Obssesive liar» h.s.

Había sido totalmente difícil tomar aquella decisión de abandonar la casa de mis padres para irme a vivir en el campus de la universidad, pero la casa de mis parientes quedaba muy lejos, por lo que quedarse en las instalaciones del colegio sería mucho más efectivo que viajar dos horas hasta el norte de Londres, donde se ubicaba la universidad. Sin embargo, las últimas cosas que necesitaba ya estaban siendo llevadas al carro, mientras yo me quedaba mirando desde una perspectiva de terceros, casi como si no estuviera viviendo el terrible momento de la despedida. Pero finalmente me encontraba ahí, dispuesta a perseguir el sueño de estudiar medicina, una carrera que por supuesto, me había agradado desde pequeña. Y es que, habían sido distintos factores los que me habían empujado a continuar estudiando, y quizás uno de ellos fuera el terrible cáncer mamario que a mi mamá le habían diagnosticado unos meses antes. Afrontar aquél tipo de situaciones siempre será difícil, pero una vez que supe que pronto el cáncer desaparecería, me sentí lo suficientemente animada como para continuar estudiando medicina. Podría salvar la vida de mis futuros pacientes.

La voz ronca de mi padre me extrajo de cualquier pensamiento profundo que tuviera en esos momentos, obligándome a verlo al rostro, observando su cara acojonada por la decisión que, a pesar de haberla tomado hace semanas, aún seguía carcomiendo su corazón. Podía ver lo mucho que le dolía, pero, si aquello significaba dejar mi carrera atrás, entonces no me importaba.

—Ya es hora, Jules, entra al carro si quieres llegar a tiempo —dijo, mirándome con esos ojos azules que había heredado de él.

—Es que, no sé si estoy lista, papá. —miré hacia el auto, evadiendo su mirada—. No sé si podré acostumbrarme a vivir sin ustedes.

—Algún día tenías que hacerlo, y sinceramente, no detendré cualquier decisión que tomes. —posó sus manos en mis hombros, y acercó mi cuerpo al suyo, regalándome un abrazo que tanto necesitaba en aquellos momentos—. Ya eres una adulta, Jules.

Asentí en silencio sin dar una respuesta, alejándome de su cuerpo y dirigiéndome hacia el auto. Iba a comenzar un nuevo capítulo en mi vida.


Mi padre estacionó el auto justo en la entrada del gran edificio de aspecto medieval, saliendo del auto sin decir ni una sola palabra. Se dirigió a la parte trasera del auto y de su interior sacó unas cuantas maletas en las que había empacado toda la ropa que tenía. Por mi parte, me quedé en el auto un gran periodo de tiempo, tratando de calmar mi corazón y regular mi respiración para no parecer nerviosa, pues, cuando me ponía nerviosa siempre las cosas resultaban en un gran desastre. Pero, después de unos minutos y cuando mi padre hubo sacado todas las maletas, salí del auto, fijándome muy bien por dónde pisar para evitar tropezarme. Iba a decirle algo a mi papá, cuando de repente, las grandes puertas de madera del colegio se abrieron, donde de su interior salió un hombre joven.

No supe qué hacer en aquél momento, pues aquél hombre de mediana edad se aproximaba a nosotros, perfectamente vestido y con una colonia que podía arrasar con cualquier tipo de olor malquerido. Su pelo se mantenía desordenado, pero lo suficiente decente como para pertenecer a la administración del colegio. Sus ojos esmeralda examinaron primero a mi padre, para después, barrer la mirada hacia mí, con la expresión de su rostro cambiando inmediatamente a una seductora sonrisa que podía embriagar hasta la mujer más difícil.

—Veo que finalmente se encuentra aquí nuestra nueva estudiante —dijo con cierto tono divertido, pero sus ojos expresaban pura seriedad. Me examinó nuevamente, unos segundos, y después volvió la vista hacia las maletas que se encontraban sobre el camino de piedras por el que pasaban los autos—. Mandaré a alguien a recoger sus cosas, señorita. Hasta entonces, tiene cinco minutos para despedirse y continuar conmigo para hacer el recurrido por la escuela.

Su pie se movió impaciente, tomándolo yo como una orden. Mis pies vacilaron un poco, así que tomé aire suficiente y me volví hacia mi padre, caminando hacia él. Sus brazos me envolvieron una vez más, estrujándome casi hasta el punto de no poder respirar.

—Papá...—intervine, colocando mis manos en su pecho y alejándolo unos centímetros para así llenar mis pulmones del aire que había perdido—. Tranquilo, te llamaré.

Escuché un carraspeo proveniente del hombre que había llegado hacía unos minutos.

—Lo siento, señorita, pero aquello no podrá ser posible.

—¿A qué se refiere? ¿Por qué? —cuestionó preocupado mi padre, con sus brazos abandonando mi cuerpo para volver su cuerpo completamente hacia el chico, que, pese a su mediana edad, parecía tener la suficiente madurez como para el cargo que se le daba.

—La política de nuestra escuela es fácil. No se admite cualquier objeto de distracción para los estudiantes, y no podrán hacer llamadas a menos que sea una situación de urgencia. Si quiere comunicarse con su hija, tendrá que ser hasta las vacaciones de Navidad, cuando se les dará el permiso a los estudiantes para volver a sus casas. —el lenguaje corporal de su cuerpo era impenetrable, casi como una dura barrera que él mismo había puesto, quizás sin razón aparente.

—¿Puedo saber siquiera con quién estoy hablando? ¿Hay alguna persona de autoridad con la que pueda discutir el tema? —preguntó mi padre, cruzándose de brazos. La línea en el entrecejo había aparecido, una expresión que avisaba cuando estaba por enojarse.

—Créame, señor West, soy una de las mayores autoridades del colegio. —sus labios se contrajeron en una mueca, completamente perceptible. Sus manos abandonaron los bolsillos de su pantalón, y se dirigieron hasta su espalda, dándole una expresión más recia—. Y sería completamente tonto que discutiera el tema, señor. Son las políticas de la escuela y no se hacen excepciones.

Suspiró, y sus ojos esmeralda brillaron con mayor intensidad, mostrando una clara desesperación por abandonar ya el lugar.

—Puede decirme señor Styles, si su hija se porta mal, se aprenderá muy bien mi apellido por cada castigo que le asignaré. Y no se preocupe, que hay que ser completamente irracional como para meterse conmigo.

Su mano se estiró hacia mi, invitándome a tomarla para continuar con el siguiente paso, que era un recorrido por todo el colegio.

Nuevamente no supe qué hacer. Pude sentir la tensión de mi padre a mi lado, y el hombre frente a mí, no apartaba la mano, estando completamente seguro de que en algún momento la tomaría. Aquella parecía una invitación tentadora, pero, sabía en mi interior que era la invitación hacia algo más oscuro.

Y no sé que fue lo que me hizo decidir finalmente, pues, después de unos segundos, tomé firmemente su mano, confiando enteramente en un hombre que apenas conocía.

—Su hija estará en buenas manos, señor West —dijo, posicionando mi cuerpo a su lado y soltando mi mano inmediatamente, casi como si hubiera sido algo tóxico para él—. Y las manos en las que caiga, dependerá de qué tan bien se comporte.