, para que pueda pensar en ellos y celebrar al mismo tiempo. Estoy muy emocionada”.

Joe levantó una ceja. “¿Eso es sarcasmo? Tú no eres sarcástica”. Desenredó los dedos de mi cabello y puso la mano en la rodilla de mis jeans húmedos. El calor de su cuerpo pasó a través de la tela mojada y me hizo estremecer otra vez.

“¿Te desperté al venir, no? Quería estar seguro de que estabas bien. ¿Estás bien?”

Me miraba directamente a los ojos. Yo no estaba segura de cómo responder a esta pregunta. Así que pregunté:

“¿Y qué hay contigo?”

Extendió la pierna con el aparato y lo miró con tristeza. “Es sólo el peroné, el hueso más pequeño, que dicen que
soporta sólo diez por ciento del peso de la pierna”.

“Qué afortunado”, suspiré, sintiéndome mucho menos culpable. “Por eso llevas un aparato ortopédico en vez de yeso”.

“No, la férula es sólo hasta que baje la inflamación. Me van a poner un yeso en pocos días. Lo tendré fuera de nuevo en seis semanas”.

Enumeré los días del calendario en mi cabeza. “¡Seis semanas! ¡Eso es unos pocos días antes del estatal!” Hacerlo bien en el torneo estatal de natación era la única manera de que Joe accediera a una beca a la FSU. Se encogió de hombros, pero vi la tensión de sus músculos. Vibraba hacia abajo por su brazo hasta su mano en mi rodilla.

Le pregunté: “¿Lastimaste más tu pierna por sacarme del coche?”

Negó con la cabeza sin mirarme, aunque yo sabía que la respuesta era sí.

“Y Mike está bien. Ni siquiera lo llevaron al hospital”.

“¿Y el venado?”

Él sonrió y me apretó la rodilla. Una vez más me asombró que me tocara de esa extraña manera. Pero me perdí en sus ojos verdes, que se arrugaron en los bordes cuando sonrió. “Ustedes y el maldito venado. Tú y Mike, que lo esquivaron y se golpearon entre sí”.

Apoyándose más cerca, me frotó la rodilla. Fuerte. Un masaje de tejidos profundos. Las chispas golpearon mi muslo.

“Estaremos a salvo de rumiantes asesinos si nos apegamos a la línea de la costa”, dijo. “Esta mañana podremos chocar juntos, ja, ja”. Esto era algo que nunca había visto: Joe nervioso. Hacía bromas todo el tiempo, pero nunca se mostraba nervioso cuando lo hacía. “Luego, más tarde, si te sientes mejor, podríamos hacer algo, ir a comer, al cine, pasar el rato después”. Sus cejas se elevaron brevemente cuando dijo “pasar el rato”, como si hubiera algún significado oculto, pero pensé que se trataba de un tic en el que no había reparado antes. Casi no había intercambiado una sola palabra con él desde el noveno grado, excepto esta semana:

Yo: “Llegas tarde a la práctica de natación”.

Joe: “Tú no eres mi jefe”.

Y en los últimos años, antes de que estuviéramos juntos en el equipo de natación: Yo: “Deja de copiar mis ejercicios de matemáticas”

Joe: “Usted sobreestima sus habilidades matemáticas, señorita Comander”.

“No puedo conducir hasta que no consiga deshacerme del yeso”, prosiguió. “Tú puedes conducir mi Jeep. Me siento estúpido pidiéndote que conduzcas, pero realmente quiero verte. O podríamos quedarnos y ver la televisión si no estás bien. ¿____?” Su tono se había vuelto preocupado porque yo había cerrado un ojo debido a los latidos de mi cabeza.

Estaba algo lenta en la recepción esta mañana. Pero finalmente entendí. Si las últimas doce horas habían sido extrañas, ahora lo eran más. Joe Jonas me estaba invitando a salir.

Algo no cuadraba. Traté de conseguir más información. Presionando las yemas de mis dedos en mis cejas por encima de mis gafas, para que mi cerebro no se derramara sobre la tapicería, le pregunté: “Si no puedes conducir, ¿cómo llegaste hasta aquí?” Me sentía mal, esencialmente, porque Joe perdiera su oportunidad de una beca estatal por salvarme la vida (o no). Y me sentía casi tan culpable por hacerle perder su capacidad de conducir.

La mayoría de las cosas para hacer en nuestra ciudad se alineaban a lo largo de la playa, para que los turistas pudieran acceder a ellas en el verano. Debido a que los condominios y casas de la playa eran tan caras, la población de la ciudad se nucleaba tierra adentro, donde los terrenos eran más baratos, junto con el centro y la escuela secundaria. Y aunque miles de turistas aumentaban la población en la temporada alta, ahora que era setiembre y habían partido, la ciudad era pequeña. También pequeña para el transporte público. No existía autobús, metro o taxi. Si Joe no podría conducir, estaba inmovilizado.

”Me trajo mi hermano”, dijo Joe.

Me levanté de un salto, arrancando mi rodilla de su mano. Crucé la sala y abrí la pesada puerta de entrada.

Nuestro porche miraba hacia el jardín, el cual un jardinero contratado por mi mamá había diseñado con plantas nativas y enredaderas con flores que pudieran sobrevivir al calor del verano. Otras seis casas, con similares porches y jardines, daban a un patio común pavimentado con piedra local. En el centro del patio, estaba estacionada una camioneta que yo conocía de ver por ahí, con los pies desnudos de un hombre asomándose por la ventana del pasajero. No era el coche de policía que yo esperaba, pero, después de una larga noche de atender a los accidentes de su hermano y patrullar tras venados atrevidos, el oficial Jonas debía estar fuera de servicio.

Y de pronto, mirando esa camioneta, entendí todos los problemas que arrojaban la pelota de golf tan fuerte en el interior de mi cráneo. La pasada noche Joe me había rescatado de mi coche, sintiéndose como un héroe para una damisela en apuros. Había estado tendida sobre él durante la tormenta, me había acurrucado con él y había dejado que me acariciara el pelo. Y él había tomado esto en serio, a pesar de que esto había sucedido apenas unas horas después de que, muy posiblemente, yo hubiera tenido sexo con Brandon por segunda vez.

O, en un escenario alternativo, tan horrible que apenas me atrevía a considerarlo, la invitación de Joe para salir era una especie de chantaje. Seguro estaba siendo amable conmigo después que mi padre amenazara a su hermano. Y su hermano estaba sentado en su camioneta en el centro del patio de mi vecindario. Había llegado a nuestra casa y había sacado los pies a la brisa del mar, como si dijera: “yo sé todo acerca de tu madre”.

La puerta se cerró de golpe detrás de mí. Sólo entonces me di cuenta de que la había dejado abierta. Joe y yo estábamos en una burbuja de aire acondicionado que había escapado al calor del día. Sus dedos calientes trazaron una Z en mi espalda, a través de mi camiseta. Cada vez que me tocaba había sentido un peculiar rayo con una parte inesperada de mi cuerpo. Pero esta vez estaba decidida a mantener las cosas frías.
Me volví hacia él. Cuando giré, él mantuvo sus dedos al mismo nivel, por lo que siguió su recorrido de uno a otro hombro y sobre mi pecho, haciéndome temblar. Las puntas de sus dedos estaban sobre mi corazón cuando lo enfrenté.

Esto había ido demasiado lejos. Yo tenía una nueva relación con Brandon que no quería arruinar. Y si Joe tenía en mente algún salvaje escenario de chantaje, recordarle que yo estaba con Brandon podría hacer que lo pensara dos veces.

Agarré su mano, tiré de ella hasta la altura de mi cintura y la apreté. “Joe, no quiero herir tus sentimientos, pero Brandon es mi novio”. Por supuesto, al rechazar a Joe le estaba dando una razón más para que me aborreciera y se vengara de mí contando a todo el pueblo lo de mi madre. Esperaba, contra toda esperanza, que sería razonable por una vez. Miré hacia abajo, más allá de nuestras manos juntas, al caro piso de falsa madera curada del porche.

Mi mamá me había dicho que era importante mirar a la gente a los ojos, especialmente a los hombres, cuando se estaba tratando de controlar una situación.

Tenía miedo de ver la expresión del rostro de Joe, pero me obligué a levantar los ojos desde las puntas de goma de sus muletas, su curtido pie en una maltratada sandalia de cuero, y la pierna con el aparato que mantenía torpemente a unos cuantos centímetros del suelo. Hacia arriba por sus cortos pantalones cargo, holgados alrededor de la cintura. Como yo, había perdido peso desde que habían comenzado las competencias. La cinturilla elástica gris de su ropa interior asomaba por encima de los pantalones cortos. Su remera del equipo de natación FSU era tan vieja y querida, que el rojo oscuro se había desvanecido a un dudoso magenta.

Finalmente mi mirada llegó a la mandíbula bien afeitada, endurecida de ira, a los ojos enojados. Me dirigió exactamente la misma mirada que me había dirigido anoche en el juego. A toda prisa solté la mano.

Y entonces él respiró lentamente. Su pecho se expandió y agrandó sus anchos hombros. Exhaló por la nariz. La ira abandonó sus ojos. Inclinó apenas la cabeza. “¿Quieres decir que necesitas romper con Brandon oficialmente? ¿Quieres decirle en persona para terminar? Quiero decir, sí, pero, ¿no vas a salir con él esta noche, verdad? No es necesario salir para romper.”

“No voy a romper con él”. El porche era sombrío, pero más allá de nosotros la luz del sol en el patio era demasiado brillante y aumentaba las palpitaciones de mi frente. “Joe. Brandon es mi novio. Me alegro que tú estés bien. Estoy contenta por Mike. Estoy agradecida de que me sacaras del coche. Pero estoy con Brandon.

“No lo entiendo”, dijo Joe con frialdad.

“No sé cómo hacerlo más claro”. La pelota de golf en mi cabeza se volvió del tamaño de una bola de billar. “La noche pasada no cambia el hecho de que me has odiado desde noveno grado”.

Se balanceó hacia atrás y pasó las almohadillas de las muletas bajo los brazos. “No, no lo he hecho”, dijo inocentemente. Podría estar utilizando su acostumbrado sarcasmo meloso. Yo no podría decirlo, porque la bola de billar ahora había crecido hasta ser una bola de boliche en mi cabeza.

“Te burlabas de mí frente al equipo de natación en el partido de fútbol”, le recordé.

“¿Cuándo? No, no lo hice”.

Parecía tan firme, que me pregunté si no estaría equivocada. Yo realmente no había escuchado que los chicos se burlaran de mí. Pero de esto sí estaba segura:

“¡Me dijiste que soy una niña consentida!”

Él me miró asombrado: “Y ya me disculpé por eso, ____”.

Yo no recordaba que se hubiera disculpado. Ahora, la bola de boliche que golpeaba dentro de mi cráneo tenía grabado “daño cerebral”. “Mira, tengo dolor de cabeza, de verdad. Gracias por estar pendiente de mí.” Di un paso atrás, dejándole espacio para que bajara los escalones hasta la camioneta de su hermano.

Se quedó mirándome fijamente con esos hermosos ojos por un momento más. Luego dijo: “Si no tuviera dentro todas esas drogas intravenosas que me dieron en el hospital, creo que estaría muy enojado contigo ahora”.

“¿Y por qué eso sería nuevo?” Decirlo me hizo darme cuenta de que era nuevo. Este malentendido con Joe podría hacer algo más que empeorar nuestra relación. Tal vez arruinaría también lo que yo tenía con Brandon. “Oh, Dios. Tú no contaste a nadie lo de anoche, ¿verdad?”

“No he tenido tiempo”.

“Bueno, ¡no lo hagas!”, le grité. “Joe, no puedes decirle nada a Brandon. Prométeme que pedirás a Mike y a tu hermano que no le digan nada a nadie”.

Brandon era tranquilo, pero yo no podía esperar que comprendiera mi conducta con Joe sobre la hierba la noche pasada, cuando no la entendía yo misma. ¡No podía perderlo sólo porque Joe me había arrastrado fuera de los restos del accidente!

“Bien”. Joe se lanzó a través del porche y dio el primer paso. Siendo tan alto, era uno de los chicos más ágiles que yo hubiera visto. Fue extraño verlo perder el siguiente paso con la muleta y tambalearse hacia delante. Di un salto para atraparlo.

Se enderezó a sí mismo a tiempo, con ayuda de la muleta. Mi mano en su codo no era necesaria. Él era mucho más pesado que yo, y no habría sido capaz de impedirle caer, de todos modos. A plena luz del sol ahora, se sacudió de mis dedos y se movió a través del patio de piedra, sin mirar a su espalda.

Casi corrí de nuevo para ayudarle mientras se esforzaba por abrir la puerta de la camioneta, mientras mantenía el equilibrio sobre una pierna y una muleta. Los pies desnudos desaparecieron de la ventana y el oficial Jonas se inclinó sobre el asiento para abrir la puerta. Joe arrojó las muletas en la parte trasera y se zambulló en la pick up, haciendo una mueca mientras arrastraba su pierna rota detrás. Nunca me miró. El oficial Jonas sacudió la cabeza.

Miró hacia atrás una vez para hacer retroceder la camioneta y luego avanzó, haciendo un rápido, agudo y anti policial giro hacia la carretera.

Tan pronto como se cerró el portón corredizo detrás de la pick up, me lancé adentro y corrí por la casa hasta mi cuarto de baño, para revisar dos veces estantes y cajones en busca de un frasco de analgésicos recetados.

Nada. Y no era como si estuvieran debajo de algo. Después de todo, apenas había regresado, y mi dormitorio y mi cuarto de baño estaban limpios, sin nada fuera de lugar.

Me hundí en mi cama, tomé mi teléfono celular de la mesita de noche y lo mantuve boca abajo en mis rodillas durante unos segundos, rogando. Necesitaba a mi madre en este momento. Si no hubiera chequeado mi teléfono en el juego de fútbol de anoche, este sería el período más largo que hubiera pasado sin tener la seguridad de que tendría un mensaje de ella. Realmente crucé los dedos y di vuelta el teléfono. Nada. Todavía estaba sola.

Así que me dirigí hacia la piscina en misión de investigación. Cuando mis padres construyeron esta casa, hacía unos años, yo había dicho, y mi mamá estaba de acuerdo, que era una tontería construir una piscina junto al océano. ¿No era el océano suficientemente bueno para nosotros? ¿No era por eso que la gente iba de vacaciones a la Florida, en primer lugar? Construir una piscina en tu casa frente al océano era como los restaurantes temáticos de la ciudad –Jamaica Fox, Cocina Tahitiana, California Comidas-, todos evocaban un lugar diferente del océano, como si nuestro lugar frente al océano fuera de alguna manera inferior. Jamaica, y Tahití, y California, probablemente tenían algún restaurante llamados “Sabores de Florida”. Como mi padre y Ashley, viviendo en una casa de playa en Costa Esmeralda y volando a Hawai para casarse.

Pero mi mamá decía que la gente que había nacido con dinero, como ella y yo, no se preocupaba por presumir que lo tenía, mientras que a la gente que había crecido sin él, como mi papá, eso les importaba mucho. Todas las otras casas del barrio tenían una piscina con vista al océano, por lo que mi padre necesitaba una también.

También necesitaba un Mercedes, un Rolex, una TV de pantalla plana que abarcaba una pared entera de su dormitorio, una amante, un hijo ilegítimo y un divorcio. Y ahora, con una boda en Hawai, una esposa trofeo.

"¡Buenos días!”, exclamó alegremente Ashley cuando entré por la puerta trasera. Ella y mi padre, usando salidas de baño a juego, descansaban en acolchadas sillas de teca a la sombra de una palma. El rumor del océano, para estar cerca del cual se había mudado aquí mi padre, apenas se podía oír por encima de los muros de protección de la piscina. Mi padre apagó su cigarrillo.

“¡Buenos días!”, respondí, aún con más intensidad. Normalmente, trataba de permanecer ajena a Ashley. No quería ser la niña malcriada que mi padre esperaba que fuera. Sin embargo, ser saludada tan entusiastamente después de un accidente de tránsito, merecía una respuesta. Joe tenía razón: me había vuelto sarcástica durante la noche. O tal vez fuera sólo el dolor de cabeza. Me senté al lado de mi papá, a los pies de la silla.

Todavía sonriéndome, ella extendió una mano hacia mi papá. Él se la tomó y le dio un masaje entre los dedos con el pulgar. Como si yo fuera una amenaza para su relación y debieran mostrar su solidaridad. No me importaba. Mi cabeza estaba a punto de caerse. “¿Dónde están mis pastillas para el dolor?”
Se miraron uno al otro. Por lo menos, se volvieron uno a otro, pero no pude ver sus ojos detrás de las gafas de diseñador que ambos usaban. Se volvieron hacia mí.

Mi padre dijo: “En el hospital no te dieron nada. Se supone que no tomes nada más fuerte que Tylenol, porque puede ocultar síntomas si hubiera realmente algo mal en tu cabeza. ¡Te lo dijeron cuatro veces la noche pasada!” Parecía enojado conmigo, y enseguida entendí por qué. Escupió hacia Ashley: “Ni pensar en Hawai.

Tenemos que llevarla de nuevo al hospital. Y otro huracán se está formando en el Golfo. Dios sabe cuánto tiempo estaremos en tierra, si perdemos ese vuelo”.

Me estaba concentrando en lo guapo, alto y viril que era, cuando él me dijo: “Será mejor que estés condenadamente segura de que tienes amnesia”.

No estaba segura de adónde él quería llegar. El dolor de cabeza me provocó lágrimas, pero a través de las palpitaciones me empezaba a dar cuenta que estaba en grandes problemas con mi papá.

“¿Qué?”

Soltó la mano de Ashley, se inclinó hacia adelante con un crujido del sillón de teca, y contó con los dedos los delitos contra él de los últimos tiempos: “Ashley y yo teníamos planificado este viaje” –primer dedo-, “y tu madre escoge esta misma semana para liquidarse” –segundo dedo-, “haces un desastre con tu coche el día antes de irnos” –tercer dedo-, “¿y ahora tienes amnesia?” Movió su dedo meñique extendido cerca de mi cara. “Si esa es tu historia, te llevaré de vuelta al hospital”. Cerró la mano en un puño. “Pero por Dios, me aseguraré de que te encierren en el psiquiátrico con tu madre”.



gracias niñas por comentar
en esta historia odiaran a ratos a la rayis es una tonta jejejejje pero en fin la vida no es facil para ella ;)
besos!!!!!!!
Julieta♥
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Mensaje por Yhosdaly Sáb 21 Jul 2012, 8:27 pm

Cierto no es nada facil para ella! AisHhhh pero joe esta ENAMORADA tarada estupida como no te das cuenta??
Siguelaaa
Piedaddd regalanos 1 capi mass anda anda
Te lo ruego rogaditO
Siguelaa me fascina como escribes!
Siguelaaaaaaaaaa
Y que te parece si llegamos a la pagina 3 y hacer maraton ??? Si?????? :D
Siguelaa 1 capi mas pss!
Pls
Att: fiel lectora!
Yhosdaly
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http://www.twitter/YhosdalyL

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Mensaje por Julieta♥ Dom 22 Jul 2012, 7:07 pm

Yhosdaly escribió:Cierto no es nada facil para ella! AisHhhh pero joe esta ENAMORADA tarada estupida como no te das cuenta??
Siguelaaa
Piedaddd regalanos 1 capi mass anda anda
Te lo ruego rogaditO
Siguelaa me fascina como escribes!
Siguelaaaaaaaaaa
Y que te parece si llegamos a la pagina 3 y hacer maraton ??? Si?????? :D
Siguelaa 1 capi mas pss!
Pls
Att: fiel lectora!


hoy no subo lo siento es que no se que hice el cable del cel y ahi es donde tengo la nove, pero mañana lo consigo y subo cap
y ps si llegan a la pg 3 subo maraton
gracias por ser fiel lectora!!! :D
besos!!!!!!!!
Julieta♥
Julieta♥


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Mensaje por Yhosdaly Dom 22 Jul 2012, 7:56 pm

ok ok eso quieres????



tendre maratonn







































































































































































siguelaaa














































































voy por la pagina 3 :)
Yhosdaly
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Mensaje por Yhosdaly Dom 22 Jul 2012, 7:57 pm

paginaaaaaaaa 3


















































































































siguelaa
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