Werewolf {N.C

Out of my freaking mind. 4

LYDIA MARTIN.

El profesor de matemáticas explicaba cosas de las que no podía percatarme gracias a un molesto zumbido en mis oídos cuando una cabellera castaña llamó mi atención.
Ni siquiera sabía su nombre, pero aún así, algo en ella llamaba mi atención. Y no sólo en ella, sino que varios alumnos nuevos se inscribieron al colegio en estas semanas y no me hacía ninguna gracia. Era inquietante, en realidad. Con el sólo hecho de pensar que aquella chica al frente mío podría morir tarde o temprano sentí frío. Fue bastante extraño, ya que el sol estaba apenas comenzando a subir e iluminaba el salón, dándome justo en la cara.

Apenas terminó la clase, Scott y Stiles me persiguieron por los pasillos tratando de buscar respuestas.

"¿Escuchas voces?, ¿te sientes diferente?, ¿vamos a morir?" Simplemente, les di por seguro que algún día sus corazones ya no iban a latir pero no aquel día. Además, ¿creyeron qué sería capaz de decirles qué van a morir? Apenas podía controlar las voces en mi cabeza, pero si sabría que ellos morirían no creo que sería capaz de decírselos. No a ellos, simplemente, no a ellos.

Caminé alejándome a paso veloz y noté a la misma chica de la clase tratando de abrir mi casillero. Se veía tan pequeña pero al mismo tiempo tenía la certeza de que había algo extraño en ella, algo especial. Automáticamente, Allison apareció en mi mente. Valentine me hacía recordar a Allison, por más loco y absurdo que parezca.

Algo en mi mente me dijo que no debía acercarme a ella, ya que cuando conocí a Allison mi mundo se puso de cabeza, ¿y si con Valentine era aún peor?

Para mí, todo era relativamente normal en Beacon Hills hasta que Allison Argent llegó a mí. Lo tenía todo, por supuesto, pero cuando vi a Allison cruzar el umbral de la puerta d salón no pude evitar sentir interés en ella. Pensé que ella podría ser mi escape, mi amiga. Y así lo fue.

Nunca sería capaz de culpar a Allison por nada de lo que sucedía en mi vida. Yo fui la que se acercó a ella y le había dicho, más bien impuesto que sería mi mejor amiga. Quería demasiado a Allison como para alejarme de ella, pero a ese punto ya no era una opción.

A las semana siguientes, creí en lo increíble. Scott McCall y Derek Hale eran hombres lobo, Allison era una cazadora casi profesional, Peter Hale intentó matarme, Jackson se había convertido en una especie de reptil con cuerpo humano y yo escuchaba voces en mi cabeza antes de que alguien muriera.

Muchas veces creí que sólo estaba viviendo un mal sueño y que a la mañana siguiente despertaría en mi cama envuelta en mis sábanas y me diría a mí misma que ya no debía ver películas de terror. Sin embargo, eso nunca pasó.

La fantasía se había vuelto mi realidad. Esa era yo, Lydia, la que gritaba a todo pulmón cuando alguien estaba a punto de morir.

En esos momentos, ni siquiera podía denominarme banshee. Era imposible para mí creer que yo era una de ellos, simplemente me negaba a hacerlo. Pero sabía que era algo. Algo que estaba mal.

Yo no quería tener nada que ver con seres sobrenaturales. Los cuentos que leía de niña no eran más que mentiras, la realidad no es nunca como la pintan. Estaba enojada, furiosa con aquellas moralejas y finales felices que te contaban para dormir, siempre soñaba con reinos y príncipes azules con capas rojas y, vaya daltónico. Esos no eran cuentos para dormir, eran cuentos para no despertar.

ISAAC LAHEY.

Oí el constante zumbido en mi oído, molestándome. Me vi obligado a alejarme del parlante que se encontraba a mi lado. El molesto sonido de la música distorsionada golpeaba mis tímpanos, dejándome aún más desorientado. Las luces sobre mí me cegaron y el dolor en mi cabeza era casi insufrible. No sé como, pero me puse de pie en un costado de la habitación y reconocí cuerpos moviéndose en todos lados que dirigiera mi mirada. ¿Qué si tenía miedo? Estaba aterrorizado.
Las personas se movían con euforia al ritmo de la música, como si sus vidas dependieran de aquellos movimientos. Apenas pude notar sus rostros de tan mareado que me sentía. Definitivamente, no era mi día. O noche. O tarde. Simplemente, no lo sabía. Ni siquiera era consciente de cuanto tiempo estuve en ese establecimiento y no hacía más que asustarme más.

Isaac. Siquiera podía recordar mi nombre.

Vacilé antes de abrir la puerta por completo para salir de aquel lugar que parece que he estado hace meses, quizás años. Una ráfaga de viento me toma desprevenido y cruzó los brazos en mi pecho, abrazándome a mí mismo, buscando calor. Las calles estaban vacías y el sol apenas salía de su escondite. El cielo era una especie de azul y rosado, cosa que no pude evitar admirar. El aroma terroso inundó mis fosas nasales, dándome a entender que llovió hace poco.

Divagué por las calles desiertas mientras pequeños recuerdos llegaron a mi mente como estrellas fugaces, perdido en mis propios pensamientos, no sabía si esos recuerdos eran reales o sólo producto de mi gran y alocada imaginación.

Recordé a una chica de cabello oscuro y piel tan blanca como la nieve. Recordé garras y colmillos, árboles y pájaros. Recordé, a quien al parecer era mi padre y su cuerpo tendido en los asientos de un automóvil. Recordé un frío infernal mientras me encontraba atrapado en un cubículo y la poca capacidad que tenía para moverme. Un refrigerador.

Sin darme cuenta de lo que estaba haciendo realmente, me tropecé con una pequeña piedra y apoye mi mano en un árbol. Apenas la saqué, una macha de sangre se encontraba en tronco. Fue demasiado tarde cuando noté la sangre secándose en mis brazos.

kk: