El rescate | Niall Horan

 
"Eran las 6 de la tarde y comenzamos a buscarlo por la casa junto a cinco familiares: abuelos, tíos, ella y yo".

—Corazón, toma a Dylan por favor— me dijo y yo asentí con la cabeza acercándome a ellos dos. —Iré por Fallon. No ha querido salir de su habitación desde que la visita ha llegado.

Era el cumpleaños número uno de mi hijo Dylan. _____ y yo habíamos hecho una comida familiar para que nuestras familias llegaran a visitarnos. Yo tenía tres hermanos mayores los cuales tenían hijos desde los dos hasta los cinco años. ______, una hermana que tenía a dos gemelos de tres años de edad. La familia estaba repleta de niños.

Los niños corrían por todo el patio y los mayores cargábamos a nuestros hijos que aún no caminaban. Dylan aún no caminaba y apenas daba unos cuantos pasos. Se había hecho mucho daño y asustado demasiado cuando habíamos intentado que caminara y eso hizo que no volviera a querer hacerlo nunca. Supusimos que era algo normal.

Y si se preguntan por quién es Fallon; ella es mi hija de quince años. Yo y ______ la adoptamos cuando teníamos veinte y ella apenas diez. Lo sé, éramos muy jóvenes para cuidar a una niña de diez años, apenas nos habíamos casado.  Fallon tenía esos cambios repentinos que les dan a las adolescentes de su edad. Yo no entendía para nada eso, pero afortunadamente _______ era psicóloga y sabía cómo tratarla. Yo solo era un médico que veía por cada enfermedad que le diera a mis hijos.

La partida de pastel, así como las piñatas ya habían pasado y toda la familia platicaba a gusto. Había dejado a Dylan en su habitación, luego bajado para no dejar a los invitados solos.

—Voy a ver a Dylan mi amor— besó mis labios—. Con permiso.

________ pasó entre la familia entrando a la casa para checar que Dylan estuviese bien. La miré subir las escaleras desde la terraza.
 
—¡Amor! — Escuché el sonido de sus tacones bajar las escaleras a paso apresurado. A pesar de que la música de fondo estaba y todos platicaban unos con otros. Parecía que el corazón se le fuese a salir. —¡Dylan no está! ¡No está!
 
—¿Qué pasó cuñado? — Preguntó Emily; con uno de sus gemelos tomado de la mano.
 
—¡Cómo que no está! — Y salí corriendo. Subí las escaleras y encontré su habitación exactamente igual. Mas él no estaba. —¡No entiendo! — Me desesperé.
Giré la mirada hacia la puerta y la mitad de mi familia ya estaba ahí.
 
—Se han robado a mi hijo— escuché a mi esposa decir. Con lágrimas en su rostro y una desesperación que le desbordaba.
 
Saqué el móvil y marqué.
 
—Novecientos once ¿Cuál es su emergencia?
 
—Mi hijo acaba de ser secuestrado— trataba de contenerme—. Estamos en una fiesta familiar. Lo habíamos dejado durmiendo en su habitación. ¡No, no hay nadie que no sea de nuestra familia en casa! Por favor ayúdenos.
 
La angustia que sentí al perder a mi hijo de tan solo un año, era inexplicable; un  nerviosismo total. Eran las seis de la tarde y comenzamos a buscarlo por la casa junto a cinco familiares: abuelos, tíos, ella y yo. Pero aunque había la posibilidad de que Dylan se bajase de su pequeña cama y caminase, sabíamos que era imposible; mas no queríamos perder la ilusión. Pronto llegó el FBI y a todos comenzaron a interrogarnos. Los familiares que tenían hijos se fueron yendo, mientras que mis suegros y mi cuñada se quedaron con nosotros.
 
—No podemos hacer nada. Hay que esperar— dije a mi cuñada Emily. Mientras ambos mirábamos a _____. Quería tranquilizarla, pero nada haría que fuese así. Estaba susurrando con lágrimas en los ojos, abrazada a un peluche de un muñeco que era de Dylan. Mi suegra le acariciaba el cabello mientras le daba palabras de aliento al oído. No podía ser peor.
 
No podía hacer nada.  Fallon lloraba sentada en el suelo recargada en la pared que daba a la cocina y me miraba con unos ojos de desespero; como si quisiera decirme algo.
 
—Papá— me habló desde allá. Me acerqué a ella y me agaché para escucharla mejor. —Yo quiero a mi hermanito — lloraba sin consuelo — Sé que no puedo hacer nada por esto, pero estaré en oración— mencionó y asentí. Yo no pude decir nada.
 
En ese momento se me vino todo en sima. Mucha gente llegaba a la casa y me preguntaba cómo estaba, yo ni podía responder. Mis amigos me llamaban para solidarizarse y, aunque les agradecía el gesto, uno lo único que en ese momento quería es que mi hijo se encontrara con migo. Era una situación horrible.
 
No quería ni imaginar como la estaba pasando _____. Ella era su madre, y sabía bien que de alguna forma sufría más que yo. La angustia era bárbara y no solo yo vivía esa situación sino mis demás familiares, amigos, conocidos... Aunque intentaba no llorar frente a los demás, para ser la fuerza de ese momento, cuando mi esposa me abrazaba no podíamos con el dolor, me quebraba. 

Parece que no pasa el tiempo; que se ha detenido. El FBI aún sigue aquí, impidiéndonos pasar a la habitación de Dylan y recorrer la casa por la parte de atrás. Según ellos el secuestrador entró por allí, entrando por la puerta de la cocina. Yo ni siquiera me pongo a pensar en la manera de cómo pudieron llevarse a mi hijo. Lo único que quiero es que esté aquí con migo. Cargarlo, ver sus hermosos ojos azules; idénticos a los míos. Y su cabello castaño y lacio tan parecido al mío. Si bien tenía todas las características físicas idénticas a las mías, era como su papá.  Yo no lo hacía reír tanto como Harry, y eso me hacía pensar que la relación de padre e hijo entre ellos dos sería muy buena. Dylan amaba a su padre. Él amaba a su hijo. Siempre pensé en encontrar a la mejor persona para formar una familia y la había encontrado en Harry. Él, Fallon y Dylan eran las personas más importantes de mi vida. Nunca me hubiese pasado por la mente perder a uno de ellos. Y ahora se me estaba yendo la vida. Todo pasaba tan lento y yo apenas podía mirar lo que pasaba a mí alrededor. No podía comer, responder llamadas o simplemente ir al baño; no me daban ganas. Era la primera noche sin mi hijo.
 
Tres de la madrugada y apenas había podido dormir quince minutos. Y levantarme con un susto. Un terrible sueño y de fondo el llanto de mi hijo diciendo ¡Mamá!
 
Cuando bajé de nuevo a la sala. Me detuve a escuchar lo que el oficial platicaba con mi esposo Harry. Le daba una posible dirección en donde podrían tener a mi hijo. Afortunadamente era una de esas personas que guardan todo muy bien en su memoria. Aquella dirección la tatué en mi mente.
 
Pero nada salió bien. Ahora estaba en una camioneta desconocida con una venda en los ojos. Unos hombres me habían levantado unas cuadras lejos de mi casa. Yo había podido salir de casa sin que nadie se diese cuenta, pero todo salió mal.
 
Sabía de alguna manera que los mismos que se habían llevado a mi hijo eran los que me estaban llevando a mí, y no hice reproches. Me ataron y me bajaron de la camioneta. Luego subimos por un ascensor y me di cuenta que habíamos llegado cuando escuché un silencio desgarrador.
 
Tuve miedo.
 
—Tranquila— le sentí a lado mío. Comenzó a quitar la venda de mis ojos.
 
—¡Suéltame! — Grité y me alejé unos metros. Miré a mi alrededor y me di cuenta que estaba en un despacho. 
 
Y lo miré a él. Sus ojos azules y su cabello rubio. Su piel clara y su gran altura. Era tan pálido como yo y sus ojos eran tan azules como los míos. Sabía que debía hacer algo para que ese hombre callera ante mí. Que debía conseguir a mi hijo de alguna manera.
 
—Muéstrame a mí hijo, por favor— rogué casi con lágrimas en los ojos. Debía ser fuerte.
 
—Tranquila, tendrás mucho tiempo para ver a tu hijo. Él está bien, no te preocupes.
 
—¿Acaso no tienes hijos? ¿Qué es lo que pasa por tu mente?
 
—¿Por mi mente?
 
—¿Te sientes solo? ¿Necesitas atención? — Pregunté.
 
—¡Estás loca! Tengo miles de personas a mi disposición y preguntas eso…
 
—¡Pues estás enfermo! La única manera de que hagas esto es por que necesitas atención. ¿No tienes familia, esposa? ¡Seguramente no! ¡Nadie se ha de interesar por una persona con el corazón tan negro, que incluso se atreve a quitarle de los brazos un hijo a una madre!
 
Y una fuerte cachetada llegó a mi rostro.
 
Salió de allí y detrás de él un hombre que cargaba a Dylan. Mi vida volvió.  Le cargué entre mis brazos y sentí tantas cosas a la vez. Quería matar a ese hombre en ese momento. Pero también quería huir de allí y no volver a saber de nadie más. Solo estar con mi hijo y que él estuviese bien.
 
Cuando el hombre trató de quitarme a Dylan no le dejé. Pero otros dos hombres más llegaron y me tomaron para que el primero se llevase a mí hijo. En ese momento supe que iba a hacer cualquier cosa por salir de ahí. Tenía que buscar alguna manera de llamar. Me habían quitado todas las cosas que llevaba con migo, no tenía nada.
Pronto me hicieron caminar hasta un cuarto donde se supone que ¿Iba a dormir? ¡Hasta cuando nos tendrán aquí! ¡Dios mío!
 
—Espero que ahora estés bien— lo miré entrar— Ya te cumplí tu caprichito ¿Querías ver a tu hijo, no? Ahora debes cumplirme mi capricho a mí.
 
Se acercó y tomó de mi cintura salvajemente. Como en una forma en la que no puedes detenerte. Y me besó,  y le di una fuerte cachetada. Se tocó la mejilla, y traté de alejarme de él. Pero volvió a besarme, y está vez no pude alejarme. Si ésta era la mejor forma de conseguir lo que quería, lo haría.
 
Mi blusa de botones salió disparada al suelo y todos esos pequeños botones rosas se escucharon caer en el suelo de madera. Mis pechos blancos se vieron descubiertos y me miró. Yo no sentí ningún tipo de deseo. En ese momento me concentraba en lo que quería. Y en pensar en las veces cuando hacía el amor con Harry, eso me haría pasar este mal trago.
 
—Si tan solo supieras porque te quiero aquí— susurró, pero no hice caso a sus palabras.
 
Había quitado bajado mi pantalón. Se quitó la camisa y el pantalón y pude mirar su miembro erecto debajo de su interior. Quizá pude haber sentido un poco de deseo, pero no había nada comparado a tener sexo con mi marido. Quito de pronto y entre besos mi sostén. Yo ya estaba completamente recostada en la gran cama.  Me tomó y comenzó a tocarme y por primera vez sentí deseo. Miré sus ojos por primera vez intentando no pensar en que me dejaba hacer el amor por una persona que no era mi marido. Pero no podía decir que no, ese hombre ese excepcional. Y al fin y al cabo iba a lograr tener lo que yo quería.
 
—Me vas a rogar que te dé más.
 
Sí, ¡Claro! ¡Por supuesto, ahora mismo te ruego! — Pensé sarcásticamente— miraba a mí alrededor mientras besaba cada parte de mí. Esperando mirar algún lugar en donde poder encontrar algo que me sirviese para salir de allí.
 
Mi piel estaba caliente y sudaba. Mis sentidos daban vueltas, enloquecidos. Perdía la cordura y estaba olvidando como sentía estar con Harry. Esto es estúpido. No te puedes meter a la cama con el secuestrador de tu hijo. No puedes sentir deseo por la persona a la que supones deber odiar por hacer lo que te hiso. ¡No puedes _____!
 
Ya estábamos completamente desnudos y sabía muy bien que venía esa parte.
 
—¡No quiero! — Me escuché a estúpida. —¡Déjame por favor! — Mis manos comenzaron a darle golpe en el pecho y a tratar de soltarme de él.
 
—Pero si tanto te estaba gustando— dijo con una mirada de enojo.
 
¡Sí, pero me arrepentí! — pensé.
 
—¡Ah no! Tú me vas a cumplir— dijo molesto— y me agarró de los brazos. Y odié en ese momento no tener fuerzas. Ni físicas ni emocionales. Estaba acabada.
 
Introdujo su miembro en mí y una lágrima rodó por mi mejilla. Él lo estaba disfrutando, pero yo, yo no quería eso. 

Al día siguiente…
 
Con las órdenes de aquel hombre pálido y de cabello rubio decían que debía ducharme y cambiarme de ropa. ¿Cómo había obtenido un pantalón y una blusa que eran de mi talla? ¿Cómo lo sabía? Sentí mucho miedo. Incluso un abrigo que me quedaba la perfección. Me habían obligado a comer algo que yo no quería. No tenía muchas ganas de desayunar sabiendo que aún no tenía a mis hijos. Verlo no había sido suficiente.
                      
Cuando regresó serían quizá las diez de la mañana. Dentro de esa habitación tan angustiosa no había ningún tipo de reloj. Pero me había dado cuenta que había pasado aproximadamente una hora desde que pude ver el reloj de mano que llevaba el hombre del desayuno.
 
—¿Qué me vas a hacer? —Pregunté con calma. Sabía que personas  como él disfrutaban del miedo que causaban en las personas. —¿Vas a matarme, o me piensas también matar a mi hijo?
 
—¡Cállate! — Se desesperó—. Lo que vas a hacer es guardar silencio. Vamos a salir allá fuera y te vas a comportar bien con el niño que está allá.
 
El hombre parecía un psicótico. Nervioso hasta la médula; como si le urgiera algo.
 
—Lo vas a tratar como una madre ¿Está claro? — Se acercó a mí y apretó tanto de mi brazo izquierdo que creí que lo arrancaría.
 
—¡Tranquilo por favor! No me hagas daño—supliqué.
 
Caminamos hasta la puerta y luego me hizo bajar las escaleras mientras tomaba de mi brazo. Cuando bajé el ultimo escalón pude mirar a un niño sentado en un comedor mientras hacía un dibujo.
 
Miré a aquel tipo y éste me hizo una seña para que comenzara a hablar.
 
—Ho-Hol-Hola… ¿Cómo te llamas? — Cada vez tenía más miedo. Sabía que me encontraba con un loco mental.
 
—Me llamo Spencer.
 
—¿Y que haces? — Le pregunté mientras sentía la mirada del hombre extraño.
 
—Dibujo a mi papá.
 
—¿Quieres que te ayude? Soy buena en ello.
 
—No, gracias— el niño parecía indiferente.
 
—¡Lo estás haciendo mal!—gritó— ¿Por qué las mujeres hacen todo mal? — Me miró echándome la culpa con su mirada.
 
Pero el niño parecía no hacerle caso a sus gritos. Lo que ocurría era que estaba acostumbrado a ellos. Qué pena me dio por aquel pequeño. Seguramente sufría algún trauma de parte de su padre.
 


—¡Ya no más por favor! — Decía entre gritos cuando me había regresado de nuevo a la habitación—¿Qué quieres que haga? Solo necesito que me saques de aquí ¿Sí? Prometo portarme bien de ahora en adelante— cambié mi tonó de voz a uno más vulnerable. Asegurándome de que creyera que le había agarrado más miedo del  que ya le tenía.
 
—Eres tan bonita— susurró acariciando una de mis mejillas. Sus ojos de muerte se posaban en mis pómulos y en cada centímetro de mis labios. Las lágrimas empezaban a rodar por mis mejillas. —No…— parecía que sufría con migo— No llores, no puedo soportarte verte llorar. ¿Qué quieres que haga para no verte así? — Seguía acariciando mi mejilla con suavidad.
 
¿Cómo es que no me había dado cuenta que estaba con un loco?
 
—Deja que me vaya con mi hijo ¿Sí? Prometo no decirle a nadie en dónde estábamos.
 
—No puedo hacer eso. Lo siento mucho— estaba llorando. ¿Acaso tenía sentimientos una persona como él? —Estaba esperando tanto este momento— suspiró.
 
Y pasó sus manos pos mis brazos. Sentí escalofríos; casi morir.
 
—No te recuerdo ¿Quién eres? — Sentí mis nervios. Mi frente sudaba y no era precisamente por que tuviese calor.
 
—¿Qué no te acuerdas? Era el chico que te mandaba rosas cada cinco de cada mes.
 
Y salió de la habitación. Yo había pensado que las flores de los días cinco llegaban a mi trabajo de parte de Harry.
 
 
Perdí la noción del tiempo. No sabía que hora era, pero allá fuera estaba anocheciendo. Me había atrevido a salir de ahí y bajar las escaleras sin que nadie más se diese cuenta. Ya nadie había; apenas las luces de las calles de afuera se miraban.
 
Escuché el sonido de un teléfono que se encontraba frente a mí y corrí a contestarlo. Podría ser alguien de afuera que pudiera ayudar.
 
—¿Noah, estás ahí? —Me pareció escuchar la voz del hombre que me tenía encerrada allí. Eran alucinaciones mías.
 
—¿Quién es? ¡Por favor ayúdeme!
 
—Soy Niall Horan ¿Está mi hermano ahí? Seguro marqué mal… busco a Noah Horan; soy su hermano.