Things change.

Suspiré por enésima vez durante la última media hora. El profesor de matemáticas no había dejado de hablar acerca de su maravilloso fin de semana en uno de los hoteles más lujosos del país, como si nos importara. Toqué levemente mi lápiz contra la mesa formando una melodía que no había podido sacarme en los últimos días y no sabía a qué canción pertenecía.
Rodé los ojos mientras el profesor alzaba ambos brazos para explicar la manera tan extremadamente divertida en la que se tiró de paracaídas. Tomé mi celular y para mandar un mensaje de texto a Nate, apostaba a que también estaría aburrido con la historia, si es que no se había quedado dormido. Me voltee levemente y divisé a mi amigo haciendo garabatos en su cuaderno.

Yo: ¿Te imaginas que se le hubiesen caído los pantalones en el paracaídas?  Envié  e inmediatamente recibí una respuesta.
Nate: No puedo ni imaginármelo. He escuchado que no usa calzoncillos.
Yo: ¡QUÉ ASCO! No pongas esa imagen mental en mí. Soy muy inocente.
Nate: Lol. Por Dios, Belle, tú eres todo menos inocente.  Por cierto, ¿Hacemos algo después de clases?
Yo: Me gustaría, pero debo llegar a casa temprano, lo siento.
Nate: No te preocupes, entiendo.
Yo: Mañana “trabajo” ¿Qué tal mañana?
Nate: Perfecto.

El timbre me sacó de los mensajes que compartía con el castaño. Levanté la mirada y ya todos se encontraban saliendo del salón. Eran más rápidos que un ratón en busca de queso. Volví a suspirar y me levanté llegando a Nate, quien me esperaba a la salida del salón.  Me colgué la mochila del hombro y caminé junto a él hasta salir del edificio.
Era la hora del descanso, así que teníamos la total libertad de andar por los jardines de la escuela y, la verdad, prefería eso a estar rodeada de tantos ineptos.
Llegamos a nuestro lugar de siempre y tiré mis cosas sobre la mesa para después sentarme. Estiré el brazo y recosté mi cabeza en él. Siempre solía aprovechar estos momentos para poder dormir un poco. Tomé una bocanada de aire y cerré los ojos.

—Espero que no estés evitando. Porque juro que si lo haces te romperé tu bello rostro— Levanté la cabeza y me encontré con un ceñudo castaño mirándome fijamente.
—No es eso. No pude dormir bien anoche—. Un suspiro salió de sus labios y me miró con preocupación.
—Belle, no puedes seguir así. Debes hacer algo.
—¿Y que mi padre me mate, o peor, a mi madre?— dije, levantándome con brusquedad. Toda mi vida había recibido las mismas quejas de las mismas dos personas. Y, aunque apreciaba su preocupación, estaba harta. No era una pequeña y sabía perfectamente de lo que era capaz mi padre si lo denunciaba.
—No creo que…
—Mejor hablemos de otra cosa— Lo interrumpí.
—¿Cómo qué?— Su voz sonaba cansada. Y le daba sus razones pero, era su culpa por poner el tema.
—¿Sabías que este año hay un baile?— dije, con el ceño fruncido.
—Belle, todos los años hay un baile— Rió. Fruncí el ceño y me crucé de brazos. Nunca antes había escuchado de un baile en la escuela. Aunque, a decir verdad, no solía actualizarme mucho con las noticias de este lugar, era inútil.
—Bueno, como sea. Pienso es un asco—. Tomé un cuaderno de mi mochila y comencé a hacer trazos en las hojas de atrás. Hoy, justamente hoy, había dejado mi cuaderno de dibujo.
—¿Cómo lo sabes si nunca has ido a uno?
—Y no quiero. Chicos comiéndose vivos, literalmente. Alcohol por todos lados, chicas semidesnudas matándose entre ellas por una estúpida corona. No, gracias.
—No es para tanto…—Nate comenzó a hablar pero fue interrumpido por la voz de su hermosa, entiéndase el sarcasmo, novia.
—Nathaniel, ¿Dónde estabas? — Abrió los brazos y, prácticamente, se abalanzó sobre el castaño y lo besó.
—Donde siempre— Le sonrió. Rodé los ojos y, sabiendo que sobraba en aquel lugar, me levanté para dirigirme a la cafetería por una botella de agua.

Ajusté mi mochila al hombro y caminé lentamente por los pasillos del instituto. Nunca me había gustado aquel lugar, era tan monótono y juzgador que me desesperaba estando aquí. Las personas solo te veían y te colocaban una etiqueta como si tratase de un objeto, como si verdaderamente te conocieran con solo ver fachada que llevas o das las personas. Sin siquiera saber todas las cosas que se esconden detrás de nuestras bromas y sonrisas alegres. 

Llegué a casa al cabo de quince minutos caminando. Tomé una gran bocanada de aire e introduje la llave en el cerrojo. Mamá no estaría en casa hoy, por lo que me tocaba estar sola con papá. Cómo odiaba a mi hermano en estos momentos, sabía que nunca se había enterado de lo que hacía mi padre, principalmente porque todo comenzó hace dos años, justo cuando se fue de la casa en busca de su independencia.
Sostuve la respiración y pasé corriendo la sala, subí las escaleras de dos en dos y volví a correr por el pasillo rogándole a Dios para que mi padre no tuviera tiempo de alcanzarme.

—¿A dónde crees que vas, zorrita?— Alcancé a escuchar mientras tomaba el pomo de mi puerta. Pero, ya era demasiado tarde, mi padre estaba a centímetros de mí, tan cerca que podía sentir el olor a alcohol que desprendía su cuerpo.
—Tengo tarea que hacer— Susurré y giré el pomo. Una mano se posó sobre la mía de inmediato.
—Yo no creo eso— Su aliento golpeteaba en la parte de atrás de mi cuello provocando que un escalofrío recorriera mi espina dorsal. Apreté la mandíbula tan fuerte que tenía miedo de que pudiera dislocarla. De repente, me volteó con brusquedad pegándome contra la puerta. Su nariz rozó la piel de mi cuello.
—Basta, por favor— Murmuré tratando de aguantar las lágrimas, esto nunca antes había pasado; mi padre nunca había cruzado la línea conmigo, se limitaba a golpearme cuando quería o cuando no hacía algo que él me pedía.
—¿Quién lo dice? — Murmuró de vuelta. Antes de pegarme más contra la puerta. Sus manos viajaron por todo mi cuerpo hasta detenerse en mis caderas.

No, por favor, que no lo haga. No, no, no pensé.

Mi preocupación crecía cada vez más al recordar la idea del baile. Yo no era de esos que iban. Porque socializar, sinceramente no es lo mío. Tampoco conseguir mujeres con las cuáles salir, porque prefería a los hombres. Y no podía salir con ninguno porque no era alguien atractivo en quien fijarse.

En conclusión, moriré solo.

—Mmm... creo que faltaré antes, durante y después del baile. Tengo que fracturarme un brazo y estaré ocupado en eso.

James habla como si fuera lo más natural del mundo.

—No creo que debas. Las faltas también bajan la calificación, James —digo y el me mira tratando de encontrar la diversión entre mis palabras.

Pero solo se voltea y después de unos segundos lo escucho hablar de nuevo:

—Entonces debo sobrevivir a un baile, y soportar a la gente alrededor mío... ¡Es horrible! —grita lo último y se gira para sentarse frente a mi.

No eramos personas populares... más bien eramos de esos que sobraban en la escuela: antisociales y chicos de buenas calificaciones cuya dignidad bajaba cada día más y siendo juzgados por otros, prácticamente peores.

Pero lo que si odiaba era que nos molestaran. No lo hacían a diario, ni cada dos días, porque no tenían un horario en específico para fastidiarnos, pero si lo hacían seguido.

Calvin y el peor, Niko.

Hasta los extraños tenían que llamarlo así.

—¿Estarás conmigo verdad? ¿Que tal si es el parejas? ¿Y con una mujer? ¿Hombre? ¿¡Que haré, Jude!? —pregunta hablando rápidamente sabiendo que no encontrará respuesta alguna.

Hago una mueca buscando las palabras más dignas para hacerlo sentir mejor sin tener que ser tan directo.

—James —lo llamo—, sabes que siempre encontraremos la solución de algo, y no necesariamente tiene que ser un baile algo malo. Míralo como un... una oportunidad de socializar con otros, ¿si?

—Tienes razón —asiente—. No me romperé un brazo.

Sonrío agradecido de su decisión.

—Me romperé una pierna.

Dejo de sonreír ante su comentario y cambio mi asentimiento por una rotunda negación.

—Estás loco.

—Claro que no, sabes que mis padres no me dirán nada —no puedo evitar notar en sus palabras un toque de tristeza.

Decido no responder y contar las monedas que guardo. Cinco dolares. Solo cinco dolares.

Al llegar a la escuela me sentía rico al traer cincuenta dolares ya que generalmente no llevo ni un centavo y preparo mi propio sandwich.

Pero hoy Calvin me lo ha quitado casi todo y esto es lo que sobró.

Podría comprar un jugo y galletas con esto.

—¿Cuánto dinero traes? —le pregunto a James.

—Oh, Jude. Niko me lo quitó todo y me gané una patada de su parte, ya se me había olvidado pero gracias por recordarme.

Habla con claro sarcasmo en su voz y yo lo ignoro. Preferiría no volver a preguntar.

—Chicos creo que se les ha ido el tiempo porque todos están en clase ahora, andando.

James y yo nos miramos mutuamente y nos levantamos rápido sin siquiera responder al profesor de física, quien siguió caminando por los pasillos tranquilamente; posiblemente disfrutando del silencio que hay ahora.

Corro lo más rápido que puedo tratando de cargar mi pesada mochila.

—¡Espérame!

Cuando llegamos frente a la puerta paro de golpe haciendo que James choque conmigo.

—¿Qué pasa? —pregunta y yo solo toco tres veces antes de que algún alumno nos abra la puerta. La profesora Miller no se levantaría de su cómodo asiento ni aunque hubiera terremoto, aunque, en ese caso, su silla sería lo primero que salvaría.

—¿Por qué tan tarde? —no suena como pregunta y dudo en responder porque ni siquiera está poniéndonos atención; lee un libro de inglés con bastante interés.

Al saber que el silencio y nuestras voces es lo único que se escucha en toda el aula, puedo sentir la vergüenza venir a mi y mi cara enrojecer.

—¿P-Podemos pasar? —tartamudea James a mi lado y la profesora solo asiente.

Al pasar, las voces se escuchan de nuevo y me siento en una esquina, donde hay dos lugares disponibles, de hecho los únicos.

—Dios —escucho decir a James.

Siento el calor bajar de mi rostro lentamente.

No se si tenemos trabajo porque la profesora ni siquiera nos pone atención y todos parecen estar en sus propios asuntos.

A diferencia de hace unos segundos, me cuesta escuchar a James a través de todas las voces.

—¿Puedes ver sin esto? —siento que toma mis lentes para luego ponérselos el mismo—. Woow. Con esto debes tener visión HD.

Al instante mi vista se volvió borrosa a lo lejos. Solo veía bien a Niall.

—Dámelos.

La profesora por fin parece darse cuenta del desorden y se levanta para dar la clase, o algo así.

—Creo que ya se enteraron del baile —dice—, así que le pediré a alguien que vaya a inspeccionar que todo esté en orden y preguntar al comité si necesitan una persona más.

No me sentí nervioso ya que se que no me elegirían a mi.

—Será... James. Ve al comité.

Miro a James y el parece entrar en crisis.

—¿Por qué yo? —murmura y se levanta para salir por la puerta.

—No me dejes —susurro pero el solo me mira encogiéndose de hombros.

Mi vista se va hacia algún lugar del salón hasta encontrarse con la de Niko y me siento intimidado por sus orbes azules.

Me susurra algo pero yo no lo oigo ya que a profesora comienza su clase. Hasta que le dio su gana.

No se que dijo, pero su mirada seria me dice que estoy en problemas.