Vermilion

Vermilion

Prólogo

—Feliz cumpleaños, Scar. —dijeron todos con un pequeño tono de aburrimiento, yo aún estaba feliz porque al fin había cumplido los dieciséis, para mí era muy especial ya que por fin podría salir con mis amigas, emborracharme, conducir, conocer chicos y todas esas cosas que hacen los pubertos como yo. En ese momento solo esperaba soplar las velas y que mis deseos se hicieran realidad, en verdad lo ansiaba. Mis familiares estaban casi dormidos, lo sé, la mejor fiesta de cumpleaños de la vida, aun así para mí seguía siendo el mejor momento.

La reunión familiar acabó pronto, ya que el abuelo Richard estaba murmurando cosas dormido y mi tía Michelle terminó peleando con su esposo por un ataque de celos. Solo los ignoré, termine por coger una rebanada de pastel y comía mientras veía lo que hacía mi familia. Realmente me hacía falta algo, a pesar de todas las personas allí presentes faltaban dos: Mis hermanos. Elías y Nathaniel eran los que animaban siempre este tipo de reuniones y no los veo desde que cumplieron los dieciséis. Nadie nunca me dio razón de ellos y me pareció que hoy sería el momento indicado para conocer la verdad.

Había empezado a llover a cántaros hace unos cuantos minutos y fue suficiente para espantar a mis parientes y quedarme sola en casa con mis padres. Me había comida casi todo el pastel yo sola, junto con las bebidas y todo lo que tenía que ver con el verbo: “comer”. Mi madre solo me fulmino con la mirada y se llevó lo poco de pastel que quedaba. Ella de seguro me odiaba por comer sin ofrecerle al resto, así era mamá.

Mi padre, el respetado señor Cooper, revolvió mi cabello con sus manos y luego se sentó a mi lado. Dios, mi papá era perfecto, tanto físicamente como intelectualmente, no sé si sea correcto pensar eso, siendo el mi padre, pero así era. Me abrazó como si fuera su pequeña hija y entonces la luz de alerta se prendió en mi cabeza. Yo no debería ser su pequeña niña, ya era grande, digo, tenía dieciséis. Me separé de él y lo miré a los ojos.

—¿Dónde están? —Pregunté rápidamente. Tal vez no era el momento, pero yo me empeñaba en saber.
—¿Quiénes? — Luego de reír un rato entendió que no era juego, la verdad para mi mis hermanos nunca habían sido un juego y eso mi papa lo sabía muy bien. Se burló un buen rato y después aclaró su garganta para aclararme a mí las cosas. —Scarlet, linda… no sé si estés preparada o no. —Joder, cuando empezaba con su: “Scarlet, linda…” algo andaba mal.
—¿Preparada para qué? Por favor entiende que son mis hermanos y los quiero conmigo ya y ahora.
—Scar, a tus hermanos los… los mandamos a un internado en Canadá. —dijo muy serio, pero aun así a mí me parecía que estaba bromeando.
—No, espera. Esto es serio papá, estamos hablando de mis hermanos. Deja de jugar y dime la verdad.
—Es en serio, muy serio. En mi familia es tradición que a los dieciséis vayas a esa academia. No es culpa mía, yo no cree las reglas —dijo eso ultimo tratando de aligerar la tensión.

Aún no creía nada de eso, solo asentí con la cabeza a todo lo que él me decía, tal vez hoy no era el momento de preguntar ese tipo de cosas. Lo odiaba, pero lo amaba a la vez. Eso no me iba a impedir buscar a mis hermanos, los necesitaba, había estado casi cuatro años sin ellos, por obvias razones los extrañaba y mucho.

Esa noche fui a dormir con la charla inconclusa de mi padre y los recuerdos de mis hermanos. ¿Cómo podían ser tan malos y no decirle a su propia hija donde estaban sus hermanos? Eso no era legal… o no sabía si lo era o no, pero no debería serlo. Odiaba todo. Fue entonces cuando se me ocurrió una idea, ellos habían estudiado en mi actual escuela, por lo tanto debería tener archivos de ellos ahí y si es cierto lo del internado ese, los papeles del traslado estarían ahí y yo sabría dónde están mis hermanos. ¿Por qué no lo pensé antes? Supongo que el hecho de cumplir dieciséis me tenía perdida en el mundo.

Salté de mi cama para buscar ropa cómoda, luego mire el reloj al lado de mi cama y este marcaba las 2:45 de la mañana, era la hora. Salí por mi ventana trepando al reverso por un árbol que había cerca y corrí hasta mi escuela. Miles de imágenes de películas de terror vinieron a mi cabeza.

— ¿Por qué me hice caso? ¿No podía venir de día? —Susurré por lo bajo mientras bajaba por la ventana de la biblioteca de las escuela. De ahí fui directo a la oficina de archivos donde tendrían que estar los archivos de mis hermanos. Busque en los folios el apellido Cooper y solo vi mis datos, no había rastros de mis hermanos.

Encontré una caja llena de polvo justo en una esquina, decía: “Folios antiguos”, eso me sonaba a época victoriana pero no perdería nada con buscar, rápidamente el apellido Cooper apareció y encontré los folios de mis hermanos. Robé las fotos de sus carpetas porque se veía muy chistoso y luego me dispuse a leer. No entendía muy bien todas las letras de ahí, estaba bajo la adrenalina de ser descubierta y tenía que ser rápida. En ambas carpetas decía: “Academia Bandfort. Vermilion, Alberta, Canadá.” Junto a unas fotos de la dichosa estructura de la academia y algo parecido a coordenadas geográficas, tome las fotos de la academia, guardé todo en su lugar y luego me dirigí a la biblioteca para salir por donde había entrado.

—Estas no son horas para estar por acá… ¿No crees? —Escuché una voz masculina siguiendo mis pasos, lo que hizo que dejara de avanzar. Me giré para ver quién era y darle una explicación, de seguro era el conserje que trabajaba horas extras para que le aumentaran su salario. Un par de destellos rojos me cegaron y entonces perdí el conocimiento.