The One Who Came To Save Me {L.P}

Capítulo 004

ByDecember.

Mientras que él hablaba en privado con el señor Morrinson, ella lo observaba. Era casi imposible que alguien como Liam estuviera con ella. Pero debía aceptar que ver a Jake en el suelo la hizo muy feliz.

Liam realmente era uno de los mejores chicos que había conocido, pero es mejor que sus sentimientos no salgan a la luz. Bastantes errores cometió en el pasado.

Al terminar su conversación —de un tema desconocido para la rubia—, Hanna se levantó de su asiento y se abalanzó contra él para abrazarlo. Era lo mínimo que podía hacer, luego de su heroica actuación, ya que de ahora en adelante se ganó el odio de Jake y sus odiosos amigos. Pero el cariño de ella.

—Gracias —susurró en su oído sin soltarlo aún.

El rodeó su cintura con sus brazos y la estrechó cálidamente sobre su cuerpo. Hanna era una chica diferente y por alguna extraña razón, el destino había logrado que se conocieran. Tal vez, para ayudarla. Sabía que tenía problemas, no era tan idiota como para no notarlo, pero estaba convencido de que iba a hacer todo lo posible para hacerla sonreír.

—No te preocupes —respondió al separase y la observó con una dulce mirada. Notó la enorme mancha de comida sobre su ropa y aún quedaban algunos pedazos en su cabello. Se sintió pésimo ya que no pudo haber evitado esa humillación.

—Liam —lo nombró —Tu labio aún sangra —sus palabras salieron entre cortadas por el dolor que sentía al verlo así —¿Quieres que te ayude? — El tocó su herida y gimió del dolor al mínimo contacto con su piel. Entonces, asintió como respuesta.

El la siguió por el largo y frío pasillo de la Universidad, hasta llegar a su familiar cuarto de baño. Liam paró en seco y la observó. Ella asintió y entonces, entró. Para que no hubiera problemas, cerró con seguro la puerta. No tenían muchos materiales, solo agua y papel. Pero ayudarían hasta que Liam llegara a su departamento. El castaño se sentó sobre el lavabo algo incómodo y juntó sus manos sobre su regazo.

Hanna tomó algo de papel y lo mojó con agua. Era patético, pero no tenían nada más para utilizar. Lentamente, lo acercó a  su labio, el cual se encontraba un poco hinchado.

Con su mano libre, tomó la de Liam y éste la apretó con fuerza al momento del contacto, en verdad dolía.

—Listo —dijo luego de unos minutos —No puedo hacer nada más, pero mantenlo apretado contra la herida hasta que puedas conseguir algo mejor —realizó una mueca al observar su ojo izquierdo —. Lamentablemente no puedo ayudarte con eso —señaló su herida, la cual  estaba comenzando a tomar un color azulado.

—Está bien, no te preocupes —La tranquilizó con  una tierna sonrisa —Gracias… — Aún tomaba su mano y no tenía deseo de soltarla.

—La que tiene que debe agradecerte soy yo —Lo miro y no pudo evitar sonreírle — ¿Por qué lo hiciste? —Musitó mientras bajaba un poco su cabeza.

—Me enfadé —Se encogió de hombros —Además, se lo tenía merecido. —Ella le sonrió y Liam al tener sus dos manos ocupadas, buscó de alguna manera su mirada —Me gusta tu sonrisa, sería lindo verla más seguido —Susurró y las mejillas de Hanna se tornaron de un color carmesí.

Los dos jóvenes fueron interrumpidos cuando alguien trató de abrir la puerta sin éxito. Se podría decir que no recibió una buena mirada de aquella joven que los encontró a ambos encerrados en el baño una vez que Hanna la dejó entrar.



—¿Cómo está, campeón? —Le preguntó Sam mientras despeinaba su cabello.

Timmy le sonrió y levantó su pulgar como respuesta mientras tomaba energéticamente su vaso de chocolatada.

—¿Y nuestra hermana dijo que no sabía prepararla? —Rió victorioso —. Estaba muy equivocada —se cruzó de brazos ofendido.

—¡Hanna! —Exclamó cuando la vio entrar a su habitación —Te extrañe —dijo cuando extendió sus brazos para un abrazo de su hermana mayor.

—Yo igual… No sabes cuánto —Sus ojos se cristalizaron al verlo tan indefenso, pero se mordió el labio inferior para no llorar. Si su pequeño hermano era fuerte, igual ella.

La rubia se sentó en el suelo de su habitación junto con los dos hombres de la familia, ya que Timmy afirmaba que él, a su corta edad, era uno y con mucho orgullo. Las horas pasaron entre risas y juegos, pero no duró por mucho. Luego de un rato, se logró oír la puerta principal abrirse y luego, cerrarse bruscamente. Hanna y Sam se observaron preocupados, colocando a Timmy justo en medio de ellos.
Pisadas, más de una, lograron identificar. Luego, la risa de una mujer, seguido por la de un hombre. Su madre había llegado. Hasta que la puerta de la habitación de  ésta no se hubiera cerrado, Hanna no respiró tranquila.

—¿Mañana tengo que ir al Hospital? —Preguntó el pequeño, se oía triste.

—Solo serán unos minutos —respondió Sam —Luego, pasaremos por una juguetería —Timmy al oírlo lo miró con una enorme sonrisa en su rostro.

—¿Lo prometes? —Sam asintió y el menor lo abrazó con todas sus fuerzas —¡Son los mejores! —Exclamó de felicidad.

El ruido de varias copas caer al suelo los interrumpió. Sam miró a su hermano preocupado y cerró sus ojos. Estaba cansado de que siempre sucediera lo mismo. Estaba claro que esta familia nunca progresaría, pero que ni siquiera su madre se preocupara por su propio hijo enfermo y que trajera a más de un hombre alcohólico y drogadicto a la vez, a su casa, era imperdonable. Tiempo atrás, ella les había aclarado que nunca los había deseado, simplemente los tres hermanos fueron errores de noches descontroladas.

—Iré a hablar con Bob —Hanna asintió. Cuando decía ‘hablar’ se refería a todo lo contrario. Pero trataban de que su hermano menor sufriera lo menos posible.

—Te acompaño —Ambos miraron Timmy  —enseguida volvemos ¿De acuerdo? —El asintió y comenzó a jugar con su oso de peluche favorito con una mirada entristecida. Sabía lo que sucedía. Era más inteligente de lo que sus hermanos creían.

Los dos mayores salieron de la habitación, y Sam abrazó a Hanna una vez que cerraron su puerta. La rubia rompió en llanto. Estaba perdiendo todas las fuerzas que le quedaban, era demasiado para procesar.

Los ruidos aumentaron, a oír la caída de una silla. Sam tomó de la mano a su hermana y bajaron lentamente por las escaleras hasta llegar a la cocina. Por el temor que tenían ambos, parecía que estuvieran en una película de terror. Sam casi podía oír el bombeo de la sangre hacia su corazón acelerado.

—¡Bob detente! —Exclamó molesto el mayor. ¿Por qué tenía que venir? ¿Era necesario?

—¿Quiénes son? —Preguntó mientras se tambaleaba de izquierda a derecha y viceversa. El olor a alcohol era insoportable.

Su poco cabello rubio se encontraba despeinado y su camisa desabrochada. Sus grandes ojos café eran rodeados ahora por un color rojo intenso de tanto beber.

—¿Cómo es tu nombre Princesa? —Se acercó a Hanna y acarició su cabello. Realmente había tomado demasiado. Ella a aquel contacto, retrocedió alarmada.

—No te atrevas a tocarla de nuevo —lo amenazó mientras lo empujaba bruscamente hasta caer al suelo. Sam no permitiría que nunca hombres como él se acercaran a su hermana.

—¿Qué te sucede? —Bob trató de levantarse, pero le fue inútil —. Hiciste que derramara mi bebida, idiota.

Hanna se alejó de allí, evitando los asquerosos comentarios obscenos que él le gritaba. Aunque fue callado por Sam, quien seguramente le había dado un fuerte golpe quien sabe dónde.

Subió rápidamente a la habitación de Timmy y tomó una de las tantas mochila tirada en el suelo que utilizaban para llevar al hospital, y guardo dentro algo de ropa y cosas necesarias para cuidar a su hermano.

—¿Qué haces? —Preguntó curioso él. Ella lo miró y simplemente besó su frente con cariño, aunque con algo de dolor. El no se merecía esto. Lo que necesitaba era amor, una familia unida, una madre que pasara horas sin dormir por haber estado cuidando de su hijo enfermo, un padre que trabajara para poder pagar sus tratamiento, simplemente no esto.

—Acabo de preguntarle a mamá y ella está de a cuerdo con que hoy duermas conmigo —mintió y recibió un festejo de parte de su hermano.

Sam entró con la nariz sangrando y alzó a Timmy en sus brazos, como si ambos se hubieran leído sus pensamientos, bajaron rápidamente por las largas escaleras blancas y salieron de la casa evitando los gritos una de las parejas de su madre.

Al entrar al auto, luego de varios minutos llegaron al actual departamento de Hanna. Sam tomó nuevamente a su hermano y entraron al lugar.

En la recepción, tuvieron que conseguir que Ethan no dijera nada, ya que como los departamentos son únicamente para las personas que asisten a la Institución, traer a un niño estaba estrictamente prohibido. Por suerte, Ethan eran alguien confiable, y les guardó su secreto.

Al llegar a la puerta de su departamento, se encontró con Liam, quien esperaba sentado en el suelo. Ella le sonrió y trató de ocultar las lágrimas que caían por su rostro, pero fue inútil porque él lo notó.

—Hanna... —Dijo débilmente al notarla así, a la vez que se levantaba —¿Sucede algo? —Preguntó al observar a sus acompañantes. Dos desconocidos para él.

—Todo está bien —Segunda mentira en pocas horas —. Solo espera unos minutos... ¿De acuerdo? —El asintió y los tres entraron al departamento, dejando solo a Liam en el solitario corredor del lugar sin comprender absolutamente nada.

Varias preguntas inundaron la cabeza de Payne. Y evitó pensar que él chico mayor era su novio. No, eso no podría ser cierto... Pero si no, ¿Quién era? Y lo más importante ¿Por qué tenían un  niño?  

Como le había prometido, Hanna salió y en la puerta, se despidió de aquel joven de cabellos rubios, gruesos labios rojos y ojos celeste. Se abrazaron durante varios minutos y susurró algo que Liam no comprendió.

—Lo siento mucho,  pero debo irme —dijo entristecido —. Si tengo tiempo, pasaré luego.

Ella negó con su cabeza y le dijo que no se preocupara, algo se le ocurriría. El besó su mejilla y saludó con un movimiento de su cabeza al joven de cabello castaño. Luego, se marchó apresurado.

—Liam... —Ella lo nombró al verlo junto a la puerta esperando —Necesito que me hagas un favor. —Luego de que Sam se fuera, Timmy se había roto en llanto ya que había olvidado a su pequeño oso de peluche, sin él, le era imposible dormir, o apenas cerrar sus ojos. Le había acompañado a todas las visitas del hospital, su primer día en el jardín de infantes e incluso aquel viejo muñeco, lo ayudó a acercarse a una niña de su edad que le gustaba demasiado.


—Gracias... —Dijo apenada, había pronunciado aquella palabra demasiadas veces en un día —Se que tienes muchas preguntas, pero te prometo que las responderé todas cuando regrese. —Luego de que Liam aceptara llevarla a la casa donde antiguamente vivía, dejó a Timmy al cuidado de Ethan. Realmente le debía una a ambos. Rió por dentro al recordar la expresión en el rostro de él cuando el pequeño se subió al mueble de la recepción y comenzó a jugar con el timbre mientras que lo apretaba constantemente.

—De acuerdo, ¿segura que quieres no quieres que te acompañe? —Preguntó mientras apagaba el motor. Ella asintió y bajó rápidamente del auto. Sus manos temblaban. No deseaba volver al lugar donde Bob se encontraba. Pero por Timmy, haría cualquier locura.

Abrió lentamente la puerta, por suerte no estaba con llave ya que quería hacer el menor ruido posible. Aunque era algo extraño, porque al salir si la habían cerrado. Decidió no pensar en aquello y subió delicadamente las escaleras de madera, que para su mala suerte, crujían descontroladamente en cada paso que provocaba.

Rápidamente tomó el oso de peluche y salió de allí. Al pasar por la habitación de su madre, logró escuchar bastantes gemidos. Ella cerró sus ojos y trató de sacar la asquerosa sensación que invadía su cabeza, al imaginar a su alcohólica madre junto a Bob o un desconocido.

Alzó su dedo del corazón hacia aquella puerta blanca que las dividían. Era su madre, y la odiaba profundamente. Suspiró y luego bajo apresuradamente, olvidándose de evitar hacer algún tipo de ruido pero paró en seco al escuchar una familiar voz.

—Veo que regresaste. —Dijo detrás de ella. Hanna logró salir de su trance y se dirigió a la puerta. Era tarde, esta vez estaba cerrada.

Lo prometo |?|: