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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Firelight alma de fuego (ADAPTADA)
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
Página 1 de 1. • Comparte
Firelight alma de fuego (ADAPTADA)
Chicaass, hola :s
Soy nueva y les traigo una novela que me encanto, la verdad :D
Por ahora no voy añadir ningún famoso, sino que se va el chico va a tener el mismo nombre en el libro, porque no he encontrado a alguien parecido con las características de los ojos :l
~
Autora: Sophie Jordan
Género: Ciencia ficción, romance, fantasía.
~
Resumen
____ no es una chica común. Desciende de dragones que
pueden adquirir forma humana y ocultarse de los predadores
que los persiguen. Su clan la tiene bajo control, ya que ella es
la última de su especie: una bella y poderosa draki de fuego,
comprometida con el príncipe heredero. Pero un encuentro
fortuito obliga a _____ y a su hermana gemela a huir de su
comunidad y adentrarse en el mundo de los humanos. Ella
luchará por evitar que sus instintos se apaguen, aunque esto
signifique acercarse a su adversario, un enemigo tan atractivo
como peligroso, capaz de encenderla con solo mirarla. Firelight
es una historia de amor desafiante, donde hay sangre y fuego.
Fuego de dragón. Fuego de pasión. Poderes míticos, batallas
interiores, luchas entre clanes… y un romance que dejará sin
aliento a las almas en llamas que se atrevan a volar sobre esta
ardiente trilogía.
Soy nueva y les traigo una novela que me encanto, la verdad :D
Por ahora no voy añadir ningún famoso, sino que se va el chico va a tener el mismo nombre en el libro, porque no he encontrado a alguien parecido con las características de los ojos :l
~
Autora: Sophie Jordan
Género: Ciencia ficción, romance, fantasía.
~
Resumen
____ no es una chica común. Desciende de dragones que
pueden adquirir forma humana y ocultarse de los predadores
que los persiguen. Su clan la tiene bajo control, ya que ella es
la última de su especie: una bella y poderosa draki de fuego,
comprometida con el príncipe heredero. Pero un encuentro
fortuito obliga a _____ y a su hermana gemela a huir de su
comunidad y adentrarse en el mundo de los humanos. Ella
luchará por evitar que sus instintos se apaguen, aunque esto
signifique acercarse a su adversario, un enemigo tan atractivo
como peligroso, capaz de encenderla con solo mirarla. Firelight
es una historia de amor desafiante, donde hay sangre y fuego.
Fuego de dragón. Fuego de pasión. Poderes míticos, batallas
interiores, luchas entre clanes… y un romance que dejará sin
aliento a las almas en llamas que se atrevan a volar sobre esta
ardiente trilogía.
TachibanaMei
Re: Firelight alma de fuego (ADAPTADA)
Holaaaaaaaaaaaa me presentó me llamo Jessica y tu novela me llamo la atención.
Me gusta mucho porfavor sigueeela.
Si necesitas chica cuenta conmigo:D
UN BESO DESDE ESPAÑA
Me gusta mucho porfavor sigueeela.
Si necesitas chica cuenta conmigo:D
UN BESO DESDE ESPAÑA
Jeca
Re: Firelight alma de fuego (ADAPTADA)
Cap 1:
Contemplo la tranquila superficie del lago y sé que vale la pena correr el
riesgo.
El agua está inmóvil y lisa, como cristal pulido. Ni el más mínimo soplo de
viento la altera. Una bruma baja forma montañas líquidas que flotan contra
un cielo amoratado. El sol saldrá pronto.
Azure llega sin resuello. Sin molestarse en poner el caballete, deja su
bicicleta en el suelo ruidosamente, junto a la mía.
—¿No me has oído llamarte? Ya sabes que no puedo pedalear tan deprisa
como tú.
—No quería perderme esto.
El sol asoma por fin sobre las montañas, en una fina línea de oro rojizo que
ribetea el lago.
Azure suspira a mi lado y tengo la certeza de que está haciendo lo mismo
que yo: imaginarse qué sensación provocará en su piel la temprana luz
matinal.
—____, no deberíamos hacer esto —me dice, pero su voz carece de
convicción.
Yo me meto las manos en los bolsillos y me balanceo sobre los talones.
—Tú quieres hacerlo tanto como yo. Mira ese sol...
Antes de que Azure pueda protestar de nuevo, me quito la ropa. Tras
esconderla detrás de un arbusto, me acerco al borde del agua temblando,
aunque no por el frío del amanecer. Me recorre un escalofrío de emoción.
La ropa de Azure cae al suelo y afirma:
—A Cassian no le va a gustar.
Yo frunzo el entrecejo. Como si me importara lo que Cassian opine... No es
mi novio, aunque ayer me pilló por sorpresa en Maniobras de Vuelo Evasivas
intentando cogerme la mano.
—No estropees este momento. Ahora mismo no quiero pensar en Cassian.
De hecho, la culpa de esta pequeña rebelión la tiene en buena parte él.
Siempre está revoloteando a mi alrededor. Siempre está ahí, observándome
con sus ojos oscuros, esperando. Estoy harta. Que Tamra se quede con él. Me
paso el tiempo deseando que él la quiera, que la manada la hubiese elegido
a ella en vez de a mí. A cualquiera en vez de a mí. Se me escapa un suspiro.
Detesto que ni siquiera vayan a darme elección.
Pero falta mucho hasta que haya que concertar nada. Ahora no voy a
pensar en eso.
—Vamos allá.
Relajo mis pensamientos y absorbo todo lo que canturrea a mi alrededor.
Las ramas con sus hojas de un verde grisáceo. Los pájaros, estimulados por
el amanecer. La bruma fría y húmeda que se adhiere a mis piernas. Flexiono
los dedos de los pies sobre el suelo áspero, contando mentalmente los
guijarros que toco. Y, entonces, esa pulsión tan familiar se abre camino en mi
pecho. Mi exterior humano desaparece, se desvanece, reemplazado por mi
piel draki, mucho más gruesa.
Mi cara se tensa, los pómulos se afilan, mudando sutilmente, estirándose.
Mi respiración cambia conforme se transforma mi nariz, al elevarse y
multiplicarse el puente. Mis extremidades se aflojan y alargan. La resistencia
de mis huesos resulta deliciosa. Miro al cielo. Las nubes parecen borrones
grises; las veo como si ya estuviera deslizándome entre ellas. Siento cómo la
fría condensación me besa el cuerpo.
No tardo mucho. Puede que haya sido la manifestación más rápida de mi
vida. Con la mente clara y libre de restricciones, sin nadie más a mi
alrededor excepto Azure, resulta más fácil. No está Cassian, con sus miradas
perturbadoras; ni mi madre, con miedo en los ojos; ni ninguno de los demás,
observándome, juzgándome, evaluándome.
Siempre evaluándome.
Me crecen las alas, levemente más largas que mi espalda, ligeras y
vaporosas. Se despliegan en el aire con un suave susurro, un suspiro. Como
si ellas, también, buscaran alivio, libertad.
Una vibración conocida va creciendo en mi pecho. Es casi como un
ronroneo. Me giro para mirar a Azure y descubro que ya está preparada, y
hermosa, a mi lado. Es de un azul iridiscente. Bajo la creciente luz, percibo
las tonalidades rosas y escarlatas que se esconden en el azul intenso de su
piel draki. Hasta ahora jamás había reparado en algo tan diminuto.
Solo en este instante lo veo, al romper el día, cuando tenemos previsto
volar. Cuando la manada lo prohíbe. De noche te pierdes muchas cosas.
Al bajar la vista admiro el brillo dorado y rojizo de mis lustrosos brazos. Mi mente divaga. Recuerdo el pedazo de ámbar que hay en el tesoro de piedras
preciosas de mi familia. Mi piel se asemeja a eso ahora: a ámbar báltico
atrapado en luz solar. Resulta engañoso. Mi piel parece delicada, pero es tan
dura como una coraza. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que me
vi así. Demasiado tiempo desde que sentí el sol sobre mi piel.
Azure ronronea suavemente a mi lado. Nos miramos —con ojos de iris
alargados y negras líneas verticales como pupilas—, y sé que ella no va a
seguir protestando. Me mira fijamente con sus ojos de un azul reluciente, tan
feliz como yo de estar aquí. Aunque hayamos quebrantado todas las normas
de la manada para escaparnos de los terrenos protegidos, estamos aquí.
Somos libres.
Apoyándome en los talones, salto hacia arriba. Mis alas baten el aire y sus
membranas se estiran mientras me levantan.
Con un giro rápido, me elevo.
Azure está a mi lado, riendo con un sonido quedo y gutural.
El viento sopla sobre nosotras y la dulce luz del sol nos besa la piel.
Cuando estamos lo bastante alto, Azure desciende en barrena atravesando el
aire, dirigiéndose a toda velocidad hacia el lago.
—¡Fanfarrona! —exclamo, después de fruncir los labios, y el sonido de mi
voz draki vibra en lo más hondo de mi garganta mientras Azure se zambulle
y permanece varios minutos bajo el agua.
Puesto que es una draki acuática, siempre que entra en el agua le
aparecen branquias en los costados, lo que le permite aguantar sumergida...,
bueno, para siempre si así lo quisiera. Es uno de los muchos talentos útiles
que nuestros antepasados dragones desarrollaron para poder sobrevivir.
Aunque no todos podemos hacerlo, desde luego. Yo, por ejemplo, no puedo
hacer eso.
Yo hago otras cosas.
Revoloteando sobre el lago, espero a que Azure emerja. Por fin rompe la
superficie con una brillante rociada de agua; su cuerpo azul brilla en el aire, y
de sus alas se desprenden gotitas.
—Muy bonito —digo.
—¡Ahora tú! —Niego con la cabeza y salgo volando de nuevo,
sumergiéndome en las montañas de niebla y fingiendo que no oigo a Azure,
que grita—: ¡Venga, es genial!
Mi talento no es genial. Daría cualquier cosa por cambiarlo. Por ser un
draki acuático, o un visiocriptor, o un ónix. O..., bueno, la lista es muy larga.
Yo, en cambio, soy esto. Exhalo fuego. Soy el primer ejemplar de draki piroexhalador de la manada
en más de cuatrocientos años. Eso me ha hecho más popular de lo que
desearía. Desde que me manifesté a los once años, dejé de ser ______ y
pasé a ser la lanzallamas. Por esa razón, la manada decidió que era ella la
que debía controlar mi vida, y sus miembros son peores que mi madre.
De repente, oigo algo más aparte del viento susurrante y las arrulladoras
neblinas de las montañas de cima nevada que me rodean. Se trata de un
sonido tenue y distante.
Aguzo el oído y me paro, revoloteando en el denso aire.
Azure ladea la cabeza. Sus ojos de dragón parpadean, escrutando el
horizonte intensamente.
—¿Qué es eso? ¿Un avión?
El sonido aumenta, acercándose deprisa, con un ritmo constante.
—Deberíamos bajar un poco.
Asintiendo, Azure desciende. Yo la sigo, mirando a nuestras espaldas, pero
solo veo la cadena irregular de montañas. Sin embargo, oigo algo más.
Siento algo más.
El sonido continúa avanzando.
Nos persigue.
—¿Deberíamos volver a las bicis? —me pregunta Azure mientras su pelo
negro de mechas azules ondea en el viento como una bandera.
Yo vacilo. No quiero que esto acabe. ¿Quién sabe cuándo podremos
escabullirnos de nuevo? La manada me vigila tan estrechamente, y Cassian
es siempre tan...
—¡____! —exclama entonces Azure, apuntando al aire con un dedo azul
iridiscente.
Yo me giro a mirar y me da un vuelco el corazón.
Un helicóptero rodea una montaña baja: al principio se ve muy pequeño,
pero va creciendo conforme se aproxima, atravesando la niebla.
—¡Vamos! —grito—. ¡Abajo!
Desciendo horadando el aire, con las alas plegadas y pegadas al cuerpo y
las piernas muy juntas y rectas, como una flecha, perfectamente colocadas
para ganar velocidad.
Pero no la suficiente.
La hélice del helicóptero golpea el aire con un martilleo frenético.
Cazadores. Empiezo a volar más rápido de lo que he volado jamás y el viento me hace daño en los ojos.
Azure me sigue. Al girarme a mirarla, distingo una oscura desesperación
en sus ojos líquidos y grito:
—¡Az, aguanta!
Los drakis acuáticos no están hechos para la velocidad. Las dos lo
sabemos. La voz de Azure se transforma en un sollozo, y en ese sonido
quebrado percibo lo consciente que es ella también.
—¡Lo intento! ¡No me dejes, _____! ¡No me dejes!
Detrás de nosotras, el helicóptero continúa su camino. Un miedo amargo
me sube a la boca cuando se le unen dos más, lo que acaba con cualquier
esperanza de que fuera una aeronave solitaria en busca de fotos aéreas. Se
trata de un escuadrón, y ya no cabe duda de que vienen a por nosotras.
«¿Lo que le pasó a papá fue esto? ¿Sus últimos momentos serían así?», me
pregunto, pero sacudo la cabeza para librarme rápidamente de esa idea. Yo
no moriré hoy, y mi cuerpo no acabará vendido en trozos.
Señalo con la cabeza la copa de los árboles, cada vez más cercanos.
—¡Ahí! —chillo.
Los drakis nunca vuelan cerca del suelo, pero no nos queda otra opción.
Azure me sigue, situándose en mi estela. Se aproxima a mi costado, y
tiene un pánico tan grande que a punto está de estrellarse contra los árboles.
Yo me detengo, respirando entrecortadamente. Los helicópteros zumban por
encima de nuestra cabeza; su martilleo ensordecedor sacude los árboles
hasta convertirlos en una espuma verde.
—Deberíamos desmanifestarnos —dice Az, resollando.
Como si pudiéramos... Estamos demasiado asustadas. Los drakis nunca
pueden adoptar forma humana cuando tienen miedo. Es un mecanismo de
supervivencia. Nuestro núcleo es draki, y es de ahí de donde procede nuestra
fuerza.
Miro a través del encaje de ramas agitadas que nos protege; hay un denso
aroma a pino y bosque.
—Puedo controlarme —insiste Az en la lengua gutural propia de los drakis.
—Aunque eso fuera cierto, es demasiado peligroso —replico, negando con
la cabeza—. Debemos esperar a que se vayan. Si ven a dos chicas por aquí
después de haber visto a dos hembras drakis, podrían sospechar.
Un puño helado me oprime el corazón. No puedo permitir que eso suceda.
No solo por mí, sino por todos. Por los drakis de todo el mundo. El secreto de nuestra capacidad de parecer humanos es nuestra mayor defensa.
—¡Si no estamos en casa en una hora, nos la vamos a cargar! —exclama
Az.
Me muerdo un labio para no soltarle que tenemos más preocupaciones que
la bronca que nos pueda caer, pero no quiero asustarla más de lo que ya
está.
—Debemos escondernos un rato.
De repente, otro sonido atraviesa el de las hélices: es un sonsonete quedo.
Siento un hormigueo en el vello de la nuca. Hay algo más ahí fuera, en el
suelo, acercándose.
Miro hacia el cielo mientras abro y cierro los dedos, semejantes a garras, y
mis alas se estremecen en un movimiento apenas controlado. El instinto me
invita a volar, pero sé que están ahí arriba, esperando, volando en círculos
como águilas. Veo sus formas negras a través de la copa de los árboles. Noto
una opresión en el pecho. No van a irse.
Con un gesto, le indico a Az que me siga hasta las gruesas ramas de un
pino gigantesco. Tras plegar las alas contra el cuerpo, trepamos a través de
las punzantes agujas de pino y las ramitas que nos arañan. Esperamos
conteniendo la respiración.
Y entonces el suelo cobra vida, bullendo con un séquito de vehículos:
camionetas, todoterrenos, motos de cross...
—¡No! —exclamo con voz ronca, contemplando los vehículos y los hombres
armados hasta los dientes.
En la caja de una camioneta hay dos hombres atrincherados tras un
enorme lanzador de redes. Son cazadores experimentados. Saben lo que
están haciendo. Saben lo que van a cazar.
Az tiembla tanto que la rama en la que estamos acurrucadas empieza a
sacudirse con un susurro de hojas. La agarro de la mano. Las motos abren la
marcha, avanzando a una velocidad vertiginosa, pero entonces el conductor
de un todoterreno señala a través de la ventanilla y grita con voz profunda y
aterradora:
—¡Mirad en los árboles!
Az se retuerce y yo le cojo la mano con más fuerza. Ahora tenemos una
moto justo debajo de nosotras. La piel se me tensa de una manera casi
dolorosa.
—No puedo quedarme aquí —dice Azure con voz ahogada—. ¡Tengo que
irme!
—Az —gruño con un susurro vehemente y desesperado—, eso es lo que
ellos quieren. Están intentando asustarnos para que salgamos. No te dejes
llevar por el pánico.
—No, no puedo —responde ella con los dientes apretados.
Y yo sé, con el estómago revuelto, que Az no va a resistir.
Tras examinar la actividad que se desarrolla en el suelo y los helicópteros
que surcan el cielo, tomo una decisión.
—De acuerdo —digo, y trago saliva—. Este es el plan: vamos a
separarnos...
—No...
—Yo saldré la primera. Luego, cuando empiecen a perseguirme, tú vete
hacia el agua. Zambúllete y quédate ahí todo el tiempo que haga falta. —Sus
ojos oscuros brillan, muy húmedos; las líneas verticales de sus pupilas laten
—. ¿Entendido?
Azure asiente entrecortadamente y los puentes de su nariz se contraen
con una profunda inhalación.
—¿Qué..., qué vas a hacer?
—Volar, por supuesto —contesto, esbozando una sonrisa forzada.
Contemplo la tranquila superficie del lago y sé que vale la pena correr el
riesgo.
El agua está inmóvil y lisa, como cristal pulido. Ni el más mínimo soplo de
viento la altera. Una bruma baja forma montañas líquidas que flotan contra
un cielo amoratado. El sol saldrá pronto.
Azure llega sin resuello. Sin molestarse en poner el caballete, deja su
bicicleta en el suelo ruidosamente, junto a la mía.
—¿No me has oído llamarte? Ya sabes que no puedo pedalear tan deprisa
como tú.
—No quería perderme esto.
El sol asoma por fin sobre las montañas, en una fina línea de oro rojizo que
ribetea el lago.
Azure suspira a mi lado y tengo la certeza de que está haciendo lo mismo
que yo: imaginarse qué sensación provocará en su piel la temprana luz
matinal.
—____, no deberíamos hacer esto —me dice, pero su voz carece de
convicción.
Yo me meto las manos en los bolsillos y me balanceo sobre los talones.
—Tú quieres hacerlo tanto como yo. Mira ese sol...
Antes de que Azure pueda protestar de nuevo, me quito la ropa. Tras
esconderla detrás de un arbusto, me acerco al borde del agua temblando,
aunque no por el frío del amanecer. Me recorre un escalofrío de emoción.
La ropa de Azure cae al suelo y afirma:
—A Cassian no le va a gustar.
Yo frunzo el entrecejo. Como si me importara lo que Cassian opine... No es
mi novio, aunque ayer me pilló por sorpresa en Maniobras de Vuelo Evasivas
intentando cogerme la mano.
—No estropees este momento. Ahora mismo no quiero pensar en Cassian.
De hecho, la culpa de esta pequeña rebelión la tiene en buena parte él.
Siempre está revoloteando a mi alrededor. Siempre está ahí, observándome
con sus ojos oscuros, esperando. Estoy harta. Que Tamra se quede con él. Me
paso el tiempo deseando que él la quiera, que la manada la hubiese elegido
a ella en vez de a mí. A cualquiera en vez de a mí. Se me escapa un suspiro.
Detesto que ni siquiera vayan a darme elección.
Pero falta mucho hasta que haya que concertar nada. Ahora no voy a
pensar en eso.
—Vamos allá.
Relajo mis pensamientos y absorbo todo lo que canturrea a mi alrededor.
Las ramas con sus hojas de un verde grisáceo. Los pájaros, estimulados por
el amanecer. La bruma fría y húmeda que se adhiere a mis piernas. Flexiono
los dedos de los pies sobre el suelo áspero, contando mentalmente los
guijarros que toco. Y, entonces, esa pulsión tan familiar se abre camino en mi
pecho. Mi exterior humano desaparece, se desvanece, reemplazado por mi
piel draki, mucho más gruesa.
Mi cara se tensa, los pómulos se afilan, mudando sutilmente, estirándose.
Mi respiración cambia conforme se transforma mi nariz, al elevarse y
multiplicarse el puente. Mis extremidades se aflojan y alargan. La resistencia
de mis huesos resulta deliciosa. Miro al cielo. Las nubes parecen borrones
grises; las veo como si ya estuviera deslizándome entre ellas. Siento cómo la
fría condensación me besa el cuerpo.
No tardo mucho. Puede que haya sido la manifestación más rápida de mi
vida. Con la mente clara y libre de restricciones, sin nadie más a mi
alrededor excepto Azure, resulta más fácil. No está Cassian, con sus miradas
perturbadoras; ni mi madre, con miedo en los ojos; ni ninguno de los demás,
observándome, juzgándome, evaluándome.
Siempre evaluándome.
Me crecen las alas, levemente más largas que mi espalda, ligeras y
vaporosas. Se despliegan en el aire con un suave susurro, un suspiro. Como
si ellas, también, buscaran alivio, libertad.
Una vibración conocida va creciendo en mi pecho. Es casi como un
ronroneo. Me giro para mirar a Azure y descubro que ya está preparada, y
hermosa, a mi lado. Es de un azul iridiscente. Bajo la creciente luz, percibo
las tonalidades rosas y escarlatas que se esconden en el azul intenso de su
piel draki. Hasta ahora jamás había reparado en algo tan diminuto.
Solo en este instante lo veo, al romper el día, cuando tenemos previsto
volar. Cuando la manada lo prohíbe. De noche te pierdes muchas cosas.
Al bajar la vista admiro el brillo dorado y rojizo de mis lustrosos brazos. Mi mente divaga. Recuerdo el pedazo de ámbar que hay en el tesoro de piedras
preciosas de mi familia. Mi piel se asemeja a eso ahora: a ámbar báltico
atrapado en luz solar. Resulta engañoso. Mi piel parece delicada, pero es tan
dura como una coraza. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que me
vi así. Demasiado tiempo desde que sentí el sol sobre mi piel.
Azure ronronea suavemente a mi lado. Nos miramos —con ojos de iris
alargados y negras líneas verticales como pupilas—, y sé que ella no va a
seguir protestando. Me mira fijamente con sus ojos de un azul reluciente, tan
feliz como yo de estar aquí. Aunque hayamos quebrantado todas las normas
de la manada para escaparnos de los terrenos protegidos, estamos aquí.
Somos libres.
Apoyándome en los talones, salto hacia arriba. Mis alas baten el aire y sus
membranas se estiran mientras me levantan.
Con un giro rápido, me elevo.
Azure está a mi lado, riendo con un sonido quedo y gutural.
El viento sopla sobre nosotras y la dulce luz del sol nos besa la piel.
Cuando estamos lo bastante alto, Azure desciende en barrena atravesando el
aire, dirigiéndose a toda velocidad hacia el lago.
—¡Fanfarrona! —exclamo, después de fruncir los labios, y el sonido de mi
voz draki vibra en lo más hondo de mi garganta mientras Azure se zambulle
y permanece varios minutos bajo el agua.
Puesto que es una draki acuática, siempre que entra en el agua le
aparecen branquias en los costados, lo que le permite aguantar sumergida...,
bueno, para siempre si así lo quisiera. Es uno de los muchos talentos útiles
que nuestros antepasados dragones desarrollaron para poder sobrevivir.
Aunque no todos podemos hacerlo, desde luego. Yo, por ejemplo, no puedo
hacer eso.
Yo hago otras cosas.
Revoloteando sobre el lago, espero a que Azure emerja. Por fin rompe la
superficie con una brillante rociada de agua; su cuerpo azul brilla en el aire, y
de sus alas se desprenden gotitas.
—Muy bonito —digo.
—¡Ahora tú! —Niego con la cabeza y salgo volando de nuevo,
sumergiéndome en las montañas de niebla y fingiendo que no oigo a Azure,
que grita—: ¡Venga, es genial!
Mi talento no es genial. Daría cualquier cosa por cambiarlo. Por ser un
draki acuático, o un visiocriptor, o un ónix. O..., bueno, la lista es muy larga.
Yo, en cambio, soy esto. Exhalo fuego. Soy el primer ejemplar de draki piroexhalador de la manada
en más de cuatrocientos años. Eso me ha hecho más popular de lo que
desearía. Desde que me manifesté a los once años, dejé de ser ______ y
pasé a ser la lanzallamas. Por esa razón, la manada decidió que era ella la
que debía controlar mi vida, y sus miembros son peores que mi madre.
De repente, oigo algo más aparte del viento susurrante y las arrulladoras
neblinas de las montañas de cima nevada que me rodean. Se trata de un
sonido tenue y distante.
Aguzo el oído y me paro, revoloteando en el denso aire.
Azure ladea la cabeza. Sus ojos de dragón parpadean, escrutando el
horizonte intensamente.
—¿Qué es eso? ¿Un avión?
El sonido aumenta, acercándose deprisa, con un ritmo constante.
—Deberíamos bajar un poco.
Asintiendo, Azure desciende. Yo la sigo, mirando a nuestras espaldas, pero
solo veo la cadena irregular de montañas. Sin embargo, oigo algo más.
Siento algo más.
El sonido continúa avanzando.
Nos persigue.
—¿Deberíamos volver a las bicis? —me pregunta Azure mientras su pelo
negro de mechas azules ondea en el viento como una bandera.
Yo vacilo. No quiero que esto acabe. ¿Quién sabe cuándo podremos
escabullirnos de nuevo? La manada me vigila tan estrechamente, y Cassian
es siempre tan...
—¡____! —exclama entonces Azure, apuntando al aire con un dedo azul
iridiscente.
Yo me giro a mirar y me da un vuelco el corazón.
Un helicóptero rodea una montaña baja: al principio se ve muy pequeño,
pero va creciendo conforme se aproxima, atravesando la niebla.
—¡Vamos! —grito—. ¡Abajo!
Desciendo horadando el aire, con las alas plegadas y pegadas al cuerpo y
las piernas muy juntas y rectas, como una flecha, perfectamente colocadas
para ganar velocidad.
Pero no la suficiente.
La hélice del helicóptero golpea el aire con un martilleo frenético.
Cazadores. Empiezo a volar más rápido de lo que he volado jamás y el viento me hace daño en los ojos.
Azure me sigue. Al girarme a mirarla, distingo una oscura desesperación
en sus ojos líquidos y grito:
—¡Az, aguanta!
Los drakis acuáticos no están hechos para la velocidad. Las dos lo
sabemos. La voz de Azure se transforma en un sollozo, y en ese sonido
quebrado percibo lo consciente que es ella también.
—¡Lo intento! ¡No me dejes, _____! ¡No me dejes!
Detrás de nosotras, el helicóptero continúa su camino. Un miedo amargo
me sube a la boca cuando se le unen dos más, lo que acaba con cualquier
esperanza de que fuera una aeronave solitaria en busca de fotos aéreas. Se
trata de un escuadrón, y ya no cabe duda de que vienen a por nosotras.
«¿Lo que le pasó a papá fue esto? ¿Sus últimos momentos serían así?», me
pregunto, pero sacudo la cabeza para librarme rápidamente de esa idea. Yo
no moriré hoy, y mi cuerpo no acabará vendido en trozos.
Señalo con la cabeza la copa de los árboles, cada vez más cercanos.
—¡Ahí! —chillo.
Los drakis nunca vuelan cerca del suelo, pero no nos queda otra opción.
Azure me sigue, situándose en mi estela. Se aproxima a mi costado, y
tiene un pánico tan grande que a punto está de estrellarse contra los árboles.
Yo me detengo, respirando entrecortadamente. Los helicópteros zumban por
encima de nuestra cabeza; su martilleo ensordecedor sacude los árboles
hasta convertirlos en una espuma verde.
—Deberíamos desmanifestarnos —dice Az, resollando.
Como si pudiéramos... Estamos demasiado asustadas. Los drakis nunca
pueden adoptar forma humana cuando tienen miedo. Es un mecanismo de
supervivencia. Nuestro núcleo es draki, y es de ahí de donde procede nuestra
fuerza.
Miro a través del encaje de ramas agitadas que nos protege; hay un denso
aroma a pino y bosque.
—Puedo controlarme —insiste Az en la lengua gutural propia de los drakis.
—Aunque eso fuera cierto, es demasiado peligroso —replico, negando con
la cabeza—. Debemos esperar a que se vayan. Si ven a dos chicas por aquí
después de haber visto a dos hembras drakis, podrían sospechar.
Un puño helado me oprime el corazón. No puedo permitir que eso suceda.
No solo por mí, sino por todos. Por los drakis de todo el mundo. El secreto de nuestra capacidad de parecer humanos es nuestra mayor defensa.
—¡Si no estamos en casa en una hora, nos la vamos a cargar! —exclama
Az.
Me muerdo un labio para no soltarle que tenemos más preocupaciones que
la bronca que nos pueda caer, pero no quiero asustarla más de lo que ya
está.
—Debemos escondernos un rato.
De repente, otro sonido atraviesa el de las hélices: es un sonsonete quedo.
Siento un hormigueo en el vello de la nuca. Hay algo más ahí fuera, en el
suelo, acercándose.
Miro hacia el cielo mientras abro y cierro los dedos, semejantes a garras, y
mis alas se estremecen en un movimiento apenas controlado. El instinto me
invita a volar, pero sé que están ahí arriba, esperando, volando en círculos
como águilas. Veo sus formas negras a través de la copa de los árboles. Noto
una opresión en el pecho. No van a irse.
Con un gesto, le indico a Az que me siga hasta las gruesas ramas de un
pino gigantesco. Tras plegar las alas contra el cuerpo, trepamos a través de
las punzantes agujas de pino y las ramitas que nos arañan. Esperamos
conteniendo la respiración.
Y entonces el suelo cobra vida, bullendo con un séquito de vehículos:
camionetas, todoterrenos, motos de cross...
—¡No! —exclamo con voz ronca, contemplando los vehículos y los hombres
armados hasta los dientes.
En la caja de una camioneta hay dos hombres atrincherados tras un
enorme lanzador de redes. Son cazadores experimentados. Saben lo que
están haciendo. Saben lo que van a cazar.
Az tiembla tanto que la rama en la que estamos acurrucadas empieza a
sacudirse con un susurro de hojas. La agarro de la mano. Las motos abren la
marcha, avanzando a una velocidad vertiginosa, pero entonces el conductor
de un todoterreno señala a través de la ventanilla y grita con voz profunda y
aterradora:
—¡Mirad en los árboles!
Az se retuerce y yo le cojo la mano con más fuerza. Ahora tenemos una
moto justo debajo de nosotras. La piel se me tensa de una manera casi
dolorosa.
—No puedo quedarme aquí —dice Azure con voz ahogada—. ¡Tengo que
irme!
—Az —gruño con un susurro vehemente y desesperado—, eso es lo que
ellos quieren. Están intentando asustarnos para que salgamos. No te dejes
llevar por el pánico.
—No, no puedo —responde ella con los dientes apretados.
Y yo sé, con el estómago revuelto, que Az no va a resistir.
Tras examinar la actividad que se desarrolla en el suelo y los helicópteros
que surcan el cielo, tomo una decisión.
—De acuerdo —digo, y trago saliva—. Este es el plan: vamos a
separarnos...
—No...
—Yo saldré la primera. Luego, cuando empiecen a perseguirme, tú vete
hacia el agua. Zambúllete y quédate ahí todo el tiempo que haga falta. —Sus
ojos oscuros brillan, muy húmedos; las líneas verticales de sus pupilas laten
—. ¿Entendido?
Azure asiente entrecortadamente y los puentes de su nariz se contraen
con una profunda inhalación.
—¿Qué..., qué vas a hacer?
—Volar, por supuesto —contesto, esbozando una sonrisa forzada.
TachibanaMei
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