Criminal |Harry Styles | ¡Necesito lectoras!

 Veinte minutos acorralada en un rincón del maloliente edificio para darme cuenta de una sola cosa.
Soy patética.
Presiono mis palmas frías en mis ojos y reprimo un sollozo.
Sé que dentro está mi hermano. Sé que si mi padre se le ocurre hacerme algo él me defenderá. Pero no quiero ver a mi hermano sufrir más por mi culpa. No quiero escucharle llorar en su cuarto por defenderme siempre. No quiero que mi padre le pegue por mi culpa.
Desde la muerte de mamá, las cosas en casa han cambiado mucho. Mi padre se ha convertido en un jodido drogadicto y alcohólico.
Intento levantarme de aquel duro suelo lentamente. Los cardenales de la semana pasada aún están teñidos por  mi espalda. Consigo levantarme. Me duele.
Estoy a punto de estallar. Ya no puedo seguir más con esto. Ya no puedo volver siempre del trabajo con miedo a volver a casa. Con miedo a encontrarme a mi padre ahogado en una botella de alcohol. No puedo más.
Unos pasos, provenientes de las escaleras, se van acercando hasta mí. Sé quién es, ¡claro que se quién es!
— ¡Ronnie! ¿Qué pasa?—. Es la señora que vive en frente nuestra. Ella es la única en todo el edificio que sabe nuestra situación. Hay veces que cuando oye demasiados gritos, se llega  a casa para sacarnos a mi hermano y a mí de ese horrible lugar. — ¿Otra vez tu padre?—. Preguntó con esa voz tan dulce y angelical que tiene.
Se parece a mamá.
 — No, Cassy, todo está bien. No te preocupes por nada.
— Cielo, ya sabes dónde estoy si ocurre algo. Sabes que mis puertas siempre estarán abiertas  a ti—. Se acercó hasta mí para acorralarme en sus cálidos abrazos. Al finalizar el abrazo me da un leve beso en la frente.
Cassy, antes de entrar en su casa, me observa una última vez para comprobar que todo está bien. Finjo una sonrisa y consigo que se meta en su casa. Lo único que quiero es estar lejos de este lugar.
Siempre he deseado vivir en Seattle. Mamá era de allí y siempre me contaba historias muy interesantes de ese lugar.
Cuando mi padre decayó por primera vez en la bebida, supe que no iba a ser la última vez. Y desde ese día sabía que me quería mudar a Seattle.
Pero yo sé muy bien que eso no es posible. No tengo suficiente dinero como para viajar. Mi sueldo de camarera no llega ni para pagar el alquiler del piso. Casi todo el dinero que traigo a casa, mi padre lo encuentra y se lo gasta en bebidas.
Mi hermano está estudiando. Y sería muy egoísta por mi parte decirle que dejara de estudiar y que se pusiera a trabajar. Según él, el estudiar le sirve como distracción a todos los problemas que tiene cuando llega a casa. 
Escucho como alguien está subiendo las escaleras del edificio. Me seco rápidamente las lágrimas, que segundos atrás había descendido por mis mejillas, y saco las llaves del bolsillo trasero de mi pantalón. Mis manos están temblando, conozco a toda la gente que vive en el edificio y tengo que decir que salvo Cassy, son todos unos hijos de putas. Así que, es mejor que no me encuentre a nadie de aquí. Meto la llave en la ranura y la hago girar a la derecha. Entro y cierro la puerta con suavidad, a ver si consigo que mi padre no se despierte. No tengo ganas de que aparezca gritando pidiendo dinero para sus bebidas.
Scott, así se llama mi hermano, me dijo que se quedaría hasta tarde en la biblioteca. Así que estaba sola con mi padre.
Después de pasar el pasillo de mi casa, entro a mi cuarto. Enciendo la pantalla de mi querido portátil, que lo tengo que tener escondido, ya que si mi padre se entera de su existencia de seguro que lo venderá o lo romperá. Ya que cada cosa que tenemos mi hermano y yo nos la quita.
Llevo un tiempo dándole vueltas a una casa en Seattle. Es barata, no es muy pequeña y lo mejor de todo, está en el centro. Mi hermano y yo llevamos un tiempo ahorrando para irnos a vivir. Y dentro de dos días nos vamos.
Mi móvil comienza a vibrar, miro la pantalla y es mi compañera de trabajo: Lydia.
― ¡Hola!—como siempre, la voz tan alegre de Lydia. — Los chicos del curro van a dar una vuelta, ¿te animas?
―Tengo que preparar las maletas y tengo que esperar a mi hermano, Lydia.
― ¡Venga ya tía! Siempre que sales del curro te piras para tu casa, vente con nosotros. Lo pasaremos genial.
― ¿Y a dónde vais a ir?
― Liam quiere ir a las carreras.
― ¡Estás loca si crees que voy a ir a las carreras!
― Sí, si vas a venir Ronnie. Necesitas salir y despejarte un poco, te recogemos a medianoche. — y cuelga.
Hacen lo que quieren conmigo, pero en fin, no me puedo quejar. Al fin y al cabo Liam y Lydia son los únicos "amigos" que tengo aquí en la ciudad. Y que mierda, me vendría genial salir un rato. Aunque la idea de ir a las carreras más peligrosas no me gustaba para nada.
Cada mes hacían una carrera de esas, corrían como unas diez personas. Yo solamente he ido una sola vez a las carreras, y tengo que decir que no fue mi mejor noche. Mi hermano se planteó un par de veces en si participar o no, él es muy bueno con los coches y podría ganarles a todos. Pero yo le dije que por favor que no fuera y no fue. La idea de que mi hermano pudiera hacerse daño o algo mucho peor, me aterraba.
Cerré la pantalla de mi portátil y lo dejé debajo del colchón, para que mi padre no pudiera encontrarlo, me levanté de la cama y me dirigí a mi armario. ¿Qué me pongo? Removí toda la ropa, que no era mucha, y opté por ponerme unos jeans vaqueros y una camiseta de color beige preciosa que me regaló Cassy, me puse mis viejas vans y lista.
Bajo cuidadosamente por las escaleras de casa, intentando no despertar a mi padre. Pero al parecer ya estaba despierto y andando por la casa. Mi corazón se encoje y ahora mismo sé que estoy pálida. No quiero encontrarme con mi padre. No quiero que me haga o diga algo, porque esta vez sí que no voy a poder aguantar más.
Ahora deseo con todas mis fuerzas que venga Lydia y me saque de este infierno.
Bajo rápido las escaleras y cojo mi abrigo del perchero, las llaves y abro la puerta de salida.
― Eh, ¿dónde te crees que vas?— mierda, mierda y más mierda. Me quedo paralizada. No quiero mirarle, me da mucho miedo. Siempre está mal cuando se despierta― ¡Te estoy hablando, mierda!
Me giro para verle. Tiene los ojos rojos, seguro que ha estado llorando. No me da ninguna pena.
― H-he q-quedado con L-Lydia― dije tartamudeando.
― Con Lydia, ¿huh?— se acerca a mí y doy un paso hacia atrás, que no sirve de mucho porque ya me ha cogido del brazo.
― ¡Suéltame, me estás haciendo daño!— intento deshacerme de su agarre, pero no consigo nada. Él es más fuerte que yo, sólo quiero que venga ya Lydia.
― Tú no te vas a ir a ningún lado, puta. Haz la comida y dame dinero para cervezas. — dice llevándome a la cocina.
― No hay dinero. — dije en un hilo de voz.
― Más te vale que si haya, porque si no ya sabes lo que pasa.
Claro que sabía lo que pasaba. No pararía de pegarme y hacerme lo que sea hasta que le diera el dinero.
― De verdad que no queda nada. — dije por fin soltándome de su agarre. Retrocedí unos pasos hacia atrás. Jonh, así se llama mi padre, se acercó a mí, dispuesto a pegarme.
Cerré los ojos fuertemente cuando el timbre de casa sonó, suspiré y salí corriendo de la cocina. Abrí la puerta y me encontré a Lydia con Liam. Me abalancé a abrazarlos a los dos, reprimiendo algunos sollozos.
― Eh, ¿qué pasa Ronnie?— me abrazó fuertemente Lydia. Mientras, Liam me acariciaba el brazo.
― M-mi p-padre― dije sin separarme de ella.
― ¿Otra vez ese hijo de puta te ha tocado?— dice Liam adelantándose a entrar en casa.
― No, Liam déjalo. Vámonos de aquí, por favor.