The way you love me | audiciones abiertas

He ahí el. Cayendo, llorando, suspirando y mirando hacia el suelo. El frío y limpio suelo que su madre lustraba todas las mañanas. Lo hacía, mientras él no estaba en casa, trataba de no hacerlo lo sábados y los domingos para no molestarlo, para que el descansara. Para que el luego pasara tiempo con ella.
Las lágrimas le dejaron ver las fotografías de su mesada, las dolorosas y hermosas fotografías. Sus primeros pasos, cuando su padre logro que se animara a quedarse solo en el jardín de infantes, cuando su madre le daba su mamadera, cuando su hermano mayor lo unió al equipo de futbol, cuando sus hermanos menores lo tomaban de ambos brazos y se colgaban. Larga una pequeña risita y luego llora aún más. No soporta una vida tan aburrida.
Prefiere estar nuevamente en esa misma mañana, decirle a su padre que quiere ir con ellos a la casa de sus abuelos y ayudar a su madre a preparar unos cuantos bocadillos. Bañar a sus hermanos menores e inflar la pelota de futbol para jugar con los hombres de la familia. Prefiere. Pero el mundo es todo lo contrario a lo que uno prefiere, no te da siempre lo que deseas. Simplemente trata de darte lo mejor y lo peor de él. Que trates de aceptar sus imperfecciones. Pero en algún momento, las terminas odiando.
El chico llora. Llora de impotencia, se odia, odia las decisiones que debe tomar. Las decisiones que  toma el mundo. Porque todos son tan estúpidos. Porque fue tan estúpido. Porque no podía ser un ángel como el resto de su familia. Porque, simplemente, no se tomó la molestia de ser uno más de la familia. Pero como siempre pasa, el mundo termina agrandando tus detalles malos.
Mira las habitaciones vacías, olvida los recuerdos buenos y malos. Olvida todo lo que tiene que ver con su familia. Quiere hacerlo, debe hacerlo. Quiere vivir una vida sin dolor. Quiere vivir una vida sin tener que recordar las cosas que le pasaron. Pero por más que intente, los recuerdos golpean con cada rincón de la casa que se encuentra.
Toma el mango de la puerta y la abre. No puede olvidar, pero puede ocultar. Se lo debe a su familia, se lo debe a sus hermanos, se lo debe a su padre, se lo debe a su madre y se lo debe a sus hijos.
Una brisa lo golpea, huele al perfume de lavanda de su madre y escucha la risa de su padre en el cantar de los pájaros. Y ahí se da cuenta que no debe hablar sobre ángeles, debe hablar de familia.