Guns and Roses { NC

Capitulo 02

Se detuvo. Esa era la única percepción del tiempo que tenía Reagan en ese momento. Las tres personas en la sala la miraban expectantes de cualquier movimiento, cualquier palabra, incluso de cada respiración involuntaria provocada por su cuerpo. Cualquier expresión divertida desapareció de su rostro, ni ella misma sabía que pensar o hacer.

Dejó de sentir el peso de su bolso en su hombro por lo que asumió que este ya se debería encontrar en el piso. Con pasos dudosos, se acercó al cuerpo que yacía inerte en el suelo. Se arrodilló al lado de Troian y evaluó cada uno de los golpes que aún guardaba su cuerpo. Movió un único mechón de cabello de su rostro y se mordió el labio, intentando pasar el dolor que la consumía por dentro a cualquier otro lado de su cuerpo.

Al ser consciente de nuevo de que no estaba sola en la habitación, se tragó todo el dolor que sentía por dentro y blanqueó su mente.

– ¿Quién hizo esto? – Nina y Mad la miraban un poco incrédulas por la repentina falta de expresión en su rostro. Louis permaneció impasible.
– El jefe. – habló el único hombre del lugar.

Reagan levantó la ceja incrédula, esperando que Louis recalcara que no era más que una broma y le dijera el verdadero culpable. Sin embargo, al ver que ninguno hacía ninguna acción para refutar la idea, se levantó del suelo, limpió sus rodillas y los miró de nuevo.

– Si no me quieren decir la verdad, bien. Ya lo averiguaré yo.
– Esa es la verdad. – aclaró la rubia. Reagan no hizo más que asentir sin darle importancia a sus palabras y darle un último vistazo a Troian. Esta vez, no hubo ninguna expresión que se reflejara en su rostro y todos lo notaron. – Pensé que era tu amiga, pensé que la querías.
– Pensaste mal. Era muy débil, desde un inicio supe que no duraría mucho. Además, he visto cosas peores.

Sin decir ninguna otra palabra, caminó a la entrada, recogió el bolso que reposaba en la madera del piso y salió de la casa. Una casa a la que hubiera deseado no haber entrado en primer lugar.


Se encontraba sentada en una roca en las orillas de la playa. Nadie sabía que ella estaba ahí, al igual que nadie sabía que ese lugar siquiera existía. Era su escondite y estaba allí desde hace al menos media hora. Al salir de la casa ese fue el primer lugar que se le vino a la mente, por lo que, sin dudarlo, tomó su motocicleta y se dirigió allí, dejando la mente en blanco como lo había hecho minutos antes.

Sin embargo, al estar sentada allí, con únicamente el sonido de las olas para distraer su mente, ya no le fue tan sencillo mantener el control. La primera lágrima resbaló por su mejilla y la limpió rápidamente. Al hacerlo, una mancha roja que se encontraba en su mano llamó su atención, mas sabía que no era una mancha.

Recordó el momento en el que tocó el rostro de Troian, debió haberse manchado con su sangre al hacerlo. Dejó la mirada perdida en su mano y en su mente se reproducía la grotesca imagen de como había quedado la muchacha. Cerró los ojos y mordió su labio, no era suficiente, al menos no para acallar el dolor que sentía por dentro. Si tan sólo hubiera llegado antes, hubiera podido hacer algo. Troian no lo merecía, sin dudarlo hubiera preferido que fuera ella quien terminara así.

Lo que había dicho antes no era mentira, era muy débil, muy inocente, pero eso mismo había logrado que la muchacha guardara su lugar en el corazón de Reagan y ahora, sólo ahí se encontraba.

Ree tenía demasiadas preguntas en su cabeza, muchas cosas guardadas que le hubiera querido decir, pero ahora ella ya no la escucharía, no podría hacerlo. No podía borrar todos los errores que había cometido en su vida, sin embargo, por ella hubiera intentado darle más razones para que estuviera orgullosa. Ya era muy tarde. Ya no importaba. Ella se había ido como todas las otras personas que llegaron a importale.

El bullicio en su cabeza era insoportable, llenándose de recuerdos y palabras que jamás fueron compartidas y, sin poder evitarlo, rompió en llanto. Ahogándose en el dolor y en sus propias estupideces.

Luego de unos minutos, se obligó a recomponerse. Ya de nada serviría llorar de todas maneras, ya de nada servían las palabras, ni los recuerdos. Secó sus lágrimas bruscamente, lastimando levemente sus mejillas al hacerlo, no le importó.

Se levantó de la roca y se alejó de la playa. Al alcanzar el lugar donde había dejado su motocicleta. Abrió el compartimiento trasero y de allí saco un pañuelo. Limpió la sangre seca de su mano y cualquier rastro de lágrimas que hubiera quedado en su rostro. Volvió a tirar el pedazo de tela donde estaba anteriormente y dudó en tomar el casco, luego de unos segundos, lo dejó allí y cerró el compartimiento. Sacó las llaves de su chaqueta y se montó en su motocicleta para salir de allí y tomar dirección al bar que acostumbraba a ir en un pequeño pueblo que se encontraba a unos diez minutos de la playa y a una hora y media de la porquería de vida que llevaba. Por lo que nadie que conociera llegaría ahí ni de casualidad.


Abrió la puerta del bar y caminó a la barra. Se sentó en una de las sillas y apoyó sus brazos en la madera. Jaló su cabello hacia atrás para quitarlo de su rostro y se dispuso a enfrentar a la sonriente camarera que acostumbraba a atenderla. Laura mantenía su exageradamente alegre actitud, aunque normalmente le devolviera su saludo con una sonrisa forzada, el día de hoy no se encontraba con las fuerzas ni para hacer ese pequeño y falso acto. Se sentía vacía y no le gustaba sentirse así, por lo que haría todo lo posible para apaciguar el dolor y resignarse a las burlas del destino.

Laura guardó sus palabras al ver la impasible mirada de Reagan. Nadie sabía nada de ella, ni su residencia, ni quién era, apenas si sabían su nombre y eso era únicamente por que la camarera había requerido ver su cédula la primera vez para comprobar que sí podría ingerir alcohol. Sin embargo, algo en ella mantenía alejados a los demás. Tal vez fuera el aura de peligro que la merodeaba constantemente la que les impedía cuestionarla.

– Necesito algo fuerte, cualquier cosa. – la pelirroja asintió y le preparó su bebida, la puso en frente de Ree y se quedó asombrada por el puño de billetes que ésta le entregaba.

Se tomó la bebida en un solo trago, agradeciendo el ardor que escurría por su garganta y que entumecía ligeramente sus sentidos. Cerró los ojos, al abrirlos, miró detenidamente a Laura.

– Sigue trayéndolos, creo que el dinero es suficiente para cubrir todos los que tome. – la muchacha asintió todavía conmocionada por la suma tan increíblemente ridícula de dinero que tenía en su mano.

Reagan sabía que se arrepentiría de esto luego, mas ahora no le importaba. Afrontaría las consecuencias más adelante. Acabó con el nuevo vaso frente a ella e hizo lo mismo con el siguiente. Cada nuevo trago reforzando más un pensamiento que se repetía constantemente en su mente. Estaba sola de nuevo. No obstante, no le molestaba, nunca lo había hecho, no tenía por qué cambiar ahora, de todas maneras, su vida había sido una porquería desde el principio, ya estaba acostumbrada.