ultraviolence. h. styles

Ultraviolence.

“De nuevo la misma escena. Observo mi reflejo en aquel espejo, las heridas en mi cara, la sangre está sobre mi boca y mis ojos hinchados. Lavo con cuidado mi rostro y busco mi crema anti inflamación. La coloco suavemente sobre mi rostro y cuerpo, haciendo muecas y soltando leves gemidos de dolor. Mañana será mi primer día de trabajo ¿Qué impresión daría? A puesto a que daría pena, “la chica nueva, cada día viene con una herida más en su cuerpo” reí levemente.
Un dolor se adueñó de mi pecho cuando reí, mi cuerpo estaba adolorido y sentía demasiada impotencia por no poder hacer nada.”


Mi vida era muy tranquila allá en Texas, demasiado para mi gusto. Luego de terminar los estudios traté de buscar un trabajo que realmente me interesara aquí, pero nada llamaba mi atención. Aburrida de lo cotidiano, tomé mis ahorros de toda la vida y decidí mudarme a Manhattan, New York, pensaba que sería la aventura de mi vida, llena de emoción, libertad, diversión y peligro. Tendría que sobrevivir sola sin ayuda de nadie, ¿a qué joven adulta que quiere independizarse no le gusta eso? Era la cuidad perfecta para mí. Por suerte, encontré un pequeño departamento, simple, pero era un comienzo. Encontré un trabajo y me mantuve estable... hasta que lo conocí, un chico realmente tierno y atento, era alto y tenía unos ojos verdes hermosos. Sus visitas a mi departamento añadían un toque de alegría a mis días, siempre ayudando en lo que necesitaba, cualquier cosa. Llevábamos meses de noviazgo cuando pasó por primera vez...


Acababa de salir de mi trabajo y un compañero me invitó a tomar un café, no conocía a nadie y socializar un poco no me vendría mal, pensé.
Aquel hombre me agradaba mucho, tenía una mente abierta a todo lo que se le presentara, era muy inteligente y compartimos muchas ideas sobre trabajo y la vida. Las horas se nos pasaron volando y cuando me di cuenta ya estaba anocheciendo, mi celular tenía más de 10 llamadas perdidas de mi novio. Como pude, me despedí de mi nuevo amigo y corrí hacia mi departamento. Apenas crucé la puerta el me miró, sus ojos ya no tenían el brillo de siempre, estaban oscuros y sumergidos en la lujuria. Di un salto por la sorpresa, no me lo esperaba allí, nunca le di la llave del departamento. Se levantó de su asiento y caminó hacia mí con paso firme, el dolor fue muy intenso cuando tomó por sorpresa mi brazo, me lanzó al piso y cerró la puerta demasiado fuerte.

— ¡¿Dónde estabas?! — Gritó.

Mi tobillo dolía gracias a mis zapatos altos que resbalaron cundo me tiró al suelo. Trate de levantarme, pero él lo impedía cada vez que lo intentaba con un empujón bruto. Las lágrimas no tardaron en salir de mis ojos, ¿Por qué está haciendo esto?

— ¡Te acabo de preguntar algo!
—Es... estaba tomando un, un café... — La voz se me cortaba, las lágrimas me nublaban la vista y los sollozos no me dejaban hablar claramente. —Con un... compañero de trabajo.
— ¡¿Un café?! — Aun no dejaba de gritar. Soltó una gran carcajada antes de mirarme de nuevo. — ¡Eso no te lo crees ni tú! De seguro a des de estar acostando con él.
— ¿Pero qué te crees que soy? — En ese momento tomé coraje y lo enfrenté. No soy ninguna cualquiera para hacer eso, ¿de dónde invento eso? ¿Acaso no me conoce?
— ¡Una zorra! ¡Eso es lo que eres!

No me dio tiempo de responderle cuando su puño impactó contra mi mejilla derecha, caí al suelo y mis palmas picaron al impactar contra el piso fuertemente, aunque fue leve ya que el dolor que sentía en mi mejilla y labio era mucho más fuerte. Rosé la zona con mis dedos y los vi con sangre, el maldito me rompió el labio.

Sus pasos se fueron alejando, se fue cerrando la puerta de un portazo. Sollocé aún más fuerte y me levanté, fui hasta mi habitación y caí sobre la cama llorando, y así... toda la noche.

Al día siguiente me limpié por completo, un moretón apareció en mi mejilla, dolía y mucho. Usé mi poco maquillaje para cubrirlo y fui al trabajo, trataba de cubrir la parte afectada de mi rostro con lo que me fuera posible, al parecer funcionó, nadie preguntó por nada. Cuando regreso, él está en mi departamento... lo mismo que la noche anterior, gritos, empujones, golpes, todo por sus malditos celos. Esta vez me amenaza.... si no dejo mi trabajo o simplemente le cuento lo que pasó a la policía o a quien fuera, el me mataría. Y en este punto sabía que sería capaz de todo.


Mis lágrimas salían de mis ojos y no podía hacer nada para impedirlo, mi pecho dolía y las heridas que tenía por todo el cuerpo parecía que palpitaban. Los recuerdos no muy lejanos tomaron la totalidad de mi mente. Ese recuerdo... no es, ni será la última vez que lo reviva.