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•Un Amante de Ensueño [Justin Bieber & Tu] [Adaptada] - Página 2 Empty Re: •Un Amante de Ensueño [Justin Bieber & Tu] [Adaptada]

Mensaje por aPieceOfHeaven Vie 29 Jun 2012, 2:41 pm

¡CHICAS! dejare de poner los números en los capítulos, ¿vale?
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•Un Amante de Ensueño [Justin Bieber & Tu] [Adaptada] - Página 2 Empty Re: •Un Amante de Ensueño [Justin Bieber & Tu] [Adaptada]

Mensaje por aPieceOfHeaven Vie 29 Jun 2012, 2:43 pm

Un Amante de Ensueño·

*¡Estas desvariando!* Le gritó su mente.
*¿Y quién no lo haría en esta situación? Mira al tipo. ¿Cuántas veces crees que alguien ha actuado como un imbécil y ha acabado devolviendo la vida a una estatua griega? ¡Especialmente una estatua con ese cuerpo!*
No muy a menudo.


— Creo que se inventó a mediados del sigo XV.
— ¿En serio? —preguntó ella—. ¿Tú estabas allí?
Con una expresión ilegible, alzó los ojos y a su vez le preguntó:


— ¿A qué te refieres, al momento en que inventaron el tenedor o al siglo XV?
— Al siglo XV, por supuesto. —Y pensándolo mejor, añadió:— No estabas allí cuando se inventó el tenedor, ¿verdad?
— No. —Justin se aclaró la garganta y se limpió la boca con la servilleta—. Fui convocado en cuatro ocasiones durante ese siglo. Dos veces en Italia, una en Francia y otra en Inglaterra.
— ¿De verdad? —Intentó imaginarse cómo debía ser el mundo en aquella época—. Apuesto a que has visto todo tipo de cosas a lo largo de los siglos.
— No tantas.
— ¡Oh, venga ya! En dos mil años…
— He visto mayormente dormitorios, camas y armarios.
Su tono seco hizo que ___ se detuviera y él continuó comiendo. Una imagen de Robert se le clavó el corazón. Ella sólo había conocido a un imbécil egoísta y despreocupado. Pero parecía que Justin tenía más experiencia en ese terreno.
— Cuéntame entonces, ¿qué haces mientras estás en el libro, te tumbas y esperas que alguien te convoque?
Él asintió.
— ¿Y qué haces para pasar el tiempo?
Justin se encogió de hombros y ___ cayó en la cuenta de que, en realidad, no demostraba poseer un gran número de Ni de palabras.
Se acercó a la mesa y se sentó en un taburete frente a él.
— A ver, de acuerdo con lo que me has dicho tenemos que estar juntos durante un mes, ¿qué tal si nos dedicamos a charlar para hacerlo más agradable?
Justin levantó la mirada, sorprendido. No podía recordar la última vez que alguien quiso conversar con él, excepto para darle ánimos o hacerle sugerencias que lo ayudaran a incrementar el placer que les proporcionaba. O para pedirle que volviera a la cama.
Había aprendido a una edad muy temprana que las mujeres sólo querían una cosa de él: “esa” parte de su cuerpo enterrada profundamente entre sus muslos.
Con esa idea en la mente, paseó lentamente la mirada por el cuerpo de _______, deteniéndose en sus pechos, que se endurecieron bajo su prolongado escrutinio.
Indignada, _______ cruzó los brazos sobre el pecho y esperó a que él la mirara a los ojos. Justin casi soltó una carcajada. Casi.
— A ver —dijo él utilizando sus mismas palabras—. Hay cosas que hacer con la lengua mucho más placenteras que charlar: como pasártela por los pechos desnudos y por la garganta —bajó la mirada hacia el lugar donde, aproximadamente, quedaría su regazo a través de la mesa—. Sin mencionar otras partes que podría visitar.
Por un instante, ________ se quedó sin habla. Y después le encontró la gracia al asunto. Y un momento más tarde empezó a ponerse “muy” cachonda.
Como terapeuta, había oído cosas mucho más sorprendentes que ésa, se recordó.
Sí, claro, pero no lo había dicho una persona con la que “ella” quería hacer otras cosas aparte de hablar.
— Tienes razón, hay otras muchas cosas que se pueden hacer con una lengua; como, por ejemplo, cortarla —le dijo, y se regodeó en la sorpresa que reflejaron sus ojos—. Pero soy una mujer a la que le gusta mucho hablar, y tú estás aquí para complacerme, ¿verdad?
Su cuerpo se tensó de forma muy sutil, como si se resistiera a aceptar su papel.
— Es cierto.
— Entonces, cuéntame lo que haces mientras estás en el libro.
___ sintió como sus ojos la atravesaban con una intensidad tan abrasadora que la dejó intrigada, desconcertada y un poco asustada.
— Es como estar encerrado en un sarcófago —contestó él en voz baja—. Oigo voces, pero no puedo ver la luz ni ninguna otra cosa. No puedo moverme. Simplemente me limito a esperar y a escuchar.
_________ se horrorizó ante la simple idea. Recordaba el día, mucho tiempo atrás, en que se había quedado encerrada accidentalmente en el armario de las herramientas de su padre. La oscuridad era total y no había modo de salir. Aterrorizada, había sentido que se le oprimían los pulmones y que la cabeza empezaba a darle vueltas por el miedo. Chilló y pataleó contra la puerta hasta que tuvo las manos llenas de moratones.
Finalmente, su madre la escuchó y la ayudó a salir.
Desde entonces, ________ sentía una ligera claustrofobia debido a la experiencia. No podía imaginarse lo que sería pasar siglos enteros en un lugar así.

— Es horrible —balbució.
— Al final te llegas a acostumbrar. Con el tiempo.
— ¿De verdad? —no estaba muy segura, pero dudaba que fuese cierto.
Cuando su madre la sacó del armario, descubrió que sólo había estado encerrada media hora; pero a ella le había parecido una eternidad. ¿Qué se sentiría al pasar realmente una eternidad
encerrado?
— ¿Has intentado escapar alguna vez?
La mirada que le dedicó lo decía todo.
— ¿Qué sucedió? —preguntó __________.
— Obviamente, no tuve suerte.
Se sentía muy mal por él. Dos mil años encerrado en una cripta tenebrosa. Era un milagro que no
se hubiera vuelto loco. Que fuera capaz de sentarse con ella y hablar.
No era de extrañar que le hubiese pedido comida. Privar a una persona de todos los placeres
sensoriales era una tortura cruel y despiadada.
Y entonces supo que iba a ayudarlo. No sabía muy bien cómo hacerlo, pero tenía que haber algún modo de liberarlo.

— ¿Y si encontráramos el modo de sacarte de ahí?
— Te aseguro que no hay ninguno.
— Eres un tanto pesimista, ¿no?
La miró divertido.
— Estar atrapado durante dos mil años tiene ese efecto sobre las personas.
____________ lo observó mientras acababa la comida, con la mente en ebullición. Su parte más
optimista se negaba a escuchar su fatalismo, exactamente igual que la terapeuta que había en ella
se negaba a dejarlo marchar sin ayudarlo. Había jurado aliviar el sufrimiento de las personas, y
ella se tomaba sus juramentos muy en serio.
Quien la sigue, la consigue.
Y aunque tuviese que atravesar océanos o cruzar el mismo infierno, ¡encontraría el modo de
liberarlo!
Mientras tanto, decidió hacer algo que dudaba mucho que alguien hubiese hecho por él antes: iba a encargarse de que disfrutara de su libertad en Nueva Orleáns. Las otras mujeres lo habían
mantenido encerrado en los confines de sus dormitorios o de sus vestidores, pero ella no estaba
dispuesta a encadenar a nadie.
— Bien, entonces digamos que esta vez vas a ser tú el que disfrute, tío.
Él alzó la mirada del cuenco con repentino interés.
— Voy a ser “tu” sirvienta — continuó ________—. Haremos cualquier cosa que se te antoje.
Y veremos todo lo que se te ocurra.
Mientras tomaba un sorbo de vino, curvó los labios en un gesto irónico.
— Quítate la camisa.
Justin dejó a un lado la copa de vino y la atravesó con una lujuriosa y candente mirada.
— Has dicho que puedo ver lo que quiera y hacer lo que se me antoje. Bien, pues quiero ver tus
pechos desnudos y después quiero pasar la lengua por…
— ¡Oye grandullón!, ¡relájate! —le dijo _________ con las mejillas ardiendo y el cuerpo
abrasado por el deseo—. Creo que vamos a dejar claras unas cuantas reglas que tendrás que cumplir estés aquí. Número uno: nada de “eso”.
— ¿Y por qué no?
“Sí”, le exigió su cuerpo entre la súplica y el enfado. “¿Por qué no?”
— Porque no soy ninguna gata callejera con el rabo alzado para que cualquier gato venga, me monte y se largue.
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•Un Amante de Ensueño [Justin Bieber & Tu] [Adaptada] - Página 2 Empty Re: •Un Amante de Ensueño [Justin Bieber & Tu] [Adaptada]

Mensaje por aPieceOfHeaven Vie 29 Jun 2012, 2:48 pm

Un Amante de Ensueño·

Él le había dicho que podía escuchar cualquier conversación que tuviera lugar cerca del libro; lo que significaba que había permanecido despierto durante su encierro. Aislado.

Solo.

Ella era la primera persona con la que había hablado, o estado cerca, después de cien años.
Se le hizo un nudo en el estómago al pensar en lo que debía haber soportado. Aunque la
prisión de su timidez nunca había sido tangible para ella, sabía lo que era escuchar a la
gente y no ser parte de ellos. Permanecer como una simple espectadora.

— Me gustaría poder quedarme despierta —dijo, reprimiendo un bostezo—. De verdad; pero
si no duermo lo suficiente, mi cerebro se convierte en gelatina y se queda sin batería.

— Te entiendo. Al menos entiendo lo esencial, aunque no sé que son la gelatina ni la
batería.

___ todavía percibía su desilusión.

— Puedes ver la televisión.
— ¿Televisión?

Cogió el cuenco vacío y lo limpió antes de regresar con Justin a la sala de estar. Encendió el
televisor y lo enseñó a cambiar los canales con el mando a distancia.

— Increíble —susurró él mientras hacía zapping por primera vez.
— Sí, es algo muy útil.

Eso lo mantendría ocupado. Después de todo, los hombres sólo necesitaban tres cosas para
ser felices: comida, sexo y un mando a distancia. Dos de tres deberían mantenerlo
satisfecho un rato.

— Bueno —dijo mientras se dirigía a las escaleras—. Buenas noches.

Al pasar a su lado, Justin le tocó el brazo. Y, aunque su roce fue muy ligero, ___ sintió una
descarga eléctrica.

Con el rostro inexpresivo, sus ojos dejaban ver todas las emociones que lo invadían. _______ percibió su sufrimiento y su necesidad; pero sobre todo, captó su soledad.

No quería quedarse solo.

Humedeciéndose los labios —se le habían secado de forma repentina—, dijo algo increíble.


— Tengo otro televisor en mi habitación. ¿Por qué no ves allí lo que quieras, mientras yo
duermo?

Justin le dedicó una sonrisa tímida.

Fue tras ella mientras subían las escaleras, totalmente sorprendido por el hecho de que
________ lo hubiera comprendido sin palabras. Había tenido en cuenta su necesidad de
compañía, sin preocuparse de sus propios temores.

Eso le hizo sentir algo extraño hacia ella. Una rara sensación en el estómago.

¿Ternura?

No estaba seguro.

__ lo llevó hasta una enorme habitación presidida por una cama con dosel, situada en la
pared opuesta a la puerta de entrada. Enfrente de la cama había una cómoda y, sobre ella,
una ¿cómo lo había llamado __________?, ¿televisión?

Observó cómo Justin paseaba por su dormitorio, mirando las fotografías que había en las
paredes y sobre los muebles; fotografías de sus padres y de sus abuelos, de Yare y ella en la facultad, y una del perro que tuvo cuando era pequeña.

— ¿Vives sola? —le preguntó.

— Sí —dijo, acercándose a la mecedora que estaba junto a la cama. Su camisón estaba sobre

el respaldo. Lo cogió y después miró a Justin y a la toalla verde que aún llevaba alrededor de

sus esbeltas caderas. No podía dejar que se metiera en la cama con ella de aquella forma.

*Seguro que puedes.*

*No, no puedo.*

*¿Por favor?*

*¡Shh! Parte irracional de mí, cállate y déjame pensar.*

Aún guardaba los pijamas de su padre en el dormitorio que había pertenecido a sus
progenitores; allí estaban todas sus pertenencias y para _______, era un lugar sagrado.
Teniendo en cuenta la anchura de los hombros de Justin, estaba segura de que las camisas
no le servirían, pero los pantalones tenían cinturas ajustables y, aunque le quedasen
cortos, al menos no se le caerían.

— Espera aquí —le dijo—. No tardaré nada.

Después de verla marcharse como una exhalación, Justin se acercó a los ventanales y
apartó las cortinas de encaje blanco. Observó las extrañas cajas metálicas - que debían ser
automóviles— mientras pasaban por delante de la casa con aquel zumbido tan extraño que
no cesaba un instante, semejante al ruido del mar. Las luces iluminaban las calles y todos
los edificios; se parecían a las antorchas que había en su tierra natal

Qué insólito era este mundo. Extrañamente parecido al suyo y, aun así, tan diferente.
Intentó asociar los objetos que veía con las palabras que había escuchado a lo largo de las décadas; palabras que no comprendía. Como “televisión y bombilla.”
Y por primera vez desde que era niño, sintió miedo. No le gustaban los cambios que percibía, la rapidez con la que las cosas habían evolucionado en el mundo.
¿Cómo sería todo la siguiente vez que lo convocaran?
¿Podrían las cosas cambiar mucho?
O lo que era más aterrador, ¿y si jamás volvían a invocarlo?
Tragó saliva ante aquella idea. ¿Y si acababa atrapado durante toda la eternidad? Solo y despierto. Alerta. Sintiendo la opresiva oscuridad en torno a él, dejándolo sin aire en los pulmones mientras su cuerpo se desgarraba de dolor.
¿Y si no volvía a caminar de nuevo como un hombre? ¿O a hablar con otro ser humano, o a tocar a otra persona?


Esta gente tenía cosas llamadas ordenadores. Había escuchado al dueño de la librería hablar sobre ellos con los clientes. Y unos cuantos le habían dicho que, probablemente, los ordenadores sustituirían un día a los libros.
¿Qué sería de él entonces?

Vestida con su camisola de dormir rosa, ______ se detuvo en la habitación de sus padres, junto a la puerta de espejo del vestidor, donde guardó los anillos de boda el día posterior al funeral. Podía ver el débil resplandor del diamante marquise() de medio quilate.
El dolor hizo que se le formara un nudo en la garganta; luchó contra las lágrimas que pugnaban por brotar de sus ojos.


Con veinticuatro años recién cumplidos en aquella época, había sido lo suficientemente arrogante como para pensar que era una persona madura y capaz de hacer frente a cualquier cosa que la vida le pusiera por delante. Se había creído invencible. Y en un segundo, su vida se derrumbó.


La muerte le arrebató todo aquello que una vez tuvo: la seguridad, la fe, su creencia en la justicia y, sobre todo, el amor sincero de sus padres y su apoyo emocional.


A pesar de toda su vanidad juvenil, no había estado preparada para que le arrebataran por completo a toda su familia.


Y, aunque habían pasado cinco años, aún los echaba de menos. El dolor era muy profundo. El viejo dicho aquél, según el cual era mejor haber conocido el amor antes de perderlo, era un enorme fraude. No había nada peor que perder a las personas que te quieren y te cuidan en un accidente sin sentido.


Incapaz de enfrentar su ausencia, _______ había sellado la habitación tras el funeral, y lo había dejado todo tal y como estaba.


Abrió el cajón donde su padre guardaba los pijamas y tragó saliva. Nadie había tocado estas cosas desde la tarde que su madre las dobló y las guardó.

Todavía recordaba la risa de su madre. Las bromas sobre el conservador estilo de su padre, que siempre elegía pijamas de franela.


Peor aún, recordaba el amor que se profesaban.


Lo que daría ella por encontrar la pareja perfecta, como les había sucedido a ellos. Habían estado casados veinticinco años antes de morir, y su amor había permanecido intacto desde el día que se conocieron.


No podía recordar un solo momento en que su madre no sonriera ante una broma de su padre. Siempre iban cogidos de la mano como dos adolescentes, y se robaban besos cuando creían que nadie los veía.


Pero ella los veía.


Y ahora lo recordaba.
Quería ese tipo de amor. Pero por alguna razón, no había encontrado a un hombre que la dejase sin aliento. Un hombre que consiguiera que se le desbocara el corazón y que sus sentidos se tambalearan.


Un hombre sin el cual la vida no tuviese sentido.
— ¡Oh, mamá! —balbuceó, deseando que sus padres no hubiesen muerto aquella noche.
Deseando…
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•Un Amante de Ensueño [Justin Bieber & Tu] [Adaptada] - Página 2 Empty Re: •Un Amante de Ensueño [Justin Bieber & Tu] [Adaptada]

Mensaje por aPieceOfHeaven Vie 29 Jun 2012, 2:50 pm

Un Amante de Ensueño·

No sabía qué. Lo único que quería era conseguir algo que le hiciese pensar en el futuro. Algo
que le hiciese feliz; de la misma forma que su padre había hecho feliz a su madre.
Mordiéndose el labio, _______ cogió el pantalón de cuadros azul marino y blanco, y salió
corriendo de la habitación.

— Aquí tienes —dijo arrojándole la prenda a Justin y saliendo a toda prisa hacia el cuarto de
baño, en mitad del pasillo. No quería que él fuese testigo de sus lágrimas. No volvería a
mostrarse vulnerable delante de un hombre.
Justin cambió la toalla por los pantalones y se fue tras ___. Había cerrado de un portazo la puerta
más cercana a la habitación donde él se encontraba.
— ___ —la llamó mientras abría la puerta con suavidad.
Se quedó paralizado al verla llorar. Estaba en mitad de un cuarto de aseo extraño, con dos
lavamanos incrustados en la pared y una encimera blanca en la cual se apoyaba. Se había tapado la
boca con una toalla, en un intento de sofocar sus desgarradores sollozos.
A pesar de su severa educación y de los dos mil años de autocontrol, Justin se vio arrastrado por
una oleada de compasión. ___ lloraba como si alguien le hubiese roto el corazón.
Y eso lo hacía sentirse incómodo. Inseguro.

Apretando los dientes, alejó aquellos insólitos sentimientos. Si algo había aprendido durante su
infancia era a no ahondar en los problemas de los demás, porque nunca traía nada bueno. No había que cuidar de nadie más que de uno mismo. Cada vez que había cometido el error de interesarse por alguien, lo había pagado con creces.
Además, en esta ocasión no había tiempo. Nada de tiempo.
Cuanto menos tuviese que ver con las emociones y la vida de ___, más fácil le resultaría volver a
soportar su confinamiento.
Y, entonces, las palabras de ___ lo golpearon con fuerza, justo en mitad del pecho. Ella lo había
definido a la perfección: no era más que un gato dedicado a conseguir placer y después marcharse.
Se aferró con fuerza al tirador de la puerta. No era un animal. Él también tenía sentimientos.
O, al menos, solía tenerlos.
Antes de que pudiese reconsiderar sus acciones, entró en la estancia y la abrazó. ___ le rodeó la
cintura con los brazos y se apoyó en él como si se tratara de un salvavidas, mientras enterraba la
cara en su pecho desnudo y sollozaba. Todo su cuerpo temblaba.

Algo muy extraño se abrió paso en el interior de Justin. Un profundo anhelo que no sabía muy bien como definir.
Jamás en su vida había consolado a una mujer que lloraba. Se había acostado con tantas que no
podía recordarlo; pero nunca, jamás, había abrazado a una mujer como estaba abrazando a ___. Ni después de hacer el amor. Una vez acababa con su pareja de turno, se levantaba, se limpiaba y buscaba algo con qué entretenerse hasta que fuese requerido de nuevo.
Incluso antes de la maldición, jamás había demostrado ternura por nadie. Ni por su esposa.
Como soldado, había sido entrenado desde que tenía uso de razón para mostrarse feroz, frío y
duro.
«Vuelve con tu escudo, o sobre él». Ésas fueron las palabras de su madrastra el día que lo
agarró del pelo y lo echó de su casa para que comenzara el entrenamiento militar, a la tierna edad de siete años.
Su padre había sido aún peor. Un legendario comandante espartano que no toleraba muestras de debilidad.

Ni de emoción. El tipo se había encargado, látigo en mano, de que la infancia de Justin llegase a
su fin, enseñándolo a ocultar el dolor. Nadie podía ser testigo de su sufrimiento.
Hasta el día de hoy, aún podía sentir el látigo sobre la piel desnuda de su espalda, y escuchar
el sonido que hacía el cuero al cortar el aire entre golpe y golpe. Podía ver la burlona mueca de
desprecio en el rostro de su padre.
— Lo siento —murmuró ___ sobre su hombro, devolviéndolo al presente.
Ella alzó la cabeza para poder mirarlo. Tenía los ojos grises brillantes por las lágrimas y
parecían resquebrajar la capa que recubría su corazón, congelado desde hacía siglos por
necesidad y por obligación.
Incómodo, Justin se alejó de ella.
— ¿Te sientes mejor?
___ se limpió las lágrimas y se aclaró la garganta. No sabía por qué había ido Justin tras ella,
pero había pasado mucho tiempo desde la última vez que alguien la consoló mientras lloraba.
— Sí —murmuró—. Gracias.
Él no respondió.

En lugar de ser el hombre tierno que la abrazaba instantes antes, había vuelto a ser el Señor
Estatua; todo su cuerpo estaba rígido y no daba muestras de emoción.
Dejando escapar un suspiro iracundo, y pasó a su lado.
— No me habría puesto así si no estuviese tan cansada y quizás todavía un poco achispada.
Necesito dormir.
Sabía que él iría tras ella, así que volvió resignadamente a su habitación y se metió en la
cama de madera de pino, acurrucándose bajo el grueso edredón. Sintió cómo el colchón se hundía bajo el peso de Justin un instante después.
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•Un Amante de Ensueño [Justin Bieber & Tu] [Adaptada] - Página 2 Empty Re: •Un Amante de Ensueño [Justin Bieber & Tu] [Adaptada]

Mensaje por aPieceOfHeaven Vie 29 Jun 2012, 2:50 pm

Un Amante de Ensueño·

Su corazón se aceleró ante la repentina calidez del cuerpo del hombre junto al suyo. Y la cosa empeoró cuando él se acurrucó a su espalda y le pasó una larga y musculosa pierna sobre la cintura.


— ¡Justin! —gritó con una nota de advertencia al sentir su erección contra la cadera—. Creo que sería mejor que te quedaras en tu lado de la cama, mientras yo me quedo en el mío.
No pareció prestar atención a sus palabras, puesto que inclinó la cabeza y dejó un pequeño rastro de besos sobre su pelo.


— Pensaba que me habías llamado para aliviar el dolor de tus partes bajas —le susurró en el oído.


Con el cuerpo al rojo vivo debido a su proximidad, y al aroma a sándalo que le embotaba la cabeza, ______ se sonrojó al escucharle repetir las palabras que le dijera a Yare.
— Mis partes bajas se encuentran en perfecto estado, y muy felices tal y como están.
— Te prometo que yo conseguiré que estén mucho, mucho más felices.
¡Oh!, no le cabía la menor duda.
— Si no te comportas, te echaré de la habitación.
Entonces lo miró y vio la incredulidad reflejada en los ojos marrones.
— No entiendo por qué vas a echarme —le dijo.
— Porque no voy a utilizarte como si fueses un muñeco sin nombre, que no tiene más razón de ser que servirme. ¿De acuerdo? No quiero tener ese tipo de intimidad con un hombre al que no conozco.
Con una mirada preocupada, Justin se apartó finalmente de ella y se tumbó en la cama.

_____________ respiró profundamente para intentar que su acelerado corazón se relajara, y poder apagar el fuego que le hacía hervir la sangre. Resultaba muy duro decirle que no a este hombre.
*¿Crees realmente que vas a ser capaz de dormir con este tipo a tu lado? ¿Es que tienes una piedra por cerebro?*


Cerró los ojos y recitó su aburrida letanía. Tenía que dormir. No había sitio para los «y si…» ni para los «pero…». Ni tampoco para Justin.
Él colocó las almohadas de modo que le sirvieran de respaldo, y miró a ___. Ésta iba a ser, en su excepcionalmente larga vida, la primera vez que pasara una noche junto a una mujer sin hacerle el amor.


Era inconcebible. Ninguna lo había rechazado antes.
Ella se dio la vuelta en aquel momento y le dio un mando a distancia, como el que le había enseñado en la sala. Apretó un botón y encendió la televisión, después bajó el volumen de la gente que hablaba.
— Esto es para la luz —dijo apretando otro botón. De inmediato, las luces se apagaron, dejando que fuera el televisor el que iluminara débilmente las sombras de la habitación—. No me molestan los ruidos, así es que no creo que me despiertes —le dio el mando a distancia—. Buenas noches, Nicholas de Macedonia.
— Buenas noches, ___ —susurró él, observando cómo su sedoso cabello se extendía sobre la almohada, mientras se acurrucaba para dormir.


Dejó el mando a un lado y, durante un buen rato, se dedicó a mirarla mientras la luz procedente del televisor parpadeaba sobre los relajados ángulos de su rostro.
Supo el momento exacto en el que se durmió, por la uniformidad de su respiración. Sólo entonces se atrevió a tocarla. Se atrevió a seguir con la yema de un dedo la suave curva de su pómulo.


Su cuerpo reaccionó con tal violencia que tuvo que morderse el labio para no soltar una maldición. El fuego se había extendido por su sangre.
Había conocido numerosos dolores durante toda su vida: primero el dolor de estómago cuando necesitaba comer, después la sed de amor y respeto, y por último el dolor exigente de su miembro cuando ansiaba la humedad resbaladiza del cuerpo de una mujer. Pero jamás, jamás, había experimentado algo semejante a lo que sentía ahora.
Era un hambre tan voraz, una sensación tan potente, que amenazaba hasta su cordura.
Sólo podía pensar en separarle los cremosos muslos y hundirse profundamente en ella. En deslizarse dentro y fuera de su cuerpo una y otra vez, hasta que ambos alcanzaran el clímax al unísono.


Pero eso jamás llegaría a suceder.

Se alejó de ella a una distancia prudente, desde donde no pudiese oler su suave aroma femenino, ni sentir el calor de su cuerpo bajo el edredón.

Podría proporcionarle placer durante días, sin detenerse, pero él jamás encontraría la paz.
— Maldito seas, Príapo —gruñó. Era el dios que le había maldecido, hundiéndolo en este
miserable destino—. Espero que Hades te esté dando lo que te mereces.

Una vez aplacada su ira, suspiró y se dio cuenta que las Parcas y las Furias se estaban encargando
de lo propio con él.

______ se despertó con una extraña sensación de calidez y seguridad. Un sentimiento que no había experimentado desde hacía años.


De pronto, sintió un beso muy dulce sobre los párpados, como si alguien estuviese acariciándola
con los labios. Unas manos fuertes y cálidas le tocaban el pelo.
*¡Justin!*


Se incorporó tan rápido que se golpeó con su cabeza. Hasta sus oídos llegó el gemido de dolor
de Justin. Frotándose la frente, abrió los ojos y vio que él la observaba con el ceño fruncido y
obviamente molesto.


— Lo siento —se disculpó mientras se sentaba—. Me sobresaltaste.


Justin abrió la boca y se tocó los dientes con el pulgar para comprobar si el golpe los había
aflojado.


Aquello fue peor aún para ___, puesto que no pudo evitar contemplar el roce de su lengua sobre los
dientes. Y la visión de esos blanquísimos dientes, increíblemente rectos, que a ella le gustaría
tener mordisqueándola…
— ¿Qué quieres para desayunar? —le preguntó para alejarse un poco de sus pensamientos.
La mirada de él descendió hasta el profundo escote en V de su camisola. Siguiendo la dirección de
sus ojos, ________ se dio cuenta de que, desde donde él estaba sentado, podría ver todo su cuerpo hasta llegar a las embarazosas braguitas de Mickey Mouse.

Antes de que pudiera moverse, Justin tiró de ella, hasta sentarla sobre sus muslos y reclamó sus
labios.

_______ gimió de placer bajo el asalto de su boca, mientras su lengua le hacía las cosas

más escandalosas. La cabeza comenzó a girarle con la intensidad del beso y con el cálido
aliento de Justin mezclándose con el suyo.
Y pensar que nunca le había gustado besar…
¡Debía estar loca!

Los brazos de Justin intensificaron su abrazo. Miles de llamas lamían su cuerpo,

encendiéndola e incitándola, mientras se agrupaban en la zona que más le dolía: entre los

muslos, donde quería tenerlo.


Sus labios la abandonaron para trazar con la lengua un rastro hasta su garganta, dibujando húmedos
círculos sobre el mentón, el lóbulo de la oreja y finalmente el cuello.


¡El tipo parecía conocer todas las zonas erógenas del cuerpo de una mujer!

Mejor aún, sabía cómo usar las manos y la lengua para masajearlas hasta obtener el máximo
placer.

Exhaló el aire suavemente sobre su oreja y, de inmediato, un escalofrío la recorrió de arriba a
abajo; cuando pasó la lengua por el lóbulo, todo su cuerpo comenzó a temblar.
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•Un Amante de Ensueño [Justin Bieber & Tu] [Adaptada] - Página 2 Empty Re: •Un Amante de Ensueño [Justin Bieber & Tu] [Adaptada]

Mensaje por aPieceOfHeaven Vie 29 Jun 2012, 2:52 pm

Un Amante de Ensueño·

Un hormigueo le recorrió los pechos, que al instante se endurecieron, sobresaliendo como
duros montículos que clamaban por ser besados.

— Justin —gimió, incapaz de reconocer su voz. Su mente le pedía que se detuviera, pero las
palabras se quedaron atravesadas en la garganta.

Había mucho poder en sus caricias. Mucha magia. Le hacía ansiar, dolorosamente, mucho
más.

Se dio la vuelta con ella en brazos y la aprisionó contra el colchón. Incluso a través del
pijama, _______ percibía su erección, su miembro duro y ardiente que presionaba sobre
la cadera, mientras con las manos le aferraba las nalgas y respiraba entrecortadamente
junto a su oreja.

— Tienes que parar —consiguió decirle al fin con voz débil.
— ¿Parar el qué? —le preguntó—. ¿Esto? —y trazó con la lengua el laberinto de su oreja.

_______ siseó de placer. Los escalofríos se sucedían y, como si se tratase de ascuas al rojo
vivo, abrasaban cada centímetro de su piel. Los pechos se hincharon aún más bajo el
cuerpo de Justin—. ¿O esto? —e introdujo una mano bajo la cinturilla elástica de sus
braguitas para tocarla donde más lo deseaba.

________ se arqueó en respuesta a sus caricias y clavó los dedos en las sábanas ante la
sensación de sus manos entre las piernas. ¡Dios, este hombre era increíble!

Justin comenzó a acariciar en círculos la trémula carne, utilizando un solo dedo, haciendo
que se consumiera antes de introducirle dos dedos hasta el fondo.

Mientras rodeaba, acariciaba y atormentaba su interior, comenzó a masajearle muy
suavemente el clítoris con el pulgar.

— ¡Ooooh! —gimió _______, echando la cabeza hacia atrás por la intensidad del placer.

Se aferró a Justin, mientras él continuaba su implacable asalto utilizando sus manos y su
lengua, dándole placer. Totalmente fuera de control, ________ se frotaba de forma
desinhibida contra él, ansiando su pasión, sus caricias.

Justin cerró los ojos y saboreó el olor del cuerpo de _________ bajo el suyo; la sensación de
sus brazos envolviéndolo. Era suya. Podía sentirla temblar y latir alrededor de su mano,
mientras su cuerpo se retorcía bajo sus caricias.

En cualquier momento llegaría al clímax.

Con ese pensamiento ocupando su mente por completo, le quitó la camisola e inclinó la
cabeza hasta atrapar un duro pezón y succionar suavemente toda la areola, deleitándose
en la sensación de la rugosa piel bajo su lengua.
No recordaba que una mujer supiese tan bien como aquélla.
Su sabor se le quedaría grabado a fuego en la mente, jamás podría olvidarlo.
Y estaba completamente preparada para recibirlo: ardiente, húmeda y muy estrecha;
exactamente como a él le gustaba una mujer.
Rasgó de un tirón la pequeña prenda que se ceñía a las caderas de ______-__, y que le
impedía un acceso total a aquel lugar que se moría por explorar completamente.

Y en toda su profundidad.

Ella escuchó cómo rompía las braguitas, pero no fue capaz de detenerlo. Su voluntad ya no
le pertenecía; había sido engullida por unas sensaciones tan intensas, que lo único que
quería era encontrar alivio.

¡Tenía que conseguirlo!

Alzando los brazos, enterró las manos en el pelo de Justin, incapaz de permitir que se alejara,
aunque sólo fuese por un segundo.

Justin se quitó los pantalones a tirones y le separó los muslos.

Con el cuerpo envuelto en puro fuego, ______-__ aguantó la respiración mientras él
colocaba su largo y duro cuerpo entre sus piernas.

La punta de su miembro presionaba justo sobre el centro de su feminidad. Arqueó las
caderas acercándose aún más, aferrándose a sus amplios hombros. Deseaba sentirlo dentro
con una desesperación tal, que desafiaba a todo entendimiento.
pero de repente...

Y de repente,… sonó el teléfono.
______ dio un respingo al escucharlo, y su mente recobró repentinamente el control
— ¿Qué es ese ruido? —gruñó Justin.
Agradecida por la interrupción, ______ salió como pudo de debajo de Justin; le temblaban las piernas y le ardía todo el cuerpo.
— Es un teléfono —dijo, antes de inclinarse hacia la mesita de noche y coger el auricular.
La mano no dejaba de temblarle mientras se lo acercaba a la oreja.
Lanzando una maldición, Justin se puso de lado.
— Yare gracias a Dios que eres tú —dijo ______, tan pronto como escuchó su voz. ¡En ese
momento agradecía muchísimo la habilidad que tenía Yare de saber el momento “preciso” en que
llamar!
— ¿Qué pasa? —preguntó su amiga.
— Deja de hacer eso —le espetó a Justin que, en ese instante, se dedicaba a lamerle las nalgas en un movimiento descendente…
— Pero si no estoy haciendo nada —le dijo Yare.
— Tú no, Yare.
El silencio cayó sobre el otro extremo de la línea.
— Escucha —le dijo ___ a Yare con una dura advertencia en la voz—. Necesito que busques entre la ropa de Ryan y traigas unas cuantas cosas. Ahora.
— ¡Funcionó! —el agudo chillido estuvo a punto de perforarle el tímpano—. ¡Ay, Dios mío!
¡Funcionó!, ¡no puedo creerlo! ¡Voy para allá!
___ colgó el teléfono justo cuando la lengua de Justin bajaba desde sus nalgas hacia…
— ¡Para ya!
Él se echó hacia atrás y la miró con el ceño fruncido, estupefacto.
— ¿No te gusta que te haga eso?
— Yo no he dicho eso —contestó antes de poder detenerse.
Justin se acercó de nuevo a ella.
___ bajó de un salto de la cama.
— “Tengo” que irme a trabajar.
Justin se apoyó en un brazo, tendido sobre un costado, y la observó mientras recogía los pantalones del pijama y se los arrojaba. Los agarró con una mano mientras sus ojos se movían, perezosamente, sobre el cuerpo de ______.
— ¿Por qué no llamas para decir que estás enferma?
— ¿Que estoy enferma? —repitió—. ¿Y tú cómo conoces ese truco?

Él se encogió de hombros.
— Ya te lo he dicho. Puedo escuchar mientras estoy encerrado en el libro. Por eso puedo aprender
idiomas y entender los cambios en la sintaxis.
Con la misma elegancia de una pantera que se endereza tras estar agazapada, Justin apartó el edredón y salió lentamente de la cama. No llevaba los pantalones. Y su miembro estaba totalmente erecto.
Hipnotizada, _____ fue incapaz de moverse.
— No hemos acabado —dijo él con la voz ronca, mientras se acercaba a ella.
— ¡Pues claro que sí! —le contestó _______, y huyó al cuarto de baño, encerrándose allí
tras echar el pestillo a la puerta.
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Mensaje por aPieceOfHeaven Vie 29 Jun 2012, 2:53 pm

Un Amante de Ensueño·

Con los dientes apretados, Justin tuvo la repentina necesidad de golpearse la cabeza contra la pared de tan frustrado como se sentía. ¿Por qué tenía que ser tan testaruda?
Se miró el miembro rígido y soltó un juramento.
— ¿Y “tú” no puedes comportarte durante cinco minutos al menos?
___ se dio una larga ducha fría. ¿Qué tenía Justin que hacía que su sangre literalmente hirviera? Incluso ahora podía sentir el calor de su cuerpo sobre ella.
Sus labios sobre…
— ¡Para, para, para!
No era una ninfómana sin control sobre sí misma. Era una licenciada en Filosofía, con un cerebro; y sin hormonas.
Pero aun así, sería extremadamente fácil olvidarse de todo y pasar todo el mes en la cama con Justin.
— Muy bien —se dijo a sí misma—. Supongamos que te metes en la cama con él un mes. Y luego, ¿qué? —Se enjabonó el cuerpo mientras la irritación desvanecía los últimos rescoldos de su deseo—. Yo te diré qué pasará después. Él se irá y tú, colega, te quedarás sola otra vez.
» ¿Te acuerdas de lo que ocurrió cuando Robert se marchó? ¿Te acuerdas de cómo te sentías cuando te paseabas por la habitación, con el estómago revuelto porque habías permitido que “te” utilizara? ¿Te acuerdas de la humillación que sentías?
Pero aún peor que esos recuerdos, era la imagen de Robert riéndose de ella a carcajadas con sus amigos, mientras recogía el dinero de la apuesta. Cómo deseaba haber sido un hombre en ese momento, para poder abrir la puerta de su apartamento de una patada y golpearlo hasta hacerlo pedazos.
No, no dejaría que nadie más la utilizara.
Le había costado años superar la crueldad de Robert, y no tenía ningún deseo de arruinar lo que había conseguido por un capricho. ¡Aunque fuese un fabuloso capricho!
No, no y no. La próxima vez que se entregara a un hombre, sería con uno que estuviese unido a ella. Alguien que la cuidara.
Alguien que no dejase a un lado su dolor y continuase usando su cuerpo buscando su propio placer, como si ella no importara nada —pensaba, mientras los recuerdos reprimidos regresaban a la superficie. Robert se había comportado como si ella no hubiese estado presente. Como si no hubiese sido más que una muñeca sin emociones, diseñada sólo para proporcionarle placer.
Y no estaba dispuesta a dejar que la volviesen a tratar así, especialmente si se trataba de Justin.
Jamás.

Justin bajó las escaleras, maravillado por la brillante luz del sol que entraba por las ventanas. Le resultaba divertido el hecho de que la gente diese por sentado esos pequeños detalles. Recordaba la época en la que no se fijaba en algo tan simple como una mañana soleada.
Y ahora, cada una de ellas era un verdadero regalo de los dioses. Un regalo que tenía toda la intención de degustar durante el mes que tenía por delante, hasta que estuviese obligado a regresar a la oscuridad.
Con el corazón agobiado, se dirigió a la cocina, hacia el armario donde ___ guardaba la comida. Al abrir la puerta le sorprendió la frialdad. Alargó la mano y dejó que el aire frío le acariciara la piel. Increíble.
Sacó varios recipientes, pero no pudo leer las etiquetas.
— No comas nada que no puedas identificar —se recordó a sí mismo, mientras pensaba en algunas de las asquerosidades que había visto a la gente comer a lo largo de los siglos.
Se inclinó hacia delante y rebuscó hasta encontrar un melón en uno de los cajones inferiores. Lo llevó a la encimera del centro de la cocina, cogió un cuchillo largo del soporte, donde ___ tenía al menos una docena de ellos, y lo partió por la mitad.
Cortó un trozo y se lo introdujo en la boca.
Cuando el delicioso jugo inundó sus papilas gustativas, gruñó de satisfacción. La dulce pulpa hizo que su estómago rugiera con una feroz exigencia. La garganta le pedía, con una sensación cercana al dolor, que le proporcionara un poco más de aquel relajante dulzor.
Era tan estupendo volver a tener comida… Tener algo con lo que apagar la sed y el hambre.
Antes de poder detenerse, dejó el cuchillo a un lado y comenzó a partir el melón con las manos, llevándose los trozos a la boca tan rápido como podía.
¡Por los dioses!, estaba tan hambriento…

No fue consciente de lo que hacía hasta que se descubrió desgarrando la cáscara.
Se quedó paralizado al ver sus manos cubiertas con el jugo del melón, y los dedos curvados como las garras de cualquier animal.
«Date la vuelta, Justin y mírame. Ahora sé un buen chico y haz lo que te ordeno. Tócame aquí.
Mmm… sí, eso es. Buen chico, buen chico. Házmelo bien y te traeré de comer en un momento.»
Justin se encogió de temor ante la repentina invasión de los recuerdos de su última invocación. No era de extrañar que se comportara como un animal; lo habían tratado como tal durante tanto tiempo que apenas recordaba cómo ser un hombre.
Al menos, ___ no lo había encadenado a la cama.
Todavía.
Asqueado, echó un vistazo alrededor de la cocina, mientras daba gracias mentalmente por el hecho de que ___ no hubiese presenciado su pérdida momentánea de control.
Con la respiración entrecortada, cogió la mitad del melón y lo echó al recipiente donde había
visto a ___ tirar la basura la noche anterior. Después, abrió el grifo del fregadero y se lavó
para desprenderse de la pegajosa pulpa.
Tan pronto como el agua fresca le rozó la piel, suspiró de placer. Agua. Fría y pura. Era lo que
más echaba de menos durante su confinamiento. Lo que más anhelaba, hora tras hora, mientras su reseca garganta ardía de dolor.
Dejó que el agua se deslizara por su piel antes de capturarla con las manos ahuecadas y beber
directamente de ellas. Se chupó los dedos. Era maravillosamente relajante la sensación de sentir
el frescor en la boca y después notar cómo bajaba por la garganta, calmando su sed. Lo único que deseaba en ese momento era meterse en el fregadero y dejar que el agua se deslizara por todo su cuerpo.
Dejar que…
Escuchó que alguien golpeaba suavemente la puerta y, al instante, un ruido de pasos que descendían por la escalera. Cerró el grifo y cogió el trapo seco que había junto al fregadero para secarse las manos y la cara.
Cuando volvió a la encimera para recoger los restos del melón, reconoció la voz de Yare.
— ¿Dónde está?
Justin agitó la cabeza ante el entusiasmo de la amiga de ___. Eso era lo que había esperado de ___.
Las dos mujeres entraron a la cocina. Justin alzó la mirada y se encontró con unos ojos marrones tan grandes como dos escudos espartanos.
— ¡Jesús, María y José! —balbució Yare.
___ cruzó los brazos sobre el pecho, en sus ojos brillaba una mezcla de ira y diversión.
— Justin, ésta es Yarelys.
— ¡Jesús, María y José! —repitió su amiga.
— ¿Yare? —preguntó ___, moviendo la mano ante los ojos de su boquiabierta amiga, que ni
siquiera parpadeó.
— ¡Jesús, Ma…!
— ¿Vas a dejarlo ya? —la reprendió ___.
Yare dejó que la ropa que llevaba en las manos cayera directa al suelo y dio una vuelta completa
alrededor de Justin para poder ver su cuerpo desde todos los ángulos. Sus ojos comenzaron por la cabeza y descendieron hasta los dedos de los pies.
Justin apenas pudo suprimir la ira ante semejante escrutinio.
— ¿Te gustaría mirarme los dientes tal vez, o prefieres que me baje los pantalones para que
puedas inspeccionarme más a gusto? —le preguntó con más malicia de la que había pretendido en un principio. Después de todo, ella estaba, técnicamente, de su parte.
Si cerrase la boca y dejara de mirarlo de “aquel modo”… Nunca había soportado ser el centro
de esas desmedidas muestras de atención.
Yare alargó la mano, insegura, para tocarle el brazo.
— ¡Uuuh! —se burló él, consiguiendo que Yare diera un respingo.
___ soltó una carcajada.
Yare frunció el ceño y les dedicó a ambos una furiosa mirada.
— Muy bien, ¿están intentando reírse de mí?
— Te lo mereces —le dijo ___ mientras cogía un trozo de melón recién cortado por Justin y se lo
llevaba a la boca—. Por no mencionar que “tú” vas a ocuparte de “él” durante el día de
hoy.
— ¿Qué? —preguntaron Justin y Yare al unísono.
___ se tragó el bocado.
— Bueno, no puedo llevarlo conmigo a la consulta, ¿no?
Yare sonrió con malicia.
— Apuesto a que Lisa y tus pacientes femeninas estarían encantadas.
— Exactamente igual que el “chico” que tiene cita a las ocho. No obstante, no creo que fuese
muy productivo.
— ¿No puedes cancelar las citas? —preguntó Yare.

Justin estuvo de acuerdo. No le apetecía en absoluto mostrarse en un sitio público. La única parte de la maldición que encontraba remotamente tolerable era el hecho de que la mayoría de sus invocadoras lo mantenían oculto en sus estancias privadas o en los jardines.
— Sabes perfectamente por qué —contestó ___—. No tengo un maridito abogado que me mantenga.
Además, no creo que a Justin le guste quedarse solo en casa todo el día, sin nada que hacer. Estoy segura de que le encantará salir y conocer la ciudad.
— Preferiría quedarme aquí contigo —dijo él.
Porque lo que realmente le apetecía era verla retorcerse otra vez bajo su cuerpo, y sentir cómo
todo su miembro se empapaba con su flujo, mientras la hacía chillar de placer.
___ quedó atrapada en su mirada, y Justin reconoció el deseo que brillaba en las profundidades
grises de sus ojos. En ese instante, descubrió lo que se proponía. Se iba a trabajar para evitar
quedarse a solas con él.
Bien, tarde o temprano tendría que regresar a casa.
Y, entonces, sería suya.
Y una vez se rindiera, iba a demostrarle la resistencia y la pasión que poseía un soldado
Macedonio entrenado en el ejército Espartano.
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Mensaje por aPieceOfHeaven Vie 29 Jun 2012, 2:54 pm

Un Amante de Ensueño·

La mañana pareció transcurrir muy lentamente con la habitual ronda de citas. Por mucho que intentase concentrarse en sus pacientes y sus problemas, no lo lograba.
Una y otra vez, su mente volvía a recordar una piel tostada por el sol y unos ardientes ojos marrones.
Y una sonrisa…
Cómo desearía que Justin no le hubiese sonreído jamás. Esa sonrisa podía muy bien ser su perdición.
—…y entonces le dije: «Dave, mira, si quieres ponerte mi ropa, de acuerdo. Pero no toques mis vestidos de diseño, porque cuando te los pones, me doy cuenta de que te quedan mejor que a mí, y me dan ganas de dárselos todos al Ejército de Salvación.» ¿Hice bien, doctora?
___ alzó la vista del cuaderno donde garabateaba bocetos de hombres «contentos» con lanzas en ristre.
— ¿Qué decías, Rachel? —le preguntó a la paciente, sentada en el sillón justo enfrente de ella.
La mujer era una fotógrafa elegantemente vestida.
— ¿Estuvo bien lo de decirle a Dave que no se pusiera mi ropa? A ver, joder, no sienta muy bien que a tu novio le quede tu ropa mejor que a ti, ¿no?
___ asintió.
— Por supuesto. Es tu ropa y no tendrías por qué cerrar tu vestidor con llave.
— ¿Lo ve? ¡Lo sabía!, eso fue lo que le dije. ¿Pero acaso me escuchó? No. Él puede llamarse Davida siempre que quiera, y decirme que es una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre; pero cuando aterriza, me escucha como lo hacía mi exmarido. Juraría…
___ miró inadvertidamente la hora… otra vez. Casi había acabado con Rachel.
— Ya sabes, Rachel —le dijo, cortándola antes de que pudiese comenzar su consabida arenga sobre los hombres y sus irritantes costumbres—, quizás deberíamos dejar el tema para el lunes, cuando tengamos la sesión conjunta con Dave, ¿no crees?
Rachel asintió.
— Estupendo. Pero recuérdeme el lunes que le hable sobre Chico.
— ¿Chico?
— El chihuahua que vive en el apartamento de al lado. Juraría que ese perro me ha echado el ojo.
___ frunció el ceño. No era posible que Rachel insinuase lo que ella estaba imaginado que en el fondo quería decir.
— ¿El ojo?
— Ya sabe, “el ojo”. Puede que parezca un chucho, pero ese perro sólo piensa en el sexo. Cada vez que paso a su lado, me mira la falda. Y no se imagina lo que hace con mis zapatillas de deporte. Ese perro es un pervertido.
— Vale —contestó ___, interrumpiéndola de nuevo. Empezaba a sospechar que no podía hacer nada con Rachel, y su obsesión acerca de que todos los hombres del mundo se morían por poseerla—. Definitivamente, nos ocuparemos de desentrañar el enamoramiento que ese Chihuahua siente por ti.
— Gracias doctora. Es usted es la mejor —Rachel recogió su bolso del suelo y se encaminó hacia la puerta.
___ se frotó la frente mientras las palabras de Rachel aún resonaban en su cabeza. ¿Un chihuahua? ¡Jesús!
Pobre Rachel. Tenía que haber algún modo de ayudar a esta pobre mujer.
Aunque, por otro lado, era preferible tener a un chihuahua lanzando miradas lujuriosas a tu falda, que a un esclavo griego.
— Ay, Yare —resopló—, ¿cómo consigues meterme en estos líos?
Antes de poder hilar ese pensamiento, sonó el zumbido del intercomunicador.
— ¿Sí, Lisa?
— Su cita de las once ha sido cancelada, y durante la hora de la señorita Thibideaux, su amiga Yarelys Laurens ha llamado seis docenas de veces; y no estoy exagerando, ni bromeando. Ha dejado una cantidad impresionante de mensajes para que la llame al móvil tan pronto como sea posible.
— Gracias, Lisa.
Cogió el teléfono y marcó el número de Yare.
— ¡Uf, gracias a Dios! —exclamó su amiga antes de que ___ pudiese pronunciar palabra—. Mueve el beep hasta aquí y llévate a tu novio a tu casa. ¡Ahora mismo!
— No es mi novio, es tu…
— ¡Ah!, ¿quieres saber lo que es? —le preguntó Yare con un tono histérico—. Es un jodido
imán de estrógenos, eso es lo que es. Estoy rodeada de una multitud de mujeres en este mismo
momento. Sunshine está encantada, porque está vendiendo más cerámica de la que ha vendido en suvida. He intentado llevar a Justin de vuelta a tu casa esta mañana, pero no he podido abrir un
huequecito en semejante muchedumbre. Te juro que si lo ves, pensarías que hay un famoso. Es la
primera vez que soy testigo de algo así. Y ahora, ¡mueve el beep y ven a ayudarme!
Y colgó.
___ maldijo su suerte y le pidió a Lisa, a través del intercomunicador, que cancelara todas las
citas pendientes para el resto del día.

Tan pronto como llegó a la plaza, entendió lo que Yare había querido decirle. Habría unas veinte
mujeres rodeando a Justin, y docenas más boquiabiertas al pasar cerca del tenderete.
Las que estaban más cerca de él, se empujaban a codazos tratando de llamar su atención.
Pero lo más increíble de todo era contemplar a las tres mujeres que le pasaban los brazos por la
cintura, mientras otra les hacía una foto.
— Gracias —ronroneó una de ellas, cuya edad rondaría los treinta y cinco, dirigiéndose a Justin
mientras le arrebataba la cámara a la chica que acababa de hacer la instantánea. La sostuvo
delante del pecho en un intento de atraer la atención de Justin, pero él no pareció interesado en
lo más mínimo—. Esto es simplemente maravilloso —continuó babeando—. No puedo esperar a
llegar a casa y enseñársela a mi grupo de novela. Jamás me creerán cuando les cuente que me he
encontrado con un modelo de portada de novela romántica en el Barrio Francés.
Había algo en la rigidez de Justin que le decía que no le gustaba la atención que despertaba. Pero
tenía que admitir que no se comportaba de forma abiertamente maleducada.
No obstante, la sonrisa no le llegaba a los ojos; y la que tenía en esos momentos no se parecía en
nada a la que le había dedicado a ella la noche anterior.
— Un placer —les contestó.
Las risitas que siguieron al comentario fueron ensordecedoras. ___ agitó la cabeza totalmente
incrédula. ¡Chicas, un poco de dignidad…!
Y de nuevo, observando el rostro de Justin, su cuerpo y su sonrisa, le sobrevino aquella sensación devértigo, tan habitual desde que le viera por primera vez.
¿Cómo iba a culparlas por comportarse como adolescentes a la puerta de un concierto en un centrocomercial?
De repente, Justin miró más allá de la marea de admiradoras y la vio.
___ arqueó una ceja, indicándole que encontraba la situación bastante divertida.
Al instante, la sonrisa se borró de su rostro y clavó los ojos en ella como un hambriento
depredador que acaba de encontrar su próxima comida.
— Si me disculpan —dijo, abriéndose paso entre las mujeres y dirigiéndose directamente hacia
___.
Ella tragó saliva al percibir la instantánea hostilidad de las mujeres, que fruncieron el ceño en
masa, observándola.
Pero fue mucho peor el repentino y crudo arrebato de deseo que la recorrió por completo, e hizo quesu corazón comenzara a latir descontrolado. Con cada paso que Nick daba hacia ella, la sensación se multiplicó por diez.
— Saludos, “agapimeni”(/) —dijo Justin, alzándole la mano para depositar un beso sobre los
nudillos.
Una ardiente descarga eléctrica recorrió su espalda y, antes de que pudiese moverse, él la
arrastró hacia sus brazos y le dio un tórrido beso que le desgarró el alma.
Cerró los ojos de forma instintiva y saboreó la calidez de su boca y de su aliento; la sensación
de sus brazos rodeándola con fuerza contra su pecho, duro como una roca. La cabeza comenzó a darle vueltas.
¡Uf, ciertamente este hombre sabía cómo dar un beso! Justin tenía una forma de mover los labios
que desafiaba cualquier posible explicación.
Y su cuerpo… ___ nunca había sentido nada parecido a esos músculos esbeltos y duros
flexionándose a su alrededor.
Una de las «admiradoras» susurró un apenas audible “¡Lagarta!”, que rompió el hechizo.
— Justin, por favor —murmuró—. La gente nos mira.
— ¿Y a ti te importa?
— ¡Pues claro!
Justin separó sus labios de los de ___ con un gruñido, y volvió a dejarla sobre el suelo. Sólo
entonces, fue consciente de que la había estado sosteniendo, aparentemente sin mucho esfuerzo.
Con las mejillas al rojo, ___ captó las miradas envidiosas de las mujeres mientras se dispersaban.
Justin se apartó y dio un paso hacia atrás; su rostro mostraba a las claras lo poco dispuesto que
estaba a mantenerse alejado.
— Por fin —dijo Yare con un suspiro—. De nuevo puedo oír —dijo agitando la cabeza—. Si
hubiese sabido que iba a funcionar, “yo” misma lo habría besado.
___ le dedicó una sonrisilla satisfecha.
— Bueno, tú eres la culpable.
— ¿Cómo dices? —le preguntó Yare.
____ señaló la ropa de Justin con un gesto de la mano.
— Mira cómo va vestido. No puedes mostrar en público a un dios griego con unos pantalones cortos y una camiseta de tirantes dos tallas más pequeña de la que necesita. ¡Jesús, Yare!, ¿en qué estabas pensando?
— En que estamos a 38º con una humedad del ciento diez por ciento. No quería que muriese por un golpe de calor.
— Señoras, por favor —dijo Justin, interponiéndose entre ellas—. Hace demasiado calor como
para estar discutiendo en plena calle sobre algo tan trivial como mi ropa —dijo, deslizando una
hambrienta mirada sobre ___, y sonriendo de una forma que derretiría a cualquier mujer—. Y no soy un dios griego, sólo un semidiós menor.
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Mensaje por aPieceOfHeaven Vie 29 Jun 2012, 2:55 pm

Un Amante de Ensueño·

______ no entendió lo que Justin decía, ya que el sonido de su voz la tenía cautivada. ¿Cómo lo conseguía?, ¿cómo hacía que su voz sonara con ese tono tan erótico?
¿Sería su timbre profundo?
No, era algo más. Pero no acaba de entender qué podía ser.
Honestamente, lo único que quería era encontrar una cama y dejar que hiciese con ella todo lo que se le antojase; y sentir su apetitosa piel bajo las manos.

Observó a Yare y vio que ésta se lo comía con los ojos, mientras le miraba las piernas
desnudas y el trasero.

— Tú también lo sientes, ¿verdad? —le preguntó.

Yare alzó la mirada, parpadeando.

— ¿El qué?

— A él. Es como si fuese el Flautista de Hamelin y nosotras fuésemos las ratas, seducidas
por su música —___ se dio la vuelta y observó el modo en que las mujeres lo miraban;
algunas incluso estiraban el cuello para verle mejor—. ¿Qué hay en él que nos hace olvidar
nuestra voluntad? —preguntó.

Justin arqueó una ceja con un gesto arrogante.

— ¿Yo te atraigo en contra de tu voluntad?

— Sinceramente sí. No me gusta sentirme de este modo.

— ¿Y cómo te sientes? —le preguntó él.

— Sexualmente atractiva —le contestó antes de poder contener la lengua.

— ¿Cómo si fueras una diosa? —le volvió a preguntar él con voz ronca.

— Sí —respondió, mientras Justin se acercaba a ella.

No la tocó, pero tampoco es que hiciese falta. Su mera presencia conseguía abrumarla y
embriagarla tan sólo con que clavase su mirada en sus labios o en su cuello. Podía jurar
que realmente sentía el calor de sus labios sobre la garganta.

Y Justin ni siquiera se había movido.

— Yo puedo decirte qué es —ronroneó él.

— La maldición, ¿no es cierto?

Justin negó con la cabeza mientras alzaba una mano para pasarle muy lentamente el dedo
por el pómulo. ___ cerró los ojos con fuerza al sentir una feroz oleada de deseo. Si no lo
miraba, quizás fuese capaz de mantenerse firme y no capturar ese dedo con los dientes.

Justin se inclinó un poco más y frotó la mejilla contra la de ella.

— Es el hecho de que puedo percibirte a un nivel que los hombres de tu misma edad no
aprecian.

— Es el hecho de que tienes el “traserus” más firme que he visto en mi vida —dijo
Sunshine, interrumpiéndolos—. Por no mencionar que cualquiera se muere al escuchar tu
voz. Me gustaría que alguna de ustedes dos me dijera dónde puedo hacerme con uno de
éstos.

__ rompió a reír a carcajadas ante el inesperado comentario de Sunshine.

— Míralo —dijo la chica, señalando a Justin con el lápiz. Tenía la mano manchada de
pintura gris, al igual que la mejilla derecha—. ¿Cuándo fue la última vez que viste a un
hombre tan bien formado, con unos músculos tan tonificados que puedes ver cómo la
sangre corre por sus venas? Tu novio es… a ver… está bueno. Está buenísimo —y después
añadió con una expresión muy seria: — Está como un camión.

Sunshine giró un poco su cuaderno de bocetos para que ___ pudiese ver su interpretación
de Justin.

— ¿Te das cuenta del modo en que la luz resalta el tono dorado de su piel? Da la sensación
de que el sol lo besara.

___ frunció el ceño. Sunshine tenía razón.

Justin se inclinó hacia ella, con los ojos repletos de pasión.

— Vuelve a casa conmigo, ___—le susurró al oído—. Ahora. Déjame que te abrace, que te
desnude y que te enseñe cómo quieren los dioses que un hombre ame a una mujer. Te juro
que lo recordarás durante el resto de tu vida.

___ cerró los ojos mareada con el aroma del sándalo. El aliento de Justin le acariciaba el
cuello y su rostro estaba tan cerca que podía sentir los incipientes pelos de su barba
rozándole la mejilla.

Todo su cuerpo quería rendirse ante él. *Sí, por favor, sí*.

Miró los definidos y duros músculos de los hombros y el hueco de la garganta. ¡Ay, cómo desearía pasar la lengua por esa piel dorada, y comprobar que el resto de su cuerpo era tan sabroso como su boca!

Justin sería espléndido en la cama. No había duda.
Pero ella no significaba nada para él. Nada en absoluto.

— No puedo —balbuceó, dando un paso atrás.
Con la decepción reflejada en los ojos, Nick apartó la mirada y adoptó una actitud brusca y resuelta.

— Podrás —le aseguró.

Interiormente, sabía que Justin tenía razón. ¿Cuánto tiempo sería capaz una mujer de resistirse a un hombre como él?

Alejando esos pensamientos de la mente, miró al otro lado de la calle, a Jackson Brewery[¿] .
— Necesitamos comprarte algo que te siente bien.
— No he podido hacer otra cosa; le saca una cabeza a Ryan, y es dos veces más ancho de
hombros —dijo Yari—. La estupenda idea de que lo trajera conmigo fue tuya.
______ la miró con los ojos entornados.
— De acuerdo. Estaremos en Brewery, por si nos necesitas.
— Muy bien, pero tengan cuidado.
— ¿Que tengamos cuidado? —preguntó ______.

Yare señaló a Justin con el dedo indice.
— Si hay una estampida de mujeres, hazme caso y apártate de su camino. Desde que se fue el
último grupo de «admiradoras» no siento el pie derecho.
______ cruzó la calle entre carcajadas. Sabía que Justin iría tras ella; de hecho, sentía su
presencia justo a su espalda. Era algo innegable: ese hombre tenía una forma horrorosa de invadir
sus pensamientos y sus sentidos.
Ninguno de los dos dijo una palabra mientras atravesaban la atestada galería comercial, y
Entraban en la primera tienda que vieron.
_______ echó un vistazo hasta encontrar la sección de ropa masculina. Cuando la localizó, se
dirigió hacia allí.
— ¿Qué estilo de ropa te gusta más? —le preguntó a Justin, mientras se detenía junto al
expositor de los vaqueros.
— Para lo que tengo en mente, el nudismo nos vendría bien.
________ puso los ojos en blanco.
— Estás intentando fastidiarme, ¿verdad?
— Tal vez. Debo admitir que me gustas mucho cuando te sonrojas.

Y se acercó a ella.
___________ se apartó y dejó que el mostrador de los vaqueros se interpusiera entre ellos.
— Creo que necesitarás por lo menos tres pares de pantalones mientras estés aquí.

Él suspiró y miró atentamente los vaqueros.
— ¿Para qué molestarte si me iré dentro de unas semanas?__________ lo miró furiosa...

— ¡Jesús, Justin! —le espetó, indignada—. Te comportas como si nadie se hubiese preocupado de vestirte en tus anteriores invocaciones.
— No lo hicieron.
_________ se quedó paralizada ante el desapasionado tono de su voz.

— ¿Me estás diciendo que durante los últimos dos mil años nadie se ha preocupado de que te
pongas algo de ropa encima?

— Sólo en dos ocasiones —le contestó con la misma inflexión monótona—. Una vez, durante
una ventisca en Inglaterra, en la época de la Regencia, una de mis invocadoras me cubrió con un
camisón rosa de volantes, antes de sacarme al balcón para que su marido no me encontrara en la
cama. La segunda vez fue demasiado bochornosa para contártela.
— No tiene gracia. Y no entiendo cómo una mujer puede tener a un hombre al lado durante un mes y no preocuparse de que se vista.

— Mírame, ______ —le dijo, extendiendo los brazos para que contemplara su esbelto y delicioso
cuerpo—. Soy un esclavo sexual. Nadie había pensado jamás en ponerme ropa para cumplir con mis
obligaciones, antes de que tú llegaras.
La apasionada mirada de Justin la mantenía en un estado de trance, pero el dolor que él intentaba
ocultar en las profundidades marrones de sus ojos la golpeó con fuerza. Y el golpe le llegó al
alma.
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•Un Amante de Ensueño [Justin Bieber & Tu] [Adaptada] - Página 2 Empty Re: •Un Amante de Ensueño [Justin Bieber & Tu] [Adaptada]

Mensaje por aPieceOfHeaven Vie 29 Jun 2012, 2:56 pm

Amante de Ensueño·

— Te aseguro —prosiguió él en voz baja— que una vez me tenían dentro, hacían cualquier cosa por mantenerme allí; en la Edad Media, una de las invocadoras atrancó la puerta y dijo a todo el mundo que tenía la peste.
________ desvió la mirada mientras le escuchaba. Lo que contaba era increíble, pero podía decir —por la expresión de su rostro— que no estaba exagerando ni un ápice.
No era capaz de imaginarse las degradaciones que habría sufrido a lo largo de los siglos. ¡Santo Dios!, la gente trataba a los animales mejor de lo que le habían tratado a él.
— ¿Te invocaban y ninguna de ellas conversaba contigo, ni te daba ropa?
— La fantasía de todo hombre, ¿no es cierto? Tener a un millón de mujeres dispuestas a arrojarse a tus brazos, sin compromisos ni promesas. Sin buscar otra cosa que tu cuerpo y las pocas semanas de placer que puedes proporcionarles —el tono ligero no consiguió ocultar la amargura que le invadía.
Puede que ésa fuese la fantasía de cualquier hombre, pero estaba claro que no era la de Justin.
— Bueno —dijo __________, volviendo a los vaqueros—, yo no soy así, y vas a necesitar llevar algo encima cuando salgamos.
La mirada que él le dedicó fue tan iracunda que dio un involuntario paso hacia atrás.
— No me maldijeron para ser mostrado en público, ________. Estoy aquí para servirte a ti, y sólo a ti.
Qué bien sonaba eso. Pero ni aún así iba a darse por vencida. No podía utilizar a otro ser humano de la forma que Justin describía. Estaba mal y no sería capaz de seguir viviendo consigo misma si le hacía eso.
— Me da igual —dijo, decidida—. Quiero que salgas conmigo y vas a necesitar ropa —y comenzó a mirar las tallas de los pantalones.
Justin guardó silencio.
_________ alzó los ojos y captó la tenebrosa y encolerizada mirada de él.
— ¿Qué?
— ¿Qué de qué? —espetó él.
— Nada. Vamos a ver cuál de éstos te queda mejor —cogió unos cuantos vaqueros de diferentes tallas y se los ofreció. Por el modo en que Justin reaccionó, cualquiera habría pensado que le estaba dando una beep de perro.
Sin hacer caso de su amenazante apariencia, __________ lo empujó hacia los probadores y cerró con fuerza la puerta de uno de los compartimentos tras él.
Justin se quedó paralizado al entrar en el pequeño cubículo. Su imagen lo asaltó súbitamente desde tres ángulos diferentes. Durante un minuto, fue incapaz de respirar mientras luchaba contra el irrefrenable deseo de huir del estrecho y reducido habitáculo. No podía hacer un solo movimiento sin darse un golpe con la puerta o con los espejos.
Pero aún peor que la claustrofobia, fue enfrentarse a la imagen de su rostro. Hacía siglos que no contemplaba su reflejo. El hombre que tenía delante se parecía tanto a su padre que le entraron deseos de hacer pedazos el cristal. Tenían los mismos rasgos angulosos y la misma mirada desdeñosa.
Lo único que no compartían era la profunda e irregular cicatriz que atravesaba la mejilla izquierda de su progenitor.
Por primera vez en incontables siglos, Justin contempló la desagradable imagen de las tres trenzas que le identificaban como general, y que le caían sobre el hombro.
Alzó una temblorosa mano y las tocó mientras hacía algo que no había hecho en mucho tiempo: recordar el día que se ganó el derecho a llevarlas.
Durante la batalla de Tebas, el general que les comandaba cayó abatido y las tropas macedonias comenzaron a replegarse aterrorizadas. Él agarró la espada del general, reagrupó a sus hombres y les condujo a la victoria, aplastando a los romanos.
El día posterior a la lucha, la Reina de Macedonia en persona le trenzó el cabello y le regaló las tres cuentas de cristal que las sujetaban en los extremos.
Justin encerró las pequeñas bolitas en un puño.
Esas trenzas habían pertenecido al que una vez fuera un orgulloso y heroico general macedonio, cuyo ejército fue tan poderoso que obligó a los romanos a dispersarse aterrorizados.
El recuerdo lo atormentaba.
Bajó la mirada hacia el anillo que llevaba en la mano derecha. Un anillo que había estado allí tanto tiempo que ya no era consciente de que existía; hacía mucho que había olvidado su significado.
Pero las trenzas…
No había pensado en ellas desde hacía muchos, muchos siglos.
Tocándolas en ese momento, recordaba al hombre que una vez fue. Recordaba los rostros de sus
familiares. A la gente que se apresuraba a servirle. A aquéllos que le temían y le respetaban.
Recordaba una época en la que él mismo gobernaba su destino, y el mundo conocido se extendía ante
él para ser conquistado.
Y ahora no era más que…
Con un nudo en la garganta, cerró los ojos y se quitó las cuentas del extremo de las trenzas,
antes de comenzar a deshacerlas.
Mientras sus dedos se esforzaban en deshacer la primera de ellas, miró los pantalones que había dejado caer al suelo.
¿Por qué estaba haciendo __ eso por él? ¿Por qué se empeñaba en tratarlo como a un ser humano?
Estaba tan acostumbrado a ser tratado como a un objeto, que la amabilidad de esta mujer le resultaba
insoportable. El trato impersonal y frío que había mantenido con el resto de sus invocadoras le
había ayudado a tolerar la maldición, a no recordar quién y qué fue tiempo atrás.
A no recordar lo que había perdido.
Le permitía concentrarse tan solo en el aquí y el ahora, en los placeres efímeros que tenía por
delante.
Pero los seres humanos no vivían de ese modo. Tenían familias, amigos, un futuro y muchos sueños.
Esperanzas.
Cosas que hacía siglos que él había dejado atrás. Cosas que jamás volvería a conocer.
— ¡Maldito seas, Príapo! —resopló mientras tironeaba de la última trenza—. ¡Y maldito sea
yo también!
________ lo miró asombrada, de la cabeza a los pies y de nuevo hacia arriba, cuando por fin Justin salió del probador vestido con unos vaqueros que parecían haber sido diseñados específicamente para él.
La ceñida camiseta de tirantes que Yare le había prestado, le llegaba justo a la estrecha y
musculosa cintura. Los pantalones le caían sobre las caderas, dejando a la vista una porción de su duro estómago, dividido en dos por la línea de vello oscuro que comenzaba bajo el ombligo y
desaparecía bajo el vaquero.
_______ tuvo el fuerte impulso de acercarse a él y deslizar la mano por aquel sugerente sendero
para investigar hasta dónde llevaba. Recordaba demasiado bien la imagen de Justin desnudo delante de ella.
Con los dientes apretados y tratando de normalizar la respiración, tuvo que admitir que los
vaqueros le sentaban de maravilla. Estaba mucho mejor que con los pantalones cortos —si es que eso
era posible.
Sunshine estaba en lo cierto: tenía el mejor beep que un vaquero hubiese tapado jamás, y en lo
único que podía pensar era en pasar la mano por ese trasero y darle un buen apretón.
La vendedora, y la clienta a la que ésta atendía, dejaron de hablar y miraron a Justin
boquiabiertas.
— ¿Me quedan bien? —le preguntó a ___________.
— ¡Uf!, sí corazón —le contestó _________ sin aliento, antes de pensar en lo que iba a
decir.
Justin le sonrió, pero la sonrisa no le iluminó los ojos.
___________ dio una vuelta completa a su alrededor y se fijó en la talla.
*¡Ay, sí!, ¡un beep precioso!*
Distraída por su bien formada espalda, pasó inadvertidamente los dedos sobre su piel mientras
cogía la etiqueta. Sintió como Justin se tensaba.
— Ya sabes —dijo él, mirándola por encima del hombro—, que disfrutaríamos muchísimo más
si ambos estuviésemos desnudos. Y en tu cama.
___________ escuchó cómo la vendedora y la otra mujer jadeaban sorprendidas.
Con el rostro abochornado, se enderezó y lo miró furiosa.
— Tenemos que hablar con urgencia sobre los comentarios adecuados en un lugar público.
— Si me llevaras a casa, no tendrías que preocuparte por eso.
El tipo era realmente implacable.
Moviendo la cabeza con incredulidad, __________ cogió dos pares más de vaqueros, unas cuantas
camisas, un cinturón, unas gafas de sol, calcetines, zapatos y varios boxers enormes y horrorosos.
Ningún hombre estaría atractivo con aquellos calzoncillos, decidió. Y lo último que pretendía
era que Justin resultase aún más apetecible.
Salieron de la zona de los probadores con Justin vestido de arriba abajo con la ropa nueva: un polo,
unos vaqueros y unas zapatillas de deporte.
— Ahora pareces casi humano —bromeó ____________, mientras dejaban atrás el departamento de ropa masculina.
Justin le dedicó una mirada fría y letal.
— Sólo por fuera —le contestó con voz tan baja que _____________ no estuvo segura de haber
escuchado bien.
— ¿Qué has dicho? —le preguntó.
— Que sólo soy humano exteriormente —dijo él hablando más alto.
___ captó la angustia en su mirada. Su corazón comenzó a latir con más fuerza.
— Justin —dijo con claras intenciones de reprenderle—, “eres” humano.
Él apretó los labios y le contestó con una mirada sombría y precavida:
— ¿En serio? ¿Un humano puede vivir dos mil años? ¿Se le permite a un humano caminar por el
mundo unas cuantas semanas cada cientos de años?
Miró a su alrededor, fijándose en las mujeres que lo miraban a hurtadillas por entre la ropa.
Mujeres que se detenían por completo, paralizadas, en cuanto lo veían por el rabillo del ojo.
Hizo un amplio gesto con la mano, señalando el espectáculo que se desarrollaba a su alrededor.
— ¿Has visto que hagan eso con alguien más? —el rostro de Justin adoptó una expresión dura y
peligrosa, mientras la atravesaba con la mirada— No, __________, jamás he sido humano.
Con el urgente deseo de reconfortarlo, ella llevó la mano hasta su mejilla.
— Eres humano, Justin.
La duda que vio en sus ojos le partió el corazón.
Sin saber muy bien qué hacer ni qué decir para que se sintiera mejor, dejó pasar el tema y se
encaminó hacia la salida. Estaba casi saliendo cuando se dio cuenta de que Justin no iba tras ella.
Se giró y lo localizó de inmediato. Se había distraído en el departamento de lencería femenina;
estaba de pie junto a un expositor de “minúsculas” negligés negras. Comenzó a ruborizarse de
nuevo; juraría que podía escuchar los lascivos pensamientos que pasaban en esos momentos por la mente masculina.
Sería mejor que fuese rápidamente a buscarlo, antes de que cualquiera de las mujeres se ofreciera como modelo. Se acercó apresuradamente y se aclaró la garganta.
— ¿Nos vamos?
Él la miró muy despacio, de arriba abajo y ________ supo por sus ojos que estaba conjurando su
imagen con aquella prenda de gasa.
— Estarías deslumbrante con esto.
Ella lo miró con escepticismo. Aquella cosa era tan diáfana que se transparentaría por entero. Al
contrario de lo que ocurría con él, el suyo no era un cuerpo que consiguiera hacer volver la
cabeza de nadie —a menos que el susodicho estuviese muy desesperado. O hubiese estado encarcelado
un par de décadas.
— No sé si deslumbraría a alguien, pero seguro que yo acababa congelada.
— No tardarías mucho en entrar en calor.
__ contuvo la respiración al escuchar sus palabras; las creyó a pies juntillas.
— Eres muy malo.
— No, en la cama no —dijo bajando la cabeza hacia la suya—. Realmente en la cama soy muy…
— ¡Aquí estan!
___ retrocedió de un salto al escuchar la voz de Yare. Justin le dijo algo en una lengua extraña que no logró entender.
— Vaya, vaya —dijo con tono acusador—. _____________ no entiende el griego clásico. Se
dedicó a dormir durante todo el semestre —Yare la miró y chasqueó la lengua—. ¿Lo ves? Te
dije que algún día te serviría para algo.
— ¡Sí, claro! —dijo a carcajadas—. Como si en aquella época yo me pudiera haber imaginado
que ibas a convocar a un esclavo sexual gri… —la voz de _____________ se extinguió al caer en
la cuenta de que Justin estaba presente. Avergonzada, se mordió el labio.
— No pasa nada, ____________ —la tranquilizó en voz baja.
Pero ella sabía que ese comentario lo había molestado. Era lógico.
— Sé lo que soy __________; la verdad no me ofende. En realidad, estoy más ofendido por el hecho de que me llames griego. Fui entrenado en Esparta y luché con el ejército Macedonio. Para mí era un hábito evitar todo contacto posible con los griegos antes de ser maldecido.
___________ arqueó una ceja ante sus palabras, o mejor dicho ante lo que no había dicho. No hacía ninguna referencia a su infancia.
— ¿Dónde naciste?
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Mensaje por aPieceOfHeaven Vie 29 Jun 2012, 2:57 pm

Un Amante de Ensueño·

Comenzó a latirle un músculo en la mandíbula, y sus ojos se oscurecieron de forma siniestra. Cualquiera que hubiese sido el lugar de su nacimiento, no parecía agradarle demasiado.
— Muy bien, soy medio griego; pero no estoy orgulloso de esa parte de mi herencia.
Bien; un tema espinoso. De ahora en adelante, borraría la palabra «griego» de su vocabulario.
— Volviendo al asunto de la negligé negra —dijo Yare—, debo decir que allí hay una roja que creo que le quedaría mucho mejor.
— ¡Yarelys! —le gritó _________.
Su amiga la ignoró y condujo a Justin al estante donde estaba colgada la lencería de color rojo. Yare cogió un picardías de color rojo brillante abierto por la parte delantera, y sujeto por un pequeño cordoncillo que se anudaba justo bajo el pecho. Los tirantes eran minúsculos. Unas braguitas y un liguero de encaje del mismo tono completaban el conjunto.
— ¿Qué estás pensando? —le preguntó __________ mientras Yare sostenía la prenda frente a Justin.
Él la miró de forma especulativa.
Si continuaban con ese jueguecito, acabaría muerta de vergüenza.
— ¿Quieren dejar ya eso? —les preguntó—. No pienso ponérmelo.
— De todas formas voy a comprarlo —dijo su amiga con voz resuelta—. Estoy prácticamente segura de que Justin es capaz de convencerte para que te lo pongas.
Él la miró divertido.
— Preferiría convencerla para que se lo quitara.
___ se cubrió la cara con las manos y gimió.
— Acabará animándose —le contestó Yare con un gesto conspirador.
— No lo haré —le dijo ___, aún oculta tras las manos.
— Sí lo harás —dijo Justin dejando zanjado el tema, mientras Yare pagaba la negligé roja.
Usó un tono tan arrogante y confiado, que _____ imaginó que no estaba acostumbrado a que le desafiaran.
— ¿Te has equivocado alguna vez? —le preguntó.
La diversión desapareció de su rostro, y de nuevo ocultó sus sentimientos tras una especie de velo. Esa mirada escondía algo, estaba segura. Algo muy doloroso, teniendo en cuenta la repentina tensión de su cuerpo.
No volvió a pronunciar una sola palabra hasta que Yari regresó y le dio la bolsa.
— Vaya —comentó—, se me ocurre que podrian poner unas velas, una música tranquila y…
— Yarelys —la interrumpió ________—, te agradezco mucho lo que intentas hacer, pero en lugar de hablar de mí, ¿podemos ocuparnos de Justin?
Yare lo miró de reojo.
— Claro, ¿le pasa algo?
— ¿Sabes cómo sacarlo del libro? De forma permanente, quiero decir.
— Ni idea —contestó y se dirigió a Justin—. ¿Tú sabes algo al respecto?
— No he dejado de repetírselo: es imposible.
Yare asintió con la cabeza.
— Es muy testaruda. Nunca presta atención a lo que se le dice, a menos que sea lo que ella quiere oír.
— Testaruda o no —añadió ________ dirigiéndose a Justin—, no puedo imaginar una sola razón por la cual querrías permanecer encerrado en un libro.Justin apartó la mirada.
— ___, no lo agobies.
— Eso es lo que intento, librarlo del agobio de su confinamiento.
— De acuerdo —dijo Yare, cediendo finalmente—. Muy bien, Yare, ¿qué horrible pecado cometiste para acabar metido en un libro?
— Hubris[¿?] .
— ¡Ooooh! —exclamó Yare con tono fúnebre—, eso no es nada bueno. _______, puede que tenga
razón. Solían hacer cosas como despedazar a la gente por eso. Deberías haber prestado atención
durante las clases de cultura clásica. Los dioses griegos son realmente despiadados en lo referente
a los castigos.
__________ entrecerró los ojos para mirarlos.
— Me niego a creer que no exista ningún modo de liberarlo. ¿No podemos destruir el libro, o
convocar a uno de tus espíritus, o hacer algo para ayudarlo?
— ¡Vaya!, ¿ahora crees en mi magia vudú?
— No mucho, la verdad. Pero te las arreglaste para traerlo hasta aquí. ¿Es que no puedes pensar
en algo que sirva de ayuda?
Yare se mordisqueó el pulgar en un gesto pensativo.
— Justin, ¿qué dios estaba a tu favor?
Él inspiró hondo, como si estuviese realmente cansado de sus preguntas.
— En realidad, ninguno de ellos me apreciaba mucho. Como era un soldado, normalmente dedicaba sacrificios a Atenea, pero tenía más contacto con Eros.
Yare le dedicó una sonrisa traviesa.
— El dios del amor y el deseo; lo comprendo perfectamente.
— No es por lo que crees —le contestó él agriamente.
Yare lo ignoró.
— ¿Has intentado alguna vez recurrir a Eros?
— No nos hablamos.
___ puso los ojos en blanco ante el despreocupado sarcasmo de Justin.
— ¿Por qué no intentas convocarlo? —le sugirió Yare.
___ le lanzó una furiosa mirada.
— Yarelys, ¿podrías hacer el esfuerzo de ser un poco más seria? Sé que me he burlado de tus
creencias durante todos estos años, pero ahora estamos hablando de la vida de Justin.
— Estoy hablando totalmente en serio —le contestó con énfasis—. Lo mejor para Justin sería
invocar a Eros y pedirle ayuda.
*¿Qué demonios?* —pensó ___. La noche anterior, no creía que pudieran invocar a Justin. Quizás
Yare tuviese razón.
— ¿Lo intentarás? —le preguntó ___.
Justin suspiró resignado, pero daba la impresión de que estaba más que dispuesto a zarandearlas a las dos. Con aspecto ofendido, echó la cabeza hacia atrás y mirando al techo dijo:
— Cupido, bastardo inútil, invoco tu presencia.
___ alzó las manos.
— ¡Joder!, no entiendo cómo no se aparece después de llamarlo de ese modo.
Yarelys se rió.
— Muy bien —dijo ______—. De todas formas no me creo nada de este abracadabra. Vamos a dejar
las bolsas en mi coche y a buscar un sitio donde comer; allí podremos pensar algo más productivo
que invocar al tal «Cupido, bastardo inútil». ¿Estan de acuerdo?
— Por mí bien —contestó Yare.
________ le dio la bolsa con la ropa de su marido.
— Aquí están las cosas de Ryan.
Yare miró en el interior y frunció el ceño.
— ¿Dónde está la camiseta de tirantes?
— Luego te la doy.
Yare se rió de nuevo.
Justin caminaba tras ellas, escuchando sus bromas mientras salían de la tienda.
Afortunadamente, _________ había encontrado aparcamiento justo en el estacionamiento del centro comercial.
Justin las observó dejar las bolsas en el coche. Si lo pensaba un poco, tenía que admitir que le
gustaba el hecho de que ___________ estuviese tan interesada en ayudarlo.
Nadie lo había estado antes.
Había recorrido el camino de su existencia en solitario, apoyándose en su inteligencia y en su
fuerza. Incluso antes de ser maldecido estaba cansado de todo. Cansado de la soledad, de no contar con nadie en este mundo y, lo más importante, de no tener a nadie que se preocupara por él.
Era una pena que no hubiese conocido a ___________ antes de la maldición. Ella habría sido un
bálsamo para su inquietud. Pero de todos modos, las mujeres de su época no se parecían a las
actuales; esas mujeres lo trataban como a una leyenda a la que temer o aplacar, pero ________ lo
miraba como a un igual.
¿Qué tenía _________ que la hacía parecer única? ¿Qué había en ella que le permitía llegar
a lo más hondo de su alma, cuando su propia familia le había dado la espalda?
No estaba muy seguro. Pero era una mujer muy especial. Un corazón puro en un mundo plagado de egoísmo. Nunca había creído posible encontrar a alguien como ella.
Incómodo ante el rumbo que estaban tomando sus pensamientos, echó un vistazo a la multitud. Nadie parecía molesto con el opresivo calor reinante en aquella extraña ciudad.
Captó la discusión que una pareja mantenía justo enfrente de donde ellos se encontraban; la mujer
estaba enfadada porque su marido se había olvidado algo. Con ellos había un niño, de unos tres o
cuatro años, que caminaba entre ambos.
Justin les sonrió. No podía recordar la última vez que había visto a una familia inmersa en sus
quehaceres. La imagen despertó una parte de él que apenas si recordaba tener. Su corazón. Se
preguntó si esas personas sabrían el regalo que suponía tenerse los unos a los otros.
Mientras la pareja continuaba con la discusión, el niño se detuvo. Algo al otro lado de la calle
había captado su atención.

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Mensaje por aPieceOfHeaven Vie 29 Jun 2012, 2:57 pm

Un Amante de Ensueño·

Justin contuvo el aliento al darse cuenta de lo que el niño estaba a punto de hacer.
_______ cerró en ese momento el maletero del coche.
Por el rabillo del ojo, vio una mancha azul que cruzaba la calle a toda carrera. Le llevó un segundo darse cuenta de que se trataba de Justin, atravesando como una exhalación el aparcamiento. Frunció el ceño, extrañada, y entonces vio al pequeñín que se internaba en la calle atestada de coches.
— ¡Oh, Dios mío! —jadeó cuando escuchó que los vehículos comenzaban a frenar en seco.
— ¡Steven! —gritó una mujer.
Con un movimiento propio de una película, Justin saltó el muro que separaba el aparcamiento de la calle, cogió al niño al vuelo y protegiéndolo sobre su pecho, se abalanzó sobre la luna del coche que acababa de frenar, dio un salto lateral y acabó en el otro lado.
Aterrizaron a salvo en el otro carril, un segundo antes de que otro coche colisionara con el primero y se abalanzara directamente sobre ellos.
Horrorizada, _________ observó cómo Justin se subía de un salto a la capota de un viejo Chevy, se deslizaba por el parabrisas y se dejaba caer al suelo, rodando unos cuantos metros hasta detenerse por fin y quedarse inmóvil, tendido de costado.
El caos invadió la calle, que se llenó de gritos y chillidos, mientras la multitud rodeaba el escenario del accidente.
________ no podía dejar de temblar. Aterrorizada, cruzó la muchedumbre, intentando llegar al lugar donde había caído Justin.
— Por favor, que esté bien; por favor, que esté bien —murmuraba una y otra vez, suplicando que hubiesen sobrevivido al golpe.
Cuando logró atravesar la marea humana y llegó al lugar donde había caído, vio que Justin no había soltado al niño. Aún lo tenía firmemente sujeto, a salvo entre sus brazos.
Incapaz de creer lo que veía, se detuvo con el corazón desbocado.
¿Estaban vivos?
— No he visto nada igual en mi vida —comentó un hombre tras ella.
Todos los congregados eran de la misma opinión.
Cuando vio que Justin comenzaba a moverse, se acercó muy despacio y muy asustada.
— ¿Estás bien? —escuchó que le preguntaba al niño.
El pequeño contestó con un lastimero aullido.
Ignorando el ensordecedor grito, Justin se puso en pie, lentamente, con el niño en brazos.
¿Cómo se las había arreglado para mantener cogido al pequeño?
Se tambaleó un poco y volvió a recuperar el equilibrio sin soltar al niño.
________ lo ayudó a mantenerse en pie sujetándole por la espalda.
— No deberías haberte levantado —le dijo cuando vio la sangre que le empapaba el brazo izquierdo.
Él no pareció prestarle atención.
Tenía una extraña y lúgubre mirada.
— ¡Shh! Ya te tengo —murmuró—. Ahora estás a salvo.
Esta actitud la dejó asombrada. Aparentemente, no era la primera vez que consolaba a un niño. Pero, ¿cuándo habría estado un soldado griego cerca de un niño?
A menos que hubiera sido padre.
La mente de __________ giraba a velocidades de vértigo, sopesando las posibilidades, mientras Justin dejaba a la llorosa criatura en brazos de su madre, que sollozaba aún más fuerte que el niño.
¡Señor!, ¿era posible que Justin hubiese tenido hijos? Y si era cierto, ¿dónde estaban esos niños?
¿Qué les habría sucedido?
— Steven —gimoteó la mujer mientras abrazaba al niño—. ¿Cuántas veces tengo que decirte que no te alejes de mi lado?
— ¿Está bien? —preguntaron al unísono el padre del niño y el conductor, dirigiéndose a Justin.
Haciendo una mueca, se pasó la mano por el brazo izquierdo para comprobar los daños sufridos.
— Sí, no es nada —contestó, pero _____________ percibió la rigidez de su pierna izquierda, donde le había golpeado el coche.
— Necesitas que te vea un médico —le dijo, mientras Yare se acercaba.
— Estoy bien, de verdad —le contestó con una débil sonrisa, y entonces bajó la voz para que
sólo ella pudiese escucharle—; pero he de confesar que los carros hacían menos daño que los
coches cuando te chocabas con ellos.
A _______ le horrorizó su inoportuno sentido del humor.
— ¿Cómo puedes bromear con esto?, creía que habías muerto.
Él se encogió de hombros.
Mientras el hombre le daba profusamente las gracias por haber salvado a su hijo, ___________ echó un vistazo a su brazo; la sangre manaba justo por encima del codo, pero se evaporaba al instante, como si se tratara de un efecto especial propio de una película.
De pronto, Justin apoyó todo su peso sobre la pierna herida, y la tensión que se reflejaba en su
rostro desapareció.
__________ intercambió una atónita mirada con Yare, que también se había percatado de lo que
acababa de suceder. ¿Qué demonios había hecho Justin?
¿Era humano, o no?
— No puedo agradecérselo lo suficiente —insistía el hombre—, creía que los dos habían
muerto.
— Me alegro de haberlo visto a tiempo —susurró Justin. Extendió la mano hacia el niño.
Estaba a punto de acariciar los castaños rizos del pequeño cuando se detuvo. ___________ observó las emociones que cruzaban por su rostro antes de que él recuperara su actitud estoica y retirara la mano.
Sin decir una palabra, volvió al aparcamiento.
— ¿Justin? —lo llamó, apresurándose para darle alcance—. ¿De verdad estás bien?
— No te preocupes por mí, _________. Mis huesos no se rompen, y rara vez sangro —en esta
ocasión, la amargura de su voz era indiscutible—. Es un regalo de la maldición. Las Parcas
prohibieron mi muerte para que no pudiera escapar a mi castigo.
_________ se encogió al ver la angustia que reflejaban sus ojos.
Pero no sólo estaba interesada en el hecho de que hubiese sobrevivido al accidente, también
quería preguntarle sobre el niño, sobre su modo de mirarlo como si hubiese estado reviviendo una horrible pesadilla. Pero las palabras se le atragantaron.
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Mensaje por aPieceOfHeaven Vie 29 Jun 2012, 2:58 pm

Un Amante de Ensueño·

— Justin, te mereces una recompensa —le dijo Yare al alcanzarles—. ¡Vamos a la Praline Factory!
— Yare, no creo que…
— ¿Qué es Praline ? —preguntó él.
— Es ambrosía Cajun —explicó Yare—. Algo que debería estar a tu altura.
En contra de las protestas de ______, Yare les condujo hacia la escalera mecánica. Subió al primer escalón y se dio la vuelta para mirar a Justin, que subía en medio de las dos.
— ¿Cómo hiciste para saltar sobre el coche? ¡Fue increíble!
Justin encogió los hombros.
— ¡Vamos, hombre no seas modesto! Te parecías a Keanu Reeves en Matrix. ________, ¿te fijaste en el movimiento que hizo?
— Sí, lo vi —dijo en voz queda, percibiendo lo incómodo que se sentía Justin ante los halagos de Yare.
También percibió la forma en que las mujeres a su alrededor lo miraban boquiabiertas.
Justin tenía razón. No era normal. Pero, ¿cuántas veces podía contemplarse un hombre como él en carne y hueso?, ¿un hombre que exudara ese brutal atractivo sexual?
Era un saco de feromonas andantes.
Y ahora un héroe.
Pero, sobre todo, era un misterio; al menos para ella. Se moría por conocer unas cuantas cosas sobre él. Y, de una u otra forma, conseguiría averiguarlas durante el mes que tenían por delante.
Cuando llegaron a la Praline Factory, en el último piso, __________ compró dos Pralines de azúcar y nueces y una Coca Cola. Sin pensarlo dos veces, le ofreció un praline a Justin. Pero en lugar de cogerlo, él se inclinó y le dio un bocado mientras ella lo sostenía.
Paladeó el sabor azucarado de una forma que hizo que a ___________ le subiera la temperatura; sus ojos marrones no dejaron de mirarla mientras degustaba el dulce, como si deseara que fuese su cuerpo lo que saboreaba en aquel momento.
— Tenías razón —dijo con esa voz ronca que hacía que se le pusiese la piel de gallina—. Está delicioso.
— ¡Guau! —dijo la vendedora desde el otro lado del mostrador—. Ese acento no es de por aquí cerca. Usted debe venir de lejos.
— Sí —contestó Justin—. No soy de aquí.
— ¿Y de dónde es?
— De Macedonia.
— Eso no está en California, ¿verdad? —preguntó la chica—. Parece uno de esos surferos que se ven por la playa.
Justin frunció el ceño.
— ¿California?
— Es de Grecia —informó Yare a la chica.
— ¡Ah! —exclamó ella.
Justin arqueó una acusadora ceja.
— Macedonia no es…
— Colega —dijo Yare, con los labios manchados de praline—, por estos contornos puedes sentirte afortunado si encuentras a alguien que conozca la diferencia.
Antes de que ________ pudiera responder a las bruscas palabras de Yare, Justin le colocó las manos en la cintura y la alzó hasta apoyarla sobre su pecho.
Se inclinó y atrapó su labio inferior con los dientes para, acto seguido, acariciarlo con la lengua. A ___ comenzó a darle vueltas todo tras el tierno abrazo. Justin profundizó el beso un momento antes de soltarla y alejarse de ella.
— Tenías azúcar —le explicó con una traviesa sonrisa, que hizo que sus hoyuelos aparecieran en todo su esplendor.
___ parpadeó, sorprendida ante lo rápido que su beso había despertado su pasión, y lo refrescante que parecía al mismo tiempo.
— Podías habérmelo dicho.
— Cierto, pero de este modo fue mucho más divertido.
___ no pudo rebatir su argumento.
Con pasos rápidos, se alejó de él e intentó ignorar la sonrisa maliciosa de Yare.
— ¿Por qué me tienes tanto miedo? —le preguntó Justin inesperadamente, mientras se ponía a su lado.
— No te tengo miedo.
— ¿Ah, no? ¿Y entonces qué es lo que te asusta? Cada vez que me acerco a ti, te encoges de miedo.
— No me encojo —insistió __________. *Joder, ¿es que había eco?*
Justin alargó el brazo y se lo pasó por la cintura. Ella se apartó con rapidez.
— Te has encogido —le dijo acusadoramente, mientras regresaban a la escalera mecánica.
___ bajaba un escalón por delante de Yare, y él le pasó los brazos por los hombros y apoyó la barbilla sobre su cabeza. Su presencia la rodeaba por completo, la envolvía y hacía que se sintiera extrañamente mareada y protegida.
Miró fijamente la fuerza que desprendían esas manos morenas y grandes bajo las suyas. La forma en las venas se marcaban, resaltando su poder y su belleza. Al igual que el resto de su cuerpo, sus manos y sus brazos eran magníficos.
— Nunca has tenido un orgasmo, ¿verdad? —le susurró él al oído.
___ se atragantó con el Praline.
— Éste no es lugar para hablar de eso.
— He acertado, ¿verdad? —le preguntó—. Por eso…
— No es eso —le interrumpió ella—; de hecho sí que he tenido algunos.
Vale, era una mentira. Pero él no tenía por qué averiguarlo.
— ¿Con un hombre?
— ¡Justin! —exclamó—. ¿Qué les pasa a Yare y a ti con ese afán de discutir sobre mi vida
privada en público?
Él inclinó aún más la cabeza, acercándola tanto a su cuello que _____ podía sentir el roce de su aliento sobre la piel, y oler su cálido aroma a limpio.
— ¿Sabes, ________? Puedo proporcionarte placeres tan intensos que no serías capaz de imaginarlos.
Un escalofrío le recorrió la espalda. Le creía.
Sería tan fácil dejar que le demostrara sus palabras…
Pero no podía. Estaría mal y, sin tener en cuenta lo que él dijese, acabaría remordiéndole la conciencia. Y en el fondo, sospechaba que a él también.
Se echó hacia atrás, lo justo para mirarlo a los ojos.
— ¿Se te ha ocurrido pensar que quizás no me interese tu propuesta?
Sus palabras lo dejaron perplejo.
— ¿Y eso cómo es posible?
— Ya te lo he dicho. La próxima vez que comparta mi intimidad con un hombre, quiero que estén involucradas muchas más partes además de las obvias. Quiero tener su corazón.
Justin miró sus labios con ojos hambrientos.
— Te aseguro que no lo echarías de menos.
— Sí que lo haría.
Estremeciéndose como si lo hubiese abofeteado, Justin se irguió.
__ sabía que acababa de tocar otro tema espinoso. Como quería descubrir más cosas sobre él, se dio la vuelta y lo miró a los ojos.
— ¿Por qué es tan importante para ti que yo acceda? ¿Te ocurrirá algo si no cumplo con mi parte?
Él rió amargamente.
— Como si las cosas pudiesen empeorar más.
— Entonces, ¿por qué no te dedicas a disfrutar el tiempo que pases conmigo sin pensar en… —y
bajó la voz— el se*xo?
Los ojos de Justin llamearon.
— ¿Disfrutar con qué? ¿Conociendo a personas cuyos rostros me perseguirán durante toda la eternidad? ¿Crees que me divierte mirar a mi alrededor sabiendo que en unos días me arrojarán de nuevo al agujero vacío y oscuro donde puedo oír, pero no puedo ver, saborear, sentir ni oler,
dónde mi estómago se retuerce constantemente de hambre y la garganta me arde por la sed que no puedo satisfacer? Tú eres lo único que me está permitido disfrutar. ¿Y me negarías ese placer?
Los ojos de ___ se llenaron de lágrimas. No quería hacerle daño. No era su intención.
Pero Ryan había utilizado un truco similar para ganarse su simpatía y llevársela a la cama; y eso le había destrozado el corazón.
Tras la muerte de sus padres, Ryan le había asegurado que la cuidaría. Había estado junto a ella, consolándola y sosteniéndola. Y, cuando finalmente confío en él por completo y le entregó su cuerpo, él le hizo tanto daño y, de forma tan cruel, que aún sentía el alma desgarrada.

— Lo siento mucho, Justin. De verdad. Pero no puedo hacerlo —bajó de la escalera mecánica y se encaminó de vuelta a la calle peatonal.
— ¿Por qué? —le preguntó, mientras Yare y él le daban alcance.
¿Cómo podía explicárselo? Paul le hizo mucho daño aquella noche. No había tenido compasión alguna por sus sentimientos. Ella le pidió que se detuviera pero no lo hizo.
«Mira, se supone que la primera vez duele —le dijo Ryan— ¡Joder!, deja de llorar; acabaré en un minuto y podrás marcharte.»
Para cuando Ryan acabó, se sentía tan humillada y herida que se pasó días enteros llorando.
— ¿___? —la voz de Justin se introdujo entre el torbellino de sus pensamientos— ¿Qué te sucede?
Le costó mucho trabajo contener las lágrimas. Pero no lloraría; no en público. No así. No
permitiría que nadie sintiera lástima por ella.
— No es nada —le contestó.
En busca de una bocanada de aire fresco, aunque fuese más ardiente y espeso que el vapor, se dirigió a la puerta lateral del Brewery que llevaba al Moonwalk. Justin y Yare la siguieron.
— ___, ¿qué es lo que te hace llorar? —le preguntó Justin.
— Ryan —susurró Yari.
___ la miró furiosa, mientras se esforzaba por recuperar la calma. Con un suspiro entrecortado,miró a Justin.
— Me encantaría echarte los brazos al cuello y meterme en la cama contigo, pero no puedo. ¡No quiero que me utilicen de ese modo, y no quiero utilizarte! ¿Es que no lo entiendes?
Justin apartó la mirada con la mandíbula tensa. __ miró hacia el lugar donde había fijado su atención y vio un grupo de seis rudos moteros que se acercaban hasta ellos. La vestimenta de cuero debía ser agobiante con aquella temperatura, pero ninguno de ellos parecía notarlo, puesto que no paraban de tomarse el pelo y reírse.
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Mensaje por aPieceOfHeaven Vie 29 Jun 2012, 3:00 pm

Un Amante de Ensueño· ¡EPISODIO EXTRA!

En ese momento, ___ se fijó en la mujer que les acompañaba. Su forma de andar, lenta y seductora, era el equivalente femenino al elegante y ágil deambular tan típico de Justin. La chica también poseía una extraña belleza, propia de cualquier actriz o modelo.
Alta y rubia, llevaba un escueto top de cuero y unos shorts cortísimos y ajustados que abrazaban una figura por la cual ___ sería capaz de asesinar.
La chica aminoraba el paso, quedando rezagada tras los hombres, mientras se deslizaba las gafas por el puente de la nariz para mirar fijamente a Justin.
___ se encogió mentalmente.
¡Oh Señor!, esto podía ponerse muy feo. Ninguno de los desaliñados y duros moteros parecían pertenecer al tipo de hombre que tolera que su novia mire a otro tío. Y lo último que ella deseaba era una pelea en el Moonwalk.
___ agarró a Justin de la mano y tiró de él en dirección contraria.
Pero se negó a moverse.
— ¡Venga, Justin! —le dijo nerviosa—. Tenemos que volver al centro comercial.
Aún así no se movió.
Miraba fijamente a los moteros, de forma tan furiosa que parecía querer asesinarlos. Y entonces, en un abrir y cerrar de ojos, se soltó de la mano de ___ y se acercó a ellos a zancadas, hasta que cogió a uno por la camisa.
Muda de asombro, ___ observó cómo Justin le daba al tipo un puñetazo en la mandíbula.

— ¡Ven aquí, pedazo de…! —Justin dejó caer una retahíla de maldiciones que hubiesen avergonzado hasta a un marinero.
___ abrió unos ojos como platos. No estaba muy segura de qué le sorprendía más: si el ataque de Justin al desconocido motero o el lenguaje que estaba usando.
Como él no dejaba de darle puñetazos, el tipo empezó a defenderse; pero sus habilidades en la lucha no se aproximaban, ni de lejos, a las de Justin.
Olvidando por completo a Yare, ___ echó a correr hacia ellos con el corazón latiendo desbocado mientras intentaba pensar lo que hacer. No había manera de interponerse entre los dos hombres, teniendo en cuenta que intentaban matarse el uno al otro.
— ¡Justin, detente antes de que le hagas daño! —gritó la chica que les acompañaba.
___ se detuvo al escucharla, incapaz de moverse.
¿Cómo es que conocía a Justin?
La mujer daba vueltas alrededor de ambos, en un intento de ayudar al motero y estorbar a Justin.
— Cielo, ten cuidado, va a… ¡Ay, eso ha debido doler! —la mujer se encogió en un gesto de dolor, cuando Justin golpeó al tipo en la nariz—. ¡Justin, deja de maltratarlo de ese modo! Vas a hacer que se le hinche la nariz. ¡Uf, corazón, agáchate!
El motero no se agachó y Justin le asestó un tremendo puñetazo en la barbilla, que lo hizo tambalearse hacia atrás.
La mirada de ___ pasaba de Justin a la mujer con total incredulidad, anonadada.
¿Cómo era posible que se conociesen?
— ¡Eros, corazón! ¡No! —gritó la chica de nuevo, agitando las manos frenéticamente delante de la cara.
Yare se acercó hasta ___.
— ¿Éste es el Eros que Justin ha invocado? —le preguntó ___.
Yare se encogió de hombros.
— Puede ser; pero jamás me habría imaginado a Cupido de motero.
— ¿Dónde está Príapo? —preguntó Justin a Eros, mientras lo agarraba para empujarlo sobre la barandilla de madera, bajo la cual discurría el río.
— No lo sé —le contestó, forcejeando para apartar las manos de Justin de su camiseta.
— No te atrevas a mentirme —gruñó Justin.
— ¡No lo sé!
Justin lo sujetó con la fuerza que otorgan dos mil años de dolor y rabia. Las manos le temblaban mientras lo tiraba de la camiseta. Pero aún peores que el deseo de matarlo allí mismo, eran las implacables preguntas que resonaban en su cabeza.
¿Por qué nadie había acudido antes a sus llamadas?
¿Por qué lo había traicionado Eros?
¿Por qué lo habían dejado solo para que sufriera?
— ¿Dónde está? —preguntó de nuevo Justin.
— Comiendo, eructando; ¡demonios! No lo sé. Hace una eternidad que no lo veo.
Justin lo apartó de la barandilla de un tirón y lo soltó. Tenía la cara desencajada por la ira.
— Tengo que encontrarlo —dijo entre dientes—. Ahora.

En la mandíbula de Eros comenzó a palpitar un músculo mientras intentaba alisarse las arrugas de
la camiseta.
— Bueno, dándome una tunda no vas a llamar su atención.
— Entonces quizás deba matarte —le contestó Justin, acercándose de nuevo a él.
Súbitamente, los otros moteros reaccionaron para detenerlo.
Al acercarse a ellos, Eros se agachó para esquivar el puñetazo de Justin y se interpuso entre éste
y sus amigos.
— Dejenlo en paz, chicos —les dijo mientras agarraba al más cercano por el brazo y lo empujaba
hacia atrás—. No quieren luchar con él. Haganme caso. Podría sacarle el corazón y hacer que se
lo coman antes de que caigan muertos al suelo.
Justin estudió a los hombres con una furiosa mirada que desafiaba a cualquiera de ellos a acercarse.
___ sintió terror ante la ira reflejada en sus ojos. Una ira letal que parecía confirmar las
palabras de Eros.

¿Estás loco? —preguntó el más alto observando incrédulo a Justin—. No creo que sea capaz de
tanto.
Eros se limpió la sangre del labio y sonrió débilmente al mirarse el dedo.
— Sí, bueno. Confien en mí. Sus puños son como almádenas, y tiene la condenada habilidad de
moverse tan rápido que no podrian esquivarlo.

A pesar de sus polvorientos pantalones de cuero negro y la desgarrada camiseta, Eros era
increíblemente guapo y no parecía estar agotado, como el resto de sus compañeros. Su apuesto
rostro podría ser hermoso si no llevase una perilla castaña rodeada de una barba de tres días, y
el corte de pelo al estilo militar.
— Además, no es más que una pequeña riña familiar —continuó Eros, con un extraño brillo en
los ojos. Dio unas palmaditas a su amigo en el brazo y soltó una carcajada—. Mi hermano pequeño
siempre ha tenido un carácter desagradable.
___ intercambió una atónita e incrédula mirada con Yare, a la par que ambas se quedaban
boquiabiertas por el asombro.
— ¿He escuchado bien? —le preguntó a Yare—. No es posible que sea hermano de Justin. ¿O sí?
— ¿Cómo quieres que lo sepa?
Justin le dijo algo a Eros en griego que hizo que los ojos de Yare se abrieron como platos y que la
sonrisa desapareciera del rostro del dios.
— Si no fueses mi hermano, te mataría por eso.
Los ojos de Justin lo fulminaron.
— Si no necesitase tu ayuda, ya estarías muerto.
En lugar de enfadarse, Eros se rió a carcajadas.
— No se te ocurra reírte —le advirtió con enfado la chica—. Es mejor que recuerdes que es de
las pocas personas capaz de cumplir esa amenaza.
Eros asintió y se giró para hablar con sus compañeros.

— Marchense —les dijo—. Nos reuniremos con ustedes más tarde.
— ¿Estás seguro? —preguntó el más alto de los cuatro, mirando con nerviosismo a Justin—
Podemos echarte una mano, si te hace falta.
— No, no pasa nada —dijo moviendo la mano despectivamente—. ¿No recuerdan que les dije que
tenía que ver a alguien? Mi hermano está un poco enojado conmigo, pero se le pasará.
___ se apartó para dejar pasar a los moteros; todos se marcharon, con la excepción de la imponente
mujer, que se quedó allí de pie, observando cautelosamente a los dos hombres con los brazos
cruzados sobre el generoso pecho cubierto de cuero.
Totalmente ajeno a ella, a Yare y a la mujer, Eros caminó lentamente alrededor de Justin, dibujando un círculo para poder examinarle atentamente.
— ¿Relacionándote con mortales? —le preguntó Justin, deslizando una mirada igualmente fría y
desdeñosa sobre Eros—. Vaya, Cupido… ¿es que se ha congelado el Tártaro}{ desde que me
marché?
Eros hizo caso omiso de sus airadas palabras.
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•Un Amante de Ensueño [Justin Bieber & Tu] [Adaptada] - Página 2 Empty Re: •Un Amante de Ensueño [Justin Bieber & Tu] [Adaptada]

Mensaje por aPieceOfHeaven Vie 29 Jun 2012, 3:01 pm

OK chicas, 20 capítulos y uno extra, ¡a comentar! hay muchos fantasmitas ..
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