El principe ruso (Joe y tu)

waaaaaaaaaaaaaaaaa
siguelaaaaaaaaaaaaaaaaa
me encanta este genial
uff que hermana tan ... :roll:
jummm siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaa

Nueva y creeme que fiel lectora!
Carajo!, como que todo iba mal pero... hehe es un principe ¬w¬
hahaa xD

Joe es príncipe bueno siempre lo fue XD
Si yo también estaría feliz de ver a Joe
Siguelaaa ;)
Ya quiero cap!!

ame el cap tienes qe seguirla pronto plis

Augustinesg escribió:Nueva y creeme que fiel lectora!
Carajo!, como que todo iba mal pero... hehe es un principe ¬w¬
hahaa xD

BIENVENIDA!!!!
Que bueno que te haya gustado la nove :D

Chicas perdon por subir tan tarde el capi
Es que estaba en Twitter leyendo que pasaba en los People Choice :D
Pero aqui vengo con su capi SEPR RAPIDO antes de que me manden a dormir :enfadado:

Capitulo 4

LA TENSIÓN en la sala de juntas no era ninguna sorpresa. Joe observaba a ________ mientras Chad Russell hablaba en ruso con Valishnikov...

Quería que lo mirase, pero estaba concentrada en la pantalla de su ordenador portátil. No había podido dejar de pensar en ella desde que salió de su coche esa mañana. Era una mujer extraña, hermosa, pero totalmente inconsciente de su belleza.

E inocente. Eso era lo que le atraía. Le recordaba a Katerina en cierto modo. Katerina sólo tenía diecisiete años cuando murió y hasta el final había tenido ese aire de inocencia. La leucemia y la pobreza en la que estaban sumidos no habían podido robársela.

Pensar en Katerina hizo que volviera a mirar a Chad Russell. Habían pasado quince años desde que su hermana murió y sabía que no debía culpar a Chad por la crueldad de su padre, pero no podía evitarlo. No había entendido hasta ese momento, quince años antes, cuando estaba frente a Tim Russell por qué el hombre odiaba tanto a los Voronov. Y aunque sabía que casi con toda seguridad su hijo seguiría sus pasos, le seguía resultando difícil de creer.

Al fin y al cabo, Chad Russell era también un Voronov.

Pero, por eso, lo que tenía que hacer resultaba más fácil. Si Chad hubiese sido un tipo encantador, Joe podría haber olvidado su deseo de destruir la empresa Russell.

Entonces miró a _________ de nuevo. Era una pena que tuviese que utilizarla pero se encargaría de que recibiera una recompensa, pensó, intentando olvidar una punzada de remordimiento para concentrarse en la discusión.

Joe vio a su primo gesticulando en su intento de impresionar a Valishnikov con sus planes de prospección para los pozos de Siberia y el Báltico. Chad era medio ruso, pero eso no sería suficiente para convencer al viejo que estaba estoicamente sentado al otro lado de la mesa.

Aunque Elena, la madre de Chad y tía de Joe, le había enseñado el idioma, el padre de Chad se había encargado de que su hijo fuera cien por cien estadounidense.

Y Pyotr Valishnikov era lo bastante viejo como para recordar el odio y la desconfianza hacia los estadounidenses.

Peor aún, Chad parecía el típico petrolero texano, con botas de vaquero y un sombrero Stetson blanco que había dejado sobre la mesa de juntas. No, ésa no era la mejor manera de impresionar a un hombre ruso.

Valishnikov levantó la mano de repente para pedir silencio y Chad se quedó callado.

–Tomaré en consideración su propuesta –le dijo–. Ambas propuestas –añadió, mirando a Joe–. Y ahora, si me perdonan, tengo que acudir a otra reunión.

Seguido de un ejército de ayudantes y abogados, el hombre salió de la sala de juntas y Joe observó con interés la reacción de Chad, que pareció doblarse sobre sí mismo durante un segundo, antes de volverse para mirarlo con expresión beligerante.

–Parece que vas a pasar más tiempo del que pensabas en nuestro país –lo retó Joe, levantándose de la silla–. Tal vez deberías aprovechar para visitarlo. San Petersburgo está particularmente bonito en esta época del año.

Como esperaba, _________ levantó la cabeza al oír eso. Las gafas se le habían deslizado por el puente de la nariz y tuvo que volver a colocárselas con un dedo, en un gesto que le pareció enternecedor.

Le gustaría darle un beso en la nariz, no sabía por qué, ya que él no solía pensar esas tonterías románticas.

Era una mujer muy atractiva y posiblemente tenía información que le interesaba. Ése era su único interés en ella.

–No voy a ir a San Petersburgo, príncipe Voronov –replicó Chad–. Voy a quedarme aquí hasta que tenga el contrato en el bolsillo.

–No vas a conseguir el contrato.

–No esté tan seguro –exudando odio por todos sus poros, Chad se volvió hacia la mujer que estaba a su lado–. Recógelo todo, nos vemos en el vestíbulo. Tengo que hacer una llamada urgente.

–Solos al fin –dijo Joe cuando Chad Russell salió de la sala de juntas como un tornado texano.

__________ intentó mirarlo con frialdad.

–No deberías hablar conmigo –le advirtió, mientras recogía los papeles.

–¿Por qué no? Me gusta hablar contigo –dijo Joe.

Y era verdad. Le parecía mucho más interesante que las mujeres con las que solía salir. Aun así, no iba a dejar que nada, ni siquiera su aparente inocencia, interfiriese con su plan de sacarle información.

___________ llevaba el pelo sujeto en una coleta y un traje negro muy serio con una camisa blanca. El conjunto le quedaba bien, pero parecía un pingüino.

Un pingüino que a él le gustaría desnudar. Era demasiado seria y sería un placer quitarle ese traje tan formal para ver a la mujer sensual que había conocido la noche anterior.

–Yo trabajo para Chad Russell y me gustaría conservar mi puesto de trabajo, si no te importa. Así que, por favor, no me hables.

–¿Por qué es malo que te hable? –insistió Joe, acercándose hasta que pudo respirar su aroma a verano.

Tontamente, pensó que debería vestir con colores alegres. O de blanco... el blanco le quedaba bien, como la nieve cubriendo un hermoso paisaje.

Sería un reto, pensó. Pero a él le gustaban los retos. Especialmente, cuando eran inesperados.

________ dejó de hacer lo que estaba haciendo para mirarlo de nuevo, pero Joe notó que le temblaban las manos.

–Porque no me gusta mentirle a mi jefe y porque no quiero que me pregunte por ti. Hablar contigo me complica en una red de mentiras y eso no me gusta nada.

Joe puso una mano sobre sus papeles. La afectaba, eso era evidente. Y pensaba usar eso en su beneficio sacándole toda la información que pudiera. En la guerra, como en el amor, valía todo, pensó, intentando ignorar una punzada de remordimiento.

–Cena conmigo esta noche.

–¿Estás loco? –exclamó __________–. ¿No has oído nada de lo que he dicho? ¡No puedo cenar contigo!

–Chad no tiene por qué saberlo –insistió Joe, tirando de su mano para apretarla contra su pecho. Sentía la imperiosa necesidad de abrazarla, de tener su cuerpo apretado contra el suyo de nuevo.

–Suéltame –dijo ella.

Y, aunque no quería hacerlo, aunque quería besarla hasta quedar sin aliento, Joe hizo lo que le pedía.

–Admiro la lealtad hacia tu jefe, ________. Pero ¿también puede controlar tu vida personal? ¿Chad puede decirte con quién debes salir y con quién no?

–No, claro que no. Pero esto es muy complicado... tú eres el enemigo.

Joe soltó una carcajada. Lo era, desde luego, pero no quería que _________ lo supiera.

–No es cierto.

–Claro que sí. Eres el enemigo para Chad y yo trabajo para él –________ respiró profundamente–. Además, le ha pedido a mi hermana que se case con él.

Joe dejó de reír inmediatamente. Era evidente que Paige estaba dolida y no le gustaba verla así. El cambio en su expresión era como ver unas nubes negras escondiendo el sol...

Al verla con Chad aquel día se había dado cuenta de que entre ellos sólo había una relación profesional y eso le hizo absurdamente feliz. Sin embargo, ________ estaba triste y eso no le gustaba nada.

–Lo siento mucho.

Ella se encogió de hombros.

–No hay nada que lamentar. Mi hermana es muy feliz.

–¿Y tú?

_________ lo miró con un brillo de orgullo en los ojos.

–Yo también. Emma es una chica estupenda y merece un hombre como Chad Russell.

–¿Y qué mereces tú?

–No hagas eso –dijo ella entonces.

–¿Que no haga qué? Estoy haciendo una pregunta, como un amigo.

–Tú no eres mi amigo.

–No, aún no. Pero podría serlo.

_______ negó con la cabeza.

–No diga esas cosas, príncipe Voronov. Es imposible y usted lo sabe.

–Llámame Joe, por favor. Y yo puedo decirte lo que tú mereces.

Sabía lo que ____________ necesitaba escuchar. Ella era una mujer que no creía en sí misma y él era un hombre que sabía decir la palabra apropiada en el momento adecuado.

–¿Ah, sí?

–Tú mereces reír –le dijo, muy serio–. Mereces hacer algo pensando en ti misma en lugar de pensar siempre en los demás. Mereces felicidad y mereces que otra persona cuide de ti. Mereces recibir flores cada día, cenas a la luz de las velas y un hombre que te desee con toda su alma. Tú mereces todo lo que tiene tu hermana y más. :arre: :arre:

Cuando los ojos de _______ se empañaron supo que había conseguido lo que quería. Y, de nuevo, volvió a sentir esa molesta punzada de remordimiento. Pero él hacía lo que tenía que hacer para vengar a su familia, no había lugar para sentimientos.

–¿Por qué crees que no hago cosas pensando en mí misma? Sólo hemos pasado unas horas juntos, eso no te convierte en un experto sobre mí.

Se había puesto a la defensiva y era lógico.

–Eres como un libro abierto, _______ Barnes. Sencillamente, estoy leyendo lo que veo en él.

En sus ojos oscuros había un brillo de sorpresa, como si hubiera descubierto su punto débil.

–Yo... –________ no terminó la frase y se dio la vuelta para seguir guardando papeles en el maletín.

Joe se maldijo a sí mismo por haber ido demasiado lejos. La había asustado.

–________...

–Tengo que irme –murmuró ella, sin mirarlo–. Chad esta esperándome abajo.

Y antes de que pudiese detenerla, salió de la sala de juntas. Por segunda vez aquel día, _______ Barnes escapaba de él.


_________ tiró el bolígrafo sobre la mesa y se echó hacia atrás en el sillón. ¿Cómo podía trabajar cuando en lo único que podía pensar era en Joe Voronov diciéndole que merecía amor y felicidad?

Y ella había reaccionado poniéndose a la defensiva para que no la viera como un ser patético porque cuando le dijo que era como un libro abierto, de repente sintió el abrumador deseo de escapar.

Ella era una mujer fuerte. Había sido fuerte toda su vida y había cuidado de sí misma y de su hermana desde que su madre murió. Había hecho sacrificios, había ahorrado todo lo que pudo y, por fin, era una mujer independiente. ¿Por qué se derretía por un hombre al que apenas conocía? ¿Por qué Joe la hacía sentir tan vulnerable?

Una mirada al reloj le dijo que eran casi las cuatro de la tarde. No se había dado cuenta, pero su estómago empezaba a protestar porque no había comido nada desde que tomó un café y un par de galletas por la mañana, antes de la reunión.

Pensó llamar al servicio de habitaciones pero decidió que sería mejor bajar al restaurante del hotel.

Se había encerrado en la habitación desde que volvió de la reunión y era hora de mezclarse con la gente y airearse un poco. Tal vez entonces dejaría de pensar tanto en cierto príncipe ruso.

Chad y Emma habían salido a dar un paseo. Ya que _______ sabía de su relación, no había necesidad de seguir fingiendo. Aunque Chad le había pedido disculpas mientras iban a la reunión, diciendo que había querido contárselo antes pero no sabía si ella lo aprobaría.

__________ admitió que no lo hubiera hecho y luego le advirtió que si le hacía daño a su hermana lo mataría con sus propias manos. Y Chad no la había despedido, al contrario, le había asegurado que amaba a Emma y que nunca le haría daño.

Mientras estaban en la reunión, su hermana había llevado sus cosas a la habitación de Chad, de modo que ________ estaba sola y un poco triste. Aunque Emma estaba en la universidad, seguía viviendo en casa y estaba acostumbrada a tenerla cerca. Por supuesto, había tenido que viajar en otras ocasiones y muchas veces había estado sola en un hotel, pero aquel viaje le parecía diferente y la ausencia de Emma era más dolorosa de lo que le gustaría admitir.

Seguía llevando el traje negro que se había puesto por la mañana, de modo que tomó la chaqueta del respaldo de una silla y, diez minutos después, estaba en una esquina del restaurante, leyendo la carta que le había llevado un camarero.

–No pidas el borscht –dijo una voz masculina.

Cuando levantó la mirada y se encontró con unos fríos ojos grises, se le aceleró el pulso.

Joe se sentó a su lado, con una sonrisa en los labios.

–Todos los turistas piden borscht, pero hay cosas más interesantes en la cocina rusa que un repollo.

–¿Qué haces aquí? –exclamó ______–. Vete antes de que te vea alguien.

–No te preocupes, nadie te verá hablando conmigo.

–¿Y si Chad bajase al restaurante?

Joe se encogió de hombros y eso la enfureció. Él era rico, no tenía que preocuparse por perder su empleo, pero ella debía preocuparse por algo más que por eso ahora que Chad iba a casarse con su hermana. Y no tenía intención de crear problemas entre ellos.

–Deberías haber aceptado cenar conmigo. Entonces no estaríamos aquí, estaríamos en otro sitio.

______ apretó los dientes.

–Vete.

Joe sonrió, arrellanándose en la silla.

–Sólo si vienes conmigo.

–No voy a ir contigo a ningún sitio.

–Entonces, yo me quedaré contigo –dijo él, tomando la carta–. Este hotel es muy agradable, pero todo está preparado para turistas. ¿No te gustaría probar la auténtica comida rusa? ¿Ver algo más que el aeropuerto?

–Ya he visto la Plaza Roja.

–Ah, sí, tengo buenos recuerdos de la Plaza Roja. :twisted:

________ intentó no ponerse colorada, aunque notaba que le ardían las mejillas. Por una vez en su vida, le gustaría tener más experiencia con los hombres. Entonces no le afectaría tanto la traviesa sonrisa de Joe Voronov.

–No has venido aquí para cenar conmigo –le dijo.

–No, tenía que hablar con otra persona, pero te he visto y he decidido aprovechar la oportunidad.

–No digas esas cosas.

–¿Por qué no? Eres una mujer preciosa y quería verte.

Nadie la había llamado nunca «preciosa». Ella era pasablemente guapa, pero no era preciosa. La moda la confundía y el maquillaje era un misterio para ella que sólo había resuelto parcialmente usando rímel, brillo en los labios y algo de colorete. Y su pelo era tan largo y espeso que solía tener que sujetarlo en una coleta para que no la molestase.

Emma siempre intentaba que se pusiera ropa más moderna, pero no se sentía cómoda. El estilo de su hermana era muy diferente al de ella y como no había encontrado el suyo todavía, se conformaba con un traje de chaqueta para ir a trabajar y vaqueros y camisetas en su tiempo libre. Era un vestuario poco atrevido, conservador.

–Veo que no me crees –siguió Joe–. Eso me sorprende, _________.

–No confío en usted, príncipe Voronov. Sé que tiene algún motivo oculto.

–Ah, qué bien me conoces –bromeó él–. Sí, tengo un motivo oculto, es cierto. Y el motivo es que quiero que vengas conmigo. Prometo que Chad no lo sabrá nunca. Puede que hable ruso, pero no conoce esta ciudad como yo. Él no se aventuraría más allá de los barrios de moda.

–¿Y tú quieres llevarme a un sitio que no esté de moda? No sé si debería sentirme insultada o aliviada.

–Yo podría llevarte al mejor restaurante de la ciudad pero como no quieres, estoy dispuesto a llevarte a un sitio aún mejor.

–¿Mejor que el mejor restaurante de la ciudad? Eso no parece posible, ¿no?

–Es muy posible –dijo Joe–. Sólo tienes que decir que sí y lo verás. Ven conmigo, ___________.

Le gustaba hablar con él, no podía negarlo. Se sentía sola y estando con Joe era como... si estuviera metida en una bañera de agua caliente y espumosa.

¿Tan malo sería ir a cenar con él?

Chad y Emma estarían en la suite, pidiendo comida al servicio de habitaciones y haciendo el amor. ¿Por qué no podía ella ver la ciudad y pasar un buen rato? ¿Qué daño podía hacerle a Chad?

–No puedo –insistió. Pero quería ir. Quería pasar más tiempo con aquel hombre que la encontraba preciosa y que la hacía sentir como si fuera alguien especial, aunque sólo fuera una ilusión. Era una sensación nueva para ella y le gustaba demasiado.

–Eso es lo que diría Chad Russell. Yo quiero saber lo que piensa _______ Barnes.

_________ cerró los ojos un momento. Quería ver la ciudad y quería cenar con aquel hombre increíblemente guapo que se mostraba tan atento con ella.

–Es demasiado complicado. No debería ir.

–¿Qué hay de complicado en cenar juntos?

¿Por qué no podía pasarlo bien durante unas horas?, volvió a preguntarse ______. Emma estaba con Chad y no se daría cuenta de que ella había salido.

Mientras el restaurante al que quería llevarla estuviera lejos del hotel y no fuera un sitio frecuentado por turistas, ¿dónde estaba el problema? Ya había pasado la noche con él, el asunto no podía empeorar.

Además, ¿qué había sido de su decisión de vivir para sí misma?

–Sí –dijo por fin, antes de que pudiera cambiar de opinión–. Iré a cenar contigo.

–Spasiba –Joe se levantó de la silla y la tomó de la mano.

–Espera, mi abrigo –dijo _______–. Está en mi habitación.

–Yo te compraré un abrigo nuevo.

–No, no quiero que me compres un abrigo.

–¿Por qué no? El que llevabas ayer era demasiado ligero para el frío de Moscú.

Joe la llevó a una de las boutiques del hotel y le puso un largo abrigo blanco de cachemir mientras la dependienta lanzaba exclamaciones de admiración.

–Pero yo no puedo aceptar... –empezó a decir _________.

–Calla.

Luego eligió un gorro de piel, como el que llevaba Julie Christie en Doctor Zhivago, un pañuelo blanco y unos guantes de piel y, tranquilamente, le entregó una tarjeta de crédito a la dependienta mientras ella se miraba al espejo, absolutamente perpleja.

Un minuto después, entraban en una limusina negra que esperaba en la puerta del hotel.

–Te devolveré el dinero –se ofreció ________.

–No pienso aceptar tu dinero. Considéralo un regalo.

–Insisto en hacerlo, Joe –dijo ella, mirándolo con expresión retadora. ¿Cómo iba a aceptar unos regalos tan caros? La cena era una cosa, pero un abrigo de cachemir y un gorro de piel debían costar una fortuna. Una fortuna que ella no tenía, por otra parte.

–Muy bien –asintió él–. Haremos un plan de pagos. Cien dólares al mes durante al menos sesenta meses...

Ella parpadeó, sorprendida.

–¿Seis mil dólares? ¿Has pagado seis mil dólares?

Joe le levantó la barbilla con un dedo.

–Necesitabas un buen abrigo.

__________ iba a quitárselo, pero él se lo impidió.

–No seas tonta. Me apetecía hacerte un regalo, no tienes que devolverme el dinero.

Ella apartó la mirada. No sabía por qué, sus ojos se habían llenado de lágrimas. ¿Cuándo fue la última vez que alguien le hizo un regalo? Nunca desde que su madre murió. A su madre le encantaba sorprender a sus hijas con juguetes o libros de cuentos... hasta que sufrió el accidente y todo el dinero que había en el banco tuvo que usarse para pagar las facturas del hospital.

Pero no podía aceptar tan extravagante regalo de aquel hombre. No estaba bien.

–Lo devolveremos todo cuando volvamos al hotel.

Joe dijo una palabrota en ruso. Por su expresión enfadada, debía ser una palabrota.

–Muy bien, lo que tú quieras, _________ Barnes.

Y eso la hizo sentir como una desagradecida. Había herido sus sentimientos...

_______ puso una mano en su brazo.

–Gracias por el abrigo, Joe. Es un detalle muy bonito por tu parte.

Él la miró entonces con esos ojos grises tan preciosos. ¿Por qué tenía que ser tan guapo?

–No te entiendo, la verdad.

–Yo tampoco me entiendo a mí misma últimamente, te lo aseguro –_______ suspiró–. Pero lo siento si te he parecido antipática.

Él hizo un gesto con la mano, como para quitarle importancia.

–Y yo lamento que tú te hayas sentido incómoda. No era mi intención.

–Debo admitir que me siento un poco incómoda estando contigo. No quiero crear problemas.

–No habrá ningún problema.

–Si fuera tu empleada y tú me vieras con Chad, ¿no te enfadarías?

–¿En serio? Sí, me enfadaría –respondió Joe–. Pero no te despediría por eso. Pensaría que era mejor tenerte cerca.

–¿Por qué?

Él se inclinó hacia delante, como si fuera a contarle un secreto.

–Porque tú podrías saber cosas que fueran valiosas para mis enemigos.

–Yo no sé nada. Y aunque lo supiera, no te lo contaría a ti. Si es por eso por lo que te molestas tanto en ser amable conmigo, estás perdiendo el tiempo.

Joe sonrió y a ________ se le encogió el estómago.

–Eres una tigresa, por eso me gustas. Eres leal... aunque Chad te ha hecho mucho daño.

_______ apartó la mirada.

–No me ha hecho daño. Sencillamente, me llevé una sorpresa y estoy un poco preocupada por mi hermana.

–Tu hermana es mayor de edad y puede cuidar de sí misma, ¿no crees?

–Ya lo sé, pero me siento responsable de ella y la quiero mucho. No voy a dejar que nadie le haga daño.

–Pues claro que la quieres, pero ya no eres responsable de lo que haga con su vida.

–Tú no sabes nada sobre nosotras –protestó _________–. Es fácil para ti juzgarme, pero no tienes derecho a decirme lo que debo sentir.

Joe tomó su mano, haciendo círculos sobre la palma con el pulgar.

–No era mi intención decirte lo que debes sentir, pero a los veintiún años uno toma sus propias decisiones. Tú no eres responsable de lo que haga tu hermana.

–Sí, lo sé –________ dejó escapar un suspiro–. Pero uno no deja de preocuparse por alguien sólo porque se haya convertido en adulto. Yo crié a Emma cuando mi madre murió... en cierto modo, es como si fuera mi hija.

Nunca había dicho eso en voz alta y le resultaba chocante habérselo contado precisamente a un hombre al que apenas conocía. Por supuesto, la gente de Atkinsville sabía que había criado a Emma, pero ________ nunca le había contado a nadie lo difícil que había sido para ella porque hacerlo hubiera sido como admitir que necesitaba ayuda... y eso podría haber obligado a intervenir a los servicios sociales.

–Ah, ya entiendo por qué te sientes responsable y por qué estás dispuesta a sacrificar tu felicidad por la de tu hermana.

–Yo no he dicho eso. Emma no quiere que yo sea infeliz.

Joe la miró en silencio durante unos segundos.

–Debías ser muy joven cuando te convertiste en la madre de tu hermana.

–Tenía dieciocho años.

–Y fue difícil para ti, ¿no?

_________ suspiró de nuevo. ¿Por qué le estaba contando aquello? Y, sin embargo, era extrañamente consolador hacerlo. Como las lágrimas de la otra noche, necesitaba ese desahogo.

–Entonces sólo era una cría y no siempre sabía lo que debía hacer o si lo hacía bien.

–Pero lo hiciste y tu hermana es mayor de edad. Tienes que dejar que se haga independiente.

–Entiendo lo que dices, pero tú no sabes...

–Yo tuve una hermana –la interrumpió él–. Tenía tres años menos que yo y la protegí con todas mis fuerzas, pero al final no pude salvarla. Me habría encantado que viviera el tiempo suficiente para volverme loco con sus cosas... –Joe apretó su mano–. Debes celebrar que tu hermana está viva, que puede tomar sus propias decisiones y ayudarla si tiene algún problema, pero no pienses que debes aparcar tu vida para estar siempre a su lado.

________ no podía hablar. ¿Cómo podía ver con tal claridad dentro de ella? ¿Cómo conocía sus miedos y todo lo que se había perdido durante esos años sin que ella se lo hubiera contado? Era desconcertante.

Y, sin embargo, se daba cuenta de que también él había sufrido. Le gustaría decir que lo sentía, preguntarle qué le había pasado a su hermana, pero antes de que le saliera la voz, sonó el móvil de Joe.

–Perdona un momento...

Estuvo hablando por teléfono durante casi treinta minutos, mientras la limusina recorría la ciudad. Cuanto más se alejaban del hotel, más se preguntaba _______ si había cometido un error al ir con él. Ella no solía actuar por impulso...

Hasta aquel momento.

Había decidido ir a cenar con un hombre que la fascinaba, pero no había esperado desnudarle su alma o sentir que se le encogía el corazón al saber que también él había sufrido al perder a un familiar.

Supuestamente, era una cena. Algo sencillo.

Pero el coche seguía moviéndose, alejándose del centro de la ciudad para tomar una autopista. Quería preguntar dónde iban, pero Joe seguía hablando por teléfono.

Poco después, se dio cuenta de que entraban en un aeropuerto. Aunque no parecía el mismo al que había llegado unos días antes.

–Es Sheremetyevo –le explicó Joe, guardando el móvil en el bolsillo del abrigo–. Seguramente tú llegaste a Domodedovo, que está al sur de la ciudad.

____________ intentó no asustarse.

–Sí, pero ¿por qué estamos aquí?

–Te llevo a cenar, maya krasavitsa.

–¿En el aeropuerto?

–No –dijo él, mientras el conductor hablaba en ruso con los guardias de seguridad de la entrada.

Unos minutos después, el coche se detuvo y Joe bajó para ofrecerle su mano. Un jet estaba saliendo a la pista desde el hangar y el estruendo de los motores era ensordecedor.

–¡No puedo subir a un avión contigo! ¡Es una locura!

Joe la abrazó.

–Será un viaje muy corto y volveremos a medianoche, te lo prometo... ten, ponte esto –le dijo, sacando los guantes blancos del bolsillo del abrigo.

¿En qué lío se había metido?, se preguntó _______ mirando alrededor. Ir a un restaurante con él era una cosa, pero subir a un avión...

–No puedo –le dijo.

Y los dos sabían que no estaba hablando de los guantes.

–Anoche confiaste en mí –le recordó Joe, con voz pausada a pesar de que tenía que gritar para hacerse oír–. Te estoy pidiendo que confíes en mí de nuevo.

Listo chicas!!!
Disfruten su capi !!!!!!!
Aqui estoy y ya son las 1:29 am, me van a matar XDDD

aaaaaaaa
esta genialll tienes que seguirlkaa
aunque no me gustan los motivos de joe
jummm para sacarle informacion de rusell
jummm

me encanto el cap enserio
la nove va super super
espero que joe le ayude a olvidar a chad

Sii la rayis debería disfrutar & confiar en joe
Aun que los motivos de joe no son buenos !
Siguelaaa! ;)

Hola soy nueva lectora
Me encanta siguelaaa

pon capii :)