The mystery of Payne

¿Qué pensaban que era? ¿Una pobretona que no sabía dónde pisaba o que estaba perdida por todo el mundo? Joder, podía ser a veces algo ingenua, lo admito, pero no hay algo que más me moleste que me tomen por rubia tonta. Ni siquiera mi té matutino puede quitarme el enojo de encima.

Doy un pequeño saltito al sentir como el teléfono de la casa retumba por toda la habitación, y al ser la única, voy a contestar. Al tomar el tubo entre mis manos, lo único que escucho son los chillidos de euforia provenientes de mi amiga, Luiza. Sonrió y tiendo a tapar mi boca para no contagiarme de la emoción de mi amiga.

— ¿Qué es lo que sucede, Lucy? — Indago mientras meto mis manos en los bolsillos de mi chaqueta. Ella sólo sigue en el mismo estado, hasta que se calma un poco. Gracias a Dios.

— ¿Cómo es que ni siquiera te has enterado? — Me pregunta y yo puedo notar cierto deje de incredulidad en su voz.

— No, realmente no sé qué ocurre.

— ¡¿Pero qué!? ¿Sea Emily Loosle, es que no tienes un puto televisor cerca de ti al menos? — Ruedo los ojos. No, estoy totalmente desconectada de todo, o por lo menos un tiempo hasta que consiga algo más de dinero y pueda comprar más electrodomésticos y así finalizar con la decoración.

— Sabes que no. Pero que, ¿Me lo dirás o tendré que quedarme con la incertidumbre?

— Vale, vale. No te lo tomes tan a pecho Sea. Estoy a punto de morir por la noticia. Parece que ha salido una nueva crema facial en la cual te hace ver más de treinta años menos, sin una arruga o algo por el estilo. ¿No es increíble? — Bueno, dada la emoción que tiene su voz debo suponer que es una buena noticia. Pero yo no puedo pensar eso. ¿Una crema? ¿En serio?

— ¿Me llamaste para decirme que salió una nueva loción para la cara? ¿Cuando apenas tienes tus veinticinco años? — Sé que mi tono de voz es duro y frío, pero no estoy pasando por momentos en los cuales tengo tiempo de pensar en cremas. ¡Cremas!

Luiza se quedó tan callada y por tanto tiempo, que puede parecer como que estoy hablando sola. Me maldije mentalmente, ella me conoce tan bien y empezara con sus preguntas las cuales no me siento dispuesta a contestar.

— ¿Qué te pasa S? — Suspiro y carraspeo. Quiero decirle todo lo que me pasa, tengo la necesidad de comentarle sobre la apuesta y de éste chico llamado Liam Payne, el cual he buscado tanta información como pude, pero una barrera que no tenía definida aún se interpone.

— Nada, estoy algo mareada y tengo algo de tos. Confía en mí, no es nada.

— ¿Quieres que le diga a papá que faltas hoy por tu estado? — Sí, no es que me gusta abusar de mi amiga, y ya que es la única que tengo aquí lo más conveniente es no hacerlo, pero a veces todo tiene sus ventajas. Asiento, como si pudiera verme.

— Sí, por favor. Gracias. Y en cuanto me encuentre mejor te llamo para arreglar algún tipo de salida, ¿Te parece? Yo invito — Una gran sonrisa se posa sobre mis labios, al darme cuenta que inconscientemente puedo tomar este día para seguir investigando sobre él.

Sobre Liam Payne, muchacho por el cual todas se encuentran euforicas y en un estado tan irritante que también me alegro de no haber asistido hoy. No tendré que ver la fea cara de Aurelia. ¡Aleluya!

— Está bien Sea. Recuperate y me llamas. Adiós — Le doy mi despedida también y al fin cortamos la conversación.

Vaya, ha sido realmente difícil. Puedo notar como mis manos junto con mi espalda y parte de mi cuello se encuentran cubiertos por una fina capa de sudor y me asqueo al instante. Debo ir al baño y darme una relajante y larga ducha, pero no puedo ahora. Un chico, alias “Joven misterioso”, se entromete en mi vida.

— Veamos qué hay de ti — Un inaudible susurro sale de mis labios. Navegar por el buscador en respuestas sobre él.

Unas cuantas páginas aparecen en la pantalla de mi computador, el cual gracias a Dios había podido rescatar de mi casa, y me sorprendo. Parece que Aurelia no me mintió cuando habló de que era un exitoso científico. Ruedo los ojos, la desconfianza era plena. Jamás, en millones de años, me fiaría de lo que ella dijera.

Me asombró al saber que, Liam Payne tiene un coeficiente intelectual tan alto. Su número exacto era 250, según lo que las páginas publican. A los meses ya podía formar palabras, y al año podía leer. Curso toda la primaria en su casa y la secundaria también, mientras que en todo el tiempo libre intentaba hacer nuevos experimentos y corroborar que todo estuviera bien. Una persona perfeccionista, sí que lo es. Terminó más rápido de lo previo todo sus estudios para así finalmente abocarse por completo a la carrera de ser un científico y pues, lo logro. Premios de todo tipo a recibido, por lo que noto.

Siento el gran impulso de tirar la computadora al suelo al notar en lo que me he metido. ¿Es que, era tan complicado decir: “No, no acepto. Y me importa poco lo que digas, pienses y me hagas”? Si bien, me importa absolutamente poco ya todo lo que me ocurra, supongo, y conociéndome bien, que pude sentir el impulso de una vez en la vida, sobrepasar a Aurelia. Tan creída y mandona, es insoportable. Nunca llegaría a algo más que unas miradas de odio, y no sólo por parte mía, sino que también de ella.

Noto, y casi sin darme cuenta, que en uno de los comentarios se encuentra, nada más y nada menos, que el mismísimo numero de celular de Liam. Seguro era una chica con las hormonas explotadas y tan desesperada. Patético. Pero, aunque diga eso, como si fuese un robot, tomó un papel y un bolígrafo y anotó aquella cantidad de cifras y al terminar, vacilo con la pregunta en mi cabeza de “¿Qué debo hacer ahora?”.

Mi pulso se acelera y decido al final dejar a un costado la pequeña parte de la hoja que anteriormente arranque y me levanto del sillón. Demasiada información para comenzar. ¿Será real el número? Mis padres me enseñaron lo importante que era desconfiar de todo lo que dijeran vía internet y no tener contacto con ninguno. Pero la curiosidad siempre fue algo incontrolable en mí, y esta no era la excepción de todo eso.

Una buena ducha. Sólo eso anhelo en estos momentos. Voy directo allí, aunque mis pies dolieran condenadamente y sin saber de qué, me desvisto entera y acto seguido, me meto en la ducha. Sentir como el agua caliente cae de forma violenta sobre mi cuerpo, me transmite el sólo hecho de también sentirme igual. No era una completa descarada, pero tampoco una vergonzosa. Y, no tengo la más mínima idea de cómo haré para acercarme hasta él, sin tan sólo saber más de lo que leí.

En un principio, mi intención era llegar como una simple muchacha la cual requiere de ayuda para ubicarse, luego seguir con el plan de “seducción” o algo por el estilo, y así tenerlo entre mis piernas y darle un buen merecido a Aurelia de que no es la única que puede tener lo que quiere cuando se le dé la regalada gana. Y luego llega el momento que me arrepiento por actuar como una zorra. ¡Já! Cómo pudiera siquiera llegar y preguntarle las direcciones. No, yo soy de esas personas que por más que quieran — y en este caso, necesite — mentir, no lo logro. Pero tampoco me es el fin del mundo, al menos no literalmente.

En cuanto terminó con la ducha, que no fue con el objetivo que antes requería, sigo con mi vida. ¡No pasaré todo el santo día ideando algo para estar con Liam Payne! Por el amor de Dios, llega el momento que me desespera, pero por suerte, ese no es ahora. ¿Qué es lo que debo hacer? Una vez más esa maldita pregunta merodeando por mi cabeza. Quiero salir, pero el solo pensamiento de que tal vez alguien pueda verme por las calles, y que sea justo de mi trabajo, me metere en serios problemas. Y no los necesito justamente en estos instantes.

Voy a salir, y me vale poco los que me vean o no. Cuando ya estoy abrigada, con mi bufanda y me chaqueta, salgo disparada de allí como si en mi casa hubiera un incendio. Lo que sea para estar alejada de mi mundo. Al fin estoy al aire libre, y por suerte, ya se ha hecho el mediodía y mi panza ruge como un carnívoro con mucha hambre, sí, así me encuentro ahora yo. Pienso en la posibilidad de visitar el local de unos amigos míos, y cuando no tengo otra escapatoria que esa, voy directo como un robot.

— ¡Sea, nena! — Björn, un amigo de la infancia y propietario del local, se acerca a mí animadamente y con los brazos abiertos para mí, y yo como la impulsiva que soy, corro hacia él.

— ¡Te he extrañado, cabezón! — Le comento, contentísima.

Luego de hablar unos minutos, y lanzar unas cuantas carcajadas que eran motivos de las miradas interrogativas de los clientes hacia nosotros, Björn tan amable como siempre, me da una mesa y luego se acerca una mujer que pasa los cuarenta y tantos años a tomar mi orden.

Disgusto un rico salmón con patatas que están para morir y sigo pensando qué debo hacer para llegar al objetivo: Liam Payne. Ésto es muy difícil. Ya que, no queda nada más que seguir intentando. Mi celular suena, y puedo observar lo arruinado que se encuentra, con un suspiro agotador, atiendo de una por todas, sin ver de quién trata la llamada.

— Hola.

— ¡Sea! Querida, ¿cómo va todo? — Oh, ¡Qué lindo! Una llamada de, la no bienvenida, Aurelia Jostin. ¿Para humillarme, o para echarme en cara que aún no pude conseguirlo, o tal vez — y admito que esto me dio la más mínima esperanza —, decirme que la apuesta se caducará?

— Estoy bien. ¿Qué necesitas? — Quiero conseguir un tono serio en mi voz, aunque soy lo bastante consciente que no lo consigo y más bien sale una especie de chillido mezcla de los nervios que me revuelven el estómago.

— ¡Pero que amargada resultaste ser Loosle! — Una carcajada sale de sus bocas, y lo noto, es una falsa. “Como todo en ella”, pienso con pesar —, ¿Sabes algo? — Expectante de su respuesta, no respondo y ella refunfuña pero sigue al instante — No conseguirás a nadie con esas actitudes.

Ruedo los ojos, ¿Y ella quién es para decir a quien puedo y no conseguir? Asiento, refugiándome en mis pensamientos y me siento mejor ahora.

— ¿Ni siquiera al mismísimo Liam Payne? — Un toque de valentía sale de mí voz. Noto como Amanda se queda callada, tal vez conseguí intimidarla, o algo así. E impulsada por el pensamiento, sigo —: No tienes ni idea de lo que soy capaz de hacer. Tú solo espera.

Y corto.

¡Vaya! Es lo que realmente se siente la adrenalina. ¡Y qué sentimiento! Sonrío, pero me desconcierto al ver como Curtis se acerca hacia donde yo estoy. ¡Oh no!

— Sea, qué lindo volver a verte — Hago una mueca de disgusto, aunque intento que no se note demasiado. ¿Por qué no me deje respirar al menos? Supongo que pudo ver enfado y me aclara —: Pasaba por aquí, para saludar. Hoy no es día de trabajo.

Rasca su cabeza, mientras pasa su mano repetidas veces por su pelo, nervioso. Lo que me hace pensar que no es así. Miró acusadoramente a Björn, quien tiene una mirada de travieso como un niño y en un momento de distracción por parte de Curtis, le hago una seña dando a entender que es hombre muerto. Complacido, se aleja de su lugar para entrar a la cocina.

— ¿Crees que podríamos dar una vuelta, y hablar? Hace mucho que no nos vemos — Sus ojos me demuestran que habla con sinceridad, y aunque en estos momentos sean en los que no quiero hablar con nadie, aceptó sin pensarlo.

— Claro. ¿Qué podría salir mal? — Él me regala una bella sonrisa y extendiendo su mano para mi, la tomo. Y antes de salir, doy una vuelta para ver a Björn boquiabierto, y levanto mi mano libre, mostrándole el dedo corazón y lanzándole un beso.

Él sonríe, encantado de mi comportamiento. “¡Loco!” Me hubiese encantado gritarle aquello.

* * *

Bueno, sí. Curtis no es el que yo realmente quiero para mi vida, pero me compadezco de él y admito que siento algo complaciente todo lo que hace por mi atención. Está bien, puedo ser algo distraída y ajena a todo lo que sucede en el mundo, pero no soy tonta y aún tengo mi sexto sentido, como mi madre una vez lo denominó.

Llego agotada a mi departamento y lo único que mi cabeza piensa es en acercarse a la cama y desplomarme como una bolsa de papas en ella. Parece una idea placentera, pero debía al menos lavarme los dientes y cambiarme. Cuando acabo, hago lo que quería y me meto en los brazos de Morfeo para dar por finalizado el día. Primer día, terminado. Y no con mucho éxito.