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Echoes, una historia, un pueblo.
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Echoes, una historia, un pueblo.
Ficha
→ Titulo: Echoes
→ Autor: Yo.
→ Adaptación: No.
→ Género: Romance, fantasía, drama.
→ Advertencias: Ninguna.
→ Otras páginas: Fanficlandia
٨
Los humanos son efímeros, mueren con facilidad, sería muy doloroso perder aquel ser que uno ha comenzado amar, la vida de alguien como un demonio avanza muy lenta para estar junto a uno como ellos
—Edgar.
Todo comenzó en la calle Alvarado en un pequeño pueblo de nombre Echoes, en un lugar al cual se denominaría una típica librería, aunque no lo es, nada allí lo es.
Última edición por BrokenHeart el Jue 31 Mayo 2018, 2:14 pm, editado 1 vez
BrokenHeart
Re: Echoes, una historia, un pueblo.
I; Él « damnare amans », parte 1.
El amor es una bendición y una maldición.
Era una tarde de abril cuando Edgar arrastro a Amalia en busca de la nueva librería en la calle de Alvarado. Las calles de un poblado como este siempre eran iguales, llenas de gente amable, pero hoy fue la excepción no había gente, tal vez porque era hora de comer, tres y media, el sonido de unos zapatos caminado eran la acera se hacían presente. El joven de cabello obscuro la agarró del brazo pues la chica de cabello castaño caminaba realmente lento.
— ¿Estás seguro que es por aquí, Edgar?—pregunto una voz femenina sin ganas.
—Sí, escuche que es una librería nueva. Dicen que es especial—dijo el muchacho.
— ¿Especial?
—Sí, camina más rápido, tortuga—respondió otra voz, esta masculina del nombrado Edgar.
Caminaron desde la calle Dahir, hasta la calle Alvarado cual estaba un poco más vacía que la otra ya que no tenía mucho que la había inaugurado. No tardaron mucho en encontrarla, solo dos casa de la florería de Clarece, una amable mujer francesa que se había mudado desde hace poco tiempo.
Estamos abiertos, decía el cartel. La librería en si parecía normal a la vista, una la cual se llamaría como de estilo antiguo o algo anticuada al norte de la calle Alvarado, en un pequeño e interesante lugar llamado Echoes. Antes de entrar tres personas salieron de allí: el más alto era de tez trigueña, tenía su cabello amarrado en una coleta alta de color café obscuro, su rostro era ligeramente cuadrado su nariz era ligeramente ancha y una sonrisa amable pintada en su rostro, sus ojos eran obscuros y brillantes, vestido como si iría a una fiesta de piscina, la camisa delgada y blanca que contrastaba con su obscura piel, pantalones cortos y sandalias, musculoso más que los otros, después una persona con los rasgos que se denominarían nórdicos apareció, alto pero no como el primero, su cabello estaba suelto y largo que le llegaba hasta su espalda de un color rubio platinado, su rostro era totalmente serio casi como hubiera sido tallado en mármol, tenía una nariz respingada y fina, sus labios estaban unidos en una fina línea, sus ojos eran azules, no era tan musculoso como el otro este era un tanto más delgado, su ropa era una sencilla camisa de manga larga de color café, con unos jeans negros y unos zapatos negros, el más pequeño de los tres era totalmente diferente, casi la apariencia de un niño no mayor de los 15 años, castaño con peinado hacia atrás, su rostro rayaba en el aspecto infantil y el de uno que estaba pasando por la pubertad, de piel tostada, ojos color marrones al igual que el rubio este mantenía un semblante serio, su ropa era más elegante una chaqueta negra con una camisa blanca y un moño, pantalones de vestir y unos zapatos Oxford lustrados
demasiado elegante para alguien tan joven.
—Buenas tardes—respondió la joven con una sonrisa cortes a los que pasaban a su lado.
—Buenas tardes—le respondió, este tenía un ligero acento con una sonrisa amable el moreno, aunque fue el único que saludo, los otro respondieron con un asentimiento por pura cortesía. Los ojos del rubio chocaron con la mirada color miel de la joven, su contacto visual duro poco un par de segundos, hasta que fue roto por el compañero de la chica jalándola hacia la puerta del establecimiento.
Poblado por inmigrantes de diferentes nacionalidades en un buen ambiente armónico, cual se había fundado hace unos pocos años. Mayormente era casi desconocido aunque tampoco estaba afuera del mapa, a las afueras de Estados Unidos y México, Echoes, fue fundado por una mezcla de culturas y de personas en busca de una buena vida, al principio fue un lugar lleno pequeñas viviendas, después se había convertido en un adorable pueblo de un buen y sano ambiente aunque una que otra vez un pequeño disturbio con un algún truhán que ultrajaba aquella paz pero en cierto modo Echoes, es un buen lugar para vivir y especialmente para los seres mágicos y para aquellas personas con un don como los magos y en este caso Flelim, el comensal de esta lo era. No lograba aparentar los 25 años, de piel pálida como la leche, dos ojos azules e intensos, una nariz algo grande pero recta, labios del tamaño de un piñón y de un color rosa suave, su cabello de color rojo brillante y amarrado en una coleta como un estilo victoriano. De vestimenta extravagante para alguien de su edad bueno lo que aparentaba, siempre vestido con camisas y corbatas junto a unos pantalones pegados, siempre con una gafas de color negro todo lo que su apariencia de solía llamar como un ratón de biblioteca, uno atractivo en cierto modo, tal vez por eso su librería siempre estaba llena de jovencitas hormonales y una que otra madre por allí. La librería de Flelim estaba llena con muchos libros de distintos tamaños y colores, llenos de palabras con sabiduría, al igual que magia. Flelim, había venido a vivir a este singular lugar por la magia y por reto de ayudar aquellos que tenían un don sin saberlo. El bonito sonido de música en tocado en piano de algún artista con una suave y melódica voz en japonés. El sonido de la campañilla desconcentro en de su lectura. Una mata de cabello negro y alborotado atravesó la puerta junto otro de un tono castaño, eran un chico y una chica: el muchacho de complexión delgada pero fuerte, algo así como un joven que hacia ejercicio solo por diversión, su rostro era atractivo ojos color verdes y brillantes levemente rasgados y con ligeras ojeras, una nariz algo a perfilada si no por un leve torcimiento en el puente de su nariz, traía una camisa negra simple, un pantalón ajustado del mismo color de la camiseta y unos converse negros. La chica tenía una complexión un poco más ancha y era más baja, tal vez por la gran camiseta de varón que traía de cabello castaño claro corto hasta sus hombros, su rostro era un poco redondo, era bonita sin duda, sus ojos eran color miel, nariz pequeña y al final en forma de bolita.
Los dos jóvenes se sorprendieron al ver aquella cantidad de libros de cada estante cual era hermoso. En Echoes las librerías eran solo tres y no había esa tal cantidad de libros. Todos y cada uno estaban llenos, de maravilloso libros, muchos colores, formas, tamaños, texturas.
Flelim sonrió con amabilidad e hizo que sus ojos se arrugaran un poco.
—Bienvenidos. Soy Flelim ¿En qué puedo ayudarles? —pregunto.
El morocho lo miro con desconfianza, Edgar desconfiaba mucho de las personas, de todos en particular menos de Amalia, este se acercó un poco más hacia donde estaba el dueño.
—Mi nombre es Edgar y ella es Amalia. Libros, deseamos libros—respondió con dureza.
El joven mago se sorprendió por aquella hostilidad hacia él, pero aun así con su misma amable sonrisa respondió:
—Pueden tomar los que deseen, como ven es una gran librería—dijo amablemente.
—Gracias, sí que es enorme, en las otras no están tan llenas —dijo con asombro la chica.
El dueño sonrió con satisfacción, desde que tuvo memoria su sueño era tener una librería para ayudar a los jóvenes sobre la magia
—Y ¿Cómo cual tipo de libro buscan? —pregunto.
—Me gustan los de ficción, terror o suspenso, aunque también los policiacos—respondió el joven de ojos verdes.
Flelim sonrió divertido, ellos creían que era una librería típica y aburrida.
—Me temo que no tengo, esos géneros aquí.
—Pero esto es una librería—cuestión la joven.
—Lo es, pero no una cualquiera—sonrió con un aire misterioso, se acercó un poco más a los jóvenes y susurro—, esta es mágica.
Edgar sonrió un poco. Había oído rumores sobre este lugar, donde su extraño dueño y lo que ocurría allí, el deseaba saber sobre ello.
—Lo sé. Había estado escudando cosas sobre este lugar y deseaba saber si era cierto. ¿A sí que eres un mago como Harry Potter?
—Algo así, solo que él es de ficción y yo no. —respondió y con eso chasqueo sus dedos apareció una rosa roja, que se lo entrego a Amalia, pero se le fue arrebatada por Edgar cual se hizo cenizas en su mano.
—Edgar—le regaño a su compañero, a veces Edgar era celoso y sobreprotector.
— ¿Qué eres? Un humano no puede hacer eso— Flelim lo miro a los ojos.
—Solo diré que ella es mi dueña. La protejo de todos y de todo—respondió con seriedad.
El mago miro al humano de cabello negro, después miro a la chica que miraba por todos lados de la librería con la mirada.
—Eso no debe ser de su incumbencia, señor.
—Edgar, discúlpelo señor Flelim, es un poco idiota. No sociabiliza con otros, solo conmigo. No estoy segura de que es, creo que el menos, no le gusta hablar de eso—ella le dio un golpe en su hombro del joven y lo miro molesta—yo soy de México, desde hace cinco años que me mude aquí y Edgar, no lo sé, Lo rescate cuando era cachorro de un callejón aquí.
— ¿Cachorro?—pregunto intrigado.
—Así es. Edgar conviértete en un perro—le ordeno, este le miro mal, pero obedeció. Su forma era de un hermoso perro negro alto y robusto de grandes ojos afilados de color verde y brillante, su hocico era elegante y se alzaba con orgullo, su postura mostraba porte.
El mago quedo maravillado, dio la vuelta de su escritorio para ver al perro más de cerca, este se acercó con intención de tocarlo.
—No me toques—gruño mostrando sus dientes.
—Lo siento, es algo especial—se disculpó la chica apenada.
—Entiendo—estaba decepcionado quería tocarlo, pero luego se compuso, —creo saber que es.
La chica miro sorprendida.
— ¿De verdad?
—Bueno, no estoy muy seguro, pero creo que alguien si—dijo—, Dina, ven Dina.
De un estante cerca apareció un ser alado, pequeño y femenino. Bonito era solo una palabra, ese pequeño ser era sin duda hermoso, su pequeño rostro era fino como el de una muñeca, ojos color chocolate, piel clara, su cabello de un color anaranjado corto y en punta, vestido con una toga blanca y sin nada que cubriera sus pequeños pies.
— ¿Qué es lo que buscas amo? —Hablo con una dulce voz. — ¡oh tenemos visitas! Que agradable sorpresa.
El pequeño ser llamado Dina, se acercó volando a los invitados.
—Un gusto, soy Dina, la ayudante de amo Flelim—Dina, acerco su pequeña mano a la joven, esta le respondió poniendo un dedo para saludarla y Dina envolvió su mano con el dedo de ella.
—El gusto es mía Dina, soy Amalia y este es Edgar.
El perro miro al hada, quien esta voló hacia la cabeza del perro y se sentó en él.
El perro negro sacudió su cabeza intentando sacar al hada, pero esta se agarró fuerte de él.
—Un ser como tú por aquí, es muy raro de ver uno, más aquí. En Echoes. Adivinare hiciste un trato, ¿no? Edgar el «damnare amans» —sonrió con cierta malicia.
—No es de tu incumbencia, hada—gruño.
—Está bien, tienes razón, no lo es—se alejó de su cabeza, sé acerco a la chica cerca de su rostro—, pero a ella sí, ¿no? A-m-a-l-i-a.
—«damnare amans»—murmuro sorprendido.
— ¿Un «damnare amans»? —pregunto.
—Los «damnare amans», son. . .
Edgar se volvió a transformar en humano, se dirigió al mago pelirrojo, lo agarro de su camisa y dijo:
—Cierra la boca, mago o si no, yo te juro que. . . —.Amalia se aferró del brazo del ya transformado Edgar, lo alejaba del mago.
—Edgar, no. Vámonos a casa ahora—decía.
— ¡Amo Flelim! —exclamo la hada sujeto un mechón de pelo de su amo y lo jalo con fuerza, intentando alejarlo e hizo que siseara de dolor.
— ¡Un día tendrá que saberlo! —exclamo.
—Yo le diré cuando, aun no es tiempo—lo soltó, se dio la vuelta y sin mirar a su protegida camino hacia la puerta del establecimiento.
—Vamos a casa, ya es tarde.
—Edgar.
Flelim se aliso su ropa, Dina soltó su cabello sentándose en él.
—Tienes razón, no es tiempo, pero si tú. . .
—Se lo diré, antes suceda algo más —respondió, este se acercó a Amalia y la tomo de la mano, la miro, ella lo miraba confundida, pero aun sin decir nada, lo siguió hasta la puerta, se fueron sin decir nada.
Dina soltó un suspiro cansado.
—Qué día, ¿no amo? —ella se levantó de su cabeza y se sentó en su hombro.
El nombrado no respondió, se quedó mirando a la puerta.
—Dina, ¿crees que se lo diga, antes de que. . .?
La pequeña hada miro a su amo, pues a veces él se involucraba con temas algo delicados como este, él era una buen ser quien no podía evitar querer ayudar.
—No lo sé amo. A veces no lo dicen por miedo a su pasado y volver a ser rechazados como en su otra vida, pero si el no desea morir, lo tendrá que hacer antes de que ella se enamore de alguien más. Los «amantes marchitos» siempre están malditos, ya sea por su vida pasada o porque no les corresponde esa persona. A veces el amor es así, ¿no? Amo—pregunto con una triste sonrisa.
—Sí, así es Dina. El amor es una bendición como una maldición. Tengo fe en que un día le diga. Y si, hoy fue un día muy estresante—este sonrió, acaricio con amabilidad la cabecita al hada y dijo; —, hoy vinieron esos tres y después estos dos. Hay que admitir que mi maestro Charles creció mucho desde la última vez que lo vi, ¿no?
Dina soltó una pequeña risa y asistió.
—Sí, lo creo.
Él también se rio un poco, sonido del ave ku-ku anunció la hora de cerrar.
—Ya es hora de cerrar. Mira cómo pasa el tiempo en este lugar—se dijo a sí mismo, se acercó a la entrada de su propio establecimiento y le dio la vuelta al pequeño letrero que decía estamos abiertos aún estamos cerrados, volvió a entrar desde adentro cerro con llave, agarro su libro que había dejado de leer y se lo llevo, camino hacia un pasillo, chasqueo los dedos y la luz se apagó
—Buenas noches Dina.
—Que descanse amo—la pequeña hada voló de su hombro a una pequeña puerta en la pared.
El silencio entre los dos era pesado, tan tenso. Lo único que se oía era a las personas caminado en las calles. Ninguno de ellos hablo, tal vez porque no sabían cómo empezar. Amalia intento hablar, pero no se le ocurrió nada que decir. Hasta que llegaron a unas cuantas calles de su casa, donde estaba en silencio. Edgar apretó la mano de la joven y se aclaró la garganta.
—Sé que no entiendes nada de lo que ocurrió en esa librería pero te prometo que te lo diré: solo que no hoy, ni mañana, solo dame tiempo—murmuro.
La joven de cabello castaño se detuvo y pregunto.
— ¿A caso no confías en mí? —ella se quedó parada sin levantar la mirada.
El muchacho se acercó a ella, con su otra mano le levanto la mirada, miro que los ojos de Amalia se humedecían.
—Confió en ti, lo hago con mi vida—le respondió.
— ¿Entonces por qué no me dices nada? —las lágrimas de la chica salieron corriendo hacia sus mejillas.
—Por qué, soy un cobarde—respondió, le soltó la mano, puso sus dos manos en el rostro de la joven y con los pulgares le seco las lágrimas—, porque, tengo miedo de que me odies.
—No, nunca te odiaría, eres mi familia. Además no debes de tener miedo, sabes que puedes en contar conmigo en lo que quieras—le dijo con una sonrisa.
Los ojos verdes del chico se humedecieron.
—Yo. . . —la voz del joven se quebró
—No, tienes razón. Tomate tu tiempo, no te preocupes, te voy a esperar hasta que tú lo desees—le dijo, las manos de la chica acariciaron el rostro de Edgar.
— ¿Qué tal si tú y yo vamos a tomar un café antes de ir a casa en alguna cafetería? —Dijo Amelia soltando el rostro de su protector, se secó las lágrimas.
—Bueno—respondió él con una sonrisa.
Amelia le mostro la mano y Edgar el agarro su pequeña mano, se fueron caminado entre las calles hasta entrar en alguna cafetería, aunque Edgar se sentía un poco tranquilo no deseaba decirlo aun pero sabía que un día él debía informarle antes de que alguien más la enamorara y él muriera de amor. A veces deseaba no ser lo que era pues ya sabía cómo sufriría si ella lo rechazara.
BrokenHeart
Re: Echoes, una historia, un pueblo.
Hola, me encanto como escribes ya deseo saber que mas pasa.
MissZaiko
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