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EL TEMPLO DE LA LUNA LLENA
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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EL TEMPLO DE LA LUNA LLENA
Titulo: EL TEMPLO DE LA LUNA LLENA.
Autor: Sirena Dark.
Adaptación: No.
Genero: Terror, con algo de romance.
Contenido: Algunas palabrotas y trama gay.
Advertencias: Ninguna.
Otras paginas: No.
LA TIERRA DE LA NOCHE ETERNA.
Con las garras aun sin transformarse por completo, Sebastián abrió una herida en una de sus muñecas, la sangre chorreaba por su brazo y con ella comenzó a dibujar en la pared el signo prohibido que abriría la puerta al mundo de la noche eterna; debía llegar al templo de la luna llena.
Los caracteres pintados comenzaron a brillar, era una luz rojiza y extraña, la puerta se estaba abriendo ante sus ojos y dando un salto la atravesó en cuatro patas; paso del día a la noche en un segundo, la tierra de los suyos era oscura y sombría, la colina donde se encontraba el árbol seco del cuervo guardián estaba a muy poca distancia de donde él se encontraba así que corriendo velozmente como todos los de su especie no tardó en llegar hasta ahí.
El cuervo parecía dormir, pero Sebastián sabía que tenía que hablar con él si deseaba traspasar el umbral hacia el templo. Su raza por eones había conocido bien el rito para hablar con Sefir, ya que él era un espíritu más antiguo aun que la especie de la que era consejero y guardián, así que sin más tardanzas poso sus zarpas delanteras en el troco del árbol e inclino su cabeza esperando, Sefir abrió los ojos.
- ¿Qué buscas aquí, hijo de Bloch?
- Busco saber la razón del destierro de mi clan de este mundo.
Sefir hurgo entre sus alas y con indiferencia grazno una respuesta.
- Pues bien, pasa, pero sabes bien lo que te espera ahí dentro.
Con esta autorización, dio media vuelta y comenzó a caminar por la vereda hasta pasar la gran reja de plata de la entrada; la luna llena estaba en lo alto, continuo su camino con los pelos del lomo erizados, sonidos llegaban a sus orejas de todas partes y la maleza de las orillas parecía moverse con forme el avanzaba, por fin vio las puertas de hierro negro a poca distancia, al llegar hasta ellas, Sebastián sintió que el corazón le palpitaba más fuerte, ¿ se abrirían para el esas puertas, o permanecerían cerradas?, sabía bien que si pasaba lo segundo su propia raza lo despreciaba, claro que de lo contrario, descubriría por qué su clan había sido desterrado del templo y por qué pertenecía a esa raza.
Después de tantos meses de búsqueda había conseguido entrar a ese mundo al que se supone pertenecía y ahora ya estaba frente a la gran puerta, su destino seria decidido por los espíritus de sus ancestros.
Y ahí, sentado sobre sus patas traseras, con los lúgubres sonidos del lugar, la puerta permanecía impasible, sus ojos comenzaron a humedecerse, seria condenado a no volver a entrar a este lugar, a no mantener contacto con otros iguales a él, sería un paria en el mundo de las criaturas no humanas.
Con el alma en el piso, sin saber por qué era como era, porque crimen no era aceptado por los de su estirpe y tampoco era aceptado por la raza de los humanos, decidió dar la vuelta y regresar; la herida en la muñeca ya no sangraba, ya solo era una línea casi imperceptible entre los pelos de su antebrazo, todo había terminado para él, regresaría al mundo de afuera como lo llamaban las criaturas, sin respuestas y mas solo de lo que nunca había creído estar.
El, Sebastián Bloch, era un proscrito de razas y no había nada que pudiera hacer.
Volvía por el sendero y pasando junto al árbol observo de nuevo al cuervo, otra vez parecía dormido, tal vez si zarandeaba a aquel maldito espíritu ancestral obtendría un par de respuestas, pero sabía bien que eso no era una opción, Sefir era en apariencia un cuervo, pero si era algo más antiguo que los licántropos, su verdadera forma debía de ser temible.
Siguió su camino pensando que su sangre solo había servido para que conociera ese mundo, pero su misma sangre lo rechazaba de él. Volvió por la puerta que estaba marcada por unos puntos de luz y regreso a la estancia de esa vieja casa en ruinas que había pertenecido a su abuelo el viejo Zilas Bloch.
Cuando cruzo, lo hizo de pie, ya había vuelto a ser un hombre en apariencia, y a pesar que tenía muchos años que Sebastián no lloraba, se encogió en el piso y se puso a sollozar como un niño perdido.
Al quedarse dormido sus sueños empezaron a ser una secuencia de lo que habían sido las últimas semanas. Caminaba tranquilo a casa, la compañía para la que trabajaba daba una gran fiesta esa noche, pero Sebastián se sentía demasiado cansado para asistir, decidió dejar el carro en el estacionamiento y caminar a casa, después de todo su departamento no estaba lejos de su lugar de trabajo.
Con 35 años, gozaba de una estupenda salud, su complexión era delgada pero musculosa, de cabello castaño oscuro, ojos grises, nariz un tanto prominente, y facciones en general un poco endurecidas para su edad, resultado de una vida no muy cómoda; de carácter solitario y reservado, se podía apreciar una tristeza profunda en su mirada.
Caminaba tranquilo, cuando al doblaba por una esquina escucho unos pasos a su espalda, pero al volverse solo pudo ver la soledad de la calle, siguió su camino inquieto por el incidente y cuando estaba por dejar atrás esa calle un alboroto a un costado de la misma lo hizo ponerse en alerta, miro a su alrededor y distinguió entre las sombras a un enorme perro que parecía perderse entre los contenedores de basura de un callejón; suspiro aliviado y dando vuelta para volver por donde venía sin esperárselo el animal se le echó encima.
El golpe seco lo hizo perder el conocimiento y cuando abrió los ojos el animal ya no estaba; se levantó, sacudió su traje y continúo su camino a casa.
El edificio tenía un portero llamado Phil, un hombre de estatura baja pero muy corpulento.
- Buenas noches señor Bloch.
- Buenas noches Phil, ¿algún mensaje?
Preguntaba Sebastián en broma cada vez que llegaba a casa, era tan adicto a su privacidad que sabía bien que en su casa nunca habría de esperar un mensaje, ni de trabajo, ni familiar, para eso había contratado un apartado postal en la oficina de correos, pero a pesar de estas precauciones Phil respondió:
- Pues aunque sé que es extraño, una mujer vino preguntando por usted señor y al no encontrarlo le dejo este paquete.
Le extendió un sobre amarillo, el cual parecía contener un libro pequeño.
- Gracias Phil, pero diablos, sí que es extraño, en mi trabajo saben bien que no deben mandarme nada aquí.
- - No creo que sea de su trabajo, la chica era bastante extravagante. Además de ser una niña, creo que de unos 18 años.
- De 18, bueno de cualquier forma gracias.
Subió al ascensor, llego a su departamento y dejo el sobre en la mesita de la entrada; sirvió un poco de vodka lo bebió de un trago y se dispuso a tomar un baño, ya limpio y en pijama, se sentó en el sillón y encendió la televisión.
A pesar de su edad, ya era jefe de su departamento, tenía 17 subordinados a su cargo, sus ingresos eran considerables y si no fuera por su afición a la soledad tal vez ya estaría casado, pero esta idea le repugnaba, lo consideraba como un acto de sacrificio voluntario en el cual su vida pasaría a segundo plano en todo aspecto; además las pocas relaciones que había tenido nunca habían llegado muy lejos, era como si las mujeres con las que había estado no fueran de la misma especie que él.
Se fue a dormir riendo del recuerdo de sus pensamientos, sí que era un tipo raro, o como había escuchado que le llamaban en su oficina, era un anormal.
Los días trascurrieron sin ningún cambio importante, la compañía estaba muy contenta con su trabajo, y el sobre seguía esperándolo en la mesa, así que una noche de lluvia después de cenar, lo tomo y decidió abrirlo.
Contenía un pequeño libro negro, y en la primera página se leía: ¨Diario de Zilas Bloch¨.
Era el diario de su difunto abuelo, ¿quién se lo había hecho llegar?, esa pregunta se repetía en su cabeza, hasta donde el sabia o podía recordar, su abuelo había desaparecido en Europa sin dejar rastro, se consideró que había muerto pues era de edad avanzada, en su testamento había dejado una vieja y ruinosa finca a las afueras de un pueblecillo miserable en Francia, Sebastián era el beneficiario, cosa rara ya que él nunca lo había conocido.
Desde la muerte de Zilas al menos habían trascurrido 15 años y él nunca había ido a ese lugar que le pertenecía, ya en su juventud, se le había ocurrido vender la propiedad y hacer algo con el dinero, pero su padre se lo había impedido siempre, por eso le parecía muy extraño que alguien hubiera llevado hasta su casa ese diario así que se puso a leerlo.
Al principio solo había algunas descripciones de la finca, algunas anotaciones del clima y otros datos de ganado, al parecer era un terreno bastante grande como de 4 a 6 hectáreas, en ella se hacían quesos y algunos vinos, nada para ponerle atención hasta este punto, pero el 20 de enero el diario decía: ¨Es difícil vivir aquí, Conrad me había dicho que era en este lugar pero todavía no consigo encontrar a nadie de nuestra raza, cada luna nueva salgo a pasearme por el bosquecillo que rodea la casa, pero no he encontrado ni un rastro, empiezo a sentir que soy el ultimo.¨
¿Raza?, ¿ultimo?, de qué demonios hablaba su abuelo, parecían delirios de un viejo, así que mejor cerro el diario y se fue a acostar, en cuanto su cuerpo toco la cama, callo en un profundo sueño.
Autor: Sirena Dark.
Adaptación: No.
Genero: Terror, con algo de romance.
Contenido: Algunas palabrotas y trama gay.
Advertencias: Ninguna.
Otras paginas: No.
LA TIERRA DE LA NOCHE ETERNA.
Con las garras aun sin transformarse por completo, Sebastián abrió una herida en una de sus muñecas, la sangre chorreaba por su brazo y con ella comenzó a dibujar en la pared el signo prohibido que abriría la puerta al mundo de la noche eterna; debía llegar al templo de la luna llena.
Los caracteres pintados comenzaron a brillar, era una luz rojiza y extraña, la puerta se estaba abriendo ante sus ojos y dando un salto la atravesó en cuatro patas; paso del día a la noche en un segundo, la tierra de los suyos era oscura y sombría, la colina donde se encontraba el árbol seco del cuervo guardián estaba a muy poca distancia de donde él se encontraba así que corriendo velozmente como todos los de su especie no tardó en llegar hasta ahí.
El cuervo parecía dormir, pero Sebastián sabía que tenía que hablar con él si deseaba traspasar el umbral hacia el templo. Su raza por eones había conocido bien el rito para hablar con Sefir, ya que él era un espíritu más antiguo aun que la especie de la que era consejero y guardián, así que sin más tardanzas poso sus zarpas delanteras en el troco del árbol e inclino su cabeza esperando, Sefir abrió los ojos.
- ¿Qué buscas aquí, hijo de Bloch?
- Busco saber la razón del destierro de mi clan de este mundo.
Sefir hurgo entre sus alas y con indiferencia grazno una respuesta.
- Pues bien, pasa, pero sabes bien lo que te espera ahí dentro.
Con esta autorización, dio media vuelta y comenzó a caminar por la vereda hasta pasar la gran reja de plata de la entrada; la luna llena estaba en lo alto, continuo su camino con los pelos del lomo erizados, sonidos llegaban a sus orejas de todas partes y la maleza de las orillas parecía moverse con forme el avanzaba, por fin vio las puertas de hierro negro a poca distancia, al llegar hasta ellas, Sebastián sintió que el corazón le palpitaba más fuerte, ¿ se abrirían para el esas puertas, o permanecerían cerradas?, sabía bien que si pasaba lo segundo su propia raza lo despreciaba, claro que de lo contrario, descubriría por qué su clan había sido desterrado del templo y por qué pertenecía a esa raza.
Después de tantos meses de búsqueda había conseguido entrar a ese mundo al que se supone pertenecía y ahora ya estaba frente a la gran puerta, su destino seria decidido por los espíritus de sus ancestros.
Y ahí, sentado sobre sus patas traseras, con los lúgubres sonidos del lugar, la puerta permanecía impasible, sus ojos comenzaron a humedecerse, seria condenado a no volver a entrar a este lugar, a no mantener contacto con otros iguales a él, sería un paria en el mundo de las criaturas no humanas.
Con el alma en el piso, sin saber por qué era como era, porque crimen no era aceptado por los de su estirpe y tampoco era aceptado por la raza de los humanos, decidió dar la vuelta y regresar; la herida en la muñeca ya no sangraba, ya solo era una línea casi imperceptible entre los pelos de su antebrazo, todo había terminado para él, regresaría al mundo de afuera como lo llamaban las criaturas, sin respuestas y mas solo de lo que nunca había creído estar.
El, Sebastián Bloch, era un proscrito de razas y no había nada que pudiera hacer.
Volvía por el sendero y pasando junto al árbol observo de nuevo al cuervo, otra vez parecía dormido, tal vez si zarandeaba a aquel maldito espíritu ancestral obtendría un par de respuestas, pero sabía bien que eso no era una opción, Sefir era en apariencia un cuervo, pero si era algo más antiguo que los licántropos, su verdadera forma debía de ser temible.
Siguió su camino pensando que su sangre solo había servido para que conociera ese mundo, pero su misma sangre lo rechazaba de él. Volvió por la puerta que estaba marcada por unos puntos de luz y regreso a la estancia de esa vieja casa en ruinas que había pertenecido a su abuelo el viejo Zilas Bloch.
Cuando cruzo, lo hizo de pie, ya había vuelto a ser un hombre en apariencia, y a pesar que tenía muchos años que Sebastián no lloraba, se encogió en el piso y se puso a sollozar como un niño perdido.
Al quedarse dormido sus sueños empezaron a ser una secuencia de lo que habían sido las últimas semanas. Caminaba tranquilo a casa, la compañía para la que trabajaba daba una gran fiesta esa noche, pero Sebastián se sentía demasiado cansado para asistir, decidió dejar el carro en el estacionamiento y caminar a casa, después de todo su departamento no estaba lejos de su lugar de trabajo.
Con 35 años, gozaba de una estupenda salud, su complexión era delgada pero musculosa, de cabello castaño oscuro, ojos grises, nariz un tanto prominente, y facciones en general un poco endurecidas para su edad, resultado de una vida no muy cómoda; de carácter solitario y reservado, se podía apreciar una tristeza profunda en su mirada.
Caminaba tranquilo, cuando al doblaba por una esquina escucho unos pasos a su espalda, pero al volverse solo pudo ver la soledad de la calle, siguió su camino inquieto por el incidente y cuando estaba por dejar atrás esa calle un alboroto a un costado de la misma lo hizo ponerse en alerta, miro a su alrededor y distinguió entre las sombras a un enorme perro que parecía perderse entre los contenedores de basura de un callejón; suspiro aliviado y dando vuelta para volver por donde venía sin esperárselo el animal se le echó encima.
El golpe seco lo hizo perder el conocimiento y cuando abrió los ojos el animal ya no estaba; se levantó, sacudió su traje y continúo su camino a casa.
El edificio tenía un portero llamado Phil, un hombre de estatura baja pero muy corpulento.
- Buenas noches señor Bloch.
- Buenas noches Phil, ¿algún mensaje?
Preguntaba Sebastián en broma cada vez que llegaba a casa, era tan adicto a su privacidad que sabía bien que en su casa nunca habría de esperar un mensaje, ni de trabajo, ni familiar, para eso había contratado un apartado postal en la oficina de correos, pero a pesar de estas precauciones Phil respondió:
- Pues aunque sé que es extraño, una mujer vino preguntando por usted señor y al no encontrarlo le dejo este paquete.
Le extendió un sobre amarillo, el cual parecía contener un libro pequeño.
- Gracias Phil, pero diablos, sí que es extraño, en mi trabajo saben bien que no deben mandarme nada aquí.
- - No creo que sea de su trabajo, la chica era bastante extravagante. Además de ser una niña, creo que de unos 18 años.
- De 18, bueno de cualquier forma gracias.
Subió al ascensor, llego a su departamento y dejo el sobre en la mesita de la entrada; sirvió un poco de vodka lo bebió de un trago y se dispuso a tomar un baño, ya limpio y en pijama, se sentó en el sillón y encendió la televisión.
A pesar de su edad, ya era jefe de su departamento, tenía 17 subordinados a su cargo, sus ingresos eran considerables y si no fuera por su afición a la soledad tal vez ya estaría casado, pero esta idea le repugnaba, lo consideraba como un acto de sacrificio voluntario en el cual su vida pasaría a segundo plano en todo aspecto; además las pocas relaciones que había tenido nunca habían llegado muy lejos, era como si las mujeres con las que había estado no fueran de la misma especie que él.
Se fue a dormir riendo del recuerdo de sus pensamientos, sí que era un tipo raro, o como había escuchado que le llamaban en su oficina, era un anormal.
Los días trascurrieron sin ningún cambio importante, la compañía estaba muy contenta con su trabajo, y el sobre seguía esperándolo en la mesa, así que una noche de lluvia después de cenar, lo tomo y decidió abrirlo.
Contenía un pequeño libro negro, y en la primera página se leía: ¨Diario de Zilas Bloch¨.
Era el diario de su difunto abuelo, ¿quién se lo había hecho llegar?, esa pregunta se repetía en su cabeza, hasta donde el sabia o podía recordar, su abuelo había desaparecido en Europa sin dejar rastro, se consideró que había muerto pues era de edad avanzada, en su testamento había dejado una vieja y ruinosa finca a las afueras de un pueblecillo miserable en Francia, Sebastián era el beneficiario, cosa rara ya que él nunca lo había conocido.
Desde la muerte de Zilas al menos habían trascurrido 15 años y él nunca había ido a ese lugar que le pertenecía, ya en su juventud, se le había ocurrido vender la propiedad y hacer algo con el dinero, pero su padre se lo había impedido siempre, por eso le parecía muy extraño que alguien hubiera llevado hasta su casa ese diario así que se puso a leerlo.
Al principio solo había algunas descripciones de la finca, algunas anotaciones del clima y otros datos de ganado, al parecer era un terreno bastante grande como de 4 a 6 hectáreas, en ella se hacían quesos y algunos vinos, nada para ponerle atención hasta este punto, pero el 20 de enero el diario decía: ¨Es difícil vivir aquí, Conrad me había dicho que era en este lugar pero todavía no consigo encontrar a nadie de nuestra raza, cada luna nueva salgo a pasearme por el bosquecillo que rodea la casa, pero no he encontrado ni un rastro, empiezo a sentir que soy el ultimo.¨
¿Raza?, ¿ultimo?, de qué demonios hablaba su abuelo, parecían delirios de un viejo, así que mejor cerro el diario y se fue a acostar, en cuanto su cuerpo toco la cama, callo en un profundo sueño.
Sirena Dark
Re: EL TEMPLO DE LA LUNA LLENA
holaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa soy nueva y me gusto
franche
Re: EL TEMPLO DE LA LUNA LLENA
Hola, que bueno que te gustara, pero creo que no ha tenido muy buena acojida, pero gracias x comentar, saludos.franche escribió:holaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa soy nueva y me gusto
Sirena Dark
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