El principe ruso (Joe y tu)

no hay cap?? :(
siguelaaa!!
sube cuando puedas!!

Nueva lectora :D
Siguela,está buenísima:3

OrianaJBLovato escribió:Hola soy nueva lectora
Me encanta siguelaaa

BIENVENIDA!!!!!!!
Que bueno que te gusto la nove!!!! :grupo: :grupo: :grupo:

Ashliita! <3 escribió:Nueva lectora :D
Siguela,está buenísima:3

BIENVENIDA!!!!!
Que bueno que te gusto la nove!!!!!!! :grupo: :grupo:

Capitulo 5

NO QUERÍA decirle dónde iban y, sin embargo, subió al avión con él. _________ sacudió la cabeza, preguntándose dónde estaba su sentido común.

El jet había tardado menos de una hora en aterrizar en otro aeropuerto, pero una vez allí no subieron a un coche sino a un helicóptero.

No era la primera vez que viajaba en helicóptero porque lo había hecho alguna vez con Chad, pero aquel era el más lujoso que había visto nunca. El interior parecía el de un yate, con asientos de piel blanca y madera brillante por todas partes.

A su lado, Joe estaba de nuevo hablando por teléfono. Había hablado al menos con seis personas desde que subieron a la limusina en la puerta del hotel.

Pero eso era lo que hacían los multimillonarios: firmaban contratos por teléfono, compraban y vendían compañías enteras y transferían millones de dólares, o rublos en su caso, con total tranquilidad. Era un mundo del que ella no sabía nada, a pesar de trabajar como secretaria de Chad Russell. Joe volvió a guardar el móvil en el bolsillo, disculpándose una vez más.

–No importa –dijo ella–. Imagino que hay mucho en juego.

–Sí, es cierto –asintió Joe, sorprendido–. Y pienso ganar.

_________ sintió un escalofrío. Ella no se refería al contrato con Valishnikov en particular, pero parecía evidente que era sobre eso sobre lo que trataban las llamadas.

–Chad también –le dijo, aprensiva.

Joe miró por la ventanilla cuando el helicóptero empezó a descender.

–Mira –le dijo.

Debajo de ellos, el paisaje era una manta de un blanco cristalino, con un palacio de piedra blanca y cúpulas de tejas verdes en el centro. En la entrada había seis enormes columnas y frisos sobre los centenares de ventanas de los tres pisos. La cúpula de una iglesia cercana parecía dorada a la luz del atardecer y los árboles levantaban sus ramas cubiertas de nieve hacia el cielo.

Joe le paso un brazo por los hombros, su mejilla pegada a la de _________. :arre: :arre:

–Es el palacio Voronov, construido en el siglo XVIII. Mira esa fuente... ¿la ves? Fue un regalo del zar Pedro El Grande.

La fuente en el centro del patio parecía hecha de oro, con querubines y criaturas míticas congeladas en el tiempo, como esperando alguna señal que sólo ellos conocían para saltar de sus peanas y corretear por el jardín.

El palacio Voronov era un sitio de cuento de hadas y __________ se sintió absolutamente fuera de su elemento. Ella había crecido en una casa de dos dormitorios, con una cocina diminuta y un jardín más pequeño aún.

El helicóptero volvió a sobrevolar el palacio una vez antes de aterrizar. Un hombre abrió la puerta y los recibió con una sonrisa, diciendo algo en ruso a lo que Joe respondió antes de tomar su mano para correr por un camino que alguien había limpiado de nieve. Pero cuando llegaron al vestíbulo del palacio, _________ se detuvo abruptamente, con la boca abierta.

Las paredes, de mármol y alabastro, terminaban en una cúpula semicircular en la que había un fresco con una escena de la Biblia. Tres enormes lámparas de araña colgaban del techo, sus lágrimas de cristal iluminando el fresco, con sus tonalidades azules, verdes, doradas y de un rojo vibrante.

–Es la Adoración de la virgen –murmuró, atónita.

Su madre tenía un cuadro similar en el salón y _________ estaba tan acostumbrada a él que había dejado de interesarle.

Pero aquello era como verlo por primera vez... aunque evidentemente el fresco era mucho mejor. Algo real y no una vulgar copia. Aun así, por raro que fuese, mirándolo sentía la extraña sensación de estar en casa.

–Sí.

________ miró a Joe, parpadeando para contener las lágrimas. Por un momento, casi había olvidado que estaba allí. ¿Cómo sería vivir con aquella belleza cada día de tu vida?, se preguntó.

–¿Qué ocurre, ________? Estás a salvo conmigo, te lo prometo.

Era demasiado tarde para esconder su reacción y tuvo que sonreír, un poco avergonzada.

–Es una bobada, pero siempre lloro en las galerías de arte. Hay algo en la etérea belleza de un cuadro que me sobrecoge. Es como ver el alma del pintor...

Era cierto, pero ella sabía que era algo más que la belleza de aquel fresco lo que la había hecho llorar. Lo que había provocado esa emoción era la conexión con el pasado en un sitio tan inusual, tan ajeno a ella.

Joe rozó una lágrima con el dedo, mirándola con ternura.

–No creo haber conocido nunca a una mujer que llorase en las galerías de arte. Aunque este palacio no lo sea.

__________ consiguió sonreír. ¿No era una galería de arte? ¿A quién quería engañar? Todo lo que había allí podría estar en un museo.

–Puede que se me pase con el tiempo.

–Lo dudo –Joe le ayudó a quitarse el abrigo y después se quitó el suyo para dárselo a un criado que había aparecido como de la nada–. Y creo que será mejor que no te lleve a la galería de retratos. Con tantas lágrimas no podrías cenar.

–Tal vez después de cenar entonces.

¿Cómo no iba a querer ver los retratos de sus antepasados?

–Después de la cena tengo una sorpresa para ti –dijo él entonces, tomando su mano–. Ven, si no me equivoco, la cena nos espera en la biblioteca.

–¿En la biblioteca?

–El comedor es demasiado grande y la biblioteca es más acogedora.

Si podía llamarse «acogedora» a una habitación del tamaño de un apartamento, sí, lo era, pensó ________ cuando la llevó a una habitación llena de libros, con una chimenea gigante en el centro. Frente a la chimenea había una mesa redonda cubierta por un mantel de lino blanco, con platos de porcelana, velas y copas de fino cristal. Un trío de criados uniformados esperaba frente a un carrito sobre el que había varias bandejas de plata y cuando Joe apartó una silla para ella ________ tomó asiento, preguntándose cuántos príncipes y princesas Voronov se habrían sentado allí antes.

Joei hizo un gesto y los criados empezaron a servir la cena. Había platos de carne, verduras, codornices rellenas y un pan negro que estaba delicioso. También había caviar sobre un recipiente de hielo, junto con unas tortitas muy planas que ella sabía se llamaban blinis.

Los criados salieron de la biblioteca después de servir el vino y, de repente, estaban solos.

Joe levantó su copa.

–Por una buena cena y mejor compañía.

_________ brindó con él, pero tenía el pulso acelerado y se preguntó cómo iba a ser buena compañía si, de repente, no se le ocurría nada que decir.

Aquello era totalmente irreal, totalmente nuevo para ella. Joseph, el príncipe Voronov, la había sacado de un hotel en Moscú unas horas antes para llevarla en su avión privado a San Petersburgo y ahora estaba sentada en una fabulosa biblioteca en el palacio de los Voronov, cenando con él. Esas cosas sólo pasaban en las películas o a las modelos y a las actrices, no a las chicas trabajadoras como ella.

Pensó entonces en Chad y en Emma y tuvo que contener una oleada de remordimientos.

–¿Te gustan las pelmeni? –le preguntó Joe.

–Me gusta todo. ¿Qué son las pelmeni?

–Las codornices, el relleno es una mezcla de ternera, cordero, cerdo y especias.

–Están riquísimas. Y tenías razón, hay cosas mucho más interesantes que el repollo en la cocina rusa.

–Era el plato favorito de mi hermana –dijo Joe–. Es una receta de los Urales y mi madre solía hacerlas a menudo.

–Siento mucho que tu hermana haya fallecido –dijo ella entonces.

–Fue hace muchos años, pero gracias.

Cuando no dijo nada más, ________ se vio en la obligación de cambiar de tema.

–Mi madre solía hacer pollo frito al estilo del sur –bromeó–. De pequeña, era mi plato favorito.

–¿Y ya no lo es?

_________ negó con la cabeza.

–No desde que descubrí que subía el colesterol. Además, perdí cinco kilos al dejar de comer cosas fritas.

Aunque seguramente seguiría tomando el pollo de su madre si ella siguiera viva.

–Yo nunca he probado el pollo frito –dijo Joe.

–Si alguna vez vas a Texas, yo te lo haré –se ofreció __________. No esperaba que fuera, pero se sintió obligada a decirlo de todas formas.

Él sonrió.

–Tal vez acepte la invitación.

__________ tomó otro sorbo de vino. Lo último que necesitaba era que fuera a Texas y viera su humilde casita. Aunque no iba hacerlo, sólo estaba siendo amable también.

–Este palacio es precioso. Debe haber sido increíble crecer aquí.

La expresión de Joe se ensombreció, pero enseguida se encogió de hombros.

–No crecí aquí, maya krasavitsa. Mi padre murió cuando yo tenía cinco años y mi madre, que era considerada persona non grata, se vio obligada a marcharse del palacio con mi hermana y conmigo.

–¿Por qué? ¿No debería haber heredado el palacio cuando tu padre murió?

Joe tomó un sorbo de vino.

–Entonces eran tiempos difíciles y mi madre no tenía... las influencias necesarias. Había gente que la quería fuera de aquí y no pudo hacer nada.

–Pero tú estás aquí ahora –dijo ________.

–Tardé muchos años en recuperarlo, pero sí. Conseguí comprar el palacio –asintió él. En sus ojos grises había una emoción que ________ no lograba identificar. ¿Odio? ¿Rabia? ¿Miedo?

Antes de que pudiese averiguarlo, Joe volvió a ponerse la máscara y era, una vez más, el solícito anfitrión, el príncipe ruso.

–¿Dónde vive tu madre ahora?

–Está en la iglesia que viste antes de aterrizar, como lo están mi hermana y mi padre. Cuando recuperé el palacio, llevé sus cuerpos allí.

________ dejó el tenedor en el plato. Había recuperado el palacio, pero su familia no estaba allí para disfrutarlo con él, pensó, entristecida.

–Lo siento. No debería haber preguntado...

–No te preocupes. Todos murieron hace mucho tiempo, pero ahora están donde deben estar, en la cripta familiar, y yo me alegro de haber podido reunirlos.

_________ le apretó la mano, con el corazón encogido. Aunque no era un consuelo, quería que él supiera que lo entendía.

–Mi madre murió cuando yo tenía dieciocho años.

–Lo siento mucho.

–No te lo cuento porque busque compasión, sólo quería que supieras que entiendo lo que es estar solo.

–Pero tienes a Emma –dijo él.

–Sí, pero no por mucho tiempo.

Joe se llevó la mano a los labios.

–Siempre la tendrás. Sigue siendo tu hermana.

________ se mordió los labios. ¿Él había perdido a su hermana y ella estaba quejándose porque la suya iba a casarse?

–¿Cómo hemos terminado hablando de mí cuando estábamos hablando de ti?

–Me gusta saber cosas de ti.

–Yo prefiero hablar de ti.

–¿Qué quieres saber? –le preguntó _______, arrellanándose en la silla. El pelo le brillaba a la luz de la chimenea.

–¿Por qué estás siendo tan amable conmigo?

Si había pensado que esa pregunta lo pillaría desprevenido estaba equivocada porque se limitó a sonreír.

–¿Tienes que preguntar después de lo que pasó anoche?

–Si buscas información, estás perdiendo el tiempo. Hasta este viaje, yo sólo era una secretaria más en la empresa Russell. Chad me eligió para venir a Moscú por mi hermana.

Era embarazoso admitirlo delante de un hombre tan poderoso como Joe, pero era la verdad. Además, no quería que creyese que ella tenía información alguna. Si la llevaba de vuelta a Moscú de inmediato, que así fuera. Al menos, entonces sabría cuáles habían sido los verdaderos motivos de aquella invitación.

–¿Eso te molesta?

–No te entiendo.

–¿Te molesta que Chad te haya traído sólo para estar con tu hermana?

–Ah, eso... –_______ se encogió de hombros–. Así es la vida, ¿no? Este viaje es una oportunidad después de todo. Eso, si tú no consigues firmar el contrato con Valyshnikov y cierras la empresa Russell para siempre.

Joe tenía un aspecto peligroso en ese momento, como si la máscara hubiera caído, dejando la esencia del hombre que estaba cenando con ella. Una esencia oscura, cruel.

–Cuando consiga el contrato, no cerraré la empresa. Russell será absorbida por Prospecciones Voronov.

–Chad dice que destruirías la compañía y todos nos quedaríamos sin trabajo.

Joe hizo una mueca.

–Chad se equivoca. Aunque habría que hacer cierta reorganización, seguirías teniendo tu empleo, ________. Sencillamente, trabajarías para mí en lugar de para Chad.

Fue su seguridad, su arrogante suposición sobre ella lo que la hizo decir:

–Si tú ganas, buscaré otro trabajo.

No era por la animosidad que había entre Joe y Chad o por las repercusiones en la empresa Russell, aunque por supuesto todo eso la molestaba.

No, era por aquello, por esa noche. Porque Joe aparentaba estar a gusto con ella y luego hablaba de trabajar para él como si no hubiera pasado nada.

«¿Pero qué ha pasado, __________?».

Aparte de la extravagancia de sus métodos, Joe no había hecho nada más que invitarla a cenar. Sí, la había besado la noche anterior, pero no se engañaba a sí misma. Todo lo que había ocurrido desde la noche anterior había sido irreal, desde el abrazo en la Plaza Roja hasta los besos en su apartamento más tarde.

–¿Por qué no querrías trabajar para mí?

__________ dejó la servilleta sobre la mesa porque había perdido el apetito. Había otra razón, una más importante que su orgullo herido. Y no tenía el menor problema en decirla en voz alta:

–Si arruinases a Chad también arruinarías la felicidad de mi hermana. Y yo no podría trabajar para alguien que le hiciera daño a Emma.

_________ estaba tan furiosa como un tigre siberiano, le brillaban los ojos y su piel de porcelana se veía dorada a la luz de la chimenea. Podría decirle que estaba siendo una ingenua, pero en lugar de eso lo único que deseaba era tomarla entre sus brazos y besarla.

No, quería hacer algo más que eso. Quería quitarle ese feo traje de chaqueta y enterrarse en ella. El deseo era sorprendente, abrumador.

Joe se levantó abruptamente y ella echó la cabeza hacia atrás, una sombra de alarma se dibujó en sus facciones.

Le molestaba que lo mirase a veces como si fuera un oso ruso dispuesto a devorarla. Como si fuera un personaje de una novela de Dostoievski, la personificación humana del demonio.

Aunque tal vez lo era.

Pero tenía razones para ello. Y no se echaría atrás cuando la victoria estaba tan cerca. No cuando _________ estaba allí y él la deseaba. Se había dicho a sí mismo que quería averiguar lo que sabía sobre el negocio de Chad Russell, pero estaba empezando a creer que la verdad era más complicada.

Que su deseo por ella era más complicado.

La deseaba, pero no había esperado que le gustase tanto. Era una persona interesante, divertida, que apreciaba la belleza de manera tan profunda que la hacía llorar y que protegía a su hermana pequeña con una fiereza que él podía entender. Y seguía siendo leal a las dos personas que la habían engañado.

Joe intentó no pensar que también él estaba engañándola. No, él hacía lo que debía hacer, lo que era necesario. Algunas promesas eran más importantes que cualquier remordimiento. Su hermana podría llevarse un disgusto si Chad perdía la empresa, pero se recuperaría. Y _________ también. Aquella no era una situación de vida o muerte.

Tenía que ser implacable. Estaba demasiado cerca de su objetivo como para perderlo de vista. Katerina lo merecía, su madre lo merecía. Tim Russell les había robado todo y Joe no estaría satisfecho hasta que se lo hubiera quitado todo a su hijo.

No dejaría que aquella mujer, por interesante y atractiva que fuera, le hiciese olvidar su objetivo.

–En cualquier caso, tendrías un empleo si lo quisieras. Ven –dijo después, ofreciéndole su mano–. No es momento para hablar de negocios.

–¿Dónde vamos?

–Es una sorpresa.

_________ miró su mano, indecisa, pero un segundo después, suspirando, la aceptó. El roce hizo que Joe sintiera una corriente de deseo que intentó controlar, pero era demasiado fuerte.

No podría apartarse aunque quisiera. Estaban muy cerca y la oía respirar, podía ver el latido de su pulso en el cuello, el deseo creciendo dentro de su cuerpo.

________ tenía las mejillas encendidas y lo gratificaba saber que también ella lo deseaba, aunque eso le hiciera sentir como si estuviera aprisionado... porque aún no podía hacer nada.

Pero lo haría cuando llegase el momento.

Joe la llevó hacia una ventana y dio un paso atrás. Al otro lado, sobre la nieve, mientras el sol empezaba a ocultarse tras el horizonte, había tres caballos atados a una troika. Un hombre sujetaba las riendas mientras otro comprobaba los esquís del trineo.

Joe la oyó contener el aliento y aprovechó ese cambio de humor para acercarse un poco más, poniendo una mano sobre su hombro para hablarle al oído:

–Como te prometí –susurró, sus labios rozando el lóbulo de su oreja.

Se había permitido esa pequeña libertad porque no pudo evitarlo. Pronto, muy pronto, la llevaría a su cama.

La única respuesta de __________ fue un escalofrío.

Siguelaa me encanto el cap!!
cuando subes mas?? :risa:
siguelaaa! :)

Jimee Jonas <3 escribió:Siguelaa me encanto el cap!!
cuando subes mas?? :risa:
siguelaaa! :)

Pues mañana, y si veo muchos comments subo al instante :D

tienes que seguirla ya mujeeeeeeeeeeeeeeer ! . porfavor no nos puedes dejar asi . soy nuevalectora en esta novela pero ya eh leido tus otras novelas y ayer en unas horas lei una propocicion navideña , en horaaaaaaaas ! no podia dejar de leerla y al final llore como una niña pero esque me emociono mucho jaja . solo por eso dale y sube un capi siiiii :Ñ ?

caarmeenxd escribió:tienes que seguirla ya mujeeeeeeeeeeeeeeer ! . porfavor no nos puedes dejar asi . soy nuevalectora en esta novela pero ya eh leido tus otras novelas y ayer en unas horas lei una propocicion navideña , en horaaaaaaaas ! no podia dejar de leerla y al final llore como una niña pero esque me emociono mucho jaja . solo por eso dale y sube un capi siiiii :Ñ ?

BIENVENIDA!!!!!!!!!!!
Que bueno que te haya gustado la nove!!!!
Y las noves pasadas :D

AAAAAAAAAA me encnataaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
esta genialll
siguelaaaaaaaaaaaa
no me gusta ese rencor de joe
porque le hara daño a la rayis

Capitulo 6

EL AIRE olía limpio, a fresco y __________ no pudo evitar una carcajada de felicidad mientras la troika se deslizaba por la nieve. Los caballos piafaban y movían la cabeza, las campanillas que llevaban enganchadas al arnés tintineaban al paso.

–¡Es maravilloso! –exclamó–. Muchísimas gracias.

–Habría sido una pena venir hasta aquí y no dar un paseo en trineo –dijo Joe, sujetando las riendas.

_________ iba envuelta en su nuevo abrigo, con el gorro de piel casi ocultando su cara y una manta sobre las rodillas. Iba muy calentita y, sin embargo, experimentó un escalofrío de emoción.

–¿Tienes frío?

–No, en absoluto.

–Si tienes frío, podemos volver al palacio –insistió él, preocupado–. Sólo tienes que decirlo.

_________ le tocó el brazo.

–Aún no. No quiero que termine demasiado pronto.

Joe sonrió.

–Entonces, seguiremos adelante.

En realidad, una vez que se levantó de la mesa, _________ pensó que la noche había terminado. Y que seguramente era lo mejor, por mucho que se le encogiera el corazón.

Porque ¿qué demonios estaba haciendo? Aquel hombre era un príncipe, vivía en un palacio y estaba intentando destruir la empresa de su jefe, que pronto se convertiría en su cuñado. No debería estar allí, no debería estar pasando un buen rato con Joe Voronov.

Era un error.

Y, sin embargo, allí estaba, sentada a su lado en el trineo, deslizándose por aquel paisaje nevado, escuchando el sonido de las campanillas de los caballos bajo un cielo iluminado por la luna llena.

Era tan romántico que lo recordaría durante toda su vida. Y no lamentaba aquel momento, aunque se sintiera culpable por estar disfrutando tanto.

Unos minutos después, Joe detuvo el trineo en un promontorio desde el que podía verse todo el valle nevado.

–Si el tiempo fuera el habitual en esta época del año, no podríamos ver esto –le dijo–. Pero ayer hubo una tormenta de nieve.

–Y yo me alegro mucho –comentó __________.

Joe le acarició la cara con la mano enguantada y ella tembló, pero no de frío. No, cuando la tocaba era como si de repente un incendio se desatara en su interior. Cuando rozó su oreja con los labios había estado a punto de darse la vuelta, a punto de decirle que se olvidase del trineo y la llevase a la cama.

Afortunadamente, no lo había hecho.

–Tal vez la nieve ha caído por ti –dijo él.

________ estaba tan acalorada que sintió el deseo de apartar la manta de sus rodillas y quitarse el abrigo. Todo en aquel momento era mágico y, casi sin darse cuenta, se inclinó hacia él...

Y estuvo a punto de gritar al escuchar un aullido.

–Lobos –dijo Joe–. No hay tantos como antes, pero siguen saliendo a cazar por la noche.

–¿No deberíamos marcharnos? –le preguntó __________, asustada.

Otro aullido sonó en la distancia y los caballos piafaron, nerviosos.

–No hay nada que temer. No estamos lejos del palacio y yo voy armado.

_________ guiñó los ojos para escudriñar el interminable paisaje helado. No veía nada más que nieve, pero sabía que los lobos estaban cerca.

–Parecen hambrientos.

–Sí, pero hay mucha caza por aquí: osos, cabras, ciervos... no te preocupes, esta noche los lobos se llenarán la barriga.

–No sé si eso me tranquiliza –murmuró ella. Pero cuando giró la cabeza, Joe estaba mirándola con una expresión rara–. ¿Qué ocurre?

–Parece como si éste fuera tu sitio, como si todo estuviera hecho para ti.

–No te entiendo.

–Yo sabía que el blanco te quedaría bien –Joe sacudió la cabeza–. El abrigo, el gorro...

–Todo es precioso.

–Tienes las mejillas rojas, los ojos brillantes y tus labios... necesitan un beso. :arre:

–Joe... –empezó a decir _______. Pero el resto de la frase se perdió cuando él se apoderó de su boca.

Sabía que debería detenerlo pero sencillamente no era capaz. Deseaba aquel beso, deseaba que la tocase. Joe le pasó un brazo por la cintura, mientras seguía sujetando las riendas de la troika con la otra mano, y _________ se agarró a las solapas de su abrigo cuando empezó a besarla en el cuello, su corazón latiendo con tal fuerza que estaba segura de que él podría sentirlo.

Era el beso de la plaza, pero también mucho más.

Sentía como si lo conociera desde siempre, como si estuviera destinada para ese momento.

El beso era perfecto cuando no debería serlo. Pero estaba atrapada por una nueva sensación: la emoción, el peligro de besar de aquel hombre oscuro y desconocido.

_________ enredó una mano enguantada en su pelo y metió la otra bajo el abrigo para tocar los duros músculos de su torso...

–Joe... –susurró.

–Eres tan preciosa. Te deseo tanto... –musitó él–. Ahora, esta noche.

Sus bocas se fundieron una vez más. No importaba el pasado, no importaba el futuro, aquel momento era lo único que contaba. ¿Y por qué no? Ella merecía su momento de felicidad, durase lo que durase.

Una vocecita interior intentaba hacerla entrar en razón, pero se negó a escuchar. Llevaba ocho años haciendo caso de esa vocecita y no había conseguido más que soledad y tristeza.

–Sí –murmuró, entre besos–. Sí, Joseph.

Hicieron el viaje de vuelta al palacio a toda velocidad. Alexei animaba a los caballos y la troika se deslizaba por la nieve a velocidad de vértigo. Tras ellos, los lobos seguían aullando pero Paige se sentía segura. De hecho, nunca se había sentido tan segura en toda su vida.

Cuando llegaron al patio del palacio, él entregó las riendas a uno de los mozos antes de ayudarla a bajar del trineo y después tomó su mano para llevarla corriendo hacia la escalera.

________ se sentía como una princesa con su abrigo blanco y rió cuando Alexei la llevó a una habitación y cerró la puerta, sus dedos volando por los botones del abrigo.

–He querido quitarte ese traje desde que te vi esta mañana –le confesó con voz ronca mientras tiraba el abrigo al suelo. Le siguieron el pañuelo y el gorro de piel...

Esa mañana.

¿De verdad había sido esa mañana cuando volvieron a verse en la sala de juntas? __________ decidió olvidarlo. Sabía con quién estaba y sabía por qué estaba mal.

Pero no quería parar. Quería seguir adelante, sin pensar. Quería sentirse viva esa noche, sentir la pasión y el poder de aquel hombre que estaba quitándose el abrigo y la camisa...

Sólo una vez, sólo esa noche. Al día siguiente, volvería a ser _________ Barnes, la seria y eficiente secretaria.

Nerviosa, se quitó los guantes para tocarlo... pero cuando por fin acarició su torso, él dio un respingo.

–Tienes las manos heladas –dijo, riendo.

–Tú también –murmuró __________. Pero estaba segura de que sus caricias la harían arder antes de que terminase la noche.

Era una locura... una locura.

Podía escuchar esa vocecita en su cabeza, pero no quería escucharla. Ya habría tiempo para recriminaciones más tarde.

Joe buscó sus labios mientras le quitaba la blusa y __________ se arqueó como una gata.

«No pienses, limítate a sentir».

Pero cuando puso las manos en la cinturilla de su pantalón, de repente sintió una punzada de miedo.

¿Debería explicarle que no tenía experiencia? ¿Que sólo lo había hecho una vez y ni siquiera sabía si contaba?

Pero entonces tal vez Joe se echaría atrás y no podía soportar la idea de que su inexperiencia diese al traste con todo, de modo que no dijo nada.

Le hablaba en ruso mientras la desnudaba, palabras exóticas que Paige no podía entender. Pero cuando intentó cubrirse con los brazos, él la detuvo.

–Nunca imaginé que llevarías ropa interior sexy debajo de ese traje tan aburrido.

________ se puso colorada.

–No es sexy, sólo es... de encaje.

Y tal vez un poquito sexy, sí. El sujetador tenía eso que llamaban escote balcón, y llevaba un tanga porque no le gustaba que se marcasen las braguitas bajo los pantalones.

–Eres preciosa.

–Pero tú no te has quitado el pantalón –protestó ella, incapaz de soportar ese escrutinio.

–Entonces ayúdame –dijo Joe.

La noche anterior había visto un apunte de sus pectorales y abdominales en el estudio pero eso no la había preparado para la realidad. Tenía los hombros anchos, los músculos duros y la piel satinada, tan ardiente que sintió que le quemaba los dedos. Con el corazón en la garganta, ________ bajó la cremallera del pantalón...

Joe se hizo cargo a partir de ese momento, quitándose pantalón y calzoncillos al mismo tiempo para quedar completamente desnudo frente a ella. ______ tragó saliva. Era magnífico, alto, fuerte, los músculos de su estómago claramente definidos y una línea de vello oscuro que iba desde el ombligo hasta...

–¿Te gusta lo que ves?

Ella levantó la mirada. Se había quedado mirando su pene como una tonta. Pero estaba erecto... y evidentemente nada avergonzado.

Sentía como si estuviera clavada al suelo. No sabía qué debía hacer. ¿Qué haría una mujer sofisticada? ¿Se abrazaría a él o se quitaría la ropa interior y se tumbaría lujuriosamente en la cama?

Afortunadamente, Joe no parecía tener ningún problema para decidir lo que quería y, tomándola en brazos, la llevó a la cama. Paige miró hacia arriba y se quedó sorprendida. En el techo del dosel había una escena que representaba a un hombre y una mujer en una troika, los caballos galopando por un paisaje nevado...

–Estás temblando –dijo él, tumbándose a su lado–. ¿Te doy miedo?

–No, pero es que... ha pasado mucho tiempo –admitió _________.

Era cierto. Había pasado mucho tiempo desde que perdió su virginidad con un chico del instituto, Bob, que bebía demasiado y nunca volvió a llamarla. Siempre había imaginado que por vergüenza, más que por cualquier cosa que ella hubiera hecho mal.

Pero empezaba a pensar que podría estar equivocada.

–Entonces me tomaré mi tiempo –dijo Joe, quitándole las gafas para dejarlas sobre la mesilla–. No puedo imaginar nada más placentero.

Se apoderó de su boca y __________ se derritió al sentir el peso de su cuerpo. Cuando Joe la besaba, sentía que haría todo lo que él le pidiera. Y debía ser cierto porque estaba en su cama, a más de seiscientos kilómetros de donde debería estar.

Joe le desabrochó el sujetador y lo tiró al suelo antes de inclinar la cabeza para besar primero un pecho y luego el otro, haciéndola temblar.

–Eres muy sensible –murmuró–. Y me gusta.

Cuando cerró los labios sobre uno de sus pezones, chupando suavemente hasta endurecerlo, _________ arqueó la espalda.

–Te gusta –musitó él, con tono satisfecho.

Y cuando repitió el gesto, chupando suavemente sus pezones por turnos, pensó que iba a ponerse a gritar de placer.

–Joe... no quiero que vayas despacio.

Estaba ardiendo y lo deseaba como nunca había deseado a nadie en toda su vida.

–Paciencia, cariño. Tenemos mucho tiempo –dijo él, antes de inclinar la cabeza para besar su estómago, acariciando el elástico del tanga con la lengua–. Es una braguita muy sexy, señorita Barnes. Hace que me pregunte qué otras sorpresas me esperan.

Cuando bajó el tanga y no hubo más barreras entre ellos, _________ se quedó sin aliento.

Creía estar preparada para lo que siguió, ¿pero cómo iba a estar preparada para algo que no había experimentado nunca?

Joe besaba seductoramente el interior de sus muslos y cuando abrió sus piernas para rozarla con la lengua, ________ dio un respingo. Era como si hubiese recibido una descarga eléctrica.

Joe le hacía cosas que ningún hombre le había hecho y quería que durase para siempre...

Pero terminó en cuestión de segundos, cuando pareció caer por un precipicio. _________ gritó, jadeando y sollozando a la vez durante la larga caída a ese pozo sin fondo...

La experiencia fue intensa, asombrosa, mucho más de lo que hubiera soñado nunca.

Y, sin embargo, no había terminado.

Joe la hizo perder la cabeza una vez más con su lengua y cuando pensó que no era posible sentir más placer, lo hizo una tercera vez. Estaba agotada, saciada, temblando... y aún quería más.

–Por favor –le rogó, al notar que se apartaba–. No te vayas.

Joe rió, una risa ronca y sexy.

–No me voy a ningún sitio, preciosa.

Lo vio alargar una mano para abrir un cajón de la mesilla y, un segundo después, se había puesto un preservativo y estaba sobre ella. ________ enredó las piernas en su cintura, sabiendo instintivamente que eso era lo que debía hacer y Joe la besó tiernamente mientras entraba en ella...

El placer la dejó sin aliento. Hubo un momento de dolor, una sensación incómoda... pero luego estaba dentro de ella, hasta el fondo, palpitando en su interior.

–Deberías habérmelo dicho –murmuró Joe.

Al ver su expresión, se quedó desolada. Parecía desconcertado, como si hubiera esperado una cosa y hubiese encontrado otra.

–¿Decirte qué? ¿He hecho algo mal?

–Eres virgen –dijo él entonces. Y parecía enfadado.

La sorpresa dejo a _________ momentáneamente sin habla.

–No puede ser.

–Te lo aseguro, lo eres. Lo eras hasta hace un momento.

–Pero he estado con un hombre y... –_________ sintió que le ardía la cara–. Bueno, la verdad es que apenas había empezado cuando todo terminó.

Y, aparentemente, eso significaba que Bob no la había desvirgado como ella creía.

La expresión de Joe se volvió fiera de repente. Pero no le daba miedo, al contrario. Era intensa, decidida, como diciendo que no iba a rendirse hasta que hubiera terminado.

–Dios mío, __________. Cuando creo que no puedes sorprenderme más...

Se apoderó de su boca y empezó a moverse adelante y atrás, posesivo, ardiente. Estaba pasando, estaban haciendo el amor de verdad... aquella noche no iba a terminar con una disculpa y una despedida.

Aprendió muy rápido a mover las caderas para encontrarse con él, a abrirse para él y a prologar el placer hasta el momento inevitable... pero sólo durante unos minutos porque Joe era insaciable.

Cuando llegó al orgasmo de nuevo no pudo contener un grito y, vagamente, notó que Joe caía sobre su pecho, jadeando. Unos segundos después se tumbó, llevándola con él hasta que quedó encima, sin apartarse, sin salirse de ella.

Y __________ supo que nada volvería a ser lo mismo a partir de ese momento.

Bueno ahi el capi de hoy chicas

Se los deje temprano porque estoy haciendo tareas y en la noche vere los Golden Globe :D

Pero si me dejan muchos comments en lo que hago mis clases les subo capi :D

OH Oh! :)
Me encanto el cap siguelaaa