Conectarse
Últimos temas
miembros del staff
Beta readers
|
|
|
|
Equipo de Baneo
|
|
Equipo de Ayuda
|
|
Equipo de Limpieza
|
|
|
|
Equipo de Eventos
|
|
|
Equipo de Tutoriales
|
|
Equipo de Diseño
|
|
créditos.
Skin hecho por Hardrock de Captain Knows Best. Personalización del skin por Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
El principe ruso (Joe y tu)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
Página 6 de 9. • Comparte
Página 6 de 9. • 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9
Re: El principe ruso (Joe y tu)
Dios! Joseph es un maldito, nimodos asi lo amo xD Siguela pronto!
Ceecy Geller
Re: El principe ruso (Joe y tu)
Capitulo 8
Un mes más tarde...
________ apagó el despertador, haciendo un esfuerzo para sentarse en la cama. Cada día parecía amanecer antes y durante las últimas dos semanas le costaba un mundo despertarse. Y no era el jet lag. Habían vuelto a Dallas un mes antes y el jet lag se le había pasado en unos días.
Pero estaba cada día más cansada, como si necesitara una descarga de cafeína en las venas para poder moverse. Tomaba varios cafés por la mañana, pero a mediodía ya estaba cansada de nuevo. Y cuando llegaba a casa, lo único que le apetecía era meterse en la cama.
Nada había sido igual desde que volvió de Rusia. Había encontrado trabajo en un bufete la semana anterior, gracias a Mavis, que también se había negado a trabajar para Joseph Voronov después de pasar tantos años con Chad y su padre. El sueldo no era tan bueno como en la empresa Russell, pero podría arreglárselas.
_______ encontró fuerzas para saltar de la cama y ponerse un albornoz, pero antes de ducharse necesitaba una taza de café.
–Qué mal aspecto tienes –dijo Emma cuando entró en la cocina.
–Gracias –murmuró _______, irónica.
Su hermana tampoco estaba precisamente en su mejor momento, pero por una razón bien diferente. Desde que volvieron a Texas apenas había visto a Chad, que estaba en Alaska, haciendo negocios con unos amigos de su padre. Había puesto su fortuna personal en la compañía Russell y cuando la empresa se declaró en quiebra, también él tuvo que hacerlo.
De modo que la boda entre Emma y Chad había sido pospuesta y, en su opinión, no había visos de que fuese a tener lugar. Por eso oía llorar a Emma todas las noches en su habitación. _______ odiaba a Joseph Voronov por muchas razones, pero ésa era la principal.
Suspirando, tomó un sorbo de café, pero el sabor la hizo sentir arcadas y dejó la taza sobre la encimera.
–¿Qué haces despierta tan temprano?
Emma frunció el ceño.
–Tengo exámenes finales. ¿Qué te pasa, estás enferma?
________ se llevó una mano al estómago. Llevaba semanas haciéndose esa pregunta.
–No lo sé.
–Estás muy pálida, deberías quedarte en casa.
–No puedo, soy nueva en el bufete y no quiero tener problemas.
–Pero no estás bien. Si quieres, yo llamaré a Mavis.
________ hizo un gesto con la mano.
–No, por favor. Se me pasará en cuanto me duche.
Pero después de ducharse no se sentía mejor en absoluto, al contrario. Sentía náuseas y tuvo que inclinarse sobre el inodoro para vomitar.
Tal vez Emma tenía razón, tal vez era algún virus.
__________ se puso un pantalón oscuro y un jersey azul y se dirigió al bufete, sin desayunar. Pero la mañana fue una tortura. Intentó comer un donut que le había llevado Mavis pero, de nuevo, tuvo que ir al baño dos veces a vomitar, aunque no había comido nada.
Cuando volvió a su escritorio, Mavis la miró con cara de sorpresa.
–¿Qué te pasa? Estás muy pálida.
_________ se dejó caer sobre la silla, con una mano en el estómago.
–No lo sé. Debe ser una intoxicación alimentaria o algo así. Tengo el estómago fatal.
–Podría ser –asintió Mavis, colocándose un lápiz en el pelo– pero llevas unas semanas muy cansada y con mala cara. ¿Has vomitado?
–Desde esta mañana no paro de hacerlo.
–¿Qué síntomas tienes?
–Estoy muy cansada y me cuesta mucho levantarme de la cama.
Mavis hizo una mueca.
–No tendrás novio, ¿verdad?
________ negó con la cabeza.
–Ya sabes que no. ¿Por qué lo dices?
–Porque si tuvieras novio te preguntaría cuándo fue la última vez que tuviste la regla y sugeriría que te hicieras una prueba de embarazo.
–¿Qué? –exclamó __________.
–Pero como no puede ser eso porque no tienes novio –siguió Mavis– deberías ir al médico. Tal vez tengas la gripe o una de esas gastroenteritis que hay por ahí. Aunque me recuerdas a mi hija cuando se quedó embarazada de los gemelos. La pobre no podía comer nada y estaba todo el día en la cama.
______ experimentó un escalofrío de aprensión. Pero no podía ser. Joe había usado preservativo y sólo lo habían hecho una vez.
¡Era imposible que estuviese embarazada!
Sin embargo, su cerebro trabajaba a toda velocidad haciendo las cuentas...
El teléfono sonó en ese momento y Mavis contestó, evitándole tener que seguir hablando del asunto. Mientras ella hablaba, Paige se quedó pensativa. No recordaba la última vez que tuvo el período, pero eso no significaba nada. Podría ser el estrés del viaje a Rusia, algún retraso sin importancia... sí, tenía que ser eso: estrés y un virus estomacal.
Aunque lo mejor sería comprobarlo porque la preocupación significaba más estrés. Y la única manera de solucionarlo era pasar por la farmacia para comprar una prueba de embarazo.
_________ intentó concentrarse en el trabajo, aunque no dejaba de darle vueltas a la cabeza. Afortunadamente, media hora después el señor Ramírez, uno de los socios del bufete, le dijo que podía irse a casa.
Media hora después se sentía un poco mejor, pero el paquetito que llevaba en el bolso podría cambiarlo todo.
__________ lo sacó, con el corazón acelerado. ¿De verdad era necesario? ¿Sería posible?
Cualquier cosa era posible, por supuesto. Y cuando la prueba diese negativo, pediría cita con su médico. Tal vez era alérgica a algo o había contraído un extraño virus en Rusia.
Veinte minutos después, y una vez leídas las indicaciones atentamente, las siguió al pie de la letra y, mientras esperaba, fue a la cocina porque tenía el estómago vacío.
Con un yogur en la mano, volvió al cuarto de baño para revisar la prueba. Sólo había pasado un minuto, pero la ventanita digital ya tenía una respuesta.
La cuchara que tenía en la mano cayó en el lavabo y ________ tuvo que hacer un esfuerzo para sujetar el yogur.
Embarazada.
Nerviosa, tomó la barrita para mirarla de cerca. Tal vez había visto mal... pero no.
¡Estaba embarazada! Iba a tener un hijo con un príncipe ruso.
No le parecía real, no le parecía posible. Y, sin embargo, la prueba no mentía.
__________ pudo llegar al sofá antes de caer al suelo porque las piernas no la sostenían. ¿Qué iba a hacer?, se preguntó, llevándose una mano al abdomen. ¿De verdad había una vida dentro de ella? ¿Un hijo de Joe?
Podría terminar con el embarazo y nadie lo sabría nunca. Podría gestar al bebé y darlo luego en adopción. O podría tener a su hijo.
_________ apretó las manos sobre su abdomen en un gesto posesivo. Sabía lo que iba a hacer, quería a aquel niño con una fuerza que la sorprendía. Tendría a su hijo y lo criaría sola. No sería fácil, especialmente ahora que su sueldo se había visto reducido, pero ella ya sabía lo difícil que era. Ya sabía lo que era trabajar a todas horas para criar a un niño porque lo había hecho con su hermana.
No sería fácil, pero se acostumbraría.
Pero ¿y Joe?
________ se mordió los labios. ¿Debía ponerse en contacto con él? No, Alexei era un hombre frío y cruel que había fingido ser algo que no era.
Había fingido ser solícito, amable y había fingido un interés por ella que en realidad no sentía con el propósito de sacarle información sobre la empresa Russell. Cuando ya no necesitaba esa información la había descartado como si fuera un estorbo y no había vuelto a ponerse en contacto con ella desde entonces.
Joe había encontrado a Emma cuando estaba en la habitación de Chad, de modo que si hubiera querido encontrarla a ella en Dallas lo habría hecho. Pero, sencillamente, no quería encontrarla.
De hecho, aunque le dolía reconocerlo, probablemente no había vuelto a pensar en ella. Desde que la dejó en la puerta del hotel, la había borrado de su mente.
Lo sabía porque había visto una fotografía de Joe en un reciente estreno de Hollywood. Iba con una actriz guapísima que se agarraba a su brazo y le sonreía como si fuera el centro del universo.
_________ experimentó una punzada de celos que intentó controlar de inmediato. La actriz descubriría pronto lo cruel que podía ser el príncipe Voronov. Era uno de los hombres más deseados del mundo, pero sólo para quien no lo conocía.
♫ Laura Jonas ♥
Re: El principe ruso (Joe y tu)
Y cuando pensó en su hermana, su odio por Joe aumentó.
No, no se pondría en contacto con él. Joe había dejado claro lo que pensaba sobre esa noche. Era algo que ya había olvidado y era ella quien tendría que lidiar con las consecuencias.
Joe se decía a sí mismo que, sencillamente, quería devolverle los guantes que había olvidado en el palacio. Y el abrigo, el pañuelo y el gorro de piel que había dejado en el hotel dentro de una bolsa, con órdenes de que la llevaran a su oficina.
Debería haberlo esperado. Paige era orgullosa y obstinada y era previsible que hubiera querido decir la última palabra.
Se preguntó entonces por qué había conservado los guantes. Los había encontrado el fin de semana siguiente, sobre la mesilla de la habitación, donde alguna criada debía haberlos dejado porque recordaba perfectamente que Paige se los había quitado para tocarlo.
Joe cerró los ojos. Para tocarlo...
Esa noche, en el palacio, le había hecho el amor con una intensidad que lo dejó sorprendido.
Y no había vuelto a estar con una mujer desde entonces. Había pensado hacerlo, incluso había salido con una preciosa actriz recientemente, pero la noche terminó cuando la llevó a su casa y se despidió con un casto beso en la puerta.
Sencillamente, no lo excitaba como ________.
_________ Barnes, que llevaba gafas y trajes aburridos y que lo había besado como si necesitara sus caricias para respirar.
Había querido volver a verla y ya que estaba en Dallas para explorar su reciente adquisición, no tendría que esperar más. La vería y le devolvería el maldito abrigo.
La empresa Russell era suya por fin y, aunque había pensado que sentiría un gran placer al entrar en las lujosas oficinas como propietario, no había sido tan dulce como esperaba. Por un momento, mientras estaba en el despacho en el que Tim Russell le había negado su ayuda, se sintió más vacío que nunca.
¿Por qué?
La limusina que había contratado lo llevó a su hotel, a las afueras de la ciudad, en una zona residencial con grandes mansiones y jardines bien cuidados.
___________ había mantenido su palabra y se había ido de la empresa, pero sabía que trabajaba en un bufete y que a aquella hora estaría en su casa. Había pensado ir a verla a la oficina, pero decidió que sería mejor hacerlo en privado.
¿Qué diría cuando volviese a verlo? ¿Volvería a ver un brillo de deseo en sus ojos o lo miraría con odio? Quería lo primero y esperaba, por ella, que fuese lo último.
Porque, aunque no debería, seguía deseándola como loco. Y aunque acostarse con ella sería placentero, no tenía más que darle y no le arrebataría nada más... aunque no hubiese podido evitar llevarle el abrigo en persona.
Por fin, el coche se detuvo frente a una casa de piedra marrón con un porche cubierto. Era una casita agradable y el jardín parecía bien cuidado.
Joe tomó la bolsa y llamó al timbre. Había una mujer de pelo gris en el porche de la casa de al lado, mirándolo fijamente. Cuando le sonrió, ella entró en la casa a toda prisa. Aunque no le pasó desapercibido que seguía fisgoneando desde la ventana. :lol!:
Y, por fin, la puerta se abrió. Joe no sabía lo que había esperado que ocurriera cuando volviese a verla, pero desde luego lo que no había imaginado era sentir aquella pulsación en la entrepierna.
–Hola, _________ –la saludó, mirándola de arriba abajo.
Llevaba un pantalón corto que dejaba al descubierto sus bien torneadas piernas y un top que se ajustaba a sus generosos pechos. Su pelo oscuro estaba sujeto en la típica coleta... y no parecía precisamente contenta de verlo.
–¿Qué haces aquí? –le espetó ella.
Joe levantó la bolsa.
–Devolverte tu abrigo.
__________ se agarró al quicio de la puerta.
–No lo quiero, príncipe Voronov. Gracias por venir, pero márchese, por favor.
–Qué formal... considerando lo que ha habido entre nosotros.
Le encantó ver que se ponía colorada. Tan sensual, tan inocente a la vez. Eso era lo que recordaba, lo que anhelaba.
–Yo... –de repente, el rostro de __________ se volvió de una tonalidad casi verdosa–. Perdona... –fue lo único que pudo decir antes de entrar corriendo en la casa.
Joe cerró la puerta y, dejando la bolsa sobre una silla, la siguió hasta el baño, donde la encontró vomitando.
–¿Qué te pasa, estás enferma? ¿Quieres que llame a un médico?
–No –respondió ella desde el otro lado–. Me sentiré mejor cuando te vayas, así que vete. ¡Y llévate el abrigo!
–Como tú quieras –dijo Joe. Aunque no tenía la menor intención de hacerlo.
En lugar de eso, entró en la cocina y se sentó en un taburete. Desde allí se veía el cuarto de estar con un enorme sofá, un par de sillones y un televisor. No era suntuoso pero sí hogareño, acogedor.
Tras la muerte de su padre, él había vivido en una casa no mucho más grande que aquella. Lo único que heredaron fue una pequeña cantidad de dinero y una finca que todo el mundo pensaba que no valía nada. Pero a él le encantaba esa finca de niño. No tenían mucho dinero, pero Katerina y él jugaban durante horas en el bosque, por el que pasaba un riachuelo. Nadaban, correteaban y se subían a los árboles como monos...
Eran muy felices. A los niños les daba igual que hubiese dinero en la casa mientras tuvieran comida en la mesa y alguien que los quisiera de verdad.
Más que nada, Joe soñaba con devolverle a su madre el estilo de vida que había disfrutado cuando era la princesa Voronov. Y había trabajado sin descanso para conseguirlo, pero el éxito le llegó demasiado tarde.
Había recuperado el palacio familiar y otras casas en varios países, pero en ninguna de ellas tenía la sensación de estar en su hogar, esa sensación que recordaba de la infancia. En aquella casa, sin embargo, sí experimentaba esa sensación.
Un hogar era algo más que un montón de ladrillos y muebles, era una sensación indefinible. Joe anhelaba tenerlo y, sin embargo, era algo que la vida le había negado durante muchos años.
Y que seguiría negándole, pero ya estaba acostumbrado. Cuando a uno no le importaba nada ni nadie, cuando no se tenía una sensación de hogar, no te lo podían arrebatar. Y él sabía por experiencia que era mejor así.
La puerta del baño se abrió y ________ salió al pasillo, tambaleándose. Pero al verlo, se quedó inmóvil.
–Has dicho que te ibas.
–He mentido.
_________ entró en la cocina y sacó de la nevera una botella de agua mineral.
–Eso se te da bien, ¿verdad?
–Yo nunca te he mentido.
–No, sencillamente no me contaste la verdad –dijo ella, antes de tomar un sorbo de agua.
–En realidad, sí lo hice. Te dije por qué querría tenerte cerca si trabajaras para mí.
–Ésa no era la verdad –replicó _________, haciendo una mueca de desdén–. La verdad era: _________, no me siento atraído por ti, pero quiero que lo creas y así me contarás los secretos de Chad Russell. Y luego le robaré la empresa y os dejaré a todos sin trabajo.
En sus ojos oscuros veía la rabia y el odio que había esperado. ¿Pero el miedo?
¿Por qué le tenía miedo?
–Yo no he robado nada –Joe suspiró–. Lo que hice fue comprar una compañía. Y la atracción que sentía por ti no era una mentira.
________ se llevó una mano a la frente.
–Muy bien, no robaste nada y de verdad te sentías atraído por mí. Te creo –le dijo–. Y ahora, por favor, ¿te importaría marcharte?
Joe frunció el ceño.
–Deberías sentarte.
–Lo haré cuando te vayas.
–No voy a irme ahora mismo. Ven, siéntate en el sofá.
_________ lo miró, con los ojos muy abiertos.
–No lo puedes evitar, ¿verdad? Chascas los dedos y esperas que todo el mundo haga lo que tú quieres. Pues lo siento, pero ésta es mi casa y si no te marchas llamaré a la policía.
–Si te sientas, me iré –dijo Joe. La amenaza de llamar a la policía no significaba nada para él, pero estaba claro que su presencia la alteraba.
Había hecho lo que tenía que hacer y no había razón alguna para quedarse. No había nada para él allí, nada para ninguno de los dos.
–Muy bien, de acuerdo –__________ entró en el salón y se dejó caer en el sofá–. Ya puedes irte.
–Necesitas un médico –dijo Joe, preocupado al ver que seguía muy pálida.
No, no se pondría en contacto con él. Joe había dejado claro lo que pensaba sobre esa noche. Era algo que ya había olvidado y era ella quien tendría que lidiar con las consecuencias.
Joe se decía a sí mismo que, sencillamente, quería devolverle los guantes que había olvidado en el palacio. Y el abrigo, el pañuelo y el gorro de piel que había dejado en el hotel dentro de una bolsa, con órdenes de que la llevaran a su oficina.
Debería haberlo esperado. Paige era orgullosa y obstinada y era previsible que hubiera querido decir la última palabra.
Se preguntó entonces por qué había conservado los guantes. Los había encontrado el fin de semana siguiente, sobre la mesilla de la habitación, donde alguna criada debía haberlos dejado porque recordaba perfectamente que Paige se los había quitado para tocarlo.
Joe cerró los ojos. Para tocarlo...
Esa noche, en el palacio, le había hecho el amor con una intensidad que lo dejó sorprendido.
Y no había vuelto a estar con una mujer desde entonces. Había pensado hacerlo, incluso había salido con una preciosa actriz recientemente, pero la noche terminó cuando la llevó a su casa y se despidió con un casto beso en la puerta.
Sencillamente, no lo excitaba como ________.
_________ Barnes, que llevaba gafas y trajes aburridos y que lo había besado como si necesitara sus caricias para respirar.
Había querido volver a verla y ya que estaba en Dallas para explorar su reciente adquisición, no tendría que esperar más. La vería y le devolvería el maldito abrigo.
La empresa Russell era suya por fin y, aunque había pensado que sentiría un gran placer al entrar en las lujosas oficinas como propietario, no había sido tan dulce como esperaba. Por un momento, mientras estaba en el despacho en el que Tim Russell le había negado su ayuda, se sintió más vacío que nunca.
¿Por qué?
La limusina que había contratado lo llevó a su hotel, a las afueras de la ciudad, en una zona residencial con grandes mansiones y jardines bien cuidados.
___________ había mantenido su palabra y se había ido de la empresa, pero sabía que trabajaba en un bufete y que a aquella hora estaría en su casa. Había pensado ir a verla a la oficina, pero decidió que sería mejor hacerlo en privado.
¿Qué diría cuando volviese a verlo? ¿Volvería a ver un brillo de deseo en sus ojos o lo miraría con odio? Quería lo primero y esperaba, por ella, que fuese lo último.
Porque, aunque no debería, seguía deseándola como loco. Y aunque acostarse con ella sería placentero, no tenía más que darle y no le arrebataría nada más... aunque no hubiese podido evitar llevarle el abrigo en persona.
Por fin, el coche se detuvo frente a una casa de piedra marrón con un porche cubierto. Era una casita agradable y el jardín parecía bien cuidado.
Joe tomó la bolsa y llamó al timbre. Había una mujer de pelo gris en el porche de la casa de al lado, mirándolo fijamente. Cuando le sonrió, ella entró en la casa a toda prisa. Aunque no le pasó desapercibido que seguía fisgoneando desde la ventana. :lol!:
Y, por fin, la puerta se abrió. Joe no sabía lo que había esperado que ocurriera cuando volviese a verla, pero desde luego lo que no había imaginado era sentir aquella pulsación en la entrepierna.
–Hola, _________ –la saludó, mirándola de arriba abajo.
Llevaba un pantalón corto que dejaba al descubierto sus bien torneadas piernas y un top que se ajustaba a sus generosos pechos. Su pelo oscuro estaba sujeto en la típica coleta... y no parecía precisamente contenta de verlo.
–¿Qué haces aquí? –le espetó ella.
Joe levantó la bolsa.
–Devolverte tu abrigo.
__________ se agarró al quicio de la puerta.
–No lo quiero, príncipe Voronov. Gracias por venir, pero márchese, por favor.
–Qué formal... considerando lo que ha habido entre nosotros.
Le encantó ver que se ponía colorada. Tan sensual, tan inocente a la vez. Eso era lo que recordaba, lo que anhelaba.
–Yo... –de repente, el rostro de __________ se volvió de una tonalidad casi verdosa–. Perdona... –fue lo único que pudo decir antes de entrar corriendo en la casa.
Joe cerró la puerta y, dejando la bolsa sobre una silla, la siguió hasta el baño, donde la encontró vomitando.
–¿Qué te pasa, estás enferma? ¿Quieres que llame a un médico?
–No –respondió ella desde el otro lado–. Me sentiré mejor cuando te vayas, así que vete. ¡Y llévate el abrigo!
–Como tú quieras –dijo Joe. Aunque no tenía la menor intención de hacerlo.
En lugar de eso, entró en la cocina y se sentó en un taburete. Desde allí se veía el cuarto de estar con un enorme sofá, un par de sillones y un televisor. No era suntuoso pero sí hogareño, acogedor.
Tras la muerte de su padre, él había vivido en una casa no mucho más grande que aquella. Lo único que heredaron fue una pequeña cantidad de dinero y una finca que todo el mundo pensaba que no valía nada. Pero a él le encantaba esa finca de niño. No tenían mucho dinero, pero Katerina y él jugaban durante horas en el bosque, por el que pasaba un riachuelo. Nadaban, correteaban y se subían a los árboles como monos...
Eran muy felices. A los niños les daba igual que hubiese dinero en la casa mientras tuvieran comida en la mesa y alguien que los quisiera de verdad.
Más que nada, Joe soñaba con devolverle a su madre el estilo de vida que había disfrutado cuando era la princesa Voronov. Y había trabajado sin descanso para conseguirlo, pero el éxito le llegó demasiado tarde.
Había recuperado el palacio familiar y otras casas en varios países, pero en ninguna de ellas tenía la sensación de estar en su hogar, esa sensación que recordaba de la infancia. En aquella casa, sin embargo, sí experimentaba esa sensación.
Un hogar era algo más que un montón de ladrillos y muebles, era una sensación indefinible. Joe anhelaba tenerlo y, sin embargo, era algo que la vida le había negado durante muchos años.
Y que seguiría negándole, pero ya estaba acostumbrado. Cuando a uno no le importaba nada ni nadie, cuando no se tenía una sensación de hogar, no te lo podían arrebatar. Y él sabía por experiencia que era mejor así.
La puerta del baño se abrió y ________ salió al pasillo, tambaleándose. Pero al verlo, se quedó inmóvil.
–Has dicho que te ibas.
–He mentido.
_________ entró en la cocina y sacó de la nevera una botella de agua mineral.
–Eso se te da bien, ¿verdad?
–Yo nunca te he mentido.
–No, sencillamente no me contaste la verdad –dijo ella, antes de tomar un sorbo de agua.
–En realidad, sí lo hice. Te dije por qué querría tenerte cerca si trabajaras para mí.
–Ésa no era la verdad –replicó _________, haciendo una mueca de desdén–. La verdad era: _________, no me siento atraído por ti, pero quiero que lo creas y así me contarás los secretos de Chad Russell. Y luego le robaré la empresa y os dejaré a todos sin trabajo.
En sus ojos oscuros veía la rabia y el odio que había esperado. ¿Pero el miedo?
¿Por qué le tenía miedo?
–Yo no he robado nada –Joe suspiró–. Lo que hice fue comprar una compañía. Y la atracción que sentía por ti no era una mentira.
________ se llevó una mano a la frente.
–Muy bien, no robaste nada y de verdad te sentías atraído por mí. Te creo –le dijo–. Y ahora, por favor, ¿te importaría marcharte?
Joe frunció el ceño.
–Deberías sentarte.
–Lo haré cuando te vayas.
–No voy a irme ahora mismo. Ven, siéntate en el sofá.
_________ lo miró, con los ojos muy abiertos.
–No lo puedes evitar, ¿verdad? Chascas los dedos y esperas que todo el mundo haga lo que tú quieres. Pues lo siento, pero ésta es mi casa y si no te marchas llamaré a la policía.
–Si te sientas, me iré –dijo Joe. La amenaza de llamar a la policía no significaba nada para él, pero estaba claro que su presencia la alteraba.
Había hecho lo que tenía que hacer y no había razón alguna para quedarse. No había nada para él allí, nada para ninguno de los dos.
–Muy bien, de acuerdo –__________ entró en el salón y se dejó caer en el sofá–. Ya puedes irte.
–Necesitas un médico –dijo Joe, preocupado al ver que seguía muy pálida.
♫ Laura Jonas ♥
Re: El principe ruso (Joe y tu)
–Estoy bien. He tenido la gripe últimamente, pero me estoy recuperando.
–Entonces, me marcho. He dejado el abrigo y lo demás en la entrada. Haz lo que quieras con todo eso, pero no me lo devuelvas.
El teléfono empezó a sonar entonces pero ________, pálida y con los ojos cerrados, no se levantó para contestar. Joe no quería marcharse, pero ella no lo quería allí...
Cuando se volvía hacia la puerta saltó el contestador y en cuanto la persona que llamaba empezó a hablar, ________ se levantó del sofá.
Pero no fue lo bastante rápida.
–Llamo de la consulta del doctor Fitzgerald para confirmar la ecografía de mañana. Tiene que traer...
________ sentía que le daba vueltas la cabeza cuando colgó el teléfono. No había pensado que fueran a llamarla de la consulta del ginecólogo para recordarle una cita que había hecho el día anterior. ¿De verdad creían que iba a olvidarla?
Cuando levantó la mirada, sabía lo que iba a ver y lo temía al mismo tiempo.
Joe tenía los ojos brillantes, el ceño fruncido.
–¿Por qué vas a hacerte una ecografía? –le preguntó con un tono helado que la hizo sentir un escalofrío.
Podría mentir, pero no se le ocurría una sola razón para hacerse una ecografía, aparte de un embarazo. Sabía que debía haber otras razones, pero en aquel momento tenía la mente en blanco.
–¿Por qué suelen hacerse ecografías las mujeres, príncipe Voronov?
¿Qué importaba que se lo dijera? La había seducido para conseguir información, sin pensar para nada en sus sentimientos. ¿Por qué iba a importarle un niño?
–No puedes estar embarazada. :¬¬:
Menudo arrogante.
–¿Por qué no? ¿Porque eso no era parte del plan? Pues te aseguro que puedo. Pero no te preocupes, no espero nada de ti.
Joe permaneció en silencio durante un minuto.
–Estás mintiendo –dijo por fin–. No puedes estar embarazada.... usé preservativo.
______ lo miró, desafiante.
–Por supuesto que no puedo, porque el gran príncipe Voronov ha decidido que es imposible. Haz el favor de marcharte, no te necesitamos.
En ese momento experimentó una oleada de náuseas. Intentó disimular, hacerse la fuerte para que se fuera. Pero, por su expresión, no estaba funcionando.
–¿Qué ocurre? Dime qué te pasa.
_______ intentó apartarse, pero Joe la sujetó del brazo.
–Estoy embarazada, maldita sea. ¡Y si no me sueltas en este mismo instante, te vomitaré en el traje!
Él la soltó por fin y _________ corrió al cuarto de baño. Le habría gustado cerrar la puerta, pero no tenía fuerzas para hacerlo.
Notó que Joe le sujetaba el pelo mientras se inclinaba sobre el inodoro para vomitar. Agradecía el gesto, debía admitir, pero al mismo tiempo le daba miedo porque le recordaba al Joe que le había llevado a dar un paseo en latroika, el hombre que le había hablado de su familia con ese brillo de tristeza en los ojos. El Joe amable, al que hubiese amado si fuera real y no una mentira.
Pero ¿no era parte de él ese otro Alexei?
No, no debía pensar eso.
Sólo quería que se fuera y no volviese nunca para no recordar. Había sido su primer amante de verdad y esa noche había sido mágica, preciosa...
Pero todo era mentira. Joe había arruinado a Chad, había arruinado la felicidad de Emma y lo odiaba por ello. ¿Por qué pensaba en él sintiendo algo que no fuese desprecio?
Porque era el padre de su hijo y sentía una conexión con él. Una conexión profunda, misteriosa, que los uniría para siempre.
Pero ¿por qué él precisamente?, se preguntó.
Cuando terminó de vomitar, Joe la ayudó a incorporarse y la tomó en brazos para llevarla al sofá. ________ no esperaba nada pero debía admitir que se sentía aliviada al haberle contado la verdad. Había hecho lo que debía y, al menos, su madre estaría orgullosa de ella.
Aunque Emma seguramente no volvería a dirigirle la palabra. Desde que descubrió que estaba embarazada el día anterior había temido contárselo a su hermana. No quería revelarle quién era el padre, pero temía no poder ocultarlo.
–Necesitas un médico –dijo Joe, sacando el móvil del bolsillo.
–No me pasa nada, las mujeres embarazadas tienen náuseas, es normal.
–Necesitarás un médico en el avión.
Campanitas de alarma empezaron a sonar en su cabeza.
–¿Qué avión? –preguntó __________–. Yo no pienso ir a ningún sitio. Emma está a punto de llegar y pensábamos ver una película esta noche...
–Me marcho a San Petersburgo en dos días –dijo Joe, inexpresivo–. Y tú vendrás conmigo.
_______ intentó levantarse, pero volvió a sentir una ola de náuseas.
–Yo no pienso ir a ningún sitio contigo. Mi vida está aquí, en Dallas.
–No, ya no. Si ese niño es hijo mío, tu vida está conmigo.
–Entonces, me marcho. He dejado el abrigo y lo demás en la entrada. Haz lo que quieras con todo eso, pero no me lo devuelvas.
El teléfono empezó a sonar entonces pero ________, pálida y con los ojos cerrados, no se levantó para contestar. Joe no quería marcharse, pero ella no lo quería allí...
Cuando se volvía hacia la puerta saltó el contestador y en cuanto la persona que llamaba empezó a hablar, ________ se levantó del sofá.
Pero no fue lo bastante rápida.
–Llamo de la consulta del doctor Fitzgerald para confirmar la ecografía de mañana. Tiene que traer...
________ sentía que le daba vueltas la cabeza cuando colgó el teléfono. No había pensado que fueran a llamarla de la consulta del ginecólogo para recordarle una cita que había hecho el día anterior. ¿De verdad creían que iba a olvidarla?
Cuando levantó la mirada, sabía lo que iba a ver y lo temía al mismo tiempo.
Joe tenía los ojos brillantes, el ceño fruncido.
–¿Por qué vas a hacerte una ecografía? –le preguntó con un tono helado que la hizo sentir un escalofrío.
Podría mentir, pero no se le ocurría una sola razón para hacerse una ecografía, aparte de un embarazo. Sabía que debía haber otras razones, pero en aquel momento tenía la mente en blanco.
–¿Por qué suelen hacerse ecografías las mujeres, príncipe Voronov?
¿Qué importaba que se lo dijera? La había seducido para conseguir información, sin pensar para nada en sus sentimientos. ¿Por qué iba a importarle un niño?
–No puedes estar embarazada. :¬¬:
Menudo arrogante.
–¿Por qué no? ¿Porque eso no era parte del plan? Pues te aseguro que puedo. Pero no te preocupes, no espero nada de ti.
Joe permaneció en silencio durante un minuto.
–Estás mintiendo –dijo por fin–. No puedes estar embarazada.... usé preservativo.
______ lo miró, desafiante.
–Por supuesto que no puedo, porque el gran príncipe Voronov ha decidido que es imposible. Haz el favor de marcharte, no te necesitamos.
En ese momento experimentó una oleada de náuseas. Intentó disimular, hacerse la fuerte para que se fuera. Pero, por su expresión, no estaba funcionando.
–¿Qué ocurre? Dime qué te pasa.
_______ intentó apartarse, pero Joe la sujetó del brazo.
–Estoy embarazada, maldita sea. ¡Y si no me sueltas en este mismo instante, te vomitaré en el traje!
Él la soltó por fin y _________ corrió al cuarto de baño. Le habría gustado cerrar la puerta, pero no tenía fuerzas para hacerlo.
Notó que Joe le sujetaba el pelo mientras se inclinaba sobre el inodoro para vomitar. Agradecía el gesto, debía admitir, pero al mismo tiempo le daba miedo porque le recordaba al Joe que le había llevado a dar un paseo en latroika, el hombre que le había hablado de su familia con ese brillo de tristeza en los ojos. El Joe amable, al que hubiese amado si fuera real y no una mentira.
Pero ¿no era parte de él ese otro Alexei?
No, no debía pensar eso.
Sólo quería que se fuera y no volviese nunca para no recordar. Había sido su primer amante de verdad y esa noche había sido mágica, preciosa...
Pero todo era mentira. Joe había arruinado a Chad, había arruinado la felicidad de Emma y lo odiaba por ello. ¿Por qué pensaba en él sintiendo algo que no fuese desprecio?
Porque era el padre de su hijo y sentía una conexión con él. Una conexión profunda, misteriosa, que los uniría para siempre.
Pero ¿por qué él precisamente?, se preguntó.
Cuando terminó de vomitar, Joe la ayudó a incorporarse y la tomó en brazos para llevarla al sofá. ________ no esperaba nada pero debía admitir que se sentía aliviada al haberle contado la verdad. Había hecho lo que debía y, al menos, su madre estaría orgullosa de ella.
Aunque Emma seguramente no volvería a dirigirle la palabra. Desde que descubrió que estaba embarazada el día anterior había temido contárselo a su hermana. No quería revelarle quién era el padre, pero temía no poder ocultarlo.
–Necesitas un médico –dijo Joe, sacando el móvil del bolsillo.
–No me pasa nada, las mujeres embarazadas tienen náuseas, es normal.
–Necesitarás un médico en el avión.
Campanitas de alarma empezaron a sonar en su cabeza.
–¿Qué avión? –preguntó __________–. Yo no pienso ir a ningún sitio. Emma está a punto de llegar y pensábamos ver una película esta noche...
–Me marcho a San Petersburgo en dos días –dijo Joe, inexpresivo–. Y tú vendrás conmigo.
_______ intentó levantarse, pero volvió a sentir una ola de náuseas.
–Yo no pienso ir a ningún sitio contigo. Mi vida está aquí, en Dallas.
–No, ya no. Si ese niño es hijo mío, tu vida está conmigo.
♫ Laura Jonas ♥
Re: El principe ruso (Joe y tu)
Capitulo 9
EL PALACIO Voronov estaba exactamente como lo recordaba, tal vez más hermoso aún ahora que había llegado la primavera.
Había pensado que jamás volvería a aquel sitio y mucho menos como señora de la casa...
_________ miró el solitario de diamantes que llevaba en el dedo y se le encogió el estómago.
Estaba casada. Con un príncipe.
Y todo en aquel matrimonio era un error.
Dejó que Joe la ayudase a bajar del helicóptero pero se apartó en cuanto pudo. Y él no mostró la menor emoción ante ese gesto de desafío. Se portaba así desde el momento en que le informó de que iría a Rusia con él.
__________ lo había amenazado con llamar a la policía, lo había amenazado con un buen número de gestos vacíos pero Joe se había encogido de hombros, como si no lo asustaran en absoluto.
Y así era. El poderoso príncipe Voronov haría lo que tuviese que hacer, incluyendo organizar su vida como si tuviera derecho a hacerlo.
_________ estaba decidida a negarse, pero Joe interrumpió sus protestas con una simple promesa: él cuidaría de Emma. Su universidad estaría pagada y le compraría un apartamento o la casa en la que vivían, si lo prefería. Y no tendría que volver a preocuparse por el dinero en toda su vida.
Y ella había sabido cuál sería su respuesta desde el momento que hizo esa promesa. Se decía a sí misma que había aceptado porque temía la alternativa: Joe podía ser implacable cuando quería algo. Sólo tenía que pensar en lo que le había pasado a Chad Russell para saber que era cierto.
Mientras viviera, jamás olvidaría la expresión horrorizada de Emma cuando le contó lo que pasaba. Su hermana empezó a llorar, diciendo que tenía que ser una broma, que jamás habría esperado que se acostase con el enemigo de Chad...
Y cuando se encerró en su habitación, negándose a escucharla, _________ se volvió hacia Joe, con los ojos llenos de lágrimas, y le preguntó si estaba satisfecho.
Pero él se limitó a mirarla con esos fríos ojos grises, sin decir una palabra.
Los dos días siguientes habían sido un torbellino de actividad. Joe la llevó a una clínica privada para que le hiciesen una ecografía esa misma tarde, mirando el monitor como si estuviera buscando el secreto de la juventud eterna o algo igualmente precioso.
_________ no sabía que pudiera emocionarse al ver algo tan pequeño y que de ningún modo parecía un bebé, pero así fue. Se había sentido maravillada. No quería mirar a Joe, de modo que se concentró en la pantalla y al ver la manchita sus ojos se llenaron de lágrimas. Debería estar allí con un hombre que la amase en lugar de con un frío extraño...
–Es un embarazo de seis semanas y unos tres días –dijo el auxiliar.
Joe le preguntó si estaba seguro y el hombre le explicó que los embarazos se contaban desde la última menstruación y no desde la fecha de la concepción.
Y _________ pensó que iba a morirse de vergüenza. Lo había preguntado como si no creyera que él era el padre del niño, por eso el auxiliar se había visto obligado a darle tantas explicaciones.
Lo que debería haber sido un momento hermoso había quedado arruinado por completo.
Sin embargo, Joe la ayudó a levantarse de la camilla y la llevó del brazo hasta el coche, el calor de su mano atravesando la ropa y haciéndola sentir un cosquilleo.
Pero era absurdo. ¿Cómo iba a desear cariño y consuelo del hombre que se lo había robado todo? Ella estaba satisfecha con su vida cuando lo conoció y Joe le había robado su casa, a su hermana, su trabajo...
Su vida nunca volvería a ser la misma, pero lo soportaría por el bien del niño.
En la puerta del palacio los recibió el mismo hombre que los había recibido aquella noche. Joe intercambió unas palabras con él y luego se volvió hacia __________.
–Vasily está preparando tu habitación. Si quieres esperar en el cuarto de estar, vendrá a buscarte cuando todo esté listo.
_________ asintió con la cabeza. Le sorprendía que no compartiesen habitación, pero en realidad era un alivio. ¿Cómo iba a compartir cama con él? En el ayuntamiento de San Petersburgo, mientras se casaban, no dejaba de recordar imágenes de la noche que habían pasado juntos...
Pero estaba decidida a decir que no cuando llegase el momento porque jamás imaginó que no llegaría.
Joe se mostraba frío con ella. Claro que, considerando lo impersonal que había sido la ceremonia, debería haberlo imaginado. En lugar de una iglesia llena de flores, parientes y amigos, se habían casado en una oficina y la ceremonia la había oficiado un funcionario que hablaba en ruso.
–Quiero saber qué va a pasar ahora.
¿Era su mujer de verdad? ¿Iban a vivir como una pareja o la dejaría allí y seguiría con su vida? Había tantas cosas que no sabía, tantas preocupaciones. Se sentía muy lejos de casa, fuera de su elemento, como si le hubiesen robado su vida.
–Te servirán el almuerzo cuando tú digas.
–No me refiero a eso y tú lo sabes.
–Sí, pero yo tengo que irme a una reunión. Hicimos un pacto, _________. Si te resulta difícil cumplirlo...
–No me resulta difícil cumplirlo –lo interrumpió ella–. Sé perfectamente de lo que eres capaz, príncipe Voronov. ¿Cómo no voy a saberlo?
–¿Y qué significa eso? ¿Es que no estoy siendo amable contigo? ¿Te he abandonado al saber que ibas a tener un hijo mío?
–Yo no necesito nada de ti. Podría haber criado a mi hijo sola sin ningún problema.
Por primera vez desde que llegaron allí, una sombra de emoción cruzó las facciones de Joe.
–Ah, claro, no pensabas decirme nada sobre nuestro hijo, ¿verdad? Habrías dejado que creciese sin conocer a su padre cuando yo puedo darle mucho más de lo que tú podrías darle nunca.
–¿Qué puedes darle tu, Joseph? –lo retó ella–. ¿Dinero, propiedades? ¿Crees que eso es suficiente para un niño? Además, pensé que no te interesaría –añadió, antes de que pudiese interrumpirla.
–Pues entonces está claro que no me conoces –dijo Joe.
A ________ se le encogió el corazón al ver la emoción que había detrás de esas palabras.
–No sé nada sobre ti, es cierto. Pero me gustaría saberlo.
Le sorprendía darse cuenta de que era verdad. Joe era el padre de su hijo, su marido, y quería conocerlo. Una vez habían compartido una noche maravillosa...
Aunque todo hubiera sido un engaño con consecuencias inesperadas, debían aprender a olvidar su animosidad por el niño.
Pero, sin decir nada, Joe se dio la vuelta y desapareció.
Joe sentía como si hubiera perdido el control de su vida. Había ido a Texas para examinar su nueva adquisición y había vuelto con una esposa.
Una esposa.
Y no sólo una esposa. Desde el momento que escuchó la voz de la enfermera hablando de la ecografía había sabido lo que le esperaba.
_________ era virgen cuando se acostaron, pero estaba embarazada.
_________ había repasado esa noche en su cabeza muchas veces hasta que, por fin, recordó la única cosa que había intentado olvidar. Se había quedado dormido dentro de ella y cuando despertó el preservativo se había salido. No había que ser un genio para saber cómo había quedado embarazada y tendría que pagar las consecuencias.
Angustiado, enterró la cara entre las manos. No podía concentrarse en los números que tenía delante...
Él no quería una esposa, no quería un hijo. Había perdido a la gente que amaba y no había sitio en su vida para nadie más. No era un riesgo que quisiera asumir.
Pero sentía un deseo protector hacia el bebé.
Y hacia ella.
Quería tomarla entre sus brazos y decirle que todo iba a salir bien... :cheers: :cheers:
Pero no saldría bien. :caliente:
¿Cómo iba a decirle que sí? Le había dicho lo mismo a Katerina y, sin embargo, los dos sabían que estaba mintiendo. No volvería a hacerlo. No volvería a arriesgar su corazón para que la vida lo pisotease. Era más fácil estar solo. Él sabía estar solo.
No sabía cómo ser el marido o el padre de nadie.
Entonces ¿por qué no la había dejado en Dallas?
No sabía por qué, salvo que no había podido hacerlo. _________ esperaba un hijo y, en realidad, el embarazo era culpa suya.
Pensó entonces en su familia, en el apellido Voronov. Había creído que desaparecería con él, pero el embarazo de __________ lo cambiaba todo.
Durante el largo viaje de vuelta a Rusia, cuando _________ se tumbó en la cama, había querido tumbarse a su lado, protegerla con sus brazos, poner la mano sobre su abdomen...
♫ Laura Jonas ♥
Re: El principe ruso (Joe y tu)
Quería respirar su aroma a verano y dormir a su lado, pero no había hecho nada de eso, aunque el impulso era abrumador.
¿Qué le estaba pasando? ¿Cómo podía dejar que una mujer lo afectase de esa manera?
Joe se levantó, enfadado consigo mismo. Sólo había una respuesta: tenía que marcharse. Tenía que irse a algún sitio y dejar a ________ en el palacio, donde estaría a salvo.
Pero él estaría en otro sitio, dirigiendo sus negocios y levantando un imperio. La visitaría de vez en cuando, pero no se quedaría. Y no volvería a tocarla.
Porque temía que si la tocaba, no podría parar.
–Tengo que volver a Moscú por un asunto de negocios.
________ levantó la cabeza. Estaba sentada sobre un banco de piedra en el jardín, a la sombra de un árbol. Era un sitio precioso, lleno de paz, los rosales perfumando el ambiente.
Era un panorama muy distinto al que había visto la primera vez que estuvo allí. Ya no era una postal navideña sino un maravilloso paisaje primaveral. Pero hacía fresco y, acostumbrada a un clima más cálido, empezaba a tener frío a pesar del jersey.
–Hola, Joseph.
Él la miraba, con las manos en los bolsillos del pantalón, con una expresión indescifrable. Y el corazón de ________ redobló sus latidos, como le pasaba siempre. Por mucho que lo intentase, no podía dejar de recordar la noche que le quitó la camisa para pasar los dedos por su duro torso...
–Estaré fuera unos días, pero aquí tendrás todo lo que necesites. Y si no, sólo tienes que decírselo a Vasily y él se encargará de conseguirlo.
–¿Te marchas? ¿Tan pronto?
Había imaginado que tendría que salir de viaje alguna vez, pero no el mismo día de su llegada. Él era la única persona a la que conocía en aquel país. ¿Cómo podía dejarla cuando aquella situación era tan nueva para ella? ¿Con quién podría hablar?
¿Qué haría durante todo el día?
Ella estaba acostumbrada a trabajar, a cuidar de sí misma. ¿Cómo iba a quedarse de brazos cruzados?
Sentía como si estuviera ahogándose. Había dejado una vida en la que se veía obligada a cuidar de su hermana para vivir otra donde estaba a merced de los caprichos de un hombre. Un hombre que no la querría si no estuviera esperando un hijo suyo. Su independencia le había sido robada por aquel hombre enigmático...
Y ahora se marchaba, como si no le importase en absoluto.
Joe se encogió de hombros.
–Tengo que atender mis negocios. :¬¬:
–¿Y no puedes trabajar desde casa durante unos días? –le preguntó ella–. Acabamos de llegar.
Joe frunció el ceño.
–Tú no puedes entender las presiones que sufro a diario.
–¿Ah, no? Trabajé para Chad Russell durante dos años, así que entiendo las presiones que sufre el director de una gran empresa.
–Pero no las de uno bueno –replicó él, irónico.
_________ apretó los dientes.
–Chad siempre se portó bien conmigo, me pagaba estupendamente y quiere a mi hermana.
–Ah, veo que has olvidado cómo te trató.
–¿Cómo me trató? –repitió ________, levantándose–. Chad nunca me trató mal, al contrario. De hecho, me trató mucho mejor que tú.
–Te mintió sobre su relación con tu hermana. De hecho, creo recordar que los dos te mintieron. Y tú te pusiste en peligro por culpa de esa mentira.
–No me engañaron, sencillamente querían ser discretos sobre su relación. Y ellos no sabían que yo saldría del hotel esa noche –respondió __________.
–Olvidas que yo tuve que ayudarte. Pero, por supuesto, soy yo quien te ha tratado mal.
–Te di las gracias por ayudarme esa noche, pero tú no has hecho nada con buena intención hacia mí desde entonces. Has hecho sólo lo que era mejor para ti.
–¿Crees que casarme contigo es lo mejor para mí? ¿Que traerte aquí es lo que quería hacer? –le espetó Joe entonces.
Fue como si le clavara un puñal en el corazón. _________ sabía que no la quería, pero escucharlo de sus propios labios...
–Tú tomaste esa decisión, Joseph, no yo. Si tanto lo lamentas, ¿por qué no me envías de vuelta a casa? Eso es lo que a mí me gustaría.
–Ya estás en casa –dijo él–. Por el niño, estás donde debes estar.
________ cruzó los brazos sobre el pecho.
–A veces desearía no haberte conocido nunca.
–Es demasiado tarde para eso. Debemos lidiar con las consecuencias de nuestros actos como podamos.
–¿Las consecuencias de nuestros actos? ¿Es eso lo que piensas de tu hijo?
También ella lo había pensado, si debía ser sincera, pero Joe lo había dicho con tal frialdad, sin la menor emoción.
–El niño es una consecuencia, ¿no?
–Podría ser una niña –le recordó ________.
–No importa, niño o niña será un Voronov y lo protegeré hasta mi último aliento.
__________ se estremeció. No de miedo sino porque creía que lo decía de corazón. Joe no dejaría que nada le pasara a su hijo porque era un hombre honorable.
Pero no era honorable en todo y eso era lo que no entendía.
–Quiero saber por qué destruiste la empresa de Chad Russell. Quiero entenderlo.
Necesitaba entenderlo porque si no lo hacía, el sentimiento de culpa por lo que había hecho se la comería viva. ¿Cómo podía ser su mujer si se sentía culpable cada vez que se excitaba estando a su lado?
Pensó que Joe no iba a responder o que le diría que era un simple asunto de negocios. Lo había hecho más veces.
Pero en los ojos grises de su marido había un brillo extraño, como si estuviera mirando algo lejano, algo que ella no podía ver.
–Tim Russell destruyó a mi familia. Se lo llevó todo y no paró hasta dejarnos sin nada.
¿Qué le estaba pasando? ¿Cómo podía dejar que una mujer lo afectase de esa manera?
Joe se levantó, enfadado consigo mismo. Sólo había una respuesta: tenía que marcharse. Tenía que irse a algún sitio y dejar a ________ en el palacio, donde estaría a salvo.
Pero él estaría en otro sitio, dirigiendo sus negocios y levantando un imperio. La visitaría de vez en cuando, pero no se quedaría. Y no volvería a tocarla.
Porque temía que si la tocaba, no podría parar.
–Tengo que volver a Moscú por un asunto de negocios.
________ levantó la cabeza. Estaba sentada sobre un banco de piedra en el jardín, a la sombra de un árbol. Era un sitio precioso, lleno de paz, los rosales perfumando el ambiente.
Era un panorama muy distinto al que había visto la primera vez que estuvo allí. Ya no era una postal navideña sino un maravilloso paisaje primaveral. Pero hacía fresco y, acostumbrada a un clima más cálido, empezaba a tener frío a pesar del jersey.
–Hola, Joseph.
Él la miraba, con las manos en los bolsillos del pantalón, con una expresión indescifrable. Y el corazón de ________ redobló sus latidos, como le pasaba siempre. Por mucho que lo intentase, no podía dejar de recordar la noche que le quitó la camisa para pasar los dedos por su duro torso...
–Estaré fuera unos días, pero aquí tendrás todo lo que necesites. Y si no, sólo tienes que decírselo a Vasily y él se encargará de conseguirlo.
–¿Te marchas? ¿Tan pronto?
Había imaginado que tendría que salir de viaje alguna vez, pero no el mismo día de su llegada. Él era la única persona a la que conocía en aquel país. ¿Cómo podía dejarla cuando aquella situación era tan nueva para ella? ¿Con quién podría hablar?
¿Qué haría durante todo el día?
Ella estaba acostumbrada a trabajar, a cuidar de sí misma. ¿Cómo iba a quedarse de brazos cruzados?
Sentía como si estuviera ahogándose. Había dejado una vida en la que se veía obligada a cuidar de su hermana para vivir otra donde estaba a merced de los caprichos de un hombre. Un hombre que no la querría si no estuviera esperando un hijo suyo. Su independencia le había sido robada por aquel hombre enigmático...
Y ahora se marchaba, como si no le importase en absoluto.
Joe se encogió de hombros.
–Tengo que atender mis negocios. :¬¬:
–¿Y no puedes trabajar desde casa durante unos días? –le preguntó ella–. Acabamos de llegar.
Joe frunció el ceño.
–Tú no puedes entender las presiones que sufro a diario.
–¿Ah, no? Trabajé para Chad Russell durante dos años, así que entiendo las presiones que sufre el director de una gran empresa.
–Pero no las de uno bueno –replicó él, irónico.
_________ apretó los dientes.
–Chad siempre se portó bien conmigo, me pagaba estupendamente y quiere a mi hermana.
–Ah, veo que has olvidado cómo te trató.
–¿Cómo me trató? –repitió ________, levantándose–. Chad nunca me trató mal, al contrario. De hecho, me trató mucho mejor que tú.
–Te mintió sobre su relación con tu hermana. De hecho, creo recordar que los dos te mintieron. Y tú te pusiste en peligro por culpa de esa mentira.
–No me engañaron, sencillamente querían ser discretos sobre su relación. Y ellos no sabían que yo saldría del hotel esa noche –respondió __________.
–Olvidas que yo tuve que ayudarte. Pero, por supuesto, soy yo quien te ha tratado mal.
–Te di las gracias por ayudarme esa noche, pero tú no has hecho nada con buena intención hacia mí desde entonces. Has hecho sólo lo que era mejor para ti.
–¿Crees que casarme contigo es lo mejor para mí? ¿Que traerte aquí es lo que quería hacer? –le espetó Joe entonces.
Fue como si le clavara un puñal en el corazón. _________ sabía que no la quería, pero escucharlo de sus propios labios...
–Tú tomaste esa decisión, Joseph, no yo. Si tanto lo lamentas, ¿por qué no me envías de vuelta a casa? Eso es lo que a mí me gustaría.
–Ya estás en casa –dijo él–. Por el niño, estás donde debes estar.
________ cruzó los brazos sobre el pecho.
–A veces desearía no haberte conocido nunca.
–Es demasiado tarde para eso. Debemos lidiar con las consecuencias de nuestros actos como podamos.
–¿Las consecuencias de nuestros actos? ¿Es eso lo que piensas de tu hijo?
También ella lo había pensado, si debía ser sincera, pero Joe lo había dicho con tal frialdad, sin la menor emoción.
–El niño es una consecuencia, ¿no?
–Podría ser una niña –le recordó ________.
–No importa, niño o niña será un Voronov y lo protegeré hasta mi último aliento.
__________ se estremeció. No de miedo sino porque creía que lo decía de corazón. Joe no dejaría que nada le pasara a su hijo porque era un hombre honorable.
Pero no era honorable en todo y eso era lo que no entendía.
–Quiero saber por qué destruiste la empresa de Chad Russell. Quiero entenderlo.
Necesitaba entenderlo porque si no lo hacía, el sentimiento de culpa por lo que había hecho se la comería viva. ¿Cómo podía ser su mujer si se sentía culpable cada vez que se excitaba estando a su lado?
Pensó que Joe no iba a responder o que le diría que era un simple asunto de negocios. Lo había hecho más veces.
Pero en los ojos grises de su marido había un brillo extraño, como si estuviera mirando algo lejano, algo que ella no podía ver.
–Tim Russell destruyó a mi familia. Se lo llevó todo y no paró hasta dejarnos sin nada.
♫ Laura Jonas ♥
Re: El principe ruso (Joe y tu)
Listo ahi sus dos capis como prometi :D
Ahora espero ver comments :D
Bye bye!!!
Ahora espero ver comments :D
Bye bye!!!
♫ Laura Jonas ♥
Re: El principe ruso (Joe y tu)
Ohh!!, esperemos que apartir de ahora haya una mejor relacion, haha
Gracias por subir la novela, la verdad es que te pasaste!, Gracias encerio. :D
Gracias por subir la novela, la verdad es que te pasaste!, Gracias encerio. :D
Augustinesg
Re: El principe ruso (Joe y tu)
Ah todo paso tan rápido!
El embarazo no me lo esperaba! :)
Pero me encanto!
Siguelaaa ;)
El embarazo no me lo esperaba! :)
Pero me encanto!
Siguelaaa ;)
☎ Jimena Horan ♥
Re: El principe ruso (Joe y tu)
:( joe es un duro
de corazon
enserio
la trate feo
y la hiere con las palabras
siguea
de corazon
enserio
la trate feo
y la hiere con las palabras
siguea
andreita
Re: El principe ruso (Joe y tu)
Kimber S. escribió:Me encanta! No puedo creerlo. Todo, jaja. Hace días que no podía pasar por tu novela, y al regreso me encuentro con todo esto. Se la llevo a la cama, se quedo con la empresa de Chad, Chad y Emma no se casan, está embarazada y BAM! él aparece y de pronto están casados y ella está de vuelta en el castillo... bitch, please!... Genial, ya sabes amo tu adaptación :) jaja...espero con ansias a ver que burrada dice ésta vez Joseph ¬¬
un beso, y ojala mejores con lo de tus lentes :)
Ah con razon ya te extrañaba por aqui :D
Bueno la verda es que si, es algo que tengo de costumbre en mis noves, subo seguido :grupo: :grupo:
♫ Laura Jonas ♥
Página 6 de 9. • 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
Página 6 de 9.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Miér 20 Nov 2024, 12:51 am por SweetLove22
» My dearest
Lun 11 Nov 2024, 7:37 pm por lovesick
» Sayonara, friday night
Lun 11 Nov 2024, 12:38 am por lovesick
» in the heart of the circle
Dom 10 Nov 2024, 7:56 pm por hange.
» air nation
Miér 06 Nov 2024, 10:08 am por hange.
» life is a box of chocolates
Mar 05 Nov 2024, 2:54 pm por 14th moon
» —Hot clown shit
Lun 04 Nov 2024, 9:10 pm por Jigsaw
» outoflove.
Lun 04 Nov 2024, 11:42 am por indigo.
» witches of own
Dom 03 Nov 2024, 9:16 pm por hange.