Tell Them.

Corta y tranquilamente. Así es como la vida pasa. Un día naces, vives en el seno de una familia con sus problemas-o no-, te desarrollas lo suficiente como para empezar a tener pelo en sitios inimaginables, te enamoras, sufres una ruptura tras otra hasta que decides dos cosas; una, que la soledad en realidad tampoco es un pecado o b, encuentras a esa persona especial y formas una secuela de esa familia anterior, trabajas y te das cuenta de que te estás quedando sin tiempo de disfrutar de los menores detalles, caes en una desgracia y ya no vuelves a despertar en lo que todos llaman vida.
¿Quieres saber un secreto? Específicamente, ¿quieres saber el valor de la vida?
El valor de la vida es nulo, prácticamente inexistente y si te preguntas por qué vivimos pues…la respuesta es bastante sencilla. Vivimos por que morimos y morimos por que vivimos. La respuesta es: por que un día nacimos y un día morimos, pero ha resultado que hasta la vida es un proceso infinito– no te equivoques: NO somos inmortales, pero si que es cierto que reproducirnos es hacer un anexo continuado de existir– y no podemos hacer nada para remediarlo.
Antes vivir era un lujo puesto que si soportabas tus primeros días de vida significaba que eras una persona fuerte y sana pero, con el paso del tiempo, vivir se ha vuelto algo tan frecuente que ha acabado por perder el sentido. A esto me podrías contestar que no es cierto, que se necesitan personas para alimentarnos a nosotros mismos. Pero yo ha esto te contrarresto que, ahora mismo, somos unas 7,285,786,000 personas en el mundo y actualmente se podría remplazar el 47% de los trabajadores por máquinas. Lo cual significa que el 47% de las personas que hay por cada generación, cuando lleguen a la edad mínima para encontrar un empleo, no lo encontrarán y se convertirán en el 47% inútil de la población total. Así que ahora dime, ¿hay algún sentido en vivir, si se supone que todo se basa en el dinero y el intercambio de este? Dime, ¿hay sentido en llevar una vida destinada a la pobreza y la insatisfacción de uno mismo? Y ahora que lo has contestado, ¿tiene sentido que, diariamente, mueran unas 124,290?
Así que ya ves, no tiene sentido que yo esté aquí dándote un monólogo sobre la vida. Soy un donnadie, un esclavo más del reloj, un inocente más en el negocio de la sociedad, un alma perdida que solo busca perderse más hasta acabar en el olvido. Permíteme contarte que en mis años de consciencia llevo treinta y dos intentos de suicidio y no he conseguido nunca llegar a mi propósito. ¡Lo he intentado todo! Des de saltar de un coche en marcha, lanzarme a las vías del tren cuando este se disponía a llegar, a saltar por la ventana-y no, no como el del libro tan popular sino caer de la forma más calculada posible des de un sexto- e incluso jugar a la ruleta rusa.
Todos ellos han acabado en fracaso por que el coche no iba a la suficiente velocidad como para matarme o un policía pasaba por ahí y me apartó de la vía justo a tiempo o  resulta que acabo hospitalizado en el hospital con cuatro costillas rotas y la pierna magullada o me olvido de comprar las balas por que “mágicamente” estas no iban incluidas con la pistola.
Soy un desgraciado con una suerte que no me merezco y ni siquiera deseo. Me he jodido la vida lo suficiente como para acabar solo y, aparentemente, todo ha sido en vano por que siempre, ¡siempre!, me las arreglo para que mi desgraciada vida dure un poco más. ¡Pero yo no quiero que dure más! Soy un predicador de la inutilidad de las personas, un monstruo de la longevidad y un destripador de sueños y esperanzas.
Así que sin más, para terminar esta carta, si ven a un hombre de mediana edad por la calle con un letrero que pone “machines ruinned my hopes so I just want to die”–si, en inglés, para que más gente lo entienda–, hazme el favor de matarme e incinerar mis restos ya que son tan inservibles como mi estadía en este mundo. Gracias.