Letters.

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Una tarde de lluvia puede traer consigo consecuencias inesperadas, historias nunca antes relatadas. 

Cinco amigas dispuestas a mejorar una típica reunión bajo los destellos del cielo, irrumpen en el sótano de la mayor de ellas, sin pensar que aquél día sería más que inolvidable. 

Entre los miles de discos de vinilo, el polvo de añares y sus cuadros viejos, Sloane encuentra una pequeña caja de madera que dentro contiene un sinfín de cartas ocultas durante años.

Bajo los relámpagos y las espesas gotas de lluvia comienzan una nueva aventura. Estas chicas revivirán poco a poco las historias de amor más codiciadas, sin saber que sus vidas cambiarán.

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Prólogo

Estamos formados por sueños que se vuelven realidad y otros que pasan a ser historias en una caja vieja en el sótano. Somos miradas perdidas que no encuentran destino y otras que son recibidas. Podemos ser todo para uno y, a la misma vez, nada para otro. Algunas veces somos risas incontables y lágrimas de dolor derramadas. Pero finalmente todos somos amor, del que otorga y recibe, e inevitablemente de aquel que lo da todo de sí pero no pide nada a cambio. 

- Pero si es una nube pasajera – repitió Sloane casi sin aliento imitando la voz de su amiga por vez consecutiva en menos de cinco minutos. 

- La próxima vez asegúrense de mirar el pronóstico y no escuchemos más a Rosie – añadió Jodie rodando los ojos mientras jugueteaba con su piercing y escurría su cabello.

- ¿Estás segura que no queda más comida? – bufó Lola cambiando de tema y con suma tranquilidad caminaba bajo la lluvia.

- No lo creo, y ya sabes que con esta tormenta difícilmente llegas a la ciudad sin aplastar algo por el camino – terció nuevamente la mayor corriendo delante de las demás hacia el pórtico de la casa. 

El viernes había llegado antes de lo que esperaban, y el campo de Sloane había sido el único sitio disponible para reunirse aquella tarde. Generalmente salían a recorrer por millonésima vez las hectáreas de grandes pastizales y animales por doquier, con la puesta del sol frente a sus ojos y un digno paisaje por admirar. Sin rumbo fijo y sin límites de tiempo simplemente recordaban los días pasados o pensaban irremediablemente en un futuro incierto que se acercaba cada vez más. Por la noche, las películas tomaban el primer plano junto a los inmensos recipientes con palomitas que alimentarían a toda una ciudad por un mes.    

Pero esta vez todo se veía arruinado, la lluvia había irrumpido la tarde de silencio y calidez para traer consigo el estrépito de los truenos y las luces terroríficas de los relámpagos junto al revoltoso viento.

Volvieron empapadas y molestas al interior de la gran casa de campo donde Grant, el hermano mayor de Sloane, yacía dormido sobre la mesa del comedor. La felicidad restante no duró mucho tiempo cuando segundos después uno de los rayos alcanzó el transformador y la luz se hizo cosa del pasado.

- Explíquenme por favor como llegamos a este punto – habló Dylan mientras escuchaba sus pasos resonar en la escalera de madera y era seguida de la débil luz de la linterna.

- Sloane tiene unos discos de vinilos por aquí, yo los he visto – espetó una de ellas entre los ruidos desconocidos de los objetos dentro de las cajas revueltas. 

El sótano de la casa de campo parecía una vieja sala de estar. Con dos sillones coriáceos viejos que desprendían ese olorcito a hogar que todos recordamos, una gran alfombra en matices de colores oscuros, los cuadros viejos de Sloane que nunca llegaron a ser tan buenos - según ella creía -, y unas viejas cajas amontonadas en una esquina con las antiguas pertenencias de su abuela en las que nunca habían reparado.

- ¿Y tú como te has metido aquí Lola? – frunció el ceño la rubia mientras separaba las cajas que muchas veces había acomodado y soplaba el polvo que las envolvía con facilidad luego de tantos años allí. 

- Seguí a Grant una vez hasta aquí, ese verano que me quedé un mes contigo – respondió Lola sonrojándose al instante y buscando algo más que las inquisidoras miradas de sus amigas.

- Vale, había olvidado esa parte de la historia – dijo Sloane mientras reía y revolvía las pertenencias sin éxito –. Ven aquí y alúmbrame Rosie, deja de mirar esos horrible cuadros.

- Horribles les dices tú y yo no podría pasar de dibujar hombres de palitos – resopló quitando algunos mechones de su rostro que tapaban sus expresivos ojos color café.

- ¡Los encontré! – semi gritó Jodie desde la otra punta de la habitación.

Sloane sonrió al ver lo que era parte de su infancia. Los discos de vinilo sonando en el fondo del comedor y la dulce voz de su abuela cantando al compás de la música. Se acercó a su amiga y le quitó con demasiada brusquedad, propia de ella, la caja que  en vez de ser de cartón como las demás, era de madera extremadamente cuidada. Admiró todo lo que yacía dentro con una sonrisa en su rostro no muy común en ella, pero que sin dudas la embelesaba en segundos. 

- Loni, ¿tu abuela te había hablado sobre un par de sobres viejos? – habló con Dylan llamando la atención de su amiga y de hecho, del resto del grupo.

- ¿Dónde los has encontrado? – sus ojos verdes se ampliaron al momento de verlos.

- Estaban debajo de los discos, en la caja, ¿los conoces? – preguntó con sumo cuidado.

- Eran de ella... – suspiró antes de tomarlos y luego de dejar la caja de discos en el piso que fue inmediatamente atrapada por Jodie. 

Los recuerdos afloraron inmediatamente en la mente de la rubia mientras quitaba los mechones dorados de su rostro para asombrarse una vez más ante el recuerdo que veían sus ojos. Rememoró esas tardes de lluvia en esa misma casa de campo, donde ella se sentaba en la gran alfombra de la sala junto al fuego y dibujaba hasta el cansancio, a su vez, su abuela leía con una sonrisa en el rostro un par de papeles arrugados con "Have you ever seen the rain?” De fondo sonando una y otra vez. 

- Ábrelas, ábrelas, ábrelas – exigió Dylan entusiasmada con su tono cantarín acercándose a Sloane, quien no despegaba la vista de los objetos entre sus manos. 

- Vamos, como si hubiese algo más interesante por aquí – acalló el corto silencio Rosie mientras miraba despectivamente todo a su alrededor.

- Hey, los discos son sagrados – respondió Jodie golpeando el hombro de su amiga y acercando los anteriormente nombrados a su pecho. 

Un gran trueno resonó en las afueras de la casa haciendo estremecer el cuerpo de Rosie quien mantenía entre sus manos la linterna. 

Sloane le dio un último vistazo a los cinco sobres antes de abrirlos. Dentro de cada uno, una infinidad de cartas daban el visto nuevamente a la luz como hacía tiempo no lo hacían. Todas diferentes, pero con un mismo contrincante, el amor. 

- Mira esto Loni, esta está firmada por Braeden, pero la de aquí dice Augustus – Lola frunció el ceño mientras miraba todos los papeles de distintos colores y texturas, y escritos con distintas letras que yacían en el piso de madera del sótano -  ¡Y la primera nombra a tu abuela!

- Pon la linterna en el medio Dy – pidió Jodie entusiasmada al momento en el que Sloane robaba rápidamente la carta y la inspeccionaba con curiosidad y nostalgia. 

Cada una ocupó un lugar en la ronda, las cartas en el medio y la linterna entre estas. Sloane tomó la primera firmada por un extraño y dirigidas nada más ni nada menos que a su propia abuela. Leyó en voz alta cada palabra escrita hace años que se conservaban con el tiempo. 

“Querida Eleonor: 
Hoy he comprobado una de tus teorías. No se sufre solo con el corazón. En estos momentos puedo sentir cada parte de mi cuerpo anhelándote y, convalecientes, mis manos solo pueden escribirte a ti. Sí, se sufre con el corazón, pero también con las cuerdas vocales, tan acostumbradas a pronunciar tu nombre. Sí, se sufre con el corazón, pero también con la piel, tan habituada a la tuya. Si, se sufre con el corazón, y con el cuerpo entero, como yo sufro tu ausencia.

Sé que esta carta no puede reflejar ni la décima parte de mis sentimientos. Mucho menos puede ser el vestigio de mi cuerpo que te cubría cada noche. Sin embargo, y por suerte, yo no soy esta carta. Soy lo que conoces de mí, más que un sufrimiento, más que palabras. Puedo ser esa brisa que dices entra a la noche por tu ventana justo al momento en el que yo lo hacía. Puedo ser ese susurro que repite tus palabras solitarias casi inaudibles. Puedo ser todo Eleonor, siempre seré todo para ti. Recuerda quién soy, y estaré a tu lado sin importar cuán lejos esté.