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Concurso: El tenebroso mundo de OWN

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Concurso: El tenebroso mundo de OWN Empty Concurso: El tenebroso mundo de OWN

Mensaje por Jaeger. Vie 12 Oct 2018, 3:14 pm




El tenebroso mundo de OWN

Hola a todxs, queridxs usuarixs de Only Web Novels. Os damos la bienvenida a uno de los concursos que se llevarán acabo con motivo de la festividad de Halloween.

Este año, quisimos utilizar para el concurso algunos de los escenarios sujetos a leyendas paranormales más famosos y combinarlos con cuentos clásicos de nuestra niñez para así, hacer un retelling de terror de los mismos.

Por lo que lxs participantes tendréis que elegir, de entre las opciones que dejaremos más abajo: la pareja de cuento y escenario que más os llame la atención y en base a ellos, crear vuestro escrito de terror. A partir de ahí tendréis absoluta libertad para dejar volar vuestra imaginación con el fin de ponernos los pelos de punta.

Deseamos que el concurso sea de vuestro agrado y que os animéis a participar para pasar un buen rato. Esperamos vuestras postulaciones y desde el equipo de beta-reader os deseamos un feliz Halloween  ❤️


Cosillas para tener en cuenta:

  • Deberán tomar la idea principal del cuento y ambientarlo en el lugar designado. Por ejemplo: Blancanieves y los siete enanitos en Aokigahara, el bosque suicida.
  • Aunque solo hayan cinco cuentos y lugares, pueden usarlos repetidos. Ósea, son de libre uso para todxs.
  • El escrito debe contener entre 500 y 1.500 palabras, conscientes que es esa la cantidad de palabras en que varían los cuentos.
  • Tienen que completar la siguiente ficha que dejaremos a continuación. Debe contener el nombre del escrito, el nombre del usuarix, que cuento clásico fue su elección y el lugar, y la cantidad de palabras.
    Spoiler:
  • Tienen hasta el 27 de Octubre a las 23:59 horas para subirlo, horario México.
  • El equipo de beta-reader, hypatia. y Stark., harán críticas constructivas sobre los escritos, ya sea para comentarles en lo que sobresalieron o en que les falto y podrían mejorar en el futuro.
  • Se elegirán dos ganadorxs: primer y segundo puesto.
  • A estxs se les pedirá el consentimiento de subir su escrito en la pág de Wattpad del foro y aparecerá en el tablón de anuncios en el nuevo diseño del mismo.
  • Todxs lxs usuarixs son bienvenidos a participar.
  • Lxs jueces del concurso serán ustedes: lxs usuarixs del foro.
  • El 31 de octubre se anunciara lxs ganadores.
  • No se aceptaran trabajos fuera de termino y que no cumplan con la normativa.
  • Disfruten, y feliz halloween ♥️



Jaeger.
Jaeger.


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Concurso: El tenebroso mundo de OWN Empty Re: Concurso: El tenebroso mundo de OWN

Mensaje por Jaeger. Vie 12 Oct 2018, 3:15 pm



Halloween
Algo horrible te sigue a todas partes.

Blancanieves
y los siete enanitos

Un día de invierno la Reina miraba cómo caían los copos de nieve mientras cosía. Le cautivaron de tal forma que se despistó y se pinchó en un dedo dejando caer tres gotas de la sangre más roja sobre la nieve. En ese momento pensó:
—Cómo desearía tener una hija así, blanca como la nieve, sonrosada como la sangre y de cabellos negros como el ébano.
Al cabo de un tiempo su deseo se cumplió y dio a luz a una niña bellísima, blanca como la nieve, sonrosada como la sangre y con los cabellos como el ébano. De nombre le pusieron Blancanieves, aunque su nacimiento supuso la muerte de su madre.
Pasados los años el rey viudo decidió casarse con otra mujer. Una mujer tan bella como envidiosa y orgullosa. Tenía ésta un espejo mágico al que cada día preguntaba:
—Espejito espejito, contestadme a una cosa ¿no soy yo la más hermosa?
Y el espejo siempre contestaba:
—Sí, mi Reina. Vos sois la más hermosa.
Pero el día en que Blancanieves cumplió siete años el espejo cambió su respuesta:
—No, mi Reina. La más hermosa es ahora Blancanieves.
Al oír esto la Reina montó en cólera. La envidia la comía por dentro y tal era el odio que sentía por ella que acabó por ordenar a un cazador que la llevara al bosque, la matara y volviese con su corazón para saber que había cumplido con sus órdenes.
Pero una vez en el bosque el cazador miró a la joven y dulce Blancanieves y no fue capaz de hacerlo. En su lugar, mató a un pequeño jabalí que pasaba por allí para poder entregar su corazón a la Reina.
Blancanieves se quedó entonces sola en el bosque, asustada y sin saber dónde ir. Comenzó a correr hasta que cayó la noche. Entonces vio luz en una casita y entró en ella.
Era una casita particular. Todo era muy pequeño allí. En la mesa había colocados siete platitos, siete tenedores, siete cucharas, siete cuchillos y siete vasitos. Blancanieves estaba tan hambrienta que probó un bocado de cada plato y se sentó como pudo en una de las sillitas.
Estaba tan agotada que le entró sueño, entonces encontró una habitación con siete camitas y se acurrucó en una de ellas.
Bien entrada la noche regresaron los enanitos de la mina, donde trabajaban excavando piedras preciosas. Al llegar se dieron cuenta rápidamente de que alguien había estado allí.
—¡Alguien ha comido de mi plato!, dijo el primero
—¡Alguien ha usado mi tenedor!, dijo el segundo
—¡Alguien ha bebido de mi vaso!, dijo el tercero
—¡Alguien ha cortado con mi cuchillo!, dijo el cuarto
—¡Alguien se ha limpiado con mi servilleta!, dijo el quinto
—¡Alguien ha comido de mi pan!, dijo el sexto
—¡Alguien se ha sentado en mi silla!, dijo el séptimo
Cuando entraron en la habitación desvelaron el misterio sobre lo ocurrido y se quedaron con la boca abierta al ver a una muchacha tan bella. Tanto les gustó que decidieron dejar que durmiera.
Al día siguiente Blancanieves les contó a los enanitos la historia de cómo había llegado hasta allí. Los enanitos sintieron mucha lástima por ella y le ofrecieron quedarse en su casa. Pero eso sí, le advirtieron de que tuviera mucho cuidado y no abriese la puerta a nadie cuando ellos no estuvieran.
La madrastra mientras tanto, convencida de que Blancanieves estaba muerta, se puso ante su espejo y volvió a preguntarle:
—Espejito espejito, contestadme a una cosa ¿no soy yo la más hermosa?
—Mi Reina, vos sois una estrella pero siento deciros que Blancanieves, sigue siendo la más bella.
La reina se puso furiosa y utilizó sus poderes para saber dónde se escondía la muchacha. Cuando supo que se encontraba en casa de los enanitos, preparó una manzana envenenada, se vistió de campesina y se encaminó hacia montaña.
Cuando llegó llamó a la puerta. Blancanieves se asomó por la ventana y contestó:
—No puedo abrir a nadie, me lo han prohibido los enanitos.
—No temas hija mía, sólo vengo a traerte manzanas. Tengo muchas y no sé qué hacer con ellas. Te dejaré aquí una, por si te apetece más tarde.
Blancanieves se fió de ella, mordió la manzana y… cayó al suelo de repente.
La malvada Reina que la vio, se marchó riéndose por haberse salido con la suya. Sólo deseaba llegar a palacio y preguntar a su espejo mágico quién era la más bella ahora.
—Espejito espejito, contestadme a una cosa ¿no soy yo la más hermosa?
—Sí, mi Reina. De nuevo vos sois la más hermosa.
Cuando los enanitos llegaron a casa y se la encontraron muerta en el suelo a Blancanieves trataron de ver si aún podían hacer algo, pero todos sus esfuerzos fueron en vano. Blancanieves estaba muerta.
De modo que puesto que no podían hacer otra cosa, mandaron fabricar una caja de cristal, la colocaron en ella y la llevaron hasta la cumpre de la montaña donde estuvieron velándola por mucho tiempo. Junto a ellos se unieron muchos animales del bosque que lloraban la pérdida de la muchacha. Pero un día apareció por allí un príncipe que al verla, se enamoró de inmediato de ella, y le preguntó a los enanitos si podía llevársela con él.
A los enanitos no les convencía la idea, pero el príncipe prometió cuidarla y venerarla, así que accedieron.
Cuando los hombres del príncipe transportaban a Blancanieves tropezaron con una piedra y del golpe, salió disparado el bocado de manzana envenenada de la garganta de Blancanieves. En ese momento, Blancanieves abrió los ojos de nuevo.
—¿Dónde estoy? ¿Qué ha pasado?, preguntó desorientada Blancanieves
—Tranquila, estáis sana y salva por fin y me habéis hecho con eso el hombre más afortunado del mundo.
Blancanieves y el Príncipe se convirtieron en marido y mujer y vivieron felices en su castillo.

Aokigahara,
el bosque suicida

El Aokigahara, conocido como el Mar de Árboles, es un bosque ubicado al noroeste de la base del monte Fuji, Japón. El bosque tiene una asociación histórica con demonios de la mitología japonesa, y hay poemas de 1.000 años de antigüedad que indican que el bosque está maldito. El turismo ha quedado limitado únicamente a zonas vigiladas y, aunque no está prohibido adentrarse al bosque, se colocan numerosas señales de advertencia en varios idiomas para ayudar a las personas que piensan en suicidarse a que busquen ayuda de familiares antes de dejarlo todo. El suelo tiene un alto contenido de hierro, lo que interfiere en las señales de móviles y GPS.

Según la leyenda, Aokigahara era un lugar donde la gente practicaba el ubasute: llevar a los ancianos o a los enfermos a una zona remota y abandonarles para que muriesen. El bosque suicida, como también se le denomina, es claramente un lugar que captura el lado más oscuro de la imaginación.
La Bella y la Bestia
Había una vez un hombre muy rico que tenía tres hijas. De pronto, de la noche a la mañana, perdió casi toda su fortuna. La familia tuvo que vender su gran mansión y mudarse a una casita en el campo.
Las dos hijas mayores se pasaban el día quejándose por tener que remendar sus vestidos y porque ya no podían ir a las fiestas. En cambio la pequeña, a la que llamaban Bella por su dulce rostro y su buen carácter, estaba siempre contenta.
Un día su padre se fue a la ciudad a ver si encontraba trabajo. Cuando montó en su caballo, preguntó a sus hijas qué les gustaría tener, si él ganaba suficiente dinero para traerles un regalo a cada una. Sin apenas pensarlo, las dos hijas mayores gritaron:
—Para mí un vestido precioso.
—Y un collar de plata para mí.
Con su candorosa voz, Bella murmuró:
—Yo solamente quiero que vuelvas a casa sano y salvo. Eso me basta.
Su padre insistió:
—¡Oh, Bella, debe de haber algo que te apetezca!
—Bueno, una rosa con pétalos rojos para ponérmela en el pelo. Pero como estamos en invierno, comprenderé que no puedas encontrarme ninguna.
—Haré todo cuanto pueda por, complaceros a las tres, hijas mías.
Diciendo esto emprendió la marcha a todo galope.
En la ciudad, todo le fue mal. No encontró trabajo en ninguna parte. Los únicos regalos que pudo comprar fueron frutas y chocolate para sus dos hijas mayores, pero no consiguió la flor para Bella. Cuando regresaba a casa, su caballo se hizo daño en una pata y tuvo que desmontar.
De repente se desató una tormenta de nieve y el desgraciado hombre se encontró perdido en medio de un oscuro bosque.
Entonces percibió, a través de la ventisca, un gran muro y unas puertas con rejas de hierro forjado bien cerradas. Al fondo del jardín, se veía una gran mansión con luces tenues en las ventanas.
—Si pudiera cobijarme aquí… No había terminado de hablar cuando las puertas se abrieron. El viento huracanado le empujó por el sendero hacia las escaleras de la casa. La puerta de entrada se abrió con un chirrido y apareció una mesa con unos candelabros y los manjares más tentadores.
Miró atrás, a través de los remolinos de nieve, y vio que las puertas enrejadas se habían cerrado y su caballo había desaparecido.
Entró. La puerta chirrió de nuevo y se cerró a sus espaldas.
Mientras examinaba nerviosamente la estancia, una de las sillas se separó de la mesa, invitándole claramente a sentarse. Pensaba…
“Bien, está visto que aquí soy bien recibido. Intentaré disfrutar de todo esto.”
Tras haber comido y bebido todo lo que quiso, se fijó en un gran sofá que había frente al fuego, con una manta de piel extendida sobre el asiento. Una esquina de la manta aparecía levantada como diciendo: “Ven y túmbate.” Y eso fue lo que hizo.
Cuando se dio cuenta, era ya por la mañana. Se levantó, sintiéndose maravillosamente bien, y se sentó a la mesa, donde le esperaba el desayuno. Una rosa con pétalos rojos, puesta en un jarrón de plata, adornaba la mesa. Con gran sorpresa exclamó:
—¡Una rosa roja! ¡Qué suerte! Al fin Bella tendrá su regalo.
Comió cuanto pudo, se levantó y tomó la rosa de su jarroncito.
Entonces, un rugido terrible llenó la estancia. El fuego de la chimenea pareció encogerse y las velas temblaron. La puerta se abrió de golpe. El jardín nevado enmarcaba una espantosa visión.
¿Era un hombre o una bestia? Vestía ropas de caballero, pero tenía garras peludas en vez de manos y su cabeza aparecía cubierta por una enmarañada pelambrera. Mostrando sus terribles colmillos gruñó:
—Ibas a robarme mi rosa ¿eh? ¿Es ésa la clase de agradecimiento con que pagas mi hospitalidad?
El hombre casi se muere de miedo.
—Por favor, perdonadme, señor. Era para mi hija Bella. Pero la devolveré al instante, no os preocupéis.
—Demasiado tarde. Ahora tienes que llevártela… y enviarme a tu hija en su lugar.
—¡No! ¡No! ¡No!
—Entonces te devoraré.
—Prefiero que me comas a mí que a mi maravillosa hija.
—Si me la envías, no tocaré un solo pelo de su cabeza. Tienes mi palabra.
Ahora, decide.
El padre de la chica accedió al horrible trato y la Bestia le entregó un anillo mágico. Cuando Bella diera tres vueltas al anillo, se encontraría ya en la desolada mansión.
Fuera, en la nieve, esperaba el caballo, sorprendentemente curado de su cojera, ensillado y listo para la marcha. La vuelta a casa fue un calvario para aquel hombre, pero aún peor fue la llegada cuando les contó a sus hijas lo que había sucedido. Bella le preguntó…
—¿Dijo que no me haría ningún daño, de verdad, papá?
—Me dio su palabra, cariño.
—Entonces dame el anillo. Y por favor, no os olvidéis de mí.
Se despidió con un beso, se puso el anillo y le dio tres vueltas.
Al segundo, se encontró en la mansión de la Bestia.
Nadie la recibió. No vio a la Bestia en muchos días. En la casa todo era sencillo y agradable. Las puertas se abrían solas, los candelabros flotaban escaleras arriba para iluminarle el camino de su habitación, la comida aparecía servida en la mesa y, misteriosamente, era recogida después…
Bella no tenía miedo en una casa tan acogedora, pero se sentía tan sola que empezó a desear que la Bestia viniera y le hablara, por muy horrible que fuera.
Un día, mientras ella paseaba por el jardín, la Bestia salió de detrás de un árbol. Bella no pudo evitar un grito, mientras se tapaba la cara con las manos. El extraño ser hablaba tratando de ocultar la aspereza de su voz.
—¡No tengas miedo. Bella! Sólo he venido a desearte buenos días y a preguntarte si estás bien en mi casa.
—Bueno… Preferiría estar en la mía. Pero estoy bien cuidada, gracias.
—Bien. ¿Te importaría si paseo un rato contigo?
Pasearon los dos por el jardín y a partir de entonces la Bestia fue a menudo a hablar con Bella. Pero nunca se sentó a comer con ella en la gran mesa.
Una noche, Bella le vio arrastrándose por el césped, bajo el claro de luna. Impresionada, intuyó en seguida que iba a la caza de comida. Cuando él levantó los ojos, la vio en la ventana. Se cubrió la cara con las garras y lanzó un rugido de vergüenza.
A pesar de su fealdad. Bella se sentía tan sola y él era tan amable con ella que empezó a desear verle.
Una tarde, mientras ella leía sentada junto al fuego, se le acercó por detrás.
—Cásate conmigo, Bella.
Parecía tan esperanzado que Bella sintió lástima.
—Realmente te aprecio mucho, Bestia, pero no, no quiero casarme contigo. No te quiero.
La Bestia repitió a menudo su cortés oferta de matrimonio. Pero ella siempre decía “no”, con suma delicadeza.
Un día, él la encontró llorando junto a una fuente del jardín.
—¡Oh, Bestia! Me avergüenza llorar cuando tú has sido tan amable conmigo. Pero el invierno se avecina. He estado aquí cerca de un año. Siento nostalgia de mi casa. Echo muchísimo de menos a mi padre.
Con alegría oyó que la Bestia le respondía:
—Puedes ir a casa durante siete días si me prometes volver.
Bella se lo prometió al instante, dio tres vueltas al anillo de su dedo y… de pronto apareció en la pequeña cocina de su casa a la hora del almuerzo. La alegría fue tan grande como la sorpresa.
Total, que pasaron una maravillosa semana juntos. Bella contó a su familia todas las cosas que le habían sucedido con su extraño anfitrión y ellos le contaron a su vez todas las buenas nuevas. La feliz semana pasó sin ninguna palabra o señal de la Bestia. Pensaba…”Quizá se ha olvidado de mí. Me quedaré un poquito más.”
Pasó otra semana y, para su alivio, nada ocurrió. La familia también respiró con tranquilidad. Pero una noche, mientras se peinaba frente al espejo, su imagen se emborronó de repente y en su lugar apareció la Bestia. Yacía bajo el claro de luna, cubierta casi completamente de hojas. Bella, llena de compasión, exclamó:
—¡Oh, Bestia! Por favor, no te mueras. Volveré, querida Bestia.
Al instante dio vuelta al anillo tres veces y se encontró a su lado en el jardín. Acomodó la enorme cabeza de la Bestia sobre su regazo y repitió: —Bestia, no quiero que te mueras. Bella intentó apartar las hojas de su rostro. Las lágrimas brotaban de sus ojos y rociaban la cabeza de la Bestia.
De repente, una voz con timbre diferente se dirigió a Bella.
—Mírame, Bella. Seca tus lágrimas. Bella bajó la vista y observó que estaba acariciando una cabeza de pelo dorado. La Bestia había desaparecido y en su lugar se encontraba el más hermoso de los seres humanos.
El joven tomó su cabeza entre las manos y Bella preguntó: —¿Quién eres?
—Soy un príncipe. Una bruja me maldijo y me convirtió en una bestia para siempre. Sólo el verdadero amor de una mujer me ha librado de la maldición. Oh, Bella, estoy tan contento de que hayas regresado… Y ahora, dime, ¿te casarás conmigo?
—Pues claro que sí, mi príncipe.
Desde aquel momento los dos vivieron llenos de felicidad.


Bomarzo, el jardín de los monstruos

Es conocido como el jardín de los monstruos y motivos para ello no le faltan. Este bellísimo y románico jardín está en la provincia italiana de Viterbo, y cuentan las crónicas que cuando Salvador Dalí visitó este entorno boscoso, en el que la piedra surge entre la arboleda mostrando expresiones indescriptibles, André Bretón, que hacía las veces de cicerone, se volvió y le dijo al genio catalán: “Aquí está todo tu universo, cuatrocientos años antes de que se te ocurriera”. Este enclave de inusual belleza fue creado por orden del príncipe Pier Francesco Orsini, que debía de ser un hombre excéntrico, y que pidió que en aquel jardín fueran representadas criaturas conocidas, animales exóticos… pero también bestias de pesadilla. De este modo no tardaron en surgir, extraídas de la piedra bruta por grandes escultores, ogros, gárgolas o criaturas antropomorfas de varios metros de altura.
En la actualidad, lo que más llama la atención de los visitantes es la boca a través de la cual parece que nos sumergimos en las entrañas del propio Orsini. Cuenta la historia que el jardín jamás fue inaugurado, y como casi siempre, al menos en estas historias, el motivo fue un suceso trágico. Orsini construyó el recinto para plasmar a su modo la belleza de su joven esposa pero antes de que estuviese terminado, la muchacha murió. El príncipe, víctima de una pena incurable, se encerró en su palacio de Bomarzo, hastiado de una familia que no lo apoyó en ningún momento, y de este modo la leyenda comenzó a caminar. Hay un banco de piedra en el que figura una orla con el siguiente texto: “Vosotros los que vais por el mundo, errantes, tratando de ver estupendas maravillas, venid aquí, donde están los rostros de horrendos elefantes, leones, osos, ogros y dragones”.
Alicia en el país de las maravillas

Sucedió una vez, durante una hermosa tarde de verano, que una niña rubia llamada Alicia, paseaba por el campo junto a su hermana mayor, llamada Ana. Hacía calor y la mayor dijo:
¡uf...! No me apetece caminas más. Me sentaré a leer bajo la sombra de este árbol.
Ana empezó a leer en voz alta y Alicia, aburrida, optó por sentarse a su vez bajo la sombra fresca del árbol próximo al de su hermana. Empezaba a amodorrarse, cuando vio pasar a un Conejo Blanco estrafalariamente vestido que decía:
—¡Ah, caramba! ¡Llegaré tarde! ¡Siempre llego tarde!
Tendrá que darme más prisa...
Alicia pensó que aquel conejo era algo tonto. ¿Qué tenía que hacer un animal como él para preocuparse por la puntualidad?

A su vez, Alicia hizo la tontería de seguirle.
¡Vaya cosa rara! ¡Pero si el conejo se había metido por el hueco del tronco de un árbol! Atolondradamente, ella le siguió y, con toda facilidad, entró por el agujero. Entonces pensó si salir sería tan fácil como entrar.
A pesar de ello, obsesionada como estaba por las idas y venidas del Conejo, siguió gateando tras él.
Iba por un estrecho sendero que bajaba siempre y cuando el conejo pasó por el ojo de la cerradura de una puerta, pensó que le sería imposible hacer lo mismo. Llegó el momento en que fue a dar en un pozo muy profundo. El Conejo, por algún lado, seguía diciendo que iba a llegar tarde.
Por fin, su viaje continuó en una sala llena de mesitas repletas de manjares y destacaba una botella que decía Bébeme..

Alicia tomó un poco de su contenido y sucedió un prodigio: se fue achicando y achicando. También descubrió una llavecita sobre una mesa de cristal. La tomó, mirando a todas partes, pero le costó divisar una puerta. Cuando la encontró, con aire de penetrar en un misterio, la abrió con aquella llave y se dijo contenta: —Menos mal. Es la llave que necesitaba. ¡Qué aventura estoy viviendo!
Detrás de aquella puerta sólo existía un pasadizo. El conejo se le había perdido de vista, pero ante sus ojos aparecía un magnífico jardín con una casita al fondo.
Entro en ella...
Sobre la mesa del comedor encontró un apetitoso plato de guisado. En cuando lo probó, comenzó a crecer y crecer. Tanto creció, que su cabeza rompió el techo, asustando a un ave que anidaba en el tejado y que comenzó a gritar:
¡Auxilio! ¡Acabo de ver un monstruo!
— No soy un monstruo. Soy una niña —se defendió.
—¡Mentira! —volvió a chillar el ave— No hay ninguna niña que tenga un cuello, brazos y piernas tan enormes.
¡Fuera de aquí, si no quieres que te picotee la nariz!
Luego la niña vio otro plato con exquisitas setas guisadas y pensó que quizá tuvieran la virtud de hacerla disminuir de estatura. Comió unas pocas y descubrió que, en efecto, se achicaba.

Entonces le fue posible atravesar una puertecilla y pasar a una coquetona salita de muebles diminutos. Pero, viéndose tan pequeña, eso no  la consoló.
¿No iba a ser más lo que fue?
Encima de una de las mesas descubrió una apetitosa tortita y decidió comerla, para ver qué sucedía. Entonces, de nuevo empezó a crecer y crecer.
—Me estoy alargando otra vez como un telescopio —se dijo, sin saber ya qué iba a ser de ella.
Y tantas lágrimas derramó que la sala comenzó a inundarse. Hasta temió volverse loca.
De todas formas, como tenía que hacer algo para recobrar su verdadero tamaño, bebió de una botellita y al instante empezó a encoger. Pensó: —Me he convertido en un sube y baja. Tanto he disminuido que el resto de la tortita que conservo en la mano me parece una montaña. ¿Por qué se me ocurrió seguir al conejo?
¡Se había hecho del tamaño de una nuez!

De repente cayó y creyó que había caído al mar, pero no. ¡Se trataba de sus propias lágrimas! Para no ahogarse, saltó a la barquita de papel de la torta y, navegando siempre, fue a parar a un extraño lago poblado por una serie de seres pintorescos y también amenazadores. ¿Se estaban burlando de ella?
Mirándola, se hacían gestos unos a otros, como si Alicia fuera un bicho raro. ¿Pero es que no se habían mirado a sí mismos? Había una coneja con una capota de lo más ridículo, una estrella de mar con cara de mico, un pulpo que se le antojó lleno de ranos y una especie de pato con un pico que parecía la bolsa del mercado. ¿De dónde habría salido?
Poniéndose muy seria, preguntó:
¿Podría alguien indicarme el modo de salir de este lago?
Por toda respuesta empezaron a reír de un modo grotesco y más que ninguno el pato o pájaro bobo o lo que fuera. Lo estaban pasando en grande a su costa. Al fin, enfadada, estallo:
—¡Son ustedes unos grandísimos maleducados, ea!
Mientras se alejaba con gran trabajo por su propios medios de aquel charco, no lago, seguía oyendo las risotadas de los estúpidos que dejaba a sus espaldas.
Al llegar a la orilla, agotada, se sentó a descansar sobre un hongo. Por suerte para ella acertó a pasar  un gusanito sonriente y se dirigió a él.

—¿Sabes tú de algún remedio que me ayude a crecer?
le preguntó con dulce voz para no ser rechazada.
¡Empezaba a hartarse de todo lo visto desde que penetró  por el agujero del árbol!
—¡Ciertamente, amiga mía. Ese hongo sobre el que estás sentada te hará crecer si lo comes por uno de los lados: por el otro, te hará mermar.
Dio un mordisco pequeño por una parte. ¡Oh, crecía más! Y se apresuró a morder un gran trozo del otro lado. Así consiguió Alicia recuperar la talla.
No lejos de allí, la pequeña aventurera vio una mesa muy bien puesta, con un exquisito servicio aunque los comensales eran realmente extraños. Entre ellos se hallaba el conejo blanco. Debió reconocerla porque amablemente, aunque con su aire de pícaro, le preguntó: —¿Quieres acompañarnos a comer, pequeña?

Alicia, que de nuevo sentía hambre, accedió. Mientras participaba del banquete, Alicia pensaba que por allí todos estaban locos de atar.
Como ya se había quedado bien alimentada, la niña se levantó de la mesa, con un saludo general, pero sin olvidar despedirse cariñosamente del gusanito, que tan amable había sido con ella.
Poco después tenía ocasión de contemplar algo realmente sorprendente: todo un ejército de cartas de baraja de las que salían cabezas, brazos y piernas.
Algunos de ellos se dedicaban a pintar de rojo las rosas blancas.
—¿Qué estáis haciendo? —preguntó Alicia, muy sorprendida.
—¿No lo ves? Estamos pintando de rojo las rosas blancas porque hemos arrancado, sin darnos cuenta las rosas rojas del jardín de la Reina y si ella se entera hará que nos corten la cabera —respondieron las extrañas figuras.

— ¿Quién es vuestra Reina? —preguntó la niña.
En ese momento apareció la Reina de la Baraja.
Uno de los pintores dijo muy por lo bajo que la Reina tenía un genio espantoso y castigaba a todo el mundo a la menor falta, e incluso mandaba decapitar. En aquel momento, la mujer gritó:
¡Que le corten la cabeza a esa intrusa!
Como Alicia viera que los soldados carta se disponían a atacarla, soplo con fuerza y todos fueron por los suelos. Luego dijo:
—Mi condición es superior a la vuestra, porque soy humana.
Entonces llegó el Conejo Blanco con otros animales y todos, con los soldados, se lanzaron sobre la niña, esgrimiendo bastos y espadas.
¡La que se armó allí! Alicia, naturalmente, trató de escapar a base de correr e intentar marearlos, pero no le sirvió de nada, porque los objetos más extraños caían sobre su cabeza.

Entonces sí que empezó a chillar, pero fue hecha prisionera y llevada ante el tribunal presidido por la terrible Reina de la Baraja.
Sentada ante el tribunal sin posibilidad de escapatoria, Alicia quería responder a las acusaciones de la presidenta de dicho tribunas, o sea, de la Reina. Pero ni le daban tiempo ni permitían que se la oyese.
La calificaron de criminal invasora, de ladrona del Reino de la Baraja, de querer usurpar el trono, en fin, de mil tonterías por el estilo, pero que tenían a la muchacha al borde del terror.
Ella llegó a taparse los oídos con las manos.
De pronto, con un esfuerzo supremo, Alicia pudo levantarse de la silla y echar a correr. La Reina, bajando de su sitial, corría tras ella, pero estaba tan gorda que no pudo seguirla y tuvo que desistir. Por el contrario, los soldados carta volvían a perseguirla con sus espadas y garrotes. La niña, con espantosos chillidos, seguía corriendo.
Y de pronto, sintió que caía rodeada de los objetos más variados de los que había visto en su recorrido por tan extraño reino.

El conejo blanco, sin perder su gesto burlón, caía también cerca de ella. Alicia chilló más fuerte y una voz conocida y cariñosa, sonó a su lado:
—¿Por qué chillas así, Alicia?
Era su hermana Ana, todavía con el libro entre las manos. Aliviada, comprendió que había sufrido una terrible pesadilla....


Poveglia,
la isla fantasma

En la laguna de Venecia se encuentra la terrorífica isla de Poveglia. En el siglo XIV, la isla se utilizada como zona de cuarentena donde se enviaba a venecianos infectados con la peste bubónica a pasar sus últimos días de vida. Durante el siglo XIX, el edificio de la isla se convirtió en una institución mental de dudosa reputación debido a sus prácticas y experimentos. El último uso de la isla fue como centro de cuidado para personas mayores, hasta que cerró sus puertas en 1975.

A día de hoy, la isla permanece abandonada por los vivos, pero se rumorea que los espíritus de los que aquí perecieron merodean por allí. Se escuchan voces y gritos con frecuencia; y se ha informado de casos de homicidios repentinos y posesiones. Los visitantes de la isla coinciden en que la atmósfera de la isla es de lo más maligna y estar allí causa una sensación extraña que desaparece al abandonar la isla.
Peter Pan

La historia que os voy a contar a continuación ocurrió hace ya mucho tiempo, pero puede volver a pasar ¡incluso a vosotros! Érase una vez una pequeña muchacha llamada Wendy, y sus dos hermanos llamados Juan y Miguel. Cada noche, su hermana mayor les contaba la historia de un joven y aventurero niño que vivía en el país de Nunca Jamás y que se prometió a sí mismo no crecer nunca, su nombre era Peter Pan.
Los dos hermanos, como todos los niños del mundo, adoraban los cuentos y escuchaban atentamente e imaginaban las increíbles aventuras que Wendy les contaba sobre Peter. Sus historias estaban tan bien narradas que incluso el propio Peter Pan, sin hacer ruido, se sentaba en el alféizar de la ventana del cuarto de los niños a escucharlas.
Una noche, mientras dormían, la pequeña Wendy se sobresaltó al ver una luz brillante junto a la ventana. Se levantó de la cama y caminó lentamente hacía la ventana, en ella se encontraba Peter junto con la inseparable Campanilla, el hada que va con él a todas sus aventuras. Juan y Miguel se despertaron al oír a su hermana gritar, ¡es Peter, es Peter!.
En ese momento Peter les invitó a ir al país de Nunca Jamás pero los niños no sabían volar, por lo que les explicó cómo podían hacerlo:
—Sólo necesitáis un poco de polvo mágico de hada y un pensamiento alegre — dijo Peter.
—¿Sólo eso? ¡Es muy sencillo! — exclamó la pequeña Wendy.
La pequeña Campanilla roció a los niños con polvo mágico de hada y al pensar en sus recuerdos más felices se elevaron.
—¡Seguidme! — dijo Peter.
Siguiendo a Peter Pan, los tres pequeños salieron volando de su habitación, dirigiéndose al país de Nunca Jamás, una isla maravillosa y mágica en un mar desconocido.
Al llegar los pequeños se encontraban totalmente perdidos y desorientados ya que era la primera vez que estaban ahí por lo que Peter Pan pidió a Campanilla que los guiase al campamento que tenían en el Bosque. Campanilla, se encontraba celosa por la pequeña Wendy por lo que se adelantó y pidió a los Niños Perdidos que la derribasen, poniendo la excusa de que era enemigo de Peter Pan.
Usando pequeños tirachinas, los niños perdidos empezaron a tirar piedras a Wendy a órdenes de Campanilla, alcanzándola y derribándola pero antes de caer al suelo Peter Pan voló hacia ella y consiguió salvarla.Peter preguntó por qué había hecho eso, respondiendo los Niños Perdidos que Campanilla les dijo que era un enemigo suyo. Al oír eso, Peter quiso desterrar a la pequeña hada pero Wendy lo impidió al darle mucha pena.
A continuación Peter Pan llevó a Wendy, Juan y Miguel a su casa subterránea, un gran árbol hueco donde en una de sus raíces se encontraba una puerta secreta. Allí además vivían muy felices los Niños Perdidos, que tampoco querían crecer y mantenerse siempre niños como Peter.
Los Niños Perdidos invitaron a Juan y a Miguel a visitar a los indios de la aldea mientras que Peter llevo a Wendy a ver las preciosas sirenas que vivían a la orilla del mar.
Al llegar a la costa Peter Pan vio de lejos el bote del Capitán Garfio y su siervo inseparable y leal Smee. Garfio ansiaba matar a Peter Pan, por lo que siempre estaba dispuesto a todo para conseguirlo. En ese momento Peter pudo distinguir desde lejos además a una muchacha que resultó ser la princesa india Tigridia. El Capitán Garfio quería que le revelase el escondite secreto de Peter Pan pero la joven se negó. Ante la negativa de Tigridia, Garfio le ató a una gran roca, abandonándola a su suerte en una cueva hasta que la marea subiese y se cobrara su vida.


Peter Pan al ver la escena se enfrentó al Capitán Garfio, resultando victorioso y salvando a Tigridia. Garfio huyó despavorido y Peter pudo devolver a la joven a la aldea de su tribu. Al llegar a la aldea, los indios vieron como Peter Pan traía a Tigridia sana y salva por lo que organizaron una gran fiesta en su honor, nombrándole “Águila Voladora” y bailando al lado de una hoguera hasta altas horas de la noche junto a Wendy, Juan y Miguel.
A la mañana siguiente, Garfio al ser derrotado nuevamente contra Peter Pan, decidió vengarse utilizando los celos de Campanilla, la cual traicionó a Peter revelando el escondite secreto del árbol. En ese mismo instante Garfio fue hacía allí, raptando a Wendy, Juan y Miguel, llevándolos a su barco y atándolos a un mástil. El Capitán Garfio reveló a los pequeños que había colocado un pequeño paquete con una bomba en su interior y cuando Peter viera una carta falsa de Wendy que ponía que abriese el paquete justamente a media noche, la vida de Peter Pan llegaría a su fin.
Campanilla oyó los malvados planes del Capitán Garfio y se dio cuenta que había caído en una trampa, en ese momento voló hacía el escondite lo más deprisa que pudo ya que solo quedaban unos minutos para que fuera media noche. Al llegar Campanilla pudo arrebatar rápidamente el paquete de las manos de Peter que ya estaba predispuesto a abrirlo. Al salvarlo confesó a Peter lo que había hecho y que Wendy, Juan y Miguel eran presos del capitán Garfio en su navío.
Peter reaccionó rápidamente y fue volando hasta el barco pirata lo más rápido que podía. Mientras tanto, Garfio cogió a la pequeña Wendy del mástil y la obligó a caminar por una tabla para arrojarla al mar. En el momento en el que Wendy fue arrojada Peter Pan la rescato con sus brazos evitando el trágico desenlace de morir ahogada. Después de poner a Wendy a salvo, Peter subió a la cubierta del barco donde le esperaría el Capitán Garfio, perplejo al ver que Peter todavía seguía con vida. Los Niños Perdidos ayudaron en la lucha usando sus tirachinas contra los piratas, haciéndoles retroceder y abandonar el barco. Después de la feroz pelea entre ambos blandiendo sus espadas, Peter consiguió derrotar al Capitán Garfio junto a su tripulación de piratas, cayendo al mar donde había ¡un feroz cocodrilo! pero finalmente consiguió escapar en uno de los botes.
Peter Pan junto con los Niños Perdidos tomó posesión del barco y pidió a Campanilla que echará polvo de hadas en toda la cubierta. En ese instante el barco empezó a volar, llevando de vuelta a los pequeños a casa de Wendy.
—¡Ha sido una aventura fantástica! — dijeron Juan y Miguel.
—¡Gracias Peter por este maravilloso viaje! — dijo Wendy.
Peter Pan y los Niños Perdidos se despidieron de los pequeños y tomaron posiciones para tomar rumbo hacía la segunda estrella más a la derecha, la que les llevaría otra vez hasta el país de Nunca Jamás.


North Brother,

En North Brother, ubicada entre el Bronx y Queens, se encuentra un antiguo hospital en ruinas. El lugar empezó a funcionar en 1885 como un centro de cuarentena para los enfermos de tifoidea y viruela; en 1950 fue convertido en un centro de rehabilitación para, finalmente, cerrar sus puertas en 1963.

Pese a los intentos por realizar nuevas construcciones y vender la isla, el lugar aún permanece abandonado. Y cómo no va a estarlo si su única construcción tiene un aspecto atemorizante, donde la maleza ha empezado a expandirse por las paredes y habitaciones. Algunos dicen que el lugar está embrujado.
Quienes han pisado la isla, lo cual es ilegal, destacan la sensación de soledad luego de dejar atrás la transitada Manhattan. Los árboles reemplazan los rascacielos neoyorquinos que se pueden ver a lo lejos.

Para visitar la isla hay que pedir un permiso al Departamento de Parques de la ciudad y alquilar un bote para llegar hasta ahí, lo cual puede ser costoso. North Brother ha sido declarada como un santuario para aves.
La bella duermiente

Érase una vez un rey y una reina que aunque vivían felices en su castillo ansiaban día tras día tener un hijo. Un día, estaba la Reina bañándose en el río cuando una rana que oyó sus plegarias le dijo.
—Mi Reina, muy pronto veréis cumplido vuestro deseo. En menos de un año daréis a luz a una niña.
Al cabo de un año se cumplió el pronóstico y la Reina dió a luz a una bella princesita. Ella y su marido, el Rey, estaban tan contentos que quisieron celebrar una gran fiesta en honor a su primogénita. A ella acudió todo el Reino, incluidas las hadas, a quien el Rey quiso invitar expresamente para que otorgaran nobles virtudes a su hija. Pero sucedió que las hadas del reino eran trece, y el Rey tenía sólo doce platos de oro, por lo que tuvo que dejar de invitar a una de ellas. Pero el soberano no le dio importancia a este hecho.
Al terminar el banquete cada hada regaló un don a la princesita. La primera le otorgó virtud; la segunda, belleza; la tercera, riqueza.. Pero cuando ya sólo quedaba la última hada por otorgar su virtud, apareció muy enfadada el hada que no había sido invitada y dijo:
—Cuando la princesa cumpla quince años se pinchará con el huso de una rueca y morirá.
Todos los invitados se quedaron con la boca abierta, asustados, sin saber qué decir o qué hacer. Todavía quedaba un hada, pero no tenía poder suficiente para anular el encantamiento, así que hizo lo que pudo para aplacar la condena:

—No morirá, sino que se quedará dormida durante cien años.
Tras el incidente, el Rey mandó quemar todos los husos del reino creyendo que así evitaría que se cumpliera el encantamiento.
La princesa creció y en ella florecieron todos sus dones. Era hermosa, humilde, inteligente… una princesa de la que todo el que la veía quedaba prendado.
Llegó el día marcado: el décimo quinto cumpleaños de la princesa, y coincidió que el Rey y la Reina estaban fuera de Palacio, por lo que la princesa aprovechó para dar una vuelta por el castillo. Llegó a la torre y se encontró con una vieja que hilaba lino.
—¿Qué es eso que da vueltas? —dijo la muchacha señalando al huso.
Pero acercó su dedo un poco más y apenas lo rozó el encantamiento surtió efecto y la princesa cayó profundamente dormida.
El sueño se fue extendiendo por la corte y todo el mundo que vivía dentro de las paredes de palacio comenzó a quedarse dormido inexplicablemente. El Rey y la Reina, las sirvientas, el cocinero, los caballos, los perros… hasta el fuego de la cocina se quedó dormido. Pero mientras en el interior el sueño se apoderaba de todo, en el exterior un seto de rosales silvestres comenzó a crecer y acabó por rodear el castillo hasta llegar a cubrirlo por completo. Por eso la princesa empezó a ser conocida como Rosa Silvestre.
Con el paso de los años fueron muchos los intrépidos caballeros que creyeron que podrían cruzar el rosal y acceder al castillo, pero se equivocaban porque era imposible atravesarlo.
Un día llegó el hijo de un rey, y se dispuso a intentarlo una vez más. Pero como el encantamiento estaba a punto de romperse porque ya casi habían transcurrido los cien años, esta vez el rosal se abrió ante sí, dejándole acceder a su interior. Recorrió el palacio hasta llegar a la princesa y se quedó hechizado al verla. Se acercó a ella y apenas la besó la princesa abrió los ojos tras su largo letargo. Con ella fueron despertando también poco a poco todas las personas de palacio y también los animales y el reino recuperó su esplendor y alegría.
En aquel ambiente de alegría tuvo lugar la boda entre el príncipe y la princesa y éstos fueron felices para siempre.


Palacio Ca’Dario, el palacio que mata.

Venecia y sus islas están llenas de misterios y de casas encantadas, y entre todas ellas destaca Ca’Dario, un palacio con una terrible maldición que parece perseguir a quienes se han atrevido a habitarlo a lo largo de los siglos. Ca’Dario es uno de los palacios más fascinantes y aterradores de la ciudad de Venecia, aunque nadie lo diría por su exterior, una fachada que destaca por su belleza y colorido y por las chimeneas de época. En el interior sin embargo la leyenda negra ha convertido el palacio en un lugar lúgubre y sombrío al que los venecianos conocen como el “palacio que asesina”.
La leyenda negra comenzó en el siglo XVI cuando Giovanni Dario hizo casar a su hija ilegítima con un joven de la familia Barbaro, adquiriendo entonces dicho inmueble. Al poco tiempo su yerno cayó en la ruina y su hija murió de un ataque al corazón. Un siglo después el rico Giacomo Barbaro murió asesinado allí mismo. Más tarde, aunque el palacio tenía fama de maldito, fue adquirido por un rico comerciante de diamantes que hizo caso omiso de todas estas leyendas tomándolas como supersticiones del populacho. Pero la mala suerte se cebó con su fortuna y murió en la indigencia. Durante muchos años permaneció vacío sin que nadie se atreviera a comprarlo. En 1838 el anticuario británico Rawdon Brown y un amigo vivieron durante unos años en la casa, pero ambos tuvieron un trágico final: se suicidaron tras haberlo perdido todo. Algunos más lo intentaron: el magnate americano Charles Briggs, que tuvo que huir de Venecia por un escándalo de homosexualidad –su amante se suicidó–; o el conde Filippo Giordano delle Lanze, que fue asesinado por su amante dentro del palacio; o el mánager del grupo The Who, Kit Lambert, que también murió violentamente en el palacio en 1981. El último fue Raúl Gardini, un rico empresario italiano que terminó implicado en un caso de corrupción y se quitó la vida de un disparo. A día de hoy sigue en venta.
Jaeger.
Jaeger.


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