Transtorno | Disorder

1: Parte I

Gemma entalló sus ojos con el dorso de la mano luego de apagar por quinta vez la alarma de su celular, apartó las cobijas con sus piernas y se hizo con un sweater de lana azul que tenía en el suelo. Se detuvo a pensar un instante en la esquina de su cama, era domingo en la mañana y bien no tenía planes fijos para lo que restaba del día; desde su mudanza fuera del campus no había visto a su novio, aún tenía cajas por revisar y un proyecto en que trabajar para la universidad luego de las vacaciones. Optó por revisar el correo en su celular.
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Y luego de un encogimiento de hombros, se preparó un boul de Froot Loops y se acomodó en el sillón de la salita para ver algún canal de moda o actualidad. Los acontecimientos de la noche anterior no pasaron por su mente hasta que tocaron el timbre luego de un par de horas más tarde. Titubeó antes de arrastrarse hasta el  picaporte (¿y si era él? ¿Estaría molesto por haberlo espiado? De todas formas, no sabría que fue ella quien lo hizo ¿no?) Sin embargo al otro lado del visor se encontraba un hombre uniformado con expresión impaciente sosteniendo un paquete de cartón forrado en cinta adhesiva con diversas pegatinas y cosas escritas en él.
 
-        ¡Paquete para Gemma Woods! – bramó y antes de que la yema de sus dedos gruesos volviera a presionar el timbre, Gemma abrió la puerta (no sin antes echarle un vistazo al departamento del frente). - ¿Gemma Woods?
-        Si.
-        Por favor firme aquí – le tendió una tablilla con hojas color amarillo. Supuso que el pequeño espacio en blanco en la lista le correspondía, así que apuntó su nombre e identificación con caligrafía perezosa.
 
El hombre le arrebató rápidamente el papel y se marchó por el ascensor. La caja que él parecía cargar con poco esfuerzo, a ella le costó demasiado y le temblaron los brazos y espalda en cuanto quiso elevarla a la altura de su pecho. La puerta del frente se abrió, dejando a la vista al chico usando un pantalón holgado y una musculosa negra que dejaba vislumbrar a medias un tatuaje en la zona de sus pectorales; Gemma apartó la mirada consternada tratando de llevar el objeto a su rostro, cosa que, claramente no tuvo éxito.
 
-        ¿Necesitas ayuda? – inquirió dando un paso hacia ella.
-        No, creo que puedo – dijo con la voz temblorosa – Gracias – agregó. Sin embargo sus piernas tambalearon en su intento de huida y fue cuando la distancia entre ambos fue reducida.
-        Puedo ayudarte – le quitó el paquete de las manos y cruzó el umbral de su departamento no sin detenerse y observarlo todo antes, Gemma rodeó su estómago con los brazos, sintiéndose repentinamente desnuda - ¿Dónde lo dejo?
-        Por allí – señaló en cualquier lugar, esperando que sea lo suficientemente adecuado. Sin embargo, él caminó en dirección opuesta al lugar indicado y lo dejó en una mesita desocupada del vestíbulo.
-        Creo que aquí está mejor – apuntó luego de sacudir sus manos en el pantalón.
-        Si, gracias, eh…
-        Daniel ¿tu?
-        Gemma.
-        Gemma – esbozó él, alargando un poco la palabra al inicio. – Anoche…
-        ¿Anoche? – contestó rápidamente fingiendo una confusión poco profesional.
-        Anoche – continua, mirándola por primera vez directamente a los ojos, la luz del sol que se colaba por las cortinas revelaron unos pequeños matices color miel en ellos – No era yo, bueno si, pero… - se rascó la nuca con frustración – Lo siento.

Ni estaba segura del porqué se disculpaba en realidad, pero antes de que ella pudiese pronunciar palabra alguna, Daniel se dio vuelta rápidamente y corrió como alma que lleva el diablo hacia su casa para desaparecer tras la puerta.