TERCER LUGAR DRABBLES: Regalo de paz

regalo de paz

Aquel 24 de diciembre, Jenna miraba la nieve caer fuera de su ventana. Dentro, encendieron el hogar y decoraron la casa con los adornos que guardaban cada año. Pero esta no iba a ser una Navidad sencilla, habían despedido a su padre y no tenían dinero para preparar una cena como todos los años. Los lujos de la familia Hamilton habían desaparecido cuando la empresa quebró, razón por la cual sus padres peleaban, como tantas otras veces habían hecho. Las palabras hirientes cortaban el aire, mientras una lágrima silenciosa se deslizó por la mejilla de Jenna. La cercanía de un divorcio y el surgimiento de esta palabra hacían su malestar insoportable.  

Cuando era pequeña, Santa Claus siempre cumplía sus deseos y le traía todos los regalos que pedía. Entonces escribió una carta pensando que tal vez de esta manera su deseo se cumpliría. Dejó la carta dentro de un calcetín y se fue a dormir.

—Lo sentimos mucho. —Fue lo primero que dijeron sus padres cuando ella despertó. Ambos entraron en su habitación, sin haber dormido mucho pero predispuestos a enmendar la terrible noche pasada.

—No volveremos a pelear. —Jenna sabía que aquello no era cierto, pero apreciaba la voluntad que tenían en tal idea. —Desearíamos poder regalarte lo que quieres, pero sabes lo complicadas que están las cosas.

—Aun así tenemos algo para ti. —Su madre besó su cabeza. —Prepárate para salir. —le ordenó con una sonrisa.

Y así lo hizo. Ambos llevaron a Jenna al parque, donde solían ir con muy poca frecuencia. Todo estaba cubierto de nieve. Los negocios estaban decorados con luces de colores, la gente hacía muñecos de nieve y el olor que salía de la Panadería de Tito llenaba toda la cuadra. Jenna jugó con sus padres como nunca lo hizo. Vio a su papá llorar de risa por primera vez, y a su mamá mirarlo con tal amor que estrujó su corazón. Un vecino muy amable compartió con ellos sus galletas de jengibre. Disfrutó haciendo ángeles en la nieve, y cuando vio a sus padres esperándola para volver a casa, sus ojos se cristalizaron con la idea de un futuro mejor.

Cuando llegaron a casa era casi de noche, y como era de esperar no había regalos debajo del árbol. La madre de Jenna, sentada frente al hogar, comenzó a sollozar sorprendiéndolos a ambos.

—¿Qué pasa, mamá? —Preguntó Jenna asustada.

—Quisiera haber podido darte un regalo, querida. —Su padre se sentó con ella y la abrazó,  compartiendo su pesar.

—Pero mamá, me dieron el único regalo que había deseado. —Jenna les mostró la carta. —Que por una vez se olvidaran de sus problemas, y pasáramos esta Navidad en paz y en familia. —Ambos lloraban conmocionados. Se sentó junto a ellos y cantaron Silent Night mientras la nieve caía apaciblemente.

Así Jenna pudo aprender que la paz y el cariño de sus seres queridos eran más importantes que cualquier regalo material. Y desde entonces hicieron que todos los días fueran como aquella Navidad.

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