don't leave.

De pronto me encuentro sentada en el mismo lugar de hace un año, y déjame decirte que me siento bien conmigo misma, luego de un año de sufrimiento interno me he atrevido a volver a lo que era nuestro lugar favorito. Estaba tan equivocada, no siento un pequeño hincón en lo más profundo de mi corazón, ya no siento dolor y creo también que ahora soy inmune a percibir alguno como el que me causaste.

Entonces decido hacerte caso y cierro los ojos, tomo un fuerte respiro y trato de disfrutar de la naturaleza, pero no logro hacerlo. Tus palabras retumban en mi mente e imagino tu suave y masculina voz hablándome al oído. Las ráfagas de viento corren haciendo que mi cabello se agite en el aire, el césped comienza a producir cosquillas en los dedos de mis pies y, lastimosamente ahora no me siento tan bien.

Eras tan infantil, tomándome del brazo y obligándome a subir en tu auto, tan solo para observar el atardecer desde la montaña más alta, según tú. Aquel era mi pasatiempo favorito, todos los días a las cinco y media de la tarde. Tú te sentabas a observar el cielo, criticando y opinando sobre la vida; yo, iba porque podía apreciarte, yo hablaba en palabras mudas lo maravilloso que eras.

La mejor parte era cuando te quedabas callado, simplemente limitándote a observar como las nubes pasaban de aquí hacia allá. Cerrabas los ojos y sonreías, ¡que imagen más hermosa tenía en frente de mí! Y todos aquellos momentos los aprovechaba para retratarte, todos los dibujos eran iguales y sosos, pero tu eras el protagonista, aquello lo transformaba en algo espectacular. Y luego, sin darme cuenta, tus suaves y pálidos labios rozaban mi mejilla con delicadeza. A eso me refería, no podía esperar al siguiente miércoles para recibir otro beso tuyo.

— Quizá las personas de almas oscuras sean las nubes grises. —habías dicho, señalando el cielo a lo lejos.
— No me interesa, Emmet. —respondí yo, mientras me levantaba, dejándote en medio de la soledad.

Nuestra última conversación fue terrible. De nada.

Lo acepto, nunca prestaba atención a tus comentarios, mucho menos a tus preguntas. Al parecer era buena fingiendo, asentía con calma a tus palabras, esperando siempre aquella sonrisa que decoraría tu rostro seguido de aquellos claros y brillantes ojos. Cuando llegaba la noche y teníamos que irnos, tú buscabas el calor de mi mano y luego la apretabas. Esa sensación me encantaba, quería sentirme totalmente tuya y la torpeza de mi corazón lo conseguía.

Y entre risas recuerdo que eras insoportable, hablabas y hablabas, a pesar de que tu única compañía era yo. Eras tan torpe al igual que yo. Era de esperarse que la risa se convirtiera en un despiadado sollozo acompañado de pequeñas lágrimas rebeldes.

Te extraño, Emmet.

Finalmente abro los ojos y levanto la mirada tan sólo para darme cuenta de que aún no ha llegado la noche, aún tengo tiempo de observar las nubes, observarte a ti. Sé que estás ahí, se que eres ambas, nube clara o nube gris. Quizá sean tus lágrimas las que caen en las noches de ensueño que he perdido y, tal vez los truenos sean tu rabia cuando no he podido observarte o, mejor aún, sea el arcoíris que alumbra cada cierto tiempo cuando te recuerdo.

El aire todavía sigue en movimiento y en silencio le ruego que me lleve contigo. Quiero ser una nube clara, Emmet. Tu y yo no tuvimos almas oscuras, nunca las tuvimos. Quiero ser parte del cielo, porque es ahí a dónde perteneces, porque estoy segura que es ahí en donde ahora estás, siendo una pequeña parte de lo que solías admirar cuando seguías con vida.

He roto todos los dibujos de mi cuaderno, en el cual sólo queda una hoja en blanco en la que ahora plasmo entre temblorosos movimientos: No me dejes.

ficha obligatoria:

presentación y bla: