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Lo que el corazón quiere (CAPITULO 11,12)
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Re: Lo que el corazón quiere (CAPITULO 11,12)
Panquequito Horan escribió:¡Dios! Que hermosos capítulo
linda, de verdad mil disculpas por no haber comentado antes pero se me había perdido el link de tu novelas y no podía recordar el nombre
Me encanta tu novelaaaaaaaaaaaa, la amo con todo mi corazón
Espero ansiosa los siguientes capítulos
Besos xx
¡Hola Bella! me alegra muchísimo que te gustara el capítulo . ¡Oh! ya entiendo no te preocupes, lo bueno es que ya estas aquí eso es lo más importante. Gracias y a mi la tuya enserio. Pronto la sigo linda, ¡prometido! Un beso
Jourdan Grey.
Re: Lo que el corazón quiere (CAPITULO 11,12)
Barbarafuenmayor escribió:He vuelto, hola!
me alegra que hayas subido wow!
ODIO A LALI es mi primera observación.
Zaaaaayn esta en la historia y con Elena , vale se lo comparto haha. Muero con lo que kian le dijo a Ali, enseiro va ir a buscarla? DIME QUE SIIII, el lo dijo entonces tiene que ir verdad? me encanta muchisimo escribes de lo mas bello que he visto en toda mi vidaaaa
siguelaaaaaaaaaa lo exijo
¡Las vacaciones no te dejan! jaja te extraño. Lali super hoe . Zayn aparecio con mi bellisima Elena wuju. Yo también morí cuando Kian le dijo eso a Ali, fue mi parte favorita. Esperemos que la busque asdfghjkl. Gracias linda muchas gracias .
Jourdan Grey.
Re: Lo que el corazón quiere (CAPITULO 11,12)
{Yours Truly} escribió:girl__dreamer escribió:Dios, sin duda he amado éste capítulo.Soy una tozuda, ¿cómo no voy a querer ir a una fiesta? Menuda idiota que soy ._. aunque gracias a eso vino el Zayn, ¡Por fin apareció! dios es tan wsqijsiuws.Por cierto, ya está Walt dudando, puede que no siempre tenga yo la culpa y él esté desanimado porque ya no siente lo mismo, me imagino cómo me quedaré cuándo él corte conmigo, pero espero que Zayn venga pronto.Me parece muy linda todo lo que escribiste sobre mi y Zayn fue tan tierno aunque me resultó graciosa la parte en la que Ali decía que cada vez que me fijaba en un chico le imitaba, soy tan original jajaja.¡OMG, KIAN LE DIJO ESO! No me lo puedo creer, es decir, wow, y me molesta cómo Lia está celosa, ¿Qué más le da a ella? Esa tia me da mala espina en serio. kwueiwjk, llevé a Zayn a su casa.Por dios, éste capitulo me mató directamente, fue hermosisisisiismo lo amé en serio.Ya quiero seguir leyendo ésta hermosa novela, puedo decir que es una de las pocas que me encantan, no miento.Un besito preciosa, te quiero muchísimo. -Valena 175754754 Me daba miedo que no te hubiera gustado, porque se me hizo raro que no te pasaras a la novela , pensé lo peor te lo juro. Pero me alegra muchísimo que te gustara. Al fin Zayn y tu juntos . asdfghjk tengo planes para ti y Walt, pero tratare que sea de lo mejor posible. ¿Enserio? me alegro que te gustara hermosa jajaja tal vez se me paso la mano (?). Kian oh por Dios también estoy igual que todas ya quiero saber que más pasara (parezco una cría) Lali es la persona mas egoísta que he conocido en mi vida, ya me encargare de ella. Zayn en tu coche tía para ti sola ¿puedes imaginarlo? estaría muerta igual que tú jajaja. Que hermosisisima eres enserio, no cabe duda que tal vez no merezca una hermosa lectora como tu . ¡Estamos iguales! yo soy TOTALMENTE FAN de tu novela. Un beso hermosa, te quiero muchísimo. -Valena 12074510315661Aww, lo siento muchísimo hermosa, es decir, estaba tan liada con los inicios de clase que no me metí mucho por aquí, pero lo siento enserio, la próxima comentaré la primera aunque, no se me de da bien eso de llegar a tiempo, ya ves jajaja.Si Zayn y yo juntos, o sea, no me lo puedo imaginar, lo tengo en el coche y me desmallo, ya sabes :emo: .No me puedo creer, nono, ahora me dejas con más dudas ¿Por que? ¿Por quee? Por cierto, COMO VAS A DECIR ESO, te mereces hasta lectoras mejores con la preciosa novela que tienes, no digas eso tía, o sea .Somos fans mutuamente, ah.Te quiero mi Valena linda .
Clouds
Re: Lo que el corazón quiere (CAPITULO 11,12)
Capítulo 06 parte 1/2
¨Mi mala química¨
He tenido novios antes y, para ser sincera, todos fueron una decepción.
No había nada terrible en esos chicos. Fue culpa mía. Soy una especie de esnob en lo que se refiere al sexo masculino.
Hasta ahora, el mayor problema de los chicos con los que he salido es que no eran demasiado inteligentes. Y, al final, acabo odiándome a mí misma por estar con ellos. Me asustaba fingir ser algo que no era. Me di cuenta de lo fácil que resultaba, y eso me hizo comprender que las demás chicas también lo hacían… lo de fingir, quiero decir. Una chica puede empezar fingiendo en el instituto y seguir así el resto de su vida, hasta que explota y sufre una crisis emocional, algo que les ha ocurrido a unas cuantas madres de por aquí. De repente, un día estallan y no vuelven a levantarse de la cama en tres años.
Pero me estoy apartando del tema. Novios. He tenido dos importantes: Sam, que era un colgado, y Doug, que estaba en el equipo de baloncesto. Sam era el que más me gustaba de los dos. Podría haber llegado a quererlo, pero sabía que no duraría mucho. Sam era guapo pero estúpido. Iba a clases de carpintería, algo que yo ni siquiera sabía que existía hasta que me regaló para San Valentín una cajita de madera que él mismo había hecho. A pesar de su falta de inteligencia (o quizá gracias a ella, por más perturbador que resulte), cuando estaba con él me parecía tan atractivo que me daba vueltas la cabeza. Iba a su casa después de clase y nos quedábamos en el sótano con sus hermanos, escuchando Dark Side of the Moon, de Pink Floyd, mientras se pasaban una pipa de agua. Luego Sam y yo subíamos a su habitación y nos enrollábamos durante horas. La mitad del tiempo tenía la impresión de que no debería estar allí, de que estaba desperdiciando un tiempo precioso con una actividad que no me conduciría a nada (en otras palabras, que no utilizaba mi tiempo de manera «constructiva», como diría mi padre). Sin embargo, me sentía tan bien que no podía dejarlo. Puede que mi mente me dijera que me levantara, me fuera a casa, estudiara, escribiera historias y viviera la vida, pero mi cuerpo era como una criatura marina sin huesos, incapaz de moverse en tierra. Ni siquiera recuerdo haber mantenido una conversación con Sam. No hacíamos más que tocarnos y besarnos en una burbuja de tiempo que parecía no tener conexión alguna con la vida real.
Más tarde, mi padre nos llevó a mis hermanas y a mí de excursión cultural por Alaska durante dos semanas, y allí conocí a Ryan, que era alto y delicado como la madera pulida. Ryan iba a ir a la universidad de Duke, y yo me enamoré de él. Cuando regresé a Castlebury, apenas soportaba mirar a Sam. Él no dejaba de preguntarme si había conocido a otra persona. Fui una cobarde y le dije que no, sobre todo porque Ryan vivía en Colorado y sabía que no volvería a verlo. Con todo, Ryan había hecho estallar la burbuja de Sam y la había convertido en un pequeño charco de jabón líquido. Al fin y al cabo, de eso están hechas las burbujas: de aire y un poco de jabón. Se acabaron las maravillas de la buena química, del buen rollo.
Con mala química, sin embargo, ni siquiera consigues una burbuja. ¿Doug y yo? Mala química.
Doug era un año mayor, un estudiante de último año cuando yo iba a tercero. Era uno de los deportistas, un jugador del equipo de baloncesto, amigo de Luke Hemmings, Diana LaMadrid, Zayn Malik y el resto de la tropa VIP. Doug no era muy listo. Tampoco era tan guapo como para que hubiera un montón de chicas detrás de él, pero era bastante atractivo. Lo único malo de él eran los granos. No tenía muchos, solo un par de ellos que siempre parecían estar en el máximo apogeo de su ciclo vital. Pero yo sabía que tampoco era perfecta. Si quería tener novio, tendría que pasar por alto los pequeños defectos.
Nos presentó Jen P. y, como era de esperar, a finales de semana él se acercó a mi taquilla y me preguntó si quería ir al baile.
Eso estuvo bien. Doug vino a recogerme en el pequeño coche blanco de su madre. Pude hacerme una idea de cómo era su madre viendo el coche: una mujer nerviosa con la piel pálida y la melena rizada apretada de quien su hijo se avergonzaba. Me deprimió bastante, pero me dije a mí misma que debía vivir la experiencia hasta el final. En el baile, estuve con las dos Jen, con Diana LaMadrid y con otras chicas mayores. Todas permanecían de pie con una pierna a un lado, así que yo hice lo mismo y fingí que no me sentía intimidada.
—Hay unas vistas preciosas desde la parte superior de la calle Mott —dijo Doug después del baile.
—¿Ese lugar no está al lado de la casa encantada?
—¿Crees en fantasmas?
—Claro. ¿Tú no?
—No —dijo él—. Ni siquiera creo en Dios. Eso son cosas de chicas.
Juré que me parecería menos a las chicas.
Había unas buenas vistas desde la parte superior de la calle Mott. Se veía todo,
desde los manzanares hasta las luces de Hartford. Doug dejó la radio encendida y luego colocó la mano bajo mi barbilla, me volvió la cabeza y me besó.
No fue horrible, pero tampoco hubo pasión. Me quedé sorprendida cuando me dijo:
—Se te da bien besar. Supongo que has practicado mucho.
—No. Casi nada.
—¿En serio? —preguntó.
—En serio —respondí.
—Porque no quiero salir con una chica que haya salido con todos los tíos…
—No he estado con nadie. —Pensé que estaba loco. ¿Es que no sabía nada sobre mí?
Había más coches aparcados a nuestro alrededor, y seguimos enrollándonos. La noche empezaba a resultarme deprimente. Así que eso era, ¿no? Así era salir con alguien VIP. Sentarse en un coche rodeado de otros coches en los que todo el mundo se enrollaba y ver hasta dónde se podía llegar, como si fuera una especie de requisito. Empecé a preguntarme si los demás lo disfrutaban tan poco como yo.
Con todo, asistía a los partidos de baloncesto de Doug e iba a su casa después de clase, aunque había cosas que me apetecían mucho más, como leer novelas románticas. Su casa era tan espantosa como la había imaginado: un lugar diminuto en una calle diminuta (Maple Lane), que podría haber estado en Ciudad Cualquiera, Estados Unidos. Supongo que si hubiera estado enamorada de Doug eso no me habría importado. No obstante, si hubiera estado enamorada de Doug habría sido incluso peor, porque habría mirado a mi alrededor y me habría dado cuenta de que así sería mi vida, y en ese momento se habría hecho pedazos mi sueño.
Sin embargo, en lugar de decir: «Doug, no quiero verte más», me rebelé.
Ocurrió después de otro baile. Casi había dejado que Doug llegara a la tercera base, así que él supuso que era el momento de meterme en cintura. El plan era quedarnos en el coche con otra pareja: Diana LaMadrid y un tío llamado Roy, que era el capitán del equipo de baloncesto. Ellos estaban en el asiento delantero. Nosotros, en el trasero. Íbamos a un sitio en el que nunca nos pillarían, un lugar en el que nadie nos encontraría: un cementerio.
—Espero que no sigas creyendo en fantasmas —dijo Doug antes de darme un apretón en la pierna—. De lo contrario, pensarás que nos están observando.
No respondí. Estaba estudiando el perfil de Diana LaMadrid. Su cabello era como un remolino de algodón de azúcar blanco. Pensé que se parecía a Marilyn Monroe. Deseé parecerme también a Marilyn Monroe. Marilyn, supuse yo, sabría qué hacer.
Cuando Doug se bajó la cremallera de los pantalones e intentó agacharme la cabeza, tuve suficiente. Salí del coche. La única palabra que me venía a la cabeza una y otra vez era «farsa». Todo aquello era una farsa. Resumía todo lo que estaba mal entre ambos sexos.
Estaba demasiado enfadada para tener miedo. Empecé a caminar por el pequeño sendero que serpenteaba entre las lápidas. Tal vez creyera en fantasmas, pero no me asustaban. Era la gente la que daba problemas. ¿Por qué no podía ser como cualquier otra chica y darle a Doug lo que quería? Me imaginé a mí misma como una figurita de plastilina, y luego una mano que bajaba y me estrujaba hasta que la plastilina salía a borbotones entre los dedos.
Para distraerme, empecé a contemplar las lápidas. Las tumbas eran bastante antiguas; algunas tenían más de cien años. Comencé a buscar un tipo en particular. Resultaba un poco macabro, pero mi estado de ánimo también lo era. Tal como cabía esperar, encontré una: «Jebediah Wilton. Muerto a los 4 meses. 1888». Me dio por pensar en la madre de Jebediah y en el dolor que debió de sentir al enterrar a su bebé. Imaginé que sería mucho más doloroso que dar a luz. Me puse de rodillas y me cubrí la boca antes de gritar.
Supongo que Doug creyó que regresaría enseguida, porque no se molestó en buscarme hasta un buen rato después. Detuvo el coche y abrió la puerta.
—Sube —dijo Doug.
—No.
—Zorra —dijo Roy.
—Sube al coche —me ordenó Diana LaMadrid—. Termina ya con esta escenita. ¿Es que quieres que venga la poli o qué?
Me subí al coche.
—¿Ves? —le dijo Diana LaMadrid a Doug—. Te dije que no lo haría.
—No pienso acostarme con alguien solamente para impresionarte —aseguré yo.
—Vaya… —dijo Roy—. Sí que es una zorra…
—No soy una zorra —señalé—. Solo una mujer que tiene cerebro.
—¿Ahora eres una mujer? —preguntó Doug con una sonrisa desdeñosa—. No me vengas con esas…
Sabía que eso habría debido avergonzarme, pero me aliviaba tanto que se hubiera terminado que no pude enfadarme. Estaba claro que Doug no volvería a pedirme que saliera con él.
No obstante, lo hizo. Lo primero que me encontré el lunes por la mañana fue a Doug de pie junto a mi taquilla.
—Necesito hablar contigo —me dijo.
—Pues habla.
—Ahora no. Luego.
—Estoy ocupada.
—Eres una mojigata —dijo con desprecio—. Una frígida. —Al ver que yo no respondía, añadió con un tono escalofriante—: De acuerdo. Ya sé cuál es tu problema. Ahora lo entiendo.
—Genial —repliqué.
—Me pasaré por tu casa después de clase.
—No lo hagas.
—No hace falta que me digas lo que debo hacer —me advirtió mientras hacía girar una pelota de baloncesto imaginaria sobre su dedo índice—. No eres mi madre. —Lanzó la pelota imaginaria hacia un aro invisible y se marchó.
Doug se pasó por mi casa esa tarde. Levanté la mirada de mi máquina de escribir y vi su patético coche blanco en el camino de entrada, como un ratón que se aproxima con cautela a un trozo de queso.
Del piano salió un acorde desafinado de Stravinski y luego oí los suaves pasos de Missy bajando las escaleras.
—¿Ali? —me llamó desde abajo—. Aquí hay alguien que ha venido a verte.
—Dile que no estoy.
—Es Doug…
—Vamos a dar una vuelta en coche —dijo Doug.
—No puedo —dije—. Estoy ocupada.
—Escucha… —añadió él—. No puedes hacerme esto. —Estaba suplicando, y comencé a sentir lástima por él—. Me lo debes —susurró—. No es más que un paseo en coche…
—De acuerdo —accedí. Supuse que tal vez se lo debiera por haberlo humillado delante de sus amigos—. Mira —le dije cuando nos subimos al coche y empezamos a avanzar hacia su casa—. Siento mucho lo de la otra noche. Lo que pasa es que…
—Lo sé. No estás preparada —dijo Doug—. Lo entiendo. Con todo lo que has pasado…
—No, no se trata de eso. —Sabía que no tenía nada que ver con la muerte de mi madre. Sin embargo, no me atrevía a decirle a Doug la verdad: que mi reticencia se debía a que no lo encontraba atractivo en absoluto.
—No pasa nada —dijo—. Te perdono. Voy a darte la oportunidad de compensarme.
—¡Ja! —exclamé con la esperanza de que estuviera bromeando.
Doug pasó de largo su casa y siguió avanzando hacia el camino de tierra que conducía al río. Entre su triste casita y el río había kilómetros y kilómetros de marismas, desiertas en noviembre. Empecé a asustarme.
—Doug, para.
—¿Por qué? —preguntó él—. Tenemos que hablar.
En ese momento supe por qué los chicos odian esa frase: «Tenemos que hablar». Me provocó una sensación de hastío y ganas de vomitar.
—¿Adónde vamos? Por ahí no hay nada.
—Está el Árbol Arma —dijo.
El Árbol Arma estaba mucho más abajo, junto al río; se llamaba así porque un rayo le había arrancado las ramas y le había dado forma de pistola. Comencé a evaluar mis posibilidades de huida. Si llegábamos hasta el río, podría saltar del coche y correr por el estrecho sendero que se perdía entre los árboles. Doug no podría seguirme por allí con el coche, pero estaba claro que me alcanzaría corriendo. ¿Y qué haría después? ¿Violarme? Podría violarme y matarme después. No quería perder mi virginidad con Doug Haskell, por el amor de Dios, y menos de esa forma. Decidí que tendría que matarme primero.
Aunque tal vez solo quisiera hablar.
—Escucha, Doug, siento lo de la otra noche…
—¿Lo sientes?
—Por supuesto. Pero no quería acostarme contigo habiendo otras personas en el coche. Eso es asqueroso.
Estábamos a casi un kilómetro de la civilización.
—Ya… Bueno, supongo que eso puedo entenderlo. Pero Roy es el capitán del equipo de baloncesto y…
—Roy es repugnante. De verdad, Doug. Tú eres mucho mejor que él. Ese tío es un capullo.
—Es uno de mis mejores colegas.
—Tú deberías ser el capitán del equipo de baloncesto. Eres más alto y más guapo. Y más listo. Si quieres saber mi opinión, Roy se está aprovechando de ti.
—¿Tú crees? —Apartó la vista de la carretera para mirarme. Cada vez había más baches, ya que era un camino más adecuado para tractores que para coches, así que Doug tuvo que reducir la velocidad.
—Pues claro —dije con soltura—. Todo el mundo lo sabe. Todo el mundo dice que eres mejor jugador que Roy…
—Es cierto.
—Y… —Eché un vistazo al velocímetro. Treinta kilómetros la hora. El coche se sacudía como un viejo toro salvaje. Si quería escapar, tenía que hacerlo en ese momento—. Y tengo que irme a casa ya, Doug. —Bajé la ventanilla. Una gélida ráfaga de viento azotó mi cara como si fuera una bofetada—. El coche está lleno de barro. Tu madre te matará.
—Mi madre ni siquiera se dará cuenta.
—Venga, Doug. Para el coche.
—Iremos al Árbol Arma. Luego te llevaré a casa. —Pero no parecía muy seguro de esto último.
—Voy a salir. —Agarré la manija de la puerta.
Doug intentó apartarme la mano y el coche se salió del camino y chocó contra una pila de mazorcas de maíz secas.
—Por Dios, Allison. ¿Por qué demonios has hecho eso?
Salimos del coche para inspeccionar los daños. No había demasiados. Paja atrapada en el parachoques, más que nada.
—Si tú no hubieras… —empecé a decir, con el alivio y la rabia atascados en la garganta—. El mero hecho de que quisieras demostrar a tus estúpidos amigos que no eres un fracasado…
Él me fulmino con la mirada. Su aliento formaba nubes de vapor en el aire que lo envolvían como una misteriosa niebla.
Luego le dio un puñetazo al techo del coche.
—No te habría follado ni aunque me hubieses pagado por ello —gritó antes de hacer una pausa para tomar aliento—. Tienes suerte… tienes suerte de que considerara siquiera la idea de acostarme contigo. Tienes suerte de que quisiera salir contigo en primer lugar. Fue solo porque sentía lástima por ti.
¿Qué otra cosa podía decir?
—Vale. En ese caso, deberías alegrarte.
—Oh, te aseguro que estoy muy alegre. —Le dio una buena patada al neumático delantero—. Estoy dando saltos de alegría.
Me di la vuelta y empecé a retroceder por la carretera. Mi espalda era un manojo de nervios. Cuando estuve a unos quince metros de distancia, empecé a silbar. A los treinta metros, oí el ruido del motor del coche, pero seguí andando. Al final, pasó a mi lado mirando hacia delante, como si yo no existiera. Cogí una brizna de hierba seca y la hice pedazos entre los dedos. Luego observé cómo los trocitos se alejaban flotando.
Le conté toda esta historia a Elena, Anastasia y a Isabella. Incluso se la conté a Walt. La conté una y otra vez, pero hice que pareciera divertida. La convertí en algo tan divertido que Isabella no podía parar de reírse. Las risas siempre consiguen alejar las penas.
No había nada terrible en esos chicos. Fue culpa mía. Soy una especie de esnob en lo que se refiere al sexo masculino.
Hasta ahora, el mayor problema de los chicos con los que he salido es que no eran demasiado inteligentes. Y, al final, acabo odiándome a mí misma por estar con ellos. Me asustaba fingir ser algo que no era. Me di cuenta de lo fácil que resultaba, y eso me hizo comprender que las demás chicas también lo hacían… lo de fingir, quiero decir. Una chica puede empezar fingiendo en el instituto y seguir así el resto de su vida, hasta que explota y sufre una crisis emocional, algo que les ha ocurrido a unas cuantas madres de por aquí. De repente, un día estallan y no vuelven a levantarse de la cama en tres años.
Pero me estoy apartando del tema. Novios. He tenido dos importantes: Sam, que era un colgado, y Doug, que estaba en el equipo de baloncesto. Sam era el que más me gustaba de los dos. Podría haber llegado a quererlo, pero sabía que no duraría mucho. Sam era guapo pero estúpido. Iba a clases de carpintería, algo que yo ni siquiera sabía que existía hasta que me regaló para San Valentín una cajita de madera que él mismo había hecho. A pesar de su falta de inteligencia (o quizá gracias a ella, por más perturbador que resulte), cuando estaba con él me parecía tan atractivo que me daba vueltas la cabeza. Iba a su casa después de clase y nos quedábamos en el sótano con sus hermanos, escuchando Dark Side of the Moon, de Pink Floyd, mientras se pasaban una pipa de agua. Luego Sam y yo subíamos a su habitación y nos enrollábamos durante horas. La mitad del tiempo tenía la impresión de que no debería estar allí, de que estaba desperdiciando un tiempo precioso con una actividad que no me conduciría a nada (en otras palabras, que no utilizaba mi tiempo de manera «constructiva», como diría mi padre). Sin embargo, me sentía tan bien que no podía dejarlo. Puede que mi mente me dijera que me levantara, me fuera a casa, estudiara, escribiera historias y viviera la vida, pero mi cuerpo era como una criatura marina sin huesos, incapaz de moverse en tierra. Ni siquiera recuerdo haber mantenido una conversación con Sam. No hacíamos más que tocarnos y besarnos en una burbuja de tiempo que parecía no tener conexión alguna con la vida real.
Más tarde, mi padre nos llevó a mis hermanas y a mí de excursión cultural por Alaska durante dos semanas, y allí conocí a Ryan, que era alto y delicado como la madera pulida. Ryan iba a ir a la universidad de Duke, y yo me enamoré de él. Cuando regresé a Castlebury, apenas soportaba mirar a Sam. Él no dejaba de preguntarme si había conocido a otra persona. Fui una cobarde y le dije que no, sobre todo porque Ryan vivía en Colorado y sabía que no volvería a verlo. Con todo, Ryan había hecho estallar la burbuja de Sam y la había convertido en un pequeño charco de jabón líquido. Al fin y al cabo, de eso están hechas las burbujas: de aire y un poco de jabón. Se acabaron las maravillas de la buena química, del buen rollo.
Con mala química, sin embargo, ni siquiera consigues una burbuja. ¿Doug y yo? Mala química.
Doug era un año mayor, un estudiante de último año cuando yo iba a tercero. Era uno de los deportistas, un jugador del equipo de baloncesto, amigo de Luke Hemmings, Diana LaMadrid, Zayn Malik y el resto de la tropa VIP. Doug no era muy listo. Tampoco era tan guapo como para que hubiera un montón de chicas detrás de él, pero era bastante atractivo. Lo único malo de él eran los granos. No tenía muchos, solo un par de ellos que siempre parecían estar en el máximo apogeo de su ciclo vital. Pero yo sabía que tampoco era perfecta. Si quería tener novio, tendría que pasar por alto los pequeños defectos.
Nos presentó Jen P. y, como era de esperar, a finales de semana él se acercó a mi taquilla y me preguntó si quería ir al baile.
Eso estuvo bien. Doug vino a recogerme en el pequeño coche blanco de su madre. Pude hacerme una idea de cómo era su madre viendo el coche: una mujer nerviosa con la piel pálida y la melena rizada apretada de quien su hijo se avergonzaba. Me deprimió bastante, pero me dije a mí misma que debía vivir la experiencia hasta el final. En el baile, estuve con las dos Jen, con Diana LaMadrid y con otras chicas mayores. Todas permanecían de pie con una pierna a un lado, así que yo hice lo mismo y fingí que no me sentía intimidada.
—Hay unas vistas preciosas desde la parte superior de la calle Mott —dijo Doug después del baile.
—¿Ese lugar no está al lado de la casa encantada?
—¿Crees en fantasmas?
—Claro. ¿Tú no?
—No —dijo él—. Ni siquiera creo en Dios. Eso son cosas de chicas.
Juré que me parecería menos a las chicas.
Había unas buenas vistas desde la parte superior de la calle Mott. Se veía todo,
desde los manzanares hasta las luces de Hartford. Doug dejó la radio encendida y luego colocó la mano bajo mi barbilla, me volvió la cabeza y me besó.
No fue horrible, pero tampoco hubo pasión. Me quedé sorprendida cuando me dijo:
—Se te da bien besar. Supongo que has practicado mucho.
—No. Casi nada.
—¿En serio? —preguntó.
—En serio —respondí.
—Porque no quiero salir con una chica que haya salido con todos los tíos…
—No he estado con nadie. —Pensé que estaba loco. ¿Es que no sabía nada sobre mí?
Había más coches aparcados a nuestro alrededor, y seguimos enrollándonos. La noche empezaba a resultarme deprimente. Así que eso era, ¿no? Así era salir con alguien VIP. Sentarse en un coche rodeado de otros coches en los que todo el mundo se enrollaba y ver hasta dónde se podía llegar, como si fuera una especie de requisito. Empecé a preguntarme si los demás lo disfrutaban tan poco como yo.
Con todo, asistía a los partidos de baloncesto de Doug e iba a su casa después de clase, aunque había cosas que me apetecían mucho más, como leer novelas románticas. Su casa era tan espantosa como la había imaginado: un lugar diminuto en una calle diminuta (Maple Lane), que podría haber estado en Ciudad Cualquiera, Estados Unidos. Supongo que si hubiera estado enamorada de Doug eso no me habría importado. No obstante, si hubiera estado enamorada de Doug habría sido incluso peor, porque habría mirado a mi alrededor y me habría dado cuenta de que así sería mi vida, y en ese momento se habría hecho pedazos mi sueño.
Sin embargo, en lugar de decir: «Doug, no quiero verte más», me rebelé.
Ocurrió después de otro baile. Casi había dejado que Doug llegara a la tercera base, así que él supuso que era el momento de meterme en cintura. El plan era quedarnos en el coche con otra pareja: Diana LaMadrid y un tío llamado Roy, que era el capitán del equipo de baloncesto. Ellos estaban en el asiento delantero. Nosotros, en el trasero. Íbamos a un sitio en el que nunca nos pillarían, un lugar en el que nadie nos encontraría: un cementerio.
—Espero que no sigas creyendo en fantasmas —dijo Doug antes de darme un apretón en la pierna—. De lo contrario, pensarás que nos están observando.
No respondí. Estaba estudiando el perfil de Diana LaMadrid. Su cabello era como un remolino de algodón de azúcar blanco. Pensé que se parecía a Marilyn Monroe. Deseé parecerme también a Marilyn Monroe. Marilyn, supuse yo, sabría qué hacer.
Cuando Doug se bajó la cremallera de los pantalones e intentó agacharme la cabeza, tuve suficiente. Salí del coche. La única palabra que me venía a la cabeza una y otra vez era «farsa». Todo aquello era una farsa. Resumía todo lo que estaba mal entre ambos sexos.
Estaba demasiado enfadada para tener miedo. Empecé a caminar por el pequeño sendero que serpenteaba entre las lápidas. Tal vez creyera en fantasmas, pero no me asustaban. Era la gente la que daba problemas. ¿Por qué no podía ser como cualquier otra chica y darle a Doug lo que quería? Me imaginé a mí misma como una figurita de plastilina, y luego una mano que bajaba y me estrujaba hasta que la plastilina salía a borbotones entre los dedos.
Para distraerme, empecé a contemplar las lápidas. Las tumbas eran bastante antiguas; algunas tenían más de cien años. Comencé a buscar un tipo en particular. Resultaba un poco macabro, pero mi estado de ánimo también lo era. Tal como cabía esperar, encontré una: «Jebediah Wilton. Muerto a los 4 meses. 1888». Me dio por pensar en la madre de Jebediah y en el dolor que debió de sentir al enterrar a su bebé. Imaginé que sería mucho más doloroso que dar a luz. Me puse de rodillas y me cubrí la boca antes de gritar.
Supongo que Doug creyó que regresaría enseguida, porque no se molestó en buscarme hasta un buen rato después. Detuvo el coche y abrió la puerta.
—Sube —dijo Doug.
—No.
—Zorra —dijo Roy.
—Sube al coche —me ordenó Diana LaMadrid—. Termina ya con esta escenita. ¿Es que quieres que venga la poli o qué?
Me subí al coche.
—¿Ves? —le dijo Diana LaMadrid a Doug—. Te dije que no lo haría.
—No pienso acostarme con alguien solamente para impresionarte —aseguré yo.
—Vaya… —dijo Roy—. Sí que es una zorra…
—No soy una zorra —señalé—. Solo una mujer que tiene cerebro.
—¿Ahora eres una mujer? —preguntó Doug con una sonrisa desdeñosa—. No me vengas con esas…
Sabía que eso habría debido avergonzarme, pero me aliviaba tanto que se hubiera terminado que no pude enfadarme. Estaba claro que Doug no volvería a pedirme que saliera con él.
No obstante, lo hizo. Lo primero que me encontré el lunes por la mañana fue a Doug de pie junto a mi taquilla.
—Necesito hablar contigo —me dijo.
—Pues habla.
—Ahora no. Luego.
—Estoy ocupada.
—Eres una mojigata —dijo con desprecio—. Una frígida. —Al ver que yo no respondía, añadió con un tono escalofriante—: De acuerdo. Ya sé cuál es tu problema. Ahora lo entiendo.
—Genial —repliqué.
—Me pasaré por tu casa después de clase.
—No lo hagas.
—No hace falta que me digas lo que debo hacer —me advirtió mientras hacía girar una pelota de baloncesto imaginaria sobre su dedo índice—. No eres mi madre. —Lanzó la pelota imaginaria hacia un aro invisible y se marchó.
Doug se pasó por mi casa esa tarde. Levanté la mirada de mi máquina de escribir y vi su patético coche blanco en el camino de entrada, como un ratón que se aproxima con cautela a un trozo de queso.
Del piano salió un acorde desafinado de Stravinski y luego oí los suaves pasos de Missy bajando las escaleras.
—¿Ali? —me llamó desde abajo—. Aquí hay alguien que ha venido a verte.
—Dile que no estoy.
—Es Doug…
—Vamos a dar una vuelta en coche —dijo Doug.
—No puedo —dije—. Estoy ocupada.
—Escucha… —añadió él—. No puedes hacerme esto. —Estaba suplicando, y comencé a sentir lástima por él—. Me lo debes —susurró—. No es más que un paseo en coche…
—De acuerdo —accedí. Supuse que tal vez se lo debiera por haberlo humillado delante de sus amigos—. Mira —le dije cuando nos subimos al coche y empezamos a avanzar hacia su casa—. Siento mucho lo de la otra noche. Lo que pasa es que…
—Lo sé. No estás preparada —dijo Doug—. Lo entiendo. Con todo lo que has pasado…
—No, no se trata de eso. —Sabía que no tenía nada que ver con la muerte de mi madre. Sin embargo, no me atrevía a decirle a Doug la verdad: que mi reticencia se debía a que no lo encontraba atractivo en absoluto.
—No pasa nada —dijo—. Te perdono. Voy a darte la oportunidad de compensarme.
—¡Ja! —exclamé con la esperanza de que estuviera bromeando.
Doug pasó de largo su casa y siguió avanzando hacia el camino de tierra que conducía al río. Entre su triste casita y el río había kilómetros y kilómetros de marismas, desiertas en noviembre. Empecé a asustarme.
—Doug, para.
—¿Por qué? —preguntó él—. Tenemos que hablar.
En ese momento supe por qué los chicos odian esa frase: «Tenemos que hablar». Me provocó una sensación de hastío y ganas de vomitar.
—¿Adónde vamos? Por ahí no hay nada.
—Está el Árbol Arma —dijo.
El Árbol Arma estaba mucho más abajo, junto al río; se llamaba así porque un rayo le había arrancado las ramas y le había dado forma de pistola. Comencé a evaluar mis posibilidades de huida. Si llegábamos hasta el río, podría saltar del coche y correr por el estrecho sendero que se perdía entre los árboles. Doug no podría seguirme por allí con el coche, pero estaba claro que me alcanzaría corriendo. ¿Y qué haría después? ¿Violarme? Podría violarme y matarme después. No quería perder mi virginidad con Doug Haskell, por el amor de Dios, y menos de esa forma. Decidí que tendría que matarme primero.
Aunque tal vez solo quisiera hablar.
—Escucha, Doug, siento lo de la otra noche…
—¿Lo sientes?
—Por supuesto. Pero no quería acostarme contigo habiendo otras personas en el coche. Eso es asqueroso.
Estábamos a casi un kilómetro de la civilización.
—Ya… Bueno, supongo que eso puedo entenderlo. Pero Roy es el capitán del equipo de baloncesto y…
—Roy es repugnante. De verdad, Doug. Tú eres mucho mejor que él. Ese tío es un capullo.
—Es uno de mis mejores colegas.
—Tú deberías ser el capitán del equipo de baloncesto. Eres más alto y más guapo. Y más listo. Si quieres saber mi opinión, Roy se está aprovechando de ti.
—¿Tú crees? —Apartó la vista de la carretera para mirarme. Cada vez había más baches, ya que era un camino más adecuado para tractores que para coches, así que Doug tuvo que reducir la velocidad.
—Pues claro —dije con soltura—. Todo el mundo lo sabe. Todo el mundo dice que eres mejor jugador que Roy…
—Es cierto.
—Y… —Eché un vistazo al velocímetro. Treinta kilómetros la hora. El coche se sacudía como un viejo toro salvaje. Si quería escapar, tenía que hacerlo en ese momento—. Y tengo que irme a casa ya, Doug. —Bajé la ventanilla. Una gélida ráfaga de viento azotó mi cara como si fuera una bofetada—. El coche está lleno de barro. Tu madre te matará.
—Mi madre ni siquiera se dará cuenta.
—Venga, Doug. Para el coche.
—Iremos al Árbol Arma. Luego te llevaré a casa. —Pero no parecía muy seguro de esto último.
—Voy a salir. —Agarré la manija de la puerta.
Doug intentó apartarme la mano y el coche se salió del camino y chocó contra una pila de mazorcas de maíz secas.
—Por Dios, Allison. ¿Por qué demonios has hecho eso?
Salimos del coche para inspeccionar los daños. No había demasiados. Paja atrapada en el parachoques, más que nada.
—Si tú no hubieras… —empecé a decir, con el alivio y la rabia atascados en la garganta—. El mero hecho de que quisieras demostrar a tus estúpidos amigos que no eres un fracasado…
Él me fulmino con la mirada. Su aliento formaba nubes de vapor en el aire que lo envolvían como una misteriosa niebla.
Luego le dio un puñetazo al techo del coche.
—No te habría follado ni aunque me hubieses pagado por ello —gritó antes de hacer una pausa para tomar aliento—. Tienes suerte… tienes suerte de que considerara siquiera la idea de acostarme contigo. Tienes suerte de que quisiera salir contigo en primer lugar. Fue solo porque sentía lástima por ti.
¿Qué otra cosa podía decir?
—Vale. En ese caso, deberías alegrarte.
—Oh, te aseguro que estoy muy alegre. —Le dio una buena patada al neumático delantero—. Estoy dando saltos de alegría.
Me di la vuelta y empecé a retroceder por la carretera. Mi espalda era un manojo de nervios. Cuando estuve a unos quince metros de distancia, empecé a silbar. A los treinta metros, oí el ruido del motor del coche, pero seguí andando. Al final, pasó a mi lado mirando hacia delante, como si yo no existiera. Cogí una brizna de hierba seca y la hice pedazos entre los dedos. Luego observé cómo los trocitos se alejaban flotando.
Le conté toda esta historia a Elena, Anastasia y a Isabella. Incluso se la conté a Walt. La conté una y otra vez, pero hice que pareciera divertida. La convertí en algo tan divertido que Isabella no podía parar de reírse. Las risas siempre consiguen alejar las penas.
- Lectoras:
- Esta es la primera parte del capítulo 6, la hice en dos partes pues me emocione mucho escribiendo y era demasiado largo así que corte el capítulo en dos. Espero que les guste. Quería que conocieran una parte de Ali del pasado. ¿Les gusta la nueva cabecera que utilizo para los capítulos?
Última edición por {Yours Truly} el Vie 16 Ene 2015, 5:27 pm, editado 1 vez
Jourdan Grey.
Re: Lo que el corazón quiere (CAPITULO 11,12)
Capítulo 06 parte 2/2
¨Nuestro primer beso¨
—Allison, no lograrás librarte de esta con un comentario ingenioso —dice la señora Givens mientras señala el bote de pintura.
—No tenía pensado hacer ningún comentario ingenioso —insisto, como si fuera completamente inocente.
Tengo un problema con la autoridad. De verdad. Me quedo hecha polvo. Me convierto en auténtica gelatina cuando debo enfrentarme a algún adulto.
—¿Qué pensabas hacer con la pintura, entonces? —La señora Givens es una de esas señoras de mediana edad a las que no se puede mirar sin pensar: «Si alguna vez llego a convertirme en alguien como ella, pégame un tiro». Se carda el pelo hasta convertirlo en una mata seca que parece a punto de incendiarse en cualquier momento. De pronto me imagino a la señora Givens con la cabeza en llamas corriendo por los pasillos del instituto, y casi me da la risa.
—¿Allison? —me llama.
—La pintura es para mi padre… para uno de sus proyectos.
—Esto no es propio de ti, Allison. Nunca te habías metido en problemas antes.
—Se lo prometo, señora Givens. Esto no es nada.
—Muy bien. Puedes dejarme la pintura aquí y recogerla después de clase.
—Givens me ha confiscado el bote de pintura —le susurro a Anastacia cuando entramos en clase de cálculo.
—¿Cómo lo ha encontrado?
—Me ha pillado cuando intentaba guardarlo en la taquilla.
—Mierda… —dice Anastacia.
—Ya te digo. Tendremos que recurrir al plan B.
—¿Cuál es el plan B?
—Hay que entrar en acción —le explico—. Ya pensaré en algo.
Me siento y miro por la ventana. Estamos en octubre. La época idónea para encontrar una hoja roja perfecta y plancharla entre dos trozos de papel encerado. O para introducir clavos en una manzana crujiente mientras el jugo se desliza entre tus dedos. O para vaciar el viscoso contenido de una calabaza y tostar las semillas hasta que estén a punto de explotar. Pero, sobre todo, es el momento idóneo para pintar el año de nuestra graduación en el instituto en el tejado del granero. Siempre son los chicos los que se encargan de eso. Pero Anastacia y yo decidimos que este año lo haríamos nosotras. ¿Por qué los chicos siempre se encargan de todo lo divertido? Lali también quiso unirse al grupo. Ella traería la escalera, y Anas y yo nos en cargaríamos de la pintada. Más tarde, Elena dijo que también iba a participar. Elena resulta bastante útil en este tipo de situaciones, porque podría ocuparse de las bebidas y el tabaco. Y luego Elena se lo contó todo a Zayn. Le advertí expresamente que no le dijera nada, pero me replicó que no podía hacer algo así, y ahora Zayn está entusiasmado, aunque asegura que no tomará parte en el acto en sí. En lugar de eso, planea quedarse allí para dirigirnos.
Después de cálculo, me dirijo al granero para echar una ojeada a la estructura. Tiene al menos cien años, y, aunque parece bastante firme, el tejado es más alto e inclinado de lo que yo pensaba. Pero si nos acobardamos, es probable que los chicos lo hagan la semana que viene, y no quiero que eso ocurra. Se acabó lo de desperdiciar las oportunidades. Quiero dejar una especie de impronta en el Instituto Castlebury para que cuando sea vieja pueda decir: «Lo hice. Pinté el año de nuestra graduación en el viejo granero». De un tiempo a esta parte, no le tengo tanta manía al instituto como solía, y he estado de bastante buen humor. Hoy llevo puesto un peto, unas zapatillas Converse y una camiseta de cuadros rojos y blancos que compré en una tienda retro para la ocasión. También me he hecho dos trenzas, y llevo una cinta de cuero alrededor de la cabeza.
Estoy aquí de pie, mirando el tejado, cuando de repente me siento inundada por una misteriosa felicidad y empiezo a realizar mi mejor imitación de John Belushi en Desmadre a la americana. Doy una vuelta completa al granero y, al llegar al lugar de inicio, veo que Kian Rudd está allí mirándome con curiosidad mientras saca un cigarrillo de su paquete de Marlboro.
—¿Te diviertes? —pregunta.
—Desde luego —respondo. Debería sentirme abochornada, pero no lo estoy. Odio esa estúpida norma según la cual las chicas deben avergonzarse por todo, por lo que hace
mucho tiempo decidí que no lo haría—. ¿Y tú? ¿Lo pasas bien?
—Relativamente.
Estoy segura de que se está divirtiendo, pero no conmigo. Después de esa noche en The Emerald… nada. No me ha llamado, ni se ha pasado por casa… Lo único que he conseguido de él es que me mire con perplejidad cuando me ve en clase de cálculo, en los pasillos o en el granero.
Me digo a mí misma que no pasa nada; de todas formas, no necesito tener novio… Pero eso no evita que mi mente siga sus propios derroteros cada vez que él está cerca. Es casi tan malo como tener doce años… peor aún, porque me recuerda que a estas alturas ya debería haber espabilado un poco.
Echo un vistazo a Kian pensando que es una suerte que no pueda leerme los pensamientos, pero él ya no me presta atención. Contempla por encima de mi hombro a las dos Jen, que ascienden con mucho cuidado por la colina con sus tacones altos, como si nunca hubieran caminado sobre la hierba. Su aparición no resulta sorprendente. Las dos Jen siempre siguen a Kian a todas partes, como dos pequeños y alegres remolques.
—Anda… —comento—. Ya está aquí tu club de fans.
Él me mira con expresión interrogante, pero no dice nada. En mis fantasías, Kian es una persona perspicaz e inteligente. Pero lo cierto es que en realidad no sé nada de él.
Lali viene a buscarme en la camioneta esa noche a las nueve en punto. Llevamos jerséis negros de cuello vuelto, pantalones de ese mismo color y zapatillas de deporte. Hay una luna llena espectacular. Lali me pasa una cerveza, yo pongo la radio y empezamos a cantar a gritos. Estoy segura de que esto va a ser lo mejor que hemos hecho en nuestra vida. Estoy segura de que este va a ser el auténtico «momento del último año»… Un momento para recordar.
—¡Que te jodan, Diana LaMadrid! —grito sin ningún motivo aparente.
—¡Que te jodan, Instituto Castlebury! —exclama Lali—. ¡Que se jodan los VIP también!
Llegamos al camino de acceso del instituto a casi ciento treinta kilómetros la hora y nos adentramos directamente en el césped. Intentamos subir colina arriba, pero la camioneta se queda atascada, así que decidimos dejar el coche en un oscuro rincón del aparcamiento. Mientras nos afanamos en sacar la escalera de la parte trasera, oigo el revelador ronroneo de un motor de ocho cilindros en V y, cómo no, Kian Rudd aparca exactamente a nuestro lado.
¿Qué demonios está haciendo aquí?
Baja la ventanilla.
—¿Necesitáis ayuda, chicas?
—No.
—Sí —dice Lali. Me dirige una de esas miradas que significan: «Cállate». Y yo se la devuelvo.
Kian sale del coche. Es como una pantera que acaba de despertarse de la siesta. Incluso bosteza.
—¿Una noche floja?
—Podría decirse así —dice Lali.
—Podrías mover el culo y ayudarnos, ya que al parecer no piensas marcharte —añado.
—¿Podemos confiar en ti? —pregunta Lali.
—Depende de lo que queráis confiarme —responde él.
Al final, llevamos la escalera hasta el granero, y es entonces cuando aparece Anastacia con la pintura y una enorme brocha. Dos gigantescas luces cónicas se mueven en el aparcamiento, lo que indica que Elena ya ha llegado en su Cadillac. Elena asegura que no puede estar pendiente de las luces largas y las cortas, así que por lo general deja ciegos a sus colegas los motoristas. Aparca el coche y asciende por la colina con Walt y Zayn pisándole los talones. Zayn se ocupa de examinar la pintura.
—¿Roja? —pregunta, y luego, como si no lo hubiéramos oído la primera vez, repite—: ¿Roja?
—¿Qué tiene de malo el rojo?
—No es el color que se utiliza tradicionalmente en Castlebury para esto. Debería ser
azul.
—Queríamos que fuese roja —señalo—. Quien hace la pintada, elige el color.
—Pero no es el color correcto —insiste Zayn—. Durante el resto del curso, cuando mire por la ventana, veré el año de nuestra graduación pintado en rojo y no en azul.
—¿Y qué más da? —pregunta Kian.
—El rojo es una provocación. Es mandar a la mierda la tradición —dice Walt—.
Pero, bueno, ¿no es esa la intención?
—Tienes razón, hermano. —Kian asiente.
Elena se rodea el pecho con los brazos.
—Estoy asustada.
—Fúmate un cigarrillo —replica Walt—. Eso calmará tus nervios linda.
—¿Quién tiene las bebidas? —pregunta Lali. Alguien le pasa una botella de whisky. Ella da un trago y se limpia la boca con la manga.
—Vale, Needleman. Subamos a ese tejado —dice Anastasia.
Al unísono, echamos la cabeza hacia atrás y alzamos la vista hacia lo alto. La luna anaranjada se ha escondido tras el tejado, que proyecta una sombra negra y rectangular. Bajo esa luz escalofriante, nuestra meta parece tan alta como el Everest.
—¿Vais a subir ahí? —pregunta Kian atónito.
—A Needleman se le daba muy bien la gimnasia —dice la Anas—. Muy, pero que muy bien. Hasta que cumplió los doce años, al menos. ¿Recuerdas cuando diste aquel salto en la barra de equilibrios y aterrizaste de c…?
—Preferiría no hacerlo —replico antes de echarle una miradita de soslayo a Kian.
—Yo subiría también, pero me dan miedo las alturas —explica Lali. Las alturas, de hecho, son lo único a lo que admite tenerle miedo, probablemente porque cree que eso la convierte en una persona más interesante—. Cada vez que cruzo el puente hacia Hartford tengo que tumbarme en el suelo para no marearme.
—¿Y si eres tú la que conduce? —pregunta la Anastacia.
—En ese caso, se detiene en medio del tráfico y se sienta allí temblando hasta que llega la policía y se lleva su coche —respondo. Me parece una posibilidad de lo más divertida.
Lali me mira con rabia.
—Eso no es cierto. Si conduzco yo es diferente.
—Claro, claro… —añade Walt.
Elena da un buen trago de whisky.
—Quizá deberíamos irnos a The Emerald. Me está entrando frío.
De eso nada… No después de todo este esfuerzo.
—Vete a The Emerald si quieres, Ele. Yo pienso acabar esto —le digo con la esperanza de parecer convencida.
Zayn le frota los hombros a Elena, un gesto que a Walt no le pasa desapercibido.
—Nos quedaremos. Iremos a The Emerald más tarde.
—Está bien —dice Anastacia con tono mordaz—. El que no quiera estar aquí debería marcharse ya. Los que quieran quedarse, que se callen de una vez.
—Yo me quedo —dice Walt, que enciende un cigarrillo—. Y no pienso callarme.
El plan es sencillo: Lali y Zayn sujetarán la escalera mientras yo subo. Una vez que esté arriba, Kian subirá con el bote de pintura. Coloco la mano sobre uno de los peldaños. El metal acanalado está bastante frío. Mira hacia arriba, me recuerdo a mí misma. El futuro está ante ti. No mires abajo. Nunca mires atrás. Nunca dejes que te vean sudar.
—Venga, Ali.
—Puedes hacerlo.
—Ha llegado arriba. Ay, madre mía… ¡Está en el tejado! —Esa es Elena.
—¿Ali? —dice Kian—. Estoy justo detrás de ti.
La luna llena se ha convertido en una brillante esfera blanca rodeada por un millón de estrellas.
—¡Aquí arriba todo es precioso! —grito—. Deberíais echar una ojeada.
Me incorporo poco a poco y doy unos cuantos pasos para probar mi equilibrio. No es tan difícil. Me recuerdo a mí misma que todos los chicos han hecho esto en el pasado. Kian se encuentra en el extremo superior de la escalera con la pintura. Con el bote en una mano y la brocha en la otra, comienzo a avanzar hacia un lado del tejado.
Empiezo a pintar mientras el grupo de abajo entona una especie de cántico.
—Uno… Nueve… Ocho…
—MIL NOVECIENTOS OCHENTA Y…
Y justo cuando estoy a punto de pintar el último número, me resbalo.
El bote sale disparado de mi mano, rebota una vez y rueda por el tejado, dejando un impresionante rastro de pintura a su paso. Oigo un golpe sordo cuando cae sobre la hierba. Luego… nada.
—¿Ali? —pregunta Anastacia vacilante—. ¿Te encuentras bien?
—Estoy bien.
—¡No te muevas! —grita Zayn.
—No me muevo.
Y es cierto. No me estoy moviendo. Pero luego, con agonizante lentitud, empiezo a resbalarme. Intento clavar la punta del pie en las tablillas que hay entre las tejas para detenerme, pero mi zapatilla resbala sobre la mancha de pintura roja. Me aseguro a mí misma que no voy a morir. No ha llegado mi hora. Si fuera a morir, lo sabría, ¿verdad? Una parte de mi cerebro es consciente de las raspaduras de mi piel, pero todavía no siento dolor. Me imagino con una escayola que me cubre de la cabeza a los pies, pero en ese momento una mano firme sujeta mi muñeca y tira de mí hacia arriba. Veo que, por detrás de mí, el extremo de la escalera se aparta del borde, y se oye un fuerte estrépito cuando cae sobre los arbustos.
Todo el mundo está gritando.
—Estamos bien, ¿vale? Estamos bien. No hay heridos —grita Kian, y en ese momento empieza a oírse el ruido de la sirena de un coche de policía.
—Ya puedo despedirme de Harvard —dice Elena.
—Esconde la escalera en el granero —ordena Lali—. Si la poli nos pregunta, diremos que hemos venido aquí a fumarnos unos cigarrillos.
—Elena, dame la botella —dice Walt. Se oye un ruido de cristales rotos cuando arroja la botella al granero.
Kian tira de mi brazo.
—Tenemos que llegar al otro lado.
—¿Por qué?
—No preguntes. Solo hazlo —me ordena mientras caminamos por el tejado—.
Túmbate de espaldas con las rodillas flexionadas.
—Pero desde aquí no veo lo que pasa… —protesto.
—Te haré un informe. No te muevas y no digas ni una palabra, y reza para que los polis no nos descubran.
Mi respiración es tan fuerte como el ruido de un tambor.
—Hola, agentes —dice Walt cuando se acerca la policía.
—¿Qué estáis tramando, chicos?
—Nada, solo fumábamos unos cigarrillos —dice Zayn.
—¿Habéis estado bebiendo?
—No —responden a coro.
Se produce un silencio seguido del sonido de unos pasos sobre la hierba mojada.
—¿Qué demonios es esto? —pregunta uno de los polis. La luz de su linterna se eleva hacia el tejado y se pierde en el cielo—. Chicos, ¿habéis pintado el granero? Eso es un delito. Una invasión de la propiedad privada.
—Hola, Marone —le dice Lali a uno de los polis—. Soy yo.
—Vaya… —dice Marone—. Lali Kandesie. Oye, Jack, es Lali, la hija de Ed.
—¿Quieres que echemos un vistazo por los alrededores? —pregunta Jack con cautela ahora que sabe que está delante de la hija de su jefe.
—No. Me parece que todo está en orden —contesta Marone.
Jack suelta un resoplido.
—Está bien, chicos. Se acabó la fiesta. Nos aseguraremos de que subís a vuestros coches y llegáis a casa sanos y salvos. —Y, tras eso, todos se marchan.
Kian y yo nos quedamos tumbados en el tejado. Alzo la vista hacia las estrellas, muy consciente de que su cuerpo se encuentra a escasos centímetros del mío. Si esto no es romántico, no sé qué puede serlo.
Kian se asoma por el borde.
—Creo que se han ido.
De repente nos miramos el uno al otro y nos echamos a reír. La risa de Kian (nunca había oído nada parecido) es ronca, profunda y ligeramente dulce, como una fruta madura. Imagino que el sabor de su boca también será algo afrutado, aunque también ácido,
con un toque de nicotina. En cualquier caso, las bocas de los chicos nunca son como crees que van a ser. Algunas veces están agarrotadas y los dientes son afilados, y otras son suaves, como cuevas llenas de almohadones.
—Bueno, Allison Needleman —me dice—, ¿cuál es tu gran plan ahora?
Me llevo las rodillas al pecho.
—No tengo ningún plan.
—¿Tú? ¿Sin un plan? Será la primera vez.
¿En serio? ¿Eso es lo que piensa de mí? ¿Que soy una especie de bicho raro que siempre planea las cosas? Siempre me he considerado bastante espontánea.
—No siempre tengo un plan.
—Pues parece que siempre sabes a donde vas.
—¿De verdad?
—Desde luego. Yo apenas puedo seguirte.
¿Qué significa eso? ¿Esto es un sueño o qué? ¿De verdad estoy manteniendo esta conversación con Kian Rudd?
—Siempre puedes llamarme.
—Ya lo he hecho. Pero tu teléfono siempre comunica. Esta noche iba a pasarme por tu casa, pero, cuando vi que te subías a la camioneta de Lali, te seguí. Supuse que estarías tramando algo interesante. —¿Está diciendo que le gusto?—. Sin duda, eres todo un personaje.
¿Un personaje? ¿Eso es bueno o malo? ¿Qué clase de chico se enamora de un personaje?
—Supongo que puedo ser… divertida, a veces.
—Eres muy divertida. Y muy interesante. Eso es bueno. La mayoría de las chicas son un rollo.
—¿En serio?
—Venga, Allison. Tú eres una chica. Deberías saberlo.
—Yo creo que las chicas son bastante interesantes. Quiero decir que son mucho más
interesantes que los chicos. Los chicos sí que son un rollo.
—¿Yo soy aburrido?
—¿Tú? Tú no eres aburrido en absoluto. Solo quería decir…
—Lo sé. —Se acerca un poco más—. ¿Tienes frío?
—Estoy bien.
Se quita la chaqueta. Cuando me la pongo, se fija en mis manos.
—Madre mía —dice—, eso debe de doler bastante.
—Duele… un poco. —Me escuecen muchísimo los arañazos de las palmas—. Aunque no es lo peor que me ha ocurrido. Una vez me caí de la parte trasera de la camioneta de los Kandesie y me rompí la clavícula. No me enteré de que la tenía rota hasta el día siguiente. Lali me obligó a ir al médico.
—Lali es tu mejor amiga, ¿eh?
—Pues sí. Ha sido mi mejor amiga desde que teníamos diez años. Oye… —Me quedo callada un momento antes de hacerle la pregunta—: ¿Quién es tu mejor amigo?
—No tengo ningún mejor amigo —responde mientras contempla los árboles.
—Supongo que los chicos son así —replico, como si pensara en voz alta. Me miro las manos—. ¿Crees que conseguiremos bajar de este tejado?
—¿Quieres bajar de este tejado?
—No.
—Pues no pienses en ello. Al final, alguien vendrá a buscarnos. Lali, tal vez, o tu amiga Anastacia. Esa tía es guay.
—Sí. —Asiento—. Tiene toda su vida planeada. Ha solicitado un ingreso anticipado en Yale. Y, sin duda, se lo concederán.
—Eso debe de ser genial —comenta él con un toque de amargura.
—¿Te preocupa tu futuro?
—¿No le preocupa a todo el mundo?
—Supongo que sí… Pero creí… no sé. Creí que irías a Harvard o algo así. ¿No
estabas en un colegio privado?
—Lo estaba. Pero me di cuenta de que no quería ir a Harvard.
—¿Cómo es posible que alguien no quiera ir a Harvard?
—Porque es una gilipollez. Vas a Harvard. Luego hay que hacer un máster en derecho. O en empresariales. Después vendrá lo del traje y trabajar para una gran corporación. Coger el interurbano todos los días hasta Nueva York. Y luego alguna chica me obligará a casarme con ella y, antes de que me dé cuenta, tendré hijos y una hipoteca. Se acabó el juego.
—Puf… —No es exactamente lo que una chica desea oírle decir a un chico, pero gana muchos puntos por ser sincero—. Sé lo que quieres decir. Siempre he dicho que nunca me casaré. Es muy poco original.
—Cambiarás de opinión. Todas las mujeres lo hacen.
—Yo no. Yo seré escritora.
—Tienes pinta de escritora —dice él.
—¿En serio?
—Claro. Da la impresión de que siempre hay algo que te ronda la cabeza.
—¿Tan transparente soy?
—Un poco, sí. —Se inclina hacia delante y me besa.
Y de repente mi vida se divide en dos: en un antes y un después.
—No tenía pensado hacer ningún comentario ingenioso —insisto, como si fuera completamente inocente.
Tengo un problema con la autoridad. De verdad. Me quedo hecha polvo. Me convierto en auténtica gelatina cuando debo enfrentarme a algún adulto.
—¿Qué pensabas hacer con la pintura, entonces? —La señora Givens es una de esas señoras de mediana edad a las que no se puede mirar sin pensar: «Si alguna vez llego a convertirme en alguien como ella, pégame un tiro». Se carda el pelo hasta convertirlo en una mata seca que parece a punto de incendiarse en cualquier momento. De pronto me imagino a la señora Givens con la cabeza en llamas corriendo por los pasillos del instituto, y casi me da la risa.
—¿Allison? —me llama.
—La pintura es para mi padre… para uno de sus proyectos.
—Esto no es propio de ti, Allison. Nunca te habías metido en problemas antes.
—Se lo prometo, señora Givens. Esto no es nada.
—Muy bien. Puedes dejarme la pintura aquí y recogerla después de clase.
—Givens me ha confiscado el bote de pintura —le susurro a Anastacia cuando entramos en clase de cálculo.
—¿Cómo lo ha encontrado?
—Me ha pillado cuando intentaba guardarlo en la taquilla.
—Mierda… —dice Anastacia.
—Ya te digo. Tendremos que recurrir al plan B.
—¿Cuál es el plan B?
—Hay que entrar en acción —le explico—. Ya pensaré en algo.
Me siento y miro por la ventana. Estamos en octubre. La época idónea para encontrar una hoja roja perfecta y plancharla entre dos trozos de papel encerado. O para introducir clavos en una manzana crujiente mientras el jugo se desliza entre tus dedos. O para vaciar el viscoso contenido de una calabaza y tostar las semillas hasta que estén a punto de explotar. Pero, sobre todo, es el momento idóneo para pintar el año de nuestra graduación en el instituto en el tejado del granero. Siempre son los chicos los que se encargan de eso. Pero Anastacia y yo decidimos que este año lo haríamos nosotras. ¿Por qué los chicos siempre se encargan de todo lo divertido? Lali también quiso unirse al grupo. Ella traería la escalera, y Anas y yo nos en cargaríamos de la pintada. Más tarde, Elena dijo que también iba a participar. Elena resulta bastante útil en este tipo de situaciones, porque podría ocuparse de las bebidas y el tabaco. Y luego Elena se lo contó todo a Zayn. Le advertí expresamente que no le dijera nada, pero me replicó que no podía hacer algo así, y ahora Zayn está entusiasmado, aunque asegura que no tomará parte en el acto en sí. En lugar de eso, planea quedarse allí para dirigirnos.
Después de cálculo, me dirijo al granero para echar una ojeada a la estructura. Tiene al menos cien años, y, aunque parece bastante firme, el tejado es más alto e inclinado de lo que yo pensaba. Pero si nos acobardamos, es probable que los chicos lo hagan la semana que viene, y no quiero que eso ocurra. Se acabó lo de desperdiciar las oportunidades. Quiero dejar una especie de impronta en el Instituto Castlebury para que cuando sea vieja pueda decir: «Lo hice. Pinté el año de nuestra graduación en el viejo granero». De un tiempo a esta parte, no le tengo tanta manía al instituto como solía, y he estado de bastante buen humor. Hoy llevo puesto un peto, unas zapatillas Converse y una camiseta de cuadros rojos y blancos que compré en una tienda retro para la ocasión. También me he hecho dos trenzas, y llevo una cinta de cuero alrededor de la cabeza.
Estoy aquí de pie, mirando el tejado, cuando de repente me siento inundada por una misteriosa felicidad y empiezo a realizar mi mejor imitación de John Belushi en Desmadre a la americana. Doy una vuelta completa al granero y, al llegar al lugar de inicio, veo que Kian Rudd está allí mirándome con curiosidad mientras saca un cigarrillo de su paquete de Marlboro.
—¿Te diviertes? —pregunta.
—Desde luego —respondo. Debería sentirme abochornada, pero no lo estoy. Odio esa estúpida norma según la cual las chicas deben avergonzarse por todo, por lo que hace
mucho tiempo decidí que no lo haría—. ¿Y tú? ¿Lo pasas bien?
—Relativamente.
Estoy segura de que se está divirtiendo, pero no conmigo. Después de esa noche en The Emerald… nada. No me ha llamado, ni se ha pasado por casa… Lo único que he conseguido de él es que me mire con perplejidad cuando me ve en clase de cálculo, en los pasillos o en el granero.
Me digo a mí misma que no pasa nada; de todas formas, no necesito tener novio… Pero eso no evita que mi mente siga sus propios derroteros cada vez que él está cerca. Es casi tan malo como tener doce años… peor aún, porque me recuerda que a estas alturas ya debería haber espabilado un poco.
Echo un vistazo a Kian pensando que es una suerte que no pueda leerme los pensamientos, pero él ya no me presta atención. Contempla por encima de mi hombro a las dos Jen, que ascienden con mucho cuidado por la colina con sus tacones altos, como si nunca hubieran caminado sobre la hierba. Su aparición no resulta sorprendente. Las dos Jen siempre siguen a Kian a todas partes, como dos pequeños y alegres remolques.
—Anda… —comento—. Ya está aquí tu club de fans.
Él me mira con expresión interrogante, pero no dice nada. En mis fantasías, Kian es una persona perspicaz e inteligente. Pero lo cierto es que en realidad no sé nada de él.
Lali viene a buscarme en la camioneta esa noche a las nueve en punto. Llevamos jerséis negros de cuello vuelto, pantalones de ese mismo color y zapatillas de deporte. Hay una luna llena espectacular. Lali me pasa una cerveza, yo pongo la radio y empezamos a cantar a gritos. Estoy segura de que esto va a ser lo mejor que hemos hecho en nuestra vida. Estoy segura de que este va a ser el auténtico «momento del último año»… Un momento para recordar.
—¡Que te jodan, Diana LaMadrid! —grito sin ningún motivo aparente.
—¡Que te jodan, Instituto Castlebury! —exclama Lali—. ¡Que se jodan los VIP también!
Llegamos al camino de acceso del instituto a casi ciento treinta kilómetros la hora y nos adentramos directamente en el césped. Intentamos subir colina arriba, pero la camioneta se queda atascada, así que decidimos dejar el coche en un oscuro rincón del aparcamiento. Mientras nos afanamos en sacar la escalera de la parte trasera, oigo el revelador ronroneo de un motor de ocho cilindros en V y, cómo no, Kian Rudd aparca exactamente a nuestro lado.
¿Qué demonios está haciendo aquí?
Baja la ventanilla.
—¿Necesitáis ayuda, chicas?
—No.
—Sí —dice Lali. Me dirige una de esas miradas que significan: «Cállate». Y yo se la devuelvo.
Kian sale del coche. Es como una pantera que acaba de despertarse de la siesta. Incluso bosteza.
—¿Una noche floja?
—Podría decirse así —dice Lali.
—Podrías mover el culo y ayudarnos, ya que al parecer no piensas marcharte —añado.
—¿Podemos confiar en ti? —pregunta Lali.
—Depende de lo que queráis confiarme —responde él.
Al final, llevamos la escalera hasta el granero, y es entonces cuando aparece Anastacia con la pintura y una enorme brocha. Dos gigantescas luces cónicas se mueven en el aparcamiento, lo que indica que Elena ya ha llegado en su Cadillac. Elena asegura que no puede estar pendiente de las luces largas y las cortas, así que por lo general deja ciegos a sus colegas los motoristas. Aparca el coche y asciende por la colina con Walt y Zayn pisándole los talones. Zayn se ocupa de examinar la pintura.
—¿Roja? —pregunta, y luego, como si no lo hubiéramos oído la primera vez, repite—: ¿Roja?
—¿Qué tiene de malo el rojo?
—No es el color que se utiliza tradicionalmente en Castlebury para esto. Debería ser
azul.
—Queríamos que fuese roja —señalo—. Quien hace la pintada, elige el color.
—Pero no es el color correcto —insiste Zayn—. Durante el resto del curso, cuando mire por la ventana, veré el año de nuestra graduación pintado en rojo y no en azul.
—¿Y qué más da? —pregunta Kian.
—El rojo es una provocación. Es mandar a la mierda la tradición —dice Walt—.
Pero, bueno, ¿no es esa la intención?
—Tienes razón, hermano. —Kian asiente.
Elena se rodea el pecho con los brazos.
—Estoy asustada.
—Fúmate un cigarrillo —replica Walt—. Eso calmará tus nervios linda.
—¿Quién tiene las bebidas? —pregunta Lali. Alguien le pasa una botella de whisky. Ella da un trago y se limpia la boca con la manga.
—Vale, Needleman. Subamos a ese tejado —dice Anastasia.
Al unísono, echamos la cabeza hacia atrás y alzamos la vista hacia lo alto. La luna anaranjada se ha escondido tras el tejado, que proyecta una sombra negra y rectangular. Bajo esa luz escalofriante, nuestra meta parece tan alta como el Everest.
—¿Vais a subir ahí? —pregunta Kian atónito.
—A Needleman se le daba muy bien la gimnasia —dice la Anas—. Muy, pero que muy bien. Hasta que cumplió los doce años, al menos. ¿Recuerdas cuando diste aquel salto en la barra de equilibrios y aterrizaste de c…?
—Preferiría no hacerlo —replico antes de echarle una miradita de soslayo a Kian.
—Yo subiría también, pero me dan miedo las alturas —explica Lali. Las alturas, de hecho, son lo único a lo que admite tenerle miedo, probablemente porque cree que eso la convierte en una persona más interesante—. Cada vez que cruzo el puente hacia Hartford tengo que tumbarme en el suelo para no marearme.
—¿Y si eres tú la que conduce? —pregunta la Anastacia.
—En ese caso, se detiene en medio del tráfico y se sienta allí temblando hasta que llega la policía y se lleva su coche —respondo. Me parece una posibilidad de lo más divertida.
Lali me mira con rabia.
—Eso no es cierto. Si conduzco yo es diferente.
—Claro, claro… —añade Walt.
Elena da un buen trago de whisky.
—Quizá deberíamos irnos a The Emerald. Me está entrando frío.
De eso nada… No después de todo este esfuerzo.
—Vete a The Emerald si quieres, Ele. Yo pienso acabar esto —le digo con la esperanza de parecer convencida.
Zayn le frota los hombros a Elena, un gesto que a Walt no le pasa desapercibido.
—Nos quedaremos. Iremos a The Emerald más tarde.
—Está bien —dice Anastacia con tono mordaz—. El que no quiera estar aquí debería marcharse ya. Los que quieran quedarse, que se callen de una vez.
—Yo me quedo —dice Walt, que enciende un cigarrillo—. Y no pienso callarme.
El plan es sencillo: Lali y Zayn sujetarán la escalera mientras yo subo. Una vez que esté arriba, Kian subirá con el bote de pintura. Coloco la mano sobre uno de los peldaños. El metal acanalado está bastante frío. Mira hacia arriba, me recuerdo a mí misma. El futuro está ante ti. No mires abajo. Nunca mires atrás. Nunca dejes que te vean sudar.
—Venga, Ali.
—Puedes hacerlo.
—Ha llegado arriba. Ay, madre mía… ¡Está en el tejado! —Esa es Elena.
—¿Ali? —dice Kian—. Estoy justo detrás de ti.
La luna llena se ha convertido en una brillante esfera blanca rodeada por un millón de estrellas.
—¡Aquí arriba todo es precioso! —grito—. Deberíais echar una ojeada.
Me incorporo poco a poco y doy unos cuantos pasos para probar mi equilibrio. No es tan difícil. Me recuerdo a mí misma que todos los chicos han hecho esto en el pasado. Kian se encuentra en el extremo superior de la escalera con la pintura. Con el bote en una mano y la brocha en la otra, comienzo a avanzar hacia un lado del tejado.
Empiezo a pintar mientras el grupo de abajo entona una especie de cántico.
—Uno… Nueve… Ocho…
—MIL NOVECIENTOS OCHENTA Y…
Y justo cuando estoy a punto de pintar el último número, me resbalo.
El bote sale disparado de mi mano, rebota una vez y rueda por el tejado, dejando un impresionante rastro de pintura a su paso. Oigo un golpe sordo cuando cae sobre la hierba. Luego… nada.
—¿Ali? —pregunta Anastacia vacilante—. ¿Te encuentras bien?
—Estoy bien.
—¡No te muevas! —grita Zayn.
—No me muevo.
Y es cierto. No me estoy moviendo. Pero luego, con agonizante lentitud, empiezo a resbalarme. Intento clavar la punta del pie en las tablillas que hay entre las tejas para detenerme, pero mi zapatilla resbala sobre la mancha de pintura roja. Me aseguro a mí misma que no voy a morir. No ha llegado mi hora. Si fuera a morir, lo sabría, ¿verdad? Una parte de mi cerebro es consciente de las raspaduras de mi piel, pero todavía no siento dolor. Me imagino con una escayola que me cubre de la cabeza a los pies, pero en ese momento una mano firme sujeta mi muñeca y tira de mí hacia arriba. Veo que, por detrás de mí, el extremo de la escalera se aparta del borde, y se oye un fuerte estrépito cuando cae sobre los arbustos.
Todo el mundo está gritando.
—Estamos bien, ¿vale? Estamos bien. No hay heridos —grita Kian, y en ese momento empieza a oírse el ruido de la sirena de un coche de policía.
—Ya puedo despedirme de Harvard —dice Elena.
—Esconde la escalera en el granero —ordena Lali—. Si la poli nos pregunta, diremos que hemos venido aquí a fumarnos unos cigarrillos.
—Elena, dame la botella —dice Walt. Se oye un ruido de cristales rotos cuando arroja la botella al granero.
Kian tira de mi brazo.
—Tenemos que llegar al otro lado.
—¿Por qué?
—No preguntes. Solo hazlo —me ordena mientras caminamos por el tejado—.
Túmbate de espaldas con las rodillas flexionadas.
—Pero desde aquí no veo lo que pasa… —protesto.
—Te haré un informe. No te muevas y no digas ni una palabra, y reza para que los polis no nos descubran.
Mi respiración es tan fuerte como el ruido de un tambor.
—Hola, agentes —dice Walt cuando se acerca la policía.
—¿Qué estáis tramando, chicos?
—Nada, solo fumábamos unos cigarrillos —dice Zayn.
—¿Habéis estado bebiendo?
—No —responden a coro.
Se produce un silencio seguido del sonido de unos pasos sobre la hierba mojada.
—¿Qué demonios es esto? —pregunta uno de los polis. La luz de su linterna se eleva hacia el tejado y se pierde en el cielo—. Chicos, ¿habéis pintado el granero? Eso es un delito. Una invasión de la propiedad privada.
—Hola, Marone —le dice Lali a uno de los polis—. Soy yo.
—Vaya… —dice Marone—. Lali Kandesie. Oye, Jack, es Lali, la hija de Ed.
—¿Quieres que echemos un vistazo por los alrededores? —pregunta Jack con cautela ahora que sabe que está delante de la hija de su jefe.
—No. Me parece que todo está en orden —contesta Marone.
Jack suelta un resoplido.
—Está bien, chicos. Se acabó la fiesta. Nos aseguraremos de que subís a vuestros coches y llegáis a casa sanos y salvos. —Y, tras eso, todos se marchan.
Kian y yo nos quedamos tumbados en el tejado. Alzo la vista hacia las estrellas, muy consciente de que su cuerpo se encuentra a escasos centímetros del mío. Si esto no es romántico, no sé qué puede serlo.
Kian se asoma por el borde.
—Creo que se han ido.
De repente nos miramos el uno al otro y nos echamos a reír. La risa de Kian (nunca había oído nada parecido) es ronca, profunda y ligeramente dulce, como una fruta madura. Imagino que el sabor de su boca también será algo afrutado, aunque también ácido,
con un toque de nicotina. En cualquier caso, las bocas de los chicos nunca son como crees que van a ser. Algunas veces están agarrotadas y los dientes son afilados, y otras son suaves, como cuevas llenas de almohadones.
—Bueno, Allison Needleman —me dice—, ¿cuál es tu gran plan ahora?
Me llevo las rodillas al pecho.
—No tengo ningún plan.
—¿Tú? ¿Sin un plan? Será la primera vez.
¿En serio? ¿Eso es lo que piensa de mí? ¿Que soy una especie de bicho raro que siempre planea las cosas? Siempre me he considerado bastante espontánea.
—No siempre tengo un plan.
—Pues parece que siempre sabes a donde vas.
—¿De verdad?
—Desde luego. Yo apenas puedo seguirte.
¿Qué significa eso? ¿Esto es un sueño o qué? ¿De verdad estoy manteniendo esta conversación con Kian Rudd?
—Siempre puedes llamarme.
—Ya lo he hecho. Pero tu teléfono siempre comunica. Esta noche iba a pasarme por tu casa, pero, cuando vi que te subías a la camioneta de Lali, te seguí. Supuse que estarías tramando algo interesante. —¿Está diciendo que le gusto?—. Sin duda, eres todo un personaje.
¿Un personaje? ¿Eso es bueno o malo? ¿Qué clase de chico se enamora de un personaje?
—Supongo que puedo ser… divertida, a veces.
—Eres muy divertida. Y muy interesante. Eso es bueno. La mayoría de las chicas son un rollo.
—¿En serio?
—Venga, Allison. Tú eres una chica. Deberías saberlo.
—Yo creo que las chicas son bastante interesantes. Quiero decir que son mucho más
interesantes que los chicos. Los chicos sí que son un rollo.
—¿Yo soy aburrido?
—¿Tú? Tú no eres aburrido en absoluto. Solo quería decir…
—Lo sé. —Se acerca un poco más—. ¿Tienes frío?
—Estoy bien.
Se quita la chaqueta. Cuando me la pongo, se fija en mis manos.
—Madre mía —dice—, eso debe de doler bastante.
—Duele… un poco. —Me escuecen muchísimo los arañazos de las palmas—. Aunque no es lo peor que me ha ocurrido. Una vez me caí de la parte trasera de la camioneta de los Kandesie y me rompí la clavícula. No me enteré de que la tenía rota hasta el día siguiente. Lali me obligó a ir al médico.
—Lali es tu mejor amiga, ¿eh?
—Pues sí. Ha sido mi mejor amiga desde que teníamos diez años. Oye… —Me quedo callada un momento antes de hacerle la pregunta—: ¿Quién es tu mejor amigo?
—No tengo ningún mejor amigo —responde mientras contempla los árboles.
—Supongo que los chicos son así —replico, como si pensara en voz alta. Me miro las manos—. ¿Crees que conseguiremos bajar de este tejado?
—¿Quieres bajar de este tejado?
—No.
—Pues no pienses en ello. Al final, alguien vendrá a buscarnos. Lali, tal vez, o tu amiga Anastacia. Esa tía es guay.
—Sí. —Asiento—. Tiene toda su vida planeada. Ha solicitado un ingreso anticipado en Yale. Y, sin duda, se lo concederán.
—Eso debe de ser genial —comenta él con un toque de amargura.
—¿Te preocupa tu futuro?
—¿No le preocupa a todo el mundo?
—Supongo que sí… Pero creí… no sé. Creí que irías a Harvard o algo así. ¿No
estabas en un colegio privado?
—Lo estaba. Pero me di cuenta de que no quería ir a Harvard.
—¿Cómo es posible que alguien no quiera ir a Harvard?
—Porque es una gilipollez. Vas a Harvard. Luego hay que hacer un máster en derecho. O en empresariales. Después vendrá lo del traje y trabajar para una gran corporación. Coger el interurbano todos los días hasta Nueva York. Y luego alguna chica me obligará a casarme con ella y, antes de que me dé cuenta, tendré hijos y una hipoteca. Se acabó el juego.
—Puf… —No es exactamente lo que una chica desea oírle decir a un chico, pero gana muchos puntos por ser sincero—. Sé lo que quieres decir. Siempre he dicho que nunca me casaré. Es muy poco original.
—Cambiarás de opinión. Todas las mujeres lo hacen.
—Yo no. Yo seré escritora.
—Tienes pinta de escritora —dice él.
—¿En serio?
—Claro. Da la impresión de que siempre hay algo que te ronda la cabeza.
—¿Tan transparente soy?
—Un poco, sí. —Se inclina hacia delante y me besa.
Y de repente mi vida se divide en dos: en un antes y un después.
- Lectoras:
- Preciosas aquí termina el capítulo 6 parte 2. Espero que les haya gustado mucho. Las quiero mucho, un beso ♥♥
Última edición por {Yours Truly} el Vie 16 Ene 2015, 5:27 pm, editado 1 vez
Jourdan Grey.
Re: Lo que el corazón quiere (CAPITULO 11,12)
Hola, llegue a tiempo.
Primero que nada quiero preguntarte algo: ¿Haces Avatares? es que he visto que cambias tu avatar seguido y me gusta mucho.
Por ejemplo el que tienes me encanta.
Bueno respecto a los capítulos. Mujer me encantaron, Doug es un idiota (? de verdad que si, pobre Ali, me imagino lo que sintio cuando iba sola con el. Pero que guapo era Doug si, soy fan de Zac efron hahaha .
Me gusta Elena y Zayn... pero y Walt? comienzo a creer que si es gay, pobresito. No es que sea homofobica ni nada por el estilo, pero me da curiosidad que va pasar con el. Y buena esa de Ali para caerse del granero hahaha, me gusto. Ahora Lali lo soluciona todo? mmmm esa chica es una perra. BESO ENTRE KIAN Y ALI??????????? que felicidad chicaaaaaaa!!!!! me hacen creer en el amor, esos dos. Respecto a tu pregunta si me gusta muchisimo la nueva cabecera, te sacas un 10 amiga. xoxo
gossipgirl
Re: Lo que el corazón quiere (CAPITULO 11,12)
Y ahora vengo yo para quedarme de piedra por los dos capítulos que acabas de subir, en serio linda ¿Alguna vez has pensado en mandar alguna de tus novelas a concursos de literatura? Porque realmente vales la pena, y puedes enganchar a cualquiera con cada palabra y capítulo que subes, cada uno lo haces distinto pero a la vez tan original, que siempre me dejas sin palabras, no sabré que hacer el día que se termine, ah si..¡Te pediré segunda temporada! Ajá.El primer capítulo me encanto, Allison tiene un leve parecido a mi en cuanto a pensar sobre los novios, me suele pasar eso de salir con alguien y luego arrepentirme, es muy propio de mi.Vaya, tener una relación cómo la de Sam es algo extraño, es decir, solo enrollarse y tocarse llega un día a cansar, y bueno, a sí fue, Ali se fijó en otro, pero ya era de esperar, jajaja.Ese tal Doug me dio mala espina desde que empecé a leer sobre él, era normal que ella tuviera esos pensamientos hacia él ¿Qué demente pide a una chica que haga eso delante de sus dos amigos? Tan solo una demente lo haría, cómo el nombre indica.
Bueno y al hablar del segundo capítulo, me dejaste sin habla.Decorar el granero para despedirse del instituto suena interesante, y ver cómo bebo y no paro de pensar en fumar me hace reír.Aunque me parece tan extraño que Walt ni se inmute para decírle algo a Zayn cuándo se pone así conmigo, es decir, no disimula jajaja.Pero ¡DIOS! No me puedo creer que haya tenido el beso más bonito con Kian y encima bajo la luna y encima de un tejado ¿Quién no querría recibir un beso inesperado en aquella situación? Sinceramente amo tu novela, es tan hermosa, no sé cómo sacas tanta imaginación para describir cada acción que sucede, yo ni puedo jajaja.Tan solo me queda decir que la sigas lo más pronto que puedas, porque quiero seguir leyendo y leyendo.Me encanta tu novela.Te quiero muchísimo mi Valena preciosa♥
Bueno y al hablar del segundo capítulo, me dejaste sin habla.Decorar el granero para despedirse del instituto suena interesante, y ver cómo bebo y no paro de pensar en fumar me hace reír.Aunque me parece tan extraño que Walt ni se inmute para decírle algo a Zayn cuándo se pone así conmigo, es decir, no disimula jajaja.Pero ¡DIOS! No me puedo creer que haya tenido el beso más bonito con Kian y encima bajo la luna y encima de un tejado ¿Quién no querría recibir un beso inesperado en aquella situación? Sinceramente amo tu novela, es tan hermosa, no sé cómo sacas tanta imaginación para describir cada acción que sucede, yo ni puedo jajaja.Tan solo me queda decir que la sigas lo más pronto que puedas, porque quiero seguir leyendo y leyendo.Me encanta tu novela.Te quiero muchísimo mi Valena preciosa♥
Clouds
Re: Lo que el corazón quiere (CAPITULO 11,12)
Espera, ¿como es que haz subido dos capítulos? Por dios no respiro, debes dejarme respirar linda no, mentira, no lo hagas.
Los amé completamente, estoy de acuerdo con la Ele, tienes que ir a algún lugar de literatura y presentar tus trabajos porque son preciosos y escribes de una forma perfecta. Te lo ordeno ¿eh?
Bueno, primero vayamos con el primer capítulo porque no puedo hablar de todo a la vez, no soy buena en ello.
La verdad yo también siempre he sido de esas que duda de el sexo masculino, es raro pero es de verdad.
Dark Side Of The Moon de Pink es una de mis canciones favoritas, siento que me espías y tengo miedo.
Vaya, Sam y Douge son todo un caso. ¿Como puede Douge hacer eso? Literalmente odio cuándo un chico te obliga a hacer algo bc es algo que todavía no termino de comprender. Me causó mucha risa que Ali haya logrado bajarse del auto de una forma que no tenía planeada. Siento que Douge fingió cuándo dijo que Allison no le atraía y que no hubiera ni pensado en acostarse con ella mmmm.
Whatever, amé ese capítulo definitivamente.
Ahora vamos con el segundo.
Una vez yo con unas amigas queríamos hacer un graffiti en una de las paredes de la municipalidad principal aquí, eso es algo terminantemente prohibido. Salimos a la madrugada tipo tres y fuimos. Teníamos planeado hacer el gato de Alicia en el País de las Maravillas porque nos hacía mucha ilusión eso. Logramos hacer una parte y llegó la policía, nos llevaron a la central de la cárcel y estuvimos como cuatro horas allí. Por lo menos había donas para comer.
Me encantó el capítulo porque la razón de que una de las que cometió un delito sea la hija del jefe es muy divertido.
Kian y Ali tuvieron un momento a solas Y SE BESARON
OH POR DIOS, TIENES QUE SEGUIRLA NO ME PUEDES DEJAR ASÍ, SUFRO PROBLEMAS DE ANSIEDAD Y ME CUESTA RESPIRAR CUÁNDO ME DEJAN EN DUDAesto es enserio pero olvidate que me está pasando ahora, tranquila; igual quiero que la sigas porque sino voy a morir.
Eso, me encantaron ambos capítulos y quiero que la sigas, no voy a parar de repetirlo. Gracias por dejarnos tanto para leer, necesitaba saber que pasaba.
Ah y por cierto, amo la nueva cabecera que usas para los capítulos linda, no la cambies.
Un beso mi vida
Los amé completamente, estoy de acuerdo con la Ele, tienes que ir a algún lugar de literatura y presentar tus trabajos porque son preciosos y escribes de una forma perfecta. Te lo ordeno ¿eh?
Bueno, primero vayamos con el primer capítulo porque no puedo hablar de todo a la vez, no soy buena en ello.
La verdad yo también siempre he sido de esas que duda de el sexo masculino, es raro pero es de verdad.
Dark Side Of The Moon de Pink es una de mis canciones favoritas, siento que me espías y tengo miedo.
Vaya, Sam y Douge son todo un caso. ¿Como puede Douge hacer eso? Literalmente odio cuándo un chico te obliga a hacer algo bc es algo que todavía no termino de comprender. Me causó mucha risa que Ali haya logrado bajarse del auto de una forma que no tenía planeada. Siento que Douge fingió cuándo dijo que Allison no le atraía y que no hubiera ni pensado en acostarse con ella mmmm.
Whatever, amé ese capítulo definitivamente.
Ahora vamos con el segundo.
Una vez yo con unas amigas queríamos hacer un graffiti en una de las paredes de la municipalidad principal aquí, eso es algo terminantemente prohibido. Salimos a la madrugada tipo tres y fuimos. Teníamos planeado hacer el gato de Alicia en el País de las Maravillas porque nos hacía mucha ilusión eso. Logramos hacer una parte y llegó la policía, nos llevaron a la central de la cárcel y estuvimos como cuatro horas allí. Por lo menos había donas para comer.
Me encantó el capítulo porque la razón de que una de las que cometió un delito sea la hija del jefe es muy divertido.
Kian y Ali tuvieron un momento a solas Y SE BESARON
OH POR DIOS, TIENES QUE SEGUIRLA NO ME PUEDES DEJAR ASÍ, SUFRO PROBLEMAS DE ANSIEDAD Y ME CUESTA RESPIRAR CUÁNDO ME DEJAN EN DUDA
Eso, me encantaron ambos capítulos y quiero que la sigas, no voy a parar de repetirlo. Gracias por dejarnos tanto para leer, necesitaba saber que pasaba.
Ah y por cierto, amo la nueva cabecera que usas para los capítulos linda, no la cambies.
Un beso mi vida
kuchta
Re: Lo que el corazón quiere (CAPITULO 11,12)
OKEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEY ES REAL?????????
Me di mi tiempo para leer los dos capítulo, bueno la parte 1 y 2.
Hermosa definitivamente también estoy deacuerdo con las chicas, debes llevar tu novela a una editorial. Te he dicho mil veces que yo compraria tus libros. TODOS! vamos por el primer capitulo...1. Sam y Doug... par de idiotas... aunque si Doug como juega basket era su representante Zac efron que bello hombre, pero es totalmente idiota, como se atreve a obligar a Ali a que mantengan relaciones enfrente a sus amigos? no lo comprendo. Cuando estaba leyendo en verdad tenia miedo que ese doug violara a Ali, me imagino lo que sintio en esos momentos y lo que imagino, lo que me gusto es que saliera del auto que se arriesgara ESA ES MI ALI, la adoro muchisimo.
Me di mi tiempo para leer los dos capítulo, bueno la parte 1 y 2.
Hermosa definitivamente también estoy deacuerdo con las chicas, debes llevar tu novela a una editorial. Te he dicho mil veces que yo compraria tus libros. TODOS! vamos por el primer capitulo...1. Sam y Doug... par de idiotas... aunque si Doug como juega basket era su representante Zac efron que bello hombre, pero es totalmente idiota, como se atreve a obligar a Ali a que mantengan relaciones enfrente a sus amigos? no lo comprendo. Cuando estaba leyendo en verdad tenia miedo que ese doug violara a Ali, me imagino lo que sintio en esos momentos y lo que imagino, lo que me gusto es que saliera del auto que se arriesgara ESA ES MI ALI, la adoro muchisimo.
Yo tambien estuviera como Anastacia muerta de risa despues de eso, como puede ser tan mentiroso y decir que no queria tener sexo con Ali? si ella es hermosa cualquier hombre la desearia. Pero bueno, me gusto que nos dieras a conocer la historia de Allison y sus parejes.
2. Aveces es bueno ser arriesgado esa maestra, que coño... no todos somos unas blancas palomas. Me gusto que para su graduacion quisieran decorar y pintar el granero, desde que leí que Kian las siguio sabia que vendria algo bueno por dios santo. Esa Lali se porto bien en este cap pero sigue sin agradarme. Cuando lei que Ali se resbalo desde arriba, pense que pasaria lo peor pero que bueno que no paso nada y KIAAAAAAN ESTUVO AHI PARA ELLA. Y se quedaron arriba del granero? SE BESARON??????????? mujer este capitulo estuvo muy hardcore HAHAHAHAHA lo ame con todo mi corazon y eso que s grande. Me encanta. siempre deverias subir dos capitulos porque me quedo con las ganas de leer. TE LO JUROOOOOOO!!!! porque nos dejas con la intriga? y la dejas ahiiiii no puede ser, siguelaaaaa quiero saber que mas pasa entre esos dos y alas aventuras locas de ALII CON SUS AMIGOS. Estoy encantada con esto. SIGUELA CUANDO PUEDAS! pero pronto. Besitos.
B. Spencer
Re: Lo que el corazón quiere (CAPITULO 11,12)
girl__dreamer escribió:{Yours Truly} escribió:girl__dreamer escribió:Dios, sin duda he amado éste capítulo.Soy una tozuda, ¿cómo no voy a querer ir a una fiesta? Menuda idiota que soy ._. aunque gracias a eso vino el Zayn, ¡Por fin apareció! dios es tan wsqijsiuws.Por cierto, ya está Walt dudando, puede que no siempre tenga yo la culpa y él esté desanimado porque ya no siente lo mismo, me imagino cómo me quedaré cuándo él corte conmigo, pero espero que Zayn venga pronto.Me parece muy linda todo lo que escribiste sobre mi y Zayn fue tan tierno aunque me resultó graciosa la parte en la que Ali decía que cada vez que me fijaba en un chico le imitaba, soy tan original jajaja.¡OMG, KIAN LE DIJO ESO! No me lo puedo creer, es decir, wow, y me molesta cómo Lia está celosa, ¿Qué más le da a ella? Esa tia me da mala espina en serio. kwueiwjk, llevé a Zayn a su casa.Por dios, éste capitulo me mató directamente, fue hermosisisisiismo lo amé en serio.Ya quiero seguir leyendo ésta hermosa novela, puedo decir que es una de las pocas que me encantan, no miento.Un besito preciosa, te quiero muchísimo. -Valena 175754754 Me daba miedo que no te hubiera gustado, porque se me hizo raro que no te pasaras a la novela , pensé lo peor te lo juro. Pero me alegra muchísimo que te gustara. Al fin Zayn y tu juntos . asdfghjk tengo planes para ti y Walt, pero tratare que sea de lo mejor posible. ¿Enserio? me alegro que te gustara hermosa jajaja tal vez se me paso la mano (?). Kian oh por Dios también estoy igual que todas ya quiero saber que más pasara (parezco una cría) Lali es la persona mas egoísta que he conocido en mi vida, ya me encargare de ella. Zayn en tu coche tía para ti sola ¿puedes imaginarlo? estaría muerta igual que tú jajaja. Que hermosisisima eres enserio, no cabe duda que tal vez no merezca una hermosa lectora como tu . ¡Estamos iguales! yo soy TOTALMENTE FAN de tu novela. Un beso hermosa, te quiero muchísimo. -Valena 12074510315661Aww, lo siento muchísimo hermosa, es decir, estaba tan liada con los inicios de clase que no me metí mucho por aquí, pero lo siento enserio, la próxima comentaré la primera aunque, no se me de da bien eso de llegar a tiempo, ya ves jajaja.Si Zayn y yo juntos, o sea, no me lo puedo imaginar, lo tengo en el coche y me desmallo, ya sabes :emo: .No me puedo creer, nono, ahora me dejas con más dudas ¿Por que? ¿Por quee? Por cierto, COMO VAS A DECIR ESO, te mereces hasta lectoras mejores con la preciosa novela que tienes, no digas eso tía, o sea .Somos fans mutuamente, ah.Te quiero mi Valena linda . ¿Enserio? me imagino. Yo aun no entro a clases hasta febrero y no quiero que llegue ese mes por nada del mundo. JAJAJAA lo siento hermosa, pronto sabrás. Aww muchas gracias, obvio fans mutuamente . Te quiero mi valena
Jourdan Grey.
Re: Lo que el corazón quiere (CAPITULO 11,12)
gossipgirl escribió:Hola, llegue a tiempo.
Primero que nada quiero preguntarte algo: ¿Haces Avatares? es que he visto que cambias tu avatar seguido y me gusta mucho.
Por ejemplo el que tienes me encanta.
Bueno respecto a los capítulos. Mujer me encantaron, Doug es un idiota (? de verdad que si, pobre Ali, me imagino lo que sintio cuando iba sola con el. Pero que guapo era Doug si, soy fan de Zac efron hahaha .
Me gusta Elena y Zayn... pero y Walt? comienzo a creer que si es gay, pobresito. No es que sea homofobica ni nada por el estilo, pero me da curiosidad que va pasar con el. Y buena esa de Ali para caerse del granero hahaha, me gusto. Ahora Lali lo soluciona todo? mmmm esa chica es una perra. BESO ENTRE KIAN Y ALI??????????? que felicidad chicaaaaaaa!!!!! me hacen creer en el amor, esos dos. Respecto a tu pregunta si me gusta muchisimo la nueva cabecera, te sacas un 10 amiga. xoxo
Sí hago avatares, pero no por pedidos. De echo le hice uno a una de mis lectoras, tiene su cuenta como: Barbarafuenmayor. No sé si gustes observarlo. Doug demonio con patas, muy guapo pero sin cerebro. Elena y Zayn asdfghjkl , mi pareja favorita. Walt... larga historia, pronto sabrás linda. Ali y sus resbaladillas. Esta vez Lali salvo el día, so... sigue siendo una perra. ASIIIIIIIIII ES, un beso al fin. JAJAAJA es curioso pero a mi también cada que escribo me hace creer que en alguna parte del mundo hay un Kian Rudd para todas (?). Que bueno que te guste la cabecera wujuu. Besos
Jourdan Grey.
Re: Lo que el corazón quiere (CAPITULO 11,12)
girl__dreamer escribió:Y ahora vengo yo para quedarme de piedra por los dos capítulos que acabas de subir, en serio linda ¿Alguna vez has pensado en mandar alguna de tus novelas a concursos de literatura? Porque realmente vales la pena, y puedes enganchar a cualquiera con cada palabra y capítulo que subes, cada uno lo haces distinto pero a la vez tan original, que siempre me dejas sin palabras, no sabré que hacer el día que se termine, ah si..¡Te pediré segunda temporada! Ajá.El primer capítulo me encanto, Allison tiene un leve parecido a mi en cuanto a pensar sobre los novios, me suele pasar eso de salir con alguien y luego arrepentirme, es muy propio de mi.Vaya, tener una relación cómo la de Sam es algo extraño, es decir, solo enrollarse y tocarse llega un día a cansar, y bueno, a sí fue, Ali se fijó en otro, pero ya era de esperar, jajaja.Ese tal Doug me dio mala espina desde que empecé a leer sobre él, era normal que ella tuviera esos pensamientos hacia él ¿Qué demente pide a una chica que haga eso delante de sus dos amigos? Tan solo una demente lo haría, cómo el nombre indica.
Bueno y al hablar del segundo capítulo, me dejaste sin habla.Decorar el granero para despedirse del instituto suena interesante, y ver cómo bebo y no paro de pensar en fumar me hace reír.Aunque me parece tan extraño que Walt ni se inmute para decírle algo a Zayn cuándo se pone así conmigo, es decir, no disimula jajaja.Pero ¡DIOS! No me puedo creer que haya tenido el beso más bonito con Kian y encima bajo la luna y encima de un tejado ¿Quién no querría recibir un beso inesperado en aquella situación? Sinceramente amo tu novela, es tan hermosa, no sé cómo sacas tanta imaginación para describir cada acción que sucede, yo ni puedo jajaja.Tan solo me queda decir que la sigas lo más pronto que puedas, porque quiero seguir leyendo y leyendo.Me encanta tu novela.Te quiero muchísimo mi Valena preciosa♥
Enserio que lo he pensado pero aun no me sentía con la confianza de hacerlo, pero me hacen creer en mi, gracias preciosa... muy pronto participare en un concurso de literatura. Me encanta que te encante el capítulo, ¿enserio? es lindo que se identifiquen con los personajes, pues yo también lo hago y saco ideas para escribir con forme a lo que me pasa, creo que eso hace original a una historia. Recuerda Doug era guapo pero demasiado idiota... sin cerebro. A veces y creo que yo más de dos veces he cometido el error de salir con chicos demasiado monos físicamente pero de sus pensamientos y cerebro son un total fracaso. Me pareció una buena idea lo del granero, si yo fuera en una escuela así me gustaría hacer eso jaja. Lo sé Walt necesita entrar en cabeza... pronto habrá cosas nuevas. ¡Lo prometo! aunque a mi me gusta como es Zayn contigo, es decir te sigue mucho. Fue un beso lindo, por parte de esos dos. Gracias preciosa enserio. Ni yo se como saco tanta imaginación, solamente mis dedos pulsan las letras del teclado y escriben y escriben y cuando lo comienzo a leer estoy muerta de la risa por mi imaginación loca. Pronto la sigo mi vida. Te mando un beso. Te quiero más mi Valena ♥♥
Jourdan Grey.
Re: Lo que el corazón quiere (CAPITULO 11,12)
reality. escribió:Espera, ¿como es que haz subido dos capítulos? Por dios no respiro, debes dejarme respirar lindano, mentira, no lo hagas.
Los amé completamente, estoy de acuerdo con la Ele, tienes que ir a algún lugar de literatura y presentar tus trabajos porque son preciosos y escribes de una forma perfecta. Te lo ordeno ¿eh?
Bueno, primero vayamos con el primer capítulo porque no puedo hablar de todo a la vez, no soy buena en ello.
La verdad yo también siempre he sido de esas que duda de el sexo masculino, es raro pero es de verdad.
Dark Side Of The Moon de Pink es una de mis canciones favoritas, siento que me espías y tengo miedo.
Vaya, Sam y Douge son todo un caso. ¿Como puede Douge hacer eso? Literalmente odio cuándo un chico te obliga a hacer algo bc es algo que todavía no termino de comprender. Me causó mucha risa que Ali haya logrado bajarse del auto de una forma que no tenía planeada. Siento que Douge fingió cuándo dijo que Allison no le atraía y que no hubiera ni pensado en acostarse con ella mmmm.
Whatever, amé ese capítulo definitivamente.
Ahora vamos con el segundo.
Una vez yo con unas amigas queríamos hacer un graffiti en una de las paredes de la municipalidad principal aquí, eso es algo terminantemente prohibido. Salimos a la madrugada tipo tres y fuimos. Teníamos planeado hacer el gato de Alicia en el País de las Maravillas porque nos hacía mucha ilusión eso. Logramos hacer una parte y llegó la policía, nos llevaron a la central de la cárcel y estuvimos como cuatro horas allí. Por lo menos había donas para comer.
Me encantó el capítulo porque la razón de que una de las que cometió un delito sea la hija del jefe es muy divertido.
Kian y Ali tuvieron un momento a solas Y SE BESARON
OH POR DIOS, TIENES QUE SEGUIRLA NO ME PUEDES DEJAR ASÍ, SUFRO PROBLEMAS DE ANSIEDAD Y ME CUESTA RESPIRAR CUÁNDO ME DEJAN EN DUDAesto es enserio pero olvidate que me está pasando ahora, tranquila; igual quiero que la sigas porque sino voy a morir.
Eso, me encantaron ambos capítulos y quiero que la sigas, no voy a parar de repetirlo. Gracias por dejarnos tanto para leer, necesitaba saber que pasaba.
Ah y por cierto, amo la nueva cabecera que usas para los capítulos linda, no la cambies.
Un beso mi vida
Lo quise hacer así como tipo maratón de capítulos jaja, aparte que ese solo era un capítulo pero era demasiado largo para subirlo y decidí cortarlo. Claro que sí linda, antes no tenía mucha confianza en mi misma para mandar a una editorial o participar en concursos de literatura, pero ustedes hacen que vuelva a creer en mi y claro que voy a participar pronto en un concurso ¿oki? JAJAJAJAJA ¡Dios, yo casi no te espió! lo juro... :roll: ¿Quien no ama Dark side of the moon?Doug era un idiota definitivamente no merecía a Ali. Aunque Doug en mi imaginación era bastante mono pero muy idiota. ¿Enserio? jajaja me imagino linda tu y tus amigas queriendo darle un toque a las paredes de la municipalidad jaja, vaya odio a los polis ¿De donde salen?. SIII AL FIN UN BESO, jajaja eres tan linda, me encantan tus comments. Me alegra muchísimo que te gustaran los capítulos... porque son solo para ustedes todos suyos. Yei me alegra que estés a favor de la cabecera. Un beso grande preciosa
Jourdan Grey.
Re: Lo que el corazón quiere (CAPITULO 11,12)
Barbarafuenmayor escribió:OKEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEY ES REAL?????????
Me di mi tiempo para leer los dos capítulo, bueno la parte 1 y 2.
Hermosa definitivamente también estoy deacuerdo con las chicas, debes llevar tu novela a una editorial. Te he dicho mil veces que yo compraria tus libros. TODOS! vamos por el primer capitulo...1. Sam y Doug... par de idiotas... aunque si Doug como juega basket era su representante Zac efron que bello hombre, pero es totalmente idiota, como se atreve a obligar a Ali a que mantengan relaciones enfrente a sus amigos? no lo comprendo. Cuando estaba leyendo en verdad tenia miedo que ese doug violara a Ali, me imagino lo que sintio en esos momentos y lo que imagino, lo que me gusto es que saliera del auto que se arriesgara ESA ES MI ALI, la adoro muchisimo.Yo tambien estuviera como Anastacia muerta de risa despues de eso, como puede ser tan mentiroso y decir que no queria tener sexo con Ali? si ella es hermosa cualquier hombre la desearia. Pero bueno, me gusto que nos dieras a conocer la historia de Allison y sus parejes.2. Aveces es bueno ser arriesgado esa maestra, que coño... no todos somos unas blancas palomas. Me gusto que para su graduacion quisieran decorar y pintar el granero, desde que leí que Kian las siguio sabia que vendria algo bueno por dios santo. Esa Lali se porto bien en este cap pero sigue sin agradarme. Cuando lei que Ali se resbalo desde arriba, pense que pasaria lo peor pero que bueno que no paso nada y KIAAAAAAN ESTUVO AHI PARA ELLA. Y se quedaron arriba del granero? SE BESARON??????????? mujer este capitulo estuvo muy hardcore HAHAHAHAHA lo ame con todo mi corazon y eso que s grande. Me encanta. siempre deverias subir dos capitulos porque me quedo con las ganas de leer. TE LO JUROOOOOOO!!!! porque nos dejas con la intriga? y la dejas ahiiiii no puede ser, siguelaaaaa quiero saber que mas pasa entre esos dos y alas aventuras locas de ALII CON SUS AMIGOS. Estoy encantada con esto. SIGUELA CUANDO PUEDAS! pero pronto. Besitos.
Todas son unas hermosas respecto a lo que debo de llevar la novela a un concurso, pronto lo haré Spence, prometido. Ya lo he dicho Doug en mi imaginación era un mono demasiado guapo... pero idiota, sin cerebro. Lo sé, es lo mas desagradable mantener sexo... con personas...¿orgía? se dice. Me gusta que te guste que de a conocer sobre la vida amorosa de Allison. Sí la decoración del granero es una preciosa idea ¿no?. Lali es Lali en este capítulo.. pero bueno no se que podemos esperar de ella. Si se besaron linda, por primera vez Kian y Ali juntaron sus labios en un acto muy puro. Amo dejar en la intriga jajaja. Pronto la sigo te mando un beso ♥♥
Jourdan Grey.
Re: Lo que el corazón quiere (CAPITULO 11,12)
Capítulo 07
¨Los misterios del amor¨
—Cuéntame exactamente lo que te dijo.
—Dijo que yo era interesante. Y todo un personaje.
—¿Dijo que le gustabas?
—Creo que más bien le gustaba la idea que él se ha hecho de mí.
—Que te guste la idea que tienes de alguien, es distinto a que te guste esa persona de verdad —dice Elena.
—Creo que si un chico dice que eres interesante y todo un personaje significa que le pareces especial —argumenta Anastacia.
—Pero eso no quiere decir que quiera estar contigo. Puede que piense que eres especial… y rara —dice Elena.
—Bueno, ¿qué ocurrió cuando nos marchamos? —pregunta Anas, pasando por alto el comentario de Ele.
—Lali vino a rescatarnos. Él se fue a casa. Dijo que ya había tenido suficientes emociones por esa noche.
—¿Te ha dicho algo desde entonces? —pregunta Elena.
Me rasco un picor imaginario.
—No, pero da igual.
—Te llamará —asegura Anastacia con confianza.
—Por supuesto que llamará. Tiene que llamarte —dice Elena, quizá con demasiado entusiasmo.
Han pasado cuatro días desde el incidente de la pintura en el granero, y estamos diseccionando lo ocurrido por enésima vez. Al parecer, Anastacia y Walt volvieron después de que Lali nos rescatara, y, al ver que habíamos desaparecido junto con la escalera, se figuraron que estábamos bien. El lunes, cuando aparecimos en el instituto, no podíamos dejar de reírnos. Cada vez que uno de nosotros miraba por la ventana y veía «198» y esa enorme mancha roja, nos partíamos de risa. Diana LaMadrid hizo referencia al incidente y dijo que el vandalismo contra la propiedad privada no quedaría impune, y que los perpetradores, si eran descubiertos, serían llevados a juicio.
Todos nos reímos por lo bajo.
Todos salvo Zayn.
—¿De verdad los polis pueden llegar a ser tan estúpidos? —pregunta una y otra vez—. Porque estábamos allí. Y ellos nos vieron.
—¿Y qué es lo que vieron? ¿A unos cuantos chicos cerca de un viejo granero?
—Ese tal Zayn… madre mía… —me dice Lali más tarde—. Es un paranoico. ¿Qué diablos estaba haciendo allí, para empezar?
—Creo que le gusta Elena. —Pero Elena está con Walt…
—Lo sé.
—¿Es que ahora tiene dos novios? ¿Cómo es posible tener dos novios?
—Oye —dice Zayn más tarde, cuando se acerca a mí en el pasillo—. No tengo muy claro si podemos confiar en Kian o no. ¿Y si nos delata?
—No te preocupes. Él sería la última persona que nos delataría.
Cuando oigo el nombre de Kian siento un vuelco en el estómago.
Desde el beso, la presencia de Kian ha sido como una sombra invisible sobre mi piel. No puedo ir a ningún sitio sin que esté él. En la ducha, sus manos me aplican el champú. Su rostro flota tras las palabras de mis libros de texto. El domingo, Elena, Walt y yo fuimos a un rastrillo, y mientras rebuscaba entre las pilas de camisetas de los años sesenta solo pensaba en cuál le gustaría a Kian.
Llamará, seguro.
Pero no lo hace.
Pasa una semana, y el sábado por la mañana preparo de mala gana una pequeña maleta. Miro con perplejidad la ropa que he dejado sobre la cama. Son como los pensamientos aleatorios e inconexos de un millar de desconocidos. ¿En qué estaba pensando cuando compré ese suéter de los años cincuenta con abalorios? ¿Y ese pañuelo de color rosa para la cabeza? ¿Y esos leggins con las rayas amarillas? No tengo nada que ponerme para la entrevista. ¿Cómo puedo ser quien se supone que soy vestida de esa manera?
¿Y quién se supone que debo ser?
Limítate a ser tú misma.
Pero ¿quién soy?
¿Y si llama mientras estoy fuera? ¿Por qué no ha llamado todavía?
Tal vez le haya ocurrido algo.
¿Como qué? Lo has visto todos los días en el instituto y estaba bien.
—¿Ali? —me llama mi padre—. ¿Estás lista?
—Casi. —Doblo una falda de cuadros y el suéter de abalorios antes de meterlos en la maleta; añado un cinturón ancho y una bufanda de Hermès que era de mi madre. La compró en un viaje a París que hizo con mi padre hace unos años.
—¿Ali?
—¡Ya voy!
Corro escaleras abajo.
Mi padre siempre se pone nervioso antes de un viaje. Estudia los mapas y estima el tiempo y la distancia. Solo se siente cómodo con lo desconocido o lo inesperado si se trata de un número en una ecuación. No dejo de recordarle que no es para tanto. Brown es su alma máter, y solo está a cuarenta y cinco minutos de distancia.
Pero él se agobia. Lleva el coche al centro de lavado. Va a sacar dinero. Revisa su peine de viaje.
Dorrit pone los ojos en blanco.
—¡Vas a estar fuera menos de veinticuatro horas!
Llueve durante el viaje. Mientras nos dirigimos al este, me fijo en que las hojas de los árboles ya han empezado a huir de sus ramas, como las bandadas de pájaros que emigran al sur durante el invierno.
—Allison —dice mi padre—, no te ahogues en un vaso de agua. No te machaques tanto por cosas sin importancia. —Por lo general, percibe cuándo algo va mal, aunque rara vez es capaz de dar con el motivo.
—No lo hago, papá.
—Porque si lo haces —continúa, calentando motores para uno de sus temas favoritos—, pierdes dos veces. Pierdes lo que has perdido, pero también pierdes la perspectiva. En la vida pasan muchas cosas. La vida es más grande que las personas. Se trata de la naturaleza. El ciclo vital… Escapa a nuestro control.
Pues no debería ser así. Tendría que haber una ley que dijera que siempre que un chico besa a una chica tiene la obligación de llamarla en menos de tres días.
—Así que, en resumen, viejo, la vida pasa y luego te mueres.
Lo digo de una manera que hace reír a mi padre. Por desgracia, puedo oír a Kian en el asiento trasero, riéndose también.
—Allison Needleman, ¿no es así? —El tipo llamado George se cambia mi expediente de una mano a otra y me estrecha la mano—. Y usted debe de ser el señor Needleman.
—Así es —dice mi padre—. Curso de 1958.
George me estudia con la mirada.
—¿Estás nerviosa?
—Un poco.
—No lo estés. —Esboza una sonrisa tranquilizadora—. El profesor Hawkins es uno de los mejores. Tiene un doctorado en literatura inglesa y en física. He visto en tu solicitud que te interesan la ciencia y la escritura. Aquí en Brown podrás hacer las dos cosas. —Se ruboriza un poco, como si se diera cuenta de que está actuando como un vendedor. Añade de pronto—: Además, tienes muy buen aspecto.
—Gracias —replico en un murmullo. Me siento como un cordero que se dirige al matadero.
Comprendo de inmediato que me estoy comportando como una estúpida y que exagero demasiado. George tiene razón, en Brown todo es perfecto: los encantadores edificios de ladrillo rojo del campus de Pembroke College; College Green, salpicado de
voluptuosos olmos que aún conservan las hojas; y la magnífica biblioteca John Carter Brown, con su pórtico de gigantescas columnas. Lo único que tengo que hacer es insertar mi imagen en esa imagen típica de una postal.
Sin embargo, a medida que transcurre el día después de la entrevista en el desaliñado despacho del profesor («¿Cuáles son sus objetivos, señorita Needleman?», «Me gustaría causar algún tipo de impacto en la sociedad, me gustaría contribuir en algo importante»), después del paseo turístico por el campus, los laboratorios de química, la sala de ordenadores, los dormitorios de los estudiantes de primer año y finalmente la cena con George en Thayer Street, empiezo a sentirme más y más frágil, como una muñeca de papel de seda. A mitad de la cena, cuando George menciona que hay un concierto de un grupo de rock en el teatro Avon, siento que no puedo negarme, aunque preferiría tumbarme en la habitación del hotel y pensar en Kian.
—Ve —me anima mi padre. Ya le han informado de que George es la clase de joven (inteligente, bien educado y amable) con el que siempre ha deseado que yo saliera.
—Te va a encantar Brown —dice George en el coche. Conduce un Saab.
Tiene un buen motor, aunque un poco caro, de corte europeo. Como George, pienso. Si no estuviera tan obsesionada con Kian, es probable que lo encontrara atractivo.
—¿Por qué te gusta tanto Brown? —pregunto.
—Soy de Nueva York, así que supone un agradable respiro. Por supuesto, pasaré este verano en la ciudad. Eso es lo bueno de Brown. Los programas de prácticas. Trabajaré para el New York Times.
De pronto, George me resulta mucho más interesante.
—Siempre he querido vivir en Nueva York —comento.
—Es el mejor sitio del mundo. Pero, por ahora, me basta con Brown. —Me sonríe vacilante—. Necesito explorar otras facetas de mí mismo.
—¿Cómo eras antes?
—Un tipo torturado —responde con una sonrisa—. ¿Y tú?
—Bueno, yo también soy una chica algo torturada —replico, pensando en Kian.
Sin embargo, cuando llegamos al teatro me hago la promesa de sacarme a Kian de la cabeza. Hay varios grupos de estudiantes sentados fuera junto a unas diminutas mesas de estilo francés, bebiendo cerveza y coqueteando. Mientras nos abrimos paso entre la multitud, George me pasa el brazo sobre los hombros y me da un apretón. Levanto la vista para mirarlo con una sonrisa.
—Eres una auténtica monada, Allison Needleman —me susurra entonces al oído.
Nos quedamos hasta la hora del cierre, y cuando regresamos al coche George me besa. Me besa de nuevo en el camino de acceso al hotel. Es un beso limpio e indeciso, el beso de un hombre tradicional. Saca un bolígrafo de la guantera.
—¿Puedo pedirte el número de teléfono?
—¿Para qué? —pregunto entre risas.
—Para poder llamarte, boba. —Intenta besarme de nuevo, pero aparto la cabeza.
Me siento algo mareada, y la cerveza me ataca con todas sus fuerzas en cuanto me tumbo. Me pregunto si le habría dado mi número a George de no haber estado tan borracha. Es probable que tampoco le hubiera dejado que me besara. Pero seguro que Kian me llama ahora. Los chicos siempre llaman en cuanto hay otro hombre interesado. Son como los perros: jamás notan si has cambiado de peinado, pero detectan si hay otro hombre olisqueando su territorio.
Estamos de vuelta en Castlebury a media tarde del domingo, pero está claro que mis teorías no eran correctas. Kian no ha llamado. Elena, sin embargo, sí lo ha hecho. Varias veces. Estoy a punto de telefonearla cuando vuelve a llamarme.
—¿Qué haces? ¿Puedes pasarte a verme?
—Acabo de volver —le digo, súbitamente decepcionada.
—Ha ocurrido algo. Algo importante. No puedo explicártelo por teléfono. Tengo que decírtelo en persona. —Elena parece muy preocupada, así que me pregunto si sus padres van a divorciarse.
La madre de Elena, la señora Smith, me abre la puerta. Tiene un aspecto ojeroso, pero resulta evidente que en otro tiempo fue bastante guapa. Es una mujer muy, muy amable… de hecho, demasiado. Es tan amable que siempre me da la sensación de que la amabilidad se ha tragado a la auténtica señora Smith, y de que un buen día la señora hará algo drástico, como quemar la casa.
—Ay, Ali —dice la señora Smith—, me alegra muchísimo que hayas venido. Elena se niega a salir de su habitación, y no quiere contarme lo que le pasa. Tal vez tú puedas lograr que baje las escaleras. Te estaría muy agradecida.
—Veré lo que puedo hacer, señora Smith —le digo en tono tranquilizador.
Esconderse en su habitación es algo que Elena lleva haciendo desde que yo recuerdo. No sabría decir cuántas veces he tenido que convencerla para que saliera.
La habitación de Elena es enorme, con ventanas que van del suelo al techo en tres de las paredes y un armario que ocupa toda la longitud de la cuarta. Casi todo el mundo en la ciudad conoce la casa de los Smith, ya que fue diseñada por un famoso arquitecto contemporáneo y está fabricada principalmente a base de cristal. El interior del edificio es bastante espartano, porque el padre de Elena no soporta el desorden.
Abro un poco la puerta de su habitación mientras la señora Smith se queda a un lado, nerviosa.
—¿Ele?
Elena está tumbada en la cama, con un camisón blanco de algodón. Se incorpora bajo las sábanas como un fantasma, aunque un fantasma algo maleducado.
—¡Mamá! —grita—. ¡Te dije que no quiero salir!
El rostro de la señora Smith expresa temor, culpabilidad e impotencia, aunque siempre muestra más o menos lo mismo cuando se encuentra cerca de Elena. Se aleja cuando yo entro.
—¿Ele? —pregunto con cautela—. ¿Te encuentras bien?
Elena se sienta con las piernas cruzadas encima de la cama y apoya la cabeza sobre las palmas de las manos.
—No lo sé. He hecho algo terrible.
—¿Qué?
—No sé cómo decírtelo.
Adivino que tendré que esperar bastante para escuchar esa terrible revelación, así que me siento en esa cosa acolchada semejante a un taburete que Elena utiliza como silla. Según su padre, se trata de un asiento ergonómico de diseño sueco creado para corregir la postura y evitar los dolores de espalda. También tiene una especie de amortiguador, así que reboto arriba y abajo por simple diversión.
—Escucha, Ele —digo con firmeza—, no tengo mucho tiempo. Me encantaría ayudarte pero debo pasarme por el Hamburger Shack para recoger a Dorrit. —Es cierto, más o menos. Es probable que al final tenga que ir a buscarla.
—Pero ¡Walt estará allí! —grita.
—¿Y?
Los padres de Walt insisten en que trabaje después de clase a fin de conseguir dinero para la universidad, pero el único curro que Walt ha tenido nunca es el del Hamburger Shack, donde le pagan cuatro dólares la hora. Y solo trabaja media jornada, así que me resulta difícil creer que algún día consiga reunir dinero suficiente ni para un semestre.
—Eso quiere decir que vas a verlo.
—¿Y?
—¿Le dirás que me has visto?
Esto se vuelve cada vez más confuso.
—No lo sé. ¿Debería decirle que te he visto?
—¡No! —exclama—. Llevo evitándolo todo el fin de semana. Le dije que iría a Filadelfia a visitar a mi hermana.
—¿Por qué? —de pronto deduzco que las cosas si van mal entre esos dos.
—¿No lo entiendes? —Suspira de manera dramática—. Zayn.
—¿Zayn? —repito algo desconcertada.
—Hemos echo el amor.
—¡¿Qué?! —Tengo las piernas encajadas en el asiento sueco y reboto con tanta fuerza que el chisme se cae al suelo, y yo con él.
—¡Chist! —susurra Elena.
—No lo entiendo —digo mientras intento librarme del artilugio ergonómico—. ¿Te has acostado con Zayn?
—He mantenido relaciones sexuales con él.
Otra que muerde el polvo.
—¿Cuándo? —pregunto una vez que logro alejarme del suelo.
—La noche pasada. En el bosque que hay detrás de mi casa. —Asiente—. ¿Recuerdas la noche que pintamos el granero? No dejaba de mirarme. Me llamó ayer por la mañana y dijo que tenía que verme. Dijo que llevaba más de tres años enamorado de mí en secreto, pero que temía hablar conmigo porque me consideraba tan maravillosa que creía que no me dignaría dirigirle la palabra. Luego fuimos a dar un paseo, y empezamos a enrollarnos de inmediato.
—¿Y luego qué? ¿Lo hicisteis sin más? ¿En medio del bosque?
—No hay por qué asombrarse tanto. —Elena parece un poco dolida, aunque también algo arrogante—. Se nota que tú nunca lo has hecho.
—¿Cómo sabes que yo no lo he hecho?
—¿Lo has hecho?
—Todavía no.
—Pues eso.
—Así que te acostaste con él. ¿Encima de las hojas? ¿Qué pasa con las ramas? Podrías haberte clavado una en el culo.
—Créeme, cuando estás haciéndolo no te preocupas por cosas como las ramas.
—¿En serio? —Tengo que admitir que siento una tremenda curiosidad—. ¿Y qué tal
fue?
—Asombroso. —Suspira—. No sé muy bien cómo describirlo, pero fue la sensación más maravillosa que he sentido en mi vida. Creo que es una de esas cosas que, una vez que la pruebas, solo quieres hacerlas una y otra vez. Y… —Hace una pausa para dar efecto a sus palabras—… creo que tuve un orgasmo.
Me quedo con la boca abierta.
—Eso es increíble.
—Lo sé. Zayn dice que las chicas casi nunca tienen orgasmos la primera vez. Dice que debo de ser una persona muy sexual.
—¿Zayn ya lo había hecho antes? —Si es así, me pego un tiro.
—Eso parece —dice Elena con aire de suficiencia.
Durante un minuto, ninguna de las dos dice nada. Elena tira de un hilo de la colcha con expresión soñadora mientras yo miro por la ventana, preguntándome cómo es posible que me haya quedado tan rezagada. De pronto, el mundo parece dividido en dos clases de personas: las que lo han hecho y las que no.
—Bueno —digo finalmente—. ¿Eso significa que Zayn y tú estáis saliendo?
—No lo sé —susurra—. Creo que estoy enamorada de él.
—¿Y qué pasa con Walt? Creí que estabas enamorada de Walt.
—No. —Sacude la cabeza—. Creí que estaba enamorada de Walt hace un par de años. Pero, últimamente, es más un amigo que otra cosa.
—Entiendo.
—Solíamos llegar hasta la tercera base, pero Walt nunca quería pasar de ahí. Y eso me dio que pensar. Quizá Walt no me quería, después de todo. Llevamos juntos dos años. Lo más normal es que un chico quiera hacerlo después de dos años.
Me entran ganas de señalar que tal vez se esté reservando, pero lo cierto es que resulta bastante extraño.
—Entonces, ¿tú estabas dispuesta y él no? —pregunto, solo para aclarar las cosas.
—Yo quise hacerlo el día de mi cumpleaños, pero él se negó.
—Qué raro… —le digo—. Es muy, pero que muy raro.
—Y eso significa algo.
No necesariamente. Pero no tengo suficiente ánimo para contradecirla.
De repente, y aunque sé que en realidad no tiene nada que ver conmigo, experimento una profunda sensación de pérdida. Elena, Walt y yo éramos una especie de unidad. Durante los dos últimos años íbamos a todos lados juntos. Nos colábamos en el club de campo por las noches y robábamos carritos de golf; enfriábamos un pack de seis cervezas en el arroyo y hablábamos sin parar sobre todo, desde los quarks hasta con quién salía Jen P. ¿Qué va a pasar ahora con nosotros tres? Porque lo cierto es que no logro imaginarme a Zayn ocupando el lugar de Walt en nuestras aventurillas de poca monta.
—Supongo que tendré que romper con Walt —dice Elena—. Pero no sé cómo. ¿Qué se supone que voy a decirle?
—Podrías intentar decirle la verdad.
—Ali —dice con un tono zalamero—, me pregunto si tú podrías… —¿Qué? ¿Romper con él? ¿Quieres que rompa con Walt en tu nombre?
—No, solo que vayas preparándolo —responde ella.
¿Elena y Zayn? Siento que serían una pareja linda, pero no puedo pasar desapercibido a Walt. Elena es muy amigable y bastante aventurera. Y Zayn es demasiado serio, pero a la vez divertido. Aunque puede que sus personalidades se contrarresten entre sí.
Aparco el coche en el estacionamiento del Hamburger Shack, apago el motor y pienso: «Pobre Walt».
El Hamburger Shack es uno de los pocos restaurantes que hay en la ciudad, y es famoso por sus hamburguesas cubiertas de cebolla y pimientos a la parrilla. Por aquí, eso es lo más parecido a la alta cocina. A la gente de Castlebury le chiflan la cebolla y los pimientos a la parrilla, y, aunque a mí me encanta cómo huelen, Walt, que tiene que encargarse de asar la cebolla y los pimientos, asegura que el olor le da ganas de vomitar. Se le pega a la piel, e, incluso cuando duerme, solo sueña con cebollas y pimientos.
Lo veo tras el mostrador, junto a la parrilla. Los únicos clientes son tres chicas adolescentes con el pelo teñido de múltiples tonos de rosa, azul y verde.
Acabo de pasar junto a ellas, cuando, de repente, me doy cuenta de que una de esas punks es mi hermana.
Dorrit se está comiendo un aro de cebolla, como si todo fuera de lo más normal.
—Hola, Ali —me dice a modo de saludo—. ¿Te gusta mi pelo? —Coge su batido y vacía el vaso chupando ruidosamente por la pajita.
—Papá te matará —replico. Dorrit se encoge de hombros. Miro a sus amigas, que son igual de patéticas—. Ve al coche. Me reuniré contigo en un minuto.
—Aún no he acabado mis aros de cebolla —dice en un tono calmado. Detesto esa habilidad de mi hermana para hacer caso omiso de la autoridad, en especial cuando la voz de la autoridad soy yo.
—Vete al coche —insisto antes de alejarme.
—¿Qué vas a hacer tú?
—Tengo que hablar con Walt.
Walt lleva puesto un delantal lleno de manchas, y tiene la frente cubierta de sudor.
—Odio este trabajo —dice mientras se enciende un cigarrillo en el aparcamiento.
—Pero las hamburguesas están buenas.
—Cuando salga de aquí, no quiero volver a ver una hamburguesa en toda mi vida.
—Walt —le digo—, Elena…
Él me interrumpe.
—No ha ido a ver a su hermana a Filadelfia.
—¿Cómo lo sabes?
—Primero: ¿cuántas veces visita a su hermana? ¿Una vez al año? Y segundo:
conozco a Elena lo bastante bien para saber cuándo está mintiendo.
Me pregunto si sabe lo de Zayn también.
—¿Qué vas a hacer?
—Nada, supongo. Esperaré a que ella rompa conmigo, eso es todo.
—Quizá ambos debería hablar.
—Prefiero mil veces que ella me termine a mi. Verás Ali, para mi Elena es una chica maravillosa yo la quiero muchísimo pero siento que es mejor que ella me termine a mi. —Walt arroja el cigarrillo hacia los arbustos—. ¿Esta mal lo que pienso?
Creo que a veces Walt es un poquito pasivo…
—Pero puede que si hablaran…
—Hablaremos cuando ella quiera, por lo visto ahora quiere su espacio y lo respeto.
Mi hermana se acerca con su nuevo pelo fluorescente.
—Será mejor que papá no te pille fumando —dice.
—Escucha, niñata. Primero: yo no estaba fumando. Y segundo: tú tienes cosas más importantes de las que preocuparte que los cigarrillos. Tu pelo, por ejemplo.
Walt sacude la cabeza mientras Dorrit regresa al coche.
—Mi hermano pequeño es igual que ella. Los jóvenes de esta generación… no tienen respeto por nada.
—Dijo que yo era interesante. Y todo un personaje.
—¿Dijo que le gustabas?
—Creo que más bien le gustaba la idea que él se ha hecho de mí.
—Que te guste la idea que tienes de alguien, es distinto a que te guste esa persona de verdad —dice Elena.
—Creo que si un chico dice que eres interesante y todo un personaje significa que le pareces especial —argumenta Anastacia.
—Pero eso no quiere decir que quiera estar contigo. Puede que piense que eres especial… y rara —dice Elena.
—Bueno, ¿qué ocurrió cuando nos marchamos? —pregunta Anas, pasando por alto el comentario de Ele.
—Lali vino a rescatarnos. Él se fue a casa. Dijo que ya había tenido suficientes emociones por esa noche.
—¿Te ha dicho algo desde entonces? —pregunta Elena.
Me rasco un picor imaginario.
—No, pero da igual.
—Te llamará —asegura Anastacia con confianza.
—Por supuesto que llamará. Tiene que llamarte —dice Elena, quizá con demasiado entusiasmo.
Han pasado cuatro días desde el incidente de la pintura en el granero, y estamos diseccionando lo ocurrido por enésima vez. Al parecer, Anastacia y Walt volvieron después de que Lali nos rescatara, y, al ver que habíamos desaparecido junto con la escalera, se figuraron que estábamos bien. El lunes, cuando aparecimos en el instituto, no podíamos dejar de reírnos. Cada vez que uno de nosotros miraba por la ventana y veía «198» y esa enorme mancha roja, nos partíamos de risa. Diana LaMadrid hizo referencia al incidente y dijo que el vandalismo contra la propiedad privada no quedaría impune, y que los perpetradores, si eran descubiertos, serían llevados a juicio.
Todos nos reímos por lo bajo.
Todos salvo Zayn.
—¿De verdad los polis pueden llegar a ser tan estúpidos? —pregunta una y otra vez—. Porque estábamos allí. Y ellos nos vieron.
—¿Y qué es lo que vieron? ¿A unos cuantos chicos cerca de un viejo granero?
—Ese tal Zayn… madre mía… —me dice Lali más tarde—. Es un paranoico. ¿Qué diablos estaba haciendo allí, para empezar?
—Creo que le gusta Elena. —Pero Elena está con Walt…
—Lo sé.
—¿Es que ahora tiene dos novios? ¿Cómo es posible tener dos novios?
—Oye —dice Zayn más tarde, cuando se acerca a mí en el pasillo—. No tengo muy claro si podemos confiar en Kian o no. ¿Y si nos delata?
—No te preocupes. Él sería la última persona que nos delataría.
Cuando oigo el nombre de Kian siento un vuelco en el estómago.
Desde el beso, la presencia de Kian ha sido como una sombra invisible sobre mi piel. No puedo ir a ningún sitio sin que esté él. En la ducha, sus manos me aplican el champú. Su rostro flota tras las palabras de mis libros de texto. El domingo, Elena, Walt y yo fuimos a un rastrillo, y mientras rebuscaba entre las pilas de camisetas de los años sesenta solo pensaba en cuál le gustaría a Kian.
Llamará, seguro.
Pero no lo hace.
Pasa una semana, y el sábado por la mañana preparo de mala gana una pequeña maleta. Miro con perplejidad la ropa que he dejado sobre la cama. Son como los pensamientos aleatorios e inconexos de un millar de desconocidos. ¿En qué estaba pensando cuando compré ese suéter de los años cincuenta con abalorios? ¿Y ese pañuelo de color rosa para la cabeza? ¿Y esos leggins con las rayas amarillas? No tengo nada que ponerme para la entrevista. ¿Cómo puedo ser quien se supone que soy vestida de esa manera?
¿Y quién se supone que debo ser?
Limítate a ser tú misma.
Pero ¿quién soy?
¿Y si llama mientras estoy fuera? ¿Por qué no ha llamado todavía?
Tal vez le haya ocurrido algo.
¿Como qué? Lo has visto todos los días en el instituto y estaba bien.
—¿Ali? —me llama mi padre—. ¿Estás lista?
—Casi. —Doblo una falda de cuadros y el suéter de abalorios antes de meterlos en la maleta; añado un cinturón ancho y una bufanda de Hermès que era de mi madre. La compró en un viaje a París que hizo con mi padre hace unos años.
—¿Ali?
—¡Ya voy!
Corro escaleras abajo.
Mi padre siempre se pone nervioso antes de un viaje. Estudia los mapas y estima el tiempo y la distancia. Solo se siente cómodo con lo desconocido o lo inesperado si se trata de un número en una ecuación. No dejo de recordarle que no es para tanto. Brown es su alma máter, y solo está a cuarenta y cinco minutos de distancia.
Pero él se agobia. Lleva el coche al centro de lavado. Va a sacar dinero. Revisa su peine de viaje.
Dorrit pone los ojos en blanco.
—¡Vas a estar fuera menos de veinticuatro horas!
Llueve durante el viaje. Mientras nos dirigimos al este, me fijo en que las hojas de los árboles ya han empezado a huir de sus ramas, como las bandadas de pájaros que emigran al sur durante el invierno.
—Allison —dice mi padre—, no te ahogues en un vaso de agua. No te machaques tanto por cosas sin importancia. —Por lo general, percibe cuándo algo va mal, aunque rara vez es capaz de dar con el motivo.
—No lo hago, papá.
—Porque si lo haces —continúa, calentando motores para uno de sus temas favoritos—, pierdes dos veces. Pierdes lo que has perdido, pero también pierdes la perspectiva. En la vida pasan muchas cosas. La vida es más grande que las personas. Se trata de la naturaleza. El ciclo vital… Escapa a nuestro control.
Pues no debería ser así. Tendría que haber una ley que dijera que siempre que un chico besa a una chica tiene la obligación de llamarla en menos de tres días.
—Así que, en resumen, viejo, la vida pasa y luego te mueres.
Lo digo de una manera que hace reír a mi padre. Por desgracia, puedo oír a Kian en el asiento trasero, riéndose también.
—Allison Needleman, ¿no es así? —El tipo llamado George se cambia mi expediente de una mano a otra y me estrecha la mano—. Y usted debe de ser el señor Needleman.
—Así es —dice mi padre—. Curso de 1958.
George me estudia con la mirada.
—¿Estás nerviosa?
—Un poco.
—No lo estés. —Esboza una sonrisa tranquilizadora—. El profesor Hawkins es uno de los mejores. Tiene un doctorado en literatura inglesa y en física. He visto en tu solicitud que te interesan la ciencia y la escritura. Aquí en Brown podrás hacer las dos cosas. —Se ruboriza un poco, como si se diera cuenta de que está actuando como un vendedor. Añade de pronto—: Además, tienes muy buen aspecto.
—Gracias —replico en un murmullo. Me siento como un cordero que se dirige al matadero.
Comprendo de inmediato que me estoy comportando como una estúpida y que exagero demasiado. George tiene razón, en Brown todo es perfecto: los encantadores edificios de ladrillo rojo del campus de Pembroke College; College Green, salpicado de
voluptuosos olmos que aún conservan las hojas; y la magnífica biblioteca John Carter Brown, con su pórtico de gigantescas columnas. Lo único que tengo que hacer es insertar mi imagen en esa imagen típica de una postal.
Sin embargo, a medida que transcurre el día después de la entrevista en el desaliñado despacho del profesor («¿Cuáles son sus objetivos, señorita Needleman?», «Me gustaría causar algún tipo de impacto en la sociedad, me gustaría contribuir en algo importante»), después del paseo turístico por el campus, los laboratorios de química, la sala de ordenadores, los dormitorios de los estudiantes de primer año y finalmente la cena con George en Thayer Street, empiezo a sentirme más y más frágil, como una muñeca de papel de seda. A mitad de la cena, cuando George menciona que hay un concierto de un grupo de rock en el teatro Avon, siento que no puedo negarme, aunque preferiría tumbarme en la habitación del hotel y pensar en Kian.
—Ve —me anima mi padre. Ya le han informado de que George es la clase de joven (inteligente, bien educado y amable) con el que siempre ha deseado que yo saliera.
—Te va a encantar Brown —dice George en el coche. Conduce un Saab.
Tiene un buen motor, aunque un poco caro, de corte europeo. Como George, pienso. Si no estuviera tan obsesionada con Kian, es probable que lo encontrara atractivo.
—¿Por qué te gusta tanto Brown? —pregunto.
—Soy de Nueva York, así que supone un agradable respiro. Por supuesto, pasaré este verano en la ciudad. Eso es lo bueno de Brown. Los programas de prácticas. Trabajaré para el New York Times.
De pronto, George me resulta mucho más interesante.
—Siempre he querido vivir en Nueva York —comento.
—Es el mejor sitio del mundo. Pero, por ahora, me basta con Brown. —Me sonríe vacilante—. Necesito explorar otras facetas de mí mismo.
—¿Cómo eras antes?
—Un tipo torturado —responde con una sonrisa—. ¿Y tú?
—Bueno, yo también soy una chica algo torturada —replico, pensando en Kian.
Sin embargo, cuando llegamos al teatro me hago la promesa de sacarme a Kian de la cabeza. Hay varios grupos de estudiantes sentados fuera junto a unas diminutas mesas de estilo francés, bebiendo cerveza y coqueteando. Mientras nos abrimos paso entre la multitud, George me pasa el brazo sobre los hombros y me da un apretón. Levanto la vista para mirarlo con una sonrisa.
—Eres una auténtica monada, Allison Needleman —me susurra entonces al oído.
Nos quedamos hasta la hora del cierre, y cuando regresamos al coche George me besa. Me besa de nuevo en el camino de acceso al hotel. Es un beso limpio e indeciso, el beso de un hombre tradicional. Saca un bolígrafo de la guantera.
—¿Puedo pedirte el número de teléfono?
—¿Para qué? —pregunto entre risas.
—Para poder llamarte, boba. —Intenta besarme de nuevo, pero aparto la cabeza.
Me siento algo mareada, y la cerveza me ataca con todas sus fuerzas en cuanto me tumbo. Me pregunto si le habría dado mi número a George de no haber estado tan borracha. Es probable que tampoco le hubiera dejado que me besara. Pero seguro que Kian me llama ahora. Los chicos siempre llaman en cuanto hay otro hombre interesado. Son como los perros: jamás notan si has cambiado de peinado, pero detectan si hay otro hombre olisqueando su territorio.
Estamos de vuelta en Castlebury a media tarde del domingo, pero está claro que mis teorías no eran correctas. Kian no ha llamado. Elena, sin embargo, sí lo ha hecho. Varias veces. Estoy a punto de telefonearla cuando vuelve a llamarme.
—¿Qué haces? ¿Puedes pasarte a verme?
—Acabo de volver —le digo, súbitamente decepcionada.
—Ha ocurrido algo. Algo importante. No puedo explicártelo por teléfono. Tengo que decírtelo en persona. —Elena parece muy preocupada, así que me pregunto si sus padres van a divorciarse.
La madre de Elena, la señora Smith, me abre la puerta. Tiene un aspecto ojeroso, pero resulta evidente que en otro tiempo fue bastante guapa. Es una mujer muy, muy amable… de hecho, demasiado. Es tan amable que siempre me da la sensación de que la amabilidad se ha tragado a la auténtica señora Smith, y de que un buen día la señora hará algo drástico, como quemar la casa.
—Ay, Ali —dice la señora Smith—, me alegra muchísimo que hayas venido. Elena se niega a salir de su habitación, y no quiere contarme lo que le pasa. Tal vez tú puedas lograr que baje las escaleras. Te estaría muy agradecida.
—Veré lo que puedo hacer, señora Smith —le digo en tono tranquilizador.
Esconderse en su habitación es algo que Elena lleva haciendo desde que yo recuerdo. No sabría decir cuántas veces he tenido que convencerla para que saliera.
La habitación de Elena es enorme, con ventanas que van del suelo al techo en tres de las paredes y un armario que ocupa toda la longitud de la cuarta. Casi todo el mundo en la ciudad conoce la casa de los Smith, ya que fue diseñada por un famoso arquitecto contemporáneo y está fabricada principalmente a base de cristal. El interior del edificio es bastante espartano, porque el padre de Elena no soporta el desorden.
Abro un poco la puerta de su habitación mientras la señora Smith se queda a un lado, nerviosa.
—¿Ele?
Elena está tumbada en la cama, con un camisón blanco de algodón. Se incorpora bajo las sábanas como un fantasma, aunque un fantasma algo maleducado.
—¡Mamá! —grita—. ¡Te dije que no quiero salir!
El rostro de la señora Smith expresa temor, culpabilidad e impotencia, aunque siempre muestra más o menos lo mismo cuando se encuentra cerca de Elena. Se aleja cuando yo entro.
—¿Ele? —pregunto con cautela—. ¿Te encuentras bien?
Elena se sienta con las piernas cruzadas encima de la cama y apoya la cabeza sobre las palmas de las manos.
—No lo sé. He hecho algo terrible.
—¿Qué?
—No sé cómo decírtelo.
Adivino que tendré que esperar bastante para escuchar esa terrible revelación, así que me siento en esa cosa acolchada semejante a un taburete que Elena utiliza como silla. Según su padre, se trata de un asiento ergonómico de diseño sueco creado para corregir la postura y evitar los dolores de espalda. También tiene una especie de amortiguador, así que reboto arriba y abajo por simple diversión.
—Escucha, Ele —digo con firmeza—, no tengo mucho tiempo. Me encantaría ayudarte pero debo pasarme por el Hamburger Shack para recoger a Dorrit. —Es cierto, más o menos. Es probable que al final tenga que ir a buscarla.
—Pero ¡Walt estará allí! —grita.
—¿Y?
Los padres de Walt insisten en que trabaje después de clase a fin de conseguir dinero para la universidad, pero el único curro que Walt ha tenido nunca es el del Hamburger Shack, donde le pagan cuatro dólares la hora. Y solo trabaja media jornada, así que me resulta difícil creer que algún día consiga reunir dinero suficiente ni para un semestre.
—Eso quiere decir que vas a verlo.
—¿Y?
—¿Le dirás que me has visto?
Esto se vuelve cada vez más confuso.
—No lo sé. ¿Debería decirle que te he visto?
—¡No! —exclama—. Llevo evitándolo todo el fin de semana. Le dije que iría a Filadelfia a visitar a mi hermana.
—¿Por qué? —de pronto deduzco que las cosas si van mal entre esos dos.
—¿No lo entiendes? —Suspira de manera dramática—. Zayn.
—¿Zayn? —repito algo desconcertada.
—Hemos echo el amor.
—¡¿Qué?! —Tengo las piernas encajadas en el asiento sueco y reboto con tanta fuerza que el chisme se cae al suelo, y yo con él.
—¡Chist! —susurra Elena.
—No lo entiendo —digo mientras intento librarme del artilugio ergonómico—. ¿Te has acostado con Zayn?
—He mantenido relaciones sexuales con él.
Otra que muerde el polvo.
—¿Cuándo? —pregunto una vez que logro alejarme del suelo.
—La noche pasada. En el bosque que hay detrás de mi casa. —Asiente—. ¿Recuerdas la noche que pintamos el granero? No dejaba de mirarme. Me llamó ayer por la mañana y dijo que tenía que verme. Dijo que llevaba más de tres años enamorado de mí en secreto, pero que temía hablar conmigo porque me consideraba tan maravillosa que creía que no me dignaría dirigirle la palabra. Luego fuimos a dar un paseo, y empezamos a enrollarnos de inmediato.
—¿Y luego qué? ¿Lo hicisteis sin más? ¿En medio del bosque?
—No hay por qué asombrarse tanto. —Elena parece un poco dolida, aunque también algo arrogante—. Se nota que tú nunca lo has hecho.
—¿Cómo sabes que yo no lo he hecho?
—¿Lo has hecho?
—Todavía no.
—Pues eso.
—Así que te acostaste con él. ¿Encima de las hojas? ¿Qué pasa con las ramas? Podrías haberte clavado una en el culo.
—Créeme, cuando estás haciéndolo no te preocupas por cosas como las ramas.
—¿En serio? —Tengo que admitir que siento una tremenda curiosidad—. ¿Y qué tal
fue?
—Asombroso. —Suspira—. No sé muy bien cómo describirlo, pero fue la sensación más maravillosa que he sentido en mi vida. Creo que es una de esas cosas que, una vez que la pruebas, solo quieres hacerlas una y otra vez. Y… —Hace una pausa para dar efecto a sus palabras—… creo que tuve un orgasmo.
Me quedo con la boca abierta.
—Eso es increíble.
—Lo sé. Zayn dice que las chicas casi nunca tienen orgasmos la primera vez. Dice que debo de ser una persona muy sexual.
—¿Zayn ya lo había hecho antes? —Si es así, me pego un tiro.
—Eso parece —dice Elena con aire de suficiencia.
Durante un minuto, ninguna de las dos dice nada. Elena tira de un hilo de la colcha con expresión soñadora mientras yo miro por la ventana, preguntándome cómo es posible que me haya quedado tan rezagada. De pronto, el mundo parece dividido en dos clases de personas: las que lo han hecho y las que no.
—Bueno —digo finalmente—. ¿Eso significa que Zayn y tú estáis saliendo?
—No lo sé —susurra—. Creo que estoy enamorada de él.
—¿Y qué pasa con Walt? Creí que estabas enamorada de Walt.
—No. —Sacude la cabeza—. Creí que estaba enamorada de Walt hace un par de años. Pero, últimamente, es más un amigo que otra cosa.
—Entiendo.
—Solíamos llegar hasta la tercera base, pero Walt nunca quería pasar de ahí. Y eso me dio que pensar. Quizá Walt no me quería, después de todo. Llevamos juntos dos años. Lo más normal es que un chico quiera hacerlo después de dos años.
Me entran ganas de señalar que tal vez se esté reservando, pero lo cierto es que resulta bastante extraño.
—Entonces, ¿tú estabas dispuesta y él no? —pregunto, solo para aclarar las cosas.
—Yo quise hacerlo el día de mi cumpleaños, pero él se negó.
—Qué raro… —le digo—. Es muy, pero que muy raro.
—Y eso significa algo.
No necesariamente. Pero no tengo suficiente ánimo para contradecirla.
De repente, y aunque sé que en realidad no tiene nada que ver conmigo, experimento una profunda sensación de pérdida. Elena, Walt y yo éramos una especie de unidad. Durante los dos últimos años íbamos a todos lados juntos. Nos colábamos en el club de campo por las noches y robábamos carritos de golf; enfriábamos un pack de seis cervezas en el arroyo y hablábamos sin parar sobre todo, desde los quarks hasta con quién salía Jen P. ¿Qué va a pasar ahora con nosotros tres? Porque lo cierto es que no logro imaginarme a Zayn ocupando el lugar de Walt en nuestras aventurillas de poca monta.
—Supongo que tendré que romper con Walt —dice Elena—. Pero no sé cómo. ¿Qué se supone que voy a decirle?
—Podrías intentar decirle la verdad.
—Ali —dice con un tono zalamero—, me pregunto si tú podrías… —¿Qué? ¿Romper con él? ¿Quieres que rompa con Walt en tu nombre?
—No, solo que vayas preparándolo —responde ella.
¿Elena y Zayn? Siento que serían una pareja linda, pero no puedo pasar desapercibido a Walt. Elena es muy amigable y bastante aventurera. Y Zayn es demasiado serio, pero a la vez divertido. Aunque puede que sus personalidades se contrarresten entre sí.
Aparco el coche en el estacionamiento del Hamburger Shack, apago el motor y pienso: «Pobre Walt».
El Hamburger Shack es uno de los pocos restaurantes que hay en la ciudad, y es famoso por sus hamburguesas cubiertas de cebolla y pimientos a la parrilla. Por aquí, eso es lo más parecido a la alta cocina. A la gente de Castlebury le chiflan la cebolla y los pimientos a la parrilla, y, aunque a mí me encanta cómo huelen, Walt, que tiene que encargarse de asar la cebolla y los pimientos, asegura que el olor le da ganas de vomitar. Se le pega a la piel, e, incluso cuando duerme, solo sueña con cebollas y pimientos.
Lo veo tras el mostrador, junto a la parrilla. Los únicos clientes son tres chicas adolescentes con el pelo teñido de múltiples tonos de rosa, azul y verde.
Acabo de pasar junto a ellas, cuando, de repente, me doy cuenta de que una de esas punks es mi hermana.
Dorrit se está comiendo un aro de cebolla, como si todo fuera de lo más normal.
—Hola, Ali —me dice a modo de saludo—. ¿Te gusta mi pelo? —Coge su batido y vacía el vaso chupando ruidosamente por la pajita.
—Papá te matará —replico. Dorrit se encoge de hombros. Miro a sus amigas, que son igual de patéticas—. Ve al coche. Me reuniré contigo en un minuto.
—Aún no he acabado mis aros de cebolla —dice en un tono calmado. Detesto esa habilidad de mi hermana para hacer caso omiso de la autoridad, en especial cuando la voz de la autoridad soy yo.
—Vete al coche —insisto antes de alejarme.
—¿Qué vas a hacer tú?
—Tengo que hablar con Walt.
Walt lleva puesto un delantal lleno de manchas, y tiene la frente cubierta de sudor.
—Odio este trabajo —dice mientras se enciende un cigarrillo en el aparcamiento.
—Pero las hamburguesas están buenas.
—Cuando salga de aquí, no quiero volver a ver una hamburguesa en toda mi vida.
—Walt —le digo—, Elena…
Él me interrumpe.
—No ha ido a ver a su hermana a Filadelfia.
—¿Cómo lo sabes?
—Primero: ¿cuántas veces visita a su hermana? ¿Una vez al año? Y segundo:
conozco a Elena lo bastante bien para saber cuándo está mintiendo.
Me pregunto si sabe lo de Zayn también.
—¿Qué vas a hacer?
—Nada, supongo. Esperaré a que ella rompa conmigo, eso es todo.
—Quizá ambos debería hablar.
—Prefiero mil veces que ella me termine a mi. Verás Ali, para mi Elena es una chica maravillosa yo la quiero muchísimo pero siento que es mejor que ella me termine a mi. —Walt arroja el cigarrillo hacia los arbustos—. ¿Esta mal lo que pienso?
Creo que a veces Walt es un poquito pasivo…
—Pero puede que si hablaran…
—Hablaremos cuando ella quiera, por lo visto ahora quiere su espacio y lo respeto.
Mi hermana se acerca con su nuevo pelo fluorescente.
—Será mejor que papá no te pille fumando —dice.
—Escucha, niñata. Primero: yo no estaba fumando. Y segundo: tú tienes cosas más importantes de las que preocuparte que los cigarrillos. Tu pelo, por ejemplo.
Walt sacude la cabeza mientras Dorrit regresa al coche.
—Mi hermano pequeño es igual que ella. Los jóvenes de esta generación… no tienen respeto por nada.
- Lectoras:
- Babies este fue el capítulo siete sin dudas muchas emociones ¿no?. Les doy las gracias a cada una de ustedes que se toman el tipo para escribir un comentario aquí, por ustedes es porque escribo. Las quiero ♥♥
Se me ha ocurrido una idea para todas conocernos mejor. Al final de cada capítulo les dejare una pregunta para saber que nos gusta y saber más una de la otra.
¿De donde son?
¿Cuantos años tienen?
¿Cual es su película favorita?
Espero que gusten contestar y poder conocernos mejor. Un beso ♥
Jourdan Grey.
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