¿Quién es Haley Queen?

La limusina blanca ocupó su lugar habitual frente a la mansión Queen. Al mismo tiempo, una rubia arriba de unos altísimos tacones Gucci de la última temporada, salía de la residencia buscando su coche. 

- Buenos días Parrish – Saludó cortésmente al chofer como todos los días, de todos los años. 

- Buenos días señorita Queen – Respondió encantado, el carisma de Haley era como un imán, hasta para viejitos como él. 

Parrish condujo hasta la ciudad, las vacaciones eran un mar de compras y visitas sin descanso a las mejores tiendas de la ciudad. Pero una reina como ella, nunca estaría sola y mucho menos en una cruzada tan comprometedora como ir de compras.

- ¿A la residencia del joven Gregory? – El viejo Parrish elevó sus pobladas y grises cejas a espera de Haley, mientras él conducía con extrema lentitud. 

- Exactamente, hoy es día de compras -  Batió sus pestañas de forma dramática. 

Las compras de los sábados eran una tradición entre Haley y Gregory. Ambos mejores amigos desde la niñez, cuando un secreto los unió por siempre. 

 Una arreglada Haley había entrado con confianza aún desde sus cortos cinco años a la primaria, mientras que un asustadizo y revoltoso Gregory se aferraba a la falda de su madre como si su vida dependiera de eso. Aquella tarde, en el patio de juegos, ella había estado rodeada de una gran multitud que la admiraba por su atuendo, su cabello dorado como el de las princesas y sus ojos azules. Mientras que el pequeño niño castaño se escondía debajo de uno de las torres del patio para no estar solo. Pero cuando la pequeña Haley se aburrió de tanta atención corrió a esconderse, exactamente donde él estaba. Y adivinen el susto que había llevado cuando se encontró con Gregory y su dedo inquieto hurgando en su nariz del aburrimiento. Ella prometió no hablar sobre ello y él aseguró defenderla de todo aquél que le haga daño. Las vergüenzas del primer día de clases también conllevan a buenos resultados. 

Quince minutos más tarde, la mansión Bauer se vislumbraba frente a los ojos de ambos pasajeros. La construcción medieval resaltaba entre el verde del extenso campo a su alrededor. Pero, dentro era moderna como cualquier casa de lujo de la zona. 

- Y la abeja reina siempre tarde… 

Gregory entró al coche con su naturalidad que lo caracterizaba. Siempre fresco y relajado. Su cabello castaño alborotado y sus ojos grises que advierten peligro y entre ellos su típica mirada divertida. 

- Hey! Coloca tus manos lejos de mí – Bufó luego de alejarse del rubio cuando quiso abrazarla – o, ¿Intentas hurgarme la nariz también? 

- Ya, eso quisieras – Respondió fastidiado, una de las cosas que Haley nunca haría sería olvidar los momentos vergonzosos de las personas. 

- No tengo pensamientos para hacerte enfadar más que un atuendo Armani que pienso vestir esta noche, ¿Te he hablado sobre la fiesta de James? – Haley se dirigió a Gregory mientras le indicaba con una mano a Parrish que podían seguir su recorrido hasta el centro.

- ¿James? ¿James Settle? – Frunció levemente sus labios y cejas – Sabes que nunca vamos a las fiestas de ese hijo de su...

- Lo sé, lo sé – Evadió la mirada de su amigo incómoda – Solo serán unas horas y luego nos iremos, aparte estará mi hermano. 

- Como digas Haley, solo iré por ti – Buscó sus ojos – Una hora y nos largamos ¿Si? 

Ella solo sonrió ante la respuesta. La rivalidad entre James y Gregory era palpable para toda la vida. 

- Es imposible que el personal no sepa de lo que le estaba hablando, era la última temporada de Armani, ¿Tan difícil conseguir algo de ella? – Frunció su ceño viendo las pocas prendas que le habían otorgado. 

- Parece que nos espera un gran viaje a París el próximo fin de semana – Greg recostó su cuerpo en uno de los cómodos sillones que adornaban la tienda. 

Y como estaba previsto, Haley y Gregory arrasaron con todas las tiendas. Porque todos conocían a Haley Queen y a Gregory Bauer, la viva imagen de estrellas de Hollywood aún sin serlo.  

- Paso por ti dentro de dos horas, no me hagas esperar – Se despidió Gregory cerrando la puerta de la limusina con una sonrisa. 

Al llegar, se encontró con un holgazán Ryan en el sofá, y a su madre corriendo por la sala hasta encontrar su abrigo y salir disparada hacia la calle. Sin prestar atención, Haley subió las escaleras  dos en dos, lista para prepararse para la noche. Tenía que estar perfecta, tenía que vislumbrar más que nunca y ser Haley Queen más que nunca. Porque detrás de la ansiedad y los nerviosismo había un propósito. Enamorar a James Settle. 

Él había sido un secreto dentro de la mente de Haley por tanto tiempo que ni ella lo recordaba, mentía, siempre lo recordaba. Nunca antes lo había visto, hasta que dos años atrás, él la había salvado en clase de deportes cuando la soga se desprendió y obviamente James había estado para atraparla. Era una escena digna de una película, de un cuento. Pero el hecho estaba en que James no notaba a Haley como todos lo hacían, y nadie no notaba a Haley Queen. Más que un amor pasajero era un capricho sin final. 

Dos horas después y unos cuantos minutos más tarde, Gregory, había estado esperando por ella. Mientras que la susodicha terminaba de arreglarse, “Así no, más rubor”, “Menos sombras y más delineador”; esas y otras frases más habían inundado la habitación de gritos frustrados y suspiros pesados. Hasta que finalmente la rubia se dignó en verse perfecta como siempre, porque nunca era menos que eso. 

- Wow – Silbó Greg quien solo llevaba unos pantalones negros ajustados y una camiseta de nirvana azulada –, si no te conociera dirías que estás en noche de conquista – Guiñó un ojo pícaro haciendo resaltar el rubor en su mejor amiga.  

- Deja de alucinar Gregory, meterte el dedo en la nariz ha provocado estragos en tu cerebro también. 

- Y otra vez con eso… - Rodó los ojos desesperado, odiaba que le recordasen su infancia – Tenía cinco años Haley, puedes dejarlo atrás. 

- Yo nunca dejo las cosas atrás –Le guiñó, amaba hacer molestar al castaño, era su pasatiempo favorito. 

- Ya, ya, quiero llegar rápido para largarme de allí de la misma manera.

Y el hecho de que Haley nunca le había contado sobre su atracción hacia James, siempre fue LA disputa. James y Gregory habían sido amigos hasta que una mujer, como en la mayoría de las relaciones, se interpuso entre ellos separándolos. Amanda era su nombre y había salido con Gregory mientras que mantenía una relación a escondidas con James hasta que ella entró a la universidad del estado y los dejó a ambos a la deriva, lo que desató una gran, GRAN pelea entre ellos. Y desde ese entonces nunca más fue nombrado James. Era prácticamente como entrar a la Iglesia desnudo y gritar que eres el anticristo. 

Como sucedía con la mayoría de las fiestas, las calles consiguientes se encontraban repletas de autos viejos, nuevos, de último modelo… 

Ambos jóvenes aparcaron el coche unas cuadras lejos. Haley maldijo en vos baja haber comprado zapatos de tacón tan altos, pero la belleza lo valía. Caminaron en silencio, Greg admiraba la noche, y Haley se encontraba demasiado nerviosa como para hablar. “¿Le gustará como estoy?” Repetía inconscientemente una y otra vez en su mente. Al llegar,  la fiesta era lo que ambos esperaban, cuerpos sudorosos bailando al ritmo de la música electro que resonaba hasta tres manzanas más lejos de la mansión, alcohol por todas partes y adolescentes con hormonas alborotadas por los rincones de la casa, en las escaleras y por qué no sobre la barra. 

- ¡Esto es una locura! – Gritó Greg sobre la música, tratando de llamar la atención de su amiga. 

- ¡Sí!– Siguió buscando entre la gente a James – Voy a buscar una bebida.

Entre la música alta, Gregory distinguió las palabras de su amiga pero prefirió dejarla sola, sabía que había alguna razón oculta entre la fiesta, pero como buen amigo la dejó ir. Por otro lado, Haley ya había rechazado siete invitaciones de baile, cuatro tragos y dos insinuaciones a los cuartos del segundo piso. Lo estaba esperando a él. Y qué sorpresa se llevó al verlo solo hablando junto a su hermano. 

Caminó hasta ellos con su porte de pasarela y su sonrisa destellante, tal que hasta el propio Ryan entendió sus intenciones. 

- ¡James! – Gritó con emoción Haley al estar a un lado del pelinegro. 

 Aún con las luces en su mínimo y la falta de espacio pudo reconocer sus ojos verde musgo que tanto añoraba.
 
- Los dejo solos…– Ryan le guiñó un ojo a su hermana y ella, sin previo aviso se sonrojó aún más. 

- Wow, Haley no te recordaba de esta manera – Sonrió ladeado, sabía lo que ella quería, lo que todas querían, ¿No? 

- Amo esta canción – Gritó ella entre la multitud.

Y su truco de siempre seguía funcionando cuando el brazo de James se posicionó en su cintura animándola a caminar entre la gente hasta la sala principal. James era un dios griego en persona, ninguna mujer podía no quedar enamorada de él. Con su metro ochenta y sus ojos verdes capturaba cualquier mirada sin siquiera intentarlo. Y así la había capturado a Haley. 

Los minutos transcurrieron y el ambiente se volvía más caluroso, pesado y excitante. Con sus dedos enredados en los cabellos oscuros del joven y las manos de él en su cintura, o tal vez debajo, indicaba peligro. Ella lo tenía como quería, bajo sus encantos. Y él la tenía como había pensado, a sus pies. Hasta que una mirada azulina entre la  multitud había llamando la atención de uno de ellos. 

- ¿Me esperas? Iré por un trago preciosa – Sonrió a lo grande cuando distinguió esa silueta de infarto cada vez más cerca. 

- Siempre James. 

Y así hizo, en el medio de la sala con los cuerpos bailando a su alrededor, esperó. Diez, quince, veinte, hasta treinta minutos cuando su paciencia se agotó tan rápido como nunca. Caminó por alrededor de la multitud que se agrupaba junto al Dj, chocó con todos, inclusive un ebrio la había confundido con una tal Juanita y otro en un estado más deplorable la había agarrado por la cintura hasta colgar en sus hombros mientras gritaba “shoo szoy zu diozzzzzzzzz” o algo así que ella no había entendido. 

El ebrio, luego de dejarla media sorda por sus gritos salvadores, la había dejado a su suerte fuera de la mansión con el vestido semi levantado y un dolor de cabeza inaguantable. 

Caminó, más bien corrió hacia adentro, pero algo o más bien una pareja, la detuvo. 

- ¿James? – Preguntó entre los “ruidos sexuales” que le habían robado una mueca para nada agradable en su rostro. 

- Lo siento Haley, pero nunca serás suficiente linda – Le había respondido él indiferente mientras seguía devorando la boca de la susodicha.

- ¡Suficiente tu madre James! – Pisoteó con fuerza tanto que uno de sus zapatos perdió el tacón de siete centímetros - ¡AGHH!

- Intenta no caer rubia – Le había guiñado un ojo antes de subir al segundo piso con Amanda. 

Frustrada hasta los tobillos y renga por un zapato averiado, caminó hasta los sillones donde Greg se encontraba bebiendo pacíficamente mientras observaba la escena. 

- Llévame a casa Greg. 

Las palabras mágicas que el castaño esperaba escuchar. Sonrió a lo grande al caminar a un lado de su amiga fuera de la fiesta, porque lo había visto todo y por supuesto, como un buen amigo, había reído a carcajada limpia.

- A James siempre le olieron los pies – Comentó con una sonrisa ladeada tratando de mejorar el humor de perros de Haley. 

Ambos subieron al auto mientras abrían las ventanas para dejar entrar la brisa fresca de las noches de verano. 

- No sé por qué me lo dices – Cruzó sus brazos indignada

 Nunca en su vida la habían humillado. Era patético, ella podía hacer tu vida miserable con solo un chasquido de dedos, y  a él no le había importado, ¡NO LE HABÍA INTERESADO QUE ERA HALEY QUEEN! 

- Los he visto Haley – La miró horrorizado mientras ella agarraba con fuerza uno de los discos de música que había visto sobre el tablero del auto – Tranquila, inhala y exhala maldita abeja – Le había quitado el disco ni bien había comenzado a crujir entre sus manos. Por más débil que la vieras, tenía bastante fuerza.

 El resto del recorrido fue en un silencio entre ellos reemplazado por las canciones de Coldplay que llenaban el ambiente. Llegaron frente a la mansión Queen sin problemas y frenaron frente a la misma lentamente. 

- Hemos llegado a la colmena dulce abeja reina – Piropeó Greg en un intento de hacer sonreír a Haley. 

- Buenas noches hurgador – Contestó entre suspiros enojados, correspondiendo el abrazo de su amigo. 

Bajó del coche rápidamente cuando el castaño prendió el motor, y lo vio a lo lejos como una nítida luz cuando dobló tres cuadras después y desapareció. Caminó con el ruido de su tacón (ya que llevaba el roto en una de sus manos) sobre el camino de piedras bufando por lo bajo << ¿No soy suficiente? Soy más que eso, soy, soy una reina y él- él un simple plebeyo, eso>> Tanto bufó y pateó las piedras del camino que no se dio cuenta de algo muy importante. El silencio. 

La puerta de entrada se encontraba entre abierta y las luces apagadas eran el escondite de la peor noche de su vida, porque nunca se imaginaría lo que estaba por venir. 

dylan su dios salvador (?):