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"Los Millonarios No Cuentan" - Joe y tu Terminada
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Página 4 de 9. • 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9
Re: "Los Millonarios No Cuentan" - Joe y tu Terminada
Ohhhh plis SIGUELA!!
Me encantaron los CAPS
Y WAAAAAA necesito mas!!
SIGUELA plis!!
Me encantaron los CAPS
Y WAAAAAA necesito mas!!
SIGUELA plis!!
Karli Jonas
Re: "Los Millonarios No Cuentan" - Joe y tu Terminada
Capitulo 7
_____ apenas podía contenerse cuando salieron a la cálida tarde de primavera.
“No hables enfadada. Piensa en el sol sobre los narcisos. Mantén la calma”, se decía.
–Creo que ha ido de maravilla –dijo alegremente el cliente de pesadilla mientras caminaban. Parecía que acababa de conquistar el planeta.
A su lado, _____ apretó los dientes y contó hasta diez.
“No es posible que todo en él sea malo. Piensa en sus cualidades. Cuéntalas”.
Había muchas. Unos ojos castaños y enigmáticos que parecían danzar en los momentos más embarazosos. Unos hombros de ensueño. Ah, y era muy amigo del jefe. “Acuérdate de eso, _____”.
Ahora, aquellos ojos castaños la miraban de soslayo.
–Evidentemente, no estás de acuerdo.
Ella contó de nuevo hasta diez. Pero no sirvió de nada.
–No, no ha ido de maravilla –su voz era tan comedida que vibraba–. Ha sido un desastre.
Él sonrió. _____ estaba furiosa.
Cualquier otro hombre se habría enfadado. A fin de cuentas, Joseph estaba pagando mucho dinero por sus servicios. Los clientes esperaban que sus consultores en relaciones públicas fueran… en fin, buenos en las relaciones públicas. Lo cual incluía dar coba al cliente y a todo el que se pusiera por delante. Aquélla no era, sin embargo, la faceta de su trabajo que mejor se le daba a _____, ni siquiera en las circunstancias ideales.
Y aquéllas distaban mucho de ser ideales. Llevaba tres días de gira con Joseph Jonas, el guapo, el inventor, el millonario y (tal y como había aprendido a su propia costa) el inconformista. En toda su vida había hecho tantos esfuerzos por contenerse.
–Eres una perfeccionista –dijo él en tono conciliador. ¡En tono conciliador!
Se suponía que era ella la que tenía que mostrarse conciliadora. Y animosa. Y la que estaba al mando de la dichosa gira promocional.
Sin embargo, Joseph Jonas, a pesar de sus dulces modales sureños, le había arrebatado el control. Y parecía estar pasándoselo en grande.
_____ procuró refrenar su ira. Fue un esfuerzo sobrehumano, pero lo consiguió. “Soy una profesional. Aunque Joseph Jonas no lo sea”.
Él suspiró.
–¿Qué ha salido mal esta vez? Yo me he divertido.
_____ se paró en seco. El viento arrastraba las flores caídas de los cerezos por la calle del siglo XVIII. El cielo se había nublado. Gruesas gotas de lluvia se estrellaban sobre los adoquines de color miel, delante de ella. Pronto llovería con fuerza.
Pero a _____ no le importaba. Estaba a punto de perder los estribos y lo sabía.
Clavó en Joseph una mirada fija.
–Ya lo sé.
Él ladeó una ceja. Aquello le daba un aire asombrosamente sexy.
–¿Y bien? ¿Es que las relaciones públicas no pueden ser divertidas?
Ella respiró cuidadosamente.
–A la primera señora que llamó le dijiste que tenía que pedirle a su marido que le explicara el funcionamiento del motor de combustión –dijo con su voz más neutra–. Y al segundo le dijiste que era un tonto avaricioso.
Él no se inmutó.
–Lo conocía. Y es un tonto avaricioso.
_____ contó un poco más.
–Puede ser –aún parecía calmada. ¡Era asombroso!–. Pero insultar al público no es una buena política de relaciones públicas.
Él le lanzó su sonrisa cálida y maravillosa. Una sonrisa capaz de convertir a cualquier mujer por debajo de noventa años en un juguete mimoso. Un juguete mimoso y hambriento con la leyenda “Quiéreme, por favor” bordada en la camiseta.
_____ ya había sido el juguete mimoso de un hombre, aunque no de Jospeh Jonas, naturalmente. Tenía tantas ganas de abofetearlo que se le transparentaban los nudillos de la mano con que agarraba su elegante maletín.
–Para eso te necesito –dijo con vehemencia el cliente de pesadilla–. Para que me des estos empujoncitos en la dirección adecuada.
Cualquiera que intentara desviar a Josepg Jonas del camino que había elegido, pensó _____, corría el riesgo de verse arrojado al espacio exterior.
–¿Que me necesitas? –preguntó con amargura–. Ignoras mis informes. Te ríes de mis propuestas. Y tiras por tierra todos mis planes. ¿Cómo puedes decir que me necesitas?
_____ apenas podía contenerse cuando salieron a la cálida tarde de primavera.
“No hables enfadada. Piensa en el sol sobre los narcisos. Mantén la calma”, se decía.
–Creo que ha ido de maravilla –dijo alegremente el cliente de pesadilla mientras caminaban. Parecía que acababa de conquistar el planeta.
A su lado, _____ apretó los dientes y contó hasta diez.
“No es posible que todo en él sea malo. Piensa en sus cualidades. Cuéntalas”.
Había muchas. Unos ojos castaños y enigmáticos que parecían danzar en los momentos más embarazosos. Unos hombros de ensueño. Ah, y era muy amigo del jefe. “Acuérdate de eso, _____”.
Ahora, aquellos ojos castaños la miraban de soslayo.
–Evidentemente, no estás de acuerdo.
Ella contó de nuevo hasta diez. Pero no sirvió de nada.
–No, no ha ido de maravilla –su voz era tan comedida que vibraba–. Ha sido un desastre.
Él sonrió. _____ estaba furiosa.
Cualquier otro hombre se habría enfadado. A fin de cuentas, Joseph estaba pagando mucho dinero por sus servicios. Los clientes esperaban que sus consultores en relaciones públicas fueran… en fin, buenos en las relaciones públicas. Lo cual incluía dar coba al cliente y a todo el que se pusiera por delante. Aquélla no era, sin embargo, la faceta de su trabajo que mejor se le daba a _____, ni siquiera en las circunstancias ideales.
Y aquéllas distaban mucho de ser ideales. Llevaba tres días de gira con Joseph Jonas, el guapo, el inventor, el millonario y (tal y como había aprendido a su propia costa) el inconformista. En toda su vida había hecho tantos esfuerzos por contenerse.
–Eres una perfeccionista –dijo él en tono conciliador. ¡En tono conciliador!
Se suponía que era ella la que tenía que mostrarse conciliadora. Y animosa. Y la que estaba al mando de la dichosa gira promocional.
Sin embargo, Joseph Jonas, a pesar de sus dulces modales sureños, le había arrebatado el control. Y parecía estar pasándoselo en grande.
_____ procuró refrenar su ira. Fue un esfuerzo sobrehumano, pero lo consiguió. “Soy una profesional. Aunque Joseph Jonas no lo sea”.
Él suspiró.
–¿Qué ha salido mal esta vez? Yo me he divertido.
_____ se paró en seco. El viento arrastraba las flores caídas de los cerezos por la calle del siglo XVIII. El cielo se había nublado. Gruesas gotas de lluvia se estrellaban sobre los adoquines de color miel, delante de ella. Pronto llovería con fuerza.
Pero a _____ no le importaba. Estaba a punto de perder los estribos y lo sabía.
Clavó en Joseph una mirada fija.
–Ya lo sé.
Él ladeó una ceja. Aquello le daba un aire asombrosamente sexy.
–¿Y bien? ¿Es que las relaciones públicas no pueden ser divertidas?
Ella respiró cuidadosamente.
–A la primera señora que llamó le dijiste que tenía que pedirle a su marido que le explicara el funcionamiento del motor de combustión –dijo con su voz más neutra–. Y al segundo le dijiste que era un tonto avaricioso.
Él no se inmutó.
–Lo conocía. Y es un tonto avaricioso.
_____ contó un poco más.
–Puede ser –aún parecía calmada. ¡Era asombroso!–. Pero insultar al público no es una buena política de relaciones públicas.
Él le lanzó su sonrisa cálida y maravillosa. Una sonrisa capaz de convertir a cualquier mujer por debajo de noventa años en un juguete mimoso. Un juguete mimoso y hambriento con la leyenda “Quiéreme, por favor” bordada en la camiseta.
_____ ya había sido el juguete mimoso de un hombre, aunque no de Jospeh Jonas, naturalmente. Tenía tantas ganas de abofetearlo que se le transparentaban los nudillos de la mano con que agarraba su elegante maletín.
–Para eso te necesito –dijo con vehemencia el cliente de pesadilla–. Para que me des estos empujoncitos en la dirección adecuada.
Cualquiera que intentara desviar a Josepg Jonas del camino que había elegido, pensó _____, corría el riesgo de verse arrojado al espacio exterior.
–¿Que me necesitas? –preguntó con amargura–. Ignoras mis informes. Te ríes de mis propuestas. Y tiras por tierra todos mis planes. ¿Cómo puedes decir que me necesitas?
Nani Jonas
Re: "Los Millonarios No Cuentan" - Joe y tu Terminada
pitirri16 escribió:nueva lectora siguela.. ya quiero q la sigas..
bienvenida :D
Nani Jonas
Re: "Los Millonarios No Cuentan" - Joe y tu Terminada
gracias x la bienvenida..siguela...
jonatic&diectioner
Re: "Los Millonarios No Cuentan" - Joe y tu Terminada
JEJEJEJEJEJE mi Joe
Es genial JEJEJEJEJEJE me hace reír
Ahhhhh plis siguelaaaaaaaaa!!quiero
saber el por que la necesita plis
SIGUELA!!!!!!!!!
Es genial JEJEJEJEJEJE me hace reír
Ahhhhh plis siguelaaaaaaaaa!!quiero
saber el por que la necesita plis
SIGUELA!!!!!!!!!
Karli Jonas
Re: "Los Millonarios No Cuentan" - Joe y tu Terminada
para quiere joe de verdad????
ahhhh
siguela!!!
ahhhh
siguela!!!
jamileth
Re: "Los Millonarios No Cuentan" - Joe y tu Terminada
Capitulo 8
–Claro que te necesito –dijo Joseph Jonas con calma–. ¿Por qué, si no, iba a contratarte? Culp & Christopher es la agencia de relaciones públicas más cara de Londres.
_____ lo miró con los ojos entornados.
–Y también la que está más de moda. Y la mejor.
Sus ojos chocaron.
Los labios de Joseph se tensaron.
–Claro. Yo siempre compro lo mejor.
Había una prueba palpable de ello al otro lado del aparcamiento de la ciudad histórica, rodeado por un discreto seto. Destacaba incluso entre los aristocráticos Mercedes y los Land Rover. Era el Ferrari de Joseph.
Era el único que había allí, desde luego. Y tan rojo que hacía daño a la vista.
Él siguió su mirada entrecerrada.
–Sólo las cosas de primera clase se hacen de encargo –dijo como si le diera la razón. Parecía divertido.
_____ levantó sus cejas elegantes. Eran muy finas y excelentes para aplastar a la gente.
–¿Se supone que eso es un cumplido?
–Es la pura verdad –le aseguró él, tan tranquilo–. Cuando gané mi primer millón, me hice una promesa. A partir de ahora, sólo comprarás lo mejor, Joseph.
Hizo una pausa expectante.
_____ perdió los nervios. No pudo evitarlo. Él llevaba tres días provocándola sin descanso.
–A mí –dijo entre dientes– no me has comprado.
Él pareció sobresaltarse. Sólo por un instante, pero ya era algo.
Sin embargo, cambió las tornas de inmediato. _____ya debería haberse acostumbrado a ello. ¿Por qué siempre la pillaba por sorpresa?
–Claro que no –sus ojos castaños brillaban–. Sólo he comprado tu… eh… experiencia.
De algún modo se las ingenió para que aquello sonara ligeramente procaz._____ estaba segura de que lo había hecho a propósito. Pero no podía hacer absolutamente nada por impedirlo.
El cliente siempre tenía razón. Al menos, eso era lo que le decía su jefe. Su jefe, el mejor amigo de Joseph Jonas. La única razón por la que no podía dejarlo plantado, a pesar de aquella ofensa injustificada.
Bueno, no, no era la única razón. También había que tener en cuenta el respeto hacia una misma. Y la reputación profesional. Y la dificultad de hacer una buena campaña de relaciones públicas para publicitar un coche cuyo inventor, un donjuán, no se tomaba nada en serio, y menos aún su propia campaña promocional.
No, no podía desertar.
_____ se irguió en toda su estatura.
–¿Nos vamos? –dijo con frialdad.
–Claro.
Joseph parecía casi desilusionado. Ella sabía que le gustaban las peleas. Otra razón para no marcharse.
Se acercaron al coche en silencio, en parte porque _____ casi tenía que correr para mantenerse a su paso. Joseph Jonas tenía unas piernas muy largas y no hacía concesiones a mujeres con tacones de aguja.
______ apretó los dientes y no se quejó. Por orgullo, desde luego. Pero el orgullo era la única cosa que la hacía seguir adelante.
El cliente de pesadilla le abrió la puerta del coche y se retiró para dejarla subir. Ella le dedicó su sonrisa más profesional (la que iba a acompañada de luces de advertencia que parecían decir: “No te confundas conmigo”) y montó en el coche.
“Allá vamos, a por el siguiente viaje de pesadilla, camino de la siguiente ciudad”, pensó. “Joseph(para sus adentros lo llamaba Joseph; en voz alta, le costaba un arduo esfuerzo no llamarlo otras cosas) conducirá a mil por hora y se pasará todo el trayecto hablando de ahorrar combustibles fósiles. ¡Y luego dice que las mujeres somos unas inconsecuentes!”.
”Sigue siendo una profesional, _____. Sigue siendo una profesional. Mañana volverás a Londres. Se acabaron los hombros anchos, los seductores ojos castaños y el empeño de torpedear tu campaña promocional”.
Tampoco pasaría más noches en vela. Esa noche, diría adiós a Joseph Jonas para siempre. Y volvería a respirar.
–Claro que te necesito –dijo Joseph Jonas con calma–. ¿Por qué, si no, iba a contratarte? Culp & Christopher es la agencia de relaciones públicas más cara de Londres.
_____ lo miró con los ojos entornados.
–Y también la que está más de moda. Y la mejor.
Sus ojos chocaron.
Los labios de Joseph se tensaron.
–Claro. Yo siempre compro lo mejor.
Había una prueba palpable de ello al otro lado del aparcamiento de la ciudad histórica, rodeado por un discreto seto. Destacaba incluso entre los aristocráticos Mercedes y los Land Rover. Era el Ferrari de Joseph.
Era el único que había allí, desde luego. Y tan rojo que hacía daño a la vista.
Él siguió su mirada entrecerrada.
–Sólo las cosas de primera clase se hacen de encargo –dijo como si le diera la razón. Parecía divertido.
_____ levantó sus cejas elegantes. Eran muy finas y excelentes para aplastar a la gente.
–¿Se supone que eso es un cumplido?
–Es la pura verdad –le aseguró él, tan tranquilo–. Cuando gané mi primer millón, me hice una promesa. A partir de ahora, sólo comprarás lo mejor, Joseph.
Hizo una pausa expectante.
_____ perdió los nervios. No pudo evitarlo. Él llevaba tres días provocándola sin descanso.
–A mí –dijo entre dientes– no me has comprado.
Él pareció sobresaltarse. Sólo por un instante, pero ya era algo.
Sin embargo, cambió las tornas de inmediato. _____ya debería haberse acostumbrado a ello. ¿Por qué siempre la pillaba por sorpresa?
–Claro que no –sus ojos castaños brillaban–. Sólo he comprado tu… eh… experiencia.
De algún modo se las ingenió para que aquello sonara ligeramente procaz._____ estaba segura de que lo había hecho a propósito. Pero no podía hacer absolutamente nada por impedirlo.
El cliente siempre tenía razón. Al menos, eso era lo que le decía su jefe. Su jefe, el mejor amigo de Joseph Jonas. La única razón por la que no podía dejarlo plantado, a pesar de aquella ofensa injustificada.
Bueno, no, no era la única razón. También había que tener en cuenta el respeto hacia una misma. Y la reputación profesional. Y la dificultad de hacer una buena campaña de relaciones públicas para publicitar un coche cuyo inventor, un donjuán, no se tomaba nada en serio, y menos aún su propia campaña promocional.
No, no podía desertar.
_____ se irguió en toda su estatura.
–¿Nos vamos? –dijo con frialdad.
–Claro.
Joseph parecía casi desilusionado. Ella sabía que le gustaban las peleas. Otra razón para no marcharse.
Se acercaron al coche en silencio, en parte porque _____ casi tenía que correr para mantenerse a su paso. Joseph Jonas tenía unas piernas muy largas y no hacía concesiones a mujeres con tacones de aguja.
______ apretó los dientes y no se quejó. Por orgullo, desde luego. Pero el orgullo era la única cosa que la hacía seguir adelante.
El cliente de pesadilla le abrió la puerta del coche y se retiró para dejarla subir. Ella le dedicó su sonrisa más profesional (la que iba a acompañada de luces de advertencia que parecían decir: “No te confundas conmigo”) y montó en el coche.
“Allá vamos, a por el siguiente viaje de pesadilla, camino de la siguiente ciudad”, pensó. “Joseph(para sus adentros lo llamaba Joseph; en voz alta, le costaba un arduo esfuerzo no llamarlo otras cosas) conducirá a mil por hora y se pasará todo el trayecto hablando de ahorrar combustibles fósiles. ¡Y luego dice que las mujeres somos unas inconsecuentes!”.
”Sigue siendo una profesional, _____. Sigue siendo una profesional. Mañana volverás a Londres. Se acabaron los hombros anchos, los seductores ojos castaños y el empeño de torpedear tu campaña promocional”.
Tampoco pasaría más noches en vela. Esa noche, diría adiós a Joseph Jonas para siempre. Y volvería a respirar.
Nani Jonas
Re: "Los Millonarios No Cuentan" - Joe y tu Terminada
joe hace q la rayis a veces explote jajajja
siguelaaa
siguelaaa
jamileth
Página 4 de 9. • 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9
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