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Touch of Evil
O W N :: Zona Libre :: Zona Libre :: Sin Tabú
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Touch of Evil
Touch of evil
Every corp has a story to tell, but this one has the touch of evil
Every corp has a story to tell, but this one has the touch of evil
Cecilia Torres
- De ascendencia hispana (Padre venezolano, madre nativa en Riverdale)
- Serpiente Blanca: De nacimiento, pero no forma parte de las actividades de la banda. Siempre le había interesado formar parte de la banda, pero en un momento dado cambió de opinión. No se sabe por qué.
- Su madre es y sigue siendo serpiente desde joven, su padre es activo en las actividades en el sur apoyando a su esposa, pero realmente él es quien se hace cargo de la casa y se ocupa de las tareas del hogar.
- Amiga íntima de Toni, Fangs y Sweet Pea, quienes la aceptan por el pasado y la infancia en común. Para el resto de serpientes es indiferente, salvo excepciones.
- Vive en el parque de caravanas en el Southside, pero va al instituto del Northside por una beca académica.
- En el norte, recibe el mismo trato que de las serpientes, ninguno. Tampoco forma parte de ningún club por que se siente entre temida y rechazada entre los alumnos. Suele describir su situación en el instituto como "una serpiente entre un nido de ratas temiendo y esperando la hora del ataque".
- Cuando Jughead se une a las serpientes, se produce un acercamiento fuerte con Betty al ser la única que podría comprender el mundo en el que la pareja se estaba internando. Betty suele llamarla en broma "Su guía espiritual" y siempre tiene ganas de escuchar y aprender lo que Cecilia le cuenta.
- De mente despierta, ágil y enérgica, ha sido entrenada desde la infancia para la lucha y defensa personal (sus padres pensaron que lo necesitaría si se unía a las serpientes), adoraría pertenecer al club de lucha que desgraciadamente sigue siendo únicamente masculino.
Damien Flynn
- Norteño, pero convertido en serpiente a los 16 años. Ahora tiene 21.
- Tiene hetercromía, es decir, ojos de distinto color.
- De familia acomodada, no le iba mucho lo de ser abogado, que es lo que quería su familia para él. Siempre había tendencias rebeldes y no estaba muy por la labor de vivir una vida que no quería, por lo que se integró a los serpientes, que sería la única manera de alejar a sus padres y ser por fin, libre.
- No se lo conoce por ser mujeriego, sino por ser alguien que inspira bastante temor. Muy callado, reservado, serio e intimidante. Sin embargo, este papel le hace ser muy buen serpiente.
- Lugar de tatuaje serpiente: hombro. Está muy comprometido con la banda, lo que le ha llevado a ascender puestos entre sus miembros. Considera sus leyes y normas muy importantes e imprescindibles y se toma muy enserio sus responsabilidades. Haría cualquier cosa para defender lo que él ahora llama hogar.
- Está instalado en el parque de caravanas, dónde vive solo y con la única compañía de hot-dog, a quien suele alimentar y por eso lo persigue a todas partes.
- Conoce a Cecilia desde que se internó en la banda, pero nunca la ha soportado. Esto puede ser debido al derecho que ella tiene por nacimiento, no quiere y él se ganó con la iniciación, que les permite a los dos moverse por territorio serpiente. Le pone de muy mal humor verla en cualquier ambiente relacionado y hasta en el mismo southside high, visitando a sus amigos. Para él, ella es toda una norteña y no merece compartir su entorno.
Última edición por Drea. el Jue 12 Abr 2018, 4:22 pm, editado 2 veces
Drea.
Re: Touch of Evil
Tara Yeller
- Tara Yeller (yell, gritona)
- Norteña, segunda capitana de las River Vixens, delegada de la clase y del comité de estudiantes. Rama del científico con matrícula de honor en todas las asignaturas y una plaza asegurada en la universidad de Nueva York.
- Amiga de Veronica, Cheryl y Josie. No le cae bien Betty hasta que conoce su lado oscuro.
- Familia rica en el mejor vecindario de la ciudad, vecina de Josie.
- Estaba enamorada de Jughead, pero no intentó nada porque pensaba que era asexual. Cuando empezó a salir con Betty fue cuando le olvidó, aunque enemistándose con Betty.
- Tiene carácter de serpientes porque su padre lo fue antes de reformarse y trabajar en el ayuntamiento, pero intenta olvidar esa parte porque sus padres siempre le han repetido que ser uno de los serpientes es caer en desgracia.
- Acogen a un serpiente solo por solidaridad y por el pasado de su padre, aunque mantienen las distancias. Su padre era el mejor amigo del serpiente que acogen.
- Posible interés amoroso: Serpiente (que no quiere serlo)
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Posible interés amoroso.
Serpiente del sur
(Carlos Cuevas)
Ginger
Re: Touch of Evil
Ayax Rider
- Ayax Rider (rider, porque monta en moto y es campeón en las carreras ilegales)
- Sureño, mejor amigo de Sweet Pea y el mejor corredor de motos de los Serpientes.
- No quiere ser una Serpiente, pero su padre también lo es y le introdujo en el grupo. Además, con las carreras de motos gana dinero para pagar el alquiler.
- Cuando suben los alquileres de las caravanas algunas familias del norte acogen a sureños que no pueden pagar, por lo que el mejor amigo de su padre llega a un acuerdo con él y le deja quedarse en su casa. Mientras, el padre de Ayax empieza a hacer trapicheos ilegales para ganar dinero y hacer que él vuelva, por lo que Ayax vuelve a las carreras para evitar que pillen a su padre.
- No se ha enamorado nunca porque nunca ha tenido la necesidad. Por otra parte, las chicas le van detrás sin que él ligue con ellas, por lo que las más resentidas esparcen rumores de él para pintarlo como un mujeriego.
- Su sueño es ser abogado, pero los colegios del sur son demasiado malos para que lo acepten en alguna universidad con beca, a pesar de ser un grandioso estudiante. Lo único que le falla es la asignatura de economía, por lo que le asignan a Tara en primer lugar, pero ella lo rechaza. Como la segunda opción es Betty, al enterarse Tara rectifica y accede a ser su tutora.
- Posible interés amoroso: Norteña
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Posible interés amoroso.
Norteña de buena familia
(Yara Shahidi)
Última edición por Ginger el Jue 12 Abr 2018, 11:07 pm, editado 1 vez
Ginger
Re: Touch of Evil
Touch of evil
Every corp has a story to tell, but this one has the touch of evil
Every corp has a story to tell, but this one has the touch of evil
Cecilia Torres
- De ascendencia hispana (Padre venezolano, madre nativa en Riverdale)
- Serpiente Blanca: De nacimiento, pero no forma parte de las actividades de la banda. Siempre le había interesado formar parte de la banda, pero en un momento dado cambió de opinión. No se sabe por qué.
- Su madre es y sigue siendo serpiente desde joven, su padre es activo en las actividades en el sur apoyando a su esposa, pero realmente él es quien se hace cargo de la casa y se ocupa de las tareas del hogar.
- Amiga íntima de Toni, Fangs y Sweet Pea, quienes la aceptan por el pasado y la infancia en común. Para el resto de serpientes es indiferente, salvo excepciones.
- Vive en el parque de caravanas en el Southside, pero va al instituto del Northside por una beca académica.
- En el norte, recibe el mismo trato que de las serpientes, ninguno. Tampoco forma parte de ningún club por que se siente entre temida y rechazada entre los alumnos. Suele describir su situación en el instituto como "una serpiente entre un nido de ratas temiendo y esperando la hora del ataque".
- Cuando Jughead se une a las serpientes, se produce un acercamiento fuerte con Betty al ser la única que podría comprender el mundo en el que la pareja se estaba internando. Betty suele llamarla en broma "Su guía espiritual" y siempre tiene ganas de escuchar y aprender lo que Cecilia le cuenta.
- De mente despierta, ágil y enérgica, ha sido entrenada desde la infancia para la lucha y defensa personal (sus padres pensaron que lo necesitaría si se unía a las serpientes), adoraría pertenecer al club de lucha que desgraciadamente sigue siendo únicamente masculino.
Damien Flynn
- Norteño, pero convertido en serpiente a los 16 años. Ahora tiene 21.
- Tiene hetercromía, es decir, ojos de distinto color.
- De familia acomodada, no le iba mucho lo de ser abogado, que es lo que quería su familia para él. Siempre había tendencias rebeldes y no estaba muy por la labor de vivir una vida que no quería, por lo que se integró a los serpientes, que sería la única manera de alejar a sus padres y ser por fin, libre.
- No se lo conoce por ser mujeriego, sino por ser alguien que inspira bastante temor. Muy callado, reservado, serio e intimidante. Sin embargo, este papel le hace ser muy buen serpiente.
- Lugar de tatuaje serpiente: hombro. Está muy comprometido con la banda, lo que le ha llevado a ascender puestos entre sus miembros. Considera sus leyes y normas muy importantes e imprescindibles y se toma muy enserio sus responsabilidades. Haría cualquier cosa para defender lo que él ahora llama hogar.
- Está instalado en el parque de caravanas, dónde vive solo y con la única compañía de hot-dog, a quien suele alimentar y por eso lo persigue a todas partes.
- Conoce a Cecilia desde que se internó en la banda, pero nunca la ha soportado. Esto puede ser debido al derecho que ella tiene por nacimiento, no quiere y él se ganó con la iniciación, que les permite a los dos moverse por territorio serpiente. Le pone de muy mal humor verla en cualquier ambiente relacionado y hasta en el mismo southside high, visitando a sus amigos. Para él, ella es toda una norteña y no merece compartir su entorno.
Drea.
Re: Touch of Evil
Prólogo
Every corp has a story to tell, but this one has the touch of evil
Every corp has a story to tell, but this one has the touch of evil
Hace tiempo que los ciudadanos de Riverdale no se sienten seguros. Ha pasado de ser un pueblo donde nunca sucedía nada interesante a estar repleto de crímenes pasionales y cometidos con la más pura sed de venganza. El ambiente ha cambiado; la niebla es más densa, las noches más oscuras, el miedo más intenso. Aquellos días de reuniones a altas horas de la noche en el Pop's para comer una hamburguesa grasienta con tus compañeros se han acabado. ¿Quién querría salir por la noche sabiendo que puede ser la última vez que veas la luna caer? Asesinatos de padres a hijos, relaciones incestuosas con final trágico, conocidos de toda la vida metidos en prisión, infidelidades, corrupción,.. son muchas de las cosas que han pasado en Riverdale en tan solo unos meses, pero además, ahora un asesino al que llaman Black Hood ocupa las portadas de todos los periódicos con sus sangrientos homicidios y sus retorcidas notas. Nadie le ha visto la cara, pero sabemos que vaga por las calles solitarias de la ciudad a la espera de una nueva víctima, una nueva nota, un nuevo aviso para los pecadores:
Soy Capucha Negra. Soy el hombre que le disparó al adúltero en Pop's. Maté al depredador infantil en Greendale. Disparé a adolescentes adictos a las drogas y al sexo en Lovers Lane. Riverdale no es inocente. Es una ciudad de hipócritas, degenerados y criminales. Mi ira es el precio de tus mentiras, tus secretos, tus pecados. No voy a dejar de hacerlo. No puedo ser detenido. Yo soy el lobo. Tú eres el rebaño. Esto es un derramamiento de sangre. Volveréis a escuchar sobre mí.
El Ángel de la Muerte ha llegado a Riverdale a impartir justicia. ¿Te eximirá o, por el contrario, te considerará culpable?
Tara Yellers arrugó el Azul y Oro que tenía entre sus manos y empezó a caminar a enormes zancadas hasta la taquilla de Betty Cooper, que reía de algo que le estaba contando su mejor amiga, Veronica Lodge. Estampó la mano en la taquilla que estaba a su lado provocando que la chica pegara un brinco, asustada por el golpe. Betty dirigió sus ojos azules a los de ella y Tara vislumbró con satisfacción cómo el miedo le atravesaba la cara.
–¿Qué es esta bazofia, Betty? –le reprochó, tendiéndole la arrugada muestra del periódico.
–Un papel arrugado –soltó Verónica. Tenía una ceja alzada hasta el infinito y los brazos cruzados en una postura defensiva, como siempre que intentaba humillar a Betty. Se llevaban bien, al menos en los ensayos de animadoras, pero cuando hacía de guardaespaldas de Betty no la odiaba menos que a ésta última.
Tara levantó las comisuras de los labios en una mueca irónica y volvió a fulminar a Betty con la mirada.
–Es la noticia de la semana –Tara abrió los ojos y meneó la cabeza, como si quisiera decir: ¿y a mí qué me importa? sin necesidad de palabras–. Mi deber es escribir lo que sucede de forma imparcial y objetiva, por eso soy la encargada del periódico de la escuela.
–¿Imparcial y objetiva? –Tara soltó una carcajada falsa y se puso seria de golpe–. Debemos tener conceptos muy diferentes, entonces. Todo lo que has escrito es una fantasía de complejo de Nancy Drew para hacer correr el pánico y no consentiré que me revoluciones a todo el instituto solo por hacer tu vida más interesante. Black Hood es un tarado más, no un Ángel de la Muerte y menos de la justicia. Y además, el sheriff Keller ya ha transmitido el comunicado de que han reforzado las medidas de seguridad y están a punto de dar con él, así que hazme un favor y deja tus paranoias para cuando duermas, ¿de acuerdo?
Verónica se colocó delante de Betty con los brazos en jarras.
–¡Todo lo que escribe Betty es cierto, ella sabe mucho más de lo que crees!
Betty la apartó con suavidad y se acercó a Tara, desafiante.
–Es verdad; sé más, mucho más de lo que he dejado ver. Sé, por ejemplo, que solo va a por los del norte. Los más ricos y estúpidos, aquellos llenos de vicios y pasados tenebrosos. ¿No se dice que tu padre fue un Serpiente renegado que ahora mueve millones en el ayuntamiento? –entrecerró los ojos–. Todo esto me huele a chamusquina.
A Tara se le clavó la amenaza como un puñal entre las costillas, en parte porque su desmedida reacción había sido provocada por el miedo. Mucha gente quería ver a los Yeller morder el polvo: su padre fue el líder de las Serpientes hasta que se enamoró de su madre, Paula Belle, un norteña con ambición y aspiración a llegar a lo más alto. Como lo más alto a lo que llegaría su amor sería a una barraca de cincuenta metros cuadrados, su padre tuvo que abandonar a los Serpientes y empezar de nuevo al norte si quería una posibilidad. Al parecer, la vida le había sonreído y había tenido suerte con los negocios, así que se le ofreció una pequeña plaza en el ayuntamiento. Con los años había ido escalando hacia lo más alto, y ahora, en la actualidad, los Yeller eran una de las familias más adineradas y respetadas, y ya nadie se acordaba del pasado de Kendrick Yeller, a excepción una parta de la ciudad que le llamaba "renegado" o "vendido". Y Tara, la niña de los ojos de su padre, era un buen peón para derribar.
Pero la sangre serpiente reaccionó mucho antes de que pudiera verse reflejado un atisbo de debilidad.
–Es curioso, porque para que tu hermana embarazada cometiera incesto y tu madre también sea una renegada con un hijo perdido, te veo muy tranquila. Al igual que tú –miró a Verónica, que parecía sorprendida de que se dirigiera a ella–; ¿tu padre no era el que estaba metido en la prisión por malversación y fraude? –se encogió de hombros con fingida inocencia–, no lo sé, quizás los que más hablan, o escriben, son los que más deberían cerrar el pico.
Y sin quedarse para oír la respuesta insultante que tenía preparada Verónica, se dio media vuelta y se alejó de ellas, justo cuando el director empezaba a hacer un aviso por el megáfono.
Ginger
Re: Touch of Evil
Capítulo 1
Como si el ángel de la muerte hubiera venido a Riverdale
Como si el ángel de la muerte hubiera venido a Riverdale
- LEER:
- La letra en cursiva es la voz en off de Jughead.
Nuestra historia continúa. El aniversario de la alcaldesa tenía que cambiarlo todo. Ser un nuevo comienzo. Pero al día siguiente, Riverdale seguía siendo en el fondo de su ser una ciudad maldita. Entre tanto, Archie Andrews que ni siquiera tiene carnet de conducir aún, está cruzando a toda velocidad las calles de Riverdale intentando ser más rápido que la muerte.
- Aguanta Papá- suplicaba el pelirrojo tras otro volantazo.
En el último se había llevado por delante un retrovisor y posiblemente estuviese infringiendo todas las normas de conducción posibles, pero eso ahora mismo no le importaba. La vida de su padre dependía de que tan rápido pudiese llegar al hospital.
-Venga, Casi hemos llegado- intentaba tranquilizarlo. Sin embargo, sonó mas a un intento de tranquilizarse a sí mismo.
La sangre de Fred Andrews manchaba la tapicería y las ventanillas. Una auténtica marea roja, que ninguna limpieza ni psicólogo podría nunca limpiar. Vida o muerte, se repetía en la cabeza del pelirrojo mientras escuchaba, a penas de fondo, los lamentos de su padre, al que había visto caer de un plumazo al suelo, mientras el sonido del disparo se repetía en bucle en su cabeza.
-Te van a curar. No me dejes Papá. No me dejes.
Los lamentos se escuchaban desde la parte de atrás de la furgoneta. Intentaba taponarse la herida, de manera que la hemorragia frenara, pero nunca habría funcionado. No con una herida como aquella.
Bien, yo no creo en milagros, normalmente. Pero fue un milagro que Archie llevara a su padre al hospital de Riverdale sin estrellar la camioneta.
Un portazo resonó en la estancia, acompañando el eco a su sonido. Y un pelirrojo apareció en la escena, cargando a su padre en brazos, todavía temblando por el impacto de la situación que les había tocado vivir.
- Ayuda, Por favor- chillaba desesperado- ¡Ayúdenme!
El chirrido de las botas que calzaba el mayor dejaban un rastro rojo a su paso, que permitían identificar su paso. Como las migas de Pan de Hansel y Gretel, todo el camino estaba marcado por el manchar de su suela. Pero en su caso, nunca se habrían perdido si tuvieran que volver.
- ¡Que alguien atienda a mi padre!
- ¡Una camilla!
- ¿Qué le ha pasado?- preguntó uno de los enfermeros.
- Le han disparado- Respondió Archie, entre lágrimas. Todavía sujetaba a su padre, en espera de otro apoyo mejor. Estaba rodeado por profesionales que podrían ayudar a su padre, pero todavía ni nunca estaría tranquilo.
-¿Tiene alguna enfermedad?, ¿Toma algún medicamento?- Sus brazos ahora se encontraban vacíos, mientras ese círculo de enfermeros rodeaba a Fred, quien se lamentó una vez más por el dolor.
- ¡Con cuidado!- Intentó advertir Archie ante esto último.
- ¿Puede oírme señor, puede decirme como se llama?.
Para Archie Andrews este sería el episodio más duro de toda su vida. Y se repetía a sí mismo una y otra vez que su padre iba a estar bien, mientras se llevaba las manos a la cabeza y observaba como se lo llevaban, intentando seguirlos.
- Se llama Fred Andrews- Contestó por él.
Una tormenta de ideas y diagnósticos le siguieron, pero Archie no escuchaba nada. Nada hasta que el mismo enfermero que lo había recogido en un principio lo cogió del brazo y frenando su avance, le dijo:
- Lo siento, pero tienes que quedarte aquí.
Entonces fue cuando de verdad sintió miedo, por que se quedó solo. Las puertas que conducían a quirófano se cerraron ante su cara y pudo ver, a través del cristal, como su padre se alejaba de él, sin saber si volvería a verlo, con vida.
Al otro lado de la ciudad, una chica dulce pero no menos inocente se acercaba a su heladería favorita al sonido de su canción, también favorita. Hoy sus padres no estarían en casa y había decidido darse un capricho para comer: Una hamburguesa con queso del Pop´s. Quiso salir temprano, por que sabía que la cafetería estaría llena en unas pocas horas y no la gustaba esperar.
Sin embargo, cuando cruzó de acera y vio el rastro de sangre que la huida de los Andrews había dejado a su paso, entró corriendo sin percatarse del gato que lamía uno de los charcos rojos que ahora inundaban la calle entre la fría nieve de invierno.
- ¡Señor Pops!- Chilló mientras se apartaba los auriculares de las orejas. No pudo hacer otra cosa que lanzar un chillido ahogado y llevarse las manos a la boca al contemplar el panorama del interior del lugar- Dios santo…
Una figura emergió del interior de la cocina. Era Pop Tate, regente de la cafetería que por muchos años había dirigido su familia. Años de experiencia, pero nunca nada como aquello.
Llevaba en sus manos una fregona, enrojecida por la sangre escurrida y un cubo, mediante los cuales intentaba dejar atrás todo rastro de lo que había pasado, minutos antes en la heladería.
- Cecilia- Se sorprendió al verla, más no lo reflejó. Su mente, al igual que la de Archie Andrews, solo repetía el disparo.
- ¿Pero que ha pasado aquí?, ¿Qué es toda esta sangre?.
El mayor, intentó responder, pero no le salían las palabras. Era difícil explicar algo como esto.
- Aguanta Papá- suplicaba el pelirrojo tras otro volantazo.
En el último se había llevado por delante un retrovisor y posiblemente estuviese infringiendo todas las normas de conducción posibles, pero eso ahora mismo no le importaba. La vida de su padre dependía de que tan rápido pudiese llegar al hospital.
-Venga, Casi hemos llegado- intentaba tranquilizarlo. Sin embargo, sonó mas a un intento de tranquilizarse a sí mismo.
La sangre de Fred Andrews manchaba la tapicería y las ventanillas. Una auténtica marea roja, que ninguna limpieza ni psicólogo podría nunca limpiar. Vida o muerte, se repetía en la cabeza del pelirrojo mientras escuchaba, a penas de fondo, los lamentos de su padre, al que había visto caer de un plumazo al suelo, mientras el sonido del disparo se repetía en bucle en su cabeza.
-Te van a curar. No me dejes Papá. No me dejes.
Los lamentos se escuchaban desde la parte de atrás de la furgoneta. Intentaba taponarse la herida, de manera que la hemorragia frenara, pero nunca habría funcionado. No con una herida como aquella.
Bien, yo no creo en milagros, normalmente. Pero fue un milagro que Archie llevara a su padre al hospital de Riverdale sin estrellar la camioneta.
Un portazo resonó en la estancia, acompañando el eco a su sonido. Y un pelirrojo apareció en la escena, cargando a su padre en brazos, todavía temblando por el impacto de la situación que les había tocado vivir.
- Ayuda, Por favor- chillaba desesperado- ¡Ayúdenme!
El chirrido de las botas que calzaba el mayor dejaban un rastro rojo a su paso, que permitían identificar su paso. Como las migas de Pan de Hansel y Gretel, todo el camino estaba marcado por el manchar de su suela. Pero en su caso, nunca se habrían perdido si tuvieran que volver.
- ¡Que alguien atienda a mi padre!
- ¡Una camilla!
- ¿Qué le ha pasado?- preguntó uno de los enfermeros.
- Le han disparado- Respondió Archie, entre lágrimas. Todavía sujetaba a su padre, en espera de otro apoyo mejor. Estaba rodeado por profesionales que podrían ayudar a su padre, pero todavía ni nunca estaría tranquilo.
-¿Tiene alguna enfermedad?, ¿Toma algún medicamento?- Sus brazos ahora se encontraban vacíos, mientras ese círculo de enfermeros rodeaba a Fred, quien se lamentó una vez más por el dolor.
- ¡Con cuidado!- Intentó advertir Archie ante esto último.
- ¿Puede oírme señor, puede decirme como se llama?.
Para Archie Andrews este sería el episodio más duro de toda su vida. Y se repetía a sí mismo una y otra vez que su padre iba a estar bien, mientras se llevaba las manos a la cabeza y observaba como se lo llevaban, intentando seguirlos.
- Se llama Fred Andrews- Contestó por él.
Una tormenta de ideas y diagnósticos le siguieron, pero Archie no escuchaba nada. Nada hasta que el mismo enfermero que lo había recogido en un principio lo cogió del brazo y frenando su avance, le dijo:
- Lo siento, pero tienes que quedarte aquí.
Entonces fue cuando de verdad sintió miedo, por que se quedó solo. Las puertas que conducían a quirófano se cerraron ante su cara y pudo ver, a través del cristal, como su padre se alejaba de él, sin saber si volvería a verlo, con vida.
Al otro lado de la ciudad, una chica dulce pero no menos inocente se acercaba a su heladería favorita al sonido de su canción, también favorita. Hoy sus padres no estarían en casa y había decidido darse un capricho para comer: Una hamburguesa con queso del Pop´s. Quiso salir temprano, por que sabía que la cafetería estaría llena en unas pocas horas y no la gustaba esperar.
Sin embargo, cuando cruzó de acera y vio el rastro de sangre que la huida de los Andrews había dejado a su paso, entró corriendo sin percatarse del gato que lamía uno de los charcos rojos que ahora inundaban la calle entre la fría nieve de invierno.
- ¡Señor Pops!- Chilló mientras se apartaba los auriculares de las orejas. No pudo hacer otra cosa que lanzar un chillido ahogado y llevarse las manos a la boca al contemplar el panorama del interior del lugar- Dios santo…
Una figura emergió del interior de la cocina. Era Pop Tate, regente de la cafetería que por muchos años había dirigido su familia. Años de experiencia, pero nunca nada como aquello.
Llevaba en sus manos una fregona, enrojecida por la sangre escurrida y un cubo, mediante los cuales intentaba dejar atrás todo rastro de lo que había pasado, minutos antes en la heladería.
- Cecilia- Se sorprendió al verla, más no lo reflejó. Su mente, al igual que la de Archie Andrews, solo repetía el disparo.
- ¿Pero que ha pasado aquí?, ¿Qué es toda esta sangre?.
El mayor, intentó responder, pero no le salían las palabras. Era difícil explicar algo como esto.
- Deja que te ayude.
Y sin importarle nada más, la recién llegada se quitó la chaqueta y se remangó el jersey, cogiendo la fregona que antes Pop sujetaba y poniéndose a trabajar sin hacer más preguntas.
Podrían haber pasado horas, por que era difícil eliminar algo que de sus mentes nunca se borraría. A pesar de sus avances y el color rojo desapareciendo de la madera, era olor a hierro, y sobre todo a muerte lo que dificultaba la tarea, pues se respiraba un ambiente siniestro y el miedo, era mutuo. Temían el regreso del encapuchado.
Por eso cuando las campanas de la puerta que indicaban la entrada de alguien nuevo al local, resonaron, ambos se tensaron y miraron a la puerta, rezando en sus mentes la imposibilidad de un nuevo homicidio.
Era Tara Yeller, a la que raramente se la veía por allí. Era vegetariana y no le iba mucho eso de compartir su espacio con gente menor a su categoría, por eso el Pop´s y ella no eran los mejores amigos. Sin embargo, hoy se había despertado con ganas de un batido de fresa y no había pensado en otra cosa hasta que cogió su descapotable rojo en dirección a la cafetería.
Cecilia y Pop soltaron un suspiro, agradeciendo en silencio mientras la morena inspeccionaba el lugar. El resonar de sus tacones acabó con el silencio que antes los presentes compartían, pero eso no impedía que la escena fuera menos tensa e incómoda.
Entonces hizo algo que a Cecilia nunca se la habría pasado por la cabeza. Se quitó el abrigo, aquel que podría costar perfectamente el doble de su casa y lo dejó suavemente sobre el suyo, mientras se acercaba a ella a paso firme y le decía seriamente, con la voz que imponía tanto como ella misma:
- Tráeme una fregona.
Jamás se la habría ocurrido que la diva del pueblo se le ocurriera coger un instrumento de limpieza en su vida, pero le dejó la suya, corriendo a donde sabía que estaba la cocina para coger otra nueva.
Esa mañana las miradas de Cecilia Y Tara se encontraron por primera vez y no sería la primera vez que compartían una conexión. Sin embargo, aún no lo sabían.
Entretanto, la cabeza de Tara solo podía pensar en acabar con este desastre lo más rápido posible. No lo había hecho por caridad, como pensaban sus dos acompañantes, sino en un intento de frenar un poco el pánico que enseguida se extendería por todo el pueblo. Si la muchedumbre llegaba y veía todo lo que ella estaba viendo, rápidamente se tomarían fotos y la noticia se extendería por todo el mundo.
No estuvieron solos mucho tiempo más, porque la campana volvió a sonar y alguien más entró. Un “dios mío” femenino hizo que tanto Cecilia como Tara levantaran la cabeza de sus quehaceres. La segunda soltó un gruñido y siguió con lo suyo, claramente molesta con la nueva presencia, sin embargo la restante sí que les mantuvo la mirada.
El señor Pop apareció por detrás, donde había ido, de nuevo, a cambiar el agua a su correspondiente cubo.
- Lo siento chicos- se disculpó- Hoy está cerrado. Ha habido…
Sin embargo fue interrumpido.
- Pop- declaró la rubia entre titubeos- Sabemos lo que ha pasado. Justo venimos del hospital.
Cecilia se sorprendió y temió, por que a pesar de la sangre, no se le habría ocurrido que fuese de otra persona que no fuera el atracador.
- ¿Quién está en el hospital?.
En ese momento fue ignorada.
- La cartera del señor Andrews está desaparecida- Miró a la preguntante, obviamente declarando que esa era la respuesta que buscaba.
- ¿Cómo está?
- Ya le han operado. Sabremos más cuando se despierte- Volvió a intervenir Betty.
- De acuerdo. La policía ya ha buscado, pero si queréis mirar otra vez estaba en ese reservado de allí.
Tara se dispuso, al igual que la chica de su lado, a avanzar hacia la dirección del reservado que el señor Pops estaba señalando. Por primera vez, su mirada cruzó con la de Jughead Jones, quien había sido su amor en un pasado, pero que ya no parecía tan lejano ahora que lo tenía tan cerca. Ahora no los unía nada mas que un pueblo, por que ni siquiera compartían instituto.
- Y, ¿Y que pasó Pops?- Preguntó el moreno tras desprenderse de la fría e incómoda mirada de ella- A tu entender.
Se sentó en uno de los reservados cercanos y lo miró directamente, por primera vez. Mientras, su novia buscaba lo que habían venido a hacer allí, la valiosa cartera de Fred. El dueño del local también despego la vista de aquel reservado para dirigirla al suelo, donde todavía se encontraba el último charco de sangre.
- Ojalá lo supiera- Se lamentó- En cuanto dejó de apuntarme con el arma, que dios me perdone, me escondí- Admitió negando con la cabeza- Ni recuerdo llamar a la policía, pero supongo que lo hice.
El anciano volvió al trabajo con la fregona, supongo que para intentar acabar con la vergüenza que aportaba su última confesión. No podía mirar a la cara a aquellos chicos, a ninguno de los cuatro. Se sentía un cobarde.
- ¿Cuánto dinero se ha llevado ese desgraciado, Pop?
- Ni un penique.
Ahí fue cuando Tara se sorprendió.
- Lo sabía- Declara Jughead mirando de nuevo a Betty, que por su expresión no había encontrado la cartera- ¿Qué clase de atracador atraca una cafetería y no se lleva ni un solo dólar?
- No era un atracador- Interviene Pop, por primera vez con la cabeza alta desde la entrada de la pareja- Este restaurante ha sido atracado muchas veces. Hasta nos han tirado ladrillos a las ventanas durante los disturbios. He mirado a muchos matones a los ojos, pero este hombre- se detuvo por un momento y continuó- Tenía otro objetivo más oscuro. Como si el ángel de la muerte hubiera venido a Riverdale.
Y sin importarle nada más, la recién llegada se quitó la chaqueta y se remangó el jersey, cogiendo la fregona que antes Pop sujetaba y poniéndose a trabajar sin hacer más preguntas.
Podrían haber pasado horas, por que era difícil eliminar algo que de sus mentes nunca se borraría. A pesar de sus avances y el color rojo desapareciendo de la madera, era olor a hierro, y sobre todo a muerte lo que dificultaba la tarea, pues se respiraba un ambiente siniestro y el miedo, era mutuo. Temían el regreso del encapuchado.
Por eso cuando las campanas de la puerta que indicaban la entrada de alguien nuevo al local, resonaron, ambos se tensaron y miraron a la puerta, rezando en sus mentes la imposibilidad de un nuevo homicidio.
Era Tara Yeller, a la que raramente se la veía por allí. Era vegetariana y no le iba mucho eso de compartir su espacio con gente menor a su categoría, por eso el Pop´s y ella no eran los mejores amigos. Sin embargo, hoy se había despertado con ganas de un batido de fresa y no había pensado en otra cosa hasta que cogió su descapotable rojo en dirección a la cafetería.
Cecilia y Pop soltaron un suspiro, agradeciendo en silencio mientras la morena inspeccionaba el lugar. El resonar de sus tacones acabó con el silencio que antes los presentes compartían, pero eso no impedía que la escena fuera menos tensa e incómoda.
Entonces hizo algo que a Cecilia nunca se la habría pasado por la cabeza. Se quitó el abrigo, aquel que podría costar perfectamente el doble de su casa y lo dejó suavemente sobre el suyo, mientras se acercaba a ella a paso firme y le decía seriamente, con la voz que imponía tanto como ella misma:
- Tráeme una fregona.
Jamás se la habría ocurrido que la diva del pueblo se le ocurriera coger un instrumento de limpieza en su vida, pero le dejó la suya, corriendo a donde sabía que estaba la cocina para coger otra nueva.
Esa mañana las miradas de Cecilia Y Tara se encontraron por primera vez y no sería la primera vez que compartían una conexión. Sin embargo, aún no lo sabían.
Entretanto, la cabeza de Tara solo podía pensar en acabar con este desastre lo más rápido posible. No lo había hecho por caridad, como pensaban sus dos acompañantes, sino en un intento de frenar un poco el pánico que enseguida se extendería por todo el pueblo. Si la muchedumbre llegaba y veía todo lo que ella estaba viendo, rápidamente se tomarían fotos y la noticia se extendería por todo el mundo.
No estuvieron solos mucho tiempo más, porque la campana volvió a sonar y alguien más entró. Un “dios mío” femenino hizo que tanto Cecilia como Tara levantaran la cabeza de sus quehaceres. La segunda soltó un gruñido y siguió con lo suyo, claramente molesta con la nueva presencia, sin embargo la restante sí que les mantuvo la mirada.
El señor Pop apareció por detrás, donde había ido, de nuevo, a cambiar el agua a su correspondiente cubo.
- Lo siento chicos- se disculpó- Hoy está cerrado. Ha habido…
Sin embargo fue interrumpido.
- Pop- declaró la rubia entre titubeos- Sabemos lo que ha pasado. Justo venimos del hospital.
Cecilia se sorprendió y temió, por que a pesar de la sangre, no se le habría ocurrido que fuese de otra persona que no fuera el atracador.
- ¿Quién está en el hospital?.
En ese momento fue ignorada.
- La cartera del señor Andrews está desaparecida- Miró a la preguntante, obviamente declarando que esa era la respuesta que buscaba.
- ¿Cómo está?
- Ya le han operado. Sabremos más cuando se despierte- Volvió a intervenir Betty.
- De acuerdo. La policía ya ha buscado, pero si queréis mirar otra vez estaba en ese reservado de allí.
Tara se dispuso, al igual que la chica de su lado, a avanzar hacia la dirección del reservado que el señor Pops estaba señalando. Por primera vez, su mirada cruzó con la de Jughead Jones, quien había sido su amor en un pasado, pero que ya no parecía tan lejano ahora que lo tenía tan cerca. Ahora no los unía nada mas que un pueblo, por que ni siquiera compartían instituto.
- Y, ¿Y que pasó Pops?- Preguntó el moreno tras desprenderse de la fría e incómoda mirada de ella- A tu entender.
Se sentó en uno de los reservados cercanos y lo miró directamente, por primera vez. Mientras, su novia buscaba lo que habían venido a hacer allí, la valiosa cartera de Fred. El dueño del local también despego la vista de aquel reservado para dirigirla al suelo, donde todavía se encontraba el último charco de sangre.
- Ojalá lo supiera- Se lamentó- En cuanto dejó de apuntarme con el arma, que dios me perdone, me escondí- Admitió negando con la cabeza- Ni recuerdo llamar a la policía, pero supongo que lo hice.
El anciano volvió al trabajo con la fregona, supongo que para intentar acabar con la vergüenza que aportaba su última confesión. No podía mirar a la cara a aquellos chicos, a ninguno de los cuatro. Se sentía un cobarde.
- ¿Cuánto dinero se ha llevado ese desgraciado, Pop?
- Ni un penique.
Ahí fue cuando Tara se sorprendió.
- Lo sabía- Declara Jughead mirando de nuevo a Betty, que por su expresión no había encontrado la cartera- ¿Qué clase de atracador atraca una cafetería y no se lleva ni un solo dólar?
- No era un atracador- Interviene Pop, por primera vez con la cabeza alta desde la entrada de la pareja- Este restaurante ha sido atracado muchas veces. Hasta nos han tirado ladrillos a las ventanas durante los disturbios. He mirado a muchos matones a los ojos, pero este hombre- se detuvo por un momento y continuó- Tenía otro objetivo más oscuro. Como si el ángel de la muerte hubiera venido a Riverdale.
Drea.
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