Right here waiting for you || Joe Jonas.

Hola, mi nombre es Francisca, pero pueden llamarme Fran. Soy nueva con esta cuenta, porque he leído novelas hace varios años ya, pero ahora me animo a subir una mía.

Soy Jonatica hace varios años atrás, y me ha puesto muy contenta que los chicos estén nuevamente componiendo música, y subiendo vídeos que nos vuelven locas a todas, jajajaja.

Espero que les guste mi fanfic, no soy profesional ni mucho menos jajaja, solo lo hago porque me gusta escribir y eso.

Sin más preámbulos, disfruten de la lectura (:


Nombre: Right here waiting for you.
Autor: yo misma n.n
Adaptación: no , todo ha salido de mi retorcida cabezota c:
Género: Drama,Romance
Advertencias: No es una novela 'Joe Jonas y tu', la protagonista tiene un nombre, y es solo porque no me agrada eso del guion bajo (__) en la narración, espero que no les moleste. :'c
Otras páginas: No por ahora.


Right here waiting for you.

01: Recuerdos.



Miraba con melancolía el trozo de la antigua fotografía que conservaba desde la niñez. El papel se doblaba sin voluntad en las pequeñas manos de la chica, quien ahogaba sollozos mientras se mordía el lábio inferior. Cada parte de su alma susurraba su nombre, cada parte de su alma susurraba el deseo de tenerle a su lado, de pertenecer le, y a su vez, que él le perteneciera.

A pesar de los incontables intentos de evitar quererle, era cómo si no hubiese hecho esfuerzo alguno. Era cómo si al corazón no le importara todas aquellas advertencias que su mente le había impuesto en el camino. Pero cómo siempre, el corazón desconoce de la razón y actua sin preguntarle a nuestra mente sobre la mejor decición. En este caso, la mejor decición era nunca haberle llamado aquella primera vez, pero, cómo si de clichés no fuera suficiente, su corazón gobernó por sobre la razón, y de un impulso, tomó el telefono de casa y le llamó por primera vez.

Sonrió ante la estúpidez que había cometido, hace ya cerca de trece años atras, cuando asistían a la misma escuela primaria. Él, en uno de sus innumerables arrebatos de idiotes - aquellos arrebatos que le perseguían hasta el día de hoy- había subido a la pequeña casita de muñecas en mal estado que se encontraba en el patio trasero del recinto educacional. Casi pocos eran los niños que visitaban aquél lugar, dado del mal cuídado que este tenía, pero a Joseph no le había importado para nada, la cantidad de malesa y vegetación digna de un bosque. Había encontrado el imponente árbol, casi al final del desconocido lugar, y entre las ramas, se encontraba la casita de muñecas y , en ella, el pequeño de nueve años había encontrado el escondite perfecto para el juego de las escondidas.

Ella, por su parte, sabía que no sería tan fácil escaparse de las clases de aquella jornada, pero eso era algo que no importara cuando costara, lo intentaría de todas formas. Y ella cumplía todo lo que se proponía.

Había descubierto la casita de muñecas semanas atrás, en un descontrolado intento de safarse de las burlas de sus compañeros. Los niños, aun estando en la edad de la más pura inocencia, podían llegar a ser muy crueles e hirientes en sus 'burlas'. Ella nunca había hablado al respecto de cómo le afectaban tales comentarios, pues ella debía ser una niña valiente y enfrentarse - o esconderse - para demostrar que no le afectaban. Teniendo a penas siete años, la muchacha sabía que el mundo era un lugar cruel y si se dejaba llevar por las críticas, burlas y quien sabe que más, terminaría siendo tragada por el mostruo llamado 'escuela'.

Trepó sin mayores dificultades aquél imponente árbol, mientras le rogaba al cielo para que no la hubiesen visto escaparse a este lado de la escuela. Sus pequeñas manos se sostenían con fuerza del fuerte tronco, y de sus ojos claros, las lágrimas brotaban silenciosas, dejando una grieta invisible en sus mejillas rosadas.

Llegó a la sima, permitiendose observar por unos minutos el suelo y el resto de aquél bello lugar. Desde las alturas, todo lo tenebroso y oscuro podía verse con otra perspectiva. Por ejemplo, la maleza, y las mil y una plantas que se encontraban en el patio, ahora adquirían una nueva belleza, cómo si ya no fuesen tan aterradoras. Observó a la distancia, y lo que el frontis de la escuela le permitía observar, cómo todos sus compañeritos de clase jugaban felices, riendo , saltando . Se sintió entristezer nuevamente, al estár totalmente aislada del grupito de niñas.

- ¡Sólo por tener una frente muy grande!-

Un ruído proveniente del interior de la casita le asustó. Tal vez un ave, o un pequeño animal se encontraba allí y podía atacarla a penas entrara. Sintió el ruido chillón de la reja abriendose, lo que le alertó de que alguien se acercaba. Entró rápidamente, olvidandose por completo del ruido anterior

- ¡Oye! - El muchacho reclamó con los brazos entre cruzados, observando cómo la pequeña le hacía un gesto de silencio - Yo he encontrado este lugar primero-

- sshhh - Agustina observó que el inspector se alejaba y suspiró aliviada, apoyandose sobre una de las paredes de madera de la casita- Te equivocas, yo encontré este lugar hace varias semanas atrás-

- Eso no lo puedes demostrar - sonrió triunfante Joseph, haciendo que la pequeña negara con la cabeza

- Te vuelves a equivocar - La niña se acercó a Joe y apuntó con su dedo índice una pequeña marca que había en en uno de los marcos de la ventana - ¿Ves? Es mi nombre. Lo escribí con este lápiz de color rosado que mi madre me dio.- La pequeña sonrió y al niño no le quedó más que cruzarse de brazos.

- Está bien. Pero no me delates, es la primera vez que encuentro un buen escondite y no quiero que me pillen - el niño, cabizbajo, se abrazó de sus rodillas. Agustina se sentó a su lado, poniendo su mano en uno de sus hombros.

- No te preocupes. No diré nada, si tu tampoco dices nada-

-¡Hecho!- Joseph sonrió feliz y agradecido - ¿Y tu? , ¿De quien te escondes? ¿También estás jugando a las escondidas?-

-No - Susurró ella. Joseph la miró y pudo distinguir cómo los ojos de la pequeña se llenaban de lágrimas que ella contenía con toda su fuerza. - Me escondo de mis compañeros- la voz de la niña se perdía entre las lágrimas traviesas que brotaban de sus ojos. Era la primera vez que Joseph veía llorar a una niña. Y no llorar, cómo cuando Anita, su compañera de clase de había caído por traer los cordones desabrochados, o cuando Cinthia, una ex compañera del grado anterior, se había puesto a llorar porque su cabello era más corto que de Jenny. Pero aquellas lágrimas, eran completamente diferentes.

Joseph tenía muy claro de que las mujeres eran unas lloronas. Lo había descubierto meses atrás, en vacaciones, cuando él, sus hermanos y sus primas, se habían quedado en casa de sus tíos para el cumpleaños de su tía. Sus primas, solo unos años mayores, había puesto una película muy cursi y romántica en la que el actor principal terminaba congelado porque el barco de había hundido. Al principio, el creyó que las chicas lloraban por la pobre gente que se había ahogado, pero resultaba ser, que estaban llorando, porque el personaje principal se había congelado y su amada estaba allí sobre un pedazo de tabla rogando para que este despertada. No pudo borrar de su mente el llanto de sus primas casi por una semana.

- ¿Por qué te escondes de tus compañeros? - Pero las lágrimas silenciosas de la niña eran otra cosa. Y definitivamente, era la primera vez que Joseph veía llorar a una chica.

- Porque ...- Dudó por unos segundos en si debía o no contarle su historia. Se sentía totalmente avergonzada por permitirse llorar frente a un desconocido, pero por alguna razón, el niño parecía amable. Se secó sus lágrimas fugaces y aclaró su voz - Porque ellos dicen que soy fea -

Una ola de coraje, rábia y un montón de otras cosas que Joe desconocía se apoderaron de su mente. Se imaginó golpeando a todos los que llamaban fea a la pequeña y la hacían llorar. Pero claro, esto un niño de nueve años no sería capaz de comprenderlo.

- Pues yo creo que eres linda - Y probablemente, este hubiese sido el primer alago de Joe a una chica.

- Ellos dicen que mi frente es muy grande - Agustina se llevó sus manitos a la cabeza, para taparse la frente, mientras su rostro su teñía de un rojo vibrante, sintiendose avergonzada por contarle aquello al niño que acaba de conocer.

- Hmm - murmuró Joe quitándo con sus manos, las manos de la niña. - Tienen razón, es una gran frentota - Joe rió y , para su propia sorpresa Agustina también comenzó a reír. - Pero no creo que esté tan mal, eh- Observó cómo ella agachaba su cabeza y mechones largos de cabello cubrían su rostro.

- No quiero entrar a la sala - comentó apenada ella al escuchar el sonido del timbre que indicaba el fin del recreo.

- Sabes, mi madre lleva una cosa rara en la cara, ella lo llama .. emm , ¡a sí!, ¡chosquella!-

-¿Chosquella?-

-Sí! , la chosquella le cubre todo este lugar.- Joe tocó con su dedo indice la frente de la muchacha, haciendo que esta se sonrojara- Tal vez si te haces una chosquella, puedas cubrir tu frente-

-¿Y donde puedo hacerme una chosquella? - Preguntó animada la niña

- No lo sé. ¡Pero si quieres puedo hacertela yo!- Joe buscó por entre los cachureos que se encontraban en la casita, hasta dar con unas tijeras. - ¿Quieres?

-¡Claro que sí! -

Joe tomó parte del cabello delantero de la chica y lo cortó a la altura de las cejas. Sería un pecado decir que el corte le quedo horrible, y que la chasquilla estaba totalmente dispareja. Pero aun así, la chica ocultaba su frente, en una chasquilla improvisada.

-¡Ya está!- Dijo levantando los brazos provocando que la niña sonriera - Ahora no tienes una enorme frentota y además te ves linda- Ambos niños se sonrieron. Agustina decidió asistír a clase.

- Soy Joseph Jonas. Pero mi mamá y mis amigos me dicen Joe, así que puedes llamarme Joe- Dijo el niño de ojos color miel mientras cruzaban el patio en dirección a la entrada principal para dirigirse a los salones de clase.

- Yo me llamo Agustina- la niña miró apenada el suelo mientras se llevaba sus manos a los bolsillos - pero yo no tengo apodos-

- ¡Pues yo te daré uno!, tu apodo será ... ¡Agus! - La chica sonrió.

- Adios Joe, ¡Gracias!-

- De nada, Agus, ¡nos vemos!- Y ambos niños salieron corriendo a sus respectivas salas.


Sonrió nuevamente, o tal vez nunca había dejado de sonreír, mientras tócaba con nostalgía la chasquilla que caía sobre su frente. El recuerdo de aquél día era uno de los que más adoraba, el momento en que Joseph, de nueve años, y ella, de siete, se habían conocido por casualidad. Hace casi trece años que se conocían. Hace casi trece años, que habían comenzado una hermosa amistad.

.. Y desde casi trece años, que Agustina llevaba chasquilla.


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Espero les haya gustado. ¡Nos vemos! c:

Muchas gracias ¿Anny? puedo llamarte así verdad? . Sos un amor, más tarde subiré otro capitulo, dedicado para ti. :)

Besitooos!