✧ save me ✧

Una suave llovizna caía en la ciudad mientras me encontraba en mi habitación, observando el gris —pero bonito— paisaje por la ventana ubicada junto al pequeño sofá. Las gotas se deslizaban, como si de una carrera se tratase, dejando líneas dibujadas en el empañado vidrio. El aroma del café recién hecho le brindaba un toque cálido al ambiente, a pesar de que era pleno invierno; tomé un sorbo y volví mi mirada hacia la computadora ubicada al otro lado del cuarto, debería estar escribiendo el informe para mi clase de mañana. «Sólo me falta agregar algo de información, puede esperar», en ese momento me agradecí por adelantar la mayoría de los trabajos pesados, realmente estaba disfrutando la vista y el momento de tranquilidad. 
Dejé escapar un leve suspiro al escuchar el ringtone proveniente de mi teléfono celular. Agarré el aparato y observé la pantalla, pude sentir como si mi sangre se congelara y mis pulmones dejaran de funcionar; abrí mi boca con la intención de decir algo pero parecía como si de repente hubiera olvidado cómo hablar. Decidí dejar el teléfono dónde estaba anteriormente para luego cerrar mis ojos, no necesitaba caer en la misma idiotez nuevamente, no justo ahora que comenzaba a olvidarme de todo eso... 
No tardé mucho en recomponer mi actitud normal y el enojo se apoderó de mi mente, por dos motivos: por su descaro de querer volver como si nada, y por mi reacción —como si él fuera alguien importante—. Bebí lo último que quedaba de café mientras contemplaba nuevamente la ciudad. La notificación de «Llamada perdida» seguida de su número le había dado un giro de ciento ochenta grados a mi corazón, al que apenas estaba pudiendo re-ordenar... Internamente nos maldecía una y otra vez, a él por entrar y salir de mi vida sin previo aviso, y a mí por permitírselo. 

Honestamente no sé que pensar respecto a toda esta situación. Mi desorden emocional no ha mejorado, al contrario, siento que cada día todo se me enreda un poco más. Me falta energía tanto mental como física, y el malhumor parece ser la única respuesta que puede dar mi sistema nervioso ante cualquier estímulo. Me frustra estar así, el no saber cómo ni tener la voluntad para mejorar. 
Porque lo admito, quiero cambiar pero no hago nada para lograrlo. 
Tengo ganas de llorar siempre que medito sobre mi estado actual. No me gusta verme en estos momentos, no me siento yo, no siento que sea mi cuerpo, mi mente, ni mi vida. Soy una observadora del desastre en que me convertí. Los impulsos parecen estar bajo control algunos días pero luego despiertan con mayor ferocidad, arrasando con la poca estabilidad que pude construir mientras me lo permitieron. Mis pensamientos... no se encuentran en un panorama mejor, en lo absoluto. Creí que las ideas sobre tomar la salida fácil habían desaparecido finalmente y no, siguen ahí, al acecho de cualquier momento donde mis defensas estén bajas, listas para contaminar mi mente otra vez. 
Creí que iba ascendiendo, pero sólo fue el camuflaje de otra caída.

De alguna forma, muy irónica, ya no me importa demasiado lo que suceda con nosotros. A diferencia de las veces previas, puedo sentir una ligera tranquilidad cuando pienso quién fue el culpable de que todo se arruinara de una forma irreparable; porque saqué fuerzas incluso de donde ya no quedaba nada, luché con cada parte de mi alma por intentar abrirte los ojos y mostrarte la miserable realidad a la que habíamos llegado pero... era algo nulo, sin solución, que no iba terminar bien por más que lo quisiera y la causa no era la falta de aspectos positivos, sino porque de nada vale cuánto yo lo intente si no va a ser recíproco. 
Me es imposible explicar lo mal que me hiciste sentir, todas las emociones negativas que inspirabas en mí con un sólo mensaje, lo mucho que me lastimaste con cada una de tus palabras inconscientes. Porque el enojo ciego o la furia no son justificativos para marcar tanto a alguien a quien juraste amar, ¿eso es amor? ¿Así amás vos? ¿Hiriendo y menospreciando a la que siempre está para vos? Perdoná pero yo no quiero ese amor. Para hacerme sentir menos ya me tengo a mí, no necesito que alguien lo haga para que después venga (¿con qué cara?) a llorarme que "no quiere perderme". 
Como bien dijiste, te cansaste de repetirme lo que sentías por mí pero ¿y tus acciones? Si mal no recuerdo, también me cansé de decirte que no me guiaba por las palabras. Si querés tratar mal a alguien y después decir "pero sí te quiero", hacelo con otra persona, no conmigo, al menos no después de todo lo que vivimos. ¡Carajo! Era tu mejor amiga, loco. Te conocía más que nadie, la re puta madre. Te compartí todo, te dejé conocer a la parte más sincera de mí, te mostré lo que en realidad soy, mi entorno, ¿y de qué sirvió? ¿Para que me trates como una cualquiera? ¿Para que tu enojo te impida ver todo lo valioso que construimos a lo largo de tres años? Te cagaste en todo. 
En mí.
En vos.
En nosotros.
En nuestra amistad, nuestro vínculo.
En la confianza que puse en vos. 
En los recuerdos que nos unieron y que en algún momento significaron algo muy importante en tu vida ((espero, quiero creer)).
Te cagaste en todo lo que teníamos y para eso, no hay vuelta atrás. Esta vez no... 
Si querés empezar de cero y ver si algo bueno nace de eso, tomá vos la iniciativa y luchá. Yo no pienso gastarme, lo hice miles de veces y ¿qué ganaba? Llorar toda la noche sintiendo que no era suficiente, nuevamente... Busqué razones para quedarme cuando tenía millones para alejarme y ni siquiera dignarme a mirarte nunca más, dejé mi orgullo por no perderte porque lo valías (o eso creía), me dejé humillar sólo porque suponía que tenías tus razones para reaccionar de x forma, pero ya no. Me cansé. Maltratá a otra mina, destruile las esperanzas, déjala con ganas de nada, agotala mentalmente a ella, a otra, reemplazame como tantas veces quisiste hacerlo, olvídame como a vos te sale tan fácil. Por mi parte, voy a alejarme de vos para dejar de traer(me) problemas y poder encontrar(me) algo de paz.

Mi mente comienza a contaminarse nuevamente por otros pensamientos peores, que llegan más profundo que los anteriores. No sé cómo debo reaccionar ante todo esto, no sé si rendirme y simplemente dejar que todo me sobrepase o intentar salir adelante, aunque sufra en el proceso. 
Dijo que los ataques de ansiedad pararían, que me dejarían tranquila con intervalos mayores y sin embargo, aquí me tienen, sufriéndolos casi a diario. Es una mezcla de llanto, mareo, falta de aire y temblor que no me abandona nunca. Puedo fingir la sonrisa que tanto me caracteriza, puedo mentir con mi estado y querer autoconvencerme de que todo irá mejor; pero en la noche caigo en la cuenta de que todo no es más que una maldita mentira que me invento para sobrevivir día a día. Para no terminar hundiéndome en la mierda que tan bien conocí por tantos años. 
Puedo sentir que no es mi mente, ni mi cuerpo, ni mi vida. No me siento dueña, sino más bien como un parásito del cual tratan de deshacerse. Cosas que antes me llenaban, hoy ya no lo hacen; gente que antes despertaba esperanza en mi alma, hoy me aburre y huyo de ellos; la motivación que en algún momento sentí, actualmente no la puedo encontrar por más que me esfuerce.
Consideré muchas veces que a lo mejor me estoy volviendo loca, que lo que tantas veces me dijeron, finalmente se está haciendo una realidad; pero a estas alturas ya no distingo qué es real y qué no. Busco distraerme y sólo termino pensando en eso nuevamente. En qué mierda me está pasando. 
Quisiera desaparecer por unas semanas, sólo alejarme de todo el mundo, hacia un lugar donde nadie me conozca o sepa la más mínima cosa de mí. Empezar de nuevo. Lejos. Sin importar mi ansiedad social, ni mi miedo a los cambios; nada de eso tiene valor alguno en mi deseo.

Mucha gente piensa que soy bastante egocéntrica y que suelo minimizar a las personas que me rodean, pero la verdad es que tras toda esa fachada solo hay toneladas de inseguridad. Y no, no es porque me guste hacerme la "interesante" o busque atención —como mas de una vez me dijeron—, sino porque soy un ser humano común y corriente, con sentimientos que la gente se encargó de lastimar a lo largo de toda mi vida. Mi defensa es crear una máscara en la que pretendo ser fuerte, en la que pareciera que nada me afecta y que no sé lo que es sentir... 
Pero nadie se toma el tiempo de conocerme y ver qué hay más allá de los comentarios de los demás, y lo digo porque sé lo que comúnmente dicen. 
Realmente me pintan como una persona que no le importan sus seres cercanos, que solo me concentro en mis necesidades y que hago lo que sea por un poco de atención; y no podrían estar más equivocados. 
Admito que en ocasiones, contribuyo a esos comentarios con ciertas actitudes pero llega un momento en que simplemente te cansas de demostrar que no eres como ellos dicen, por lo que te rindes y juegas a su juego. Y tal vez, hoy en día, terminé por adaptar ciertos aspectos de mi fachada como reales... de los cuales no me siento orgullosa, porque no es como me gustaría ser, pero que se volvieron necesarios para no seguir saliendo herida. 
No me gusta tener miedo a que alguien sea cercano, porque me gustaría poder confíar libremente sin pensar a cada rato cuando esa persona me va a cagar. 
No me gusta guardarme todos mis sentimientos, como si de una caja fuerte se tratara, solo por miedo a sentir que molesto hablando sobre lo que me pasa. 
No me gusta no poder sonreír sin cohibirme o que lo tomen como algo raro. 
No me gusta no poder expresar como realmente soy, porque lo tomo como un punto débil... como si mostrar mi verdadero yo fuera algo que puede destruirme. 
No me gusta ser una hija de puta o no saber cuidar los sentimientos de los demás, porque sí me importa si lastimo a alguien... por más que a casi nadie le importen los míos. 
No me gusta ser así, porque no es quien soy. No soy la niña que vivía sonriendo, la que siempre le encontraba un lado positivo a la situación, la que no tenía miedo de acercarse a un desconocido y hablarle, la que le importaba una mierda los comentarios de los demás, la que siempre buscaba hacer feliz a los demás, la que desbordaba amor y alegría... 
Espero que esa niña sepa perdonarme por conventirme en todo lo que dije que no quería ser... Espero que sepa perdonarme por dejar de sonreír, por lastimarme, por buscar destruirme, por haberme degradado tanto, por haber dejado de ser ella... 
Pero si hay algo que quiero que sepa, también, es que cada día intento ser una versión mejorada de mí... espero algún día poder volver a ser como era... espero poder volver a ser yo misma. 

A estas alturas siento que es tan inútil intentar cambiar la mentalidad de las personas o al menos que entiendan determinadas cosas o situaciones. Puedo decir que me encuentro en un punto donde ya no deseo desperdiciar más tiempo en algo sin solución y esperanzas, por estos momentos sólo quiero concentrarme en mí y mi egoísmo. 
Siempre mantuve en mente que nada en esta vida sale como a uno se le antoja, que a veces sucede cuando se puede y cuando debe, no cuando se quiere; sin embargo, recientemente entendí que esperar no es la única respuesta ante esa ley. Hay cosas que no pueden, que no deben ocurrir, y debemos aprender a ver cuándo es momento de dejarlo ir para no perder una vida en una causa nula... 
Perdí tanto (temporal y emocionalmente) luchando por hacer feliz a los demás, por dejar conforme a cada persona que me rodeaba y por —de alguna manera— darles motivos para no abandonarme que olvidé por completo que no sirve dar sin recibir. Estaba tan ocupada amando a los demás que olvidé de amarme a mí misma.

Es difícil de creer pero este será el último escrito que dedique hacia tu persona y todo lo que se relacione directa o indirectamente con vos. El momento de cerrar definitivamente tu capítulo llegó y estoy lista para hacerlo, después de tanto. Trataré de ser lo más inclusiva posible, así evito guardarme cosas que terminaré queriendo expresar más adelante. Sin más preámbulo, gracias por todo y hasta nunca. 
Exactamente, hoy serían tres años y dos meses desde que todo empezó para nosotros. Son alrededor mil cien días, en los cuáles vivimos un centenar de situaciones y sentimos otro centenar más de emociones que nos marcaron tanto a vos como a mí. 
Lo primero que se me viene a la cabeza cuando analizo el tiempo que transcurrió es el como cambiamos, dual e indivualmente. Éramos tan llenos de inocencia y amor puro, éramos dos adolescentes con algunos problemas buscando un hombro donde apoyarnos para llorar tranquilos y nos encontramos. La necesidad desinteresada de ayudarnos, por el simple hecho de que no teníamos tantas diferencias y podíamos vernos el uno en el otro; como si de un tonto reflejo se tratara. El hecho de causar una sonrisa se volvió costumbre a medida que las charlas atípicas y cada vez más profundas se hacían frecuentes, el querer indagar más a fondo en el alma del otro; fue algo extraño tanto para vos como para mí. ¿Por qué de la nada aparecía una persona que te hacía ver el día un poco más brillante; que te alentaba a dejar de hacerte daño con una cuchilla o una sustancia; que te hacía sonreír hasta con el mínimo comentario, cuando la cara de orto reinaba tu rutina? ¿Qué era ese sentimiento que nunca en mi vida había sentido por otra persona? 
Nuestro encuentro parecía incluso planeado por una fuerza mayor. Todo encajaba y apuntaba a que debíamos conocernos, que vos tenías que estar en mi vida y yo en la tuya. Tantas situaciones en las que estuvimos tan lejos y tan cerca a la vez, como diciembre con enero. Y si bien, jamás podré confirmar esta teoría, de lo que sí estoy segura de que por algo las cosas se dieron como lo hicieron y que algo para aprender teníamos de esta situación. 
Me arriesgo la vida a decir que jamás te voy a olvidar. Vas a dejar de doler, voy a dejar de amarte apasionadamente, voy a dejar de pensarte, voy a dejar de estar enamorada de vos, pero no voy a poder nunca olvidarte. Y no lo digo en una forma sentimental ni mucho menos, sino por todo lo que dejaste en mí, tanto negativo (que es la mayor parte) como positivo. Un ejemplo: gracias a que me enseñaste cómo no es el amor, ahora puedo amar bien a la persona correcta y sentir que él me ama de igual forma. 
Era la primera vez que nos enamorábamos y amábamos a alguien, era de esperar que todos los errores los cometeríamos en esa relación. No sabíamos amar pero sin embargo, todo lo justificábamos en nombre de un amor verdadero y no era más que una fantasía distorsionada de la realidad. Yo no era como vos me tomabas y vos no eras el príncipe que yo creí, y eso es lo que nos jugó en contra por el resto de nuestro tiempo. Nuestra idea era: mientras más cosas malas superemos, más fuerte somos, y ésa fue la principal razón del fracaso. 
Amar no es sentir que no sos suficiente para una persona, amar no es tener que soportar que te hagan creer que no importás, amar no es desconfíar de la persona que tenés al lado, amar no es dejar que la opinión ajena modifique tu actitud con tu pareja, amar no es ocultar cosas, amar no es lastimar, amar no es abandonar, amar no es manipular, amar no es maltratar, amar no es utilizar, amar no es sólo sexo, amar no es destruir la salud mental de tu pareja, amar no es atacar, amar no es intoxicar, amar no es hostigar, amar no es inestabilidad emocional, amar no es sufrir, amar no es ir y volver las veces que se antoja, amar no es tomar y descartar a tu pareja como si de un jodido juguete se tratara, amar no es desalentar, amar no es no apoyar a tu pareja cuando más te necesita, amar no es privar la felicidad de la otra persona; nada de lo que hacíamos era amar. Y te voy a decir porqué, incluso cuando me duele: porque nunca nos amamos. Nos aferramos el uno al otro por la soledad que teníamos, desarrollando una relación de dependencia asombrosa pero también muy dolorosa con el tiempo. Lo nuestro nunca fue amor, sino más bien una obsesión. 
A pesar de que mi ansiedad actual es el resultado, entre otras cosas, de la situación que pasé por vos, te agradezco por haber aparecido en mi camino. Me hiciste aprender por las malas a crecer y salir adelante aunque duela; a que no es bueno aferrarse a una persona; a que el amor no tiene porqué hacerte sentir la peor basura del mundo y si lo hace, no es amor; que quien te ama de verdad, te da todo sin que tengas que pedirlo, porque sí, porque le nace a pesar de su "frialdad"; que las primeras veces no siempre son las mejores, al contrario, suelen ser más desastrozas pero las que más enseñan; y lo más importante, me hiciste ver que siempre tengo que ponerme en primer lugar ante todo y todos. 
Espero que, al igual que yo, encuentres a alguien que te haga ver lo lindo de cada situación. Una persona que te ame aunque seas un desastre y que con ese amor, te aliente a ser un poquito mejor cada día. Mereces, como todo el mundo, una persona (o personas) que jamás te haga sentir solo o poca cosa. Que a pesar de las dificultades, al final del día puedas decir "me siento orgulloso de la persona que tengo al lado". Una persona con la que los momentos buenos sean mayores que los malos, y que éstos últimos puedan superarlos. Alguien que te apoye incondicionalmente y que cuando caigas, te ayude a levantarte. 
En fin, mereces ser amado y amar bien. 
Así que, concluyo esta despedida diciendo que no te guardo rencor por ninguna situación o sentimiento. Estoy en completa paz con este tema, y puedo decirte que hasta me siento agradecida porque sin vos, no habría llegado a estar hoy en día con una de las personas más hermosas que conozco (a lo mejor sí, pero de otra forma). Te deseo siempre lo mejor, me gustaría y enorgullecería que el día de mañana cumplas todas las metas que te propusiste; que crezcas siempre para bien como persona, y que puedas superar todo lo malo que se interponga en tu camino. Gracias por estos tres años y dos meses de palos y caídas pero también de aprendizaje.

"¿Podemos hablar?" una voz ronca me desconcertó de mis pensamientos, no necesité levantar la mirada para saber que se trataba de él y tras unos segundos de no obtener respuesta decidió tomar asiento a mi lado. La tensión era tan notable que ninguno de los dos formuló ni una palabra por un largo rato, la única interacción que podíamos tener en aquel momento era una larga ida y vuelta de miradas cargadas de tristeza. "Suyeon..."
"¿Me amas? Quiero la maldita verdad." solté la pregunta con un tono cruelmente directo y desganado, mi cabeza comenzaba a dolerme y esta situación no me ayudaba. Mi estado se resumía en un agotamiento mental y físico que no me permitía ni siquiera pensar en otra cosa que no sea el dilema que habíamos estado afrontando los últimos días. Volteé mi cabeza hacia él como queriendo ver el por qué de su demora en responder y me encontré con sus facciones totalmente serias, como de costumbre, pero esta vez era distinto: sus ojos no brillaban y unas oscuras ojeras se hacían notar debajo de éstos. 
"Yo..." comenzó a enredar sus dedos entre sí mientras su mirada parecía recorrer cada milímetro de la pequeña sala de estar, claro, que sin chocar con la mía. De hecho, ya me había acostumbrado de cierta manera a que evitara verme directamente pero no dejaba de doler, y ahora, podía jurar que sentía como si estrujara mi corazón con sus propias manos. "Sabes que sí pero es mejor que sigamos caminos diferentes."
 
Finalmente lo dijo. Aquellas palabras salieron de su boca, causando que un profundo dolor se apoderara de mi pecho e hiciera que el aire comenzara a escaparse de mis pulmones.  Mi primer impulso fue cerrar los ojos, rehusándome a admitir la realidad frente a mí y la forma en que ésta me estaba destrozando. La intención de soportar las lágrimas deseosas por escurrirse por mi rostro se fue al carajo cuando su mirada se volvió hacia mí y junto a eso, su mano posándose en la mía mientras depositaba pequeñas caricias sobre ésta. 
En ese momento sólo quería pensar que era una pesadilla de la cuál pronto despertaría, que sólo estaba ocurriendo en mi imaginación, que mis oídos y mente me habían jugado una mala pasada y no fue eso lo que dijo en realidad.  
Todos los recuerdos comenzaron a reproducirse en mi mente cómo un cortometraje: como aquel día en que nos conocimos gracias a la borrachera de un amigo en común, o todas las reuniones familiares que habíamos compartido a lo largo de estos años; aquellas experiencias que nos llevaron a ser lo que éramos ahora no dejaban de aparecerse en mi cabeza, recordándome que el amargo fin había llegado. 
Podía sentir como si algo fuera a estallarme en cualquier segundo mientras que mis ojos ya estaban demasiados hinchados de tanto llorar, el nudo en mi garganta no me abandonaba al igual que la sensación de vacío en el pecho. Me sentía como la mierda literalmente y no había nada que pueda mejorarlo. Quería salir corriendo de allí lo más pronto posible y sin embargo, me continuaba aferrando a su cuerpo en un desesperado abrazo que no quería dar por terminado tan pronto. 

"Mereces todo lo que yo no puedo darte." 

Era más de lo que podía soportar en ese instante, él no parecía darse cuenta de lo mucho que me dolía aquella decisión después de todo lo que di por demostrarle que mi amor era tan real como nuestra existencia. Un amor que no necesitaba nada más que ser mutuo... 
Contra mi voluntad, aumenté la distancia entre nuestros cuerpos para luego dignarme a buscar en su mirada una maldita señal de todo aquello no era más que una broma de mal gusto pero no encontré nada más que algunas lágrimas rebeldes acumulándose en sus ojos pero sin salir de ellos. Intenté ocultar que eso no me rompió el corazón, al sentir que la única afectada por esto era yo y sin embargo fallé al quebrar en llanto nuevamente. 
No lograba entender como podía mantenerse tan calmado en estos momentos pero ansiaba saber su secreto para así poder aplicar la misma frialdad. 
Una voz en mi mente gritaba "vete" y aunque mi alma se encontraba desgarrada, sentí que lo correcto era obedecerla. Limpié mis mejillas con la manga de su suéter que acostumbraba a usar y desvié mi mirada hacia la ventana a mi izquierda, podía ver que el día estaba lluvioso y no pude evitar sentirme más identificada. Todo era una jodida ironía ante la cuál no sabía si reír o llorar. Tras unos minutos debatiendo interiormente sobre qué hacer, me levanté del sillón con la intención de salir de allí lo más antes posible pero el agarre de Yoongi me lo impidió. Era la señal que buscaba pero ya era tarde, había entendido el mensaje oculto en todo esto y podía darme cuenta que lo que reinaba en su rostro no era tristeza sino lástima, por lo que alejé mi brazo de su mano y continué con mi retirada. 
Podía sentir su mirada en mi espalda al mismo tiempo que sus pasos siguiéndome y aunque me moría por caer en sus brazos nuevamente, consideré que ya había pisoteado mucho mi dignidad al ser la única mostrándose afectada. Pero sin embargo, una vez frente a la salida, suspiré y decidí darme el lujo de despedirme de la imagen de quien amaba; por lo que seguido a eso, volteé para encontrarme con su cuerpo a no más de unos centímetros de distancia. Recorrí detalladamente cada rasgo de su rostro, como si temiera olvidarlo con el tiempo y podía ver que sus ojos hacían lo mismo. Para ese entonces, las lágrimas que había estado conteniendo ya se habían escapado y algunas de ellas rodaban por sus mejillas. No era la primera vez que lo veía llorar pero me atrevía a jurar que ésta era la que más me destrozaba, porque sabía que era la última imagen que tendría de él. 
Como había dicho anteriormente, debíamos seguir caminos diferentes y ésto significaba que era muy dudosa la posibilidad que nos volviéramos a ver después de esta ruptura —cosas que suceden cuando viven en ciudades alejadas—. Y tal vez eso era lo que más me dolía de toda esta situación... 
Las lágrimas comenzaban a acumularse nuevamente en mis ojos pero no tenía intención alguna de volver a llorar frente a él, por lo que sentí que era momento de partir antes de que aquel misero coraje por alejarme se acabara y convirtiera en ganas de rogarle porque no me abandonara. Como último impulso, me atreví a limpiar su rostro con mi pulgar, también aprovechando a dar la caricia final; su mano atrapó la mía intentando retenerla en donde estaba. Mi pensamiento de que era la única que sufría por esa despedida se vio derrotada ante ese gesto... Ambos estábamos destrozados pero ¿por qué debía ser así? ¿No se suponía que mientras hubiera amor, nada más haría falta? 
El beso de cierre a nuestra relación tuvo un sabor salado debido a las lágrimas de los dos y duró más de lo que normalmente haría pero le di un final al separarme regañadientes de él. Cada segundo que pasaba me alejaba más de su cuerpo y podía sentir como si mi corazón continuaba rompiéndose por aquello. 
Al cerrar la puerta detrás de mí, terminé de desplomarme y las lágrimas brotaron de mis ojos. Con las pocas fuerzas que me quedaban en ese momento, caminé rápidamente hacia al ascensor para salir de allí en el menor tiempo posible. Todo me dolía. Todo me daba vueltas. Mi cabeza no podía pensar con claridad en absoluto. No entendía cómo había sucedido todo, en qué momento las cosas se echaron a perder o siquiera cuál había sido mi error. 
Con el viento y la lluvia chocando contra mi rostro, continué caminando por las calles grises de Daegu; calles que había conocido gracias a él y por lo que, estaban llenas de su recuerdo. No había pasado ni un día y ya podía sentir que la falta que me haría de ahora en adelante, lo mucho que iba a extrañarlo y cuánto me iba a costar acostumbrarme a ese sentimiento...

Según Freud, un síntoma es aquello que reprimimos de tal manera que lo terminamos olvidando —sí— pero se queda ahí, molestando; es eso que pasa cuando no podés identificar qué es exactamente lo que te está jodiendo tanto la vida. A lo mejor fue un pensamiento de hace años o una experiencia a la que decidiste no darle pelota y creíste que ahí terminó todo el asunto pero lamento decirte que no es así, sino al contrario, mientras más querés olvidarlo más se instala en tu inconsciente. Y cuando eso pasa, cagaste, porque después es muy difícil sacarlo de ahí. 
A lo mejor no te das cuenta hoy, mañana o pasado; a lo mejor te salta la ficha en un tiempo largo o cuando menos te la esperas. Pero llega ese momento donde te limita tanto que decís "fua, loco, ¿qué me pasa?" y buscás, buscás, buscás, sin encontrar alguna respuesta que te haga entender todo. 
Es como una especie de cáncer pero éste sí tiene cura. 
Una muy lenta y paulatina... sí, pero cura al fin. 
Te puede llevar meses o incluso años. 
No es fácil, claro que no. Acordate que estamos hablando del inconsciente, eso que es como una dimensión desconocida y todo lo que entra ahí parece que se esfuma pero es dónde más real se vuelve. 
Así que lo único que te puedo decir en conclusión con todo esto, es que no te castigues ni te culpes si las cosas no están saliendo como querés. No te sobrecargues. Relajá. Bajá dos cambios, detenete y pensá qué es lo que realmente te impide avanzar. Tirá cosas random, porque aunque no quieras creer, son pistas que te van a llevar al resultado que tanto buscás. Puede ser un problemón o puede ser una boludez que se te quedó implantada y te está contaminando todo; como esa piedrita en el zapato, que la ves y decís "es una porquería" pero cómo jode cuando querés caminar. Hasta que llegás a un punto donde decidís no caminar más en vez de sacarte esa piedrita de una vez. 
Pero, 
eso no tiene que pasar. 
Porque al final, si lo pasamos al plano real... Caminar sería vivir, ¿y vale la pena dejar de disfrutar ese camino, esa vida, por una piedrita sin importar lo jodida que sea?