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Goodbye.
O W N :: Fanfiction :: Fanfiction :: One Shot's
Página 1 de 1. • Comparte
Goodbye.
✘ Título: Goodbye.
✘ Autor: Yo {brightparadise}.
✘ Adaptación : No, idea original.
✘ Género : Tragedia y amistad.
✘ Contenido : Depresión, dolor, muerte.
✘ Advertencias : Ninguna.
beige
Re: Goodbye.
Goodbye.
one shot.
En el cementerio sólo se escuchan las palabras del cura y el canto de los pájaros. El sol se esconde entre las nubes, como si no quisiese ver la escena que vivimos aquí abajo. Mi vestido negro -como las ojeras bajo mis ojos- ondea gracias a la suave brisa que pasa entre las tumbas, como un saludo a los que nos han dejado y un tributo a su recuerdo, haciendo bailar las hojas de las flores depositadas sobre las lápidas.
Es irónico que a mi mejor amiga le estemos diciendo adiós de la forma cristiana: ella es atea... bueno, era. No quiero pensar en pasado, como si fuese algo definitivo. De todas formas sé que esto no es un adiós, ella me lo repetía constantemente: siempre estaré contigo, el cuerpo es solo materia... el alma es lo que nos define y lo que nunca abandona la Tierra. Es lo que hace que la gente te recuerde aunque no estamos presentes. Es la esencia de lo que somos lo que perdura.
Mientras levanto la vista de nuevo a la figura del cura, sin escuchar lo que dice, percibo un destello rojo tras unas lápidas situadas frente a mí. Trago saliva al mismo tiempo que las lágrimas acuden de nuevo a mis ojos, como tantas veces lo han hecho durante esta semana. Es ella. Mi mejor amiga camina hacia mí sonriendo, vergonzosa, con su pelo pelirrojo ondeando al viento y un vestido blanco cubriendo su pequeño cuerpo, al tiempo que una luz brillante y blanca emana de su silueta. Observa todo a su alrededor, como siempre, curiosa y fijándose en el más mínimo detalle. Siempre sabía cuándo estaba mal o que algo me preocupaba con sólo observarme unos minutos. Nuestra amistad es esa que todas envidian, nos lo han dicho muchas veces. Parece un verdadero ángel, aunque seguro que ya es uno. Siempre le dije que lo era, que era un ángel en la tierra, y ella nunca me creyó; siempre me dijo que ella era un monstruo, y no había nada bueno en ella. En su carta de suicidio lo mencionaba y pedía perdón por haber existido. La idea de acabar con su vida era algo en lo que siempre pensaba, aunque no me lo dijese o creyese que no me daba cuenta. Una persona como ella debe estar en el mundo, no puede simplemente dejar que la oscuridad la inunde y se la lleve; la injusticia de la situación hace que de nuevo se me suba la bilis a la garganta; esto es injusto, ridículo, increíble...
Mi mejor amiga se detiene frente a mí, con su escasa estatura, sus pecas y esa mirada de súplica que pone cada vez que quiere conseguir algo, como las últimas galletas de chocolate o que la abrace mientras duerme porque tiene frío. Frío. El frío y el vacío de mi interior se expande como una explosión hacia el exterior cuando la miro, y una lágrima se desliza por mi mejilla al mismo tiempo que me muerdo el labio e intento ver vida en sus ojos; sin embargo, éstos son como los de siempre, color miel y con una tonalidad amarillenta y verdosa al sol de la mañana, sólo que no me reflejan, son densos y profundos. Cristalizados.
Ella eleva una mano limpia, ningún corte surca su muñeca, su brazo, su piel, y acaricia mi mejilla limpiando la lágrima. Pero eso sólo provoca que mi corazón estalle y me rompa en mil pedazos. Ella no puede estar aquí. Es una invención. Me he vuelto loca por culpa del dolor. Sin embargo ella niega con la cabeza, como regañándome. "Te dije que siempre estaría contigo; ahora soy tu ángel de la guarda, pequeña."
Poso mi mano sobre la suya y el tacto es suave y cálido, como siempre. La acaricio mientras la miro sin poder creerlo. Ella está aquí. Mi mejor amiga sonríe triste, mirándome como si quisiese aliviar mi dolor sólo con mirarme. Pero no puede. Nadie puede. Ella se ha ido y me ha dejado sola. Me prometió estar siempre conmigo y, como supuse, lo va a cumplir a su manera. "No llores, por favor. Estoy aquí." El dorso de su mano acaricia mi mejilla hasta la barbilla. "Siempre estaré aquí. No es tan fácil librarse de mí, ¿sabes?" Sé que intenta disculparse y hacerme sentir mejor, pero no puedo evitar enfadarme. Es ella la que se ha alejado para siempre. Nunca podré volver a reír con ella, ni abrazarla; no podremos quedar para merendar ni para ir de fiesta, no veremos más películas Disney en el sofá por la noche... "Perdóname. No me odies." Su voz suena rota, y su rostro, que intentaba ser amable, se corrompe en una mueca de terror y angustia; y sé que siente lo mismo que yo: un agujero negro en el pecho que lo arrasa todo a su paso, impidiendo cualquier sentimiento que no sea pena, ansiedad y una profunda tristeza y pérdida.
Un pajarito canta y ella cierra los ojos, como si quisiese absorber la luz del sol mientras se tranquiliza. Siempre le he echado en cara que la peor parte me la llevaré yo cuando se vaya, porque la que se queda para vivir sin ella soy yo; ella sólo tiene que irse. Pero no puedo enfadarme con ella, nunca he podido, y menos ahora. La miro, queriendo conservar su imagen en mi mente para siempre; el color de su pelo, su carita llena de pecas, como si un millón de estrellas se uniesen en una constelación sobre su nariz y mejillas, sus ojos, la longitud de sus pestañas... Pero sobre todo quiero recordar nuestros momentos juntas, como las veces que hemos llamado la atención gracias a su torpeza y despiste, la forma en la que me hacía cosquillas antes de dormir o me tranquilizaba por la oscuridad, sus charlas sobre la vida que me levantaban el ánimo y me hacían seguir adelante... Ojalá ella hubiese seguido adelante conmigo y no se hubiese estancado en esa espiral de pensamientos horriblemente oscuros que nublaban su mente y distorsionaban su imagen de sí misma.
"Nunca estarás sola, ¿vale? Siempre podrás sentirme cerca, pequeña. Esto no es un adiós." Con una última sonrisa triste empieza a retroceder paso a paso. No. No puede irse. No aún. No puede dejarme. No quiero, tengo miedo de no volver a verla más. Siento unas ganas imperiosas de chillar hasta que me duela la garganta y de llorar hasta debilitarme, pero tal es la impotencia y el terror que estoy paralizada. Ella sigue alejándose de espaldas, mirándome; la luz que la envuelve se acentúa y se vuelve casi cegadora, y ella se da la vuelta para dejar que la abrace y se funda con ella, gesticulando con los labios un último "te quiero, amiga". Sin embargo, cuando su figura está casi completamente envuelta por la luz, ella vuelve la cabeza y me mira, echando a correr hacia mí y fundiéndose con mi cuerpo, siendo una. Y sé que es su forma de demostrarme que su promesa sigue en pie, y que con ese gesto simboliza nuestra amistad. Somos una. Y siempre lo seremos.
*
Cuando nuestros cuerpos se unen una sensación de calor se instala dentro de mí, expandiéndose por cada célula de mi cuerpo, devolviéndome de nuevo a la consciencia. Abro la boca buscando aire y parpadeo, comprobando que sigo sentada en la habitación del hospital, sosteniendo la mano de mi mejor amiga. Su mano.
Sus dedos se mueven un poco y ella empieza a entreabrir débilmente los ojos, respirando pesada y lentamente. No puedo creerlo, ha despertado. Aprieto fuertemente su blanca y débil mano entre las mías, besándola y llorando agradecida. Cuando ella gira su cabeza hacia mí y usa las pocas fuerzas que tiene en acariciarme el pelo con la otra mano, llena de tubos y gasas como la otra, rompo en un llanto aún más desgarrador. Levanto la vista y nuestros ojos se encuentran y sé, juro que lo sé, que ella y yo pensamos lo mismo, hemos vivido lo mismo.
—No vuelvas a hacerlo —Le suplico mientras la abrazo con cuidado pero fuertemente, temiendo dañarla pero queriendo sentir su calor. Su cuerpo parece mucho más pequeño entre esas sábanas blancas, y su rostro mucho más delgado entre su cabello pelirrojo. Pero es mi amiga, mi mejor amiga. Y está aquí conmigo. —No me hagas volver a sentir todo esto. No me dejes. —El llanto me impide seguir hablando y me atraganto con mis propias lágrimas.
—Siempre estaré contigo —Su voz es baja y débil. Cuando levanto la cabeza para decirle que eso me lo lleva diciendo años, ella repone con voz algo más llena de vida y brillo en sus ojos. —Me lo ha dicho un pajarito.
Es irónico que a mi mejor amiga le estemos diciendo adiós de la forma cristiana: ella es atea... bueno, era. No quiero pensar en pasado, como si fuese algo definitivo. De todas formas sé que esto no es un adiós, ella me lo repetía constantemente: siempre estaré contigo, el cuerpo es solo materia... el alma es lo que nos define y lo que nunca abandona la Tierra. Es lo que hace que la gente te recuerde aunque no estamos presentes. Es la esencia de lo que somos lo que perdura.
Mientras levanto la vista de nuevo a la figura del cura, sin escuchar lo que dice, percibo un destello rojo tras unas lápidas situadas frente a mí. Trago saliva al mismo tiempo que las lágrimas acuden de nuevo a mis ojos, como tantas veces lo han hecho durante esta semana. Es ella. Mi mejor amiga camina hacia mí sonriendo, vergonzosa, con su pelo pelirrojo ondeando al viento y un vestido blanco cubriendo su pequeño cuerpo, al tiempo que una luz brillante y blanca emana de su silueta. Observa todo a su alrededor, como siempre, curiosa y fijándose en el más mínimo detalle. Siempre sabía cuándo estaba mal o que algo me preocupaba con sólo observarme unos minutos. Nuestra amistad es esa que todas envidian, nos lo han dicho muchas veces. Parece un verdadero ángel, aunque seguro que ya es uno. Siempre le dije que lo era, que era un ángel en la tierra, y ella nunca me creyó; siempre me dijo que ella era un monstruo, y no había nada bueno en ella. En su carta de suicidio lo mencionaba y pedía perdón por haber existido. La idea de acabar con su vida era algo en lo que siempre pensaba, aunque no me lo dijese o creyese que no me daba cuenta. Una persona como ella debe estar en el mundo, no puede simplemente dejar que la oscuridad la inunde y se la lleve; la injusticia de la situación hace que de nuevo se me suba la bilis a la garganta; esto es injusto, ridículo, increíble...
Mi mejor amiga se detiene frente a mí, con su escasa estatura, sus pecas y esa mirada de súplica que pone cada vez que quiere conseguir algo, como las últimas galletas de chocolate o que la abrace mientras duerme porque tiene frío. Frío. El frío y el vacío de mi interior se expande como una explosión hacia el exterior cuando la miro, y una lágrima se desliza por mi mejilla al mismo tiempo que me muerdo el labio e intento ver vida en sus ojos; sin embargo, éstos son como los de siempre, color miel y con una tonalidad amarillenta y verdosa al sol de la mañana, sólo que no me reflejan, son densos y profundos. Cristalizados.
Ella eleva una mano limpia, ningún corte surca su muñeca, su brazo, su piel, y acaricia mi mejilla limpiando la lágrima. Pero eso sólo provoca que mi corazón estalle y me rompa en mil pedazos. Ella no puede estar aquí. Es una invención. Me he vuelto loca por culpa del dolor. Sin embargo ella niega con la cabeza, como regañándome. "Te dije que siempre estaría contigo; ahora soy tu ángel de la guarda, pequeña."
Poso mi mano sobre la suya y el tacto es suave y cálido, como siempre. La acaricio mientras la miro sin poder creerlo. Ella está aquí. Mi mejor amiga sonríe triste, mirándome como si quisiese aliviar mi dolor sólo con mirarme. Pero no puede. Nadie puede. Ella se ha ido y me ha dejado sola. Me prometió estar siempre conmigo y, como supuse, lo va a cumplir a su manera. "No llores, por favor. Estoy aquí." El dorso de su mano acaricia mi mejilla hasta la barbilla. "Siempre estaré aquí. No es tan fácil librarse de mí, ¿sabes?" Sé que intenta disculparse y hacerme sentir mejor, pero no puedo evitar enfadarme. Es ella la que se ha alejado para siempre. Nunca podré volver a reír con ella, ni abrazarla; no podremos quedar para merendar ni para ir de fiesta, no veremos más películas Disney en el sofá por la noche... "Perdóname. No me odies." Su voz suena rota, y su rostro, que intentaba ser amable, se corrompe en una mueca de terror y angustia; y sé que siente lo mismo que yo: un agujero negro en el pecho que lo arrasa todo a su paso, impidiendo cualquier sentimiento que no sea pena, ansiedad y una profunda tristeza y pérdida.
Un pajarito canta y ella cierra los ojos, como si quisiese absorber la luz del sol mientras se tranquiliza. Siempre le he echado en cara que la peor parte me la llevaré yo cuando se vaya, porque la que se queda para vivir sin ella soy yo; ella sólo tiene que irse. Pero no puedo enfadarme con ella, nunca he podido, y menos ahora. La miro, queriendo conservar su imagen en mi mente para siempre; el color de su pelo, su carita llena de pecas, como si un millón de estrellas se uniesen en una constelación sobre su nariz y mejillas, sus ojos, la longitud de sus pestañas... Pero sobre todo quiero recordar nuestros momentos juntas, como las veces que hemos llamado la atención gracias a su torpeza y despiste, la forma en la que me hacía cosquillas antes de dormir o me tranquilizaba por la oscuridad, sus charlas sobre la vida que me levantaban el ánimo y me hacían seguir adelante... Ojalá ella hubiese seguido adelante conmigo y no se hubiese estancado en esa espiral de pensamientos horriblemente oscuros que nublaban su mente y distorsionaban su imagen de sí misma.
"Nunca estarás sola, ¿vale? Siempre podrás sentirme cerca, pequeña. Esto no es un adiós." Con una última sonrisa triste empieza a retroceder paso a paso. No. No puede irse. No aún. No puede dejarme. No quiero, tengo miedo de no volver a verla más. Siento unas ganas imperiosas de chillar hasta que me duela la garganta y de llorar hasta debilitarme, pero tal es la impotencia y el terror que estoy paralizada. Ella sigue alejándose de espaldas, mirándome; la luz que la envuelve se acentúa y se vuelve casi cegadora, y ella se da la vuelta para dejar que la abrace y se funda con ella, gesticulando con los labios un último "te quiero, amiga". Sin embargo, cuando su figura está casi completamente envuelta por la luz, ella vuelve la cabeza y me mira, echando a correr hacia mí y fundiéndose con mi cuerpo, siendo una. Y sé que es su forma de demostrarme que su promesa sigue en pie, y que con ese gesto simboliza nuestra amistad. Somos una. Y siempre lo seremos.
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Sus dedos se mueven un poco y ella empieza a entreabrir débilmente los ojos, respirando pesada y lentamente. No puedo creerlo, ha despertado. Aprieto fuertemente su blanca y débil mano entre las mías, besándola y llorando agradecida. Cuando ella gira su cabeza hacia mí y usa las pocas fuerzas que tiene en acariciarme el pelo con la otra mano, llena de tubos y gasas como la otra, rompo en un llanto aún más desgarrador. Levanto la vista y nuestros ojos se encuentran y sé, juro que lo sé, que ella y yo pensamos lo mismo, hemos vivido lo mismo.
—No vuelvas a hacerlo —Le suplico mientras la abrazo con cuidado pero fuertemente, temiendo dañarla pero queriendo sentir su calor. Su cuerpo parece mucho más pequeño entre esas sábanas blancas, y su rostro mucho más delgado entre su cabello pelirrojo. Pero es mi amiga, mi mejor amiga. Y está aquí conmigo. —No me hagas volver a sentir todo esto. No me dejes. —El llanto me impide seguir hablando y me atraganto con mis propias lágrimas.
—Siempre estaré contigo —Su voz es baja y débil. Cuando levanto la cabeza para decirle que eso me lo lleva diciendo años, ella repone con voz algo más llena de vida y brillo en sus ojos. —Me lo ha dicho un pajarito.
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