Siempre serás tú

Narra  Kyle
Estoy sentado en el coche de la señora que me ha venido a buscar al centro de acogida.

Ella tiene los ojos pequeños y negros y lleva el pelo castaño recogido con una pinza.

Seguro que os preguntaréis quién soy, ¿verdad? Pues yo me llamo Kyle Anderson y tengo 17 años. Hace exactamente seis días, yo vivía en San Francisco con mi abuelo paterno de 87 años, la única familia que me quedaba, y bien, como es de suponer, él murió dormido de una parada cardiaca.

Como todavía soy menor, la policía me llevó a un centro de acogida de menores y la señora Wars me ha venido a buscar esta tarde para pasar un tiempo en su casa, hasta que me adopten, cosa que dudo, o que sea mayor de edad.

Soy bastante alto, estoy fuerte, tengo los ojos azules café y el pelo castaño claro, aunque en verano se me ponen más bien rubio.

La señora Wars me ha explicado que con Andy, que es uno de sus hijos, me llevaré bien porque sólo nos llevamos un año. Supongo que así no me aburriré. También me ha explicado que tiene otro hijo pequeño que se llama Jack y tiene 12 años.

Por último, me ha explicado que dentro de una semana empezaré el instituto, como los demás, y que si alguien me pregunta le puedo explicar perfectamente la verdad.

Cuando llegamos a la casa, veo que es bastante grande. Me ha explicado que tiene 4 habitaciones y que yo dormiré en la que hay delante de la de Andy.

La casa está vacía, ya que sus hijos están con los amigos, y subimos al piso de arriba, para instalarme. Mientras deshago las cosas que llevaba, ella me empieza a preguntar cosas.

-Kyle, ¿qué deportes te gustan?

-Hacía hockey.

Ella sonríe y me hace la cama con una rapidez impresionante.

-¿A tus hijos no les importará?

Me mira, hace una sonrisa de aquellas dulces que hace una madre y me contesta:

-Han pasado muchos niños por aquí. Ya están acostumbrados.

Me deja solo para que termine de organizar las cosas como yo quiera, así que decido sentarme en la cama y dejar que la tarde pase.

Durante las horas que estoy tumbado oigo voces del piso de abajo, portazos que provienen de la puerta principal, olor a comida cuando se empieza a oscurecer y, por último, pasos que suben las escaleras.

Cuando miro el reloj veo que son las ocho. Creo que es hora de irse a duchar con tranquilidad y poder pensar en todo.

Me quito la ropa en mi habitación y cojo la toalla que la señora Wars me ha dejado preparada encima de un pequeño escritorio. Salgo de la habitación y abro la puerta del lavabo, encontrándome cara a cara con una chica enrollada en una toalla blanca. Ella está morena por el sol del verano, al contrario que yo, tiene los ojos color miel y pelo largo y marrón recogido con una cola. Y, además, acaba de hacer un grito que casi me deja sordo.

Cierro la puerta y vuelvo a mi habitación, esperando a que ella termine de ducharse.

Cuando por fin oigo dos puertas cerrarse me levanto y voy a ducharme, intentando no pensar en la situación que había pasado poco antes.

Mientras me estoy poniendo ropa cómoda para ir por la casa, oigo que llaman a la puerta. Me pongo la camiseta y abro. Es la chica de la ducha.

-Perdón por lo de antes -me dice ella intentando no parecer avergonzada-. Pero hay una acción que se dice: Llamar a la puerta.

-No pasa nada -le contesto-. Ya, pero pensaba que no había nadie.

Antes de marcharse sin embargo, se gira y se presenta:

-Por cierto, yo soy Andy. Un placer, Kyle.

Y ahora me acabo de dar cuenta de que el famoso Andy es una chica. Dudo mucho que podamos tener una buena relación, ella y yo.


Buenas,
Sé que no es nada del otro mundo, pero espero que os guste la nueva historia que tengo entre manos :)