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Mensaje por winchester. Miér 13 Jun 2018, 1:47 pm

OMG ALEC. Sinceramente me encantó tu comentario. Tenía un poco de dudas porque lo edité varias veces y eso :c me encanta que te guste Keiran, sinceramente lo amo. Amo el pj que he creado, más que a Thorunn. idk. Tengo muchos planes para él. Siempre me he manejado mejor llevando a pj's masculinos, lol.

Si, bueno, lo de las máquinas que se vuelven más peligrosas ocurre en el juego y no tenía pensado ponerlo pero quería darle un poco de intriga LOL. Ya tengo ganas de ver por dónde sales tú xd.

¡SÍ! Tenía un poco de miedo que no vierais lo que yo he visto de #Keirsten al escribirlo pero veo que sí Horizon: zero dawn. - Página 2 2841648573 omg, espero no se moleste Val, tendré que mandarle un mensaje porque quiero que esa relación siga Horizon: zero dawn. - Página 2 1857533193

¡Gracias por tu comentario, Alec!Me ha encantado y me has animado muchísimo Horizon: zero dawn. - Página 2 1477071114 por cierto, si quieres ya dejamos los turnos así, así ya no nos liamos.Que por mí no hay problema Horizon: zero dawn. - Página 2 1477071114
winchester.
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Horizon: zero dawn. - Página 2 Empty Re: Horizon: zero dawn.

Mensaje por changkyun. Jue 14 Jun 2018, 4:28 pm

hello there:
changkyun.
changkyun.


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Mensaje por pixie. Vie 15 Jun 2018, 3:48 pm

no sabía que habías subido capítulo Horizon: zero dawn. - Página 2 664986724

___________________________________________


ausente.
pixie.
pixie.


http://lachicaimposible.tumblr.com
 ---------
 ---------

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Horizon: zero dawn. - Página 2 Empty 002; Parte I

Mensaje por trunks Vie 22 Jun 2018, 8:45 am

Ivory Willow
Capítulo II


Parte I.
Primero fuertes ruidos alarmantes, después movimientos por todas partes y por último luz cegadora e inesperada, no importaba en dónde o con quién me encontrase, mi vida parecía girar en ese círculo vicioso desde que tenía seis años. Mis acciones del día a día al igual que las inesperadas solían enfrentarse en tal orden que me hacía cuestionarme seguidamente si poseía una clase de maldición para enfrentarme a la rutina diaria que había cambiado por completo mi vida en un pasado; se lo había preguntado a Yurem una vez, cuando tenía doce, y él se había limitado a negar con la cabeza mientras tomaba una de mis largas trenzas castañas en sus maltratadas manos para examinarlas como hacía cada que le preguntaba algo y no quería responder. No le volví a insistir después de aquello pero me quejaba cada que podía sobre el tema y le veía poner los ojos en blanco disimuladamente. La pregunta le incomodaba, eso era notable, pero no entendía el porqué si era algo que no le involucraba directamente y de lo cual jamás llegué a culparle.

Atribuir culpa a inocentes o desafortunados que formaban parte de las masas violentas era algo impropio de mí, no quería sumarme a ese grupo de igual manera y me negaba a dejar la idea de que otros podían pensar como yo, Yurem era un Carja Sombrío por órdenes de su antigua mujer y yo lo era desde que él decidió salvarme en un ataque cuando era niña. Ninguno tenía la culpa de estar retirados en las montañas con los fanáticos de la violencia más peligrosos de todas las tribus. No podían juzgarnos por estar ahí si conocían nuestra historia a fondo.

En medio de la oscuridad se hizo presente un par de pasos apresurados en la distancia, indescifrables para mis oídos en mi estado somnoliento, alguien se movía tan rápido como podía hacia la cabaña que solía llamar casa sin disimularlo siquiera, luché contra mis párpados y conseguí moverme ligeramente, para cuando mis ojos se abrieron había una luz anaranjada llenando las cuatro paredes que me rodeaban. Bizqueé y me arrojé hacia atrás en el colchón relleno de hojas y telas en el cual dormía, el crujido del relleno crujió bajo mi movimiento brusco y terminó de confirmarme el hecho de que estaba despierta en ese momento, tanteé en el borde del pantalón holgado a la altura de mi cadera por la navaja que ocultaba siempre ahí y de un rápido movimiento la desenfundé. Con un movimiento circular la hice girar frente a mis desorientados ojos y alcancé a ver que se colocaba a unos centímetros de la sombra de aquella persona que había entrado sin permiso con una antorcha en la mano.

—¡Ivvie soy yo! ¡Alto! —Parpadeé repetidamente para aclararme completamente, las sombras comenzaban a formarse frente a mis ojos y los colores se hacían notables, había una chica frente a mí bastante conocida para mi mala fortuna—. Baja... Quita eso de mi pierna, ¿quieres?
—¿Qué haces aquí? —cuestioné en voz baja y ronca.
—Me enviaron a buscarte, tenemos que irnos, ahora. Celani está afuera.

Volví a enfundar mi arma para después frotarme el rostro con fuerza, necesitaba estar totalmente consciente si quería salir de la cama cuando el sol todavía no salía y todo estaba en silencio, observé por el costado del ojo a Thandeka apartarse lo suficiente para darme mi espacio. Todos eran conscientes de lo que solía pasar si violaban la línea imaginaria a mi alrededor cuando estaba de mal humor.

Solía dormir con unos pantalones holgados debajo de unas cuantas capas de camisetas y sudaderas encima, el frío era algo que odiaba y se metía entre los huesos por la noche al punto de ser una molestia aun cuando había fuego presente, pero no justificaba el hecho de que habían hostigado mi privacidad mientras dormía. Para los nuestros era una completa falta de respeto usurpar en los asuntos de otro, intuí siempre porque era exactamente lo que ellos hacían en un pasado y no les gustaba recibir el mismo trato, incluso meter las narices en asuntos que no incumbían a uno era considerado alarmante. No era de extrañar el hecho de que Theka estuviera tan avergonzada e irritada por su intromisión como si me hubiese encontrado durmiendo desnuda; algo imposible con este clima tan gélido y mi falta de interés por saber cómo era dormir sin nada puesto.

—¿Y Yurem?
—Tiene insomnio a veces, sale a caminar por la noche o muy temprano, seguro está por ahí. —Me puse de pie para estirarme por completo, mis manos tocaban el techo de chatarra que lo componía si me colocaba de puntas y estiraba mis brazos por encima de la cabeza, solté un bostezo por lo bajo también—. No hace ruido cuando sale.
—Dudo que haga ruido si a penas parece hablar.
—Lo hace, conmigo, ustedes lo incomodan y por eso no les habla.
—Eres su hija.
—No de sangre.

Los ojos marrones de la chica se entrecerraron y se encogió de hombros sin cuidado, le di la espalda para hurgar en el rincón de una pared en donde tenía una mochila lista para partir aunque no esperaba que sería tan temprano, había guardado lo esencial muy meticulosamente y me di el lujo de cargar con un par de cosas extra incluso, como un par de vendas e igualmente ropa de más, estaba acostumbrada a partir de la ciudad caída del sol que no me resultaba alarmante hacerme la idea de cargar mi peso —e incluso algunas veces el doble— en la espalda. Había sido asignada a recorrer las tierras fuera de nuestro perímetro en busca de tesoros y chatarra de máquinas obsoletas desde que tenía quince, a veces en compañía de otros Carja en entrenamiento como yo y unas pocas más en compañía de Yurem, incluso había veces en las cuales escapaba por mi cuenta para alejarme de todos, esas veces los ceños fruncidos me seguían cuando llegaba a la tribu y me enfrentaba a ligeros castigos impuestos por mi padre adoptivo para calmar a los líderes, sin embargo eso no me detenía a la hora de volver a perderme en las montañas por un par de horas. Escribí una nota al hombre con el cual me había criado desde los seis años con tinta vegetal y la doblé para meterla entre su ropa apilada encima de una mesa vieja dentro de la cabaña.

Había árboles mucho más grandes afuera en los cuales podía subirme para observar las demás tierras a la distancia, lagos y estanques carentes de vida en su interior como en un pasado al igual que desiertos enormes, era fácil perderse si no se tenía el entrenamiento suficiente y para mi mala fortuna no podía usarlo como excusa cuando había memorizado los mapas a tan corta edad, era un peligro salir a la vista de otras personas si sabían identificar nuestras común vestimenta oscura con detalles en color rojo. Podía ser algo tonta de vez en cuando pero no era tan imprudente para ignorar lo que pasaba allá afuera: el odio y la sed de venganza que los demás sentían hacia los Carja Sombríos. Yo misma había sido víctima de sus ataques en un pasado pero Yurem era la prueba de que no todos eran malos, nadie nacía siendo malvado sino que se volvían contra su moral por una u otra causa, sin embargo no se podía vencer el miedo de otros tan fácil.
Era por eso que algunos nos quedábamos en donde estábamos y afrontábamos la situación por más cruel que parecía.

Thandeka salió en cuanto comprobé que no hacia falta nada más en la mochila y me cambié de ropa tan rápido como me fue posible, sustituyendo las prendas holgadas por un entallado uniforme oscuro que constituía mi traje de combate y largas botas de cuero que llegaban hasta la pantorrilla, con un trapo rojo escarlata amarré la maraña de cabello castaño largo en una coleta y salí. El cielo era oscuro aunque las estrellas comenzaban a desaparecer porque el amanecer estaba cerca y todo parecía tan silencioso como era poco habitual. Recargados en el tronco del árbol más cercano estaban Celani y Thendeka murmurando entre ellos, el cabello oscuro de ella estaba suelto y le rozaba la cara al rostro anguloso del chico de lo cerca que estaban, no habían notado mi presencia hasta que me colgué al hombro con brusquedad la mochila haciendo bastante ruido como para que se apartaran de golpe y me miraran con sorpresa que después se convirtió en furia. Jamás me habían caído del todo bien ellos dos; mucho menos cuando actuaban como la pareja agresiva que concordaba en odiarme mutuamente.

—La próxima vez me fugaré antes de que me vuelvan a emparejar con ustedes.
—¿Y por qué no lo hiciste? —Theka comienza a andar sin mirar atrás ni parar de hablar por lo bajo—. No te necesitábamos con nosotros tampoco.
—Quería arruinar su viajecito en pareja antes de que se enrollaran por ahí y comenzaran a tener hijos.
—¡Cállate Ivory! —exclamó sin contenerse Celani yendo un poco detrás de su novia—, de no ser porque seguro me castigarían al cuestionar a los superiores, habría hecho un numerito en el momento que te dieron la misión con nosotros.
—Como si no quisiera haberlo hecho yo en el momento que me colocaron con un par de incompetentes como ustedes.
—¿Cómo nos llamaste? —Los ojos oscuros del sujeto me miraron ferozmente sobre su hombro.
—Incompe...
—Si vamos a ir juntos en una misión más vale que comencemos a tolerarnos. —Thandeka habló con dureza, causando impacto tanto en su novio como en mí, ambos volvimos a caminar en silencio hacia el camino fuera del campamento—. Ivvie, evita los comentarios, Lani, cállate, no soporto hablar mientras camino ni mucho menos si arriesgamos nuestra cabeza allá afuera con las máquinas.
—Tienes razón, por primera vez, en verdad.

Las cabañas a nuestros costados comenzaban a mostrarse cada vez menos conforme nos adentrábamos en las densas montañas bajo la luz de la luna como única guía, la mayoría prefería vivir en lo alto de la primera elevación a un par de kilómetros del mar por lo cual caminar en lo profundo y más alto del terreno era tan solitario al igual que peligroso, la oscuridad parecía tragarnos conforme pasábamos las pequeñas hogueras encendidas fuera de las viviendas y la humedad de la mañana próxima nos envolvió apenas los árboles comenzaron a verse en gran cantidad. Con un par de minutos caminando en silencio me digné a voltear hacia atrás y el campamento era apenas una mancha de luz en la lejanía; suspiré con ganas y apreté mi paso para alcanzar a Thandeka y Celani.

El terreno era conocido para los tres, nos exigían entrenar e ir a misiones tan pronto como podíamos usar correctamente armas por lo cual no era la primera vez que salíamos, serpenteando y escalando poco a poco llegamos a un terreno llano en la tercera inclinación desde donde se podía ver la densidad de vegetación que estaba pasando las montañas. Nos detuvimos para descansar un poco y me senté en el borde del terreno con las piernas colgando en el aire. La vista era una maravilla en cualquier lugar de la ciudad caída del sol que parecía tan irreal desde la altura en la que me encontraba, el aire gélido se estampaba contra mi rostro causando una sensación de frescura y naturaleza pura que me ponía de buen humor, ni siquiera notaba el frío de la mañana debido al ejercicio que me mantenía los músculos calientes y trabajando para no echarse hacia atrás.

Este era el porqué Yurem salía tanto a caminar cuando no podía dormir y volvía tan tranquilo que parecía una persona distinta con todos, la tranquilidad de las montañas nos permitía anhelar algo más que aceptar simplemente nuestra mala fortuna, arriba podíamos fingir no ser parte de una tribu feroz a la que todos temían. Era una ilusión en la cual nos podíamos perder si no recordábamos con firmeza quién éramos y qué queríamos hacer.

Yo era Ivory Willow, hija de Yurem Willow, una Carja Sombría que servía a su corazón antes que a nada ni nadie y más, ni siquiera los crueles superiores que se encargaban de mandarme a misiones cada dos por tres con la esperanza de que en una de ellas ya no volviera, y lo que quería hacer era mostrar a los demás que había posibilidades de encontrar luz aún en la oscuridad más densa. Justo como en aquel momento, mirando a la nada, el cielo iba adoptando un color púrpura apartando el negro de la noche para brindar un nuevo día a todos los que seguíamos de pie.

—¡Cuidado!

El grito alarmante de Thandeka me hizo tomar mi navaja, en ese momento colgando del cinturón que se ceñía a mi cintura para mantener el jubón negro pegado al torso, rodando a su vez en el suelo para acercarme a ellos justo cuando un fuerte ruido pasó zumbando en el borde del acantilado en el cual yo estaba sentada. Mis ojos veían borrones debido al movimiento contante pero alcancé a distinguir el brillo metálico de una máquina; apreté los dientes con furia porque no lo había notado antes y pude haber muerto de no ser por el grito de la morena.

—¡Sigue rodando Ivvie, aléjate lo más que puedas, casi llegas! —No había esperado nunca encontrar la voz de Celani agradable hasta que luchaba por mi vida en aquel momento—. Eso es... Un poco más...
—¡Ahora!

Dejé de rodar por el suelo rocoso y me incorporé de golpe con la pequeña arma en la mano, veía estrellas rodando por la precipitada acción pero poco a poco recuperé la visión de lo que tenía enfrente y me quedé petrificada, un acechador chirriaba a un par de maestros de distancia haciendo alarmantes movimientos sigilosos sin atreverse a dar un paso más.

—¿Tienes un arma más grande?
—Algunas mazas y dagas.
—Saca la que pueda herir gravemente a uno de estos. —Miré por el rabillo del ojo a Lani, colocado a mi lado y a su otro costado Theka, ambos tenían el ceño fruncido y enseñaban los dientes a la máquina como si fueran un par de animales salvajes consumidos en cólera—. Puede atacarnos a distancia y no hace ruido cuando quiere.
—¿Tienen algún plan?
—No separarnos —soltó bajo una exhalación la pelinegra—, juntos somos la mitad de lo fuerte que es él, si nos separamos podrá terminarlo en un santiamén.

Odiaba estar de acuerdo con ellos pero admitía que la mejor opción era atacar juntos porque separados no podíamos hacer mucho, los acechadores eran conocidos por hacer emboscadas silenciosas además de poseer minas explosivas y fuertes ataques a distancia, con lentitud guié mis manos hacia los costados de mi cuerpo para tantear las armas que tenía en el cinturón. Calculé unas tres además de las puntas de algunas estrellas arrojadizas pero con eso no podría cargarme a una bestia que me doblaba en peso, altura e incluso pelea. Pero no en inteligencia.

—Tengo las mazas en la mochila, no puedo sacarlas sin que se de cuenta, deben distraerlo y yo las saco.
—A mi señal entonces. —Celani se irguió en su lugar, alzándose por completo en su metro con ochenta, algo que yo encontraba irritante pero él audazmente terrible aún cuando le insistía en que las máquinas serían siempre más altas que eso—. Uno, dos... ¡Ya!

Mis compañeros de expedición se lanzaron hacia adelante con fuertes gritos de batalla mientras yo me encogía de hombros con brusquedad y lanzaba todo el peso de la mochila hacia el suelo, me giré en el lugar y me agaché cuando la máquina se veía ligeramente desconcertada por el repentino ruido, escarbé entre las varas que sobresalían de los costados en busca de una maza apropiada para destruir a la horrible criatura. Mi debilidad había sido siempre el lucero del alba, no solamente porque era ligera y práctica sino que también fue un regalo de Yurem cuando me asignaron mi primera misión, la llevaba siempre conmigo en las expediciones desde entonces.

Quiero que tengas esto —había dicho cuando estaba saliendo de la cabaña y él me sorprendió afuera con la maza envuelta en piel—, era de mi esposa, ella la había conseguido hace mucho en Oseram cuando todavía no existían los Carja Sombríos y los ataques no eran tan frecuentes. Nunca me atreví a usarla desde que murió porque no me creía apto para usarla sin pensar en ella como la gran guerrera que era; a veces me recuerda a ti.

No recordaba haberle visto tan triste como lucía aquella vez, la sonrisa maliciosa que parecía estar siempre en sus labios se había volcado hacia abajo al igual que sus ojos no querían mirar los míos como acostumbraba a hacer, me entregó el arma con unas palabras de aliento y me murmuró algo en una lengua que desconocía. Era el mejor regalo que había recibido nunca.

Toqué con la yema de mis dedos su vara, deseando tomarla entre mis manos para hacer trizas al acechador a golpes, sin embargo consideraba que usarla contra una máquina letal que podía alcanzarme en cuestión de segundos sería un verdadero martirio que nos jugaría la victoria. Aparté mi toque de ella y tomé la maza de armas, especializada para enfrentar el metal, de un fuerte tirón con ambas manos.

—¡Acá bestia oxidada!

Giré colocada aún de cuclillas con el arma en manos para dar cara a la batalla. Theka era la que retaba a gritos al mecanismo y estaba justamente interponiéndose entre Celani y el acechador, la máquina emitía ruidos horribles mientras adoptaba una postura de ataque a su vez que el muchacho de cabellos claros parecía querer lanzarse directamente a ella sin importarle resultar muerto a mitad de camino, por suerte ambos mantenían su completa atención cuando yo parecía estar en segundo plano en su radar; si me acercaba hasta donde estaban sin ser notada podíamos tener nuestra primer oportunidad.

Me arrastré hasta el otro extremo de la explanada tan rápido como la maza en mis manos y la posición en cuclillas me lo permitieron, miraba del rostro de la pareja a la máquina para no perderme nada de lo que ocurría, sentía el tiempo a mi alrededor como una liga elástica, flexible según podían acertar o fallar mis acciones, mis oídos ignoraban el ensordecedor sonido de alrededor al igual que mi cabeza gritaba a mis impulsos mantenerme en mi lugar cuando el acechador avanzó bruscamente hacia Thendeka y Celani con lo que parecía ser su cara, un cilindro del cual comenzaba a brillar en pequeños círculos como muestra de su ataque, seguí arrastrándome hasta que avanzó lo suficiente para no tenerme más en su campo de visión y me puse finalmente de pie. Mis piernas se echaron a correr en cuanto estaba totalmente erguida directamente a las espaldas de la bestia metálica, apreté los dientes mientras aceleraba mi paso lo más que podía y elevaba la maza encima de mi cabeza para atacar directamente, corrí unos pocos metros hasta estar lo bastante cerca para poder subirme en él, un ataque fundamental que había visto durante años y me sabía hasta el cansancio.

En el último momento solté un grito lleno de coraje y ferocidad, un bramido que solamente usaba cuando me lanzaba en la lucha por la cual los antiguos habían desaparecido, impulsándome con las piernas y la velocidad de la carrera para alzarme en el aire como si fuera un ave lista para volar. Hice un arco con ambos brazos sosteniendo la vara de metal en alto para terminar hundiéndola justo en medio de su cuerpo latónico cuando aterricé en su espalda, me aferré a la punta de la maza que sobresalía del trozo de metal y cables que acababa de apuñalar, las ocho navajas que yacían en la cabeza de armas se enterraron tan profundo que apenas si tenía espacio suficiente para aferrarme con ambas manos cuando la máquina se estremeció bajo mi agarre.

—¡Bien Ivvie!
—Venga, Theka, espera ahora. —Lani tomó su brazo con cuidado y le susurró algo rápido al oído, ella asintió casi al instante, después la soltó y juntos corrieron al lugar en donde habían dejado sus cosas. Me tambaleé en mi posición cuando la criatura se sacudió violentamente sin saber a quién cargarse primero, resultaba tentador correr detrás de la pareja que iba armada solamente con un par de dagas pero me tenía en su espalda machacando sus circuitos con una maza, comencé a insistirle son silbidos y gritos en lo que los otros buscaban sus mejores armas para atacar—. ¡Síguelo distrayendo un poco más!
—¡No se cuanto resista! —Apreté mis muslos al metal en el cual me encontraba a horcajadas para fijarme más en el lugar—. ¡Si saco la maza me va a tirar!
—Sujétate fuerte entonces. —La pelinegra insistió con voz grave haciéndose oír entre todo el ruido.

Mis nudillos estaban blancos del esfuerzo que me tomaba seguir montando al acechador con una vara como único soporte, las botas de cuero que sostenían el calzado adecuado de nuestra tribu se patinaban constantemente en el metal coloreado del mecanismo pero me rehusaba a dejar de domarle, la cola a mis espaldas se doblaba en ángulos extraños tratando de alcanzarme e incluso se tiró un par de veces para tratar de arrancarme de su espalda con ayuda de sus patas metálicas. Fallaba en cada uno de sus intentos porque yo era demasiado pequeña y escurridiza para poder agarrarme fácilmente; sin embargo pronto podría caer en cuenta de que si rodaba por el suelo podría tirarme sin problema alguno e incluso iba a aplastarme.

Todo a mi alrededor parecía estar pasando a una enorme velocidad ahora con borrones, distinguía el cabello casi rubio de Celani moviéndose de un lado a otro en el suelo como un borrón y la melena oscura de Thandeka correr de un extremo a otro en el perímetro, cerré los ojos con fuerza para evitar unas náuseas que comenzaba a formarse en mi estómago por las precipitadas sacudidas. Era un caso perdido a la hora de tratar con mareos y náuseas porque bastaban un par de vueltas para que me sintiera tan enferma para comenzar a vomitar en cualquier segundo, mi terrible debilidad que mantenía a raya lo mayor que podía pero nunca faltaba en relucir de vez en cuando, mi estómago estaba vacío en aquellos momentos por los cuales comenzaba a hacerme la idea de que escupiría todos mis órganos si seguían sacudiéndome así.

El sonido del choque de metal contra metal se hizo presente en mis oídos de un momento a otro, tan cerca que me alarmé de que haya sido la cola al acercarse cada vez más a mí, abrí los ojos de sopetón encontrando a Lani un poco enfrente de mi lugar, tenía los angulosos pómulos coloreados de rojo por el esfuerzo que le debió haber tomado correr y saltar hasta arriba como lo hice yo pero tenía una gran sonrisa en los labios cuando sus ojos se encontraron con los míos, tenía los brazos alrededor de lo que componía el cuello de la máquina a la vez que sus piernas luchaban por mantenerse aferradas también.

—Debiste haberle dado en un buen lugar, ni siquiera se volteó cuando me acerqué —habló con dificultad medio jadeando—, dale otra apuñalada.
—Me voy a caer si lo hago porque no para de moverse.
—Por eso estoy aquí.

Despegó su tórax un poco del agarre para que pudiera ver las múltiples cuchillas que sostenía su porta armas en forma de cruz, volvió a aferrase al cuerpo de latón y se impulsó poco a poco hacia arriba hasta el punto en el cual nos encontramos justo una enfrente al otro, sus piernas eran mucho más anchas y fuertes que las mías por lo cual se soltó apenas se acomodó bien para desenfundar las dos cuchillas con las cuales solía pelear siempre.

—No puede hacer mucho sin sus piernas, se las cortaré, o al menos lo intentaré.

No esperó una respuesta de mi parte cuando se inclinó hacia un costado y comenzó a atacar las extremidades del acechador, éste emitió los espantosos sonidos de nuevo y pareció quedarse quieto por un momento, ahí el muchacho atacó con más ahínco hasta el punto de lograr cortar una pata. Se escucharon un par de mecanismos, pequeñas explosiones por los cables cortados y algo que parecía ser un lamento por parte de la criatura, grité en señal de victoria y Celani me acompañó en la euforia, poco duró nuestra celebración cuando el mecanismo comenzó a echar humo antes de echarse a correr. Lo hizo tan sorpresivamente que Lani soltó sus armas para aferrarse con las manos a la vara de la maza que yo sostenía aún.

—¡Lani! ¡Ivory! —El grito de Thendaka se escuchó horrorizado en la carrera, no podía ver nada a la velocidad que iba salvo borrones de colores, estaba desorientada y mareada como nunca antes pero no podía hacer nada salvo aferrarme a la empuñadura porque mi vida y la de Celani dependía de ello—. Voy a...

Después de ello hubo todo un alboroto de sonidos que no componían palabra alguna, nunca supimos lo que Theka iba a decirnos porque la máquina le pasó encima con las piernas que no pudimos cortar a tiempo, la Carja estaba enfrente nuestro y después ya no estaba. Pasó tan rápido que no pude detenerme a gritar o tratar de ayudarla, ni siquiera mis cuerdas vocales parecieron querer hacer el esfuerzo, la velocidad a la que íbamos pasó a ser nada frente a mis ojos y las orugas funcionando dentro del acechador parecían un sonido distante. No podía ver o escuchar nada que no fuera Lani; su garganta emitía un desgarrador llanto que no pudo contener mezclado con sentimientos y emociones, su rostro se había encendido en un vivido color amarillento, todo parecía una pesadilla de la que quería salir.

No podía ser real, no quería que fuera real, y sin embargo, lo fue.

Estábamos flotando, casi volando, en la explanada rocosa que componía la explanada de la montaña en la cual habíamos parado a descansar un par de minutos que no sirvieron de mucho, los altos picos de las demás elevaciones a nuestros costados parecían tan lejanas cuando éramos nosotros los únicos que hacían el eco que resonaba en el viento, sentía un ardor enorme en cada uno de mis músculos que exigían un respiro. Me había puesto como una piedra de los pies a la cabeza que hasta mis dientes se apretaban entre ellos cuando me percaté.
Parpadeé un par de veces, girando mi cabeza de un lado a otro sin poder dar crédito a lo que estaba viendo aproximarse, el cielo enorme de un color púrpura parecía más cercano con cada salto que daba la máquina hacia el borde de la montaña. Un abismo casi infinito era lo que le seguía por lo que había visto cuando mis pies colgaban de ahí un par de minutos antes y sin duda no íbamos a sobrevivir si nos enfrentábamos a la caída.

—Lani. —Mi voz sonaba pastosa, inestable, como si me acábase de levantar apenas—. Se va a suicidar, no podemos quedarnos, tenemos que saltar.
—¡Aplastó a Theka!
—¡Y a nosotros nos va a despedazar en la caída!

Su agarre sobre mis manos se hicieron muy fuertes pero no me miró, agaché mi cara para poder buscar su mirada aunque se rehusaba a hacerlo, teníamos unos cuantos segundos cuando mucho si queríamos salir vivos.

—Escúchame bien, Celani, saltará para querer librarse de nosotros pero podemos soltarnos con facilidad haciéndole creer que seguimos encima suyo. Tenemos que saltar fuera cuando esté muy cerca del borde. —Me forcé a sisear entre dientes tan alto como mis inestables emociones me lo permitían—. Así no tendremos que luchar contra esta cosa y se matará a si mismo. ¿Entiendes?
—No. —Negó con la cabeza pareciendo tan lamentable como nunca le había visto—. Muerta está ella, muertos nosotros también, no podemos hacerlo.
—¡Thandeka no hubiera querido que te dejaras matar por una estúpida máquina! —grité en su cara encontrando el valor que se me había escapado por unos momentos, sus ojos miraron hacia los míos, le fruncí el ceño—. ¡No vas a vengarla si te matas también!

Abrió la boca para responder pero la volvió a cerrar, parpadeó un par de veces como si no pudiera comprender las cosas todavía, miré encima de su hombro con desesperación por la aproximación de la caída y él la siguió con algo de dificultad. Tomé ese gesto desprevenido para tratar zafar sus manos de las mías pero era inútil debido a que era el doble de fuerte que yo; estaba perdida.

Miré hacia el cielo con los ojos cubiertos por una capa de lágrimas que me negaba a soltar, me había prometido que no lloraría cuando llegara mi hora de morir que miraría el cielo que tanto amaba en ese momento, así tendría la misma vista de arriba que mi familia, y Yurem, tuvieron por años. El mismo cielo maravilloso y lejano bajo el cual habíamos vivido todos y con el cual nos iríamos todos al llegar nuestro momento tate que temprano; si moría, no importaba que de la manera más estúpida de todas e incluso en contra de mi voluntad, quería hacerlo como me lo había prometido por tanto tiempo. Los amaneceres habían sido mis favoritos, nunca supe si los habían sido también en mi vieja vida con mi familia, me gustaba apreciar los múltiples colores que tomaba el paraíso cuando el sol aparecía y se llevaba consigo la oscuridad, iluminando todos los rincones y llevándose consigo los peligros de la noche, en ese momento presencié con máxima adoración como pasaba de ser morado a un tono violeta mientras más en la lejanía se pintaba de rosado. Un hermoso amanecer para ilustrar un día de luto.

La distancia se volvió nada en cuestión de segundos y parecía que cabalgaba directamente al amanecer en una máquina de muerte con un chico destruido y tan abandonado como yo, sentía los fuertes latidos de mi corazón golpear dentro de mi pecho al igual que las gotas resbalar por mis mejillas en el último momento. Cerré los ojos para poder conservar en mi memoria la maravillosa imagen del cielo hasta que la oscuridad me los arrancase, recuerdo haber sonreído también  e incluso saboreé la sal del llanto en mis labios, la caída llegó no mucho después y mi cuerpo flotó. Yo volé por los aires con una gran sonrisa.

Escuché a Lani gritar en mi oreja, tan fuerte que me pudo haber dejado sorda, pero no lo escuchaba porque en todo lo que podía pensar era en la sensación del viento contra mi cuerpo entero. Percibía bastante movimiento a mis costados y los ignoré de igual manera, algo rozó mi caja torácica antes de arrastrarme por completo hacia ello, las manos del otro ya no estaban sobre las mías y sentía mis brazos tan frágiles como un par de serpenteantes hilos sueltos, eso duró una fracción del tiempo que no pude descifrar. Para mí fueron minutos pero en verdad pudieron haber sido segundos u horas. La cuestión fue que me dejé llevar y sentía que caía en una negrura.

Fue la primera vez que vi oscuridad en lugar de luz; mi maldición se había roto.




Me sentía hueca y ligera, la sensación de volar ya no estaba ahí sino que se había sustituido por algo parecido a flotar en el agua, algo me arrastraba por debajo mientras mis extremidades yacían inmóviles a mis costados. No podía ver nada, todo estaba a oscuras, una completa negrura me rodeaba.

Moví mi cabeza de lado e hice una mueca, sentía como si alguien estaba taladrando en lo más profundo de ella, me quejé en voz baja que salió con esfuerzo debido a lo reseca y rasposa que mi garganta se sentía; me entraron unas enormes ganas de pasar saliva pero descubrí que mi boca estaba tan seca como la garganta. Arrugué mi nariz con molestia evidente y hasta ese gesto me dolió. Sentía cada parte de mi rostro y cuerpo como un gran moretón que dolía al mínimo toque.

—¿Ivory?

Algo rozó mi garganta, me alarmé y comencé a patalear, esa zona de mi cuerpo solía estar cubierta comúnmente por el jubón además de una vieja camiseta de algodón debajo. Si sentía el tacto de algo en mi piel significaba que me habían desabrochado los botones superiores del uniforme por lo cual luché contra un par de manos cuando trataron de tomarme por los hombros.

—Suéltame, ahora, o juro que te cortaré las manos.
—Oye, calma, abre los ojos. Los tienes cerrados, ábrelos ahora. —Luché con mis párpados que creía abiertos y una ligera luz me recibió—. Ahí está.
—¿Dónde estoy?
—Tu voz apenas se escucha, ten, toma agua.

Frente a mi desorientada visión de posó una cantimplora y antes de que pudiera replicar me obligaron a beber de ella, mis palabras se ahogaron con la frescura del agua que contenía y dejé de resistirme entonces, una increíble sensación de frescura recorrió mi garganta. La tomé con mis propias manos y se retiró la que me la estaba ofreciendo para posarse debajo de mis muslos de nueva cuenta. Me estaban llevando en brazos como a una cría y no me gustaba para nada. Despegué la canto flora de mis labios para hablarle al desconocido que me cargaba, porque era un chico por la voz grave que tenía, además mi rostro estaba recargado en su pecho pero no podía echar la cabeza hacia atrás porque sentía el cuello adormecido.

—Déjame abajo, yo puedo caminar, ahora.
—Tienes el tobillo hinchado, no puedes caminar, yo te llevo hasta que estemos en la ciudad.
—¿Celani?
—¿Quién más sería? —respondió con otra pregunta en tono burlón aunque no había gracia alguna en su pregunta.
—No puede ser posible, tú, digo, nosotros... Morimos. El acechador se lanzó por la montaña y caímos.
—Pero no caímos con la máquina, nosotros saltamos antes de que ella de su espalda, nos salvamos en el último segundo Ivvie. —Mi mirada estaba perdida en mis rodillas que sobresalían del brazo izquierdo con el cual Lani las sostenía desde abajo pero quería mirar más allá de lo que podía por mi entumido cuerpo. Quería ver el rostro del chico mientras me explicaba lo sucedido—. Te golpeaste en la cabeza muy fuerte y te desmayaste además de que no pude sostenerte bien en la caída así que también se te torció el tobillo izquierdo al caer, lo siento mucho, ambos tenemos muchos golpes en verdad. Mis brazos al igual que espalda han sufrido un par de cortes y rasguños pero tú no sufriste salvo un par de moretones porque caíste encima mío.

Hice una mueca, no podía creer que alguien más había tenido que protegerme de una caída cuando yo misma pude haberlo hecho si tan sólo no hubiera cerrado los ojos, tomé otro largo trago de la cantimplora con furia.

—¿Te sientes bien?
—Mucho mejor, en serio, bájame. —Con esfuerzo despegué mi cabeza de su cuerpo para mirarle, su mentón yacía en lo alto mientras caminaba entre los árboles, había un montón de heridas a lo largo de su rostro pero ninguna era tan grave salvo la que le atravesaba la so oscura derecha de su boca—. Dame algo y puedo apoyarme sola.
—No hasta que lleguemos con los demás.
—No volveré a la ciudad caída, Lani. —Dejó de caminar y me miró. Lamenté haberle hecho mirarme entonces dado que sus ojos oscuros estaban inyectados en sangre y un rastro de mugre le manchaba las mejillas—. Theka está muerta y todo es mi culpa.
—No lo es.
—Si que lo es y lo sabes —hablé con amargura sin poder hacer otra cosa que no fuera mirarle—, esa máquina me atacó a mí en primer lugar porque estaba distraída, debía de haberle escuchado y advertirles para irnos antes.

Mi cabeza pareció dar vueltas ante los abrumadores recuerdos que llegaron de golpe, haber luchado contra un acechador, Celani conmigo intentando cortar las patas metálicas y logrando arrancarle una sola, el mecanismo corriendo a toda velocidad con nosotros encima para aplastar a Thandeka en su carrera hacia el suicidio, los gritos del muchacho y su locura temporal que me hizo creer que íbamos a morir juntos, el amanecer enfrente nuestro, la caída que había sentido y después la oscuridad total. Era mucho para procesar en tan poco tiempo que me dio un gran mareo.

—Bájame, quiero vomitar, ahora.

No protestó y me dejó en el suelo con cuidado, apenas dio un par de pasos atrás vacíe el líquido amargo que me carcomía por dentro a mi lado, apoyada con ambas manos para sostenerme mientras las arcadas se hacían presentes en mi cuerpo como un par de descargas eléctricas. Mis ojos se apretaron con fuerza para evitar derramar más lágrimas en el día y el esfuerzo me dolió. Al terminar me incorporé con cuidado y sentí a Lani colocarme una mano en el hombro, jamás había sido tan amable conmigo pero aprecié el gesto como si hubiera sido alguien bastante cercano, la compañía me venía de maravilla cuando me venía abajo aunque a veces me negaba a aceptarlo.

—Toma. —Colocó un viejo trapo frente a mí y lo tomé para limpiarme la boca, le agradecí en voz baja, quería tomar más agua que nunca—. Venga, vamos, tenemos que regresar.
—Ya te dije que no voy a regresar.
—¿Te quieres quedar a luchar contra toda una manada de esas cosas con un tobillo así? Estas demente.
—¡No quiero volver nunca más! —exclamé mirándole con los ojos entrecerrados cuando me rodeó para tenerme de frente—. ¿Es que no lo entiendes? Ella está muerta y no quiero volver para decirles a todos que no fuimos capaces de salvarla, no puedo, tal vez nos castigarían y nos culparían pero eso no es lo que me preocupa. Poco me importa si me torturan como hicieron a muchos en un pasado, ni siquiera el haber fallado, no soy tan egoísta para pensar en ello.
—Sino tienes miedo, ¿entonces qué es?
—Quiero vengarla, quiero hacer justicia a Theka y a todos los que esas cosas han matado, y sé que no lo haré sí regreso porque posiblemente no me dejen salir en un buen tiempo. No puedo quedarme ahí sabiendo que ellos nos ordenan reactivar las máquinas en lugar de matarlas y siempre les desobedezco. No soy una Carja Sombría como todos piensan que soy, ni siquiera soy tan fuerte como ellos me lo hacen creer, no quiero regresar allá jamás.

Había evitado las lágrimas pero mi voz soñaba rota, desesperada, porque estaba abriendo mi alma a un sujeto que se había pasado la mayor parte de los años haciéndome la vida imposible sin saber cuál sería su reacción. Me estaba mostrando cual rota y frágil era en verdad detrás de la ferocidad que mostraba siempre para evitarlos a todos.

Sus ojos casi negros parecían oscuros en comparación a su brillante cabello color arena cuando sostuvo mi mirada y se inclinó para estar a la misma altura. Me fijé en que algunas de sus heridas no habían sido atendidas aún y que la del labio estaba sangrando todavía al punto de tener un hilo de sangre que le goteaba hasta la garganta, era tan pequeña a su lado pero me cuadré de hombros para mostrarle que mis palabras iban en serio, no importaba si se burlaba en mi cara y me arrastraba de vuelta con él o se lanzaba a llorar y culparme de una buena vez por la muerte de su novia. En cambio, y para mi sorpresa, sonrío débilmente.

—No sabía que eras una rebelde en la tribu. —Negó con la cabeza manteniendo una serenidad que me sorprendió a pesar de la burla en sus ojos—. Jamás me lo hubiera imaginado de alguien como tú, una de las favoritas, queriéndote favorecer por tanto tiempo y negándote porque, como Yurem, no querías ser como ellos del todo. Debí suponerlo.
—No podía ponérselas tan fácil o sospecharían. Los eclipse son los peores de todos.
—¿Te olvidas que estás hablando con uno? —Elevó una de sus rubias cejas con arrogancia pero me mantuve firme y no le respondí—. Admiro tu valor a veces.
—Esperaba todo de tu parte menos una confesión sincera.
—Estoy cansado Ivory, de los Carja, de esta vida y de hacer lo que los superiores me ordenan siempre. Simplemente me gustaría hacerme tan pequeño hasta desaparecer de la faz de la tierra. —Desvió su mirada de la mía con tristeza—. O lo que queda de ella, al menos.
—¿Y eso qué significa?
—Significa que si no quieres volver no te voy a obligar, quiero que te levantes y luches por eso entonces, si hay alguien que puede vengar a Thandeka esa eres tú. Yo lo sé.

Se irguió y me extendió sus manos, dudé un par de segundos hasta que volvió a insistir y me decidí a tomárselas al fin, mis piernas se sentían tan flácidas al igual que mi tobillo izquierdo se sentía en carne viva pero me mantuve en mi lugar de pie. Mi decisión estaba tomada ahora y no había vuelta atrás aunque Celani quisiera interponerse de último momento.

—Gracias, por todo, me ayudaste a salir viva de esta cuando no tenías porqué. —Sorbí de mi nariz sin disimulo pero ambos éramos un desastre para juzgar al otro—. Nos odiábamos y ahora creo que te debo mi vida.
—Me basta con que des un par de apuñaladas más a las máquinas. Venga, puedes apoyarte en mi brazo si quieres, buscaremos un soporte para que puedas andar sola después.
—No entiendo.
—Uy, en verdad eres algo tonta a veces, voy contigo. No puedo dejarte sola con un tobillo inflamado en las montañas, ¿sabes?, hay muchos peligros por aquí aún cuando es de día.
—¿Y Theka? ¿Quién va a llevar su cuerpo a su familia?
—No hay cuerpo para devolver. —Hizo una mueca de sufrimiento que me puso los pelos de punta—. Cuando te dejé en el suelo después de desmayarte la busqué, no quedaba nada, la arrolló por completo y era una masa irreconocible en el suelo. No solamente debió de haberla pisoteado sino que le ha deber arrojado una mina explosiva también cuando la pasamos.
—Lo siento mucho.

Y no mentía. A pesar de que jamás había tratado mucho con ella sentía el hecho de que muriera de una manera tan horrorosa y que Celani haya tenido que ver lo que quedaba de ella después, recordé a la guapa muchacha de cabellos oscuros y ojos castaños que hace un par de horas me había despertado para salir, lamentaba no haber tenido la oportunidad de arreglar las cosas con ella y haberla conocido mejor. Era una víctima más de la crueldad de aquellas criaturas que nos amenazaban día con día y a las cuales tenía que aniquilar una por una si con eso ya no había más muertes.

El muchacho no contestó pero me extendió su brazo derecho con una sonrisa de medio lado. Lo tomé sin dudarlo, definitivamente no podía caminar bien sin sujetarme de algo y Lani era lo bastante robusto para sostenernos a ambos, tomando una gran bocanada de aire para continuar nuestro camino. No caminábamos por la ruta que nos habían exigido antes diario, aquella en la cual abarcábamos nuestra área únicamente y en las cuales podíamos volver a la ciudad caída del sol con facilidad, sino que nos dirigimos por el camino que nos habían exigido ignorar siempre: aquel que conducía fuera de las montañas y conectaba en cierto punto con el territorio de las otras tribus.

Había llegado el momento de salir al fin, mostrarnos al mundo, arriesgarnos en las tierras de afuera por una misma causa. Luchar por la humanidad.
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Horizon: zero dawn. - Página 2 Empty 002; Parte II

Mensaje por trunks Vie 22 Jun 2018, 8:48 am

Roan Mercury
Capítulo II


Parte II.
Era tan típico de mi parte salir temprano por la mañana cuando todos estaban dormidos para caminar entre los puestos del mercado sin gente a los alrededores, odiaba las multitudes casi más que a nada en mi vida, no me molestaba evitarlas madrugando si con eso podía zafarme de las aglomeraciones.

Cerré la puerta de nuestra casa al salir y caminé sin cuidado bajo la luz rosada del amanecer que proyectaba el cielo tan temprano, no había ruido afuera salvo el eco de los puestos a unas cuantas manzanas más abajo, caminaba con cautela en mis botas gruesas de trabajo sin querer perturbar el sueño de los vecinos. Aquellos con los cuales apenas había cruzado palabra a mis veintitrés años de edad y por lo tanto evitaba molestar a toda costa. No era cosa personal o del pasado si no que jamás había encontrado una manera de empatizar con ellos con el paso del tiempo, mis padres habían tenido reuniones con algunos en nuestra propia casa pero me negaba a entablar conversaciones más allá de lo cotidiano, la muerte de padre lo empeoró todo y había cerrado la puerta a un par cuando venían a presentar respetos por su fallecimiento; a madre le había enfurecido tanto que me había obligado ir a disculparme con todos. Después de cumplir sus órdenes me cerré en mi propio caparazón y solamente los saludaba de vez en cuando si tenía la desafortunada suerte de toparme con ellos.

Los Mercury residíamos en el corazón de Oseram, en una zona bastante favorable para los amantes del cotilleo como lo eran un par de mis hermanos al igual que madre, yo detestaba formar parte de la pequeña facción de la tribu que estaba mejor acomodada hasta el punto de tener una casa de verdad en la cual vivir. También teníamos dinero para comer bien todos los días gracias a mi esfuerzo y el de Atticus, el mayor de mis hermanos, por sacar a los demás adelante. Larissa también ayudaba de vez en cuando pero al tener su propia familia con el marido que papá le había buscado antes de morir era imposible que descuidara a sus hijos por darnos todo a nosotros, no la culpaba de ello debido a que aportaba al menos en lo que podía, los demás no parecían notar el esfuerzo que ella hacía.

La mayoría del tiempo pensaba que el resto de mis hermanos habían sucumbido a la locura tras la muerte de padre y habían terminado arrastrando a nuestra madre con sus caprichos pero era algo que no me atrevía a decir en voz alta.

Un colorido paseo de carpas y sábanas componían lo que era el mercado local de nuestras tierras en donde se vendía desde mercancía traída de fuera hasta los más comunes minerales recogidos de la región, incluso había quienes vendían cosas de contrabando aunque nunca había llegado a saberlo con exactitud, los vendedores variaban en cuanto a físico, rasgos e incluso tribus —siempre ocultando sus orígenes por su propia seguridad— pero jamás de género. Absolutamente todos los que tenían un puesto eran hombres y los trabajadores también. Oseram no se dejaba influenciar por los gobiernos de las demás tribus y mantuvo un patriarcado que encontraba absurdo e incluso obsoleto cuando estábamos prácticamente en una guerra que íbamos perdiendo por años. La humanidad estaba en peligro y no había tiempo para detenernos a pelear unos contra otros sino unirnos para luchar por sobrevivir; era una lástima que pocos lo viesen así.

Conforme caminaba más profundo en el mercado encontraba productos mucho más costosos y extravagantes que no todos podían darse el lujo de adquirir. Era la zona privilegiada en donde los puestos lucían mucho más llamativos y ordenados que los demás.

—¡Carne roja y blanca de variedad! ¡Adelante!
—¿Has tocado esta maravillosa seda, muchacho? Una verdadera maravilla traída desde Meridian.
—Si buscas carbón o leña, estás en el mejor lugar, es de la mejor calidad.
—Admira los gravados de esta espada, se dice que fue un arma importante para los antiguos, fue desenterrada de sus ruinas.
—¡Pan, recién horneado, aquí!

Un sinfín de vendedores se acercaban a mí conforme pasaba entre los puestos ofreciéndome una basta cantidad de mercancía de la cual con esfuerzo había conocido con anterioridad, la carne de animal era algo que estaba casi en extinción y valía una verdadera fortuna adquirirla al igual que las telas sintéticas, habíamos aprendido a subsistir tanto de la naturaleza que lo cotidiano en otras épocas era un verdadero lujo que no todos nos podíamos dar. Me limitaba a sonreír cuando colocaban los productos frente a mi rostro pero jamás les dedicaba una mirada o comentario, cuando les pasaba solía escucharles murmurar a mis espaldas sobre mi actitud con otros, la gran mayoría me conocía de tiempo atrás siquiera de vista y sabían la fama que tenía por los rumores que se corrían de boca en boca a lo largo de la capital. Me ponía incómodo pensar en lo que se hablaba de mí aunque yo mismo me había ganado aquellas críticas con mi manera de ser.

—Roan, chico, ¿cómo estás en lo que va el día de hoy? —Seal Dune era un hombre que atendía un puesto de alimentos provenientes de origen animal a excepción de la carne misma, desde huevos frescos hasta quesos de gran tamaños, lo conocía desde que tenía catorce cuando mi padre me enviaba a comprar la comida. El paso de los años lo había vuelto canoso y bajito pero poseía unas manos grandes tanto como fuertes propias de un herrero.
—Bien.
—Me alegro mucho. —Aplaudió con entusiasmo después de decirlo como hacía cada que le respondía lo mismo—. ¿Lo mismo de siempre?
—Sí, y también un frasco de miel.
—Enseguida muchacho.

De inmediato se puso a hablar de cómo le había ido el día anterior y lo mucho que le costaba mantener su negocio a flote cuando se tenía tan pocos animales para producir en altas cantidades, cuando preguntaba cosas me limitaba a sacudir la cabeza o responder con monosílabas, no era que el hombre me cayera mal sino que jamás escuchaba del todo lo que me decía en cuanto comenzaba a hablarme de los mismos temas y yo me perdía pensando en otras cosas. En ese momento, por ejemplo, mi mirada estaba fija en el puesto de al lado en donde vendían un par de artesanías elaboradas con piedras e hilos que relucían de diversos colores tan atractivos que me detuve a observar con cuidado cada uno de los artículos que estaban en venta y me puse a pensar en el qué iba a pasar si compraba un par de ellas.
Tenía dos empleos al día, por la mañana ayudaba en una carpintería no muy lejos de casa y en la tarde atendía junto con Atticus la herrería que antiguamente había sido de papá pero que desafortunadamente estaba ahora en manos de nuestro tío quien la había heredado tras su muerte pero nos dio la oportunidad de trabajar para él ahí, un salario estable compensaban las múltiples horas que pasaba trabajando y sin embargo el dinero no era mío sino de todos a fin de cuentas. No podía darme el lujo de gastarlo en mis propios méritos la mayoría del tiempo.

—¿Te agrada alguna, verdi? —Con el paso de los años había aprendido a no molestarme por el apodo que la mayoría solía darme aquí debido al color de mis ojos, que según ellos era peculiar en un pasado y en ese entonces al borde de nuestro exterminio lo era mucho más, pero me cuadraba de hombros cada que me llamaban de aquella manera.
—Se llama Roan, Ember, no le llames así.
—Pero mírale, Seal, tiene unos preciosos ojos verdes y parecen brillar de color gris cuando agacha la mirada. —El hombre barbudo se agachó cuando desvíe mis ojos al suelo y conectó su mirada oscura con la mía desde ahí, me sonrió dejándome ver que un par de dientes le faltaban, me incomodaban los duelos de miradas—. Hace tanto que no veía unos ojos así. ¿Cuál es tu nombre completo?
—Roan Mercury. —El hombre soltó un silbido cuando terminé de decirle.
—Un Mercury, ¿eh?, años enteros han pasado sin saber de tu familia. Conocía a tu padre muy bien cuando venía por aquí y se detenía en veces a comprar un par de cosas, un hombre bueno como pocos hoy en día, ¿cómo está él?

Alcé la mirada de golpe, con el rostro sombrío debido a la mención de mi padre, mi expresión debió de haber sido todo un dilema debido a que Seal Dune se volteó a seguir empacando mi pedido mientras el nombrado Ember me miraba con horror absoluto.

—Murió.
—¡Terrible noticia, espantosa, muchacho! No tenía la mínima idea, lo siento tanto, Basil Mercury es el mejor hombre que he conocido en toda mi vida; incluso en las demás tierras en las cuales he estado, lo juro.
—Pasó hace tres años, estaba enfermo y no había medicamentos para eso.
—Dudo siquiera que haya medicamentos que funcionen hoy en día —siseó el hombre con una mirada molesta dirigida a nadie en particular, me pregunté a quién iba dirigida la indirecta pero no lo conocía de nada, soltó un suspiro pesado al final—, en fin, espero que el resto de los Mercury estén bien. Te daré un par de cosas por lo de tu padre.

No le comenté que madre estaba actuando como toda una mártir y que la mayor parte del tiempo la pasaba en cama acusándonos de sus malestares, no sentía la necesidad de enterar a los demás sobre nuestra desdichada familia, además de que no quería empezar a tener que explicarle lo mal que me ponía el que todos nos mirasen con lástima. Muchas palabras que me quería contener y una rabieta de la cual no iba a enorgullecerme nunca; me mantuve en silencio observando cómo llenaba una bolsa con diversos objetos artesanales.

—Dudo mucho que después de esta ocasión nos volvamos a ver, chico, partiré muy lejos próximamente y Oseram será solamente un recuerdo que viaje conmigo. —Me tendió la bolsa hinchada de mercancía con ambas manos—. Quiero que tengas esto como muestra del afecto que tenía a tu padre.
—No es necesario.
—Si que lo es, Roan. —Dejó la bolsa encima de una desgastada tabla sostenida por dos troncos a forma de mesa y me tomó por la muñeca—. Hubiera ido a presentar mis condolencias a toda tu familia si tan solo no hubiera... Bueno, ya no importa, debía un enorme favor a tu padre. Considera esto parte de mi pago. —Guió mis manos hasta la bolsa de cuero que me obligó a tomar, sus manos eran fuertes a pesar de ser nudosas y viejas, le miré con el ceño fruncido pero asentí de igual manera.
—Gracias.
—Oh, nada de eso, gracias a tu padre. Y desde luego a ti. Tienes los mismos ojos que él, ¿lo sabías?, verdes y amables debajo de todo lo demás.

Quise protestar, preguntar e incluso negar todo eso pero me contuve, no podía hacer más que callar cuando las cosas me agobiaban y en aquel momento no podía hacer la excepción. Me despedí del hombre con un asentimiento de cabeza ante sus ojos umbrosos que no dejaban de mirarme con una mezcla de emociones que no supe descifrar, contuve un estremecimiento cuando le di la espalda y tomé las cosas que Seal Dune me tendía, tomé las cosas después de pagarlas y me fui lo más rápido que pude.

La sensación de que me miraban desde atrás no se fue hasta que me perdí entre los puestos más lejanos y di vuelta para caminar hasta casa.




Sentía el cuello entumido y los hombros tensos, hacía un sinfín de movimientos para intentar aflojarlos mientras trabajaba con un par de espadas sobre el yunque más alejado de los demás para tener mi propio espacio de trabajo, mis manos estaban llenas de mugre y se sentían en carne viva debido a la cercanía del fuego por el último par de horas. Había terminado mi turno de trabajo en la única carpintería de la región sin ocurrir absolutamente nada importante como era costumbre a excepción de la múltiple clientela proveniente de toda la tierra de The Claim con distintos acentos y vestimentas que hacían pasar el tiempo muy rápido, los Rowan eran los encargados del local y eran tan acomodados como nosotros por estos lugares, Linden Rowan era una vieja amiga de madre que me había empleado tras habernos dado cuenta que no podíamos rendir cuentas únicamente con el salario que ganábamos trabajando con el tío Harbor así que no había perdido la oportunidad de hablarle lo maravilloso —y trabajador— que era como hijo porque padre me había criado mejor que a ningún otro muchacho en Oseram lo que me dio la oportunidad de estar bajo el techo de otra familia la mayor parte del día.

Y no era que mi actitud quejumbrosa se debía a una actitud perezosa o incluso malagradecida sino que los Rowan tenían una hija de diecinueve la cual se la pasaba sentada en un banco bastante cerca de mí mientras intentaba hacerme hablar con ella aunque me había mantenido reacio a seguirle la corriente durante los dos últimos años, sin embargo eso no parecía frenarla sino más bien que alimentaba sus ilusiones, y la situación había empeorado cuando una vez su padre había insinuado que pensaba hablar con Atticus y madre para comprometernos en un futuro próximo. Esto, por supuesto, había terminado en oídos de mi familia y mi madre parecía bastante satisfecha con la idea de que al casarme con Kethiwe Rowan me haría el dueño de la carpintería después de la muerte del señor Rowan porque no tenía hijos varones o hermanos para dejarles el negocio. Mi hermano, en cambio, trató de tranquilizarme diciendo que nada estaba hecho hasta que el padre de Ket decidiera hablar con él en primer lugar. Esto me había dado esperanzas de seguir mi vida a la normalidad sin preocuparme mucho por la muchacha.

—¡Roan! —Una voz femenina gritó a mis espaldas pero pude distinguir la tonada al instante y no me di la vuelta, pasos apurados se acercaban por detrás, no quería distraerme cuando estaba trabajando—. Hermano, ¿qué has hecho ahora?, madre quiere hablar contigo y parece alterada de verdad.
—Está trabajando, Sizo, déjale en paz. —El tío Harbor salió en mi defensa deteniendo a mi apurada hermana menor cuando se encontraba a unos pasos de mí—. No puede irse sin terminar la hora.
—Ella insiste en que es importante y también quiere a Atticus ahí.

Dejé el martillo con el cual le daba forma al arma y miré de reojo al recién nombrado quién trabajaba a unos metros de mi espacio, observé que dejaba también su trabajo para prestar atención a la charla entre Sizo y Harbor. Cuando madre pedía que interrumpiéramos nuestra rutina de trabajo no podía significar nada bueno y mucho menos si enviaba a la menor de nosotros para hacerlo. Solía enviar siempre a Thulan, Shale e incluso a Melus, pero nunca a la pequeña Sizo de tan solo dieciséis años.

—¿Qué te parece si los esperas afuera a que terminen? Les faltan unos minutos y podrás llevártelos con tu madre.
—Pero ella...
—Ellos están haciendo armas para la gente, algunas de ellas matan a las máquinas con las espadas que hacen tus hermanos, ¿crees que no es importante que las terminen?
—Por supuesto, sí, voy a esperarlos entonces.
—Niña buena.

Nuestra pequeña hermana salió del taller no sin antes dirigirme una mirada nerviosa que me hizo volver a ponerme a trabajar para evitar formular ideas sobre lo que se iba a venir; nada bueno por supuesto si ella parecía tan consternada.

Lo cierto es que el tío Harbor no le había mentido porque el turno terminaba en menos de media hora y la espada en la cual trabajaba iba a ir directamente al negocio de afuera para dar en las manos de algún guerrero de las demás tribus para combatir contra las endemoniadas criaturas que nos amenazaban hasta en los sueños. Siempre había imaginado cómo se iba a sentir formar parte de los Nora, Banuk, Carja e incluso en la Utaru, ser miembro de una tribu importante que se dedicaba a combatir contra los males que había afuera y eran libres de tener sus propios ideales para actuar e ir según les dictaba su instinto, la idea de servir a la tierra misma para cultivarla parecía en mi cabeza más atractiva que pasar el día encerrado con calor sofocante para producir las armas que otros empleaban. Me sentía preso en mis propias raíces de las cuales debía de agradecer por estar aquí, con mi familia, en lugar de en las demás tierras sin saber con precisión si volvería algún día.

Pero no estaba contento o agradecido por una cosa u otra.

Para empezar trabajaba durante horas para tener un salario estable con el cual mantenía a mi familia al par de dos de mis hermanos mayores cuando los otros cuatro y mi propia madre lo gastaban a manos llenas sin aportar absolutamente nada, me sentía tan responsable de ellos como Atticus y Larissa a pesar de que éramos conscientes del mal que ellos nos hacían, me sentía como un esclavo de mi propia parentela atado de pies y manos sin poder hacer nada mejor que alimentar su egoísmo. Padre había sido nuestra ancla en vida cuando tras la caída del rey loco fue uno de los principales herreros en aportarle armas al rey Avad para derrocar a su padre en el trono y este le recompensó con grande fortuna, fue una lástima que jamás pensó en administrarlo o tan siquiera hacer un testamento justo antes de su muerte, todo se fue por un precipicio cuando el tío Harbor se quedó con todo y no nos brindó salvo una quinta parte de la fortuna que gastamos la mayoría en los chantajes de madre. Aquello nos había obligado tanto a mí como a Atticus a buscar empleo en lo que fuera, yo terminé en la carpintería y él en un moderado grupo de pesca, Larissa se había casado años atrás con un joven comerciante y nos ayudaba como podía; los otros cuatro hicieron oídos sordos a la exigencia de buscar empleo.

Melus tenía dos años más que yo y se mantenía de brazos cruzados cuando Atticus le decía que intentara ser aprendiz de alguien, Thulan tenía un año menos pero se negaba a trabajar porque según él se encargaba de los adolescentes en la casa cuando Shale, de dieciocho, se la pasaba con Sizo merodeando en las calles sin hacer nada provechoso. Ninguno quería hacer nada por la familia cuando padre nos había educado a todos por igual para trabajar duro y así salir adelante.
Parecía que la memoria de él se había perdido en sus egoístas y perezosas vidas.

Cuando llegó la hora de salida me encaminé junto con los demás al rincón de la pared en donde todos dejábamos nuestros uniformes y herramientas para salir de una buena vez, mientras me sacaba el uniforme y las gafas protectoras sentí la mirada de Ticus en mi nuca pero decidí ignorarla, no quería hablar con él o darle explicaciones sobre el motivo por el cual madre nos quería en casa que ni siquiera yo sabía. Mis brazos estaban entumidos y tanto mi rostro como mi torso se cubría por una capa de sudor que me hacía sentir acalorado al igual que pegajoso.

—Roan, muchacho, ¿puedes venir para hablar de algo?

Tío Harbor colocó una mano en mi hombro cuando me acomodaba mi vieja chaqueta de cuero que había sido de padre en un pasado, era tan vieja que el color café había pasado a ser de un tono casi piel de las múltiples veces que la había lavado, apreté mis labios en una línea al sentir su tacto que no quería en algo de mi papá lo cual no había podido quitarnos. Asentí con la cabeza ligeramente y se alejó sin decir nada más.

Acomodé el cuello de la casaca por última vez y me giré para ir detrás de mi pariente topándome con Atticus en el acto. Era tan serio y responsable como yo que aparentaba más de veintiocho e incluso me daba la impresión de que era nuestro padre con los ojos de madre algunas veces, sus gestos raramente demostraban muchas emociones pero su mirada estaba cargada de duda cuando me miró, evité el contacto visual como de costumbre.

—¿Por qué quiere Harbor hablar contigo?
—No lo sé.
—¿Tiene algo que ver con mamá también?
—Lo dudo, no sé el porqué madre nos busca ni el porqué él me quiere hablar —contesté por lo bajo debido a que no estábamos solos y los demás trabajadores estaban cerca aún—, será por motivos diferentes de seguro.
—Espero que no estés mintiendo, Roan, lo que menos quiero es que te metas en problemas.
—No puedo evitarlo a veces.

Torcí mis labios en una sonrisa de medio lado y le escuché inspirar con fuerza, su mano se posó en el lugar en el cual anteriormente se había puesto la de nuestro tío, pero no le aparté o me molestó. Si no que tuvo el efecto contrario. Atticus raramente se mostraba cariñoso conmigo y cuando lo hacía parecía tan fraternal que parecía en verdad más padre que hermano. Toqué su brazo con mi mano y lo palmeé.

—Estaré bien, tranquilo, espera afuera con Sizo y salgo en unos minutos.
—De acuerdo. —Se alejó con un fuerte suspiro—. Suerte.
—Gracias.

Me dio la espalda y comenzó a alejarse mientras le observaba a distancia, él parecía más cansado con el paso del tiempo, la línea de sus hombros temblaban seguidamente y su columna se curvaba al caminar por la falta de sueño. Incluso le había visto un par de arrugas en su frente que no estaban ahí antes además de que juraba haber distinguido una línea blanca entre el color caramelo de su cabello. Si yo estaba hecho un desastre por el trabajo no podía imaginar la presión que él tenía por ser hermano y padre a la vez para todos.

Aparté la vista cuando desapareció por la puerta y comencé a caminar a lo que conformaba la entrada al cuarto privado del jefe, anteriormente una habitación que conocía a la perfección por las múltiples horas que pasaba ahí trabajando con padre, pero al entrar me golpeó una sensación de desagrado, como ocurría desde que se había vuelto de Harbor, debido a que se había vuelto tan distinta que no se parecía en nada. Las paredes de piedra estaba enmohecida por el descuido y totalmente desnudas, mi progenitor solía colgar de ellas banderines y mapas con clavos para que los observáramos con detenimiento, el escritorio de madera estaba carcomido y maltratado como nunca antes además de que el fuego de la chimenea que ardía siempre incluso en el día más caluroso estaba apagado. No había calor ahí dentro y todo parecía tan frío que una extraña sensación corrió por mi espina dorsal.
El hermano de papá estaba de pie tras el escritorio hojeando un montón de hojas amarillentas y no levantó la mirada cuando entré.

—Señor.
—Agradezco que hayas venido de inmediato, Roan, eres un buen muchacho. —Ordenó los papeles antes de darme una ojeada con las cejas alzadas—. Espero que no estés molesto por la interrupción, sé que tu madre te busca, pero te juro que seré breve.
—Dudo que madre tenga un buen argumento para buscarme, descuide.
—Ni que lo digas, la conozco, podría buscarlos a ti y a Atticus solamente porque tus hermanos hayan estado en desacuerdo con ella.

No contesté y con ello le di la razón, por más que me doliera admitir algo así de la mujer que me había dado la vida, me mantuve parado esperando a que hablara de una buena vez.

—Seguramente pues imaginar por lo que te he llamado, ¿no?
—Se equivoca, no tengo la menor idea, tío.
—Mejor entonces, será una gran sorpresa para ti, bien. —Sonrío tan abiertamente que sus ojos se entrecerraron, él jamás había tenido parecido alguno con mi padre salvo la misma seriedad y el cabello color castaño, alcé mis cejas por sus palabras—. La semana próxima tenemos que llevar un pedido a Meridian, Gibbon era nuestro más fiable transportista pero me temo que no llegará a tiempo de la última carga que se ha llevado, he hablado con el marido de Larissa y él se encargará del proceso de comercio en caso de que haya problemas por el cambio de personal pero no puede ir solo, creo en tu hermana cuando me dice que es fiable pero no le conozco mucho para dejarle un puñado de nuestras armas como si nada, me preguntaba si querrías acompañarle para...
—Sí. —Incluso yo me sorprendí de haber contestado con precipitación y de forma tan alterada, me aclaré la garganta para disimular—. Digo, será un gusto, claro.
—Ese es mi sobrino, sabía que no me fallarías, chico.

Le sonreí, una auténtica y contenta sonrisa que no brindaba a menudo, quería salir de Oseram más que nada para volver a ver las demás tierras que anteriormente había recorrido mi padre y de las cuales me hablaba en vida con euforia. De chico él me había llevado a muchos viajes a lo largo de todo The Claim e incluso el mismo terreno de los Carja pero era algo de hace años y con lo cual había soñado por volver a repetir desde entonces. Tras su muerte no había podido hacer nada y creía que aquello no pasaría nunca jamás pero, como solía decirme él, "nunca des las cosas por hecho". No podía imaginarme que la oportunidad de viajar la tendría bajo la orden de mi tío y a tan temprana edad debido a que muchos me consideraban un crío todavía. La emoción que sentía me impedía volver a mi inalterado estado en aquel momento.

—Partes en una semana con Wood entonces.
—Gracias señor, en verdad, prometo no defraudarle.
—Estoy seguro de ello, Roan, por eso te elegí a ti antes que todos, incluido Atticus. —Bajó la voz en tono confidente como si las paredes tuviesen oídos—. Tú eres más parecido a Basil que ningún otro de sus hijos, ¿lo sabías?, siento que lo veo a él cuando te veo a ti.

Era la primera vez que lo escuchaba de su parte. Anteriormente ya lo había escuchado a mis espaldas por otras personas pero no lo creía en lo más mínimo, ¿quiénes eran ellos para pintarme a la imagen de mi padre si apenas lo habían conocido en su vida?, en cambio escucharlo de aquel con el cual había crecido era la verdad absoluta aunque mi cabeza se negaba a aceptarlo. Nunca me había imaginado que me parecía a mi padre salvo en el color de los ojos que compartía con algunos de mis otros hermanos. No poseía las pecas que le salpicaban la nariz como lo hacía Atticus o el color pálido de su tez sino que era más bien moreno en comparación con Larissa y Shale, tampoco tenía la nariz recta junto con la barbilla afilada de Melus, ni siquiera la curva de las cejas como las habían heredado Thulan y Sizo. No era como mi padre en lo más mínimo.

Volví a agradecer al tío Harbor antes de que él me contara el resto con brevedad, a los tres minutos terminamos y establecimos las pautas sin problema alguno, me despedí con gusto y me encaminé a la salida. Cuando estaba por salir volvió a llamarme desde su cuarto a lo cual me detuve en la puerta con una mano en el picaporte, salió hasta en el medio del taller para mirarme, no tenía ninguna idea de lo que quería en aquel momento.

—Por nada del mundo le digas a tu madre de esta misión, ¿quieres?, ella querrá interponerse sobre todas las cosas por el terror que le tiene al exterior y no te dejará ir. Tu hermana ya lo sabe y mañana mismo se lo contaré a Atticus por ser tu tutor, es tu decisión decírselo al resto o no, recuerda que eres mayor ya y ellos no pueden tomar las decisiones por ti siempre. No los dejes que controlen o dominen tu vida, muchacho.

Asentí a modo de respuesta y salí sin mencionar nada más. ¿Qué podía responderle a semejante realidad que creía que todos pasaban por alto?

Mis hermanos me esperaban afuera, callados y acurrucados entre ellos por el frío de la noche, ambos alzaron sus ojos color ámbar cuando cerré la puerta detrás de mí. Les dediqué una sonrisa y los alenté a caminar con un gesto de la mano. En el camino traté de preguntar a Sizo sobre el motivo por el cual madre la había enviado pero Ticus me miraba cuando estaba a punto de hacerlo y negaba con la cabeza, si hacíamos que ella nos contara las cosas para prevenirnos podríamos meterla en problemas también, tampoco ellos se atrevieron a preguntarme por la reunión que había tenido con el tío y lo agradecía infinitamente. No quería tener que contarle a mi hermana sobre el viaje porque posiblemente lo contaría al resto que se quejaría con madre y ella comenzaría a ponerse histérica. Con el mayor no había problema porque Harbor lo iba a poner al día pronto y no creía que hiciera mal en mantenerlo como un secreto por el momento.

Sabía que estaba mal guardarles secretos pero era lo mínimo de privacidad que me daban y era porque mantenía la boca cerrada para no hacérselos saber.

Al llegar a nuestra casa había un par de velas encendidas en el interior que iluminaban las ventanas mientras nos acercábamos por el camino de piedra. Noté a Sizo tensarse mientras subíamos los escalones y a Atticus mirando hacia todas partes, la chaqueta de padre que llevaba puesta parecía delgada porque sentí frío apenas se abrió la puerta, Melus nos recibió con el ceño fruncido a los tres. Era unos centímetros más bajo que yo e incluso un poco robusto en comparación con los músculos de Atticus, sin embargo, se creía toda una eminencia sosteniendo la puerta abierta.

—Hasta que se dignan en aparecer, madre creía que les había pasado algo, ya casi envía a Shale por ustedes.
—El tío Harbor no los dejó salir y tuve que esperarlos. —Nos excusó la menor en voz baja.
—Mejor tarde que nunca, ¿no?

El mayor apartó a Melu del marco con un brazo y le seguimos cabizbajos los dos, el único que podía callar la fanfarronería de él era Atticus, no era agradable presenciar las rabietas del menor así que pasamos como un par de relámpagos hasta la habitación de nuestra madre. Ahí se encontraba el resto de los Mercury, a excepción de Larissa, sentados en distintas partes del cuarto mientras mamá reposaba en la cama con las manos cruzadas en su regazo y se recargaba en un montón de almohadones que a padre le habían costado una fortuna.

Madre había sido siempre una figura autoritaria para nosotros a pesar de la cultura patriarcal en la cual vivíamos, padre nos había exigido respetarla y obedecerla tanto como a él, el paso de los años la había vuelto menos sensata al igual que había endurecido sus rasgos al punto de hacerla parecer una anciana demacrada y molesta la mayor parte del tiempo. Sus ojos amarillentos se habían vuelto hostiles hasta con nosotros, sus propios hijos, que nos costaba mantenerle la mirada por mucho tiempo. Cuando entramos y posó su mirada en mí no tardé en agachar la mía e inclinarme ligeramente como un saludo. A mi lado Atticus me imitó.

—Madre —dijimos a la vez acercándonos para depositar un beso en su mejilla.
—Roan, Atticus, me alegro de verlos hijos míos. A pesar de la demora que les tomó el haber llegado.
—Tío Harbor no puede dejarnos salir antes de tiempo o nos descuenta una parte del salario. —El mayor explicó en tono bajo a modo de advertencia—. Lo sabes madre.
—Debería tenerles más consideración tomando en cuenta que la herrería debería ser nuestra en lugar de suya.
—Hemos hablado ya mucho de esto mamá.
—Eso no me importa porque ese hombre nos arrebató todo y nos ha dejado sin nada. Fue él quien llevó a su padre a la tumba.
—¿Querías hablar conmigo? —indagué para pararle.

Me contuve de contestarle que había sido ella y el resto los que habían hecho a padre enfermar además de que no tenía nadie la culpa de que los medicamentos fueran tan escasos y costosos incluso para nosotros, no quería armar un alboroto frente a todos, me miré las manos en espera de su respuesta con algo de impaciencia.

—Fuiste en la mañana con Seal Dune, ¿no es cierto?
—Así fue.
—¿No te encontraste en el mercado con un hombre llamado Ember? —Me mordí la lengua antes de contestar con un "no" que era una obvia mentira porque ella lo sabía—. ¿Roan?
—Se colocó al lado del puesto de Seal, lo vi, sí.
—¿Y gastaste algo en lo que vendía?
—Nada.
—Mentiroso.

Alcé mi rostro, desconcertado, por escucharla acusarme de aquella manera. Tenía los ojos entrecerrados y sus labios estaban fruncidos en una mueca descontenta, hizo un ligero movimiento con sus manos para hurgar debajo de la vieja manta con la cual se cubría, y extrajo de ella la bolsa de cuero en la cual el hombre de ojos oscuros me había dado obsequios para todos. Al haber llegado a casa en la mañana la había guardado debajo de un montón de ropa apilada en un rincón del cuarto que compartía con Ticus y Melu para repartirla a todos cuando regresara del trabajo.

—¿Puedes decirme que es esto entonces?
—Él me las regaló, dijo que era amigo de mi padre, que lamentaba su muerte.
—De no ser por Melus posiblemente nos hubieras engañado a todos, niño, pero no fue así. —Desvío su mirada al segundo varón mayor, quien se irguió en su lugar recargado en el marco de la puerta detrás de nosotros, le miré sobre el hombro con enojo—. Las mentiras no son buenas hijo.
—Yo no miento.
—¿Y piensas que te voy a creer que ese hombre te las regaló sin nada a cambio?
—Así fue, lo juro.
—¿Las robaste? —preguntó Sizo interviniendo con sus grandes ojos mirándome inquieta.
—¡No!
—Seguro que lo hizo, y si no, se gastó una buena parte del dinero en esto. —Melu se acercó para observar las artesanías que madre había extendido en su regazo—. No hay duda.
—Dinero que yo he ganado en caso de ser así.

Todos los ojos en la habitación se giraron a verme cuando las palabras me salieron con fluidez y en un tono tan frío que no había usado antes. No permití que aquello me incomodara y les devolví la mirada a todos con sumo cuidado, era la primera vez que les enfrentaba de verdad, quería hacerlo sin titubear para demostrarles lo que había callado por tantos años. Atrapé la mirada sorprendida de Sizo y Shale, Melus abrió los ojos como platos, Atticus me miraba con miedo y madre con una furia que ya había visto antes, cuando no llegaba con los ingresos suficientes, cuando le decía que no pude haber comprado más queso o también cuando le recordaba que no era necesario gastar el dinero en cosas innecesarias, pero está vez se la sostuve por primera vez.

—¡Muchacho egoísta y grosero! —exclamó intentando salir de la cama pero Andil le detuvo—. Tu padre... Tu pobre padre se habría avergonzado de escucharte hablar ahora mismo, que vergüenza, tanto que se ha esforzado él y yo para darte la mejor educación para que nos salgas con esto.
—Madre, cálmate por favor. —Ticus trató de apaciguarla usando el tono de voz que usaba con nosotros—. No le hace bien a tus nervios estás rabietas.
—¿Has oído lo que ha dicho tu hermano al menos? ¡Está loco! ¡Loco! Mi Roan se ha vuelto loco y egoísta como las máquinas e incluso el mismísimo rey Jiran. ¿Qué será de mí?

Me abstuve de contestar y, en cambio, salí de la habitación tan pronto como Melus se quitó de la puerta para dirigirme de vuelta a la calle sin decir nada a nadie más.
Salí de la casa a paso apresurado y caminé hasta llegar al camino que conducía lejos de la zona poblada, más allá de las viviendas en donde la oscuridad de los altos árboles en los bosques que rodeaban las zonas cubrían las luces, mis ojos se adaptaron con facilidad bajo la luz de la luna y las lejanas estrellas hasta que llegué al borde de un río. Las luces del cielo nocturno se reflejaban en su superficie de manera que creaba una perfecta ilusión en la cual frente a mí se extendía el mismísimo espacio en todo su esplendor.

Me senté con las piernas cruzadas lo más cerca que pude, en silencio y mirando el agua, evitando darle vueltas a lo que acababa de pasar; pero era imposible ignorar ir en contra de tu voluntad. Las palabras que solté sabían agridulces en mi boca cuando las repetí en silencio, eran tan ciertas y cargadas de sentimiento que me abrumaron, sin embargo me negaba a arrepentirme de ellas debido a que había sido la primera vez en la cual les había dicho lo que pensaba tal cual. No solía abrirme a nadie, ni siquiera a mi familia, por lo cual vivía pensando en el qué iba a pasar cuando decidiera hacerlo. En ese momento lo sabía pero era aún mejor de lo que había pensado.

Volver a recordar el rostro de todos cuando hablé me hacía sentirme contento de saber que no me conocían en absoluto como aseguraban y que podía hacerles sorprenderse con un poco de mi verdad. ¿Cómo iban a reaccionar si se enteraban de todo lo que estaba en mi cabeza? Por más que la idea comenzaba a agradarme la aparté de inmediato, no porque quería volver a lo de antes sino más bien porque seguramente iba a terminar descubriendo que era peor de lo que creía, nadie podía saber los amargados pensamientos que me consumían diariamente sin juzgarme de mala manera. Ni siquiera el tío Harbor que me había dicho hace rato que era igual a mi padre hubiera mantenido la misma idea si descubría el peso negro que cargaba en mi alma desde que padre me hacía falta. O incluso más.
Era consciente de que había algo mal conmigo pero no sabía que era tan grande hasta ahora.

—Roan...
—Me seguiste.
—No podía dejarte solo. —Shale se acercó y se sentó a mi lado—. ¿Estás bien?
—Mejor que nunca hermano.
—No se nota.
—No tendría porqué.
—Si tú lo dices. —Guardó silencio y se quedó a mi lado, mirándome, no me molestó tenerle tan cerca mirándome de perfil porque sabía que solamente quería descubrir rastro de mentiras en mi expresión. Fue una lástima que no encontró nada y se giró para mirar el agua conmigo—. Me gusta aquí.
—Es tranquilo, ¿verdad?
—A veces venimos Sizo y yo a bañarnos en aquí cuando hace calor y mamá se duerme.
—También solíamos hacerlo Atticus, Larissa, Melus y yo.
—Sabes que no estuvo bien lo que hizo, ¿verdad? —Guardé silencio—. Me refiero a Melus.
—Se ha vuelto insoportable en los últimos años.
—No quiero ser como él, Roan, yo quiero ser como tú.

Despegué mi mirada a la nada para dirigirla a mi hermano menor, con cinco años menos que yo me parece todavía un niño con su apariencia delgada y manos libres de cicatrices por el poco trabajo que ha hecho, no quería que alguien quisiera ser como yo y mucho menos uno de mis hermanos pequeños que no sabían absolutamente nada sobre trabajar duro.

—Puedes ser como Atticus, él es el bueno, Shale. —Tomé una roca del suelo y la arrojé al río con fuerza, saltó tres veces y luego se hundió, curvé mis labios hacia abajo.
—Yo no quiero ser como él tampoco, quiero ser bueno y valiente como tú.
—No soy nada de eso.
—¿No? —Se arrastró más cerca al punto de que nuestros hombros se tocaban—. Eres tan bueno que el señor de las artesanías te regaló cosas gratis, tan bueno que le agradas al señor Rowan y quiere comprometer a su hija contigo, tan bueno que nuestro tío te dio trabajo a ti y Atticus cuando se lo pediste, tan bueno para haberte quedado callado otras veces cuando mamá se gastaba tu dinero, tan bueno que cumplías nuestros caprichos e incluso tan bueno y valiente para decirle a madre la verdad.

Enmudecí tras su discurso, mis manos se congelaron encima de mis rodillas cuando iba a inclinarme para tocar el agua, nadie me había dicho algo semejante desde que tenía memoria, nunca, ni siquiera Atticus que se encargaba de hacerme sentir mejor de vez en cuando. Sentía mi rostro rojo de la vergüenza e incliné mi rostro hacia abajo para que mis rizos castaños me cayeran en la cara para evitarle ver lo mucho que me afectaron sus palabras.

—Oh Shale.
—Solamente pensé que debías saberlo. —Colocó con timidez su brazo derecho en mi cuerpo para abrazarme de costado—. No dejes que Melus o madre te hagan cambiar.
—Eres el segundo que me lo dice en el día.
—Entonces no es coincidencia. —Me soltó y observé de reojo como hurgaba entre sus bolsillos—. Antes de que ustedes llegaran mamá tomó una siesta y alcancé a sacar esto de la bolsa, toma, son tuyas.

Extendí las palmas de mis manos y colocó en ellas unas cuantas pulseras y collares de los que Ember me había dado, estaban hechos algunos de hilos mientras otros de pequeñas piedras que relucían, las observé con cuidado antes de cerrar los dedos alrededor de ellas.

—Gracias, hermano, pero no las necesito todas. Quiero darte una. —Tomé su muñeca con cuidado y le amarré una de las pulseras alrededor de esta, tenía brillantes piedras naranjas con café, haciendo su delgado brazo llamativo con la artesanía en él—. Así la verás y podrás acordarte de mí.
—¿Estás pensando en irte y dejarnos?
—No. —Era la verdad aunque la idea se me había presentado en la cabeza más de una vez cuando me esperaba, no podía dejarlos a todos a su suerte con Larissa y Atticus, eso sería una catástrofe—. Nunca.
—¿Y por qué hablas como si lo fueras a hacer?
—El tío Harbor me ofreció algo así como un asenso, iré a Meridian, junto con Caspian en una semana para entregar armas.
—¿Caspian Wood? ¿El marido de Lari?
—Es comerciante y puede entrar a cualquier tierra, iré a ayudarle, no sé cuanto tarde.
—Son buenas noticias, Roan, ¿o no?
—El tío cree que madre se opondrá si le cuento.
—No puede frenarte, eres mayor ya, y en Oseram las mujeres no pueden impedirte nada, ni siquiera las madres, lo sabes.
—No es la manera correcta de decirlo pero es cierto.

Shale infló sus mejillas y asintió con la cabeza, convencido de mis palabras, estiré mis brazos para atraerle hacia mí con cuidado de no aplastarle o ser brusco, el trabajo me había vuelto mucho más atlético que ellos, le escuché quejarse cuando su cara se estampó en mi hombro pero no le solté.

—Me estás asfixiando.
—No seas exagerado. —Deposité un rápido beso en la coronilla de su cabellera rubia oscura—. Te quiero mucho hermanito.
—Yo también, hermanote, ahora, ¿puedes soltarme?
—Si insistes... —Hice lo que me pidió y se apartó con una exclamación exagerada que nos hizo reír por lo bajo, momentos como estos valían mi estancia en este lugar a pesar de todo, ni siquiera las acusaciones y abusivas actitudes de madre o las múltiples horas de trabajo se comparaban a compartir carcajadas con mis hermanos—. Prometo traerte algo del viaje, siempre y cuando seas un buen chico, ¿entiendes?
—No le diré a nadie si así lo quieres. —Hizo un gesto con sus manos como sí cerraba su boca—. Pero debes tener cuidado allá afuera, dicen que es peligroso, que hay gente mala además de las máquinas.
—Siempre hay gente mala, incluso peores que esas cosas, mira al rey loco.
—El otro día con Sizo fuimos a pasear en la tarde por el mercado y había un par de extranjeros que afirmaban haber visto personas vestidas de negro y rojo por el territorio de los Carja. ¿Y si son los seguidores del rey Jiran?

Me saqué las botas con cuidado para poder meter los pies al agua, la brisa nocturna me hizo estremecer cuando mis pies descalzos rozaron la superficie del río, me quedé observando mis lentos movimientos para evitar contestar precipitadamente a Shale. Los rumores eran tantos y tan terribles que hacían temblar a cualquiera cuando mencionaban que había una fracción de Carjas ocultos en Meridian fieles al antiguo rey, nadie lo aseguraba del todo, pero por algo existían los rumores y la inquietud de la gente en todas las tribus era evidente ante la idea de que todavía existían aquellos que habían destruido una buena parte de la gente. Ellos eran peores que las mismísimas máquinas que incluso aquella idea hizo que mi sangre se sintiera helada. No recordaba mucho de los ataques porque cuando ocurrían padre nos sacaba de Oseram tan pronto como podía o nos escondía en casa de su hermano que anteriormente vivía en otra zona de The Claim, aun así me hacia la idea de lo que enfrentaban todos con ellos, muertes y destrucción pura creada por mismos humanos por el placer de infringir dolor a otros. No podía permitir a mi hermano menor ver el impacto que esa idea mediana, no quería, así que forcé una sonrisa y di una fuerte patada en el agua que nos salpicó a ambos.

—Supongo entonces que Kethiwe Rowan tendría que casarse con Melus.
—No se soportarían. —Shale me imitó y metió sus pies en el agua—. La pareja ideal.
—Muy desconsiderado el señor Rowan al no haberlo visto antes.
—Yo creo que lo hizo mayormente porque le gustas a Ket.
—¿En serio?
—¡Está loca por ti!
—No veo el porqué si apenas le hablo.
—Todos dicen que tus ojos son más verdes que el los demás, eso les gusta, he escuchado a la gente hablar de ti todo el tiempo. —Fruncí mis labios al escucharle porque era consciente de ello—. Pero no todo es malo como piensas. Muchos creen que eres como papá.

Miré la luna en ese momento, recordando a todos los que me habían dicho aquel día algo relacionado com él, madre, nuestro tío e incluso aquel artesano extraño, nunca había escuchado tanto hablar de papá en un solo día. Me sentía abrumado, y no de una manera mala, sino que me sentía bien por primera vez ante la mención y comparación que todos me atribuían con él. Padre era un hombre bueno, el mejor, si ellos decían que era como él no podía significar algo malo después de todo.

Tenía esperanza en aquella noche, con los pies descalzos y metidos en el agua, al lado de uno de mis hermanos, mirando a la luna, tenía esperanza por primera vez de que las cosas podían cambiar.
hola holitas:
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Mensaje por winchester. Dom 24 Jun 2018, 12:47 pm

God :
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Mensaje por winchester. Dom 24 Jun 2018, 12:59 pm

Chicas, por cierto, nunca lo he dicho porque pensaba que era de lógica pero podéis cambiar con total libertad la anchura y altura de la imagen de la cabezera. Para que no os volváis locas buscando una imagen de el tamaño que haya puesto Horizon: zero dawn. - Página 2 1477071114
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Mensaje por changkyun. Mar 26 Jun 2018, 2:57 pm

OMG <333 subieron capítulo muy largo, apenas tenga tiempo lo leo y comento como se debe
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Mensaje por lantsov Dom 01 Jul 2018, 11:58 pm

Soy la peor, no había comentado. 
Désolé

Lena:


Alec:

 Y otra vez, lamento no haber comentado antes.
Espero el próximo capitulo.  Horizon: zero dawn. - Página 2 1857533193
lantsov
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Mensaje por winchester. Lun 02 Jul 2018, 7:52 am

¡Val! jajaja con Damon me pasa exactamente igual, me cuesta imaginármelo de otra manera, pero es que siempre lo uso para las colectivas, rara vez escojo otros pj's y claro, tantos Damon's me vuelven loca LOL.
Ay, me encantó tu comentario. Sé que el mío fue pequeñito pero estaba muy bloqueada y no quería que se parase más de lo que ya estaba c:
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Mensaje por trunks Lun 02 Jul 2018, 4:35 pm

Gracias Hel y Val, hermosas, por sus bellos comentarios  Horizon: zero dawn. - Página 2 1054092304  me dieron pila para inspirarme más, ahre, les adoro  Horizon: zero dawn. - Página 2 91771400


Última edición por mieczyslaw el Mar 03 Jul 2018, 2:38 pm, editado 1 vez
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Mensaje por winchester. Mar 03 Jul 2018, 11:31 am

¿ANGIE? Horizon: zero dawn. - Página 2 1054092304

LOL, no te inspires más Alec, que con capítulos con dos partes al final acabarás escribiéndola tu sola la colectica Horizon: zero dawn. - Página 2 4222964207 es broma Horizon: zero dawn. - Página 2 1477071114
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Mensaje por winchester. Mar 03 Jul 2018, 2:11 pm

No te preocupes Andy Horizon: zero dawn. - Página 2 1477071114
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Mensaje por trunks Mar 03 Jul 2018, 2:40 pm

winchester. escribió:LOL, no te inspires más Alec, que con capítulos con dos partes al final acabarás escribiéndola tu sola la colectica Horizon: zero dawn. - Página 2 4222964207 es broma Horizon: zero dawn. - Página 2 1477071114
Horizon: zero dawn. - Página 2 1187795894  HAHAHAHAHA
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